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Tríos, intercambios… y… ¿DESPUÉS QUE?

en Trios

Tres años, un mes, 20 días. Suena a condena, pero no es eso, es el tiempo que ha pasado desde que escribí y publique mi último relato, creo que es un momento más que adecuado para escribir uno nuevo. Después de haber pasado unos tiempos de zozobra, que me han hecho entender mucho mejor la vida, por lo menos como tengo que vivir la mía.

Un pequeño resumen para quien no se acuerde bien de mí. Soy Ana, ahora ya tengo 35 años, muy bien llevados, jajajajaja, porque sigo cuidando mi cuerpo, mido 1.69 y como decía mi marido, mis pechos y mi culo son un monumento a la naturaleza, cuanto me quiere. Mi marido Eduardo tiene 48 años, está más en forma físicamente que cuando escribí los primeros relatos y solo cambio mentalmente y lo iremos viendo.

Como ya sabéis y si no os lo cuento yo, mi marido es quien me metió en este mundillo liberal. Al principio me costó más o menos, menos que más, para ser más exacta. Porque después de probar la primera vez y eso que recordándolo, no fue la más gratificante, tal vez por mis nervios.

Le tomamos el gustillo y como pongo en el título del relato, fue un sin parar, cada día me lo pasaba mejor, pero dentro de mi sabía que me faltaba algo, porque a pesar de pasármelo genial estaba como con un vacío dentro de mí, nada malo, solo que me ponía nerviosa no saber que era.

Eduardo me entendió en seguida, por lo menos eso me dijo, aunque tampoco supo explicármelo. Decidimos de mutuo acuerdo darnos un descanso, aunque conozco muy bien a Eduardo y sabía que algo le rondaba la cabeza. Soy muy lista y no me equivoque, se había puesto en contacto con un hombre que también escribía relatos, uno que nos gustaba a los dos. Al principio no me lo creí, hasta que me enseño sus correos y chats con él. Al que desde este momento me referiré como MACHO ALFA y ya veréis porque le pega ese nombre.

Eduardo tenía adelanta las conversaciones a un extremo increíble, fue cuando me fije en la fecha en la que tuvieron el primer contacto y fue antes de yo contarle mis pensamientos. El tío me había “ofrecido” al MACHO ALFA sin contar conmigo, lo que más me cabreo es que no acepto al principio, lo primero que pensé ¿Qué se ha creído el gilipollas este? Si en su vida habrá encontrado una mujer como yo. Lo cierto que me indigno. Pero también abrió mi curiosidad.

De primeras le dije a Eduardo que se olvidara, que no me gustaba el tipo este, que ya tampoco me gustaban sus relatos. Como se las claves de mi marido, una noche que él se acostó pronto. Me dediqué a leer todo lo que tenía. Al acabar de leer todo me di cuenta de que estaba mojada y excitada al máximo.

Hacia muchísimo que no me tocaba y allí en mi salón empecé a hacerlo pensando en MACHO ALFA y como había dominado a mi marido. Porque eso es lo que pude sentir, mi marido había sucumbido a él. Después de haber leído tantos relatos de él, después de leer lo que hablo con mi marido, me entraron unas ganas enormes de conocerlo, algo que sería fácil porque vivíamos en la misma ciudad. Incluso lo mismo éramos hasta vecinos, quien sabe. Ahora me tocaba llevarme a mi terreno a Eduardo, algo que no era nada difícil, le “convencería” para que fuera el, quien me insistiera y yo, pobrecita de mí, aceptase por no discutir, jejejeje, sí, soy un poco retorcida, pero mujer que no tenga ese don, poco puede hacer.

No tarde ni 24 horas en conseguir que Eduardo me propusiera muy seriamente, como se solía poner el cuándo le interesaba algo, para que conociéramos a MACHO ALFA, me deje convencer y nuevo cabreo me cogí, cuando MACHO ALFA quería conocerme antes online. Acepté a regañadientes y empecé a contactar con él. No estaba acostumbrada a esto y menos a que un tío marcara como se tenían que hacer las cosas. MACHO ALFA era reticente a que nos conociéramos de forma inmediata, al final quedamos para tener un primer contacto.

Ese momento se produjo un miércoles a las 6 de la tarde, el lugar elegido por Eduardo y por él, fue una cafetería de la Castellana de Madrid, que a los dos les venía bien. Fui a recoger a mi marido a su trabajo y nos fuimos para la cafetería. En ese momento me entraron todas las dudas o mejor dicho se acrecentaron las que tenía. Porque él nos conocía a nosotros, pero nosotros no le conocíamos a él y sinceramente, pensaba que podía ser todo un engaño, porque no podía haber un tío tan perfecto como decía el, en sus relatos.  

Desde el trabajo de Eduardo fuimos andando porque no era mucha la distancia. Eduardo me decía que no entendía porque estaba nerviosa, que situaciones parecidas ya las habíamos vivido. Fuimos haciendo bromas, de cómo sería MACHO ALFA, le poníamos barrigón o que era delgado como un fideo, nos reíamos de la edad que pudiera tener, lo típico cuando no se conoce a alguien. Entre bromas, disparates y risas, llegamos a la cafetería.

Al entrar no vimos a mucha gente, era una cafetería grande. De pronto una voz por detrás nuestra nos dice -HOLA- conocimos enseguida su voz. Nos sorprendió porque no nos dimos cuenta de que teníamos detrás a alguien y que alguien. Lo describiré con calma.

Allí estaba un hombre más próximo a mi edad que a la de mi marido. Traje gris marengo, camisa azul y una corbata amarillo dorado. Como mínimo 10 centímetros más alto que Eduardo y el mide 1.75. Lo primero que me llamo la atención de MACHO ALFA, su mirada penetrante, su estupenda sonrisa y esas inmensas manos tan cuidadas. Todo él era para un anuncio.

Desde el primer momento tomo el control de todo. Se le veía en una condición física envidiable. Me moje nada más verlo. Tenía que ser mío como fuera, ahora me sentía “pequeña” ante él. Ese primer encuentro estaba acordado para ver si teníamos algo en común. Para mí lo teníamos todo, la pena que no habíamos quedado para otras cosas. No era la mejor hora. No pare de reírme desde que nos sentamos. Además de un tío simpático, se le veía inteligente y me hacía sentirme el centro de todo. Cada vez que nuestras miradas se encontraban, a mí me daba una convulsión.

Quería que él se fuera al aseo o a hacer algo, para decirle a Eduardo que quedáramos ese mismo día. No hubo manera y aunque le envié señales a los dos, a mi marido para que hiciera algo que propiciara el encuentro y a él para que viera lo que quería, era un tío duro de pelar. No era de los hombres que había encontrado hasta el momento, iba a ser difícil de manejar y eso me ponía más cachonda. Eduardo se debió de dar cuenta de mi interés, porque propuso una cena ese mismo sábado, dentro de lo malo, me alegro esa propuesta y nuevamente me saco de quicio MACHO ALFA, al decirle a Eduardo, que como muy tarde el viernes le decía algo.

En cuanto nos quedamos solos, -Edu de quedar nada, que se ha creído, le dirás que no podemos, que lo mismo otro día, pero díselo claro, LO MISMO OTRO DIA, que sepa que no nos va a mangonear- y el capullo de mi marido se partía de risa, porque decía que había dado con la horma de mi zapato, un hombre que no se plegaba a mis encantos y encima cuando llegamos al coche y nos subimos a él, después de estar renegando todo el camino, me metió mano por debajo de la falda y me pillo en mi pequeña mentira.

Ante esa evidencia le reconocí que me había excitado solo un poco. De camino a casa Eduardo me fue provocando, preguntándose en voz alta que como seria MACHO ALFA en la cama, porque se le veía un tío cachas y con una pinta de empotrador que no te menees. Yo callaba y no decía nada, pero pensaba lo mismo que él. Le comenté que lo de empotrador no lo tenía claro, por la sensibilidad que mostro en todo momento.

Eduardo me llamo el viernes, que MACHO ALFA, se había puesto en contacto y habían quedado el sábado noche para cenar. Que se había empeñado el en elegir el sitio e invitarnos. El restaurante elegido era uno de los más snob del momento, caro y difícil encontrar reserva, por lo que se hablaba. Le propuse a mi marido, que después de cenar le invitásemos nosotros a un sitio de copas, un sitio de baile, no solo de ruido. Eduardo se reía porque me decía que era para exhibirme yo bailando y bien que acertó.

Para la ocasión quería estar mejor que nunca, fui a la peluquería esa misma mañana. Por la tarde me di un baño reparador, con unas velas, una buena copa y algún que otro cigarrillo. Mis pensamientos eran pecaminosos y provocaban en mí una excitación sobrenatural, no me quería tocar, quería reservarme para ver si esa noche tenía existo. Sin querer toqué mi chochito y comprobé que no estaba todo lo bien depilada que debía. Llame a mi marido para que me depilara bien, como el sabia.

Eduardo me depilo perfectamente, arreglo mi pelito del pubis, dejándolo con una forma perfecta, pase mis dedos por mi chochito y estaba perfecto. Mi marido me hizo darme la vuelta, me hizo apoyarme sobre el borde de la bañera y también acicalo a la perfección mi culito. Toda esa parafernalia la habíamos hecho infinidad de veces, pero nunca nos había excitado tanto a ambos, a mí por cómo me había logrado poner ese hombre y a Eduardo porque como decía el, era su puto ídolo.

Para esa ocasión me puse un vestido azul largo, plisado. Con un escote más que generoso, que se vería que era imposible llevar sujetador con él y dos amplias aberturas en los laterales, que dejaban ver con el movimiento adecuado, mis bonitas piernas y extraordinarios muslos. Lo volverías loco, como estaba volviendo a mi marido mientras me veía, mirándome al espejo para ver cómo me quedaba. Estaba totalmente seductora.

Cuando llegamos al restaurante, le vimos esperando. Si el día que lo conocimos me pareció que estaba bueno, esta vez estaba arrebatador. Pantalón ajustado claro, que dejaba ver un buen paquete. Una chaqueta del mismo color que mi vestido y una camisa de color rosa, que resaltaba más aun el bronceado tan acentuado que tenía. Solo tenía un “fallo” que no llevara barba de un par de días. Porque con la cara de golfo empotrador que tenía, le hubiera sentado de muerte. Su saludo hacia mi fueron dos sutiles besos cercanos a mis labios, que me hicieron llegar su olor y otra vez que me moje como una quinceañera. ¿Qué tenía este tío para ponerme así?

A mi marido lo saludo con efusividad, pero con un cierto toque sutil por su parte, dejando ver que era el quien dominaba, más que decir controlaba. La cena estaba exquisita y en otra ocasión y en otra circunstancias, la hubiera saboreado mucho mejor, pero su roces en mis piernas, sus toqueteos en mis manos, como no dándole importancia, erizaban toda mi piel y subían mi temperatura. Me daba una de cal y otra de arena. Cuando ya le veía atreviéndose a algo más, paraba y se iba por otro sitio, me desquiciaba al máximo. Me cabreaba, porque a cualquier otro hombre, ya hacía rato que lo tendría babeando y comiendo en mi mano, MACHO ALFA  ni se inmutaba.

No le pille ni una sola vez mirando mi escote, que mis tetas poco le faltaban para salirse. Ya nada más pensaba en mi venganza. Que sería al sitio donde lo llevaríamos a bailar, iba a alucinar. Lo único que esperaba que bailara un poco más que Eduardo, porque cuando nos conocimos nos dijo que bailar, bailar no bailaba mucho, que se movía. Del restaurante nos llamaron a un taxi y pudimos comprobar que MACHO ALFA era más que conocido, por la forma en la que nos despidieron.

Fuimos hacia el taxi, MACHO ALFA, se adelantó, abrió la puerta trasera y me cedió el sitio, estaba convencida de que quería verme mejor mis piernas y le di toda una exhibición casi a cámara lenta, mientras nuestras miradas también se cruzaron. El chasco se lo llevo Eduardo cuando fue a montarse conmigo y él puso su cuerpo delante, impidiéndole muy sutilmente subir y le indico que el delante. Mi marido resignado se montó delante. Pensé que me metería mano en el taxi. El cabronazo, lo único que hizo, fue taparme mi pierna con el vestido. Maldito engreído, se iba a enterar no me conocía a mí.

El primer revés nos lo llevamos al entrar a la sala a la que fuimos. Porque varias personas saludaron a MACHO ALFA, también lo conocían allí. Gracias a que Eduardo ya había llamado, nos reservaron una mesa cercana a la pista, donde se solía quedar mi marido viéndome como “soliviantaba” a más de uno mirándome. Lo que ocurría en ese sitio, que había muchas academias de baile, que montaban fiestas con sus alumnos, aunque también había parejas, que estaba siempre que bailaban como profesionales, muchas veces Eduardo y yo nos preguntábamos si eran contratados para que los clientes viéramos como bailaban.

Como decía mi intención era salir a bailar, que me viera y que se pusiera cachondo. Llego una lagarta  y se saludaron, una rubia que hasta tiene videos colgados bailando, una creída, que se cree miss universo. Llevaba como siempre unos pantalones super ajustados, luciendo culo. Él nos la presenta, mi marido babeando y sin embargo ella y yo nos miramos desafiantes. Cuando ella él dice a MACHO ALFA de ir a bailar. Hablan con el de la música y se pusieron a bailar un tipo de baile, que estaban pegados como si fueran uno, restregándose bien restregados y casi sin moverse, porque la que más se movía era ella, meneando bien el culo de puta que tenía.

Que cabrón, decía que solo sabia moverse y bailaba más que bien. Si hasta cuando acabaron la gente aplaudió. Ella intento que se fuera para su mesa y el rechazo la oferta y se vino con nosotros, lo considere una pequeña victoria. Eso sí, nada más sentarse le eche en cara lo de que no sabía bailar, su espléndida sonrisa me desarmo mientras me decía que él no era un profesional, que le ponía interés. Que morro que se gastaba. Me invito a bailar y una vez empezamos a hacerlo me descoloco.

Como me llevaba, que bien lo hacía, que facilidad, hasta en eso era bueno. En uno de esos momentos me abrazo desde atrás, se pegó a mi culo y en un pequeño movimiento que hice, noté crecer algo muy duro y grande entre mis nalgas, me subieron todos los calores del mundo mundial. Cuando más interesante estaba el momento, llego el señorito y dijo de irnos a sentar. Es que lo mataba. Había conseguido lo que nadie, tenerme en ascuas y mojada como si fuera una fuente. No soy mujer fácil de dominar, por no decir imposible de serlo, pero este me tenía dominada y me molestaba más notarlo. Es que no preguntaba, no proponía, directamente ordenaba.

Al sentarnos de nuevo, mi marido iba a pedir otra ronda de copas y el bastante autoritario nos dijo que no, que nos íbamos a su casa. Ni pregunto. El caso que Eduardo y yo ni replicamos y para su casa. Nos sorprendió donde tenía su casa, no era una zona precisamente de clase media, que conocemos bien Madrid, es más pensé que no sería la suya, que sería de sus padres, luego mi marido me conto que él pensó lo mismo. Entramos piso, un señor casoplón. Nos pasó a una sala grande y todo estaba amueblado con mucho gusto y no era una vivienda de gente mayor. Otro detalle era, unas fotos que predominaban, era el con un niño pequeño, en la que se le veía que se le caía la baba. Nos confirmó que era su único hijo.

Que no estaba casado y que estaba ahora con su madre. Eran las típicas fotos de un padre enchochado con su hijo. No le pegaba. Sirvió la bebida y ahora sí, hice un cruce de piernas delante de el al sentarme, que quedo mi pierna derecha totalmente al descubierto casi desde la cintura, dejando ver con detalle mi muslo. En apariencia se inmuto más mi marido que él. Para romper el fuego inicié la conversación, lo hice de una manera normal, diciéndole que tenía una casa muy bonita y que se veía grande. Se levanto y me dijo que me la iba a enseñar, mientras también le decía a mi marido que ahora volvíamos.

La casa era muy grande y nos metimos por un pasillo hasta el fondo. Encendió la luz de la habitación que me iba a enseñar y me quede a cuadros. Nunca había visto una cama de ese tamaño. Me llamo la atención los espejos grandes que había y lo bien que estaban colocados. A través de los espejos veía mi cuerpo reflejarse en ellos, era una pasada. Íbamos a salir para seguir viendo la casa, cuando de forma ruda, me pego contra el espejo, que estaba frio y lo note en mis pezones. El tío con mucha habilidad me había pegado contra el espejo y sus dos manos se habían metido por las dos aberturas de mi vestido, sintiendo las caricias de sus manos en el interior de mis muslos, uf, como me puso en ese momento.

Tenia pegado su paquete a mi y su nabo, estaba encajado entre mis nalgas, abriéndolas y sintiéndome muy a gusto. No se cortaba, controlaba, mandaba y dominaba. Puso su boca sobre mi cuello, sus labios eran como una ventosa, me chuperreteaba y lamia, menuda lengua que tenía el cabrón. Se fue a por mi oreja, con tal ímpetu, que cayo el pendiente. Mi cuerpo ya no me hacia caso, iba por libre. Note como una de sus manos agarraba el lateral de mis braguitas, un tanteo y el animal, me las desgarro, rompió y las saco como si de un trofeo se trataran.

Lo único que se me ocurrió decir en ese momento fue que el vestido no lo rompiera. Sabia que se estaba desabrochando el pantalón mientras seguía con su boca por mi cuello. Levanto el vestido y que bruto, coloco su nabo por detrás y porque viendo lo que venía, coloqué mi culo en posición, si no, uf, me metió su nabo dentro de mi chochito con una “violencia” que casi logra hacerme llegar al primer orgasmo, lo tenía ardiendo, era una cosa muy curiosa. Muchas no me entenderán, pero ya había probado varios hombres, pero como este, puedo asegurar que no. Veía su cara, la “rabia” con la que me penetraba y mi cara como se descomponía del placer que estaba recibiendo.

Con una de sus manos me acariciaba mi clítoris y con la otra se entretenía tocando uno des mis pezones. Dándome cuenta de que según como me veía apretaba mas o menos, produciéndome un dolor, que aun siendo dolor me daba placer. Que bien medido lo tenía. Ya no me resistí mas y mi orgasmo fue intenso y profundo, hasta el punto de que si no me llega a tener agarrada, casi seguro me hubiera caído y no exagero, que no soy una mujer fácil de contentar sexualmente.

El espejo se lleno de vaho de mi aliento. Que pasada de orgasmo. Me di la vuelta y nos dimos un beso húmedo, intenso, sensual y caliente. No sabia si era mi estado de calentura, pero que besazo tan increíble. Luego me dio la mano y regresamos a donde estaba Eduardo, que al verme con los pelos alborotados, sin pintalabios y tal como iba, no tendría que imaginar mucho, para saber que había pasado.

MACHO ALFA quería seguir dejando su impronta, porque cunado llegamos, sin dudar, con mucha naturalidad y directo le dijo a mi marido, que mujer mas caliente tienes y menudo coñito. Entre esperar que dijera mi marido, que cara ponía, MACHO ALFA se quedó detrás y me fue quitando el vestido, dejándolo caer en el suelo. Quedándome desnuda a excepción de mis bonitas sandalias de tacón, que seguro dejaban una mejor visión de mi culito.

La respuesta de mi marido fue con mucha complicidad con el diciéndole, que ya le había dicho que yo era una puta excelente y me mosquee con la respuesta que MACHO ALFA le dio a la pregunta de si le gustaba mi culo. El muy capullo le dijo un no esta mal, pero que se había creído, mi enfado fue palpable y solo me dijo, que no me mentiría, si mi culo le volviera loco lo diría, pero que no era así, lo que no quería decir que estuviera mal. Estuve a punto de mandarle a la mierda e irme, pero me desarmo con una sonrisa, donde saco pícaramente su lengua (tres palmos de lengua, que exageración, la había notado pero no la había visto, grande, larga y puntiaguda) y con la calentura que todavía me quedaba.

Me deje querer y aunque me sentó mal su respuesta, me abrazo entre esos brazos, me dio un pico y me dijo que lo iba a pasar como nunca. Trate de empezar a desnudarle, pero no se dejaba, el me acariciaba delante de mi marido que miraba embobado, miraba de otra manera a otras veces. MACHO ALFA me hacia desesperarme. Era un bicho. Una de las cosas que quería ver era su nabo, por su tacto sobre mi culito, se notaba grande, él no me permitía tocarle. Me puso de cara a Eduardo, volvió a hacer lo mismo que en su habitación, me besaba el cuello, me metía varios dedos dentro de mi chochito, que estaba inundado. Los saco empapados, hizo acercarse a mi marido y se los dio a chupar. Increíble, Eduardo le lamio los dedos. Cuando termino, de forma dominante le ordeno que se desnudara y Eduardo como hipnotizado así lo hizo, dejando ver su nabo tieso, un tamaño muy normal.

Lo siguiente que hizo fue llevarnos a su habitación. A mi marido le ocurrió lo mismo que a mí, luego me lo confirmo, tampoco había visto una cama de ese tamaño y los espejos que resultaban muy excitantes. Lo que no vi antes o no me di cuenta, es que había una cuerda negra que colgaba con unas correas forradas de piel a forma de esposas. Me coloco mis muñecas y luego apretó las correas, después tiro de la cuerda y mis brazos quedaron levantados, viendo por los espejos que mis pechos así resultaban mucho mas bonitos. A Eduardo solo le dijo que se sentara donde quisiera y se sentó en una butaca de dormitorio.

Iba acariciando mi cuerpo con sus manos, cuando no lo tenía de frente porque estaba a mi espalda, podía verlo por los espejos, que morbazo me daba, quería verle desnudo de una maldita vez. Aunque se lo dije varias veces, era como si fuera sordo. Me lamia la espalda, a todo lo largo de la columna y que cosquilleos de placer recibia mi cuerpo, si el resto lo utilizaba como utilizaba su lengua, sería una noche inolvidable.

Se puso delante y empezó a “jugar” con mis pezones, era mas que un travieso, no era el típico que se engancha a la teta y dale que te pego, no. Pasaba su lengua por toda la aureola, no mostraba prisa, ni ansias. Los cogía con sus dientes, con una suavidad electrizante, cuando lo hacia con sus labios, era mas salvaje, apretaba con dureza, llegando al limite de mi cuerpo y se paraba, para así atrapado, pasar la punta de su lengua y como lo atrapaba con toda su boca y que manera de succionar, era la primera vez, que sin tocarme el chochito estaba al borde del orgasmo, me tenia en el abismo, pero controlaba tan bien los tiempos que el muy cabrón se quitaba el momento menos adecuado para mí.

Ya mis protestas eran sonoras, hasta le insulte, le llame cabrón, bicho, desgraciado, todo lo que se me iba ocurriendo. Ni se inmutaba, es más, creo que verme así le ponía cachondo, como podía ver que le ponía al cerdo de mi marido, que le dije que me soltara y paso de mi cara. Mientras le dedicaba algunos “piropos” a mi marido, fue cuando sentí un enorme azote en mi culo. Tampoco me extrañaba sentirlo de esa manera, con las grandes manos que tenía. Me pico mas que me dolió. El sonido impresionaba más, le continuaron varios azotes más, sin hacer caso a mis “protestas” y aunque no quería reconocerlo estaba disfrutando. Algunos azotes había recibido anteriormente, pero tan bien dados nunca.  

A pesar de eso, seguía manteniendo el tipo y no quería hacer como el cornudo de mi marido, no pensaba “rendirme” por muy bueno que estuviera y por mucho que lo deseara. Donde ya me bajo toda la guardia, paso cuando dejo mis tetas y bajo con su lengua por mi tripa. Cuando llego a mi chochito casi me muero de gusto. Que te hagan un cunnilingus de pie, normalmente no sale muy bien, por lo menos con mi experiencia. Pero claro con esa lengua, era otro cantar. Pegaba su cara y la punta de su lengua me llegaba a todos los lados. En un tiempo muy breve provoco un volcán en mi cuerpo, haciéndolo vibrar en una explosión orgásmica de una magnitud no conocida.

En cuanto me recupere lo mire intensamente y aunque suene cursi le dije que hiciera conmigo lo que quisiera. Ya me daba igual todo, se me había olvidado lo de que mi culo era normal, todo se me había olvidado. Se fue desnudando, pero no podía evitarlo era un provocador, lo hacía dándome la espalda. Su espalda era para dormirse en ella, para arañársela, buffffff, que espalda. Cuando vi su culo ya estaba al borde del infarto. La cara de Eduardo me mosqueaba, porque miraba con cara de “susto” y cuando se giró lo entendí.

Cuantas horas tenia ese cuerpo de gimnasio, que pectorales, que tableta de abdominales y menudos músculos en las ingles (es que no sé cómo se llaman) y ahora llegamos a su nabo, que mas que un nabo era un gran falo, como si estuviera esculpido, sin un solo pelo, toso oscuro por el bronceado, pegado a su tripa, decir que era majestuoso me suena a cursi, era magnifico y con esa “seta” que lo coronaba, mas que seta, setón. No sé qué le mediría pero era enorrrrme. De hacerse la boca agua. Vino hacia a mi e instintivamente, moví mis manos para que me las soltara, pero una cosa era lo que yo quería y otra lo que el tenía pensado hacer.

Coloco su nabo entre mis piernas y que inmenso placer me produjo. Me beso pasionalmente y mientras me fue soltando las manos, una vez que ya las tenía libres, abracé su cuello y me moví con mas libertad para notarlo bien. Fuimos para ese campo de futbol que era su cama. Le dijo a mi marido de unirse a nosotros, pero prefería de momento que nosotros nos desahogáramos solos.

Siempre buscaba mi placer, era generoso. Mis orgasmos se multiplicaban, no era normal en mí. Otra de las cosas que más me encendían, mi calentura, era vernos por los espejos, ver esa musculatura en tensión follándome como un autentico animal primitivo, pero un animal muy hermoso. Verle a el como me empotraba, ver a mi marido masturbándose sin descanso y ver mi cara descompuesta por el placer, me iba quedando sin fuerzas y fue entonces cuando mando a mi marido que se acercara, que se pusiera debajo de mi y me comiera el chochito, exactamente el dijo, vamos cornudo cómele el coño a esta divina puta mientras me la follo.

Oír esa voz que le cambio, se le puso mas profunda, lo hacia más sensual y Eduardo se colocó como el ordeno. Me follaba suavemente ahora, lo que dejaba a mi marido hacer bien su “trabajo” y me tenia desesperada, porque quería notar como se corría. Al notar como intensifico su fuerza al agarrarme las caderas, supe que estaba aguantándose y que en cualquier momento me llenaría, me empecé a excitar de una manera inaudita. Le pedía que se corriera dentro, que era suya, pero no lograba provocarle lo suficiente, hasta que no sé cómo salió de mi boca, porque le dije que era su puta y el berrido que dio, hubiera asustado a cualquiera, notaba los chorretones como me llenaban, ahora la fuente parecía él. Que sensación tan buena, entre lo caliente que tenia su nabo y como me lleno. Estuvo un rato todavía dentro y cuando saco su nabo, me fui a mover, para que Eduardo siguiera pero estando yo en una postura mas cómoda.

MACHO ALFA no lo permitió, nos hizo seguir así. Notaba como me salía todo, le tenia que estar cayendo en la boca a mi marido, que empezó a lamer con mas ansia, movía la lengua como un torbellino y fue el mejor cunnilingus que me hizo en su vida. Cuando llegue al orgasmo me quite. Estaba rendida, agotada, menudas agujetas que me iban a quedar. Estábamos tumbados los tres en la cama y no me pude aguantar ni quise. Me fui a comerle el nabo. No podía dejarlo sin probar.

Estaba a medias, me lo metí en la boca, sabia a mí. Quería notar como crecía dentro de mi boca eso me pone mucho y con ese tamaño sería el no va más. Lo iba notando crecer y según crecía esa mole, se iba calentando su nabo, era como si tuviera termostato. Que morbo me daba comerme algo así y miraba a mi marido, que a su vez me miraba con mucho interés, no le dije nada, se vino hacia mí, me beso en la cara, me saqué el nabo y lo moví hacia él, sonrió y se puso a mamarlo. Ahora éramos un buen equipo. Me ponía muy perra ver a mi marido así y la mujer que diga que no le gustaría ver así a su marido, cornudo y compartiendo un buen nabo, MIENTE.

Casi toda la mamada la hice yo y cuando MACHO ALFA estaba a punto, me aparte le deje a mi marido los honores. Mientras el, lo tenía dentro de su boca, yo em comía y acariciaba sus testículos. Tuvo otra buena corrida, luego nos besamos mi marido y yo, compartiéndolo como buenos esposos.

Después de ese día, vinieron muchos más, donde todo eran sorpresas, gracias a la mente tan perversa que tenía MACHO ALFA, éramos una unión casi perfecta. Para mi MACHO ALFA ya no tenia ningún secreto, me refiero a como era, no como iba a actuar. Porque en eso era un misterio.

Un día hablando, salió en la conversación, que, para mi eso de los tríos, los intercambios, no habían estado mal, pero que me faltaba algo, quería algo más de sentimiento. Fui sincera, porque les dije a los dos, mi marido se iba a enterar a la misma vez, que quería que fuéramos una relación de un trio formal, ellos mis dos maridos y yo su mujer. Eduardo reconoció que lo había pensado, que nunca quiso decirlo por si le tratábamos de locos, que le parecía bien, pero si dábamos el paso de momento ocultarlo a las familias y poco a poco ver como lo decíamos. Estaba contenta, pletórica, porque pensaba que el gran escollo podía ser mi marido y no le hubiera culpado.

MACHO ALFA se quedo callado, pensativo y cuando le pregunte, no me gusto lo que me respondió. Sabia que era muy sincero y que lo que me decía era verdad. Yo le había dicho muchas veces en nuestra relación, TE QUIERO, el nunca me respondió, ni tan siquiera un, YO TAMBIÉN.

Con mucha tranquilidad nos dijo, que pare el entraba más en su cabeza una relación a tres, que la pareja monógama típica, que se lo pasaba muy bien con nosotros, que éramos muy majos, pero que él no nos amaba. Le reconocí que lo sabía, porque nunca me dijo un te quiero. Pero el hice ver que lo mismo con el tiempo, se producía. Me sonrió, me acaricio la mejilla, diciéndome que el estaba convencido de que se enamoraría de alguien sin esperarlo, de forma espontánea.

Seguimos durante un tiempo divirtiéndonos, saliendo muchas noches, comiendo y cenando juntos y lo que era mas importante, muchos desayunos unidos. Se lo había dicho a Eduardo que conseguiría que se enamorara de nosotros, le conocía bien, sabía que lo conseguiría.

La vida es muy mala, en esos días no lo pensaba así, ahora sí. MACHO ALFA tuvo en su vida un hecho muy doloroso, que en ese momento mi marido y yo no calibramos bien. Lo dejo extremadamente tocado. Aunque la sonrisa no la perdió, se notaba en el una tristeza enorme. Vendió su casa, viajo y viajo. ¿Qué es de MACHO ALFA? Muchos rumores. Pero lo mismo sigo contando todas las cosas que me hizo descubrir.

Y la respuesta a la pregunta del titulo del relato, que cada uno se la conteste. Que yo tengo la mía propia. Dedicado a las mujeres indecisas, que sus maridos quieren verlas disfrutar y a ellas les da miedo a decir SI.