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Emputeciendo a la profe (III). Domada y marcada

en No Consentido

Las clases habían acabado. Era un alivio momentáneo para Laura no tener que impartir las lecciones con aquellos dos malvados niñatos que la habían martirizado. Pero a la vez, disponer de más tiempo libre le hacía pensar más en lo que había ocurrido y lo que estaba por venir.

A medida que se acercaba la fecha en la que iba a comenzar la esclavitud sexual a la que se veía abocada, el nerviosismo de Laura iba en aumento. Por una parte, creía que durante el periodo de sumisión al que se había comprometido, los chicos continuarían aprovechándose sexualmente de ella. Aunque después de unos días de recuperación de la “normalidad” y de la libertad tras el fin de semana de infausto recuerdo con aquellos gamberros, se le hacía muy cuesta arriba imaginarse de nuevo desnuda con ellos y al servicio sexual de lo que se les antojase, no sería nada a lo que no la hubieran sometido ya, no se le ocurrían prácticas sexuales a las que no se hubiera visto abocada en aquellos dos horribles días. Pero, por otro lado, sentía una irracional inquietud, algo en su subconsciente le decía que no era capaz de alcanzar a pensar lo que aquellas mentes diabólicas podrían llegar a tramar. Ahora le parecía que un mes se iba a convertir en un tiempo inacabable para una mujer como ella a merced de dos caprichosos adolescentes supersalidos y sin escrúpulos.

Llegó el día D y la hora H no se hizo esperar. A primera hora de la mañana los dos jóvenes estaban llamando a la puerta de Laura para reclamar la que iba a ser su propiedad durante un mes.

-        Hola Laura. Supongo que estarías esperando por nosotros. –dijo Carlos con ironía–

-        Joder, no os habéis hecho de rogar. Estáis ansiosos por venir a incordiarme.

-        ¡Pues claro!, jajajaja, no todos los días se tiene un juguetito sexual como tú para hacer lo que se quiera con él. –replicó instantáneamente Rober.

La respuesta supuso un duro golpe a la autoestima de Laura que la devolvió inmediatamente a la realidad que se le presentaba ante ella y a los temores que la habían atormentado aquellos días.

-        Chicos, me he comprometido con vosotros y haré todo cuanto me pidáis, intentando complaceros al máximo. Sé que durante este mes vais a exigirme entregarme sexualmente a vosotros sin límites y, aunque ya sabéis que no tenía una gran experiencia sexual, más allá de las prácticas convencionales, me esforzaré por satisfaceros. Pero os pido por favor, os ruego por lo que más queráis, que no me humilléis. Comprendo que hemos tenido una relación profesora/alumnos en la que existía una autoridad sobre vosotros por mi parte y que os excita tenerme ahora en vuestras manos para hacer lo que queráis conmigo, pero tened un poco de compasión de mí. Podemos disfrutar juntos, sois muy atractivos y, aunque seáis tan jóvenes para mí, sabéis que no puedo evitar excitarme también cuando… me… folláis…, –Laura no podía evitar titubear aún al usar cierto vocabulario de carácter sexual– pero me resulta…

-        Profe, joder, deja ya de darnos la chapa con tus discursitos, –la interrumpió Carlos, con tono jocoso y cara divertida, contrastando con la seriedad con la que Laura estaba dirigiéndose a ellos– ya no estamos en tus clases. Parece que todavía no te ha quedado del todo clara la situación: ahora eres nuestra puta, literalmente, te trataremos como tal; no te preocupes por no tener experiencia, nosotros te instruiremos, aprenderás a ejercer de zorrón profesional.

Para Laura aquellas palabras supusieron como un bofetón en la cara. Sus peores temores, los que la habían mantenido durante días en vilo, sin poder concretar todos los peligros que se cernían sobre ella durante el periodo de sumisión a aquellos maquiavélicos adolescentes que ahora comenzaba, empezaban a hacerse realidad. Sabía, aunque tratara de autoconvencerse de lo contrario, aunque desconociera los abismos a los que pretendían conducirla, que no iba a ser solamente follar con ellos como el fin de semana en que la atraparon en sus redes, por muy tremendo que aquello le pareciera.

-        Pero…, por…, por favor, ¿qué…qué pretendéis hacer de mí? –seguía tratando una balbuceante Laura de convencerlos– yo estoy dispuesta a complaceros en que logréis el máximo placer, ¿no es suficiente con eso para vosotros?

-        Laura, se nota que se te dan mejor las mates, que difícil es que entiendas, tienes que abrir tu mente a nuevas experiencias, bueno… tu mente y todo lo demás, jajajajaja –intervino Rober– ¿tan difícil es para ti entender lo que tendrás que hacer como P U T A? –pronució más despacio la palabra como tratando de lograr que Laura la entendiera bien– No queremos solamente gozar de ti, de todo tu cuerpo; también queremos rentabilizarlo.

Las frases pronunciadas por Rober equivalían ya a una fuerte hostia para Laura. Sentía como todo su ser flaqueaba al empezar a vislumbrar ahora la pesadilla que le esperaba.

-        ¡Basta ya de cháchara! –dijo bruscamente Carlos– Estamos perdiendo el tiempo y tenemos muchas cosas que hacer.

Laura estaba en estado de shock, su mente no lograba asimilar lo que le decían, no podía asumir lo que paradójicamente entendía ahora que significaban las palabras de aquellos desalmados.

-        No, no, no… esperad… esperad… no podéis estar hablando en serio… no… puede… ser…, esto no es lo que…

-        ¡Venga tía!, vamos a… –empezó a decir Carlos–

De repente, Laura reaccionó, estallando a gritos:

-        ¡¡¡Joder!!! ¿¿¿Me estáis diciendo que vais a obligarme a prostituirme??? ¿¿¿¿Qué clase de monstruos sois???? ¡¡¡yo no puedo hacer eso!!! –chillaba histérica–

Un par de bofetadas de Rober, ahora sí reales, la hicieron callar.

-        ¡¡Se acabó!! A partir de ahora vas a hacer todo lo que te ordenemos sin rechistar más, a no ser que quieras que te follemos hasta reventarte todos los agujeros y luego publiquemos los vídeos –le espetó Rober, que se volvía más violento que Carlos cuando perdía la paciencia–

Carlos se acercó entonces a la anonadada Laura para cogerla del brazo.

-        Vamos, Rober tiene razón, empieza a obedecer sin protestas absurdas.

-        ¿Absurda? ¿Te parece absurdo que proteste porque pretendáis convertirme literalmente en una puta? –le respondió Laura rompiendo a llorar– Soy una mujer decente, he sido vuestra profesora, joder, ¿de qué me servirá hacer lo que me pedís cuando todo el mundo se entere?

-        Nadie tiene que enterarse si cumples nuestro acuerdo. Protegeremos tu identidad si te portas bien y eres una chica obediente. Pero estás agotando nuestra paciencia y si se agota todo habrá acabado.

-        Pero… no seré capaz de hacerlo… –les contestaba una compungida Laura–

-        No le des más vueltas y déjate llevar, verás como así es todo más sencillo –le dijo Carlos en tono más conciliador para que Laura se fuera serenando– Ven, siéntate un rato y cálmate –continuó, pasándole un brazo por encima del hombro y llevándola al salón–

Laura, hundida, agotada por la tensión provocada por los acontecimientos, se dejó llevar hasta el sofá. Una vez allí, Carlos le dio unos fuertes tranquilizantes que se había agenciado previendo que su víctima podría sufrir algún ataque de ansiedad como aquel.

La dejaron descansar un rato, esperando que las pastillas hicieran su efecto, mientras bebían algo en la cocina y comentaban lo sucedido. Tenían bien estudiados sus pasos, las posibles reacciones de Laura y cómo debían actuar, por lo que de momento nada les había sorprendido ni descolocado.

Transcurrido un periodo de tiempo que consideraron suficiente, observando que Laura parecía haberse relajado, recostada incluso en el sofá, se acercaron para hablar de nuevo con ella.

-        ¿Estás más tranquila? –le preguntó Carlos acariciándola ligeramente–

-        Sí –respondió Laura escueta y débilmente–

-        Muy bien, vamos entonces a asearte y prepararte, queremos llevarte a que te hagan unos arreglitos para dejarte aún más sexy y atractiva.

Levantaron a Laura, exhausta por la tensión vivida, que se dejaba hacer sin oponer resistencia, con la voluntad vencida por el cansancio y los medicamentos, y la llevaron al baño. La desnudaron, le afeitaron el coño en el que habían crecido un poco los pelos desde que la habían depilado anteriormente, hasta dejarlo suave como el de una niña, la ducharon y la arreglaron echándole cremas hidratantes, desodorante, perfume e indicándole cómo querían que se maquillara.

-        ¡Qué ganas de echarle un polvo!

-        Vaya coñito tan apetitoso, estaría horas comiéndolo.

-        ¡Qué culo!, ¡cómo me pone!

Comentarios así y otros del mismo estilo hacían entre Rober y Carlos durante el aseo de Laura, pero no tenían tiempo para tener sexo con ella en aquel momento, ya que tenían planes más urgentes que requerían que estuviera preparada lo antes posible.

Después fueron con ella para elegir la ropa que tenía que ponerse, entre la más sexy que encontraron, aunque no había gran cosa entre su vestuario.

-        Tendremos que ir a comprar prendas más acordes para vestir a nuestra putita –comentó Rober–

-        Cierto, no puede seguir con estas ropas tan tristes. Otra cosa para la lista de tareas pendientes, llevarla de compras. –añadió Carlos–

Una vez Laura estuvo lista salieron por fin los tres juntos de su casa. Pidieron un taxi para dirigirse al lugar al que querían llevarla. Por supuesto, todos los gastos corrían por cuenta de Laura. Llegaron a la dirección que los chicos le indicaron al taxista y se dirigieron a un local de piercing y tatuajes. Cuando Laura observó dónde iban a entrar, reaccionó:

-        Esperad, ¿qué pretendéis? Yo no quiero hacerme nada de eso.

-        Ya, querida, pero sabes que durante el mes que tenemos por delante no se trata de lo que tú quieras o dejes de querer, si no de lo que nosotros decidamos. –dijo Rober, dirigiéndose a Laura con un trato que dejaba atrás la antigua relación de profesora suya–

-        Pero cualquier cosa de las que se hacen aquí queda marcada en el cuerpo… para siempre –protestó ella–

-        Los tatuajes pueden eliminarse y los piercing quitarse, en cualquier caso no es problema nuestro. Tampoco va a ser nada que debas mostrar si no quieres –le rebatió él–

-        ¿Y así es como vais a proteger mi identidad? La persona que lo haga me verá. –continuó ella–

-        Tranquila, es de nuestra confianza y además no te conoce de nada. –intervino Carlos–

-        ¿Es un hombre o una mujer? –preguntó Laura, retardando la claudicación ante lo que le esperaba–

-        Un hombre, ¿qué importa? No te conviene ser tan remilgada en el futuro. Ya está bien, vamos dentro. –le contestó Rober, que estaba más impaciente en el comienzo del control que empezaban a ejercer sobre Laura y la trataba con más aspereza; la excitación y la sensación de poder sobre una mujer como ella le hacía no poder dominarse tan bien como lo hacía Carlos–

La impelieron a entrar en el local. Allí se encontraron con un joven de veintitantos años, con la estética propia de una persona que se dedica a ese trabajo: corte de pelo moderno y original, barba cuidada con un estilo propio, ropa underground y, por supuesto, tatuajes y piercings; el conjunto le daba un estudiado aspecto alternativo y marginal, sobre todo a los ojos de una mujer tan convencional como Laura.

-        Hola Jan. –le saludaron Carlos y Rober–

-        Hey tíos, ¿qué tal? –respondió él a su vez–

-        Aquí estamos con nuestra amiga como te habíamos dicho.

-        ¡Claro, estupendo! Vamos detrás. –dijo Jan, invitándolos a pasar a la parte de atrás del local, su zona reservada de trabajo–

El lugar era como el taller de un artista, lleno de dibujos, ideas sin duda para tatuar, útiles de trabajo para los tatuajes y piercings, sillas, un sillón con grandes apoyabrazos para los clientes y una camilla para cuando se requería que la persona estuviera tumbada.

-        Nuestros amigos me han explicado que querías que te hiciera varios tatoos artísticos singulares y unos piercings en las zonas más íntimas. –dijo Jan dirigiéndose a Laura–

-        Sí –contestó ella dubitativamente, pero sin atreverse a contradecir lo que le hubieran pedido sus “jefes” –

-        Es un poco tímida, –le explicó Carlos a Jan– pero quiere cambiar radicalmente de look.

-        Perfecto. Desnúdate, quiero ver todo el campo de trabajo, aunque ya salta a la vista que el soporte para la obra va a permitir desarrollar todo lo que queramos plasmar. Después os enseñaré algunas ideas en la que ya he estado trabajando según lo que habíamos hablado.

Laura se quedó estática, como petrificada. Aquel tipo pretendía que se desnudara allí delante de ellos sin más.

-        Vamos Laura, no te puede tatuar la piel con la ropa puesta. –le dijo Carlos interviniendo rápidamente para animar a Laura a ponerse en acción, sabiendo que si no le costaría mucho–

-        Sí que eres tímida, mujer. Puedes tener confianza, estás entre amigos. –le dijo Jan– Aquí estoy acostumbrado, aunque no siempre sea un bombón como tú quien se desnude.

Laura empezó a quitarse la ropa, comprendiendo que no le quedaba otra opción, si no quería que quedara en evidencia que en realidad estaba allí a la fuerza. Después de quedarse en ropa interior, se quitó el sujetador mostrando sus preciosas tetas, esperando así a que la dejaran quedarse con las bragas puestas. No fue así.

-        Bonito cuerpo, voy a pasaros los esbozos que ya había hecho. Quítate también las bragas cariño. –le pidió Jan, admirando la anatomía de Laura en la que iba plasmar pronto su obra–

Ella obedeció quedándose completamente desnuda, mientras Jan les pedía a todos que se acercaran a una mesa donde les mostró un buen número de dibujos con ideas de tatuajes en diferentes zonas del cuerpo para hacerle a Laura. Algunos eran muy originales, Rober y Carlos estaban encantados.

-        ¿Qué os parece? –les preguntó Jan–

-        Muy buenos –empezó diciendo Rober– Éste es genial –dijo refiriéndose a uno con dibujos geométricos que comenzaban en el pecho izquierdo de la mujer del dibujo, descendiendo en diagonal hasta llegar al centro del pubis, acabando justo en el inicio de su sexo–

-        Sí, ese es indiscutible, ¿tú qué opinas Laura? –le dijo Carlos a la horrorizada profesora, para que disimulara dando su visto bueno– También añadiría uno en la zona del tobillo, otro en la nalga y otro en la zona de la clavícula en la espalda.

-        Están bien. –dijo sin entusiasmo, pero sin querer contradecir la opinión de sus amos, y queriendo acabar cuanto antes, se sentía muy incómoda permaneciendo desnuda mientras aquellos chicos elegían despreocupadamente cómo iban a marcar su cuerpo–

Acabaron de escoger los dibujos para los tatoos más pequeños: una especie de símbolo para la espalda (en realidad este era un símbolo que Carlos y Rober ya le habían dado con anterioridad a Jan, era la marca de posesión que querían grabar en el cuerpo de Laura); una mariposa para el culo, que también eligieron los muchachos; y un dibujo geométrico que dejaron que Laura escogiera para la pierna.

Como ya no quedaba mucho tiempo por la mañana, Jan propuso empezar por los agujeros para los piercing. Se suponía que Laura estaba al corriente de los que se harían, más aún, ella debería ser la que los deseaba, pero por el contrario, cuando aún no había acabado de asimilar lo de todos aquellos tatuajes, una nueva contrariedad la pillaba por sorpresa. Totalmente noqueada, accedió, como no podía ser de otra forma, a sentarse en el sillón para que Jan pudiera trabajar.

-        Vamos a empezar por el pezón. –le dijo Jan–

Laura estaba aterrada al ver las agujas, pensando en el dolor, en toda la tortura que le quedaba por delante en aquel antro, en la humillación de saber que todo su cuerpo acabaría marcado para siempre… Jan trató de tranquilizarla, contándole que no iba a sentir apenas dolor. Así fue en realidad, el dolor por la perforación no fue lo peor. A continuación vino la del ombligo, la más llevadera de todas para Laura, tanto a nivel físico como psicológico. Finalmente su horror aumentó cuando Jan le pidió que separara bien las piernas para realizar la perforación en su sexo. Obedeció no obstante, haciendo de tripas corazón, interiorizando cada vez más que el dominio sobre su cuerpo ya no le pertenecía. Allí se encontraba, en pelota picada, despatarrada, con todo su cuerpo plenamente expuesto a sus dominadores. Se sentía como una cobaya de laboratorio, con la que se puede hacer lo que se quiera.

-        Perfecto –dijo Jan inspeccionando las partes íntimas de Laura– Es adecuado para poder hacer una intervención que permita colocar un piercing vertical del prepucio del clítoris. Es el que después proporciona más aumento del placer.

Finalizada la intervención, Jan le colocó unos aritos provisionales en todos los lugares que había agujereado para que no se cerraran. Habían acabado la primera fase de la operación de marca sobre el cuerpo de Laura y decidieron comer algo para continuar por la tarde.

Para Laura aquellas perforaciones en su cuerpo suponían una gran vejación. No había hecho más que comenzar el cumplimiento del contrato que la ataba a aquella increíble sumisión que había dado un vuelco a su vida, y todo iba a una velocidad de vértigo por derroteros que superaban todo lo que se hubiera podido imaginar. Estaba exhausta por la tensión de lo que acababan de hacerle, de ver su cuerpo era perforado hasta en el rincón más íntimo de su ser.

Para no perder mucho tiempo y para que Laura no tuviera que vestirse, pidieron unas pizzas para comer.

-        Tíos, ¿qué os parece si mientras esperamos a que nos traigan las pizzas nos entretenemos un rato con algo de sexo? Yo estoy muy burro viendo como preparas a Laura desnuda para adornarla –propuso Carlos–

-        A mí me parece una idea de puta madre –dijo Rober–

-        ¿Los tres? –empezó diciendo un sorprendido Jan– Yo encantado, es una pasada de tía, pero ahora va a estar demasiado sensible para follar…

-        No hay problema, a Laura le encanta que le follen el ojete, ¿a qué sí, Laura? –repuso Carlos–

-        Pero… ¿ahora? Estoy un poco nerviosa y cansada por los pinchazos… –intentó ella evadirse, tan espantada de pensar en que le follaran el culo en aquellos momentos que ni siquiera se detuvo en la idea de que además sus dos exalumnos estuvieran planteándose compartirla a las primeras de cambio–

-        Así te relajas, no intentes disimular que te encanta el sexo guarro y que te sodomicen –le replicó Rober de inmediato–

Laura asumió las groserías, tragándose cualquier atisbo de dignidad; sabía perfectamente que no iban a hacer ningún caso de lo que dijera y que no podía resistirse a lo que le esperaba. Así que los tres jóvenes se desnudaron sin dilación para comenzar con el festín sexual que pensaban darse.

Para Laura la situación era irreal. Era el primer día de aquel funesto mes y los hechos se desencadenaban tan rápidamente que eran imposibles de asimilar para ella. Sentía la congoja de pensar en que su culo sería inminentemente taladrado por las pollas de los muchachos que se paseaban delante de ella sin pudor, confiados, seguros del poder absoluto que tenían sobre ella. Cuando ya se encontraban a su lado, a punto de tocarla, se sintió desfallecer, completamente entregada a su suerte.

Los chicos se colocaron cada uno por un lado: dejaron a Jan por delante, para que fuera él el que se estrenara enculando a Laura; Carlos y Rober se dispusieron uno a cada lado del sillón para sobar mientras el cuerpo de su exprofesora. Jan cogió a Laura por las piernas, levantándolas para dejar su ano a la vista y atrayéndola hacia él hasta que la cadera de la mujer quedó encima del borde del sillón.

-        ¡Qué agujerito tan atrayente! –exclamó Jan– se ve reluciente. Primero te lo voy a lubricar un poco. –dijo agachándose mientras seguía empujando las piernas de Laura hacia ella para dirigirse a comerle el culo–

Laura, aún en su estado de ausencia de aquella orgía organizada en torno a ella, notaba sensaciones desconocidas en todas sus zonas erógenas ante aquella acción, su chocho empezaba a estar mojado, sus pezones duros, se calentaba notando el sudor salir por todos los poros de su piel. No podía contener los gemidos que contra su voluntad comenzaba a emitir con un volumen cada vez más elevado…

-        ¡Qué rico! –decía Jan mientras ensalivaba bien el ano de Laura y penetraba por él al interior con su lengua.

Cuando había disfrutado suficiente de la guarrería y consideró que estaba superexcitado, se incorporó dispuesto a ensartar su miembro bien empalmado en el accesible ano de Laura; se lo fue introduciendo sin miramientos con fuerza hasta hundirlo por entero, continuando una vez logrado con una brutal follada. De nuevo volvía a experimentar la extraña e impactante sensación de tener un enorme cuerpo extraño alojado en el interior de su recto, frotando sus paredes intestinales, presionando contra su útero, removiéndola por dentro... Sus sentidos eran incapaces de discernir entre goce y sufrimiento. Los gemidos de Laura fueron mezclándose con los gritos de dolor al sentir cómo literalmente le rompían el culo.

Al mismo tiempo que esto sucedía, Carlos y Rober aprovechaban para manosear a fondo a Laura, jugueteando de vez en cuando con sus recién estrenados aritos, provocando también combinaciones de placer y dolor en ella.

-        No seas tan escandalosa mujer, ya sabemos que te mueres de gusto. –dijo Rober mofándose de Laura, y agarrándola por una axila y por la cabeza la giró para dejar su boca al alcance de su polla y obligándola a tragársela– Cómete esto para que no te quejes tanto.

La escena se había convertido en la imagen más extrema de una película de porno duro, con Laura que acababa sujetada en volandas por los tres jóvenes, en una posición forzada, invertida con la cabeza más abajo que las piernas, a veces algo retorcida, follada a lo bestia por su culo y su boca por Jan y Rober, mientras Carlos la sujetaba por el centro y continuaba acariciándola y martirizándola tirando de los piercing, incluido el del clítoris.

Esta situación se alargó hasta que tanto Jan acabó corriéndose. En ese momento Carlos y él intercambiaron sus papeles, pero la tortura continuó para Laura sin piedad hasta que todos se corrieron en su culo y su boca, la cual también saboreó las pollas de Carlos y Jan después de haber pasado por el interior de su recto.

Satisfechos con la orgía celebrada, dejaron a Laura desmadejada, chorreando semen por el ano y las comisuras de la boca, dolorida, pero al mismo tiempo con la sensación contradictoria de haber disfrutado con aquella bacanal de sexo prohibido, obsceno, guarro; tras haber tenido dos orgasmos; tras sentir en fin como a pesar de que todo aquello le parecía inconcebible y escandaloso para una mujer como ella, sus adolescentes dueños la llevaban hacia los lugares más oscuros de sus deseos sexuales, desconocidos incluso para ella misma. La estaban haciendo sentirse la más rastrera de las putas.

Después de reponer fuerzas con las pizzas que habían llegado en pleno fornicio y que Jan, que era quien tenía en ese momento la polla libre, había recogido, poniéndose solo un pantalón por encima, a un sorprendido repartidor que oía los ruidos de la orgía que se estaba celebrando, comenzó la sesión de tatuajes. Asearon a Laura para quitarle los restos de semen de su cuerpo y Jan se puso manos a la obra empezando por los tres tatoos más pequeños, para finalizar con su magna obra que recorría el frontal del cuerpo de Laura desde su teta izquierda hasta su monte de venus.

La jornada fue maratoniana, pero el resultado satisfizo enormemente a sus promotores y al ejecutor, no así a la exhausta Laura que sufría el dolor de la realización de los dibujos en su piel y contemplaba como quedaba de esta forma marcado su cuerpo.

-        ¡Ha quedado genial Jan! ¡Eres un artista! Laura está más impresionante si cabe que antes, todavía va a más zorra que antes. –eran algunos de los comentarios de Rober y Carlos–

-        Tíos, qué suerte tenéis de tener una amiguita que está tan buena y tan viciosa como Laura. Ha sido un placer tanto decorarla como follarla. Espero que pronto volvamos a vernos. –les dijo Jan al despedirse de ellos–

-        Por supuesto, nos encontraremos de nuevo cuando quieras, faltaría más ¿verdad Laura? –dijo Carlos–

-        Sí, claro –respondió ella como una autómata–

Cogieron otro taxi para volver a casa de Laura. Aunque el día había sido agotador para ella, sus dos torturadores no tuvieron compasión y en cuanto entraron se desnudaron y la desnudaron a ella con la intención de volver a tirársela.

-        ¿No habéis tenido suficiente por hoy? Después de todo lo que me habéis hecho a lo largo del día ¿todavía queréis seguir follándome? –se quejó Laura al ver que los adolescentes, incansables, todavía seguían con ganas de marcha–

-        Vete acostumbrándote, durante este mes follar va a ser tu principal actividad –le contestó Rober–

-        A este ritmo vais a acabar conmigo mucho antes de que acabe el mes. Necesito descansar…

-        Vamos a llevarla a la habitación en la que tiene ese armario grande de espejo, para que vea el nuevo aspecto de su cuerpo mientras observa cómo seguimos dilatándole el ojete –propuso Carlos–

Situándose uno a cada lado, los chicos cogían a Laura para conducirla a la habitación. Por el camino la mente de Laura pasaba por uno de esos momentos en los que intentaba comprender sin conseguirlo cómo había pasado de ser una respetada profesora, tan formal a ojos de todo el mundo, pudorosa, sexualmente convencional; a la situación actual: teniendo sexo extremo con alumnos, que tenían un dominio absoluto para hacer todo lo que les apetecía con su cuerpo, era una muñeca en sus manos con la que podían jugar cuanto querían a sus sucios juegos.

Llegaron a la habitación. Laura iba distraída con sus pensamientos cuando sintió un estremecimiento al ver el nuevo aspecto de su cuerpo reflejado en el espejo. Era la primera vez que podía observar en conjunto cómo la habían dejado después de la intervención de Jan. Las lágrimas acudieron a sus ojos, se daba cuenta de que estaban llevándola por un camino sin retorno.

Carlos y Rober continuaban con su objetivo. Acercaron más la cama al espejo y sentaron en ella a Laura dispuestos a comenzar la fiesta.

-        De verdad chicos, no puedo seguir con esto –empezó a decir Laura sollozando– Ya sé… que me había comprometido, pero… ¡no puedo! He intentado soportarlo, pero pretendéis convertirme en una puta y no seré capaz de hacerlo.

-        Venga Laura. Ya hemos visto que aunque te quejaras y te cueste admitirlo has disfrutado de los polvos que hemos tenido. –le decía Carlos– Están aflorando aspectos de tu personalidad que tenías reprimidos, que ni tú misma conocías. Verás como es cuestión de que te vayas dejando llevar…

-        ¡Joder! ¿No lo entendéis? Una cosa es follar con vosotros, que aunque sea algo reprobable y censurable socialmente, reconozco que… me proporciona cierto placer, sois guapos y jóvenes, no soy de piedra. No debería ser así, –les decía Laura llevándose las manos a la cara para disimular que se ruborizaba– pero… os lo confieso, aparte de la caña que me dais,… de que estáis muy salidos y sois unos guarros,… también disfruto del sexo que tenemos. Lo que no podré es follar con cualquiera, no soy una puta ni puedo serlo, ¡joder, no podré! Os haré las guarradas que queráis, lo que queráis, haced conmigo lo que queráis…

-        Vale, vamos a seguir, que se nos van a ir las ganas… –dijo Rober–

Con esto empezaron a tirársela. A pesar de sus ímpetus sexuales juveniles, como ya habían tenido una buena dosis de sexo en el local de Jan, los dos chicos decidieron tomárselo con tranquilidad y disfrutar con toda la calma del mundo del bello cuerpo de Laura que tenían a su completa disposición. Acariciaban de arriba abajo la perfecta piel desnuda, disfrutando del tacto de su suavidad.

Comenzaron a mover a Laura colocándola en las más variadas posturas. Aprovechaban el espejo para que ella se viera reflejada con los recientes tatuajes que Jan había realizado en su cuerpo y los aritos que le había colocado. La mente de Laura recibía por un lado con zozobra la imagen de su cuerpo transformado de aquella manera, pero el placer que le proporcionaban los estímulos físicos de las caricias y obscenas posiciones que le obligaban a adoptar sus adolescentes amantes, acabaron por conseguir que se dejara llevar por el placer y empezara a gemir como una perra.

Animados porque Laura dejara de reprimir sus sentimientos, se dispusieron a follársela. Rober se tumbó en la cama con el falo bien tieso; Carlos dirigió a Laura para que se sentara encima; ella notó cómo Rober situaba su polla en la entrada de su ano y empezaba a presionar para introducírsela; Laura intentó relajar su esfínter al máximo y, pese a la falta de lubricante, el pene fue entrando gracias a la dilatación que ya había ido adquiriendo el agujero anal por las anteriores enculadas. A pesar de todo, las lágrimas por el dolor acudieron al rostro de Laura, lloraba, pero también gemía escandalosamente de placer, un primer orgasmo la hizo temblar de pies a cabeza. Carlos le subió las piernas apoyándolas en la cama, abriéndoselas para que se viera en el espejo con el coño expuesto mientras era ensartada por el culo.

Después de un rato recreándose con las posturas de Laura, Carlos decidió introducirle su polla por el coño, completando una doble penetración salvaje. Laura perdió totalmente el control al sentir las grandes vergas de los chicos dentro de ella, chillaba como una loca, sin ningún recato. Notaba cómo la llenaban tanto vaginal como analmente, parecía que los penes de los dos jóvenes chocaban a través de su interior. Era una sensación indescriptible que la hizo alcanzar orgasmos encadenados que le hicieron casi perder el sentido.

También los chicos se dejaron ir corriéndose en su interior en uno de los polvos más memorables de su vida, disfrutando de la posesión absoluta que tenían sobre el bello cuerpo de Laura. La estaban domando auténticamente, como a una yegua rebelde, para someterla a sus más depravados designios puteriles.