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No fue una sesión de yoga mas...

en Voyerismo

El día empezó como otro cualquiera y conforme avanzaba, cumplí con diversas actividades y compromisos que ya tenía previstos. Era viernes y como tantos de estos días, entrada la tarde mi cuerpo pedía un poco de tranquilidad, así que decidí que sería relajante ir a la clase de yoga de última hora en el gimnasio donde suelo ir por las mañanas. Días como aquel, son los que me impiden ir a la hora acostumbrada.

No tuve que ir a casa a recoger la ropa para hacer deporte, ya que suelo cargar en el auto una maleta con ella, previendo tener un tiempo libre para hacer ejercicio. Así que me dirigí hacia el gym.

Al aparcar me di cuenta que había pocos automóviles y supuse que por la hora y el día eso era normal. Baje del auto, tomé la maletita y entre directamente al vestidor de mujeres sin entretenerme en mirar a mi alrededor. Me cambié el atuendo rapidamente y guardé mis pertenencias en un casillero, pues mi reloj ya marcaba casi las 8 de la noche hora en que empezaría la clase.
Salí al pasillo que a todo lo largo tiene unos enormes ventanales por lo cuales solo se percibía una noche tranquila, mientras caminaba hacia el salón me dí cuenta que el cielo era iluminado por una hermosa luna llena.

Cuando ya estuve en la entrada recorrí con la mirada el amplio lugar rodeado por espejos. Efectivamente solo había cuatro personas allí, una mujer ya de edad madura que aparentaba unos cincuenta años, otra más de cabello rubio que tendría treinta a lo mucho que portaba unas likras negras muy ceñidas a su bien torneada figura y un top que completaba el conjunto deportivo no menos pegado que la parte de abajo y que dejaba sobresalir un pecho abundante. También ahí estaban dos  varones, ambos de unos cuarenta años pero muy diferentes físicamente, el primero estaba colocado justo al lado de la chica rubia, un moreno que portaba unos pants grises no muy estrechos y una camiseta que dejaba lucir parte del pecho y sus brazos fuertes ambos bastante velludos. Y a su lado el otro hombre, rubio y con muy poco bello que gracias a que tenía unos shorts color azul marino dejaba ver sus piernas musculosas.

En ese momento escuché tras de mi la voz del instructor que saludaba amablemente al tiempo que sentía ya su presencia justo a mi lado, giré la cabeza y nuestras miradas se encontraron sólo por un instante en donde ambos intercambiamos una leve sonrisa. El instructor no era extraño para mi, en otras ocasiones ya había tomado su clase por la mañana. Como normalmente lo hace, vestía un conjunto deportivo con pantalón y jersey de color blanco. Sin perder tiempo se despojó de las sandalias al tiempo que se colocaba frente al pequeño grupo, seleccionó el disco que nos acompañaría en la sesión y comenzó la clase con profundas respiraciones.

Mi lugar preferido siempre es en la parte de atrás, así puedo escuchar perfectamente las instrucciones a la vez que el lugar me permite ver perfectamente al instructor directamente o a través de los espejos.
Pocos minutos después todos nos encontrabamos efectuando cada una de las diferentes formas que nos indicaba, algunas haciendo que los músculos se tensarán otras haciendo que nuestros cuerpos se estiraran a su máxima capacidad.

Yo estaba concentrada en cada uno de los ejercicios pero no pude evitar ver como el chico moreno cada vez que tenía oportunidad posaba su mirada sobre el cuerpo de la rubia que tenía a su lado, a una distancia de dos metros a los sumo. Me parece que ella también lo notó pues sus movimientos cada vez se hacían más provocadores. Realmente, si analizaramos las posiciones del yoga nos daríamos cuenta que algunas son sumamente sensuales.
No se si por azares del destino o provocado por los movimientos, a la chica se le había bajado un poco la parte posterior de las likras y dejaba a la vista una diminuta tanga negra cuyos hilos hicieron que el chico ya no disimulara en ver sus nalgas a cada momento.
Me percaté el intercambio de miradas y sonrisas entre ambos, parecía que los demás que estábamos en el salón no existiéramos. Ella tenía una flexibilidad increible, más que yoga parecía un poco contorsionismo lo que lograba hacer son su cuerpo.

Empezó a correr una fresca brisa nocturna que se colaba por las ventanas situadas en la parte superior, refrescaba agradablemente el ambiente y no sé si por esta causa o porque la chica empezaba a excitarse, en el top que obviamente no necesitaba sostén, se marcaban sus pezones sumamente contraidos, endurecidos. Yo los observaba a ambos con un poco de morbo y esperando ver cada una de sus actitudes que sólo iban encaminadas a provocarse mutuamente. En el cuerpo de él ya se notaba su excitación, su pene erecto se dibujaba en su atuendo y su mirada expresaba los pensamientos que la chica le despertaba.


Terminó la sesión y el instructor se despidió agradeciendo la asistencia y deseando a todos los presentes un buen fin de semana, el tiempo se había pasado volando. Ví salir a los demás, pero la rubia y aquel hombre que parecía desnudarla con la mirada empezaron a conversar en tono muy bajo, sin dejar de sonreirse y de mirarse expresando con gestos y actitudes el deseo que ambos sentían. Sólo escuché que nunca antes se habían visto mientras me dirigía al vestidor para darme una ducha y salir lo más pronto posible a casa pues eran ya las nueve de la noche y unos amigos me visitarían.

Gratamente me di cuenta que sólo yo estaba en el vestidor, me gustaba sentir mi sola presencia ahí. Del lado izquierdo estaban las regaderas que solo tienen una puerta pequeña que evita ser visto de la parte superior de los muslos hasta un poco arriba del pecho. Me duché y salí con la toalla enrollada en mi cuerpo mojado en dirección opuesta donde estaban los casilleros, unas bancas y una zona con espacios encortinados para poder vestirse o desvestirse sin ser visto.  Me metí en uno y empecé a secarme, inmediatamente empecé a escuchar unas risitas que venían de la puerta, abrí un poco la cortina y vi a la rubia que estaba muy cerca de el chico moreno. Por supuesto ellos no sabían que yo estaba ahi, y pude ver como él al tiempo que le hablaba muy bajito al oido empezaba con la mano derecha a acariciar el brazo a la chica, desde el hombro hasta la mano.

Ella reia calladamente motivada por los susurros mientras que la otra mano de su compañero empezaba a acariciar sus firmes nalgas. Empezaron a besarse despacio. Se alcanzaba a ver como poco a poco sus cuerpos se acercaban cada vez más, ella acariciaba su cabello con una mano y con la otra respondía a sus caricias recorriendo la espalda y el trasero de su nuevo amigo. Yo seguía desnuda y miraba, sabía que desde el ángulo donde estaba no podía ser vista y me excitaba verlos cada vez más, mi cuerpo empezó a responder y sentí como mis pechos se ponían duros y me exigían también una caricia, así que sin pensarlo me llevé mis manos a ellos.

El chico hábilmente, posó una mano en uno de los senos de la chica y comenzó a sobarlo fuertemente. Sin remilgos ya,la otra mano la introdujo facilmente entre la diminuta tanga y su vientre hasta llegar a su pubis. Se veía como su mano no dejaba de moverse deleitandose con el húmedo sexo de la chica. Yo empecé a hacer lo mismo. Mi mano derecha empezó a recorrer mis labios mayores, y a sentir como los menores, estaban bien lubricados por el liquido que mi vagina emanaba. Sentía como mi cuerpo estaba sumamente excitado y como se empezaba a dilatar cada parte que mis dedos acariciaban.

Besándose y manoséandose mutuamente se acercaron más a donde me encontraba tras la cortina. En una de las bancas, él la hizo recostar boca arriba. Rapidamente la despojo de cada una de sus prendas hasta dejarla completamente desnuda y a su merced. Le empezó a besar los senos. Los chupaba. Casi llenaba su boca con ellos. Mordisqueaba los pezones contraidos por la excitación y enrojecidos por las maniobras que le propinaba.

Ella gemía cada vez más. Se le veía totalmente relajada y disfrutando de cada sensación que ese hombre le despertaba con su boca. Tras largo rato, la cabeza del hombre abandono los senos de la mujer, y bajándola por su vientre, su lengua trazó el camino hacia su pubis. Con sus fuertes brazos abrió sus piernas que no pusieron ninguna resistencia y sumergió su cabeza entre ellas, chupando, lamiendo desde su ano hasta su pubis una y otra vez. Él saboreaba el flujo y no dejaba de chupar y succionar ya los enrojecidos labios, ya el clítoris de la mujer, que no dejaba de mover su cuerpo.

No faltó mucho más para que el hombre sacará su pene erecto, cuando lo ví sabía que ella en poco aumentaría mucho más su placer, era enorme o a mi, me lo pareció. Miraba atolondrada por mi placer, esa verga erecta maravillosa y casi me molestó cuando al poco, él lo metió ansiosamente en la vagina de la rubia, haciendolo desaparecer de mi vista. Ví como sus vellos se unían y el miembro desaparecía para aparecer fugazmente segundos después y volver a desaparecer. La estaba penetrando con un ritmo perfecto, pausado. Ella giraba su cabeza con los ojos entornados. Se mordía sus labios y sentía con notable voluptuosidad, como sus senos eran estrujados por las manos de él, mientras le clavaba, invariablemente su tremenda verga.


La poseía cada vez más rápido, cada vez más fuerte y ahora el vestidor estaba inundado por los gemidos de ambos. A la vez, yo introducía uno, dos y luego tres dedos de mi mano en mi vagina. Mi cuerpo también se movia disfrutando de el placer que yo misma me provocaba, ayudada por mucho, por ese espectáculo visual que se me presentó inesperadamente.

Él la cambió de posición. Con facilidad la volteó y ella se puso sobre la banca arrodillada y afianzando sus manos para no caer, pues rapidamente el empezó a lamerle el culo casi de forma desesperada. Ví claramente, como metia y sacaba uno de sus dedos por el ano, para después hacerlo por la vagina. Hasta que vi que ya no era uno, sino dos de sus dedos los que intercalaban la entrada de sus orificios. Ella gemía y le pedía que no parara, hasta que se escuchó un pequeño grito cuando él sustituyó los dedos por su pene en el ano que acababa de preparar para eso.

Sus movimientos eran al principio suaves, pero poco a poco, él se movía dando unos pequeños giros y dejando ver como sus nalgas estaban completamente tensas. La metió y la sacó una y otra vez hasta que ella le pedía que parara, que ya no podía más.
El no hizo caso, seguía cada vez con más fuerza pues le importaba poco lo que ella dijese pues el placer era cada vez mayor. Ella gimió fuerte, muy fuerte...,seguro ese fue el momento en que se corrio, y a los pocos minutos el gemido fue de él, profundo, varonil, explosivo.
Yo también me corri, sentí cómo mi vagina palpitaba y me esforcé para callar el gemido que pude haber emitido. Sentí como mis piernas apenas me sostenían y me apoye sofocada en la pared.

Ya no miraba, sólo alcancé a escuchar como ambos se vestían y se despedían quedando para verse en la siguiente sesión de yoga vespertina. En cuanto pude, me puse mis ropas y salí del gimnasio completamente relajada, reflejando en mi rostro aquella satisfacción, que no puede lograr ninguna sesión de yoga.