Mi marido llevaba un tiempo proponiendo que hiciésemos alguna locura. Desde que tuvimos a nuestra hija nuestra vida sexual es aburrida, y decía que necesitaba más. Insistía día tras día. Una noche, con ella acostada, ya desnudos en la cama y su polla creciendo despacio en mi mano, puso una porno.
No podía creer que se me hubiese vuelto a pasar. Llevaba una temporada muy agobiado por el trabajo y me había despistado. Últimamente la tenía un poco de lado, no me daba la vida para todo. Lo sé.
Llevábamos todo el día bebiendo. Literalmente. Reventados y borrachos, acabamos los tres en casa: mi mujer, mi amigo y yo.
Yo también di un nombre falso. Olga, dije tras llamar al timbre.
Llevabas años fantaseando con ello. Lo sabía. Me lo habías dicho decenas de veces. Mientras hacíamos el amor, cuando nos emborrachábamos Pero también sobrios, con la cabeza fría y nuestros sexos calientes y húmedos Te encantaba imaginarlo.
Su piel se erizó cuando apoyó dos dedos sobre su clítoris. Abrió los ojos para mirarle. Él esperaba su aprobación. Ella asintió, mordiéndose el labio.
Era ligeramente temprano sobre la hora acordada en la mancebía. No pude contener un ligero temblor en la voz al llamar al timbre y dar mi nombre falso.
En cuanto me hube recuperado de mi orgasmo y las manos comenzaron a responder (lee http://todorelatos.com/relato/121842/ para saber de lo que hablo) envié el vídeo a mi Carlos. Yo también quería probar algo así. Dos pollas para mi. No, no lo quería. Lo necesitaba.
Tengo que confesar que me volví una adicta. Aquel día en que mis bragas acabaron en el suelo algo se estableció dentro de mi y cambié para siempre.
Una vida anodina. Una pillada a su hija. Vino y sexo.
"Tú no has venido aquí a por café", te dije
Habíamos salido de fiesta con un grupo de amigos, pero al final quedamos ella y yo. Su novio no había venido, y la mía ya se había ido, pero todavía teníamos ganas de una última ronda.
Aquél viernes estaba sola en casa. Eran las ocho y media, y mi marido no volvería hasta el domingo
Álvaro, mi marido, me ha pedido que le relate lo sucedido. No se atreve todavía a ver las imágenes, pero su lado morboso implora información. Estas líneas serán mi confesión.
El matrimonio es amor y rutina. La rutina, seguridad y aburrimiento. El sexo tiene cabida entre amor y seguridad, pero la pasión rara vez crece entre rutina y aburrimiento. Por eso a veces conviene cruzar líneas que separan unos y otros, para que el aburrimiento no lleve al desamor.
Se acerca la hora del vermú, tendremos que ducharnos. Esa fue su frase cuando subió las escaleras. Me quedé mirándole, todavía tumbada en el suelo. Junto a mi, el charco de semen como prueba de lo que acababa de ocurrir y justificación de mi sudor.
Me desperté en la cama de Miguel. La cabeza me martilleaba ligeramente por el vino. Estaba sola y desnuda, recordando cómo tuve que calmar mi calentura masturbándome a su lado, casi humillada, dominada por mi sexo.
Miguel era uno de mis más viejos amigos. Hacía años que no nos veíamos, pero todavía nos escribíamos de vez en cuando. Ahora me voy a casar con Juan. Y sin embargo, aquí estoy, en un pueblo perdido de Galicia, llamando a la puerta de Miguel.
Una fiesta en casa. Amigos. El jefe de mi novio.
El placer de mirar y ser mirado, con su novia compartida por primera vez
Esta ha sido la historia de mi caída. O de mi ascensión.
La chica que provocó mi orgasmo en el bar, entre mis dos amantes, se convierte en una obsesión. Pronto se envuelve en un misterio que desvelaremos a costa de subir aún más la apuesta, a cambio de todo el placer que se puede obtener en sus manos.
En una noche dedicada al deseo, tras haber disfrutado de la infidelidad y de sus sexos, descubriré el placer de sentirme observada y a merced de extraños
La tarde más sexual de mi vida iba a dar a su fin, y tenía que pensar en mi siguiente paso, con mi novio y su amigo esperándome desnudos en nuestra cama. ¿Qué quiero hacer? ¿Qué debo hacer? ¿Hasta dónde queremos llegar?
Nuestras vidas se cruzan una y otra vez, y sé que eres un hijo de puta