miprimita.com

Tres pequeñas maduras y un marido superado (4)

en Orgías

Cuarta parte. Aconsejo leer antes las otras tres y el relato anterior, "Préstame a tu marido".

Esta puede ser la última parte... o no. Decidme si lo acabo aquí y empiezo otra historia o continuo. En este caso, acepto ideas y propuestas para continar.

Nos encontramos en la cafetería del gimnasio. Sandra había preparado una mesa apartada. Al día siguiente de la propuesta cree un grupo de whatsapp con las cuatro. De esta manera, más fácil, Ali y Andrea supieron que Ton y yo también estábamos invitados. La secuencia de conversación fue divertida. Demasiado larga para reproducirla aquí. Explicaciones, razones, dudas y finalmente provocaciones y comentarios subidos de tono. Aquel viernes nos encontramos cara a cara las tres.

Sandra nos explicó lo que él y su marido habían planeado. Las tres maduritas, madres y esposas, íbamos a ser folladas a por cinco hombres que harían con nosotras lo que quisieran. Y mi marido Ton como invitado especial. Todo iba a valer, incluso deberíamos follar entre nosotras, aunque respetarían el hecho que Ali y yo fuéramos hermanas. Todo quedo claro. Quedamos citadas el viernes siguiente en una dirección de la parte alta de la ciudad. Antes de separarnos, nuestra amiga nos dio la última instrucción

-  Nada de sexo hasta el próximo viernes. ¡Prohibido!

El gran día llegó. El lugar de la cita era un pequeño local de intercambio de parejas propiedad de unos amigos de Sandra y Adrián. Aquella noche estaba cerrado sólo para nuestra fiesta. Las cuatro mujeres estábamos en aquel momento en un vestuario preparándonos. Los seis hombres nos esperaban en la sala de al lado, donde tendría lugar la orgía. Habíamos llegado juntas con Ton, pero aún no habíamos visto a los otros.

Sandra nos propuso que nos diéramos una ducha. La cuatro nos desnudamos y pasamos a una ducha común. A mi hermana y a Sandra ya las había visto en pelotas, pero aquella fue la primera vez que pude ver el cuerpo de mi amiga Andrea. Bajita como yo, su cuerpo era pequeño pero fibroso, con unas bonitas tetas redondas coronadas por unos firmes pezones. Su coño estaba coronado por una cuidada mata de pelo, como teníamos mi hermana Ali y yo. Sandra era la única depilada.

Cuando terminamos, nuestra anfitriona nos dio perfume y laca roja para las uñas.

-  Las de las manos, si queréis, pero las de los pies, obligatorio. Mis hombres son muy fetichistas.

Las tres pusimos manos a la obra. Desnudas como estábamos, nos concentramos mientras bromeábamos sobre los caprichos de nuestros futuros folladores.

Cuando estuvimos preparadas, Sandra nos dio una fina bata blanca a cada una y nos pidió a que nos recogiéramos el pelo en una coleta. Nos miró, sonrió y ordenó:

-  A follar y a disfrutar, chicas.

La sala donde entramos era una habitación grande. Una de las paredes estaba totalmente recubierta con un espejo. Al lado contrario había una gran cama de seis por cuatro que permitía alojar a varias parejas a la vez. Y repartidas por el resto de la sala, diferentes sillas, sillones y sofás.

Los hombres nos esperaban charlando en torno a uno de los sofás. Solo llevaban los calzoncillos. Estaban preparados. Cuando nos vieron se levantaron acercándose a nosotras. Mientras Sandra hacia los honores, me fijé en cada uno de ellos. Todos estaban entre los cuarenta y los cincuenta, excepto Edu, que parecía más joven, en torno a los treinta. Su verdadero nombre era Edward, ya que era un negro estadounidense, pero llevaba tanto tiempo aquí que se había castellanizado el nombre. Tenía un cuerpo espectacular, trabajado en el gimnasio. Los otros cuatro, Adrián, el marido de Sandra y sus amigos Daniel, Blas y Carlos, eran más normales. Cuerpos bien conservados, pero ya no jóvenes. A su lado, mi marido Ton no desentonaba.

Sandra propuso empezar con un juego. A las tres nos comerían el coño. Las dos que se corrieran antes serían las perdedoras y deberían pagar las primeras prendas de la noche. Explicado el tema, dio las órdenes:

-  Batas fuera y a cuatro patas en la cama. Antes de que os coman hay que preparar los culitos para lo que vendrá después.

Las tres quedamos desnudas. Nos pusimos en la cama una junto a otra, yo en el centro, mi hermana Ali a mi derecha y mi amiga Andrea a la izquierda. La visión de aquellos culos maduros y desnudos les gustó, ya que se oyeron los primeros comentarios subidos de tono. Sandra se acercó con un tubo de vaselina y tres plugs anales de tamaño medio de color negro. Sin contemplaciones fue untando uno a uno nuestros anos para posteriormente meter los tapones. Las tres nos quejamos, pero ella hizo caso omiso.

-  ¡A callar! Y menos quejas. ¡Además, esto es lo más pequeño que hoy vais a tragar por el culo!

Una vez enculadas, se acercaron Blas, Carlos y Daniel. Cada uno se situó ante su presa y sin contemplaciones nos voltearon echándonos sobre la cama, nos abrieron de piernas y comenzaron los cunnilingus. A mí me tocó Carlos. Se notaba que era experto. No tardé ni un minuto en calentarme. Aquella lengua se movía sabiamente y mi coño empezaba a chorrear. A mis compañeras tampoco les iba mal. Oía sus gemidos y sentía sus cuerpos cerca del mío estremecerse.

Mientras intentaba aguantar el orgasmo que ya empezaba a acercarse vi por el rabillo del ojo a la calentorra de Sandra comiéndole la polla a mi marido. Aquello me desconcertó. Sabía a lo que habíamos venido, pero continuaba sintiendo una sensación extraña viendo a mi Ton con otra. De todas maneras, pensé, a ti te está comiendo el coño otro tío. Quizás lo mejor sea relajarse y disfrutar.

La triple comida se hizo larga. Las tres estábamos a punto de estallar, pero conociendo a Sandra, todas queríamos aguantar para ser las últimas y evitar las pendras. Los sonidos de nuestros gemidos y el chapoteo de las lenguas jugando con nuestros coños llenaban la habitación. De repente sentí que mi hermana Ali se convulsionaba. Todo su cuerpo tembló y explotó en un orgasmo brutal:

-     ¡Joder, no aguanto más, me corro, sí, me corro! ¡Cómeme, cómeme! – gritaba mientras agarraba la cabeza de Daniel y la apretaba contra su sexo.

El orgasmo se alargó un buen rato. Después Ali cayó extenuada mientras Carlos y Blas se separaban de nosotras dejándonos calientes y expectantes. Sandra soltó la polla de Ton y organizó el siguiente juego.

-     Muy bien chicas. Ahora toca encontrar a la ganadora. Lo haréis entre vosotras. Montad un sesenta y nueve. La que consiga hacer correr a la otra será la ganadora.

¡Joder! Aquella mujer era una pervertida. Acabábamos de empezar y ya me había enculado, puesto el coño a cien y ahora quería que me lo montara con una de mis mejores amigas.

Andrea y yo nos mirábamos entre divertidas y avergonzadas. Habíamos compartido muchas cosas, pero jamás pensamos encontrarnos en aquella situación. Sandra asistía encantada a la escena.

-     Para Maysé ya sé que no es la primera vez porqué se estrenó conmigo hace unos días en el gimnasio. Pero, ¿y tú, Andrea? ¿Te lo has montado alguna vez con una mujer?

-     No, nunca.

-     Pues venga, ahora te toca. ¡Consigue que tu amiga se corra!

Andrea no se decidía, así que me acerqué a ella y acaricié con mi mano su coño mojado. Gimió e hizo lo mismo. La dos, frente a frente, de rodillas en la cama nos acariciábamos mientras con la otra mano jugábamos con las tetas de la otra. Andrea se acercó buscando mi boca. Nuestras lenguas se encontraron e iniciamos un morreo frenético a la vez que intensificábamos la masturbación mutua.

La escena excitó a todos los presentes, que se acercaron poco a poco a la cama. Pude ver a mi marido Ton embelesado. Por primera vez veía a su mujer en una escena lésbica y además con una amiga a la que yo sabía que deseaba. Sandra rompió el silencio:

- Muy bien chicas, nos estáis poniendo cachondos, pero os recuerdo que he ordenado un sesenta y nueve. ¡A comer coño ya!

Opté por estar cómoda y me recosté a la cama, arrastrando a Andrea para que montara sobre mi invertida. Ella fue más rápida y agarrando fuertemente mis piernas las levantó y hundió su boca en mi coño. Empezó a mover la lengua como si fuera a devorarlo. Pasada la primera reacción, levante la cabeza y busqué su clítoris con mi lengua. Aquel coño olía a sexo y yo estaba ardiendo de deseo.

Los siguientes minutos fueron puro sexo. Una follaba a la otra con toda su intensidad, usando boca, lengua y manos, mientras aguantábamos el deseo de corrernos que hacía rato nos superaba. Cuando yo ya estaba a punto de ceder y de entregarme al orgasmo, sentí como Andrea se contorsionaba y sin separar su boca de mi coño estalló en una gran corrida. Sus gemidos llenaron la sala mientras sus jugos inundaban mis labios.

Caímos extenuadas en la cama. Ella satisfecha y yo ganadora, pero caliente como nunca. La “jefa” tomo el control de nuevo.

-     ¡Estupendo! Habéis estado geniales. Ahora, premio para las triunfadoras y castigo para las derrotadas. Venga chicos, dadles caña a estas dos. Quiero que las folléis duro, sin contemplaciones.

Los hombres de la fiesta estaban preparados, Se sacaron todos los calzoncillos y sus pollas aparecieron erectas. El espectáculo lésbico entre Andrea y yo les había dejado bien preparados. Realmente Sandra sabía elegir. Los cinco hombres tenían unos pollones espectaculares. El de Edu destacaba especialmente. Ajustándose al tópico, el negro tenía la más grande. Después supe que media nada menos que 23 cm. Los otros cuatro estaban también por encima de la media. Entre 17 y 19 cm y todas bien gruesas. Al lado de aquellos hombres bien dotados, la polla muy normal de mi marido Ton parecía pequeña. Su cara me indicó que estaba pensando lo mismo.

Todos los hombres fueron hacia Ali y Andrea, que esperaban sumisas su “castigo”. Todos excepto Edu, al que Sandra dijo que se dedicaría a mí.

Adrian y Daniel pusieron de rodillas en el suelo a mi hermana y le ordenaron que comiera sus pollas alternativamente. Rápidamente la mamada se convirtió en una follada profunda de su boca. Ellos agarraban su cabeza y metían su polla hasta al fondo. Ali aguantaba coma podía, aprovechando los cambios de pareja para tomar aire.

Mientras, Andrea fue puesta a cuatro patas en la cama. Carlos la penetró por el coño sin contemplaciones mientras Blas hacia lo mismo con su boca. El menudo cuerpo de de mi amiga era sacudido violentamente por las embestidas de sus folladores.

Aquella visión, los gemidos, el plug que tenía en el culo y el estado a punto del orgasmo en que me había dejado la follada con Andrea, me tenían ardiendo. Necesitaba correrme ya.

Como si hubiera leído mis pensamientos, Edu se estiró en la cama y me dijo que se la comiera un poco. Aquel magnífico pollón brillaba mojado por el líquido preseminal. Me acerque a gatas y lo agarré. Mi pequeña mano no era capaz de abarcar todo su diámetro. Lamí la punta con la lengua y me lo fui introduciendo. Sólo el glande y una pequeña porción del tallo, llenaron mi boca. Aquella polla era aún más grande de lo que me había imaginado. Edu puso su mano en mi cabeza y apretó para que entrara más. Abrí la boca como nunca lo había hecho. Ahora tenía la mitad dentro, pero no podría aguantar mucho. Él lo noto y dejó de forzar. En agradecimiento chupé ansiosa metiendo y sacando aquel pedazo de carne maravilloso.

Edu decidió que ya era mi hora y me ordenó montar encima suyo. No dudé ni un instante. Clavé mis rodillas a los lados de su cuerpo y solté mi cuerpo. Su polla entró sin problema. Estaba tan mojada que hubiera entrado un camión. Cuando noté sus piernas en contacto con las mías, entendí que lo tenía todo dentro. La sensación era increíble. El coño dilatado, lleno. En combinación con el plug del culo me proporcionaba un placer inmenso. Comencé a cabalgar. Impresionante. Estaba gozando como nunca. Edu agarró mis caderas y acompaño mi follada. Mientras lo hacía abrí los ojos y pude contemplar las otras escenas de la orgia. Aquello incrementó mi excitación.

De pie ante nosotros, Sandra y mi marido Ton nos contemplaban mientras ella le masturbaba y le lamia los pezones. Más allá, en la otra punta de la cama, Andrea, boca arriba, era follada por Blas mientras Carlos, a su cabeza, aguantaba sus piernas por los tobillos, manteniéndolas pegadas a sus tetas, a la vez que le metía la polla en la boca desde atrás. La posición no debía ser muy cómoda y Andrea gemía en una mezcla de dolor y placer. Gemidos que excitaban aún más a sus chicos. Y para cerrar el cuadro mi hermana, que le chupaba la polla a Adrián que gozaba sentado en una de los sillones mientras Daniel la follaba a cuatro patas.

Sandra desde su posición rompió el concierto de gemidos.

-  Chicos, recordad que Andrea y Ali ahora no pueden correrse. Sólo os han de hacer gozar. Así que llenadlas de leche.

Como buenos chicos obedientes, los cuatro dejaron de follar y llevaron a las mujeres al centro de la habitación, donde las pusieron de rodillas y las rodearon, empezando una mamada colectiva. Las cuatros pollas iban de boca a boca hasta que pasados pocos minutos se corrieron uno detrás de otro. Los cuatro echaron un montón de semen, de manera que las bocas, caras y tetas de mis dos compañeras quedaron inundadas. Les prohibieron tragar lo que tenían en la boca y les obligaron a besarse en un morreo asquerosamente excitante.

Mientras yo continuaba a la mío. Estaba tan mojada que no conseguía correrme. Tenía la polla más grande que jamás había visto dentro de mí, pero casi no la sentía. Me estaba poniendo nerviosa y de mala leche. Fue entonces cuando a mi marido Ton se le ocurrió añadirse a la fiesta. Subiendo a la cama metió la polla en la boca. Al principio se la chupe, pero al cabo de un rato le separé de mí diciendo:

-     Espera, ahora no. Estoy ocupada y me desconcentras. Necesito correrme, joder.  

Su cara era un poema. Era la segunda vez en poco tiempo. En el encuentro con Fran, en nuestro primer trío, pasó lo mismo. Yo, por supuesto, en aquel momento ni caí en eso. Todo el mundo había desaparecido de mi vista. Sólo pensaba en alcanzar mi orgasmo.

Cambié de posición y me puse a horcajadas sobre mi amante. De aquella manera la enorme polla negra de Edu llegó has mis entrañas. Cuando la sentí bien adentro, empecé la cabalgada más salvaje de mi vida. No sé si fueron segundo o minutos, pero en poco tiempo estallé gritando:

-     ¡Dios! ¡Me corro, me corro! ¡Sigue, sigue, fóllame fuerte! ¡Joder, así! ¡Agh. Agh, agh! Si me gusta. Agh, agh, ahora. Ah, que gusto. Sí, sigue. Oh, oh, sigue. No pares. Oi, que me estoy corriendo. Corre, corre, no te pares. Así, así. Ah, que me corro. Me estoy corriendo

Tras aquel orgasmo eterno, caí extenuada sobre el cuerpo de Edu. Tras unos segundos, escuché a Sandra provocando a mi marido:

-     Has visto como ha gozado la guarra de tu mujer. ¡Y encima no te la ha querido chupar! Yo creo que se merece un castigo. Además tú y Edu no os habéis corrido todavía.

Aquella cabrona planeaba algo, pero yo estaba en el cielo y no pensaba bajar. Entendí lo que venía cuando se acercó a mí y mientras palmeaba mi culo decía:

-     ¿Has probado alguna vez la doble penetración? Te va a encantar.

La polla de Edu seguía dentro de mí y no parecía disminuir de tamaño. Ton subió a la cama y se puso de pie ante mí. Agarrándome con decisión por el pelo, hizo que me metiera la suya en la boca. Cuando mi otro amante notó que me incorporaba, empezó otra vez el mete saca. Mi coño, ya inundado, volvió a ponerse en acción. No tardé en empezar a gemir mientras las dos pollas me follaban. Ton me obligaba a chupar bien adentro. Se le notaba excitado, pero también enfadado. En cuanto la tuvo grande, se colocó detrás de mí y sin contemplaciones me arranco el plug para substituirlo por su polla. La metió de golpe. Entró relativamente fácil, ya que le plug lo había dilatado y mis flujos me tenían completamente húmeda. Aun así, jamás había sentido nada igual. El pollón de Edu i la polla de mi marido, que parecía más grande que nunca, me llenaban por completo. En cuanto se sintieron acoplados, iniciaron un folleteo rítmico y fuerte. Sus pollas entraban y salían de mis agujeros cada vez más rápido y duo. Edu me sobaba las tetas mientras Ton acompañaba su follada con azotes en mis nalgas. Yo volví a soltarme:

-     ¡Dios! Que gusto. Me vais a matar. Así, así, folladme, más, más. Dadme fuerte.

Sentía un placer inmenso. Tas unos pocos minutos, noté que las embestidas de Ton se incrementaban hasta estallar a gritos mientras llenaba mi ano con su semen. Aquello me excitó y alcancé mi orgasmo. Me corrí entre gritos.

Mi marido se separó de mí y Edu aprovechó para cambiarme de posición. Simplemente dijo:

-     A hora yo. Quiero correrme.

Me puso a cuatro patas y acerco su polla a mi culo. ¡Dios, me iba a sodomizar con aquella enorme polla! Aunque estaba muy caliente, me asusté. Pero Edu era un amante experto. Mi ano estaba dilatado por la follada de Ton, así que introduciendo poco a poco su polla fue taladrando a un ritmo pausado hasta que estuvo toda adentro. El miedo se convirtió en placer y cuando me dijo que iba a follarme duro le pedí que lo hiciera ya.

Aquella magnífica polla negra entraba y salía de mi culo frenéticamente. Sus grandes manos me agarraban las caderas y todo mi regordete cuerpo de movía al ritmo que el marcaba. Acababa de correrme con Ton, pero no tardé mucho en volver a hacerlo. En cuanto él oyó mi orgasmo, inundó mis entrañas con su lefa. Caí derrotada.

Al cabo de unos minutos estaba sola en la ducha limpiándome. Aquello era increíble. En el rato que llevábamos me había corrido ya tres veces. Y allí en la ducha, me acariciaba deseando volver a empezar. No me reconocía a mí misma. Me sequé rápido y volví a la fiesta.

Sandra me estaba esperando para seguir con sus juegos. Todos estaban sentados en la zona de sofás. Me puse al lado de Ton y le besé mientras acariciaba su polla.

Nuestra anfitriona se situó en el espacio ante los sofás y anunció la siguiente prueba. Las tres mujeres íbamos a ser usadas por nuestros machos hasta correrse. Nos follaron de todas las formas posibles. Nuestros agujeros fueron llenados una y otra vez. Nuestras bocas y lenguas quedaron secas de comer pollas y hasta nos hicieron lamer sus culos alguna vez. E incluso follamos entre nosotras. Andrea y yo volvimos a hacerlo y ella inició a mi hermana en el lésbico.

La orgia duro horas, hasta aquella escena final en la que el espejo que cubría una de las paredes de aquella habitación me permitía tener visión de todo lo que estaba pasando. Inclinada como estaba me veía reflejada, completamente desnuda, cómo todos los que allí estábamos. Mis pequeños pies estaban bien plantados aguantando las embestidas que mi cuerpo regordete, de poco más de metro cincuenta, recibía. Mi gran culo, habitualmente blanquecino, se veía enrojecido a causa de los azotes que con la mano me propinaba Blas mientras me enculaba desde atrás. Su inmensa polla, de casi veinte centímetros, entraba y salía de mi culo frenéticamente, proporcionándome un placer inmenso. El tronco doblado hacia delante provocaba que mis tetas colgaran y se balancearan a cada penetración. Finalmente, mi cabeza era sujetada por el pelo fuertemente por Adrián mientras obligándome a comerme su polla decía:

-  Toda adentro Maysé, hasta el fondo. Cómetela toda.

Aquel pedazo de carne, no tan grande como la de Blas pero de dimensiones considerables, entró hasta el fondo. Cerré los ojos e hice un esfuerzo por obedecerle. Mis gemidos quedaron ahogados. El placer que sentía hizo que mi coño chorreara un poco más, haciendo más grande la mancha que mis flujos estaban dejando en la moqueta.

Volví a abrir los ojos y el espejo reflejó el resto de la escena. En la cama que teníamos detrás, se veía a nuestra amiga Andrea. En la cuarentena como yo, nos conocíamos del colegio de los niños desde hacía unos años. También era bajita, de mi estatura. Más delgada pero con un buen culo y unas buenas tetas. Pelo corto.

Su pequeño cuerpo cabalgaba encima de la polla de Carlos mientras por detrás Daniel le daba por el culo en una doble penetración durísima. Andrea se movía rápidamente buscando el orgasmo mientras lo pedía a gritos:

-  Más, más, folladme más fuerte. ¡Quiero correrme!

Junto a la cama, a cuatro patas en el suelo, mi hermana Ali estaba siendo sodomizada por la polla de Edu, la más grande de la fiesta. Veinticinco centímetros que nos habían asustado a las tres al verla por primera vez. El culo de Ali se veía increíblemente dilatado mientras Edu clavaba hasta el fondo su polla. Sus gemidos, mezcla de placer y dolor, quedaban amortiguados por el hecho que su boca estaba ocupada en comer el coño de Sandra, la organizadora de aquella bacanal.

Aunque que es un poco más alta que Andrea y yo, Ali también es una mujer pequeña. En cambio la cincuentona de Sandra tenía un cuerpo grande. Cerca del metro setenta y de figura contundente era lo que se conoce como una mujer jamona. Piernas largas, culo rotundo y unas grandes tetas naturales coronadas por dos inmensos pezones.

Sandra estaba recostada en un sillón con las piernas abiertas al máximo y mientras agarraba fuertemente la cabeza de mi hermana contra su sexo le exigía más en su papel de hembra dominante:

-  Saca más la lengua cabrona. Dame más, joder, o le digo a Edu que deje de follarte. 

Aquellas imágenes reflejadas en el espejo, los gemidos, el olor a sexo de la habitación y el placer que me estaba dando la follada de Blas hicieron que me corriera otra vez. No sabía ya cuántos orgasmos había tenido aquella noche, había perdido la cuenta hacía rato. Mi cuerpo se estremeció, mi coño se convirtió en una fuente y sacándome la polla de Adrián de la boca grité cómo nunca lo había hecho follando antes de aquel día. No dije nada, simplemente grité y gemí hasta la extenuación. Blas no paró de follarme hasta que solté el último suspiro, y Adrián respeto mi corrida mientras me aguantaba con sus brazos.

Fue en ese momento final de placer cuando me fije en el espejo a la última persona presente en aquella habitación. Allí estaba él, desnudo, sentado en un sillón en un extremo de la sala. Me miraba excitado, pero en sus ojos también encontré enfado y tristeza. Allí estaba mi marido Ton viendo cómo su mujer, su cuñada y su amiga eran duramente folladas.