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Un gustito a la rapida

en Confesiones

UN GUSTITO A LA RAPIDA

Estaba sentada con mi marido en una fuente de soda, al frente nuestro un grupo de chicos con pinta de universitarios, estaban divirtiéndose y tomando cerveza.

El chico realmente estaba para comérselo vivo. Era de pelo castaño y esbelto, estaba vestido con ropa muy "casual", que hacia resaltar su magnifico cuerpo. Mis ojos no podían apartarse de los suyos, eran de un color verde muy intenso y mirada ardiente. Me pareció sentir que esos ojos recorrían todo mi cuerpo.

Me deje poseer por el frenesí del deseo y él se dio cuenta por la forma en que siempre dos personas notan cuando hacen "touche". Creo que más que calentura pura, había un deseo interno muy fuerte de desquitarme de Ignacio, mi marido que me había dejado a merced de cuanto tipo se le ocurriera.

Comencé a excitarlo, moviendo mis piernas de tal manera que él no podía despegar sus ojos de mis muslos y de mi entrepierna. Levante un poco mi falda, proporcionándole una mejor visión de las caras internas de mis muslos.

Cuando ya mi marido había pedido la cuenta, mire fijamente a los ojos al muchacho y le hice un guiño invitador, mientras me dirigía al baño. Por supuesto que él me siguió. Lo espere a la entrada del baño, y cuando lo vi aparecer, me pase la lengua por los labios y entre dejando la puerta abierta. El siguió mis pasos y nos metimos a uno de los reservados.

Lo deje que me manoseara un poco y que tentara mis carnes intimas a su regalado gusto, como para entrar en confianza. Pero muy rápidamente me senté en la taza del baño y mis manos se dirigieron hacia el bulto que crecía entre sus piernas. Los penes siempre han sido mi mayor vicio.

Logré bajarle el slip, excarcelando el duro y tieso miembro. Deslicé mi rostro por su vientre, hacia abajo en procura de tragarme la henchida herramienta, que a cada instante ocupaba un mayor espacio entre mis manos.

Pero él sin esperar instrucciones, se acomodo frente a mi rostro y su inflamado miembro, comenzó a ser gozado por mi lengua y por mis labios. Abrí la boca bien separada y deslice los labios sobre la púrpura cabezota. Un placer sensual me invadió inmediatamente y fue en aumento a medida que sentía cada uno de sus cm. entrando hacia mi garganta.

Engullí por completo el tronco de la fenomenal verga, sintiendo la maraña de hinchadas venas, en un intenso y excitado contacto con mis labios. El me aferró por los hombros, y empujando con sus caderas toda la extensión del miembro en mi boca. En seguida posó sus manos en mis tetas.

Mis senos son bastante abultados y sus manos apenas alcanzaban a cubrirlos, mientras me los amasaba una y otra vez, deteniéndose en los pezones, los que palpo hasta dejarlos muy erectos. A lo cual yo respondí con una profunda succión, que casi hizo rozar mis labios contra los pelos del pubis.

El entornando los ojos solo repetía:

-¡Ah, que rico lo chupas!

-¡No te detengas sigue chupando!

Retirando un momento de entre mis labios, se lo palpé con una de mis manos, mientras con la otra le acariciaba sus testículos. Lo miré hacia arriba y con una sonrisa lujuriosa le dije:

-¡Que rica la tienes!

-¡Me calienta chupártela!

-¡La tienes dura y caliente!

El no pudo contestar, nuevamente me incrusté la dura extensión con movimientos circulares, llenos de voluptuosidad, aferrándome con ambas manos a sus nalgas. Mi boca firmemente prendida a su palpitante aparato, casi me rozaba las amígdalas.

Las secreciones de mi vulva fueron en aumento, me hubiera encantado ponerme en cuatro patas para que me lo insertara hasta la matriz, pero chupárselo realmente me volvía loca. Continúe mamándoselo ardientemente, hasta que un ronco gemido gemido me enuncio que ya se venia.

La exaltación era tremenda. Retire un poco mis labios, dejando solo la protuberante cabeza del miembro en mi boca, mientras con ambas manos comencé a pajearlo deliciosamente. La vena central se hincho como si fuera a reventar y un chorrazo impresionante salió disparado rumbo a mi estomago. Me trague la primera ración sin pensarlo dos veces.

Pero entonces lo retire por completo de la boca, en el preciso instante que un segundo chorro se esparció copiosamente en mi rostro y en mis cabellos. Seguí con el erótico masaje, de manera eufórica, las siguientes emisiones resultaron ser tan abundantes como las anteriores, dado lo cual mi boca se inundo con su espeso y blanquesino moco.

Por su miembro corrían ríos de esperma ardiente, hasta que sus testículos quedaron totalmente empapados en moco, inmediatamente comencé a tragar el semen recogiéndolo lascivamente con mi lengua, sin dejar escapar ni un poco.

Cuando por fin el gordo y largo tallo varonil, ceso de escupir su grumoso néctar, lo aprisione fuertemente con mis manos chorreadas con el espeso y concentrado semen. Seguí refregándole hasta el cansancio, la debilitada verga por todo mi rostro, repartiendo por mi cara la profusa descarga, quedando con el brillo del semen pegado a mi rostro.

Me encanta el semen, sobre todo recibirlo abundantemente en la boca, y en vez de tragarlo soltarlo de a poco para que corra por mi cara y mi garganta, es exquisito el placer de sentirlo correr por mi rostro, y mantenerlo así hasta que comienza a secarse, dejando tirante mis mejillas.

No quise tragármelo todo, y lo fui acumulando en mi boca, hasta que cuando ya no pude mantenerlo debido a la gran cantidad que me arrojaba, lo deje escurrir por entre mis labios suavemente, como imitando una eyaculación en cámara lenta, devolvía sobre su miembro y sus testículos toda la caliente esperma que me había arrojado.

El aroma del semen me enloqueció:

-¡Mira como me dejaste de empapada!

-¡Que rico y caliente es tu moco! Mira lo que voy a hacer.

Mientras mi boca degustaba el intenso y particular sabor a pene. Escupí parte de su semen sobre mis dedos y comencé a refregarme la vulva con fuerza, esparciendo el moco caliente y lechoso por sobre mi vagina.

Observe que su semen tenia el aspecto de un liquido blanquecino, con un ligero toque amarillento. Era gelatinoso, hacia grumos y su olor aumentaba a cada momento. Poco a poco, la esperma se fue licuando, pero sin perder su viscosidad, pero con la intensidad que yo frotaba mis dedos, logre que entre los labios se formara una verdadera espuma de moco.

Seguí masturbándome de manera desesperada, abriendo al máximo los labios vaginales, e insertándome dos de mis dedos en la concha. Por supuesto acabé gozando del placer que me daban mis propios dedos. Me refregué la concha, hasta que mi cuerpo comenzó a vibrar. Después un largo gemido, un espasmo, una mirada perdida y torturada, como si mi cara se hubiese deformado en un espejo trizado. Apreté mis piernas y me enrollé, quedé jadeante en esa posición largos segundos.

Me hubiera quedado una eternidad jugueteando con ese maravilloso miembro, pero muy a mi pesar le dije:

-¡Los siento pero debo irme!

Acomode mis ropas, en el lavamanos me limpie toda la leche que aún me chorreaba, y salí al encuentro de mi querido marido, que seguramente estaría preocupado por mi tardanza. El se quedo en el baño esperando que yo saliera, con una imborrable sensación de alivio y felicidad.

Jacqueline - Chile