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Tres pequeñas maduras y un marido superado (3)

en Lésbicos

Tercera parte. Aconsejo leer antes las otras dos y el relato anterior, "Préstame a tu marido".

El paso adelante en las relaciones sexuales con mi marido Tom, que había empezado casi como un juego con el trío con mi hermana Ali, estaba derivando en una sucesión de acontecimientos que nos llevaban a probar cosas nuevas.

El encuentro con Fran en el hotel y la tarde de sexo que me di delante de mi marido trajo sus consecuencias. Por una lado, Tom seguía entre enfadado y celoso por cómo había ido. Los días posteriores echamos un par de polvos en los que le di todo lo que quiso, incluyendo la primera comida de culo. Gozó, pero no dejó de recordarme que después de años negándoselo, no había dudado ante la orden de Fran. Por mi parte, la follada de mi primer amante actuó como un detonador. Estaba permanentemente excitada.

Solo el día a día, los niños, el trabajo, hacía que olvidara mi calentura. Eso sí, me masturbaba casi a diario. La mayoría de las veces mientras me duchaba, de manera rápida y casi compulsiva, solo para calmar mi ansiedad.

Una semana después del encuentro en el hotel, me encontraba en el gimnasio al que habitualmente iba. Mi permanente problema con los kilos de más me obligaba a pasar un rato cada día hacer algo de máquinas y algunas piscinas. Era un equipamiento no muy grande, de barrio. Los propietarios eran Sandra y Adrián, un matrimonio de poco más de cincuenta años. Él era un maduro guapo e interesante con un cuerpo que acreditaba haber hecho deporte toda la vida. Ella tenía un cuerpo grande. Cerca del metro setenta y de figura contundente era lo que se conoce como una mujer jamona. Piernas largas, culo rotundo y unas grandes tetas naturales. Media melena rubia y una cara bonita. Ton y yo conocíamos a la pareja. Después de tantos años yendo al gimnasio habíamos congeniado e incluso alguna vez salimos a cenar juntos.

No tenían hijos. Alguna vez hablando con Sandra me había comentado que su opción de vida pasaba por otros caminos. Aunque nunca había entrado en detalles, sabía que se movían en ambientes de sexo liberal y que participaban en encuentros y fiestas.

Era viernes. Faltaba sólo media hora para las diez, la hora en que cerraban. Aquella semana había pactado con Ton que él se encargaba de las cenas de los niños y yo aprovechaba para ponerme en forma. Había ido cada día sin faltar.

Estaba sola en el vestuario. Recién salida de la piscina, aún llevaba el bañador. Me sentía especialmente caliente. Me estaba convirtiendo en una salida. Aquella tarde noche la había pasado observando los cuerpos de los hombres y mujeres que por allí había e imaginándolos follando. El día anterior había aprovechado la ducha para masturbarme. Nunca lo había hecho allí hasta entonces. Prefería la intimidad de mi casa, pero gocé con el miedo a ser descubierta. Aquel día también iba a tener mi ración doble. Separé la tela del bañador y me acaricié con dos dedos. Entre el agua y el flujo, mi coño chorreaba. Me estremecí. Me desnudé y fui hacia el pasillo de duchas individuales. Entré en una de ellas y me metí bajo el chorro. Mi mano bajó hacia el coño y apartando los pelos que lo cubre, mis dedos buscaron el clítoris. Me acaricié frenéticamente. Levanté la pierna y apoyando el pie en la repisa que había para sentarse, separé bien las piernas para que la caricia fuera más profunda. Con la otra mano busqué por atrás y jugué en la entrada del ano. Mi orgasmo se acercaba. Cerré los ojos y apoyándome en la pared intensifiqué la paja. En aquel momento oí un ligero ruido. Abrí los ojos y sorprendida contemplé a Sandra, la propietaria, en la puerta de mi ducha. Sonreía. Aún me sorprendió más lo que dijo:

-  No pares. Quiero ver cómo te corres.

En cualquier otro momento de mi vida me hubiera cortado y cualquier signo de placer hubiera desaparecido de golpe, pero ya hacía tiempo que había dejado de comportarme de manera normal. Mis dedos siguieron frotando mi sexo, mientras veía como Sandra se quitaba las chancletas, el pantalón de chándal y el bañador, quedando tan desnuda como yo. Su cuerpo era espectacular. Sus dos grandes tetas estaban coronadas por dos pezones también grandes. El tono moreno de su piel contrastaba con el pelo rubio. En su sexo, totalmente depilado, destacaban dos grandes labios carnosos.

Seguía masturbándome mientras veía como con toda naturalidad Sandra se acariciaba las tetas y el coño. El agua de la ducha dejó de caer y el silenció era casi total. Solo lo rompía en chapoteo de mis dedos en el coño y mis ligeros gemidos. Dio un paso adelante mientras decía:

-  Voy a ayudarte un poco.

Se puso en cuclillas ante mí y sin dudarlo acercó su boca a mi sexo. Sentí su lengua lamiendo. Me estremecí. Ella lo noto y de manera hábil empezó la mejor comida de coño que me han hecho nunca. Sus labios, su lengua, toda su boca trabajaba de manera perfectamente coordinada para darme placer. Con las manos me acaricie los pezones. Mis gemidos cada vez eran más intensos. Entonces sentí como un dedo me penetraba el culo. Entró sin problemas. La follada era total. No tardé mucho en estallar. Me corrí gimiendo, sin atreverme a decir nada, intimidada por la situación. El orgasmo fue eterno. Sandra no dejó de follarme con la lengua y el dedo hasta que mi cuerpo se paró. Sin darme tiempo a reaccionar se levantó y después de activar la ducha me morreó. Su lengua exploró toda mi boca mientras el agua caía sobre nuestros cuerpos. Sentía sus grandes pechos contra los míos. Era una sensación extraña pero placentera. Por primera vez en mi vida estaba con una mujer.

Sandra me agarró la cabeza y lo acercó a una de sus tetas mientras decía:

-  Ahora dame placer tu a mí.

Mi lengua rozó su pezón. Estaba duro como una piedra. Lo lamí y chupé como hacía con los de mi marido Ton. Pero la sensación era totalmente diferente. Ella gemía mientras apretaba mi cabeza contra ella

-  Así, así. Pónmelos bien duros.

Noté que se estaba masturbando con la otra mano. El agua volvió a parar. Nuestros cuerpos mojados se frotaban. Mis pezones también se endurecieron. Se separó de mí y volvió a ordenar:

-  Siéntate en el suelo y separa las piernas.

Así lo hice, aunque no entendía que pretendía. Mi coño quedo expuesto y abierto. Sandra levantó su pie a la altura de mi boca. Contemple aquellos dedos, con las uñas pintadas de rojo intenso y comprendí. Lamí y chupé mientras ella jugaba con mi boca. Cuando lo tuvo bien mojado lo llevó a mi coño y empezó a follarme. Cada vez más adentro. Me gustaba. Empecé a acariciarme el clítoris. Cuando estaba a punto de correrme se detuvo. Echó su cuerpo hacia delante separando sus piernas encima de mí. Agarro mi cabeza con ambas manos y la llevó a su sexo. Mi boca y mi nariz quedaron tapados por aquellos inmensos labios. Aquel coño estaba chorreando. Olía fuertemente a flujo y pis.

-  Cómeme el coño, venga. Quiero sentir tu lengua bien adentro. Estoy caliente como una perra.

Así lo hice, luchando por no ahogarme, empecé a comer el primer coño de mi vida. Usé mi lengua y mis labios de la misma manera que me gustaba a mí que lo hicieran. Me dediqué a fondo. Sabía que mi amante era exigente. Sandra no era tan discreta como yo. No gemía, gritaba.

-  Así, así. Mueve más la lengua, más rápido. ¡Ah, ah! Come, come.

La comida duró varios minutos que se hicieron eternos. Estaba agotada y aquella mujer no dejaba de gemir, pero no se corría. De repente sentí que todo su cuerpo se contraía. Dejó de agarrarme la cabeza y estalló.

-  Si, si, si, oh, oh, me corro, me corro, dale fuerte.

De su coño surgió un chorro que inundó mi cara y boca. Aluciné. Había oído hablar de mujer que se corrían soltando líquido como una fuente, pero aquello era increíble. Quedé completamente inundada. Olía fuerte, pero no sentí asco.

Sandra me ayudo a levantarme y me beso. Con su lengua recogió su propia corrida. Encendió el agua y agarró el bote de jabón. Nos duchamos acariciándonos.

Unos minutos después estábamos las dos sentadas en el vestuario. Cada una con su albornoz. Sandra me contó que a veces ella y su marido aprovechaban las horas después de cerrar el gimnasio para tener sexo con algunos clientes y clientas. Lo practicaban casi todo, sin límites. Les gustaban mucho los juegos de dominación. Su marido Adrián ejercía habitualmente el papel de dominante. Y ella alternaba con el papel de sumisa en función del juego planteado.

Yo estaba alucinada. Aunque conocía sus aficiones, jamás hubiera pensado que aquel gimnasio fuera un salón de orgías. Pero aún quedaban más sorpresas.

-  A Adrián y a mi nos gusta especialmente follarnos a clientas como tú. Mujeres maduritas, calientes, que no acaban de soltarse. A ti te tenemos ganas hace tiempo. Pero la verdad que lo de hoy ha sido casual. Cuando he subido a revisar he visto que quedaba alguien en el vestuario. Cuando ya me iba, me ha parecido oír un gemido. No es la primera vez. Muchas aprovechan la ducha para pajearse. Cuando me he acercado y he abierto la puerta te he visto. El resto ya lo sabes.

-  Si claro. Has decidido follarte a la gordita Y convertirla en lesbiana.

-  ¿De verdad era la primera vez?

-  Claro.

-  Pues no lo ha parecido. Eres muy buena.

Reímos y seguimos charlando. Sandra me contó algunas de las fiestas que se habían montado allí. Sin darme nombres me dijo que algunos de los vecinos y vecinas que yo conocía habían estado con ellos. Y entonces soltó la bomba:

-  No siempre hacemos los encuentros aquí. A veces reservamos en un club para parejas de unos amigos. De hecho, en la próxima fiesta las protagonistas van a ser dos mujeres que conoces bien.

-  ¿Cómo?

-  Adrián y yo hemos preparado una orgía para dos de nuestras clientas.

-  ¿De esas que os folláis entre los dos?

-  Pues no. Mira por donde a estas no las hemos catado. Resulta que hablé con cada un de ellas por separado tomando un café aquí en el gimnasio y comprobé que las dos tienen el mismo problema: necesitan más de lo que sus maridos les dan. Las junté y les propuse una noche de sexo de verdad. Se conocen y al principio dudaron. Pero son un par de calentorras y acabaron aceptando. Les hemos preparado algo especial.

Aquella mujer era increíble. A base de cafés o follándoselas en la ducha, hacia lo que quería con sus clientas. Cada vez tenía más curiosidad por todo aquello.

-  ¿Y qué vais a hacer?

-  Estaremos Adrián y yo acompañados de cuatro amigos: Edu, Carlos, Daniel y Blas. Son cuatro amigos del ambiente. Buena gente. Tienen entre treinta y cincuenta años y los cuatro bien dotados. Lo sé por experiencia. Son los compañeros de Adrián cuando me prepara un gang-bang.

Mi cara delató que no sabía que significaba.

-  Me follan los cinco.

Joder. Cinco pollas a la vez. Aquella mujer era una viciosa.

-  ¿Y se las follaran los cinco?

-  Si. Han aceptado ser nuestras sumisas. A Adrián y a mí nos gusta preparar juegos para hacerlo más divertido.

-  ¡Caray! ¿Y dices que las conozco? Daría lo que fuera por saber que dos vecinas calientes tengo.

-  ¿Vecinas? No. Te he dicho que las conoces bien. Te estoy hablando de tu hermana Ali y de tu amiga Andrea.

¡Ali y Andrea! No me lo podía creer. ¡Mi hermana! ¡Andrea! Con ella nos conocíamos des de hacía años. Nuestros hijos iban a la misma escuela y desde pequeños eran amigos. Las dos familias compartíamos muchas cosas. Alguna vez habíamos hablado en confianza y me había contado que su marido no era especialmente ardiente. Pero ahora resultaba que aquellas dos insatisfechas iban a ser protagonistas de una orgía.

Sandra me miraba sonriente. Se notaba que estaba disfrutando.

-  Sorprendida ¿verdad? Pero no hay para tanto. Tu hermana me contó lo del trío contigo y tu marido ¿Tu tampoco te quedas corta, eh?

Enrojecí. Creía que Ali sería incapaz de explicar nuestra aventura a nadie. Mi cara preocupó a Sandra.

-  Perdona. No quería que te enfadaras.

-  No me enfado. Es que esta noche está siendo alucinante.

-  Pues aún puede serlo más.

-  ¿Qué quieres decir?

-  Quiero proponerte que tú también participes.

Lo sospechaba. Desde hacía unos minutos intuía que la conversación acabaría ahí. E intuía también cual sería mi respuesta.

-  ¿Y mi marido? ¿Qué le digo?

-  No hay problema. A Ali y a Andrea les propusimos que invitaran a sus maridos, pero ambas han dicho que no, que no lo entenderían. Pero por lo que conozco a Ton y por lo que me ha contado tu hermana de vuestra fiestecita, creo que la va la marcha tanto como a nosotros.

Increíble. En pocos meses había pasado del sexo más o menos habitual de una pareja madura a un trío con mi hermana y mi marido, a ser follada por un desconocido delante de Ton, a tener sexo con una mujer y ahora estaba a punto de aceptar participar en una fiesta de sexo en grupo.

Mi sonrisa confirmó mi aceptación. Sandra rio y aplaudió.

-  Será dentro de dos viernes. Ya te pasaré la dirección por correo electrónico. Pero antes debemos vernos las cuatro. Tengo que explicaros algunas cosas.

Aquella noche, cuando llegué a casa encontré a Ton leyendo. Los niños ya dormían. Me acerqué y después de besarle dije:

-  Tengo que contarte un par de cosas. Creo que te gustaran.

Una hora después, tras oír todo lo que su mujer tenía que contarle, la cara de Ton era una mezcla de incredulidad y excitación. No llegamos a la cama. Allí mismo me desnudó y me folló por detrás mientras me preguntaba si me gustaba comer coños.