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Ella acababa de cumplir 39 años

en No Consentido

ELLA ACABABA DE CUMPLIR 39 AÑOS

Esta es una historia ficticia protagonizada por dos personas reales. No juzguéis, disfrutad simplemente y permitid que vuestra imaginación sea malvada por unos momentos.

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Ella acababa de cumplir 39 años cuando tomé sus diminutos pechos entre mis manos. Era invierno, un invierno húmedo y desagradable, de esos cuando tus pies permanecen en todo momento mojados. Su pelo era corto y castaño. Llovía a todas horas, una lluvia fina y nada escandalosa. Ella no mediría más de metro cincuenta. Su figura todavía era la de una mujer pequeña y grácil, con algunos quilos de más en las partes inevitables y unos pechos demasiado pequeños a los ojos de los demás. Ese invierno la gente no se atrevía a salir a la calle, preferían permanecer en sus casas al abrigo de sus estufas, calefacciones, parejas o animales. Ella era pequeña y quizás su cuerpo no fuese el de una diosa. Pero a mi me encantaba. Su cara había sido redonda y pizpireta, algo afilada ahora con el paso de los años. Sus ojos eran negros y grandes, su boca pequeña y carnosa. Ella acababa de cumplir 39 años cuando de vuelta de la fiesta de navidad que organizábamos con la gente del trabajo, la empuje contra una pared y la violé. Ella tenía dos hijos y parecía relativamente feliz en su matrimonio. O al menos de eso presumía aunque a mi siempre me había parecido la típica casada aburrida, solo sabía hablar de sus hijos, del colegio de sus hijos, de la comida de sus hijos, de las enfermedades de sus hijos, de los problemas de sus hijos, de las satisfacciones de sus hijos… yo la miraba cuando hablaba de todo eso y asentía haciendo ver que me interesaba sin que ella supiese que todo mi interés se resumía en arrancarle la ropa y follarmela por todos y cada uno de sus agujeros. Desconozco los resortes del morbo, cada persona sentimos morbo por una cosa diferente. Mi morbo se convirtió en obsesión y poco a poco mi obsesión se convirtió en un desesperado plan para hacerla mía. Lo intenté todo, desde sutiles indirectas (¿Cuándo un hombre ha sabido ser sutil?) hasta mensajes anónimos. Ella parecía tomárselo todo como un juego. O era demasiado inocente o demasiado precavida. O quizás era que simplemente yo no le gustaba. Cualquiera de esas soluciones era inaceptable. Ella debía ser mía.

La fiesta de navidad que organizábamos en el trabajo era la típica fiesta donde todos querían demostrar ser los mas enrollados y los que no acababan borrachos acababan follando con quien no debía. Siempre he pensado que celebrar una fiesta con tus compañeros de trabajo es como jugar a la ruleta rusa con una ametralladora: hagas lo que hagas siempre tienes las de perder.

Esa noche habíamos reservado un salón en un restaurante del centro de la ciudad. Llovía, como cada noche desde hacia demasiado y los primeros en llegar nos refugiamos en un bar que había al lado del restaurante y comenzamos a beber. Pronto me di cuenta de que la metralleta estaba cargada así que deje de beber y entonces apareció ella. Estaba preciosa, quizás mas maquillada de lo habitual, con una falda amplia de color negro, un suerter rojo y un abrigo de cuero. Lo primero que se me ocurrió pensar es que su indumentaria me iba a resultar de lo más cómoda cuando me dispusiese a violarla.

Porque estaba decidido a poseerla esa misma noche quisiese ella o no.

Cuando llegaron todos pasamos al restaurante y procuré sentarme a su lado, por dos motivos, el primero para ganarme su confianza (ya saben… no te preocupes si llueve, yo te llevare a casa en coche, etc.) y lo segundo para asegurarme que bebía mas de lo necesario. Aunque ninguna de las dos cosas fueron necesarias pues a la primera de cambio soltó un comentario sobre la lluvia y si iba a ser lo suficientemente caballero para llevarla de vuelta a casa e inmediatamente comenzó a consumir sangría como si de agua se tratase. Sangría y fiesta con compañeros del trabajo. Apasionante.

Durante la cena se mostró próxima y divertida, hacia los típicos comentarios acerca de las actitudes de todos en horario de oficina e incluso contó algún chiste. Yo por el contrario estuve menos ocurrente que de costumbre, me preocupaba por beber lo menos posible y reírle las gracias lo mejor posible. Al terminar la cena fuimos a un pub a tomar unas copas y a eso de las 2 de la mañana vi que comenzaba a mirar su reloj. Era mi oportunidad.

-Creo que voy a retirarme ya –dije forzando cara de sueño- he bebido demasiado. Sigue en pie mi oferta de llevarte a casa.

Ella me miró pero no dijo nada, simplemente asintió con la cabeza y comenzamos a despedirnos de todo el mundo mientras yo me las ingeniaba para que mi coche no se convirtiera en un taxi, ella y yo solos.

Me había preocupado de aparcar el coche en la última planta de un parking cercano, en una zona de poca luz y sin vigilancia nocturna. De hecho me había costado casi dos semanas encontrar un lugar así (todos estaban vigilados) y después reservar un restaurante céntrico. Nos dirigimos al parking y yo pague el importe del aparcamiento en una de esas maquina automáticas, luego nos dirigimos a mi coche que estaba en la parte mas alejada de la salida. En un acto de caballerosidad abrí primero su puerta, ella me dio las gracias, entonces la empuje y cayó a cuatro patas sobre los asientos delanteros. Ni aunque lo hubiese ensayado durante meses hubiese caído en posición más perfecta. Mis manos se aferraron a sus caderas y comenzaron a subir su falda. Ella intentó revolverse de manera suave, como si de un juego se tratase, hasta que se dio cuenta de que no era ningún juego.

-¿Pero que diablos haces?

Le tape la boca y con la otra mano intente llegar a sus bragas, pero no pude, llevaba panties negros así que deslicé la mano por su culo hasta dar con la cintura de los panties y estire con violencia. Los panties se deshicieron en tres trozos y entonces pude ver sus bragas blanca y anchas. Toda una declaración de principios. Ella intentó mordedme en la mano pero no lo consiguió, entonces hice lo único que se podía hacer en esa situación, rodee su cuello con mi brazo derecho y comencé a ejercer una presión brutal, ella daba manotazos al aire hasta que pocos segundos después comenzó a temblar, entonces afloje la presión y le susurre al oído.

-Pórtate bien o estas serán tus últimas navidades –y después volví a apretar su cuello para reafirmar aquella frase.

Mientras le apretaba mi polla chocaba con su culo enfundado en sus bragas y eso me la puso como una piedra.

Afloje la presión y ella comenzó a toser.

-No me hagas daño, por favor –dijo con voz ronca.

Yo mire su culo, era grande pero apetitoso, la baje las bragas, a pesar de la oscuridad pude advertir lo blanquecino de su piel y bastantes pelos marrones que se escapaban en todas direcciones, mis manos bajaron por sus muslos y advertí que no estaba depilada. Eso me la puso aun mas como una piedra y me baje los pantalones, después los calzoncillos y puse la punta de mi polla justo en la entrada de su culo.

-No, por favor, eso no… -gimió ella.

No iba a sodomizarla… todavía. Baje mi polla unos centímetros, separé sus piernas y comencé a pasar la punta de mi polla por sus labios vaginales. Su sexo olía fuerte, una mezcla de orines y jugos. Era repugnantemente encantador. Metí mis manos por debajo de su jersey y palpe la piel de su estomago, de sus costillas, de la tela de sus sostenes. Metí mis manos bajo los sostenes e intente coger los pechos pero apenas pude mas que rozar los pezones. A pesar de haber tenido dos hijos sus pechos seguían siendo los de una colegiala.

De improviso ella quiso zafarse de mis caricias pero su estado de miedo, borrachera y su exigua fuerza en comparación con la mía, no consiguieron mas que cayese boca abajo transversalmente sobre los dos asientos delanteros, con la cara pegada al asiento del conductor y su coño pegado al asiento del acompañante. Entonces cerré mi puño y le propine un enérgico puñetazo en una de sus nalgas. Ella se revolvió y gimió de dolor, luego comenzó a llorar, unos llantos ahogados por el asiento.

-No es un juego –dije lentamente en su oído derecho- colabora…

Sin pensarlo dos veces abrí sus nalgas y le clave la polla dentro de la vagina que apenas estaba lubricada, ella lanzo un grito ahogado e intento retorcerse para que saliese pero con ello no conseguía mas que hacerse aun mas daño. Comencé a follarla con fuerza, sintiendo como mi pene entraba y salía rozando fuertemente las paredes de su vagina, ella seguía retorciéndose hasta que finalmente algunos jugos consiguieron adherirse a las paredes de mi pene lubricándolo de manera natural. Ella estaba completamente estirada boca abajo, llorando, mientras yo me dedicaba a follarla con violencia, dejándome caer en sus nalgas, metiendo mi polla dentro de su vagina en un intento de conseguir en cada momento un record de penetración que superase al previo. Cuando noté que estaba a punto de correrme saque la polla, me levanté, rodee el coche, abrí la puerta del conductor e inmediatamente descargué un cascada de semen en su pelo, su nariz, su frente, sus labios y su barbilla, ella no lo esperaba y movió la cabeza de un lado para otro intentando evitarla pero era tanta la leche que no consiguió mas que mojarse también las mejillas. Cuando hube acabado acerque mi punta a sus labios.

-Límpiamela.

Me miró directamente a los ojos, por primera vez desde que había comenzado a violarla. Su cara estaba repleta de mi leche y sus ojos reflejaban ira y confusión. Eso me excito sobremanera y la agarré del pelo estirando fuertemente.

-Chupa.

Ella abrió un poco los labios y yo se la metí de golpe hasta el fondo de la garganta, entonces preví una arcada y rápidamente retire mi polla de su boca. Un vomito mezcla de alcohol, comida y mi semen callo sobre el asfalto del parking. Cuando se hubo recuperado se limpió la boca con la manga del jersey y parte del semen que aun cubría su cara. Estaba deliciosamente patética. Borracha y violada. Ni en mis mejores sueños había imaginado una situación así. La miraba con expresión divertida... Entonces di la vuelva al coche, la cogí por detrás, la voltee y le quite toda la ropa. Ella apenas oponía resistencia, simplemente sollozaba repitiendo algo así como "por que… por que…". Cuando la tuve toda desnuda encendí la luz del interior del coche y la observé. No tenia un cuerpo de diosa, algo de estomago, muslos demasiado anchos, sin depilar, pechos pequeños y coño maloliente. Pero a mi m parecía la mujer más deseable del mundo.

Agarré sus pantorrillas y las puse en mis hombros, luego me acomode entre sus piernas y volví a follarla poco a poco, ahora ya no oponía resistencia, simplemente se limitaba a limpiarse los mocos con la poca dignidad que le quedaba.

Así pues había llegado el momento de hacerla perder toda esa dignidad.

Saque mi polla y sin darle tiempo a reaccionar se la puse en el ano y apreté todo lo mas fuerte de que fui capaz. En un principio pensé que nunca iba a entrar pero después de un primer rechazo (como el bote en una colchoneta elástica) mi polla entro en su culo hasta los mismísimos cojones. Ella me cogió del pelo y lanzo un chillido desgarrador. Entonces le agarré ambas manos y se las inmovilicé mientras continuaba sodomizandola con fuerza. Sus chillidos eran cada vez mas fuertes y desgarradores, tan desgarradores como lo que estaba haciendo mi herramienta en su ano. Me iba a correr en breves segundos pero de repente se la clave hasta el fondo, la agarré del rostro y la obligue a mirarme.

Ella me miro y me escupió en la cara. Yo comencé a abofetearla mientras le daba por el culo, comenzamos a pelearnos de manera violenta pero mi polla se resistía a salir de dentro de ella. Me arañó en la cara, me golpeo en el pecho, me arranco un trozo de pelo y me mordió en la oreja. Pero yo continué sodomizandola y golpeándola sin piedad hasta que la inunde totalmente. Creo que fue el mejor orgasmo de mi vida. Aunque también fue el último. Me aparté (mi polla salio de su culo como el corcho de una botella de vino) y la observe. Estaba desnuda, con la ropa rota, su culo enrojecido y con rastros de sangre (comenzaba a salir un hilillo de semen), sangre en la cara, en uno de sus pechos, en las manos, alguna uña rota, despeinada y con el rimel corrido, llorando pero completamente inmóvil.

-Yo me vestí, agarré el teléfono móvil y llame a la policía.

Les dije donde estaba y lo que acababa de hacer, cuando llegaron y me detuvieron ella aun estaba en la misma posición. Me lanzo una última mirada y después me metieron en el furgón policial.

Ella acababa de cumplir 39 años y yo 38. Ahora tengo 43 y aun me quedan unos años de condena. Pero eso es lo de menos porque la amo y la ultima imagen que conservo de ella siempre perdurará en mi memoria.

La amo.

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