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Jillian

en Lésbicos

Mi nombre es Alejandra, es un nombre que siempre me recuerda lo común que soy, pero al igual es un nombre que agradezco tener, me gusta pasar desapercibida y vivir solo para aquellos que quiero vivir, solo para aquellos que quiero amar. Siempre consideré que me enamoraba de gente equivocada y tantas veces tuve razón que esa frase se volvió una especie de mantra, para aquellos que mi corazón amó yo nunca estuve allí, di mi alma y espíritu pero permanecieron en una ignorancia desgarradora.

No es que fuera una chiquilla melancólica y frágil por dentro y por fuera, sólo lo era por dentro. Por fuera todo eran máscaras de tranquilidad y seguridad, tratando de ser invisible en el punto necesario y no excederme hasta caer en el estado de freak, todo estaría bien, había un equilibrio que mantener entre lo que se es y lo que no.  Al fin todo tenemos más inseguridades que fortalezas, o al menos es lo que creo.

Aunque ella llegó y conmovió todo en lo que mi ser se fundamentaba, lo desbarató y se construyó un hogar de mí.

En ese tiempo estaba yo, y aún estoy en la universidad, cursaba mi quinto período académico con 19 años, hasta ahora había ido "todo bien". La relación con mis padres nunca fue la mejor, ni la que yo siempre deseé. Quise ser su orgullo cada vez que pudiera, en cada ocasión que tuviera la oportunidad quería probar que era una hija que valía la pena amar, pero cada vez que tocaba una melodía en el piano o que sacaba un 10 en cualquier curso o que hacía algo para que ellos pudieran ver algo más en mí aparte de lo que ellos me consideraban me topaba con una pared fría de maneras indiferentes, solo palabras vacías.

Cuando empecé a sentir atracción por las mujeres nunca había probado a un hombre propiamente dicho, siempre fueron esquivos para mí, desechaban cualquier posibilidad conmigo, yo no entendía el porqué.  Nunca fui una belleza que se diga, aunque soy delgada y de buen cuerpo y mi rostro es decente, tengo un poco de acné que me ha entristecido la vida desde la adolescencia. Lo que pasaba con los hombres me era desconocido, solo tuve un novio en la secundaria y fue toda una "joyita", una completa pérdida de tiempo y dinero. Del resto, los chicos que alguna vez me gustaron nunca me prestaron atención, por un tiempo me sentí mal, con respecto a esto y en mi mente se formaban ¿cómo iba a formar un hogar así? ¿Cómo encajaría en la sociedad sin un hombre que me represente? Fui criada en un hogar evangélico y por ahí iban las flechas que disparaba. Ahora veo todo desde una perspectiva distinta, pero por aquel entonces me era difícil concebirme en un futuro distinto.

Al inicio de mis estudios superiores, tuve varios compañeros de estudio hasta que el grupo se redujo considerablemente por la situación país que vivíamos y seguimos viviendo, al final sólo quedábamos 4, un chico y tres chicas (incluyéndome). Una de esas mujeres era ella. Cuando empecé a tratarla por temas de estudios, me pareció una mujer normal y corriente, aunque si hermosa, pero solo pensaba en ella como una buena amiga, por esos momentos mi atracción por las mujeres seguía acallada en mi corazón, yo aún no me había dado cuenta.

A medida que los semestres fueron pasando nos volvimos más unidos, los cuatros hacíamos prácticamente todo juntos. Con ellos agarré mi primera cogorza de muerte, mis primeras fiestas "decentes" y mis primeras visiones distintas de un mundo que puede ser muy diferente del que imaginamos.

En el cuarto semestre por cuestiones de sorteos entre nosotros, ella, que llamaré Jillian, le tocó trabajar conmigo más que con el resto. Nos compenetramos tanto en nuestra amistad que yo en ciertos instantes me sentía incómoda, no porque su presencia me pareciera extraña, sino porque nunca había tenido una amiga así. En la secundaria todo era de "hola y chao". Aquí, con ella, todo era distinto, ella me amaba y yo la amaba, aún como amigas… creo que allí es donde comenzó todo.

Las mujeres empezaron poco a poco llamando mi atención en relatos que leía aquí y allá, las veía tan tiernas y hermosas, tan frágiles y delicadas, siempre sufriendo por un hombre que sólo busca su propio placer.  Ellas se entregaban como si no hubiera mañana y terminaban heridas. Siempre me encantó ser mujer, nunca existió esa confusión de sexo que supuestamente pasa con algunos, yo adoraba ser mujer y me vestía y comportaba como tal, veía precioso en una mujer todo lo que la hace ser una, todo lo que la hace ser mujer, sus curvas, sus senos, sus labios, sus manos y todo como conjunto era nuevo y excitante para mí, nunca vi a una mujer con ojos otros ojos que no fueran de amistad y eso me tenía traumada y medio ida.

Al principio traté de reprimirlo, fueron días muy duros, mis horas más oscuras, en las noches tenía pesadillas y me despertaba sudada gritando o llorando, lo supuse una consecuencia del estrés al que estaba siendo sometida o también debido a las emociones que en mí afloraban, a veces me sentía tan triste, tan frustrada que todo ello en conjunto dolía en el alma. Fui a la iglesia y me dijeron que era preferible que me quedara sola a que diera rienda suelta a mis sentimientos, que estaba mal y que un día me despertaría en el infierno si seguía como iba. Yo dudaba sobre si el infierno no era el que estaba viviendo.

Tenía tanto miedo de que se enteraran, tanto miedo de que me rechazaran, que escondí todo dentro de mi pecho no importando si me hiciera daño, a veces sentía deseos de contarle a mi hermana a ver si podría ayudarme, pero ella no era muy diferente a mis padres, así que renegué de lo que sentía hasta el día que me enamoré de Jillian.

De un momento a otro la vi con ojos de amor, de deseo, de pasión. Su piel blanca y reluciente me hacía delirar, su cuerpo era maravilloso. Ella tenía 33 años, no sólo me llevaba algunos años, se iba por un buen tiempo, pero no me importaba, la amaba, sus ojos, su sonrisa, su cabello suelto, su olor... Su aroma era lo que más me llenaba, me sentía invadida por toda ella cuando me abrazaba y me saluda de beso en la mejilla.

Pasaron los meses, mi amor por ella no menguó sino que creció en un anhelo enorme, lloraba en las noches, le escribía cartas de amor, en mi soledad tocaba para ella, realmente me había enamorado de esa mujer. Y ella sin saber nada.

Un día la invité a pasar la noche en mi casa, quería estar cerca de ella, quería sentir su presencia, el calor que manaba de su cuerpo aunque solo fuera sentadas charlando o viendo una película. Sólo quería estar con ella. En la noche cuando nos dispusimos a dormir ella se cambió y pude ver sus senos, aunque las luces estaban apagadas su piel relucía. Traté de no mirar mucho, no quería verla con las intenciones que tenía sin que ella consintiera, tan tonta yo.

No me atrevía decirle cómo me sentía por miedo a herirla, a dañar una hermosa amistad, a que se sintiera mal por mí y eso repercutiera en ella. La amaba demasiado como para ser tan egoísta, aunque en mi imaginación todo fuera distinto.

Al otro día me cambié de ropa delante de ella, me desnudé en frente de ella, solo para ver cómo reaccionaba, salió del cuarto un poco nerviosa, solo eso.

Pasaron los días y las semanas, yo no podía con mi alma, sentía que me moría, que la extrañaba a cada momento, quería que escuchara todo lo tocaba para ella, todo lo bueno que de mí salía cada vez que pensaba en todo lo que ella era. En un instante de desesperación decidí ser egoísta aunque sólo fuera por un momento, decidí que haría algo por ella, algo que le indicara por lo menos cuales eran mis sentimientos por ella.

Se acercaba su cumpleaños y yo no sabía que regalarle, siempre he sido mala adivinando que podría necesitar o querer una persona, yo no trabaja aún y no disponía de mucho dinero así que decidí ahorrar y comprarle una prenda muy bonita que combinara con ella, también le compuse un poema en el que a pesar de decirle muchas cosas escondí mis sentimientos en varias metáforas y otros recursos de los cuales disponía, pero para los que estudiamos lengua y literatura, cómo nosotras, no sería difícil adivinar las verdaderas intenciones del autor.

Se lo entregué el día esperado y me fui, solo le deseé un feliz cumpleaños y le hice prometerme que apenas leyera el poema me llamaría para decirme que le pareció. Con los nervios a tope y un nudo en la garganta esperé su llamada, las manos me temblaban y los segundos pasaban cómo días. El teléfono sonó y al instante contesté.

-Haló, Jillian?

-Si soy yo, tu poema es extraordinario y hermoso, se sabe que lo escribiste tú en millar de kilómetros a la redonda, huele a ti.

Tragué grueso y pregunté:

-¿Y qué te pareció?, digo, las ideas, cómo están desarrolladas

-Bueno, está bien construido, aunque tú eres más de verso libre a lo Whitman y se me es más fácil llegar a él, creo que me dices cosas muy bonitas, pero no sé en qué sentido...

Sentí que un calor subió a mi rostro.

-¿Cómo en qué sentido?

-Osea, son términos muy íntimos y me da como pena...  Contigo

-¡Dios! -mi corazón estalló, había arruinado todo y no sabía que decir- Lo siento, no quise hacerte sentir así... Perdóname.

-Tranquila, mañana nos vemos y hablamos, ¿si va?

-Si va, dale, nos vemos

Cuando cuelgo me derretí en un millón de sensaciones, no sabía qué hacer ni que decir ahora que todo no estaba oculto, ahora que una luz había iluminado parte de mi alma.

Cuando llego a la universidad al día siguiente ella está sola donde siempre nos encontramos, me siento junto a ella y no nos decimos nada, hemos pasado suficiente tiempo juntas para que el silencio sea algo incómodo, sin embargo algo cambió, apenas se percibe una perturbación en el ambiente pero está allí.

-Hola -me dice ella después de un momento, no nos hemos mirado a la cara- ¿cómo estás?

-Bien...

Es esa la mentira más grande del ser humano ¿no?

Nos quedamos en silencio un rato más, hasta que ella saca un libro, es hojas de hierba, mi libro favorito.

-Encontré un canto muy hermoso en este libro, aunque no sé si es un canto o lo que sea que sea. Es el V, léelo.

Yo sé lo que dice el V, yo sé que le canta al alma en un lenguaje muy íntimo, lo único que no sé es que pretende ella. Lo leo y le entrego el libro.

-Es muy bonito, sabes que me gusta.

-Sí, eso lo sé. Se parece mucho a tu poema pero no es igual, porque tú lo sabes hacer tuyo, tu sabes cómo escribir, como combinar los elementos y hacerlos parecidos a ti y eso hace original todo lo que haces.

Me sonrojé de una manera escandalosa, siempre hablábamos de nosotras en términos tiernos y todo eso, pero llegar a esto eran palabras mayores.

-Ahora, Whitman escribió al alma, -siguió ella- tu me escribes a mí. Pero ambos utilizan sutilezas y demás astucias para disfrazar sentimientos.

En un segundo me tomó de la mano izquierda y quedamos frente a frente, no sabía que estaba pasando pero me sentía totalmente confundida. Habló de nuevo.

-Dime lo que quieres decirme sin máscaras.

¿Qué? Ni por mucho que quisiera hablar con sinceridad lo haría, tenía miedo, ya a esas alturas estaba temblando y pensando que todo lo que había hecho era una gran metida de pata.

-Lo que quiero decir es que eres mi amiga y te quiero mucho por eso - dije

-Mmmmhhh, ¿sólo eso?

-Sí, claro. Es eso.

Sé quedó un rato con una mirada sínica en su ojos, como “¿en serio?”

-No te creo. ¿Crees que no me doy cuenta de cómo me miras? ¿Cómo suspiras cuando estoy cerca de ti? ¿Cuándo no me quieres ver a los ojos?

-¿Qué? -ahora si era verdad que estaba pensando en salir corriendo, me quería ir de allí. Ella me había descubierto.

-¿Cómo que qué? Siento cada palabra que me dices, era tu intención que el poema fuese como es, ¿qué pretendes?

Mis ojos se llenaron de lágrimas y mi mente se estrelló contra la realidad, ya todo era un vano intento por disimular y me sentía tan miserable que solamente el cielo lo sabía.

-Nunca pretendí nada... Sólo quería que fueras mi amiga, pero después todo se salió de control y me gustaste mucho y no supe cómo manejarlo... Perdóname... Por favor.

Aunque no me estuviera viendo con sus ojos juraría que su alma me observaba, quería que la tierra me tragara y que olvidáramos todo esto. Más una parte de mí gritó como poseída por haberme liberado de todo lo que había en mi pecho y que amenazaba con acabar conmigo. Ya no había vuelta atrás y lo que pasara dependería absolutamente de ella.

Me tomo el rostro con sus manos y secó mis lágrimas.

-Mírame a los ojos, yo sé lo que sentías por mí hace mucho... ¡Hey!, ¡Mírame a los ojos! Yo solo lo supe y me pareció extraño, pero me di cuenta que no sólo tú estás en esta situación.

Fruncí el ceño, esta mujer me estaba matando y no entendía lo que quería decir.

-Sé que si te lo pido estarás para mí en cualquier momento, quiero creer que podré estar allí para ti también. Quiero estar contigo.

Sentí un fuego inflamarse en mi pecho y recorrerme todo el cuerpo, si era lo que estaba diciendo lo que yo creí haber escuchado aún no lo captaba. Pensaba que era un producto de mi imaginación por parte del shock de ser descubierta.

-¿Que es lo que estás diciendo? - le dije medio embriagada por todo lo que estaba pasando.

-Quiero que estés conmigo como tú quieras estarlo, de todo corazón tú también me gustas.

Ahora sí, me parecía estar en un concierto de mi banda favorita, con mi canción favorita y con Jillian a mi lado. En algún lugar del universo una supernova estalló y sucumbió conmigo.

Un poco después Jillian acercó su rostro al mío y esperó, yo me acerqué un poco más y esperé, sus labios apenas rozaron los míos y sólo fue eso, un momento después mis labios rozaron los suyos y nos dimos un beso. La suavidad de su boca era tan deliciosa, su aliento se mezclaba con el mío y se me subía a la cabeza, nuestros labios se fundieron en segundos.

Entre besos volví a llorar, era como vivir una fantasía, un sueño de esos que pensamos que solo pueden ser sueños. Me sentía conmovida In Extremis y mi corazón amenazaba con salirse. Sus labios se hicieron cada vez más tiernos y en pocos segundos nos separamos.

-¿Y ahora qué? – Pregunté yo

-Bueno… No quiero dejar las cosas en manos del destino porque este es muy cabrón, así que las tomaremos nosotras y haremos lo que queramos.

Le sonreí, ella me sonrió. Nos abrazamos pero no pudimos hacer más nada porque llegó el resto de los compañeros y vimos clase, aunque de vez en cuando una mirada cómplice nos lanzábamos.

Ese día y el resto de la semana fue una locura, un viaje a las estrellas. Cada día que llegaba a la universidad (siempre éramos las primeras que llegaban del grupo que tomaban clases con nosotras) la veía y corría hacía ella, me entregaba a su abrazo y nos fundíamos en un beso intenso y pasional, sus labios tan tiernos y dulces se volvían mi desespero y con frenesí intentaba demostrarle lo que me hacía sentir, nuestras lenguas se acariciaban, se deseaban y morían por encontrarse, empezaban tímidamente para después hacer el amor.

Había que separarse para tomar aliento, nos sacábamos todo el aire, agitadas y estremecidas nos mirábamos y ella reía.

-¿Por qué te ríes? – le preguntaba.

-Sabía que yo te gustaba – decía sonriente – pero no imagine que tanto.

Yo me sonrojaba (algo que no me agrada mucho a decir verdad, pero por ella… todo), me alejaba un poco y le decía:

-Lo siento… es que pensé que nunca esto pasaría… y tengo miedo de que no dure mucho… y…

Ella me silenciaba con un beso rápido y luego respondía:

-Esto durará el tiempo que sea necesario, si es para siempre, será para siempre.

Le tomaba la mano y se la besaba.

Después de haber pasado un mes aproximadamente volví a invitarla a mi casa, era mi novia y quería pasar más tiempo con ella, el que pasábamos en la universidad me parecía más corto de lo que era realmente. La invité a pasar un fin de semana conmigo, mi hermana se había ido de la casa a vivir en otra zona de la capital y mis padres saldrían a visitar unos familiares lejanos, casi me obligan a ir pero Jillian me salvó llamando por teléfono y diciendo que yo ya había quedado con ella antes. No dijeron nada pero su cara no era la mejor.

El día acordado se fueron en la mañana y yo fui a buscar a mi novia a la estación del metro que quedaba cerca a mi casa. Nos encontramos en circunstancias que no eran las que yo quería, como dice Mecano, lo disfrazamos de amistad cuando salimos a la calle. En las inmediaciones de mi hogar muchas personas conoce mi familia y saben lo “religiosa” que es, por mí se podrían ir al carajo pero si algo llegara a oídos de mis padres la vida se haría insoportable además del hecho que no me dejarían estar con Jillian y eso para mí sería inconcebible, realmente el fin de mi mundo.

Llegamos a la casa y apenas cierro la puerta la pegó contra la pared, la estoy besando con ansias sabiendo que podemos estar libres de hacer lo que nos plazca.

Así llevamos un rato hasta que nos separamos buscando aire, aunque las dos sabemos todo una de la otra y no hay nada que nos importe más en este mundo que nosotras, yo estaba un poco nerviosa por lo que podría pasar ese sábado y el domingo. Como habíamos llegado en la mañana desayunamos e hicimos varios pendientes de la universidad que nos faltaban por entregar, no nos llevó mucho tiempo y pasamos el resto del día charlando, jugando cartas y besándonos de vez en cuando. Cuando llegó la noche yo estaba que no podía de los nervios y sentía cada vez más la tensión entre nosotras, Jillian propuso ver una película en mi cuarto, con la luz apagada y todo el cuento para que pareciera un cine. Yo le dije que estaba bien… pero en realidad no sabía si íbamos a ver una película o que íbamos a hacer.

Ella escogió la película y nos acostamos en mi cama frente al televisor, ella un poco más abajo que yo con lo que su cabeza quedaba en mi abdomen y sus manos en mis piernas. A pesar de todo, la película resultó estar interesante y nos entretuvimos lo suficiente, cuando terminó nos levantamos, eran como las 11 o 12 de la noche así que decidimos bañarnos y cambiarnos para dormir.

Ella fue primero al baño, yo esperé en la habitación a que terminara. Pensar que estaba completamente desnuda  solo unos cuantos metros de mí me tenía con la calentura al máximo, imaginar el agua que caía sobre su cuerpo al oír la ducha me erizaba todo el cuerpo. Ella salió con una toalla amarrada a su torso y entró a mi habitación, yo salí pitando al baño en cuanto entró al cuarto, me desnudé rápidamente esperando el agua fría de la ducha, si íbamos a hacer lo que fuese tenía que estar relajada y limpia, además todo era aunado a que yo era completamente virgen, nada había tocado mi vagina a excepción de mis dedos.

Cuando el agua me empieza a recorrer el cuerpo disminuye mi nerviosismo pero tocarme mientras me enjabono me pone a tope, no resisto pasar una mano entre mis piernas y siento como si una corriente eléctrica viajara por todo mi cuerpo, desde mi entrepierna hacia la cabeza y luego hacia los pies.

Cuando salgo del baño y entro en mi habitación Jillian está sentada sobre mi cama, con un pijama muy sensual, un short pequeñito y una blusa medio transparente que hace que pueda ver sus senos contenidos por el sujetador.

Ella es un poco más voluptuosa que yo y más alta, yo con mi cuerpo delgado soy unos centímetros más baja, eso se evidencia cuando estoy con la toalla y ella en mi cama. Voy a por mi pijama y Jillian me retiene y dice que me acerque a ella, que quiere ver mi marca de nacimiento, si tengo una mancha de nacimiento que parece un mapa en mi espalda, ella siempre ha dicho que parece más bien una constelación. Me bajo un poco la toalla para dejar ver nada más mi espalda y que mis senos queden cubiertos, ella se levanta y se coloca detrás de mí, siento como sus dedos bordean los contornos de mi marca de nacimiento y me van calentado poco a poco, su toque es tan suave, tan dulce que cierro los ojos disfrutando sus caricias. Se detiene de pronto y cuando estoy a punto de voltear siento sus labios en mi cuello, ¡oh dios!, sentí un descarga eléctrica muy fuerte recorrer desde donde ella había posado sus labios. Continuo besando mi cuello y me tomo fuertemente de la cintura, bajo por mi hombro y llegó a mi espalda delineando con la punta de su lengua mi marca de nacimiento. A este punto mi respiración estaba acelerada y jadeaba un poco.

Paró y me abrazó por detrás me dijo:

-Quiero que te relajes, mi amor.

Asentí y me giré para quedar frente a frente, me besó suavemente y sus caricias en mi cuello, hombros y brazos también eran suaves. Lentamente desató mi toalla y quedé completamente desnuda. Debo admitir que sentí un poco de vergüenza, nadie en este mundo había visto mi cuerpo totalmente desnudo y crucé mis brazos tratando de taparme un poco. Jillian me sonrió.

-No hagas eso amor, eres hermosa.

Me separó los brazos y me besó otra vez, poco a poco perdí mi timidez, la abracé e introduje mis manos bajo su blusa de dormir y se la quité. La vista de sus senos era un paisaje digno de contemplar, lentamente la toque en su canalillo y le dije un poco jadeante:

-Quiero que… me hagas el amor Jillian… quiero ser tuya… te deseo.

Me besó con furia y agarró mis senos con sus dos manos apretándolos un poco, eso me hizo suspirar y tomarla por la cintura para pegarla más a mí.

Nuestras lenguas eran animales salvajes en nuestras bocas, se acariciaban y a la vez batallan en una dulce lucha.  Terminé por quitarle el sujetador y tocar con mis dedos sus pezones que ya estaban duros y eran hermosos, toda ella era hermosa. Entre besos me llevó a la cama y me recostó, se colocó encima de mí y fue besando mi cuello para luego regresar a mi boca, era un sendero de besos el que trazaba hasta que llegó a mis senos y pasó la lengua por el pezón de uno de ellos, di un respingo y gemí un poco, la sensación era tan placentera que podía escuchar los latidos de mi corazón agolparse en mis oídos. Ella se encargó de besarme, lamerme y succionarme los senos como si no hubiera mañana.

En ese deseo que me mataba me incorporé y la recosté sobre la cama, la besé en la boca y en su cuello, su olor me llenaba los sentidos: Repetí lo que ella había hecho con mis senos y pude sentir como su cuerpo temblaba de emoción, emoción que me contagiaba y me hacía besar sus pechos con más intensidad, su pezón era una delicia en mi boca que provocaba pequeños suspiros de mi parte.

Mi amor… por favor… déjame besarte – dijo Jillian entrecortadamente.

Me separé de ella y la besé en la boca, me agarró los brazos y me volteó para ella quedar encima de nuevo, me volvió a besar los senos pero tomó dirección de mi abdomen y siguió bajando hasta llegar a mi entrepierna, podía sentir su respiración sobre mis bragas y sus dedos bajándolas poco a poco, ¡Oh Dios! Era la primera vez que me iban hacer eso, no sabía qué hacer o qué esperar, estaba intranquila y nerviosa. Jillian al parecer notó mi estado, porque temblaba, tal vez un poco por excitación o por la inquietud, y me dijo.

-Alejandra, tranquila cariño… no sabes cuánto deseo hacerte esto.

Le respondí en un gemido que sí, que lo hiciera. Si ella me deseaba, yo me entregaría de todas las maneras que ella pidiera. Terminó de quitarme las bragas y tocó mi vagina con su mano, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, pude sentir como agarraba mis fluidos, los llevaba hacia mi clítoris y masajeaba este con sus dedos. La boca se me llenaba de saliva y mi corazón subía hasta mi garganta.

Luego de este masaje excitante me besó justo sobre el clítoris tomándolo entre sus labios, lo jaló un poco y luego lamió desesperadamente. A estas alturas yo estaba a un paso de correrme y cuando su lengua lamió desde mi clítoris hasta mi entrada y se introdujo un poco en mi interior me corrí intensamente, como nunca lo había hecho. Un calor invadió todo mi cuerpo junto con una sensación de electricidad en mi vientre y por un instante se me fue el aliento.

-Si nena, termina – dijo Jillian cuando ya estaba recuperando de nuevo la respiración.

Me besó apasionadamente y pude probar mis fluidos de su boca.

-¡Ha sido genial! Gracias – le dije llena una felicidad que embargaba, nunca me había sentido así, nunca me había sentido tan querida por nadie alguien y que este alguien fuera Jillian… ¡Wao!

-No tienes porque agradecer… te amo.

-Yo también amo.

La besé dulcemente pero luego los besos se volvieron cada vez más apasionados, quería devorarme su cuerpo, comérmela entera, así que me separé y bajé lentamente por sus pechos, su abdomen, su pelvis que lamí y llegué a su vulva, a sus labios que me esperaban húmedos y calientes.

Poco a poco recorrí toda la extensión de su sexo con mi lengua haciéndola gemir, después llegué a su clítoris para acariciarlo, besarlo y morderlo suavemente. Su piel era suave al contacto y expelía un aroma a mujer irresistible. Su sabor era exquisito y sus fluidos llenaban mi boca haciéndome desearlos cada vez más, me sorprendí de lo mojada que volvía a estar, lo excitada que me sentía por todo lo que estaba haciendo.

Jillian no tardó en correrse llenándome la boca de sus jugos, líquidos que no tardé en tragarme. Me agarró de los brazos y me llevó hacia arriba besándome con deseo, nuestras lenguas se volvieron a enamorar.

-Amor, sé que esta es tu primera vez… y… y… quiero estar dentro de ti, quiero hacerte mía – dijo con la voz llena de amor y medio suplicándome.

Le di un beso suave y rápido.

-Claro, quiero ser tuya… quiero que seas tú quien me folle por primera vez.

Me sonrió cariñosamente y me recostó en la cama colocándose sobre mí, llevó su mano derecha a mi vagina y pasó su dedo delicadamente mientras besaba mi cuello.

Yo estaba excitada y nerviosa a la par, en unas cuantas masturbaciones había entrado mi dedo pero no duraba mucho ya que sentía un poco de dolor, y por lo general siempre me masturbaba frotando mi clítoris.

-¿Lista? – me preguntó.

-Sí, hazlo.

Entro poco a poco en mí, a la primera sentí un pequeño dolor adentro pero no duró mucho y desapareció poco tiempo después, de igual manera Jillian esperó un ratito y me dijo:

-Cariño, estás apretada… me gusta sentirte así.

La besé suavemente y ella prosiguió con su dedo, empezó lento y suave y medida que mi vagina la acogía fue haciéndolo más fuerte, sacaba y metía, adentro y afuera, Rein Raus, fue genial, me sentía tan bien. Jillian tenía realmente los dedos perfectos y cuando introdujo un segundo pude sentirla arriba, lo hacía tan profundo que mi vientre sentía sus embestidas.

-Ahhhh, Ahhhh ¡Jillian! Me corro...

Me aferré a ella, la abracé y la besé como si no quisiera que se fuera nunca, que permaneciéramos así para toda la vida. Me corrí entre gemidos y suspiros.

-Nena… - me dijo gimiendo y suspirando - te sientes tan bien… creo que me voy a correr también… Ahhhh.

Luego del orgasmo que ella me había dado no pude evitar excitarme demasiado al verla de ese modo, así que llevé mi mano a su sexo y froté su clítoris con fuerza hasta que terminó de correrse. Me encantaban sus gemidos y ver su cuerpo temblar y estremecerse era mucho para poder soportarlo. Cayó rendida sobre mí para segundos después llenarme de besos y caricias.

-Ha sido… maravilloso – le dije

-Si mi amor, ha sido hermoso.

Nos dormimos abrazadas, desnudas y exhaustas. El fin de semana había apenas empezado.