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Hoy, pasado de un presente

en Hetero: Primera vez

Hoy, empaquetando mis cosas para llevármelas a mi nuevo piso, en el segundo cajón de la mesita de noche de mi habitación, he descubierto mi cajita de color rojo, en la que he guardado durante mucho tiempo todas mis cartas, postales, fotos y demás objetos significativos para mí, y la cual había abandonado hacía tiempo, dios mío, ya ni me acordaba de ella. Pero al verla no he podido evitar abrirla y sonreír.

Allí estaban todos mis recuerdos, mis vivencias, mis sitios preferidos, mi gente, poco a poco he empezado a sacarlo todo, mis fotos de peque, las fotos que nos hicimos en el foto matón Lourdes, Paula, Tamara y yo, que ni podíamos entrar en la cabina, ohhh, y las cartas que nos escribíamos entre semana contándonos todas nuestras dudas sobre aquel chico que nos gustaba, o sobre lo que teníamos que hacer, o lo que esperábamos que pasara…Todo parecía estar tan lejos, era como otra vida, donde uno es más ingenuo y le da más importancia a las pequeñas cosas, intentando guardar cada objeto como para retener el tiempo en él.

También estaba aquella pulsera de cuero de mi mejor amigo, la había guardado como oro en paño, siempre pense en ponérmela, pero el miedo de perderla era enorme, era lo único que me quedaba de él, no podía perderla a ella también.

Y las postales de los viajes que hice con las niñas, las entradas de las discos…que tiempos aquellos!

Pero lo mejor estaba por llegar, aquel lazo rojo sujetaba todas las cartas que me había escrito él, en ella me contaba todos sus sueños, ilusiones, deseos, sentimientos…Realmente no vivíamos tan lejos como para tener que escribirnos una carta semanal, pero fue parte de nuestra relación, era como decir las cosas de otra forma, cuando ni buscando las palabras más adecuadas sabes expresarte, y la mejor forma que en encuentras para hacerlo es escribiéndolo.

En un año y medio había escrito miles de cartas, intentando ser original en cada una de ellas, algunas contenían poesías, otras canciones, dibujos, aromas…estaba enamorada de él, ahora cierro los ojos estirada en la cama, y lo reconozco, en aquel momento no quise hacerlo, estaba demasiado dolida como para hacerlo, pero mi relación con él a marcado gran parte de mi vida.

Recuerdo como comencé a salir con él, tenía 18 años, era mi primer novio, y no es que los otros no contarán, pero él fue el primero en entrar a casa, así que para mí era el primero con el que mantenía una relación de más tiempo, más comprometida y el cual presentaba como tal a mi familia.

(Una leve sonrisa aparece en mi cara) Realmente era guapo, no sé por que no me fije antes en él, nos habíamos conocido trabajando juntos, y más de una vez me había invitado a ir a la playa, cosa que yo había rechazado, aunque más tarde coincidíamos en los locales de fiesta…hasta que una tarde estando los dos con un grupo de amigos mutuos, me pidió para bailar y entre la multitud me dijo de salir con él.

Recuerdo que no le conteste, simplemente me acerque hacía él y lo bese, desde aquel momento fuimos quedando y escribiéndonos, todo parecía ir genial, los estudios, el trabajo, las amigas…

Y llego el verano, y con este mi cumpleaños, llevaba saliendo con él 8 meses, pero todavía no habíamos mantenido ningún tipo de relación sexual. Yo siempre era de las que decía que hasta que no me casara nada, madre mía, y que lo decía convencida(carcajadas), dios mío, menos mal que mi idea cambio, pensado en que, si lo quería tanto, por que no tenía que hacerlo con él?

Así que el mismo día de mi cumpleaños le deje una nota en su cartera, poniéndole que esa noche iba a ser suya. Habíamos alquilado un apartamento para pasar el fin de semana y poder celebrar allí mi cumpleaños con todos nuestros amigos, aunque eso sería al día siguiente, la primera noche sería solo para nosotros dos.

Preparamos la cena, pero casi no teníamos hambre, así que pronto terminamos. Me propuso ducharnos juntos, mmmmmm, creo que es la mejor ducha que me he dado. Recuerdo como sentí sus manos desnudándome, mientras que mis mejillas ardían de calor, al sentirme completamente desnuda ante él, casi indefensa, y el escalofrío que recorrió mi cuerpo al sentir su mirada clavada en mí, observando cada milímetro de mi cuerpo, dibujándolo con las yemas de sus dedos. Y aquellos ojos que me miraban con deseo, ternura, lujuria, pasión…

Se despojo de su ropa, y vi por primera vez su cuerpo al completo, era precioso, tenía un cuerpo atlético, algo delgado, pero fibroso, moreno, casi sin vello, recuerdo que no me atrevía a mirarlo con descaro, hasta que él me lo pidió, entonces puede deleitarme, tenía un sexo precioso, ni grande, ni pequeño, erecto por la excitación, con un glande rosado y llamativo, no recuerdo bien que sensación sentí al notarlo en mi vientre, mientras que sus brazos me rodearon y sus labios se unieron a los míos, pero mi cuerpo empezó a temblar de la excitación.

Nos metimos en la ducha, y dejo caer el agua tibia sobre mis pechos, observando el recorrido de está hasta mi sexo y bajando entre mis muslos hasta mis pies, me giró de espaldas a él y volví a sentir su sexo, pero entre mis nalgas, deseaba sentirlo dentro, quería ser suya, amarlo. Dejo caer otro chorro de agua por mi espalda, mientras que empezó a enjabonarme suavemente, acarició mi espalda hasta llegar a mis nalgas, las enjabono, las masajeo, y paso su mano hacía mi vientre subió hacía mis pechos acariciándolos con el jabón, mientras que su cuerpo se apretaba más al mío.

Mis piernas empezaron a temblar, notaba mi sexo muy húmedo, pero sus manos no cesaban de acariciar mi cuerpo de arriba a bajo, cerré mis ojos y eche mi cabeza hacía atrás, reposándola en sus hombros, mientras que sus labios, besaban mi cuello y sus dedos hábiles, buscaban en mi sexo el máximo placer, entre gemidos y roces, llegue a mi primer orgasmo, pero no paro allí.

Salimos de la ducha, nos secamos mutuamente, y nos fuimos hacía la habitación. Recuerdo que me tumbo boca arriba, tal y como estoy ahora, y empezó a besarme desde la punta de los pies hasta la frente, no dejó ni un centímetro de mi piel sin la huella de sus labios, se tumbo sobre mí e instintivamente yo separe mis piernas, para que se colocara entre ella. Al sentir su sexo contra el mío, creí morirme, pero antes de empezar a penetrarme, se recreo lamiendo mis pechos, acariciándolos, besándolos, succionando mis pezones duros como piedras, por la excitación, para más tarde ir penetrándome lentamente, y justo en ese momento mis músculos se tensaron por el miedo y los nervios me invadieron, así que él se hecho hacía atrás, me miró a los ojos y me pregunto si estaba segura de que quería hacerlo, que me quería, y no le importaba esperar el tiempo que fuera necesario, aquella frase hizo desaparecer mis miedos.

Le conteste que sí, que quería sentirlo dentro de mí, que lo deseaba, que lo amaba y que no quería dejarlo pasar, que estaba segura de ello totalmente. Y diciéndole esto, me beso en los labios apasionadamente, mientras que su sexo iba adentrándose en el mío. Sentí su dureza, su forma, su calor… aunque costo lo nuestro que entra del todo, pero cuando sentí aquel leve pinchazo, supe que ya era suya, mis músculos se relajaron y pude disfrutar del va y ven de sus caderas, de sentirlo plenamente en mi interior, llenándome de él, mientras que sus brazos me abrazaron con fuerza, haciéndome sentir que éramos un solo ser.

Pero ahora me doy cuenta que uno no necesita de cajitas de color rojo para mantener vivos sus recuerdos, sólo tiene que cerrar los ojos, mirar en el videoclub de su corazón, y poner el play en una parte de su cerebro.