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La historia de Viviana (1)

en Hetero: Primera vez

Las Diversiones de mi Madre

Esta es la historia de una de mis amigas más especiales en mi vida, ella se llama Viviana y voy a intentar relatar las experiencias de su vida, que ella misma me ha contado.

La primera vez que lo hice, fue cuando era muy chica y un tipo que se acostaba con mi madre, me enseño a chuparle el miembro.

Todo comenzó cuando, mi madre decidió trasladarse a Santiago. Nosotras éramos de provincia, vivíamos en Osorno, hasta el día en que mi papa nos dejo. Algunos meses después de este echo, mi madre decidió venirse a Santiago conmigo. Yo en ese tiempo tenia alrededor de nueve años. Cuando llegamos a la ciudad, mi madre arrendó una pieza en un pobre lugar, con una sola cama. Después de algunas semanas, en que ella había encontrado un trabajo, ella comenzó a llegar muy tarde en la noche. Continuamente lo hacia con algún tío, al que yo obviamente no había visto jamas. Cuando eso sucedía, me despertaban y mi madre me mandaba a acostar sobre un viejo sofá que había en la habitación. No pasaba mucho tiempo, cuando sentía que mamá se quejaba; ayes fuertes, suspiros hondos. La cama crujía. A veces yo pensaba que algo le dolía. Pero a pesar de los estruendosos ruidos que se prolongaban casi hasta la madrugada, yo casi siempre terminaba vencida por el sueño, y me quedaba profundamente dormida.

Un día de esos muy temprano en la mañana cuando el sol entró por la ventana, vi a uno de esos tíos y a mi madre durmiendo desnudos y tendidos sobre la cama. Lo primero que me impresiono al abrir mis inocentes ojos de niña, fue el tamaño inmenso de los pechos de mi madre, casi automáticamente los compare con los míos y me asuste de la diferencia.

También me llamo la atención la tremenda cantidad de pelos que tenia en la zona del pubis, eran abundantes, muy negros y rizados; por supuesto a esa edad yo no tenia ninguno. Recuerdo que pense que cosa tendría que hacer, para llegar a tener los pechos y mi entrepierna como mi madre.

Cuando me levante para dirigirme al baño, quede totalmente absorta mirando al tío que estaba acostado al lado de mi madre. Tenia su cuerpo casi totalmente cubierto de pelo, pero sin duda lo que atrajo más mi atención fue lo que le colgaba entre las piernas. Era una cosa similar a un chupete de bebe, pero obviamente mucho más grande y por debajo le colgaba algo similar a un saco de carne muy peludo, solo sobre esa cosa carnosa no tenia pelos, pero alrededor de "eso", estaba lleno de ensortijados pelos.

Estaba de pie mirando ensimismada mirando aquel cuadro, cuando de pronto los gritos de mi madre me volvieron a la realidad.

—¿Que estas haciendo intrusa?

—¡Anda a acostarte! Me grito al despertarse y sorprenderme mirándolos.

Me asuste mucho y volviendo rápidamente al sillón, me acosté escondiendo mi cabeza debajo de la frazada. Estaba tan sorprendida por mi descubrimiento que pensaba constantemente en lo que había visto. Pero mi mayor curiosidad se remontaba a averiguar qué sucedía por las noches, cuando mi mama llegaba acompañada de algún tío, deseaba enterarme de la causa que hacia que mi mama sufriera tanto y a veces se quejara hasta el amanecer. Quería saber la causa de esos gemidos nocturnos, y me propuse averiguarlo.

Una de esas noches, mi madre llegó a casa bastante tarde con un nuevo tío, el recién llegado fue muy amable conmigo y hasta me regalo algunos chocolates. Cuando llego la hora de acostarse, mamá me preparo la incomoda cama en el sillón, aunque tenia mucho sueño, me jure a mi misma no dormirme, cerré los ojos y no moví ni un pelo.

—¿Se quedó dormida la niña? Preguntó él.

—¡Si, ya esta roncando, además no se da cuenta de nada negrito, porque aún es muy chica!

Apagaron la lampara, por la ventana entraba la luz de la luna aclarando todo lo que sucedía en el interior de la pieza. Vi el cuerpo de mi madre, que lentamente se desnudaba. Su cuerpo era muy blanco y la parte inferior se reflejaba extraordinariamente visible y clara, reflejando sus nalgas robustas y redondas; su pelvis se avizoraba fugazmente al darse ella vueltas, su vientre plano, los muslos curvos, sinuosos y semejantes a unas contorneadas columnas, todo en una hermosa armonía en un cuerpo esbelto y bien formado.

Mientras ella se desvestía con rapidez, él permanecía sentado en el borde de la cama, solo se había sacado sus zapatos y su camisa. Mi mamá se acercó totalmente desnuda, sus pechos parecían más enormes aún. El los tomó con sus manos y comenzó a besarlos. Yo abrí más mis ojos para no perderme detalle; los besos sobre los senos producían un sonido agudo, mientras mi madre ya había sacado los pantalones de su compañero dejándolo únicamente en calzoncillos.

El se puso de pie, ella le bajó la prenda interior, algo grande y largo emergió de entre las piernas del hombre. Era muy distinto a lo que yo había visto algunos días antes, en el otro tío. No había ninguna comparación, este era una cosa inmensa muy tiesa y larga, un verdadero mango, que mi madre aprisionó con su boca, en forma desesperada. Todo el cuerpo del tío, parecía saltar convulso y agitado, mientras mi mamá se lo metía y se lo sacaba de la boca, al tiempo que con su mano lo refregaba meneándoselo de arriba a abajo.

Al poco rato él le pidió que se detuviera y le dijo a mi madre que se tendiera de espaldas en el lecho, el tío comenzó a besar la totalidad de su cuerpo; acaricio sus piernas y acomodándose de rodillas entre sus muslos acerco su boca a la peluda entrepierna de mi madre y comenzó a besarla ahí. Ella se abría de piernas mientras con sus dedos separaba los labios de su vulva, y en susurros le pedía que se la lamiera enterita. El comenzó a succionar su cosa haciéndola estremecer de gusto, disfrutando intensamente de las caricias orales que él le entregaba.

En un momento él se detuvo, levanto los muslos de mi mama y puso las pantorrillas de ella en sus macizos hombros, se inclino hacia adelante y con su mano acomodo el tieso aparato que sobresalía entre sus piernas justo encima del peludo vientre de mi madre poco a poco fue introduciéndolo en la expuesta abertura. En mi cabeza no podía entender lo que sucedía, pensaba en las dimensiones de su aparato y apenas me imagine entrando esa terrible cosa por mi diminuta abertura sentí escalofríos, mezcla de pánico y curiosidad; yo veía todo lo que acontecía con absoluta nitidez, sin entender entonces que estaba sucediendo y por qué mi madre comenzaba a gemir.

Si tanto le dolía, pensaba yo, por qué dejaba que él le hiciera eso. Ella le rasguñaba los brazos y se movía debajo de él como una loca; la cana crujía y ella seguía jadeando como si fuera a ahogarse, por momentos lo besaba y le decía tiernas palabras, por lo tanto, era notorio que no estaba sufriendo mucho.

Todo esto continuo hasta que de pronto, ambos se agitaron aún más fuerte y luego se quedaron muy quietos uno sobre el otro. El cansancio me venció y me quede profundamente dormida. Cuando desperté el tío ya no estaba, mi madre seguía durmiendo, con una expresión de satisfacción en el rostro. Pense en lo que había visto esa noche y aunque no entendía bien de que se trataba, me imagine que cuando yo fuese grande no haría esas cosas, porque me parecía que era repugnante acostarse con un hombre totalmente desnuda y darle besos a esa cosa que ellos tenían entre las piernas; menos aún dejar que metieran eso en mi cosita, porque debido a su tamaño era obvio que tenia que doler mucho.

Ese tío que se llamaba Miguel, comenzó a venir más seguido a la casa. Mi madre ya no llegaba con otros tíos. El era muy atento y simpático conmigo, y la verdad es que a mi me caía muy bien.

Una noche de invierno muy fría, en que el se encontraba en casa, yo comencé a tiritar de frío debido a lo helado del ambiente. Miguel estaba acostado con mi madre y medio dormida, escuche que le decía a mi madre:

—¡La niña debe estar muerta de frío!

—¡Mejor tráela para que se acueste con nosotros!

Ese gesto de preocupación no lo había tenido ninguno de los tíos anteriores. Me gusto su actitud y se lo agradecí, pues la verdad es que estaba muriendo de frío. Tenía mis pies congelados y mis dientes no paraban de castañetear.

Mi madre me llamó y me dijo que me acostara en la cama. El tío Miguel, se levanto y me trajo una taza de leche caliente, para que entrara en calor. Realmente me sentí agradecida, él era tan diferente a los otros, que hasta me lo imagine como un padre.

Me acostaron en medio de ambos, para que entrara en calor. Era tan agradable la sensación de estar así como una familia, sintiéndome protegida entre los dos, que prontamente me quede dormida.

En la madrugada, mientras dormía de espaldas, sentí una mano que se posaban en mis muslos. Sus dedos comenzaron a recoger mi camisón de dormir lentamente, hasta que dejo desnudos mis piernas y comenzó a rozar con sus dedos mi piel, muy suavemente por la cara interior de mis muslos dirigiéndose hacia mi entrepierna; un temor repentino me inundo, abrí mis ojos y gire mi rostro hacia él; mire su cara y me di cuenta que él dormía al parecer profundamente. Su mano se había retirado de mi cuerpo. Me gire y me acomode hacia mi madre abrazándola y seguí durmiendo, una nueva sensación me hizo despertar; sentí en la carne de mis glúteos, la presión de un bulto punzante y duro, que se cargaba cada vez más sobre mis nalgas.

El roce de esa protuberancia que al comienzo era muy leve, se fue acentuando cada vez más haciendo una presión cada vez más fuerte contra mis asentaderas, casi podía adivinar el ritmo del roce contra mis nalgas pues este se hacia cada vez más constante. Sus ojos seguían cerrados, de pronto un profundo ronquido salió de su garganta, y breves momentos después sentí una intensa humedad en la zona que momentos antes había estado siendo rozada.

En ese momento el tío Miguel se giro, dándome la espalda, aproveche la ocasión y deslice mi mano hasta mi trasero, para averiguar que era esa sensación de humedad, con mis dedos toque una tibia cremosidad que había sobre mi camisón justo sobre mis nalgas, y que poco a poco iba mojando mis calzones. Lleve mi mano a mi nariz con la intención de averiguar, de que se trataba; el olor de ese liquido cremoso era muy especial, distinto a cualquier otra cosa que yo hubiese olido antes, quise cambiarme de lugar en la cama, pero logre tranquilizarme, pensando en que en verdad no pasaba nada grave y que al fin y al cabo al otro día podría averiguar que cosa era esa que tenia sobre mi camisón.

Cuando desperté al otro día lo primero que hice, fue tocar la zona que me había molestado en la noche debido a lo mojado que estaba, pero no había restos de ninguna humedad, solo note que sobre esa zona, la tela de mi camisón estaba un poco más tiesa.

Ese día cuando todos despertamos sus atenciones no decayeron, al contrario por ser día domingo, desayunamos todos en la casa y luego salimos a unos juegos, anduve en carrusel, subimos a la rueda, me comprar algodón de azúcar y varios helados. Me divertí como nunca antes, hasta llegue a pensar que los tres habíamos formado una verdadera familia. Me sentí culpable de haber temido algo malo la noche anterior, de este hombre que era tan dulce y bueno con nosotras.

El tío Miguel comenzó a quedarse muy seguido a dormir con nosotras, cada vez que lo hacia y después de que mi madre ya se había tranquilizado de sus ataques de gritos y jadeos nocturnos, él insistía todas las veces, para que yo me acostara entre ellos. Yo casi me había habituado a que sus manos rozaran mis piernas, y a que ese bulto se apoyara sobre mis nalgas, y a pesar de que eso me producía algo de inquietud me había convencido que no eran más que muestras del cariño que sentía por mi, incluso me había quedado quieta, sin decir mi hacer nada cuando en ocasiones él había apretado mis glúteos o sus dedos habían corrido por entre mis muslos hasta posarse sobre mi vagina, moviéndolos reiteradamente sobre mi calzón.

En variadas ocasiones había dejado que él durante la noche recogiera mi camisón sobre mi espalda y que me refregara su protuberancia, hasta sentir que un húmedo liquido corría por sobre mis calzones y por entre mis muslos. Mi madre no se enteraba de nada porque era yo la que lavaba la ropa. Y siempre que limpiaba mis calzones me llamaba poderosamente la atención, el color medio amarillento y le rigidez de la tela en la zona en que yo sentía mojado durante las noches.

Yo no le había contado nada de lo que sucedía durante las noches a mi madre, lo hacia para que ella no se fuera a enojar o para que no me retara, como habitualmente lo hacia cuando yo le contaba algo que no era de su agrado.

Una tarde, mi madre no llegó, algunas veces ocurría que se ausentaba sin avisar, y al otro día llegaba de muy buen humor y con algún engañito, así le llamaba ella a un paquete de dulces o algún pastelito para mi; no me extraño entonces, que esta fuera una más de aquellas ocasiones.

Ya habia caido la noche, cuando golpearon la puerta, era mi tío Miguel; entro y pregunto por mi mamá, cuando se entero que aún no había cenado, me preparo algo de comer, en verdad yo tenia mucha hambre; su llegada me alegro mucho por la compañía, y porque él me trataba muy bien. Noté que miraba ansiosamente la hora, y pense que estaba preocupado por la tardanza de mi madre.

—Parece que tu mamy no va a llegar hoy, porque ya es muy tarde.

Cuando comencé a preparar mi cama en el sofá para acostarme, agregó con mucha decisión:

—¡No, no haga eso, mijita linda, usted hoy duerme en la camita no más!

—¡Cómo se le ocurre que va a pasar frío!

Sentí vergüenza que él me viera mientras me desprendía de mi ropa. Sus ojos no se despegaban ni del más mínimo movimiento que yo hacia; quedé en calzones y con una polera larga que cubría la mitad de mis muslos, a esa edad por supuesto aún no usaba sostenes.

Me metí en la cama muy nerviosa, cerré mis ojos, convencida de que la puerta se abriría y mamá ingresaría en cualquier momento, de todos modos, me convenía dormirme pronto, así no me trasladarían a la incomoda cama del sillón.

Comencé a caer en el sueño, una mano pesada acaricio mis cabellos, sentí la calidez de un beso en mi cuello; desperté sobresaltada. Note que metía su mano entre mis piernas y las separaba, sentí un latido en mi vientre y una oleada de temor, recorrió mi cuerpo, sus dedos recorrieron mis muslos, subiendo hasta mi chóchito. Llevaba un camison de franela que me cubria por encima de la rodilla, aquella cálida mano se adentro entre mi camison y sentí la dulzura de aquellos dedos recorriendo mis muslos y subiendo hacia mi cadera, hasta llegar a mi cintura, y note como cogía mis braguitas empezaba a tirar de ellas hacia abajo, intente evitarlo y cogí su mano, intentando apartarla.

Cuendo lo mire a la cara, el tio Miguel estaba con un dedo sobre sus labios, indicándome silencio.

—¿La desperté, mijita?

—¿Quiere que le traiga alguna cosita?

—No, gracias tío— Le respondí, con un extraño presentimiento. El estaba acostado a mi lado, vestido solo con su calzoncillo.

—¿A usted tesoro, le gustaría cuando grande ser como su mamita?

—Si, ¿Por qué me pregunta eso?

—Es que yo puedo ayudarla, para que crezca bonita y sea una hermosa mujer, ¿Le gustaría?

—¡Si, me encantaría! Mi respuesta tenía mucho de temor y a la vez una gran curiosidad

Me destapo y comenzó a mirar mi cuerpo, de pies a cabeza.

—¡Entonces, sáquese la ropita y muéstreme como tiene sus tetitas!

Cuando me vio dudar, me dijo:

-¿Acaso no deseas desarrollarte linda y hermosa?

-¿No me dijiste que querías ser como tu madre?

Sus últimas palabras me dejaron en una terrible incertidumbre. Yo no sabia si lo que decía era verdad o mentira; no tenia un padre, no había crecido con él, y jamas nadie había hablado conmigo de esto. El tío Miguel por otra parte, era el que más se acercaba a lo que yo creía debía ser un padre. Pense que si él no lo hacia me iba a quedar enana, me aterré ante la idea de vivir para siempre en este cuerpo de niña.

-¡Si quieres crecer y ser linda como tu madre, es necesario que un hombre te ayude!

-¡Solo si un hombre te hace masajes, podras crecer!

En su rostro comencé a descubrir cierta impaciencia, su voz se aceleraba más, la respiración en él se agitaba aumentando a cada momento. Me desprendí asustada de mi camison, sin dejar de mirar la puerta, implorando para que mi madre llegara pronto.

Comenzó a tocarme mis incipientes pechos con suavidad, pellizcaba mis pezones, que no eran más que un de tetillas de niña, con sus dedos rozaba y acariciaba la sensible piel de esa zona.

—¡Tengo que hacerles cariño a tus tetitas, para que crezcan grandes y lindas como las de tu mamita! Y agregó:

-¡Voy a tener que darles una chupadita y a pasarle mi lengua para que se vayan formando muy hermosas!

Mis temores dieron paso a un dulce gustito, que comenzó a producirse cuando mis pezones, que parecían haber crecido una enormidad hasta quedar largos y duros, comenzaron a ser mordidos, apretados con firmeza entre su dentadura, mientras su lengua no cesaba en sus movimientos.

Su mano se poso en mis piernas y comenzo a acariciarmelas mientras me besaba los pezones, comenzo a recorrer mi cuello con sus labios, dandome reiteradas lamidas. Sus manos me daban mucha cosquillas, me acariciaba con ansiedad, dándome mucho calor a las zonas que él me tocaba. Entonces comenzó a deslizar sus mano por mi vientre.

Despues de mirarme a los ojos se fue acercando hasta darme un beso en los labios primero muy tierno y despues un poco mas fuerte y apasionado. Me acaricio el vientre, llegando hasta mi vagina acariciandola tambien. Acercamos nuevamente nuestras bocas y nos dimos otro beso. Recorde que habia escuchado a alguna de mis amigas me habian dicho como besar, por lo que introduje mi lengua en su boca y su lengua en la mia, jugamos con nuestras bocas y lenguas, saboreando su saliva.

El habia acomodado su mano y haciendo a un lado mi calzoncito acariciaba mi vulva y alternaba sus caricias metiendome un poquito los dedos. Jugueteo con mi vagina, introduciendome sus dedos en circulos y dandome un extraño y desconocido placer.

—Ahora te voy a sacar el calzoncito, quédese quietesita no se mueva.

—¡No tío, puede llegar mi mamy!— Grite alarmada.

—¡No se preocupe si ella ya no va a llegar!

-¡Además ella misma me pidió que le hiciera esto, total todos los papás se lo tienen que hacer a sus hijas para que crezcan saludables y se hagan mujercitas!

Me miro y me hizo una mueca, como besándome a lo lejos, lo deje hacer, mis braguitas bajaban por mis muslos y a cada centímetro que bajaban, con mas fuerza latía mi corazón, cerré mis piernas y note como caían mis braguitas hasta mis tobillos, él con sus pies se deshizo de ellas y de nuevo con sus manos, separo mis piernas.

Una vergüenza enorme se apodero de mi, cuando él me saco los calzones y me tocó con suavidad, hurgueteando con sus dedos entre mis piernas. Yo apreté mis muslos, pero con las agradables sensaciones que me provocaban aquellos masajes, termine por relajarme.

—¿Seguro que deseas que aquí te salgan pelitos, verdad?

Me acorde de mi madre, cuando la vi desnuda; sentí una terrible curiosidad por saber qué se sentiría llevar siempre entre las piernas, una enorme cantidad de pelos como mi mamá. El comenzó a masajearme con mayor intensidad, luego acercó su rostro y ardorosamente besó mi vagina, sus labios se pegaban a mi cosita con la saliva que caía de su boca. Sentí que un calor me inundaba en esa zona, algo extraño se agitaba entre mis piernas; entonces introdujo la punta de un dedo en mi ano, pero al ver mi reacción de dolor, en seguida me lo saco.

—¡Cuando crezcas, te vas a tragar todo lo que te pongan por delante, igual como lo hace tu madre!

-¡Vas a ser una zorra calentona e insaciable!

-¡Ya lo estoy viendo, apretadita, con un agujerito caliente y jugoso de moco, esperando comerse una verga grande y dura, que te haga gozar!

Sentí que sus manos entreabrían los labios de mi vulva, y su cálida lengua se poso sobre mi clítoris palpitante, después de intensos minutos en que su lengua, le dio pequeños latigazos a mi virginal botoncito de placer, comenzó con profundas lamidas en mi estrecha vagina. Por momentos, el calor se distribuía por toda la piel de mi cuerpo y comencé a quejarme inconscientemente, pero no de dolor sino de gustito; me mordía los labios y me faltó poco para que me pusiera a gritar como lo hacia mi mamá en las noches.

—¡Date vuelta mijita, ponte de guatita!

Obedecí, sus manos se desplazaban con facilidad increíble por sobre mis muslos y por sobre la carnosidad de mis nalgas; las apretaba con firmeza y enterraba sus uñas, nuevamente uno de sus dedos se ubico en mi ano, movió el dedo con extrema delicadeza, mientras me decía:

—¡Este culito va a ser grande, se nota porque yo tiene la forma!

-¡A pesar de lo chiquita que eres, te gastas una buen culo, redondito, paradito, con firmes nalgas, suaves, blanquitas, un rico culo pa’ culearselo!

Sus palabras me eran difíciles de comprender, las manos de mi tío Miguel no me hacían daño, al contrario, eran como dulces caricias las que sentía. Mi mayor y único tormento, era que la puerta se abriera en cualquier momento.

De pronto, algo caliente y duro, como un trozo de goma comenzó a deslizarse por mis piernas; él se había sacado el miembro y me lo refregaba por distintas partes de mi cuerpo, lo coloco sobre mi ano, y lo frotó por encima, yo sentí como mi carne se hundía y se dilataba bajo la presión que el ejercía en mi apretado agujerito trasero. Con sus manos calientes y decididas, abrió mis glúteos y acomodo su órgano sexual, tratando de introducirlo en mi ano, pero sin forzarlo.

Apoyo el inflamado glande en mi orificio anal y mientras acariciaba mis nalgas, comenzó a deslizarlo suavemente hacia el interior. Sentí cada centímetro de mi recto, abriéndose y ajustándose en torno a su dura estaca de carne erecta, que empujaba haciéndome arder el culo terriblemente. Me queje y le suplique que me lo sacara; inmediatamente lo retiro y lo acomodo entre la separación de mis nalgas, pero sin intentar introducirlo.

Comenzó a moverse encima mío refregando su aparato por entre mi trasero. En ese momento recordé los empujes, que él había realizado contra mis nalgas las noches anteriores y comencé a entender de que se había tratado ese bulto que presionaba mis nalgas, tan reiteradamente. Mi cuerpo se sacudía entero con los movimientos que el realizaba sobre mi; un sudor fuerte salía de su cuerpo. De pronto se reincorporó un poco alivianando la presión y se sacudió repetidas veces. Un liquido tibio saltó sobre mi espalda y regó la zona de mis nalgas, mientras él jadeaba como un toro furioso. Por fin me había enterado de donde provenía ese liquido cremoso que mojaba mis calzones durante las noches. Antes de acostarse a mi lado, él se apresuro en limpiar mi cuerpo de aquella humedad, con las sabanas y algo jadeante me dijo:

—¡No quiero que le cuentes a tu mamá, lo que hemos hecho, prefiero guardarle la sorpresa hasta que tu cuerpo se comience a poner bonito como corresponde!

Se acostó a mi lado y me hizo girar poniéndome de espaldas, mientras me acariciaba muy tiernamente, y me decía palabras muy cariñosas. En medio de estas atenciones, me explico que él recién había comenzado el tratamiento para que yo creciera bonita y hermosa. Y que tendríamos que repetir estas manipulaciones, guardando el secreto hasta que comenzara a dar resultados.

Pasaron algunos minutos en los que mantuvo abrazada a él, era muy agradable la sensación de sentirme tan protegida y cuidada entre sus brazos. De pronto volvió a echar las sabanas hacia atrás, pude apreciarlo totalmente desnudo, y entre su mano sostenía su cosa gruesa, mientras jugueteaba con el sacudiéndoselo.

—¡Mira tesoro eres una niña tan obediente y cariñosa que te voy a hacer un regalito!

Alcanzo su billetera que tenia sobre el velador y saco un billete, de alto valor. Si quieres tenerlo y darme las gracias lo único que tienes que hacer, es agarrar con tus manos esto que tengo aquí, y moverlo como yo te voy a enseñar; me lo aprietas un poquito y lo haces para atrás y para adelante, igual como me lo estoy haciendo yo.

El tomó mis manos y las puso sobre su miembro, se acomodo de espaldas y colocó sus brazos tras la nuca, en una actitud totalmente relajada y cerró los ojos. Sentí que esa cosa era como un mango muy grueso y suave al tacto, que cada vez se ponía más duro, estaba cubierto con una piel delgadita que se desplazaba con facilidad a moverlo, por momentos su aparato se hinchaba alcanzando una brillantes impresionante, mientras que parecía saltar rítmicamente entre mis dedos.

Pensé que si mi mama se metía en la boca esas cosas, no habría nada de malo en que yo lo tuviera entre mis manos. Seguí sus indicaciones y comencé a subir y a bajar mi mano deslizándola por su cosa. Mis ojos se sorprendían ante su apariencia, comencé a estrujárselo con suaves toques. El se quedo quieto con las piernas separadas, no realizaba ningún movimiento. Sólo se estremecía de placer. Su miembro se tenso de tal manera, que yo lo sentía como una durisima masa de carne palpitante en mi mano.

—¡Eso tesoro!

—¡Apriétamelo más fuerte, muévelo más rápido!

Yo sudaba; el movimiento continuo de mi brazo, termino por agotarme, pero no dejaba, mientras tanto, de mirar el billete y soñar con todo lo que podría hacer con tanto dinero. Lo que no lograba entender era el sentido de todo esto. Cual era el fin de mi tío para que yo hiciera esto; él permanecía con sus ojos cerrados, reflejando en su rostro expresiones de alegría, mientras entre balbuceos decía:

—¡Eso tesoro!

—¡Así, eso, ah...!

En un momento abrió sus ojos y me pidió que le pasara la lengua por su aparato. Lo hizo tan dulcemente y casi como rogándome que no pude negarme.

—¡Por favor, tesoro bésamelo despacito y pásale la lenguita!

Mire hacia abajo y vi su tremenda cosa roja, de piel completamente rosada, con unas gruesas venas azules y con la carnosa cabeza redonda color púrpura. Me incliné y observé su instrumento, grueso como un pepino, pero suave y torneado, con una brillante cabeza carmesí, hasta que me decidí a darle en el gusto.

La punta de mi lengua topó con su miembro, moví mi lengua como si degustara un helado o algo similar. El comenzó a respirar con evidente dificultad, pensé que algo terrible le podía ocurrir, pero él me pedía que siguiera haciéndoselo.

—¡Lo haces muy rico tesoro, sigue!

—¡Muérdemelo un poquito, mijita!

Con mis dientes apresé la punta de su órgano; era parecido a un objeto de goma, mi dentadura se resbalaba. Tenia miedo que mis mordeduras le fueran a hacer daño, así que lo hacia suavecito.

—¡Chúpamelo, metelo y sácalo de tu boca!

Recordé como había visto hacerlo a mi madre y comencé a imitar sus movimientos, metiéndomelo y sacándomelo de la boca. El comenzó a convulsionarse como si lo atravesase una corriente eléctrica, y apresuro sus movimientos con las caderas. Llegado ese momento abrumado por la excitación, dejo escapar un torrente del pegajoso fluido, eran sumamente espesos.

Sentí que mi boca se llenaba con algo que tenia un gusto salado. El se estaba derramando intensamente en mi boca. No le solté el miembro, tal como él me lo pedía mientras se descargaba por completo, expulsando los últimos restos de su salado liquido. No me atreví a tragármelo, y lo fui acumulando en mi boca, hasta que cuando ya no pude mantenerlo debido a la gran cantidad que me arrojaba, lo deje escurrir por entre mis labios, un hilo de su espesa secreción se pegaba a mis labios y a mi barbilla, mientras escurría de mi boca.

Justo en ese instante, sentí un portazo, el rostro de mi tío Miguel se endureció; fue inolvidable, recuerdo como la palidez de un papel se plasmo en toda su cara; su boca tiritaba, se incorporo sobresaltado y me empujo a un lado muy nervioso, Cogió la sabana y se tapo entero. Yo miraba la escena totalmente sorprendida desde la cama. Cuando me di vuelta, lo entendí todo; mi madre acababa de llegar, y gritaba histérica:

—¡Claro desgraciado, sigue no más hijo de puta!

—¡Yo te saco una foto para tu álbum familiar!

—¡Para aprovecharte de la cabra chica si que tenis agallas, maricón!

—¡Degenerado!

Acto seguido se abalanzó sobre él como una fiera sobre él, le rasguño el rostro y lo expulso en medio de cachetadas y patadas, en calzoncillos a la calle; sentí en ese instante una profunda lastima por ese hombre. Por la ventana le arrojo la ropa, mientras le gritaba un rosario de los más fuertes garabatos e indultos, que hasta ese momento yo jamas había escuchado siquiera.

Luego me quedo mirando con seriedad, yo acababa de colocarme el calzón.

—¿Y vos mierda?

—¡Tan chica y maraqueando!

—¡Apenas tenis diez años y ya andai buscando culear!

—¡Puta de mierda!

Me agarró de los cabellos y después de zamarrearme me plantó una bofetada que hasta hoy recuerdo, ya que además del dolor que sentí, de mi boca saltaron restos del semen que aún yo mantenía en mi boca, quedando hilillos del liquido pegados a mis cabellos. Caí al suelo y mientras ella buscaba algo para pegarme, trate de limpìarme lo mejor que pude.

Esa noche dormí junto a mi madre. Después de terminar con la paliza, ella me interrogo sobre lo sucedido, cuando comprendió que yo aún seguía virgen se tranquilizo. Lloré mucho, casi toda la noche, pero algo después de todo me dejaba tranquila; el convencimiento de que en muy poco tiempo mi cuerpo se desarrollaría y seria tan hermoso como el de mi madre.

Viviana