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El Consultor: Kika (2)

en Hetero: Infidelidad

Soy consultor en sistemas de cómputo. Mi actividad me da la oportunidad de conocer y relacionarme con mucha gente diferente. Esta es una historia real con gente real. Gente común y corriente. Sólo los nombres de los involucrados han cambiado. La narración se apega a la realidad.

KIKA (2)

Regrese a casa felíz de haber hecho mi travesura. Kika se había entregado a mi con una pasión desconocida. Inimaginable. Inclusive para ella misma.

Claro que en el camino yo iba jodido de preocupación: mi cuerpo y ropa no olían, APESTABAN! a su perfume, y con lo celosa que es mi mujer... Ya me iba imaginando el tango que se armaría en cuanto detectara un olor diferente al usual de café y cigarro.

Pero, la verdad, es que había valido la pena cada minuto que había pasado con Kika: todavía traía en la boca el sabor de su rajita, de su culo, de su piel. Conforme me aproximaba a casa, mi cerebrito se devanaba, sin éxito, buscando una buena excusa al asunto del olor, pero entre más le pensaba menos me convencía a mi mismo de que alguna funcionara.

Finalmente llegué a casa. No quedaba de otra que enfrentar el asunto y ver que salía al momento. No se veía luz en la casa, pero eso no significaba que no hubiera nadie: acostumbramos apagar las luces que no ocupamos. Abrí la puerta de la casa y entré saludando. No hubo respuesta. Volví a saludar, esta vez cási gritando. Otra vez sólo silencio. No podía creer mi suerte. Subí las escaleras.

Efectivamente no había nadie. Bajé a la cocina y una nota me indicó que mi mujer y los niños iban a estar de visita en casa de una de las amigas de mi mujer.

Como dice BROZO: "Si hay un Diós!". Me dispuse a darme un buen baño y aventé la ropa al cesto de la ropa sucia. De hecho la metí al fondo del cesto. Más valía prevenir que lamentar. A la mañana siguiente, la muchacha que ayuda en la casa sería cómplice, sin saberlo, de desaparecer la evidencia.

El día siguiente llegó con mucha carga de trabajo por lo que, al principio, Kika y yo sólo intercambiamos un par de besos. A la hora de la comida Kika fue a mi oficina a saludarme "mas intimamente".

Cerró con seguro la puerta de la oficina y se acercó a mi bambolendo las caderas. Yo la observaba: Ella había escogido vestirse con un pantalón ajustado de tela suave y una blusa blanca de botonadura al frente, misma que iba abriendo conforme avanzaba y me dejaba ver el bra soteniendo su precioso par de de tetas color canela.

Me acerqué a ella y le dí un gran beso al tiempo que mis manos liberaban ese par de su prisión. Me dí gusto acariciándola; hasta que el ruido de pasos acercandose a mi oficina nos hizo separarnos y a ella reacomodar su ropa.

Un instante después tenía al mensajero de la empresa tocándo a mi puerta. Le despaché y volví con Kika.

Ya había maquinado una travesura que, de paso, me libraría del problema del perfume.

Le pedí que al día siguiente se vistiera de falda. Una falda a la altura de las rodillas estaría bién. La falda la debía acompañar de una blusa ligera, blanca ó lo más transparente posible. Sí iba a usar saco debía no estar abotonado al frente. Lo interesante era que no debía usar ropa interior. No bra, no panty, no medias. Ninguna ropa interior. Para "redondear" el cuadro no debía usar perfume alguno. Sí acaso sólo desodorante. No más. Y así debía salir de su casa.

Se quedó con el ojo cuadrado. Me miró con extrañeza, pero sin preguntar razones me dijo que así lo haría.

Nos despedimos con un beso y cada quién se fue a sus actividades.

El resto de la tarde pasó rápido y una junta con el Lic. Montes, jefe de Kika, impidió que nos volvieramos a ver.

Al día siguiente llegué más temprano que de costumbre debido a que tenía trabajos a efectuar sobre los servidores de la empresa. Mientras trabaja, mentalmente apostaba a favor y en contra de la posibilidad que Kika cumpliera lo solicitado. Honestamente no creía que fuera a hacerlo. Y sin embargo lo hizo. Dado que el site de los servidores estaba frente a las escaleras de acceso a oficinas, pude ver cuando Kika llegó.

Su cabello mal peinado a la retro daba un toque desaliñado al resto de su apariencia, pero era evidente el estado de excitación que corría por su cuerpo:

los pezones erectos se mostraban desafiantes a través de la tela de la blusa blanca que portaba. Era una blusa sin botonadura que, de hecho, transparentaba lo suficiente para dejar ver las negras areolas que coronaban sus senos.

Efectivamente llevaba una saco abierto totalmente al frente y también portaba una falda, que si bién pasaba de las rodillas, compensaba el largo con aberturas a los lados que llegaban a mitad de muslo. El cuadro se completaba con zapatos de tacón de aguja, descubiertos en la zona del empeine.

Kika me mandó un beso y subió a su oficina tan rápido cómo se lo permitieron los tacones de aguja.

Al cabo de media hora subí a mi oficina. Era temprano aún, alrededor de las 08:30 hrs. y la gente todavía no terminaba de llegar.

Al pasar frente a la oficina de Kika le hice un par de señas que captó al instante y, obedeciendo sin chistar, abrió las piernas para dejarme ver la negra pelambrera que ocultaba su rajita. Una vista deliciosa.

Seguí hacia mi oficina y a los pocos minutos ya estaba ella acompañándome. Con ella llevó, para mi, una taza de café americano, cargado, sin azucar; y una taza de café capuchino para ella.

Yo estaba sentado mi silla, frente a mi laptop y ella se sentó al frente del escritorio. Por ser temprano en la mañana no se justificaba tener la puerta cerrada, por lo que ésta quedó abierta de par en par. Sin que yo dijera palabra Kika empezó la plática.

Inició diciéndome que el andar por la calle sin ropa interior, era algo que nunca había hecho. Que ni siquiera se lo había imaginado. Después me platicó de cómo, literalmente, se escabullió de su madre para poder salir vestida así de su casa. De cómo los hombres en el transporte público no dejaban de verla. De cómo más de uno se le arrimó en el subterraneo intentando manosearla. De cómo un adolescente después de haberle manoseado el culo, le preguntó si era prostituta.

De cómo las mujeres fingian no verla y desviaban la mirada. De cómo algunas otras mujeres no dejaban de mirarla, quizá con envidia, quizá con deseo. Y de cómo un par de mujeres, a distintos tiempos, la abordaron para proponerle tener sexo.

Me platicó que nunca se había sentido tan deseada, tan erotizada, tan animal. Me platicó que ella nunca se había imaginado ser el centro de las miradas y las atenciones de los demas. De hecho ella misma sentía que su piel tenía un olor diferente. Un sudor diferente. Sin aquel perfume apestoso, realmente el olor era algo que se notaba ligeramente en el aire.

Así estuvimos por espació de 15 minutos. Al terminar su relato, hice que se pusiera de pie, rodeara el escritorio y se parara frente a mí con las piernas abiertas. Hice que se levantara la falda y con los nudillos de mi mano derecha sentí su rajita. Estaba empapada en sus propios jugos. La mujer realmente no mentía, estaba por demas excitada. Jugué con mis nudillos en su rajita durante unos minutos más, acariciando su labia a lo largo y poniendo especial presión sobre el clítoris.

Inserté, en su vagina, los dedos índice y medio de la mano izquierda y comenzé las caricias "desde adentro". Un par de minutos después mis dedos meñique y anular también se bañaban en los jugos que salian de la rajita de Kika.

Pensé en aprovechar la situación e intentar una penetración por su culito. Sacando un poco la mano, coloqué el dedo anular apuntando a su culito. Volví a meter la mano penetrando, lenta pero con presión constante, sus dos hoyitos. Al principio el culito se reusaba a ser penetrado, pero un poco de paciencia y presión aflojaron el maravilloso esfinter. Cuando mi dedo anular estaba enterrado por completo dentro de su culo, Kika sólo suspiró fuertemente. Retomé el trabajo de mete-saca de mis dedos.

Conforme sentí que el culito de Kika estaba más relajado, volví a sacar mi mano cási por completo para insertar, ahora, mi meñique junto con el anular. Ambos dedos entraron en Kika cómo cuchillo caliente en mantequilla; y ella volvió a suspirar cuando reinicié el mete y saca de la doble penetración, sin que mi mano derecha dejara de acariciar su labia externa y de presionar su clítoris a cada pasada.

La forma en la que su culo aceptó mis dedos y cómo Kika disfrutó la caricia, me confirmó que cogérmela por atrás sólo sería cuestión de tiempo.

La cara de Kika estaba cubierta de sudor. La posición de los brazos y las caricias provocaron que sus manos temblaran, al grado de dejar caer la falda. Le ordené que no lo permitiera. Ella asintió y cerró los ojos. Continué con las caricia otros minutos hasta que su agitada respiración delató el callado orgasmo que estaba teniendo.

Abrió los ojos, le bajé la falda, se acercó y me besó. Le dije que no se limpiara ó secara; que volveríamos a vernos a la hora de la comida y que, en el inter debía vistarme cada hora llevándome una taza de café.

Todo lo hizo tal cual se lo pedí y en cada visita me daba el gusto de acariciar sus nalgas ó su rajita por debajo de la falda; o bien de levantar su blusa y chupar sus pezones. Durante esas visitas, su rajita nunca dejó de estar mojada.

La hora de la comida llegó y con ella la visita de Kika, fiel a nuestra cita. Llevaba en la mano una sarta de trastes Tupperware con comida. La verdad, me pareció que era una simple pantalla para los demás.

Le indiqué que cerrara la puerta pero que no pusiera el seguro. Obedeció aunque, una vez más su cara reflejó su extrañeza. Le dije entre serio y en tono de broma que era para darle "mas emoción al momento".

Sonará a locura pero, aquel lector que guste del sexo en lugares públicos ó semi-públicos, cómo en este caso una oficina, entenderá la subida de adrenalina que produce el temor de ser descubierto teniendo algún tipo de intercambio sexual.

Se sentó al tiempo que dejaba la comida en una orilla del escritorio. Le pregunté cómo se había sentido al andar mojada y oliendo a sexo por la oficina.

Me contestó que se sentía "rara" pero que era una sensación excitante. Me dijo que la otra secretaria, en toda la mañana no le había quitado la vista de encima y que, después de llegar oliendo a sexo, aquella aspiró profundo como queriendo reconocer el aroma, para posteriormente soltar tremendo suspiro. Quizá dándose por vencida, quizá disfrutando el odor.

Ya no la dejé seguir con su plática. Manteniendome sentado en mi sillón, me eché para atras y giré hacia el lado libre del escritorio. Llevé mis manos a mi miembro y por encima del pantalón le mostré como ya estaba cercano a una plena erección.

Kika se mojó los labios, se incorporó y se acercó a mi. Abrí el zipper del pantalón y me saqué la verga. Kika se arrodilló frente a mí y sin despegar la vista de mi miembro empezó a acariciarlo con ambas manos.

Comenzó acariciando su longitud, apretándolo por momentos. Finalmente se decidió a tomarlo en una mano y con la otra se recargó en mi muslo. Comenzó a masturbarme. Estaba cómo hipnotizada, no apartaba la vista de mi verga. No perdía detalle de como la punta de mi miembro empezaba a soltar líquido transparente y como, a cada momento, ésta se ponía mas y más dura.

Le ordené que pasara la lengua por el largo del tallo. Abrió los ojos en asombro cómo no entendiendo la instrucción. Le volví a decir, secamente, "Mámalo!". Sus ojos brillaron (quizá el lector recuerde que Kika no estaba acostumbrada al lenguaje soez, pero que parece excitarle el oirlo).

Cómo un autómata sacó la lengua al tiempo que acercaba su cara a mi miembro. Su boca y lengua empezaron a recorrer el largo de mi verga. Era delicioso.

Realmente Kika me impresionaba cada vez más. A los pocos minutos, de haber tenido un tímido arranque, ya estaba, literalmente, mamándome la verga: la chupaba, la besaba, se la pasaba por la cara, le pasaba la lengua por la punta, se la volvía a meter a la boca, la apretaba con los labios... Parecía que lo hubiera hecho toda la vida! Ya eran muchas la caricias y dificilmente me podía seguir conteniendo. Le dije que se detuviera sí no quería que me viniera. Pareció que le hubiera dicho lo contrario, Kika redobló la intensidad de las caricias. Estaba decidida a permitir que su boca recibiera mi leche. Ese no era mi plan.

La tomé por los brazos e hice que se levantara y girara junto conmigo al centro del escritorio. La voltee y levante su falda. Volví a ver ese precioso par de nalgas color canela y le planté un par de mordidas a cada una. Kika dió un pequeño salto. Agarré sus manos y las llevé a sus propias nalgas. Manteniendo sus manos bajo las mías hice que se abriera y me mostrara el culo. Dejé sus manos y ella mantuvo sus nalgas abiertas. Me dí un agasajo. Le empecé a besar el ano y ella se empezó a retorcer. Saqué mi lengua y jugué con su anito. Kika no sólo mantenía abiertas las nalgas, ssino se abría aún más para recibir más lengua. Yo alcanze a oir que volvía a decir aquello de "Quedito. Quedito. Mmmm suavecito..". Sería en nuestro siguiente encuentro cuando sabría que significaba esa frase.

Yo mientras tanto jugaba con mi verga masturbándome.

Kika práticamente se recostaba sobre el escritorio mientras abría su culo. Sus piernas reflejaban la tensión de la posición, al tiempo que se torneaban por completo debido a los tacones de aguja.

Seguí chupando su culo y jugando con mi verga hasta que sentí que me vendría. Sin mediar palabra, la tomé con ambas manos por la cadera y la jalé hacia abajo.

Ella comprendió lo que vendría y bajó, por delante de sí misma, una de sus manos hasta alcanzar mi verga. La apuntó hacia la entrada de su rajita y de un sentón se la metió hasta el fondo. Subí mis manos a sus pechos y comenzé a masajearlos de forma ruda: los apretaba, los jalaba, me apoyaba de ellos para penetrar a Kika más profundamente, tiraba de los pezones...

Desde mi posición, yo estaba en la gloria viendo el culo de Kika subir y bajar mientras le metía la verga en su rajita caliente.

Alcanzé a tener la suficiente cordura para decirle que estaba a punto de venirme a lo que Kika respondió con un "si papito, lléname de leche..." y apoyándose del escritorio apretó su culo contra mí.

No pude aguantar más, apreté sus senos al tiempo que mordía su espalda y me vine. Pude sentir la punta de mi miembro ardiéndome mientras soltaba mi leche.

Sentí, claramente, cómo palpitaba mi verga y cómo por un instante se me nublaba la vista y me sentía mareado. No todos los días uno tiene una venida así. No yo al menos.

Me quedé abrazado a Kika por lo que parecieron horas. Ambos tardamos en recobrar el aliento.

Kika se paró y mi miembro cansado salió de su preciosa jaula. La cara interna de los muslos de Kika chorreaban nuestros jugos. Me preguntó sí debía limpiarse. Le contesté con otra pregunta: "¿Te quieres limpiar?". Lo pensó un instante y me dijo que no, que deseaba quedarse mojada y chorreando.

Iba a meter mi verga de regreso al pantalón, cuando Kika se agachó y comenzó a mamarmela. La estuvo chupando y lamiendo hasta que quedo limpia y ella misma la metió al calzón y subió el zipper del pantalón.

Se levantó, me dió un beso y me dijo que volvería en unos minutos, que iba a la cocina a calentar la comida. Comida que había cocinado y traido para mí.

Salió de la oficina y al poco rato volvió con un plato de albóndigas y frijoles negros, para chuparse los dedos.

Me sentí perro por pensar que sólo eran trastes vacíos, para montar una pantalla.

Vaya, la mujer se revelaba cómo un estuche de monerías: Cogía cómo pocas y cocinaba con gran sazón.

Nos despedimos y regresamos a nuestros menesteres: Yo a disfrutar de la comida y ella, mmmm... a ella la tarde le deparaba un par más de sorpresas.

Cafeina67

México, D.F. 11.2003.

Comentarios, críticas constructivas ó negativas, aplausos ó abucheos, son todos bienvenidos a: cafeina67@yahoo.com.mx

P.S. Agradezco a todos aquellos que, habiendo leído mi primer relato, dedicaron unos minutos de su tiempo para otorgarle un alto puntaje en la escala de valoración. Espero ésta segunda entrega no les haya defraudado.

Atte.

Cafeina67