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¿Podras?

en Intercambios

" Pareja de 30 y 35 años busca pareja similar para intercambio. Abstenerse curiosos. Barcelona."

Esa era la frase que Carlos, mi marido de 35 años de edad, tal y como ponía en el anuncio, había publicado en una revista de contactos para hacer realidad nuestra fantasía de tener sexo con otras personas estando ambos presentes

En un primer instante me sorprendió, habíamos hablado de llevarla a cabo, pero no como, y aquel anuncio me pillo algo desprevenida, creo que hasta él se dio cuenta, es decir, no es que la idea no me gustara, claro que sí, pero no sé, mi idea se orientaba más hacía una pareja de amigos, alguien conocido.

¿Y te ha llamado alguien? – le dije cambiando de cara.

Mmm no te lo vas a creer, pero sí- me dijo con una sonrisa de oreja a oreja- Mañana tenemos una cita para conocernos.

Vaya- mi sonrisa evidentemente no iba de oreja a oreja, más bien era algo falsa- que sorpresa.

Tranquila Bea, no te pongas nerviosa todo va a ir genial, son una gente muy agradable.

¡¿Cómo?!- le dije con cara de ocho y algo alterada - ¡¿ tú ya los has visto?!

Verás, pense que para que no te sintieras tan incomoda, sería mejor que yo los viera antes y decidir si quedábamos o no para conocernos los cuatro, y la verdad me gustaron.

Hombre muchas gracias por contar conmigo.

No te enfades mujer, además mañana los podrás conocer.

Era alucinante, sencillamente alucinante, ya no sabía si la fantasía era nuestra o de él, así que sin contestarle me dirigí a la ducha, necesitaba quitarme de encima aquella contestación suya.

Encendí el equipo de música, puse mi cd de soul, y deje que la bañera se llenara de agua, mientras yo me desnudaba ante el espejo a media luz. Desabroche lentamente mi camisa negra, hasta dejarla caer en el suelo, me mire en espejo, solté mi media melena negra y seguidamente baje la cremallera de mi falda, hice un movimiento de caderas y cayo por su propio peso al suelo.

Carlos se había apoyado en el marco de la puerta mientras me miraba.

Cuando fui a quitarme la ropa interior, se acerco hacía mi y poniéndose por detrás, mirándome desde el espejo, rodeo mis pechos con sus manos, pasando sus yemas por la suavidad del raso color negro del sujetador y cubrió parte de mis pechos con sus palmas, a la vez que me susurra obscenidades, como que aquel desconocido iba a disfrutar de las tetazas de su mujer, mientras él iba a observarnos, y a maldecir lo puta que podía llegar a ser su mujer, lo cachonda y viciosa que me pondría por tener la polla de un extraño en mi boca, al igual que él, al verme en aquella situación… te encara cielo… Carlos sabía sobre manera lo que me excitaba aquel lenguaje, me encantaba que me hablara como si fuera una guarra, una salida, una cachonda…cerré mis ojos e incline mi cabeza hacía atrás, dejándola caer en su hombro, mientras él se desprendía de mi sujetador y me dejaba delante del espejo vestida sólo con un mini tanga de raso negro, que rodeaba mi cintura con un fino hilo, que a su vez estaba cubierto por aquel liguero que él mismo me regalo el día de los enamorados.

Acerco una de sus manos a mis labios, paso sus dedos por estos y yo instintivamente los humedecí con la punta de mi lengua, introdujo un par de ellos, los chupe, al rato de estar masajeándome las tetas salvajemente, alterando así el tamaño de mis pezones, paso uno de sus dedos humedecidos por allí, mi pezón reacciono como se esperaba, a los pocos segundos su dureza era extrema, podía cortar el aire con ellos, se detuvo en ellos hasta sacarme un gemido, mientras mi propia excitación se encargaba de humedecerme.

Bajo una de sus manos por mi vientre hasta llegar a mi pubis y jugueteo con la fina línea de vellos que cubría mi clítoris, separo mis pliegues y arrancándome otro gemido paso su dedo corazón por mi raja…estás mojadita zorra… sus palabras todavía me provocaban más gemidos, quería más, pero de pronto paro en seco. Me cogió una de mis manos y la puso en su paquete, a la vez que me dijo:

Ves lo dura que se me pone sólo de pensar que otro te folle.

Después de aquella frase, ya no tenía dudas, quería hacer realidad esa fantasía, me encantaba ver a Carlos tan salido, tan lujurioso, tan apasionado. Y si esa era la forma de conseguirlo, no serían mis dudas las culpables.

Aquella noche, hicimos el amor como dos salvajes hasta caer rendidos en un profundo sueño, imaginándonos a ambos con la otra persona, en la misma habitación, mirándonos mientras eran otros los labios que nos besaban, otras las manos que nos acariciaban, otros los cuerpos que se rozaban…

El paso del día iba aumentando mi nerviosismo, no sabía si sería capaz de llegar hasta el final, no sabía si me sentiría tan poco celosa, como para no montar un numerito, por que la verdad, una cosa era mi imaginación y otra verlo en real… pero mientras íbamos de camino al hotel donde habíamos quedado para cenar, Carlos me recordó, que aquello sólo era una fantasía, que íbamos a realizar, que me ama como a nadie y que no tuviera miedo de nada, que siempre podíamos decir que no en el último momento, que no se trataba de ninguna obligación.

Sus palabras me tranquilizaron, eso hizo que durante la cena todo fuera bien.

Celia era muy atractiva a la vista, media 1.70, con unas largas piernas, muy sensuales, un pecho algo pequeño, pero bien puesto, pero lo que más llamaba la atención de ella era su trasero, duro, firme, prieto y sus labios carnosos, sensuales, provocativos, pero al hablar perdía mucho, le faltaba elegancia para mi gusto.

En cambio, Arturo, su esposo, me resulto muy atractivo y educado, y aunque se daba un aire con Carlos, esté resultaba más interesante, era algo más moreno y alto que Carlos, con unos ojos verde aceituna y una sonrisa encantadora, se le notaba muy seguro de sí mismo, de lo que quería, mostraba un carácter fuerte y por su forma de hablar un hombre de mundo.

Habíamos pillado una habitación allí mismo, así que los cafés y copas decidimos tomarlas arriba.

La habitación del hotel, tenía una moqueta de color rojo, era grande, pero acogedora al mismo tiempo, estaba formada por dos salas, una de ellas el dormitorio, y la otra una especie de sala de estar, donde se encontraba una enorme tele y un sofá.

Mientras Arturo servia las copas, los demás permanecíamos en el sofá. Celia estaba enfrente de Carlos, echándole el humo de un cigarro en formas de o en la cara y insinuándosele como una tigresa, fue entonces cuando mis celos salieron algo a flote, así que decidí ir a ayudar a Arturo. Carlos observo como me aleje de ellos y empece a coquetear con Arturo, pero no se molesto, algo que a mi sí, pero me centre en Arturo. Manteníamos una conversación amena, divertida, casi me había olvidado de Carlos, volví a mirar hacía ellos, estaban hablando como nosotros, aunque más cariñosamente, Carlos dejaba visible su erección, y me quede un instante mirándolos.

Arturo me pregunto si me molestaba lo que estaba haciendo Celia, mi respuesta fue que no, pero tampoco pensaba que a Carlos le costará tan poco fijarse en otra que no fuera yo y para colmo empalmarse con nada.

La carcajada de Arturo lleno la sala, yo me quede algo parada, pero su abrazo me tranquilizo y sus palabras más:

Bea, me permites unos comentarios, seré sincero, así que espero que no te ofendas en nada. Eres una mujer muy sexy, no tienes por que sentir celos de nadie, tienes un cuerpo precioso, unos pechos envidiables, en los cuales cualquier hombre le gustaría perderse, una cintura de locura donde enredarse y unas caderas donde agarrarse como un desesperado, ¿tu crees que tu marido te dejaría por otra mujer? No. Esto sólo es sexo Bea, nada más, no hay sentimientos, sólo sensaciones.

Entonces Arturo rompió la conversación de Carlos y Celia.

Propongo un juego, atención compañeros serviré unos chupitos de whisky para cada uno, pero con la condición de que no podemos beberlos nosotros mismos, sino que nos lo tienen que dar de beber ¿aceptáis? Celia algo eufórica, soltó un sí, Carlos le siguió y yo asentí con la cabeza, mientras Arturo me miro de tal forma, que un escalofrío recorrió mi cuerpo.

Celia cogió el vaso de chupito con sus labios, se lo introdujo en la boca y se acerco a Carlos, esté se acerco a ella y abrió su boca, mientras está le daba de beber, acabando por meterle la lengua hasta la garganta, dándole un efusivo morreo, el cual iba por lo que pude observar acompañado de un pearcing en la lengua de ella. El siguiente fue Carlos que al igual que ella, le paso la bebida de la misma forma, al parecer el pearcing tuvo su éxito, ahora sólo quedábamos Arturo y yo, intente ser algo más original y me puse el vaso de chupito en mi escote, este quedaba sujeto por mi canalillo, así que me acerque a Arturo y este bajo sus labios hasta mi pechos, mientras Celia reía como una histérica y Carlos observaba atónito, paso su lengua alrededor del filo del vaso, rozando mi piel, me estremecí dejando escapar un leve gemido, Arturo levanto la vista y me dijo con una sonrisa picara:

¿ Estas bien Bea?

Algo sonrojada le conteste que sí.

Entonces volvió a bajar sus labios hacía mis pechos los lamió lentamente y cogió con estos el vaso y se lo tomo de un golpe.

Aquella escena nunca podré olvidarla, fue el momento más erótico de mi vida.

La siguiente era yo, me quede algo cortada, Arturo cogió su vaso y se lo puso entre la cintura del pantalón y su vientre, no sabía si hacerlo o no, Carlos nos observaba con unos ojos como platos, lo mire buscando su aprobación, pero no me dio muestras de nada, así que levantando mi vestido, me arrodille ante Arturo y con ayuda de la punta de mi lengua y mis labios intente cogerlo, era algo difícil, el vaso cada vez iba más hacía abajo, hasta el punto en el que pude sentir la dura erección de Arturo.

Me pare en seco y él mismo me ayudo sosteniendo el vaso con la punta de sus yemas para que no siguiera bajando, pero eso no evito que sintiera su sexo duro, me excito muchísimo, por fin cogí el vaso y me lo bebí, cuando levante la vista, Arturo tenía una enorme sonrisa en su cara, estaba para comérselo, volví la vista y Carlos mostraba una mirada de deseo y odio, se notaba claramente que aquella escena le había puesto, y eso me puso más a mí.

Celia continuando el juego sirvió cuatro chupitos más, e inició el juego de nuevo, se quito el vestido, mostrándonos a todos la falta de su ropa interior, y su precioso sexo rasurado, el cual estaba tatuado con una mariposa que lo envolvía, era una obra de arte. Colocando el vaso de chupito entre sus muslos, incito a Carlos a cogérselo, esté no lo dudo dos veces, y acerco su rostro a su entrepierna, no sin antes pasar su lengua por los muslos de Celia, saboreando su piel. Arturo y yo mirábamos boquiabiertos, mi tanga estaba más que mojado. Carlos después de un buen rato de jugar, sacarle unos cuantos gemidos a Celia, y recoger lo que había vertido por encima del sexo de está, acabo por beberse el chupito.

El siguiente quiso ser Arturo, cogió el vaso de chupito, se quito la ropa, y mostrando también su fatal de ropa interior, su estupendo cuerpo y una enorme erección, se sentó al lado de Carlos, el cual no tardo en despojarse de sus ropas, y enseñarnos a todos su estado de excitación, con los tres desnudos, Arturo me pidió que me pusiera de rodillas, y así lo hice. Celia me quito el vestido y me arranco el conjunto color burdeos que llevaba, dejándome así, igual que ellos.

Arturo empezó a derramar gota a gota el whisky por su verga, mientras yo las recogía con la punta de mi lengua de abajo hacía arriba, lamiéndole su dura verga, la cual estaba empapada en toda su forma por esté, su cuerpo desprendía mucho calor, su olor me embriagaba, y la textura de su sexo me incitaba a chupársela, pero la presencia de Carlos allí, observando cada uno de mis movimientos, mientras Celia le hacía una mamada con su estupendo pearcing, me incomodaba y a la vez me excitaba, como una fiera hambrienta me la metí totalmente dentro de mi boca, su glande chocó con mi campanilla, pero quería más, los gemidos de Arturo y Carlos se mezclaron, y mis calentura también.

El ambiente se cargo de un aroma especial, yo no podía evitar mirar la resplandeciente polla de mi marido bañada por la saliva de Celia, a la vez, que notaba su mirada clavada en mis labios, viendo como yo le ofrecía a Arturo la mejor de mis mamadas.

Después de estar así un buen rato, Arturo hizo que me detuviera, me cogió por los brazos y me levanto, me llevo hasta la mesa, y poniéndome enfrente de Carlos, el cual estaba sumergido en la estupenda felación de Celia, me separo las piernas y se arrodillo por detrás de mí, acaricio mis nalgas con rudeza, las separo y rápidamente me ofreció un lengüetazo por mi ano, no pude contener aquel gemido salido del fondo de mi alma, era la primera vez que sentía aquella sensación, mire hacía delante y observe a Carlos que nos miraba fijamente, su mirada se mostraba perdida, su rostro no mostraba ningún tipo de placer, estaba como absorto en sus pensamientos, pero otro de los lengüetazos de Arturo, me saco de mi preocupación por Carlos, cerré mis ojos y deje que aquella sagaz lengua, me ofreciera el mayor de los placeres, mis gemidos iban en aumento, me sentía arder por dentro, tenía ganas de gritar de placer, era casi insoportable, como estar al borde de la locura…mis piernas empezaron a flaquear y mi respiración se acelero por segundos, estaba apunto de tener mi primer orgasmo gracias a la maravillosa lengua de Arturo, cuando explote en un gran grito de placer, derramando mis yugos por la boca de Arturo, el cual me sostenía por la cintura al ver que mis fuerzas me abandonaron para poder seguir en pie.

Levante mi vista del suelo y me encontré con los ojos de Carlos, su mirada me mato, era fría, distante, dura, su deseo se había ido, su lujuria no estaba. Tenía a Celia sentada sobre su falo, subiendo y bajando, pero sus gemidos no oían, sus manos no se movían y su rostro era serio, parecía no estar allí, Celia se canso de su indiferencia y separándose de él, le pregunto que le pasaba, mientras yo lo miraba desde la otra punta de habitación. La separación de ambos no era tanta pero a mí me pareció enorme, era como si se alejara de mí, como si la habitación se alargara distanciándonos.

Carlos sin tan siquiera mirarla le dijo que no se encontraba bien, se levanto, se vistió y me alcanzo mi ropa, yo permanecía inmóvil, en tan sólo un instante todo mi placer había desvanecido, no entendía la actitud de Carlos, pero sin decir nada me vestí y le seguí hasta la puerta.

Arturo y Celia se quedaron tan parados como yo, no atinaron a decir nada.

De camino a casa el silencio reinaba en el coche, no me atrevía a hablarle, su mirada estaba perdida, pero al final me arme de valor y le pregunte que le sucedía, si se encontraba bien…

Frenando el coche en seco en medio de la carretera y mirándome con los ojos llorosos, lo cual me alarmo, pues era la primera vez que lo veía en aquel estado, me dijo:

Tus gemidos me han desgarrado la mente y el alma.

Después de sentir aquello mi mundo se vino abajo, me sentí la mujer más sucia y miserable del mundo.

Desde entonces han pasado ocho meses y he intentado hablar del tema con él, decirle que sólo fue sexo, que a quien amo es a él, que mis sentimientos siempre le han pertenecido a él. Pero nuestra burbuja de cristal se quebró desde aquella noche, dejando escapar toda su pasión, deseo y lujuria, y nuestra fantasía resulto ser nuestra trampa.

Ahora sólo espero que algún día mi marido, el cual amo y sé que ama, me haga el amor como sólo él sabe, y "unir" los cristales que una vez se quebraron, aunque cuando algo se quiebra, nunca vuelve a ser lo que fue.