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Medievo IV - El viaje

en Trios

Apenas llevábamos unas millas cuando Don Roque empezó a preguntarme sobre mi pasado, mientras acariciaba el muslo de su hija sentada a la derecha. Le di vaga información de que había quedado huérfana y al no tener futuro en mi villa natal me vi obligada a salir de ella hasta que me topé con las caritativas hermanas que me pusieron al servicio de su hija. Él escuchaba atento intentando descubrir cuanto de verdad tenía mi relato y cuanto le ocultaba.

Su hija estaba inquieta con tanta charla. El traqueteo del coche de caballos le hacía vibrar continuamente el dildo que llevaba insertado en su culo. La conversación dio un giro radical cuando me preguntó si había disfrutado de la “conversación” que había tenido con su hija en el dormitorio. Al recordarla no pude evitar sonrojarme mientras que mi chochito latía. ¡Había sido un espectáculo memorable!

Me dio la sensación de que don Roque estaba manipulándonos a ambas para su diversión, mirando el escote de su hija y subiendo la mano que no tardó en llegar al pubis. Ella abrió las piernas acomodándose en el asiento para que pudiese acceder mejor. Veía sus dedos rozando el sexo por encima de la falda, mientras mi Señora gemía. Yo también le miré los pechos, sus hermosos pezones endurecidos se marcaban a la perfección y al igual que la primera vez, deseé chupárselos.

Él consciente de mis pensamientos le desabrochó el vestido. Las rosadas aureolas quedaban en el límite del escote.

-          Son preciosos ¿a que sí? – me preguntó sin dejar de estimular el coñito de su hija.

No sabía qué hacer o decir.

-          Venga, no te cortes, a mi pequeña le encanta cuando estamos en compañía… ¿a que sí? – le dijo metiendo ligeramente la lengua por el filo del escote y lamiéndole el pezón.

-          AAAAAhhhhhh, siiiii, padre.

-          Venga María, anímate, tiene dos.

Yo que para entonces estaba completamente encendida, dejé atrás mi timidez y me senté al lado de mi señora para mamarle aquellos pezones que aun no había tenido la oportunidad de disfrutar y que me estaban volviendo loca.

-          Joder María, que bien lo haces.

Doña Mensía se dejaba mamar por ambos, moviendo sus caderas adelante y atrás guidadas por el masaje vaginal que le estaba haciendo su padre.

-          Seguid, me encanta, seguid – Murmuraba con los ojos cerrados.

-          María, la gente tiene unas miras muy limitadas sobre el placer, a mí hija y a mí nos  encanta experimentar.

Don Roque aceleró el movimiento de sus dedos

-          Padre me vas a matar de gusto, no pares, lo deseo, lo deseo… aaaaahhhh.

Yo no paraba de lamer y succionar las tetas de doña Mensía que su padre me ofrecía sacándolas por completo del escote, pellizcando los pezones húmedos de mi saliva, retorciéndolos.

-          Qué bueno, sigue, sigue, me voy……  ya viene, yaaaa, yaaaaaa…….

Oleadas de placer la hacían retorcerse en el asiento, provocando otro de los muchos orgasmos que mi Señora llevaba desde que su padre la visitó. Yo no deseaba que aquello acabase, verla entregada tan abiertamente al placer me hacía mojarme.

-          Bueno pequeña ahora yo – le dijo Don Roque acariciando la cara a su hija, dejando que se relajase – Tengo un tremendo dolor en los huevos desde que te vi esta mañana. –

En ese momento miré la entrepierna de él, que se veía excesivamente abultada.

Doña Mensía, cuando se recuperó me miró a los ojos, preguntándome:

-          ¿Te ha gustado María?

-          Si – Afirmé, pues mentir no hubiera tenido sentido, ¡era más que evidente!

-          Ahora vas a ver qué bien lo pasamos.

Dicho eso bajó la mano hacia las calzas de su padre que deslizó el culo al filo del asiento. Volví a sentarme en frente dejando maniobrar a mi Señora con comodidad y por qué no decirlo, para ver desde un mejor ángulo los más de ocho centímetros que sobresalían de la parte alta de la cinturilla.

No podía creerlo, tenía la polla más inmensa que por aquellos años había visto y que jamás vi en el resto de mi vida. Ella bajó la cara y le dio un lametazo en la punta  roma, que parecía una gran ciruela. Cuanto estaba viendo me hacía sentir cosquillas en mi vientre y me dieron ganas de tocarme. Pasé mis dedos por mitad de mis piernas ligeramente abiertas y subiendo el tosco vestido.

-          Abre más quiero verte María – me animó Don Roque, con una seductora sonrisa.

Parecía estar viviendo un sueño en el que todo era permitido. Subí la ropa hasta que quedó enrollada en la cintura y puse cada uno de mis pies apoyados en las rodillas de él, exponiéndome sin tapujos.

-          Que hermosa eres criatura, tócate para mí – dijo

Yo comencé a acariciarme la vulva mirando embelesado como mi Señora bajaba la piel que cubría el rosado glande para chuparlo ya que no le cabía completo en la boca. Los gemidos de don Roque me hacían gozar. Él levantó un poco el culo para bajarse las calzas.

 ¡Joder que pedazo de polla tenía! Una gruesa verga que su hija no abarcaba con la mano de más de 28 centímetros de largo, que terminaba en unos grandes huevos, contraídos por el placer y salpicados de un fuerte pelo negro con alguna que otra cana.

-          Si pequeña, me pones a mil – decía mientras tomaba la cabeza de su hija guiándola en la mamada.

Separó un poco más las rodillas y me ordenó que no apartara la vista. Los ojos se me salían de las órbitas mientras su hija lamía y mordisqueaba el grueso tallo de la polla y jugaba con los huevos entre la mano que parecía demasiado pequeña. Yo no paraba de tocarme por fuera de la vulva, estimulándome a placer.

-          Ven siéntate a mi izquierda María – mandó.

Yo lo hice sin rechistar, desde la nueva posición podía ver las tetas de mi Señora abolladas sobre el muslo desnudo de su padre, mientras disfrutaba comiéndole la polla.

-          Uuuummmm, que bien lo haces – gemía animándola.

-          ¿Eres virgen María? – me inquirió.

-          No Señor.

Entonces su mano se unió a la mía deslizando los dedos como todo un maestro, abriéndome, cerrándome, mojándolos bien, antes de deleitarse con mi clítoris que estaba completamente descapullado.

-          Oooohhhh, que placer – gemí

Jamás había tenido una sensación tan agradable. Luego me introdujo sin ninguna dificultad uno de sus dedos en el resbaladizo coño.

-          Que estrechita eres preciosa, seguro que no has follado todavía mucho… yo te enseñaré si quieres – Un escalofrío de placer recorrió mi columna al imaginar aquella inmensa polla dentro de mí, cosa que se me antojaba imposible.

Aquellas palabras eran endiabladamente excitantes, sobre todo cuando comenzó a mover su dedo rápido dentro de mi vagina de un lado a otro, presionando las paredes internas como si fuera un vibrador.

-          Papi, me voy a poner celosa – ronroneó mi Señora, con cara de falso disgusto.

-          Ven súbete al asiento – le propuso.

Ella quedó a cuatro, en el asiento y su padre le subió del todo el vestido por detrás, tenía el coño chorreando, el ano completamente empalado por el dildo.

-          Sabes que nadie es como tú bebe – le dijo mientras desataba las tiras que sujetaban el consolador a su cintura para sacarlo del culo.

Metió tres dedos en el dilatado y abierto ano de su hija, yo me moría de gusto con todo aquello y él no descuidaba mi chochito que tenía a su disposición.

-          OOOhhhhh, bebe, ahora sí que podemos follar.

-          No sabes cuánto lo deseo – respondió ella, metiéndose un huevo en la boca y succionándolo, lo estiró hasta que resbaló de su suculenta boca como quien descorchaba una botella “scloop”

-          Uuuuuffffff, que zorra, te voy a llenar hasta que revientes.

Dicho eso mi señora se bajó del asiento y se colocó de espaldas a su padre, con las piernas estiradas y doblada por la cintura. El espectáculo era glorioso, su ano abierto, su coño chorreando, don Roque lamiéndolo hambriento y yo a punto de correrme con la paja que él me estaba dedicando, cada vez más rápida y profunda.

-          Aaaaaaahhhh, aaaahhhhh, sssssiiiiii…  sabía que estaba llegando al climax.

Él paró en seco y casó su dedo, para darme azotitos en los labios vaginales.

-          ¡Ay!  Uuuuuuffffffffff, aaaahhhhh, siiii – ¿qué me estaba pasando?, no podía correrme, me retorcía de placer, mi coño palpitaba.

-          Ssssiiii, sssssiiiii, folleme por favor, aaaaahhhhh

Vi como sus labios sonreían metidos entre el coño a su hija, justo antes de que me diera un tremendo pellizco en el clítoris que provocó que me corriera como una autentica zorra.

-          Me corro, ssssiiiiii, ooooohhhh…. Me metí dos de mis dedos para terminar de pajearme. – UUUUUuffffffffffff, no puedo más, aaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh. –

Un tremendo orgasmo sacudió mi cuerpo dejándome sin respiración por un momento, y cayendo exhausta en el hombro de don Roque. Entonces él escupió en el ano de su hija y tomándola por la cintura con ambas manos la bajó, metiéndole la inmensa polla en su culo.

-          Joder papá, ssssiiii – gritó

-          Aun no hemos terminado María – me dijo don Roque. – Arrodíllate delante de mi hija, quiero que le comas el coño.

Yo sonreí, aun recordaba el gusto de aquel maravilloso flujo en mi boca. Me arrodillé y empecé a lamer como una perra el jugoso chochito de mi Señora. Los huevos de don Roque me golpeaban la barbilla cada vez que embestía a su hija, así que decidí también probarlos, intercambiando mi boca de la raja abierta y mojada a los huevos duros y rugosos.

-          Siiiii, que perra eres María – decía mi Señora, como enloquecida.

-          Has visto papa como disfruta la muy zorra –  gemía cabalgando a su padre que le incrustaba la polla una y otra vez en el ano.

-          Siiii, es una criatura maravillosa, sigue así pequeña, siiii, sigueeee – jadeaba.

Ardía en deseo y excitación sexual que me embrutecía y anulaba toda mi voluntad. De vez en cuando don Roque sacaba la polla del culo de su hija y con la mano la guiaba a mi boca para que también la mamara, sabía ligeramente a semen, seguro que ya no le quedaba mucho para explotar.

Nunca había hecho algo remotamente parecido y tenía que concentrarme para mantener el ritmo. Abrí mucho la boca y la pegué a su coño como una ventosa, succionando y metiendo mi lengua. Notaba la polla de su padre a través de la fina membrana que separaba la vagina del ano, entrando y saliendo. Apreté la punta de la lengua en ese punto notando el tallo serpentear en el interior.

-          Me vuelves loca, perra, siiii… qué me estás haciendo, ssssiiiiiii….

-          Joder que buena eres María, aprieta la lengua así, así, ssssiiii….

Los tres idos de puro placer en una tremenda follada

-          ¡Qué placer más grande!.

Me metí de nuevo dos dedos en mi coño y me masturbé. Mi respiración se entrecortaba, lamiendo el coño y los huevos. Con la otra mano vibraba mis dedos en el clítoris de mi señora. La polla de don Roque culebreaba en el recto de su hija sin parar, cada vez más dura y gruesa, una y otra vez, una y otra vez. Doña Mensía como una autentica amazonas montaba a su padre apretando mi cabeza contra ella, para que no dejase de chuparle el coño.

Quería mantener aquel momento en el infinito, pero no pude contenerme más.

-          Aaaaahhh, uuuuummmmmm, aaaaaahhhh, yaaaaa… Gemí retirando la boca de su coño, mientras me corría.

-          Joder puta no te quites, sigue, sigueee…. – gritó apretando mi cara en su coño, corriéndose y llenándome la boca de flujo.

-          Ooooohhhhh, jodeeeerrrrr, jodeeerrrrr, sssssiiiiii, siiiiii…. – Don Roque también explotó dentro del culo de su hija – Siiii, siiiiiii – Notaba como latigazos de semen caliente que le subían desde los cojones, apretados en mi barbilla.

Tras varios espasmos de placer, gimió mi señora:

-          ¡Qué gustoooooooooo¡ - liberándome por fin la cabeza de su coño.

Entonces don Roque sacó la polla del lactante ano, sentando a su hija en el vientre.

-          Límpiame perrita – me pidió con una gran sonrisa.

Yo apliqué mi lengua a su verga, que ya empezaba a perder dureza lamiendo y tragando todo el semen que la bañaba. Doña Mensía sonriendo me mesaba el pelo, apartándolo de mi cara con dulzura, mientras su padre la acariciaba suavemente los pechos y la besaba en el cuello.  Todavía ahora lo recuerdo como una de las mejores, entre las muchas experiencias que posteriormente tuve en mi vida.

Después de relajarnos, nos arreglamos un poco los ropajes, pues apenas quedaba camino para llegar al castillo donde mi Señora iba a contraer matrimonio con su primo.