Comencé teniendo síntomas depresivos y los achacaba a la próxima llegada de mis treinta años, suelen decir que a esa edad existe una crisis en la mujer. Así que mi esposo me recomendó buscara una terapia psicológica para salir de ese estado de ánimo.
De antemano sé que a un médico no se le elige por azar y mucho menos cuando te
encuentras vulnerable, pero no estaba dispuesta a que todo el barrio se enterase
que andaba de psicólogos. Además, que no pensaba ir a más de dos sesiones ya que
solamente lo hacía para que el idiota de mi marido dejara de decirme que lo
hiciese.
Sí, él sabía perfectamente que mi principal problema era la odiosa monotonía en
la que se había convertido nuestra vida, sobre todo la sexual. Si es que podía
calificarse así. Más bien, la definiria con la frase: "10 minutos perdidos". Y
con reloj en mano!. Era realmente ridículo, todo comenzaba con una pregunta tan
excitante como..."¿lo vas a hacer?"...y mi respuesta no sin antes ver la
hora..."esta bien"...Acto seguido me quito las prendas que lleve de la cintura
para abajo y el se desnuda..., ¿excitante no?. Después ambos a la cama,
penetración rápida, entrada y salida del miembro por escasos 6 minutos y
eyaculación. Fin. Cada uno a lo suyo.
Llegó el día de la cita con el psicólogo. Llegué al consultorio que por cierto
estaba bastante bien decorado y le anuncié a la recepcionista de que el médico
me esperaba a esa hora. Hizo unas cuantas preguntas y me hizo pasar al privado.
Tras un enorme escritorio de madera de cedro estaba él, un tipo de unos 40 años
bastante atractivo. No le miré muy bien el cuerpo pues sabía que trataría de
analizar hasta el mínimo movimiento que tuvieran mis ojos y cualquier palabra
emitida, así que entré y saludé cordialmente. El me invitó a sentarme en un
amplio sillón que estaba junto a un gran ventanal por donde se apreciaba buena
parte de la ciudad.
Comenzó la sesión y me preguntó por los motivos de mi cita. Yo no dí detalles de nada. Le hablé de mi aburrimiento y de que me sentía insatisfecha, pero nunca mencioné nada de sexo ya que quería terminar con eso lo más pronto posible y largarme a mi casa con la convicción de cerrar este tedioso capitulo del día cuanto antes.
Al principio de la conversación el estaba sentado en una silla frente al sillón
donde me encontraba, a los poco minutos se puso de pie y sentó a mi lado. Eso me
empezó a poner un poco nerviosa, ya que la sensación de cercanía no me ofrecía
ninguna tranquilidad y mucho menos en el estado tan vulnerable y sensible en el
que me encontraba. Seguramente él lo percibió pues cuando empezó a hacerme
alguna preguntas me tomó la mano. Me gustaba como acariciaba mi mano pero la
quité de inmediato, pues no iba ahí para que me mimaran y me dijeran "anda niña
todo esta bien", que para eso hubiera llamado a mi madre.
Cuando quité la mano me preguntó muy cerca de mi oido casi susurrando "¿a que le tienes miedo? sólo quiero que sientas confianza" y yo que siempre me he preciado de no ser una mujer temerosa, contesté "a nada"...acto seguido volvió a tomar mi mano y yo ya no hice nada. Solo pensé que obviamente, la recepcionista no interrumpiría sus sesiones. Que tendría la orden de no hacerlo por ningún motivo. Eso me tranquilizó.
Y empecé a sentir como con tan sólo ese contacto de su mano en la mía, mi cuerpo
experimentaba lúbricas sensaciones. Ya no recuerdo que me estaba diciendo cuando
de pronto se acercó y sus labios se hundieron en los mios apasionadamente. Al
principio mi boca estaba cerrada pero poco a poco su lengua penetró y empezó a
urgar en cada parte presurosamente. Era una orgía de fluidos los que se generó
ahí.
La poca resistencia que puse ante él se doblegó, y sus manos empezaron a
recorrerme la espalda y a atraerme contra su cuerpo. Inmediatamente sentí como
restregaba su pene contra mi pubis, sus manos bajaban y subían por mi espalda en
vertical hasta llegar a mis nalgas, las apretaba fuerte contra él. En unos
minutos ya estaba sobre mí, introduciendo ahora su mano sin ningún problema
dentro del pantalón y de mi ropa interior... Empezó a tocarme mi sexo, lo
recorría una y otra vez con los dedos sin dejar de besarme el cuello y las
orejas, dejando saliva por todos lados.
Yo no respondía con caricias, solo dejaba que hiciera de mi lo que le apeteciera
y yo gozaba. En un momento ya me había desnudado por completo. Me sentía a su
merced, y lo deseaba. En un abrir y cerrar de ojos y sin sentir que dejara de
acariciarme, se mostró frente a mi también completamente desnudo. Tenía un pene
impresionante!! De mucho mayor tamaño que el de mi marido. Con decisión hizo que
me sentara en el sillón y el se arrodilló frente de mi, me abrió las piernas
tomandolas con fuerza y sumergió su cabeza entre ellas. Yo ya no sabía mas que
de cada una de las sensaciones que estaba despertando ese hombre. Lamía mis
labios con fuerza, los chupaba una y otra vez, parecía que me iba a comer y no
dejaba de menear su lengua por todo mi sexo. Con las manos lo abrió por completó
para saborearlo sin limitación, el clítoris se le mostró presuroso con un tono
rojizo que lo invitaba a manipularlo una y otra vez con su boca. Su lengua y sus
dedos se introdujeron en mi vagina al tiempo que succionaba fuertemente mi
clítoris.
Metió dos, después tres y ya fácilmente pudo meter sus cuatros dedos que recorrian mi interior sin detenerse por un instante. El pulgar hacía movimientos en mi ano que también estaba dilatado, hasta introducirlo sin problema. Así, me manipuló a su antojo, una y otra vez..., hasta que me puso en la alfombra y se abalanzó sobre mi. Posicionó su enorme pene en mi ardiente vulva y me lo clavó salvajemente. Me follaba esa cuevita, que sus dedos dilataron un ratito antes, y que de otro modo me hubiera rasgado por dentro mientras mordisqueaba mis pezones erectos. Me dolían sus mordidas, pues con la boca los jalaba y los succionaba fuerte. Mis gemidos eran incontrolables pues él movía su cuerpo metiendolo y sacandolo una y otra vez atrayéndome hacia él de una manera violenta. Con las manos que hacían que mi cadera se moviera como él quería.
Me dominaba completamente, y haciendo gala de su fuerza me colocó ahora apoyada en el sillón de espaldas a él, haciendo que estuviera completamente inclinada, mostrándose hasta el último rincón de mi sexo enrojecido. Colocó su pene en el ano y traté de quitarme para que no lo metiera por ahí, pero mis esfuerzos fueron contenidos por sus fuerza, y lo metió hasta la mitad primero. Yo grité pero el tapó mi boca con una mano mientras la otra pellizcaba mis senos. Lo saco y volvió a meter pero ahora completo. Su descomunal miembro, me hizo sentir un dolor intenso, pero él no paraba. Lo metía y sacaba una y otra vez, hasta que el dolor poco a poco se fue convirtiendo en un placer indescriptible, y deje de quejarme, hasta solo gemir sin control.
Yo creo que me corrí dos o tres veces en ese tiempo, hasta que él, sin poder aguantarse más, sacó el pene, me volteó rápidamente y se corrió justo en mi boca, deteniendo fuertemente mi cabeza por los cabellos para que tragara.
Momentos después se incorporó, se vistió y me indicó que ya había terminado el tiempo de la terapia. Yo no dije palabra alguna, solo atiné a vestirme y a salir de allí pensando en que no había sido tan mala idea la de empezar a visitar al psicólogo, y alegrandome por las muchas mas citas venideras que tendría.