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El Consultor: Kika (1)

en Confesiones

Soy consultor en sistemas de cómputo. Mi actividad me da la oportunidad de conocer y relacionarme con mucha gente diferente. Esta es una historia real con gente real. Gente común y corriente. Sólo los nombres de los involucrados han cambiado. La narración se apega a la realidad.

KIKA (1)

Nueva empresa. Nuevo proyecto. Nuevas gentes a tratar y conocer.

Llego puntual a mi cita con el director de la empresa. De hecho llegue diéz minutos antes. Me recibe la secretaria sentada detrás de su escritorio. Conforme me acerco al mismo la observo y busco la mejor forma de abordar la situación: Sí hay algo importante en éste negocio es estar bién con la secretaria del tipo que te contrata.

Ella es madura joven, treinta y cinco a lo mucho, lo demuestran las manos más que el rostro. El peinado es algo anticuado, desmasiado "tieso" y el corte es "obsoleto": un retro a los 60's mal hecho. No se ve anillo de matrimonio. La ropa es modesta y conservadora, sin embargo su escote se abre lo suficientemente para dejar ver unos senos pequeños pero firmes. La piel que se alcanza a ver se revela toda morena clara.

Busco mi mejor sonrisa y suelto un "Que tal !! Buenos días. Tengo cita con el Lic. Montes. Mi nombre es Cafeina67".

Me devuelve un "buenos días" un tanto desganado y un "permítame un momento..." muy forzado. Me doy cuenta que está luchando con el mouse: méndigo aparato no parece estar de acuerdo en seguir el movimiento de su mano.

- ¿Puedo ayudarte en algo?.

Pregunto buscando de entrada un diálogo de "tú a tú". Sí me devuelve un "usted" podría ser mal signo.

- Ay! No entiendo por qué ésta cosa no funciona. ¿Le sabes a éstas cosas?.

Empiezamos bien, aceptó el "tuteo".

- Claro! No te preocupes.

Me invita a tomar su asiento para poder trabajar. Al levantarse me doy cuenta del precioso trasero que se carga la mujer. Trae una falda negra hasta la rodilla. Se queda parada junto a mí observando mi proceder. Siento que no es muy alta: 1.60 mts. a lo más.

Corrijo rápidamente el problema y le devuelvo el asiento. Le invito a checar que todo está ok.

- Huy, Ya quedó!. Gracias. El Lic. Montes no tarda en llegar. Soy Kika. ¿Quieres un café?

- Si, por favor. Cargado, sin azucar.

Comenzamos a platicar de asuntos sin importancia. A los pocos minutos suena el teléfono y un "ok, le digo que pase..." me indica que llegó mi turno al bat.

- Dice el Lic. Montes que te puede recibir.

Y mientras dice ésto, se levanta para despedirse. Hago lo propio. Extiendo la mano para la despedida, y no solo me toma la mano sino que me jala hacia ella y me planta un beso justo a unos milímetros de la comisura de la boca.

- Este fue por haberme ayudado.

Tomado por sorpresa, sólo devuelvo un "para servirte".

Después de la cita, se me asigna una oficina a unos metros de la oficina del Lic. Montes y por ende de Kika. De hecho con la puerta abierta tengo línea de vista hacia el escritorio de Kika. Se hace la tradicional y ritualística ceremonia de las presentaciones con diferentes elementos "importantes" de la empresa y regreso a la nueva oficina.

El día va sin mayores contratiempos. Durante su transcurso, varias veces veo cuando Kika se para y puedo obsevar que mi primera impresión fue correcta: Tiene un trasero pequeño, redondo y firme.

Al llegar el final de la jornada, veo a Kika aproximarse a mi oficina.

- Vengo a agradecerte lo del mouse y a despedirme de tí.

Otros minutos de charla sin sentido. Esta vez ella no toma asiento y por el contrario, se dedica a pasear de un lado al otro de la oficina, cómo mostrándose en pasarela. No puedo evitar llevar la vista a su trasero y en más de una ocasión ella se dá cuenta que la observo.

Nuevamente un beso en la comisura sirve de despedida. Media vuelta y sale por la puerta, bambolenado ese rico trasero. Imposible contener una erección.

Los días pasaron y durante ese tiempo mi relación con Kika se fue pasando del terreno profesional al personal, y del personal al íntimo: Treinta y ocho de edad, de educación rígida y costumbrista, no acostubrada a oír y menos a pronunciar vocabulario altisonante (lo más que le oí decir en ese tiempo fue un "güey"), abandonada desde hacía ocho años, tres hijos, vivía con su madre y no había tenido pareja en siete años. Se había casado a los 21 años, por haber estado embarazada; su "imbécil" (cómo ella le decía) nunca "se lo había hecho" (palabras de ella) en otra postura que no fuera la del misionero, y ella no recordaba haber conocido un orgasmo. ¿Sexo oral ó anal? Ni soñando.

Por mi parte le hice saber que soy casado desde hace diéz años.

Durante todo éste tiempo Kika nunca dejó de darme pícaros e inocentes espectáculos de cerca y de lejos: iba a mi oficina y con cualquier pretexto se reclinaba a la altura de la pantalla de mi laptop para permitirme ver sus senos; se sentaba con la pierna cruzada para enseñarme sus muslos torneados; contoneaba el trasero cuando se alejaba de mí; se empinaba a buscar algo en los cajones inferiores dejándome deleitar mi vista con sus nalgas redondas. Todo esto aunado a los ya clásicos besos en la comisura de la boca, más una buena dosis de guiños y sonrisas.

Sobra decir que todo este erotismo me tenía ya muy caliente y dispuesto a buscar la ocasión para concretar una sesión de sexo.

La oportunidad llegó cuando una noche, regularmente trabajo hasta tarde, fue a mi oficina hecha un mar de lágrimas: Se acababa de pelear con su madre por teléfono (raro en las mujeres...) y para completar el cuadro, varias veces durante el día había sido duramente regañada por el Lic. Montes.

Le dí asiento en una silla al frente de mi escritorio y dejé que se desahogara lo que quisiera. A pesar de la falda se sentó con la piernas semi-abiertas y pusó sus manos en su regazo. No me dejó ver más allá de sus rodillas. No llevava medias.

Le dije que mientras le daría un masaje que le ayudaría a relajarse. Fuí a ponerle seguro a la puerta. No me gustan las visitas inesperadas.

Con ella aún sentada, me coloqué a su espalda, le quite el saco que traía puesto dejándole tan solo la blusa, misma que desabotoné de las mangas y comenzé a masajear su espalda. Realmente estaba tensa y no se mostraba muy convencida de aceptar el toque de mis manos.

Siempre ubicado a espalda de ella, inicié con suaves movimientos circulares sobre los hombros y moviéndome hacia los homóplatos y hacia la parte media baja de la espalda. Su respiración se fue haciendo más estable y conforme fuí dejando la parte alta de la espada y pasé a las partes media y baja su respiración se empezó a acelerar al tiempo que soltaba suaves "ay's" y "uhm's".

Aprovechando mi posición y mientras trabajaba con la parte superior de la espalda buscaba mover la blusa de tal modo que el escote me dejara ver esos pequeños senos acanelados.

Seguí con el masaje dejando la parte de la espalda a la altura del nacimiento de las nalgas. De cualquier modo con ella sentada no podía hacer más y tampoco quería "asustarla". Subí a la parte media y pasé a la zona de las costillas, aventurándome poco a poco a tocar más hacia el frente con la punta de los dedos. Ella seguía con los quejidos, pero cada vez estaba más cooperativa. En un lance más aventurado, pasé las puntas de los dedos por los laterales de sus senos. Ella sólo soltó otro quejido y se acomodó más en la silla. Continué con el proceder hasta que volví a sus hombros y bajé por sus brazos hasta la punta de sus dedos. Cada vez que pasaba por sus biceps buscaba que el dorso de mis manos rozaran sus pechos lo más posible. Cuando hacía esto en dos ocasiones volteó y sólo sonrió.

Sin embargo, para mi sorpresa, decidió pararse. De golpe. Sin decir nada. Sólo se paró. Honestamente me sacó de balance. Mis siguientes movimientos iban sobre su pecho superior y de ahi hacia sus senos. De sus senos iría al resto de su cuerpo.

Me le quedé viendo a los ojos, dí un par de pasos hacia atrás mientras sacaba y prendía un cigarro para romper la tensión del momento.

Agarró su saco y bolsa y dijo "Hora de salir". Sólo respondí "Ok". Se acercó a darme mi beso acostumbrado. Me quité el cigarro de la boca y me aproximé a recibir el beso. Cómo siempre iba dirigido a la comisura de la boca, giré un poco la cabeza y tomé su boca en la mía. Ardió Troya.

Soltó saco y bolsa y pasó sus manos a mi espalda. Yo aventé el cigarro a la mesa y la abrazé. Nuestras bocas se fundían y nuestras lenguas bailaban mientras mis manos recorrian su espalda de arriba a abajo.

Llevé mis manos a sus senos y los apreté por encima de la ropa. Le saqué la blusa de lugar y la abrí de par en par. Sin miramientos. Sin delicadezas. Bajé los tirantes de su bra y saqué cada seno de su copa. Los empezé a besar. Tomé un seno en una mano y mientras lo apretaba, cómo quién juega y aprieta una pelota de esponja, le chupaba y mordisqueaba el pezón. Mi otra mano estaba activa apretando y jalando en varias direcciones su otro seno desde el pezón. La frente y el pecho de Kika estaba bañada en sudor. Intercambié las acciones en los senos. La mujer pujaba y resoplaba.

Solté uno de los senos y llevé mi mano a sus nalgas. Aún por encima de la ropa era delicioso sentir ese culo firme y redondo. Ella soltó un leve quejido cuando sintió mi mano acariciando sus nalgas.

Sus manos estaban inactivas y yo ya tenía una erección rebosante, por lo que agarré una de sus manos y la lleve a mi verga. Al principio se resistió y hasta alcanzó a separar su seno de mi boca. No lo permití, cerré mis dientes sobre su pezón y jalé su cintura a la mía. Su mano se depositó sobre mi miembro y empezó a sobarlo por encima del pantalón.

Liberé el seno de mi mano, sin dejar por ello de chuparlo, y bajé ambas manos a su culo. Delicioso. Jalé su falda hacia arriba, hasta su cintura, y dejé visibles sus nalgas apenas cubiertas por una corta tanga. Volví a la carga sobre sus nalgas, esta vez en directo a su piel y jugando con la tanga misma: la jalaba en cualquier dirección cuidando que siempre ejerciera presión sobre los labios de su rajita ó que se metiera y rozara su culo mismo.

Ella no perdía el tiempo. Ya había abierto mi bragueta y jugaba con mi húmeda verga en directo: la jalaba y frotaba la punta y la cabeza con la palma de la mano. Mis jugos tenían sus manos empapadas.

La solté de golpe. La hice que girara sobre sus talones y cargando mi cuerpo contra su espalda la recliné sobre la pared cercana a nosotros. Le bajé la tanga y dejé su culo completamente descubierto. Subí su blusa y comenzé a besar su espalda. Sus manos buscaban mi verga, la encontraron y me jalaron hacia ella. Hacia sus nalgas. Recargué mi verga entre sus nalgas sin buscar penetrarla. No todavía.

Mis manos siguieron apretando sus senos y jalando sus pezones; mi boca recorría, en zig zag, su espalda en dirección a sus nalgas. Fuí bajando mis manos conforme yo iba bajando. Kika solo decía: "Quedito. Quedito. Mmmm suavecito..". No me detuve a preguntarle que significaba aquello. Mi lengua iba en dirección a su culo y sólo eso importaba.

Cuando mis manos estuvieron a la altura de los laterales de su cadera, mi boca chupaba y mordía ese par de hermosas nalgas.

Rocé suavemente los pelos que cubrían su rajita. Ella suspiro profundamente. Bajé mis manos a sus piernas. Empecé por los tobillos y de ahí hacia arriba. Mi boca no perdía detalle de sus nalgas. Ella misma bajó sus manos y poco a poco fue abriendo sus propias nalgas para darme libre acceso a su culo. Mi lengua viajó en directo a su objetivo. Le lamí y chupé el culo con delicia y saña.

Kika retorcía el cuerpo, pujaba y aventaba el culo hacia mi cara buscando más de mis caricias.

Cuando mis manos llegaron de nuevo a su cadera, la hice girar otra vez. Le abrí las piernas de par en par. Al tiempo que con una mano abría sus nalgas y le metía el dedo índice en el culo, con la otra le abría los labios mayores y le empezaba a dar una chupada soberbia a su rajita y clítoris; para terminar metiéndole dos dedos en la rajita y empezar el movimiento de mete y saca en ambas entradas, sin dejar de lenguetear ese clítoris de azucar.

Kika soltó un grito que ella misma ahogó mordiéndose los labios. Buscó detenerme apretando las rodillas, pero sólo logró atrapar mis dedos dentro de su rajita, y apretar más las nalgas y el culo alrededor de mi dedo índice. Fué todo lo que faltaba. Se dobló hacia el frente, abrazó mi cabeza y me apretó contra su vientre, al tiempo que un gran espasmo recorría su cuerpo.

No sé cuanto tiempo estuvimos así, pero durante ese lapso nunca dejé de meter y sacar mis dedos de su vagina y culo.

Nos levantamos. Me abrazó y dijo: "Gracias. Fue maravilloso". Agarré su cara entre mis manos y me le quedé viendo. Le dijé: "Esto aún no termina. Falto yo. Te voy a cojer hasta venirme". Su cara se desdibujó. No daba crédito a lo que oía: el vocabulario usado ó la acción prometida. Pero sus ojos brillaron. Una leve sonrisa se dibujó en su rostro.

Cómo de rayo la abracé, y tomándola de la parte posterior del cuello hice que se reclinara sobre el escritorio dejando sus nalgas paradas y a mi merced. Ambos senos pegados contra la fria cubierta del escritorio. Con las palmas de ambas manos la tomé de la parte trasera de los muslos y las nalgas, haciendo que se parara de puntitas, coloqué mi verga a la entrada de su ya muy húmeda rajita. Jugué unos momentos a la entrada y de golpe solte mi apoyo: mi verga se enterró, en un sólo movimiento, en su vagina.

La tomé por el pelo jalando su cabeza hacia arriba. Le dí un par de nalgadas. Empecé a cojérmela riquísimo: sentía cómo sus nalgas se apretaban contra mí, cómo el sudor de nuestros cuerpos aumentaba. Sin soltarla del pelo, ni de meterle y sacarle la verga, chupé mi propio dedo gordo y se lo metí por el culo. Kika soltó un gran pujido y aventó más su culo hacia mí. Teniendo su cuerpo soportado por el escritorio, Kika misma se abría las nalgas y sin sacarle el dedo del culo, nuestro ritmo aumentó hasta llevarme al climax: me vine a chorros dentro de ella.

Jadeante me recargué sobre ella. Kika también luchaba por recuperar el aliento. Le saqué el dedo del culo con un pequéño "pop". Dentro de ella, dejé que mi verga perdiera su dureza y saliera de su dulce estuche por si misma. Le empezé a besar el cuello a Kika mientras esto sucedía.

Me levanté y lo mismo hizo ella. Kika no pudo contener una risa nerviosa: pelo y ropa evidenciaban la lucha sexual. Su mamá no estaría muy contenta al verla.

Nos besamos e iniciamos los preparativos para dejar el lugar. El cigarro se había consumido sobre el escritorio dejando una mancha de quemada difícil de ocultar.

A partir de ese día nos volvimos amantes regulares. Una clase especial de amantes: todas nuestras acciones tendrían lugar en la oficina.

México, D.F. 08.2003.

Cafeina67

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