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Cambios de liderazgo

en Sadomaso

Ringgg, Rinnggg

Hotel Presidente, le atiende Gemma, en que puedo servirle?

La próxima vez que cojas el teléfono mira de no hablar tan rápido, por que no se te entiende una mierda.

Sí señorito Alejandro.

Esa era la forma tan agradable que tenía el hijo del Sr. Juan, el propietario del Hotel, para darnos los buenos días a los de recepción.

Mi trabajo era el de suplente de jefe de recepción, con lo cual, siempre y cuando esté llamaba, de las 2 personas que estábamos en recepción, me tocaba a mí cogerlo, ya que, Segundo, el jefe de recepción, quien se encargaba de hablar con él siempre, apuraba sus últimos quince días de vacaciones en Marbella,

Por cosas de la vida, el agradable del señorito Alejandro, el cual viva en New York, desde hacía un año, y yo no conocía más que por sus agradables llamadas a las siete de la mañana, había decidido visitar a su padre y tener una estancia de 15 días con nosotros.

Núria, a que no sabes quien va a dignarse a visitarnos? – le dije mientras colgaba el teléfono.

¿Quién?- frunció el cejo

Tu queridisimo señorito- le solté sonriendo de oreja a oreja- Por fin podré conocer al agradable y pequeño déspota de la casa.

Núria palideció de golpe, me asuste pensando que se me desplomaba en el piso, pero atine a ponerle una silla, para que se sentara en ella.

Te encuentras bien?

Cuándo llega?

Su rostro delataba pánico, sus manos estaban heladas, y un sudor frío recorría su rostro.

Te sientes bien, estás mareada?

No! Cuándo llega?!

Me quede sin habla, Núria, no era del tipo de personas que alza la voz por nada, es más, siempre mantenía un tono de voz dulce y suave, siempre había sido una persona agradable, atenta, y muy buena compañera, no entendía su reacción.

mañana, ¿por qué?

Recogió sus cosas de inmediato y salió corriendo hacía la puerta, yo la llamaba por su nombre, pero estaba como ida, las únicas palabras que salieron de su boca fueron.

Me tengo que ir, me tengo que ir, me tengo que ir…

Aquella situación me dejo perpleja, sabía perfectamente que el señorito Alejandro, era un ser déspota, desagradable, altivo, arrogante… ¿ pero hasta el punto de tenerle miedo?

Cuando faltaban cinco minutos para que se terminara mi turno, llame a Jacob, el metre del hotel, era un chico de origen árabe, alto, delgado, con una sonrisa perfecta, llevaba dos años trabajando allí, y era el único que se dignaba a hablar de algunas de las rarezas de los dueños, gracias a él y a Segundo, sabía perfectamente que el Sr. Juan odiaba que la gente tosiera, ya que, según parece podía contestarte con tono altivo, que aquello era un hotel, no un hospital, o dejar al cliente o cualquier cosa que estuvieras haciendo, para nada más verlo bajar por las escaleras, decirle "Buenos días Sr. Juan" así dependiendo de la hora del día…

Según Jacob, yo había tenido suerte, le había caído en gracia al Sr. Juan, y según parece me daba más margen que a otras chicas que habían estado en la recepción. Era la única que había durado más de quince días, ya que, la demás o por su cabello, tono de voz, forma de tratar… no habían durado más de quince días en la recepción del hotel aguantando las insolencias del difícil carácter del Sr. Juan, el cual dentro de lo que cabe y según parecía ser, no era nada comparado con el del señorito Alejandro, que a sus 23 años, mandaba como un tirano.

Después de tres cafés y casi 4 horas de charla con Jacob, me estaba enterando, que el Sr. Juan tenía problemas de insomnio, que la relación con su segunda esposa y madre de su único hijo, el señorito Alejandro, no era de lo más cordial, que ella llevaba 3 años en New York, por que según se decía el Sr. Juan tenía la mano muy larga y la bragueta muy floja.

Que su único hijo, odiaba a su propio padre, quizás por ser tan parecido a él, pero que adoraba el dinero que este poseía, en cambio el Sr. Juan bebía los vientos por esté y todo lo que el señorito digiera, o mandara, o deseara tenía que ser hecho al instante, y que al parecer el señorito había cogido entre ojos a Núria y le hacía la vida imposible, humillándola, gritándola y riéndose de ella delante de la clientela del hotel, hecho que desato en una baja de una año por depresión.

Me fui a casa pensando en todo lo que me había dicho Jacob, aquel niñato era un hijo de puta!, ahora entendía perfectamente por que Núria se había puesto de aquella forma, por que Segundo, nunca le dejaba coger el teléfono cuando el botón rojo se encendía, y por que ella siempre se cogía vacaciones cuando temía que él nos visitara.

Lo que no me coincidía es que si realmente el Sr. Juan bebía los vientos por su hijo y este odiaba a Núria, ¿cómo es que todavía seguía en el hotel? No hubiera sido ni la primera, ni la última despedida por que sí.

Al día siguiente Núria estaba en la cafetería del hotel, esperándome para desayunar.

Buenos días Núria.

Hola Gemma, perdona por lo de ayer, no quería…

Eh! no sigas, no pasa nada, un día malo lo tiene cualquiera, no?

Me miro con agradecimiento, me lance a por ella y la abrace, aunque era 3 años mayor que yo, su físico y carácter la hacía parecerse a una muñeca de porcelana, débil y delicada, supongo que esa era la ventaja del señorito Alejandro.

El día paso tranquilo, varias llamadas de agencias confirmando la estancia y la próxima llegada de varios clientes, y cuatro o cinco turistas en busca de un alojamiento económico y confortable, hasta que la luz roja volvió a iluminarse, no le di tiempo a sonar muchas veces.

Hotel Presidente, le atiende Gemma, en que puedo servirle?

Vamos aprendiendo, ahora con un tono de voz más cálido y sensual, y también podrás pedir trabajo en un 906.

Buenos días señorito Alejandro, en que puedo ayudarle?- En mi cabeza esa no era la respuesta, pero preferí morderme la lengua y envenenarme yo misma.

Llego a las cinco, lo quiero todo como siempre.

Sí, señorito Alejandro.

Y quiero que sea Núria, la que se encargue de revisarlo todo, ella ya sabe como me gustan a mí las cosas.

Aquello me dejo sin palabras, como iba a decirle a Núria que se metiera en la boca del Lobo.

Imbécil a que esperas para responderme!!??

Sí ( hijo de puta), señorito Alejandro, estará todo a su disposición.

Colgó y le comente a Núria la conversación, pense que le daría otro paludismo, pero cual fue mi asombro que con una entereza aplastante, cogió las llaves de la habitación 107, la cual quedaba en el fondo del pasillo del primer piso, justamente enfrente de la entrada al piso del Sr. Juan y desapareció hacía el Office.

Me quede gilipollas, ¿qué es lo que estaba pasando?, no entendía nada ¿cómo podía ser que ayer saliera escopeteada como si hubiera visto la muerte, y hoy ni siquiera reaccionar? ¿ iba dopatada o había superado el miedo de golpe?

Quedaban quince minutos para las cinco, y un cuarto de hora para que se acabara mi turno, pero Núria todavía no había vuelto de la habitación del señorito Alejandro.

Me entretuve en ordenar varias carpetas en la estantería que cubre nuestras espaldas, cuando el ring de recepción sonó dos veces, me giré en la propia escalera para ver de quien se trataba.

Era un chico alto, delgado, con un rostro aniñado pero atractivo, muy bien vestido, con una carpeta entre las manos y una sonrisa encantadora, apoyado en la barra de recepción.

Me baje de las escaleras y con la mejor de mis sonrisas le dije:

Hola, Buenas tardes, en que puedo ayudarle?

Veo que al natural, no necesitas practicar lo de cálido y sensual.

Mi sonrisa se vino debajo de un soplido, mientras la suya se agrandaba de oreja a oreja.

Vaya, parece ser que no te alegras de ver a tu futuro jefe.

Buenas tardes señorito Alejandro.

Hola querida Gemma- extendió su mano hacía la placa de mi pecho, haciendo ver que leía mi nombre, mientras que sus ojos se clavaban en mis ojos.

Su habitación estará disponible en breve.

Alejo su mano de mi placa, se enderezo, y borrando la sonrisa de su rostro y clavándome una mirada de indiferencia, me ordeno que avisará a su padre de su llegada.

Mientras el Sr. Juan me comentaba que ahora mismo bajaba, señorito Alejandro empezó a merodear por el hotel, se dirigió a la cafetería, se pidió un martini blanco con una aceituna, luego bajo hacía el comedor, reviso las mesas, la cubertería, más tarde entro a la cocina y desde la recepción se pudo oír varios gritos, y el crujir de los platos contra el suelo al romperse.

Estaba mirando hacía la puerta de está, cuando el Sr. Juan apareció.

Buenas tardes Sr. Juan

¿Dónde esta mi hijo Gemma?

Su hijo Sr. Juan esta en la cocina.

Diciéndole aquello, salió el señorito Alejandro por la puerta de los office que comunicaba con la cocina.

Hola Padre

Hola hijo mío.

El Sr. Juan hizo intención de darle dos besos y darle un abrazo, pero esté sólo se limito a extenderle la mano a su padre, como si de un extraño se tratara.

Observando aquella escena y pensando en el cambio tan revolucionario que se presentaba con el señorito Alejandro curioseando en todo hotel, no me di cuenta de la presencia de Núria que bajaba de las habitaciones.

Saludo a ambos dueños como correspondía, pero con la diferencia que al Sr. Juan lo miro a los ojos, y al señorito Alejandro le bajo la mirada, como en señal de sumisión, se le veía tranquila, demasiado, aquello todavía me desconcertaba más.

Recogí mis cosas y despidiéndome de los tres, me dispuse a salir de aquel hotel, no sin que antes el señorito Alejandro me ordenara despertarlo a las ocho de la mañana.

Aquella noche había quedado con Jacob para tomar algo juntos, lo esperaba sentada en las escaleras que hay delante de la plaza del hotel. Por los ventanales del comedor supe, que Jacob acabaría tarde de recoger el comedor, estaba repleto, y si terminaba pronto lo mismo se encontraba con el déspota del señorito, y le mandaba alguno de sus caprichos.

De pronto vi salir a Jacob, me acerque hacía él.

Estás?

No, todavía me quedan 5 mesas, pero todas ellas están por los postres, sólo salí a avisarte.

Mmmm ok, tranquilo te espero.

Ah! Sabes que?

¿Que?- le pregunte con indiferencia.

¡A Núria le a tocado hacer horas extras!, así que mañana estarás sola.

¡¿Que?!- yo ya no salía de mi asombro.

Lo que oyes, todavía esta ayudando al señorito Alejandro en su habitación.

Mi curiosidad ya no podía más, entre en el hotel con Jacob y me perdí por la cocina, cogí unas fresas que había en la encimera, para matar mi hambre y espere a que él tuviera un rato, para escaparnos hacía la habitación del señorito.

Al rato, me hice con las llaves del office, y subíamos ambos por las escaleras internas.

Hacía poco que había descubierto el secreto del Sr. Juan, Jacob todavía no lo sabía, pero al llegar al office y mirar por donde le indique lo entendió todo.

Al Sr. Juan le iba el voyerismo, había habilitado en cada una de las habitaciones que comunicaban con el office, una nueva colección de cuadros situada justamente delante del espejo de la habitación, con lo cual, se tenía una amplia visión de la habitación, pudiendo observar tranquilamente lo que pasaba dentro de ella.

Cuando miramos por el cuadro, nos quedamos flipados, es más, le pegue un pellizco a Jacob para saber si realmente era un sueño, pero al ver su reacción entendí que no.

Núria permanecía desnuda de pies a cabeza, la única prenda que cubría su cuerpo, era una especie de tiras de cuero en forma de body, que alzaban sus pechos y se perdían por su cintura, envolviéndose en sus muslos y dejando a la vista su sexo, el cual, estaba siendo afeitado por el mismo señorito Alejandro, con una antigua navaja.

Jacob y yo nos miramos, estabamos alucinados, pero a la vez excitados de aquella situación, no comprendíamos, pero nuestra curiosidad nos podía más, así que volvimos a mirar.

El sexo de Núria, relucía a contraluz, el señorito Alejandro, se acercaba hacía los pechos de ella, con dos aros, nuestra primera idea, fue pensar que le haría un pearcing, pero para nuestro asombro, está ya los tenía, sólo que sin aretes.

Adorno sus pequeños pezones rosados con dos aretes, ella sin dar muestras de ningún tipo, permanecía con la cabeza baja y la mirada en el suelo.

El señorito, estiro de la cuerda que unía los dos aretes, haciendo que los pezones se endurecieran al estirón de esté, coloco dos pesas en el final de la cuerda y las dejo balancear de un lado hacía el otro, los pechos de Núria se movían al compás del movimiento, su piel se veía tirante, sus pezones rojizos, pero al mismo tiempo duros, y un sudor húmedo recorría parte de su cuerpo, ofreciendo una visión más erótica de su piel, sin duda alguna era una visón dura pero sensual a la vez.

Le ordeno que se pusiera contra la pared, mirándole a los ojos, con los brazos extendidos y las palmas de las manos abiertas, mientras que de su maleta sacaba un fino látigo acabado en trozos de cristal.

Mira lo que te ha traído tu dueño, es un nuevo juguete que corre por New York.

Y diciendo eso le asedio un latigazo en las yemas de las manos. El dolor hizo expresión en la cara de Núria y las gotas de sangre dejaron sus marcas en la alfombra, de nuevo otro golpe, esta vez en los hombros, el efecto de aquel látigo era como si los cristales tuvieran vida propia y fueran disparados a una velocidad, capaces de arañar hasta la propia alma.

La sesión duro varios minutos, hasta dejar la piel de Núria en un estado lamentable, difícil de disimular el día después, con un hinchazón espectacular degradando totalmente la esbelta figura de los brazos de Núria.

Aquellas imagines golpeaban mi mente, como hacía unos según el látigo las yemas de Núria, no podía entender que permaneciera inmóvil, sumisa, obediente, mientras aquel sádico la humillaba verbalmente, la mutilaba físicamente y la agredía psicológicamente, dejándola en un estado autista.

Volví a mirar, el señorito Alejandro se había dignado a desprenderse de la americana, pero el resto de su cuerpo permanecía todavía vestido, acerco un bote de agua oxigenada a las heridas de Núria, pero por el quejido de está, y primera reacción de ella para nosotros, comprendimos que no era otra cosa que alcohol, me imagino el ardor que debió de sentir en aquel momento, cualquier persona hubiera soplado sus heridas para apaciguarlas, pero el macabro del señorito sólo se digno a tapar estás con sus manos y ofrecer un calor todavía más intenso y doloroso que la propia herida.

Viendo aquella situación, la sangre también se me altero a mí, y me dispuse a entrar en aquella habitación y acabar con aquella agresión. Pero Jacob me impidio hacer nada, me saco del hotel con la boca tapada por su mano, evitando los insultos que afloraban de mi interior hacía aquel desquiciado.

Jacob me dijo que esa no era la forma más inteligente de actuar, pero en aquel momento mi mente no pensaba en si lo era o no, aunque aquella misma noche Jacob me propuso una venganza.

Cómo era de esperar al día siguiente, Núria no apareció por el hotel y según la chica de recursos humanos, había pedido la baja, aquello me asusto más, ¿ hasta donde fue capaz de llegar aquel energúmeno?

A las ocho y diez llame a su habitación para despertarlo, pero nadie atendió el teléfono, pero por los gritos que se oían por las escaleras, sabía que era él, que bajaba furioso, insultándome, alegando que era una inútil, incapaz de hacer nada bien, aquello ni mucho menos me afecto, yo quería llamar su atención, quería cabrearlo, quería sacarlo de sus casillas y eso ya lo estaba consiguiendo, al ver mi reacción se sorprendió.

Me acerque a él y le ofrecí el regalo que llevaba en mis manos, el atónito lo miro, me miro y me ordeno que lo siguiera hasta su habitación. Una vez allí me ordeno sentarme, y así lo hice, abrió el regalo y se encontró con un despertador.

Así no tendré que llamarte.

La furia se reflejo en su rostro, sus manos se cerraron y yo ya estaba preparada para recibir mi primer y único golpe, este no se hizo de esperar, caí al suelo, manchando de sangre otra parte más de la alfombra. Me levante como si nada y recogí parte de la sangre de mi labio inferior y la chupe mirándolo fijamente a los ojos, mientras le decía:

¿Eso es lo máximo que me puedes ofrecer?

Desconcertado, se abalanzó hacía mi y antes de que pudiera golpearme, Jacob le atinó con una de las sillas en la cabeza.

Entre los dos lo desnudamos, lo atemos al techo, a un palmo del suelo y cerramos sus labios, al rato recobro el sentido, me miro y mi primer latigazo fue a para a su rostro, un quejido mudo de su boca, " no tienes permiso para mirarme", obedeció.

Me acerque lentamente hacía él y le coloque un estrangulador, para aquellos que duden de lo que es, comentar que es un tubo de acero, de unos siete centímetros de ancho, el cual se coloca en el inicio de los testículos, ofreciendo un peso notable sobre ellos y un dolor desbordante a la hora de eyacular. Esto acompañado de una boca artificial, con una mamada continua puede llegar a ser desesperante.

Pero todavía faltaban los bonitos adornos que Jacob le regalo en forma de pearcing en los testículos y el glande, el señorito se desmayo varias veces, pero Jacob no le dio tiempo a acostumbrarse, mientras que yo, elegía otro juguete para nuestro apreciado esclavo.

En su maleta encontré un juego de bolas chinas con la particularidad de que cada una de ellas tenía una forma distinta, unas eran lisas, otras arrugadas, otras con puntas…pero todas ellas unidas entre sí por un cordón y separadas a su vez por unos pequeños conos, eso significaba que la entrada de cada uno de ellos era fácil, pero la salida, podía acabar en desgarre.

Dude entre probarlo o no, pero mi lado mezquino siguió adelante cuando vio los ojos húmedos del señorito abiertos de par en par, adivinando mis ideas.

Después de probar cada uno de los juguetes, pude entender cual es el placer del sadomasoquismo.

No se trata de la sumisión o el dolor - placer que pueda llegar a sentir aquella persona, a quien sometes, sino de la sensación de poder, autoridad, placer y autoestima que proporciona el hacer lo que uno desea con todo aquello que le rodea.

Es un deseo sexual egoísta.

Por lo tanto la adicción no es la del sumiso por el dolor o placer que pueda sentir, sino la del amo por su sumiso, que le proporciona ese amor egoísta y altivo que su amo necesita.

Después de aquella experiencia, el señorito Alejandro, no volvió a venir, Núria tampoco, la mano larga de esté, se hizo extensa.

Mientras que Jacob y yo intentamos mantener una relación generosa, aturdida a veces por mi sed de poder, aunque por suerte Jacob es poco devoto de la sumisión.