miprimita.com

Cuidados médicos (1)

en Bisexuales

Cuidados médicos (1)

Finales de Noviembre 2005. Un problema de salud me manda al hospital "La Raza". El asunto era serio e implicaba que tendría que pasar un largo rato hospitalizado.

El piso donde me toca estar tiene cuatro cuartos. Dos de ellos son muy pequeños y las camas de los enfermos están demasiado juntas, no hay ni la más remota posibilidad de privacía. Los otros dos son mucho más amplios.

Tengo suerte y soy asignado a uno de los cuartos grandes. Mi cama está ubicada en la esquina del cuarto que queda en el lado ciego de la puerta de entrada, misma que es corrediza. Además, la cortina que separa las camas funciona correctamente. Privacidad asegurada. Por otro lado, mis compañeros de cuarto tienen sus propios y graves problemas que atender por lo que se podía decir que estaba solo en el cuarto.

En poco tiempo logro crear una buena relación con los enfemeros y enfermeras a quienes les corresponde cuidarme, pero particularmente tengo una buena relación con una enfermera: Rebeca.

Rebeca es morena clara, arriba de 1.70 mts, de pelo lacio, negro al cuello, grandes ojos negros y boca grande con labios delgados y bien delineados. Es de complexión gruesa, sin ser gorda (leve pancita), senos pequeños y generosas caderas. Ahh! que lindo trasero tiene ella. De lejos se puede apreciar la firmeza y redondez de sus grandes nalgas. Además, Rebeca se distingue por que siempre anda de buen humor, es pícara, medio mal hablada, de sangre ligera y hasta algo coqueta.

Mi comunicación con Rebeca pronto se hizo fluída. Nuestras pláticas duraban varios minutos y sí Rebeca no tenía nada más importante, pasaba a visitarme para seguir platicando. Nos poníamos a platicar de prácticamente cualquier tema. Al principio trivialidades y después intimidades. Las intimidades pronto nos llevaron a los temas sexuales, mismos que comentábamos entre una mezcla de asuntos médicos, morbo, picardía y cachondería.

Conforme pasaban los días y las charlas subian de tono, el contacto físico con Rebeca aumentaba. Y aunque la "buena" relación entre nosotros era obvia y empezaba a ser motivo de susurros entre sus compañeros, a Rebeca poco parecía importarle. Los dos buscábamos y provocábamos roces entre nuestros cuerpos. El saludo de mano pronto se hizo abrazo y el beso en la mejilla evolucionó a roce de labios.

Pero fue un evento el que marcó el rompimiento de la última frontera.

Una noche, durante la cena, Rebeca entró el en cuarto para hacer su rondín acostumbrado. Ella empezó por visitar las camas del fondo. Yo, parado al pie de mi propia cama mientras cenaba, no quitaba la vista de Rebeca y particularmente, no dejaba de deleitar mis ojos con su trasero. A través de su blanco pantalón se podía observar claramente que usaba tanga. Vale! Salve decir que conforme más veía, más duro se me iba poniendo el miembro. Para cuando llegó el momento en que Rebeca se acercó a mi lugar, yo ya tenía la verga en plena erección; y eso lo notó Rebeca, aunque simplemente mostró una sonrisa.

Poniéndose junto a mí y medio encubiertos por la cama y su carrito de medicinas, me empezó a hacer el chequeo rutinario. Esta vez tomandose más tiempo, mientras mantenía sus ojos sobre mis compañeros de cuarto. En cuanto se sintió libre de miradas, se acerco a mi oido:

- mmmmm, ¿Y eso? ¿Es por mí ó andas pensando cochinadas?
- Es por tí. Te veía.
- ¿Pues qué me andas viendo cabrón? Ni siquiera ando enseñando nada ...
- Te veía el trasero. Siempre imaginé que lo tenías bien firme, pero hasta ahorita que te veo en tanga lo compruebo.
- Te pasas, güey!
- ¿Por qué? Yo no soy el que trae tanga obscura con pantalón blanco ...
- ¿Te gusta mi colita?
- Me encanta. Se ve que la tienes riquísima.
- Tócala ....

Como de rayo que bajo una mano y le empiezo a acariciar las nalgas. Que ricura. Firmes. Gordas. Paradas.

Rebeca, quietecita, hacía como que preparaba algún medicamento en su carrito. Yo ya tenía la bata bien mojada a la altura de mi verga.

Sin aviso Rebeca se volteó hacia mí. Durante su giro, mi mano siguió el contorno de su cadera y terminé por rozarle el coño. Rebeca dió un pequeño brinco.

- Siéntate en la cama. Me dijo.

Me senté dándo la espalda a las otras camas. Recargado en mis manos, abrí las piernas y acomodé la bata lo mejor que pude. En el inter Rebeca jaló la cortina que dividía mi cama de la del vecino.

Rebeca se puso frente a mi. Recargando su mano derecha sobre la cama, para poder inclinar un poco su cuerpo hacia el frente, metió su mano izquierda debajo de la bata y empezó a acariciarme la verga y los huevos. Yo estaba mojadísimo y sentía la verga hinchada como pocas veces.

- ¿Que te pareció mi colita?
- Lo dicho. Está bien rica.
- Mmm, tienes la verga bien parada. Esta dura, dura, y bien mojada.
- ¿Verga? Yo pensé que usarías palabras como "pene" ó alguna palabra médica.
- Para mi se llama verga. Y me gusta como la tienes por mi.
- Sí sigues me voy a venir.
- Vente. ¿Te gustaría cogerme por el culito?

Esa gota derramó el vaso. Me imaginé a Rebeca cogíendomela por el culo, con sus grandes nalgas redondas, y con eso empecé a soltar la leche. Fuerte. Caliente. Rebeca siguió acariciándome hasta que se me desinfló la verga. Sacó la mano, se volteó a su carrito y usando un par de gasas se limpió el semen de su mano.

Todo el show que armamos y nadie en mi cuarto vió nada. Todos estaban cenando. Cuando Rebeca terminó de limpiarse me volvió a hablar.

- Me gustas. Tengo antojo de que me cojas. Hoy no. Mañana te busco. Tengo el turno de la noche. Mañana nos vemos. Ahorita te traigo una bata.

Continuará ...