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La historia de Viviana (4)

en Jovencit@s

Diversiones con Camilo (Cap. 04)

Unos días despues, como siempre yo estaba deseosa de volver a verlos trenzados en aquella suerte de pelea oriental sin derecho a descanso, ocurrió algo inesperado que de alguna manera favoreció mis más íntimos deseos. De repente Angela se sintió indispuesta esa mañana, pues amaneció con gripe y temperatura, así que su mamá decidió que no iría a la escuela, dándole un recado a Camilo para que se lo entregara al profesor. En el fondo de mi corazón yo me sentía contenta, presintiendo que tal vez podría presentarse para mí la ansiada oportunidad de que Camilo me hiciera lo mismo, ya que sinceramente y después de haber visto todo lo que hacía con mi amiga, se me antojaba tanto su verga que hasta estaba dispuesta a insinuárselo, aunque de momento no tenía tan claro en mi mente cómo hacerlo.

Yo no podía dejar de observar atentamente el atlético cuerpo de Pepe, que cada día se me antojaba más, mientras mi mente divagaba en qué forma podría incitarlo para que me hiciera lo que le hacía a María.

Entonces se me ocurrio decirle:

-Camilo, no crees que deberiamos hacer un poco de hora, recuerda que siempre que esta Angela, Uds. Se demoran un poco allá en el sitio. Y si llegamos más temprano, a mi mama le va a extrañar.

-De veras tienes razón.

-¿Qué te parece si hacemos tiempo en el mismo lugar de siempre, mientras me invitas un helado?

Camilo acepto en seguida, compramos unos helados y nos escabullimos al sitio de costumbre. Muy cerca de la entrada el sento en el suelo, con las piernas cruzadas.

Yo hice lo mismo, sentándome también precisamente frente a él; sólo que, habiéndole dado ya forma en mi calenturienta mente a una idea, de manera deliberada me abrí de piernas lo más que pude para que Camilo pudiera ver a su antojo el interior de mis muslos, donde mis calzoncitos se ofrecían ansiosos y sin pudor alguno ante sus ojos, deseosa como estaba de que él tomara de una buena vez la iniciativa conmigo.

Yo movía incesantemente mis piernitas de un lado para otro aparentando distracción y como si no me diera cuenta de ello, tratando de abrirme lo más que podía frente a su vista con la clara intención de que la tela de mis braguitas se corriera hacia los costados de mis ingles y de alguna manera Camilo pudiera observar al menos una parte de mi imberbe chochito. Y en efecto, él no tardó por fin en fijar sus ojos allí donde yo quería, en tanto yo me mantenía atenta a sus reacciones tratando de descubrir aquel brillo que había visto en sus ojos cuando desvestía a María.

Ahora él, sentado frente a mí, no dejaba de mirar con ojos ansiosos hacia el interior de mis piernas abiertas, mientras yo continuaba regocijándome con aquel incomparable momento abriendo y cerrando las puntas de mis rodillas, dándome cuenta que en la mirada de Camilo aparecía de pronto aquella chispa singular que tan ardientemente yo deseaba contemplar. Supongo que mi caliente amiguito, recordando seguramente las bellas nalgas de Angela y las salvajes cogidas que le ponía, se reflejaba en aquellos momentos en el espectáculo sin par que gratuitamente yo le ofrecía, con mis calzones ya humedecidos ligeramente de aquel líquido que me escurría sin parar desde lo más profundo de mis entrañas, pues me miraba cada vez con mayor atención, con los ojos completamente abiertos por la calentura, y sobre todo, podía ver cómo el bultito característico en la parte frontal de su pantalón comenzaba a levantarse poco a poco debido la brutal erección que estaba experimentando.

Al ver que mi plan daba resultados satisfactorios, yo continuaba fascinada y con mayor ánimo con mi caliente jueguito abriendo y cerrando mis piernitas una y otra vez, como esperando una pronta reacción a favor por parte de Camilo, lo que hacía que mi corazón latiera fuertemente dentro de mi anhelante pecho sintiendo que la sangre corría como caudaloso río dentro de mis venas por la contenida pasión del momento. Y en realidad no tuve que esperar mucho tiempo para que él se decidiera a dar los primeros pasos, pues acercándose a mí, pero quedando aún los dos frente a frente.

Yo continuaba abriendo y cerrando mis piernitas sin parar frente a sus desorbitados ojos, que seguían clavados en el centro de mi entrepierna, sintiendo cómo mi calzoncito, a fuerza de los constantes movimientos, por fin se había corrido hacia los lados, dejándole ver a Camilo una parte de los labios superiores de mi sonrosada oquedad ya humedecida, lo que hacía que a él se le secara la boca y se remojara continuamente los labios con la punta de su lengua. De pronto se quedo mirandome y me dijo:

-Oye, quiero decirte algo!

-¿Qué cosa?

-Lo que pasa es que... me da temor..., me da miedo que lo vayas a decir... –me dijo él con voz entrecortada, síntoma de la calentura que estaba sintiendo-

-Decir...? a quien?

-Pues por ejemplo... a tu mamá...

-Cómo crees...? Tú sabes que yo nunca le he dicho nada a ella,... ni siquiera le he contado nada de que nos quedamos aquí a la salida de la escuela... no es cierto. Entonces... tenme confianza... por qué no me lo dices de una vez?

-Bueno... pero tampoco debes decírselo a María... ni a nadie más.

-Ni a María, ni a nadie... te lo prometo... pero anda... ya dime qué es...

-Mira, Viviana... hagamos una cosa... si?

-Pues dime qué...

-Yo te diré lo que quiero... pero con una condición... .

-Cual...?

-Que si tú no deseas hacer lo que te pida... pues olvidamos todo... y como si no te hubiera dicho nada... si?

-Si... de acuerdo...

-Bueno... es que yo... ahora que te veo así como estás sentada... pues... Me gustaste mucho... me gusta mucho verte allí en medio... ver eso que tienes entre las piernas... yo quisiera... pues yo quisiera verte de cerca tus calzoncitos... –me dijo por fin, temblando como si fuera un novato-

-Ohhh, Camilo... te gustaría hacer eso? –le dije con fingida sonrisa- ... pero, dime... cómo me los quieres ver...?

-Pues... quiero verlos más de cerca... mirar como tienes allá abajo...

-Ohh... bueno...está bien..., pero sólo un poquitito, si Camilo?

-Sssi, dime... ya te salieron pelitos allí?

-Mmmmm... bueno, pues,... acércate y fíjate bien... –le contesté conteniendo una emoción que jamás había sentido antes-

-Pero... no se lo dirás a nadie?... prométemelo de nuevo... anda...

-Ya te dije que no se lo diré a nadie... ven, pues... .acércate... míramelos... y si quieres... también tócame allí...

-Si, claro... mira, no tengas miedo... aquí nadie nos podrá ver... estamos solitos... -me respondió-, mientras se acercaba hasta quedar prácticamente con nuestras piernas pegadas frente a frente.

-Bueno, pero aqui no. Ven acompañame.

Camilo me tomó de la mano y me fue llevando por el mismo caminillo que yo ya conocía, pero que lógicamente él ignoraba que yo sabía.

Cuando él se puso juntito de mí, pude oir con claridad su ansiosa y agitada respiración, lo cual me confirmó la irresistible pasión que se había despertado en su sangre. Yo por mi parte no estaba menos caliente que él, pues hacía tremendos esfuerzos para no abrazarlo y besarlo, desnudándome todita para que me culeara y me hiciera todo lo que él quisiera allí mismo. Pero en realidad deseaba que fuera él quien llevara la iniciativa, así que me contuve lo más que pude. Camilo, embramado de placer, me levantó primero mi faldita hasta la cintura, comenzando a tocarme con suavidad el pequeño centro escondido entre mis piernas, las cuales yo mantenía totalmente abiertas y puestas a su merced, de manera que él pudiera verme y hacerme lo que desde hacía tantas semanas deseaba con intensidad. Me dijo de pronto:

-qué bueno que hoy no vino Angela... –jadeaba, mientras me tocaba-

-Siii... –le respondí agitada, sintiendo sus manos sobre las intimidades de mi piel- Así podemos estar solitos, no?

-Si... linda... eres una ricura... .

Los tocamientos de Camilo sobre los bordes de la tela arremangada de mi braguita continuaron sin cesar por largo rato, prodigándome esas caricias previas que presagiaban lo que habría de venir, posando sus manos precisamente a lo largo de mi rajita, refregandome sus dedos con suavidad, como queriendo descubrir con su tacto el tamaño del chochito que se escondía tras la breve prenda de algodón que ocultaba a medias mi calzón, lo cual me producía delirantes sensaciones de placer que recorrían todo mi cuerpo enardecido, calentandome la carne. Después de regocijarse de ese modo y con generosidad por varios minutos, explorando con sus manos por los lados y por encima de la tela que ya no cubría tanto mis partes íntimas, mi hermano por fin hizo lo que yo tanto deseaba, pues levantó al fin los borditos de mi pantaleta, metiendo sus reptantes dedos por debajo de mi braga, para proceder después a tocarme ya sin impedimento alguno la piel interna y prohibida que tenía entre mis ingles abiertas, lo que me hizo proferir varios gemidos que él captó e interpretó de inmediato.

Alentado por mi reacción y sin inhibición alguna, comenzó introducirme con lentitud su dedo en mi hendidura, moviéndolo poquito a poco entre los pliegues de mis labios vaginales, que para entonces ya se hallaban plenamente humedecidos de savia vital, lo que facilitaba las maniobras exploratorias de sus manos. Aquellos excitantes escarceos hicieron que yo, de plano, echara mi cuerpo hacia atrás, con las piernas totalmente abiertas en forma de tijera, en tanto él, con su mano metida entre el escondido nicho de mis intimidades, hurgaba con delicia las reconditeces virginales que tan anhelantes se le ofrecían, buscando y tratando de palpar en mi montecito de venus una vellosidad que aún no existía.

Camilo se sacó su cosa de adentro de su calzón y la agarró con una de sus manos, para luego comenzar a bajarle el pellejo que le cubría la cabezota. Inició en seguida una serie de movimientos sobre el tronco de su miembro. Al ver aquel miembro frente a mis abiertos ojos contemplé embelesada la forma como el falo le iba creciendo hasta quedar totalmente tiesa y brillante.

Por varios minutos estuve admirando el trozo de carne enrojecida que se movía de un lado para otro, al contacto de la mano de Camilo, allí me di cuenta por vez primera de la forma, el color y las dimensiones de un pene masculino. Era colorado de la cabeza, lo cual atraía mi atención de un modo especial. La cabeza era más grueso que el tronco y en la parte de atrás había como una especie de frenillo de carne que lo mantenía cubierto, parecía una fruta rojiza, casi moreteada, y muy brillante.

Cuando me agarró la mano y me la puso encima de su erección, se sentía muy dura pero su piel era muy suave, quería besarla, lamerla, chuparla y sacarle toda la leche, comencé a frotarlo suavemente desde la base hacia arriba, apenas rozando suavemente, daba pequeñas vueltas con los dedos alrededor de su punta, él bramaba a cada caricia, pero lo hacía quedamente, escuchaba su respiración entrecortada, sentía sus besos sobre mi cuello, mi boca, su lengua recorría hábilmente lo que la blusa no le ocultaba, su mano derecha recorría por dentro de mis muslos, en caricias largas y deliciosas. Mi mano seguía recorriendo su durísima masa de carne.

-Vamos, haceme la paja!

Mi excitación se hizo evidente en mi respiración, a la vez que él me guiaba los gestos para acariciar de mejor forma su verga. Estaba haciéndole una paja. El calor de su verga, su textura, su olor, me estaban descolocando, mis ojos no paraban de mirar aquel glande amoratado, con unas enormes ganas de lamerlo.

Él mantenía los ojos abiertos, mirándome, aunque algunas veces tiraba su cabeza hacía atrás y los cerraba acompañándolos con un gemido, para volver a mirarme, sin dejar de mover su mano en mi mano y mi mano en su miembro, para guiarme en el movimiento clásico de masturbación de atrás hacia delante descubriendo por completo la cabeza del pene; comencé a mover mi mano primero hacia atrás y luego hacia adelante, atrás-adelante, atrás-adelante, así lo hice con movimientos rápidos. Camilo cerraba los ojos gozando del placer que yo le daba, mi vagina seguía mojando, estaba excitadísima sintiendo su pene en mis manos esperando ansiosa el momento en el que vería su eyaculación, no dejaba de mirar su pene como empezaba a ponerse más grueso y rojo y sus testículos como se encogían juntándose en medio de sus piernas.

Carlos interrumpió mi mirada diciendo –bésame en los labios-, me acerqué a su boca y la abrió atrapando mi labio inferior con los suyos, me lo succionaba delicadamente, este beso me aflojó toda, sentía que me derretía de pasión; reaccioné y como pude volví a fijar mi mirada en su pene mientras él me besaba.

Pronto sentí los chorros de leche que brotaron con fuerza del excitado miembro y que me embarraron el brazo, la barriga y hasta las piernas. Pero de cualquier modo pude recolectar una buena cantidad de semen espeso y tibio que se derramó sobre mis dedos. Nunca pensé que hubiese tanta leche dentro de esos huevitos. Fue un espectáculo tremendo ver los chorros de leche, lava hirviendo que brotaba de ese cráter y que bañaba todo lo que tenía por delante.

Con la clásica curiosidad de mis años me puse a tocar la espeso esperma que ahora sentía como pegajoso entre mis dedos. Por largos minutos me mantuve contemplando la densidad de la lechita que había brotado de sus entrañas con una delectación sin igual, al tiempo que sentía cómo me fluía de mi hendidura un líquido mojoso que inundaba todo mi chochito.

Me volvió a besar y me dijo ¡Vamos!

Puede que nos estén echando de menos.

Claro. Le dije.

Toda esa tarde me sentí muy caliente mi conchita no paraba de palpitar, y no podía borrar de mi cabeza el semen de Camilo escurriendo por mi mano. Esa noche al acostarme, empecé a masajearme los senos se sentía muy rico, tenía los pezones completamente erguidos, como nunca me les había visto... sentía que mi conchita se me iba mojando y empezaba a palpitar intensamente. Cada se sentía más rico, seguí bajando mis manos despacio hasta mi vientre, a medida que iba bajando lo sentía más divino.

Seguí acariciando muy suavemente alrededor de mi cuquita, que ya esta muy mojado, cada vez me excitaba más, tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para no introducir mis dedos en la rajita, seguía tocándome los alrededores de mi rajita que ya estaba a punto de estallar, mi cosita seguía palpitando, solté varios gemidos y abrí un poco más mis piernas.

Seguí jadeando incapaz de ahogar mis gemidos, que eran cada vez más profundos y prolongados, mientras con la otra mano empiezo a meterme un dedo, al sentirlo dentro de mi conchita, gemí intensamente y un espasmo de placer me hizo cerrar los ojos y las rodillas me temblaron, me arqueé, y me moví cada vez más agitada, mi respiración se volvió entrecortada por momento sentía la presencia de Camilo y metí más profundamente mi dedo en mi cuquita, lo hice más rápido imaginándome que era él quien me estaba dando la mas rica de las pajas. Aceleré mis embestidas y fui soltando gemidos sin poderme controlar, hasta que estallé en un gran orgasmo, gemí de placer en tanto sentía que mi conchita palpitaba y apretaba mis dedos. Luego de ese gran orgasmo pensé en Camilo, llevé mis dedos a mi nariz olían intensamente a sexo y sin poder resistir los chupé, probando mis propios jugos. Muy pronto me entro el relajamiento y me quede dormida, desnuda.

Al otro día repetimos nuestra rutina. Apenas estuvimos en nuestro escondite, Camilo comenzó a manosearme las piernas, a meterme mano entre los muslos. Me abrazó y empezó a besarme por el cuello y a manosearme toda, por las piernas y las tetitas, pero por encima de la ropa.

Pero sus manoseos eran persistentes y sabía donde apretarme, donde rozarme y a poco yo estaba calentándome también.

Quería que me subiera la faldita un poco más arriba, en cuanto apareció el borde de mis bragas blancas, se abrió el pantalón y sacó su gruesa y colorada verga y comenzó a masturbarse furiosamente sin dejar de mirarme. Me subí la faldita hasta mostrar las bragas, mientras miraba como Camilo se manoseaba su miembro, el cual se hinchaba en sus manos mientras musitaba "un poquito más... por favor..." y cosas así.

Hasta que sin poder resistirse me dijo: "bájate un poquito los calzones"

Llevando mis dos manos hacia la parte superior de mi pantaleta, me di a la lenta y preciosa tarea de bajarme cuidadosamente los calzones, cogiéndolos por el elástico hasta despojarme completamente de ellos.

Vi que me observaba con deseo y su mirada lujuriosa recorría todo mi cuerpo, poniendo especial atención en mi entrepierna lampiña, donde no había indicios de vellosidad alguna. Pero para los ojos libidinosos Camilo, eso era suficiente para volverlo loco. Su pedazo adquirió las dimensiones propias de un pene en completa erección, admirando en particular la colorada cabeza inflamada que se abría paso entre sus dedos. Él me contempló con los ojos abiertos, extasiado por la belleza del triángulo casi infantil que tenía ante su enfebrecida vista.

Teniéndome ya sin el obstáculo de mis bragas de por medio, con la falda subida hasta la cintura, Camilo me fue recorriendo poco a poco. Camilo empezó a subir sus manos por mis piernas, yo estaba concentrada en sus besos y en las raras sensaciones que provocaban sus suaves manos sobre mi cuerpo, poco a poco él fue tomando confianza y me fue acariciando el estómago y luego subiendo por encima de mi camisita hasta llegar a mis pechos, los cuales apretó suavemente al tiempo que arrancaba de mí algunos suspiros de pasión, desabrocho mi camisa dejando mis incipientes pechos al aire y a la altura de su boca, la cual no dudó en posar sobre mis erectos pezones, parecía como si quisiera meterse toda la tetita dentro de su boca y luego pasaba a la otra y hacía lo mismo, luego empezó a mordisquearme los pezones, a apretarlos entre sus dientes y sus labios y a halarlos como si me los quisiera arrancar, no me dolía en absoluto pero el placer que estaba sintiendo en ese instante era inmenso.

Era tal el gusto que me estaba dando que ya sentía como mi conchita se ponía húmeda y calientita, sus labios seguían pegados en mis pechos y sus manos empezaron a acariciarme las nalgas. De pronto sentí que una de sus manos estaba recorriendo mi vulva, abrí un poco mis piernas para facilitarle la tarea y luego sentí sus dedos acariciando mi mojado chocho, los sentía subir y bajar alrededor de los labios de mi vagina y sentía como si pasaran corrientazos de electricidad desde mi concha hasta mi cabeza. Poco a poco lo fue metiendo en mi estrecha cuquita, sentía como su dedo poco a poco se entraba en mi ya encharcada vagina y como empezaba a masturbarme, yo sentía mucho placer y no paraba de gemir apagadamente con cada una de sus caricias.

Continuó haciéndome la paja, a la que le agregó un dedo en mi ano. Me dejé hacer por él lo que quisiera, me abandoné a sus caricias, notando como mi cuerpo reaccionaba ante ellas con movimientos reflejos de mis caderas y contracciones de mi ano alrededor de su dedo que me escarbaba. Así logró que me explotase un orgasmo que liberó mi tensión interna, me mordí la mano en un acto de pudor, para que no escuchase mis gemidos y, finalmente, lágrimas de felicidad humedecieron mis ojos; felicidad porque por fin me enteraba de lo que era un orgasmo en compañía de un hombre.

Inevitablemente llegó un momento, que Camilo me exigió que se lo chupara, al comprender lo ansioso que estaba él por que le diera unas mamaditas, pues quise probar.

Suavemente me cogió el cuello y empujó mi cabeza hacia aquel precioso mástil que mis labios estaban deseando introducir dentro de ellos. Lamí la punta y comencé a lamérselo, hasta que poco a poco fui succionando el glande y me lo metía poquito a poco, cada vez más dentro de mi boca. Era algo delicioso, sentir cómo se iba deslizando y más aún sentir aquel fluido preseminal, aquel jugo que lubricaba su pedazote.

-Ahora chúpala... pero chúpala suavecito, sólo con los labios.

La cara de Camilo expresaba el placer que le estaba dando mi boca, ahora se la chupe fuerte metiendo y sacando su verga entera de mi boca, aceleré mis movimientos, chupando mas fuerte y rápido. Seguí succionando aquel delicioso pedazo que ya sentía palpitar con fuerza dentro de mi boca. La extraordinaria suavidad y textura de la piel de su glande me encantó tanto que me dediqué con extraña pasión al deleitante placer mamatorio, al tiempo que la gruesa cabeza entraba y salía de mi boca. Ya desde entonces sentía fluir un líquido espeso que se confundía con mis flujos salivales y que yo degustaba por primera vez con gran placer.

Su grado de excitación era muy grande así, que no aguantó mucho. No sabría decir con certeza cuánto tiempo pasé chupando aquel pene fenomenal que no me cabía en la boca, hasta que Camilo me anunció la llegada de su orgasmo diciéndome:

-Ya, te voy a echar el moco...

Sentí como su verga se hinchaba en mi boca, entonces me la metí hasta la garganta al empezar a lanzar grandes chorros de leche dentro de mi boca, trague todo lo que pude, pero era tan abundante su corrida que se escapó por mis labios. El semen me corría por las comisuras de los labios y caía por el mentón y de allí a mi pecho, pegoteándome toda la piel, aunque a gotas más espesas las sentía como pegadas en la barbilla. Me pasé la palma de la mano para quitarme la leche de los labios y me tragué la que me quedaba en la boca.

Frente a mi cara aún estaba el pene de Camilo, quizás no tan duro como durante la mamada, pero si algo brilloso por los restos de mi saliva y de su semen. Sin dudarlo, volví a tragármelo para terminar mi tarea, para limpiarlo con mi lengua y mi saliva.

 

Jacqueline - Chile