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La historia de Viviana (2)

en Jovencit@s

Mis primeras Diversiones (Cap. 02)

Después de los hechos relatados con "el tío" (Las Diversiones de mi Madre (Cap. 01)). Los siguientes recuerdos que tengo de esa etapa de mi vida son variados. Sin embargo fue el destino quien se encargó de que fuera aprendiendo todas esas cosas sin que realmente lo hubiera deseado y me iniciara como casi siempre ocurre, de manera circunstancial, en el exquisito y delicioso ardor del sexo, que se mete en la sangre sin nuestro permiso con las primeras experiencias, particularmente cuando éstas suceden en los albores de la infancia.

Al cumplir los 11 años, mi cuerpo estaba empezando a cambiar, mis pechitos apenas me estaban brotando, mis pezones eran dos botoncitos rozados, en mi pubis apenas estaba apareciendo algo de vello, mis únicas curvas eran mis nalgas redonditas, ya que desde muy pequeña he tenido una cola paradita.

Debido al trabajo de mi madre, ella le había pedido a una vecina, que su hija, tres años mayor que yo, se encargara de traerme del colegio, ya que asistíamos a la misma escuela. Angela al comienzo no parecía estar muy contenta, ya que ella estaba acostumbrada a regresar acompañada de un chico llamado Camilo.

Una de esas tardes que regresábamos de la escuela, ellos, se metieron dentro de un terreno baldío que estaba cubierto por malezas y matorrales. Yo permanecí sentada por largo rato esperando a que volvieran, pero ellos se tardaban mucho. Casi estaba a punto de meterme entre el espesor de la maleza para ir a buscarlos cuando escuché pasos que regresaban. Había transcurrido quizás como veinte minutos. Me di cuenta que Angela y Camilo tenían la ropa como desarreglada y un poco sucia.

Al día siguiente, al retornar nuevamente de la escuela, nos volvimos a desviar hacia el mismo lugar, y otra vez Angela me pidió que me quedara a esperarlos mientras ellos iban detrás de la cerca de madera que delindaba el terreno. Sinceramente aquella idea ya no me agradó mucho, pues el día anterior se habían demorado tanto que yo me había sentido muy sola y hasta medio asustada. Le dije eso a Angela, pero Camilo intervino diciéndome que esta vez no tardarían tanto. Yo, de mala gana, asentí con la cabeza afirmativamente. Una vez más ellos demoraron demasiado, por lo que cuando regresaron les dije que hablaría con la madre de Angela, ya que ellos me dejaban sola. Angela reaccionó de inmediato, pidiéndome disculpas, y diciéndome que no le dijera nada a su mamá y que en adelante mejor me llevarían con ellos.

Sin embargo la siguiente ocasión sucedió lo mismo, sólo que esta vez Camilo me convenció para que los esperara mientras ellos se iban, regalándome como premio una helado que se me había venido antojando por todo el camino. Con ese regalo que tanto anhelaba accedí gozosa. Quiero ser sincera al decir que yo ni siquiera me imaginaba que ellos pudieran ir a hacer cosas intimas a ese lugar.

Al siguiente día, nuevamente de regreso de la escuela y al pasar por aquel sitio, Camilo me convenció una vez más de que me quedara sola a esperarlos en el mismo lugar, regalándome a cambio otro helado. Sólo que esta vez, después de que ellos se alejaron hacia el interior del sitio, comencé a interrogarme lo que Angela y Camilo harían a solas. Con esta idea fija en mi mente, mientras los minutos transcurrían, decidí finalmente entrar al sitio para ver si podía descubrir qué estarían haciendo Angela y Camilo en ese momento.

Poco a poco y tratando de no hacer ruido, me fui metiendo entre el tupido follaje intentando escuchar cualquier sonido que pudiera facilitarme la ubicación de mis amigos. Después de avanzar un largo trecho, de pronto me di cuenta que no lejos de donde me hallaba había como una especie de matorrales que formaban en cierto modo una especie de iglú.

Caminé cuidadosamente a lo largo de aquel maltrecho sendero tratando de no hacer ruido, hasta que metros adelante pude oír algunas voces. Poniendo la máxima atención llegué cerca de donde ellos se encontraban, buscando silenciosamente el mejor sitio desde donde pudiera yo verlos sin ser descubierta.

Vi que Camilo se hallaba de pie, sin pantalones y sin calzoncillos, mientras con una mano se estaba agarrando su pene bien parado. Advertí que Angela se estaba levantando su vestido, para después despojarse ansiosamente de sus bragas. Angela, a sus ya catorce años, estaba bastante desarrollada, pues pude admirar sus tetas no tan grandes pero sí muy paraditas; sin embargo, lo que más me llamó la atención en ella fue el matojo de bello púbico que le había empezado a brotar, no tan abundante como la tenía mi madre, pero sí muy negro que sobresalía esplendoroso en el centro de su triángulo.

Camilo, mientras tanto, seguía agitando aquel pedazo de carne tiesa que era bastante larga y gruesa, se antojaba muy respetable para sus casi quince años. Por el panorama que aprecié me di cuenta de que darían inicio al mismo acto que mi madre realizaba con "mis tíos", y que yo había observado desde pequeña. Y ahora estaba segura que ellos habían venido repitiendo a diario y a espaldas mías, así que, totalmente dispuesta a disfrutar de aquel espectáculo, me acomodé lo mejor que pude en mi improvisado sitio, abriendo los ojos al máximo para no perderme absolutamente de nada.

Lo que vi me dejó paralizada, mi amiga se inclino hacía adelante separando sus nalgas con ambas manos, mientras Camilo la poseía desde atrás aferrando su manos en las caderas de Angela. Me quedé asombrada, los líquidos que emanaban de la vagina de mi amiga hacían brillar el pene de Camilo que entraba y salía a gran velocidad. La verdad es que nunca había imaginado que pudiera hacerse el amor en esa posición y disfrutar de tanto placer como ellos estaban teniendo.

Se notaba que ella estaba gozando como una loca pues sus movimientos se aceleraban y le pedía a Camilo que continuara cada vez más rápido. De pronto, cuando alcanzó el orgasmo, Angela soltó un pequeño aunque fuerte grito de placer. Ella no paró de gemir de pura excitación hasta que los gestos de él y sus gemidos le hicieron entender que estaba a punto de correrse. Los dos se corrieron casi al mismo tiempo, mezclando sus gemidos y gritos de placer en una orgía de excitantes sonidos. Llegados a ese punto, me di media vuelta y corrí hacia el lugar donde debía esperarlos.

Me daba cuenta de que el observarlos de aquella forma, haciendo esas cosas prohibidas secretamente, me provocaba una serie de sensaciones totalmente desconocidas, pero tan placenteras que estaba decidida a seguirles el juego para poder espiarlos en adelante cuantas veces yo quisiera, hasta aprender todo lo que hacían y poder practicarlo yo también después.

Esa noche no pude pegar ojo, las imágenes de Camilo y Angela haciendo el amor de una forma tan maravillosa envolvían mis pensamientos, mi excitación crecía y crecía a cada instante. No sabía que sentía, pero estaba casi temblando, note que mis calzones estaban mojados, yo inexperta me los bajé para revisarlos, estaba empapada de un liquido blancuzco y caliente, me asusté un poco, me imaginé de todo, que estaba enferma, ahora me río de mi ingenuidad, pero en ese entonces, con la crianza que me habían dado, no estaba lista para entender lo que me estaba pasando. Me sorprendí de lo mojadas que estaban, me las acerqué a la nariz y aspiré el olor de mi humedad lo cual me excitó en extremo, era la primera vez que sabía cuál era mi olor, confundida, me lleve la mano a la vagina, y al hacerlo sentí como una corriente eléctrica por todo el cuerpo, involuntariamente cerré los ojos y deje mi mano ahí, aunque me daba un poco de asco por la viscosidad, pero el asco pronto se me pasó, cada pequeño movimiento de mi mano me daba otro corrientazo de placer, mi cabeza daba vueltas.

Por fin tímidamente y por primera vez en mi vida, coloqué mis dedos sobre mi vagina y empecé a moverlos. Me sorprendí con toda aquella humedad, pero sobre todo cuando sentí que al meter más mis dedos y tocar el botón tan exquisito, no pude más y me tumbé en mi cama ahí estaba con la cara al techo, con los pies arriba de la cama, las piernas abiertas y flexionadas. Las sensaciones que estaba experimentando por vez primera, eran tremendas.

Contorsionaba mi espalda por toda aquella avalancha de placer, y siempre con aquellas imágenes en mi mente, de Angela y Camilo disfrutando del sexo, pero no tanto como yo ahora. Metía mis dedos en mi vagina, recorría toda mi rajita hasta el clítoris. Estaba muy caliente, sentía las mejillas hirviendo, y mi chochito ardiendo, me frotaba con toda la mano, que se movía cada vez más rápido y más fuerte, cada vez salía mas liquido, oleada tras oleada de liquido y de placer me inundaron, perdí la noción del tiempo, todo se hizo confuso. Cuando ya no puede más y exploté, lo disfruté al máximo, mi mano totalmente empapada de mis líquidos, mi corazón latiendo con fuerza, mi vagina disfrutando al máximo.

Lo siguiente que recuerdo es estar ahí, agotada, con los ojos entre cerrados, sabiendo que había hecho el descubrimiento más importante de mi vida, estaba sudorosa, mis nalgas estaban pegoteadas con mis jugos, me sentía sucia, pero feliz, sentí que era toda una mujer.

Al otro día, los hechos con mis amigos se repitieron y yo por supuesto volví a ser una privilegiada observadora. Una vez que los dos estuvieron completamente desnudos, se abrazaron con pasión mientras ella tomaba entre sus manos la deliciosa protuberancia de Camilo, totalmente parada, comenzando a prodigarle una serie de arrumacos que a todas luces revelaban la ansiedad contenida y el amor que sentía por aquel pedazo que le colgaba a Camilo por encima de sus pequeños huevos, y que ella no trataba de ocultar en lo absoluto. Todo eso produjo en mí una impresión nueva, pues ahora se trataba de mi amiga y nuestro vecino dándome una lección de sexo inédita e inigualable, visión muy diferente a cualquier experiencia anterior de mi vida.

Y aunque ya para mí el asunto de la carnalidad era desconocido, aquella relación que estaba a punto de presenciar sí me provocó, debo decirlo, una suerte de sensaciones distintas, una emoción profunda que de momento no alcanzaba a comprender. Angela, excitada en extremo, apretaba y estrujaba el hinchado falo de Camilo entre sus manos restregándoselo por enfrente de su pubis de incipiente y hermosa vellosidad, mientras Camilo le mamaba las diminutas tetitas con deleite incontenible, mordiéndoselas y apretándolas suavemente con sus manos, para después subir su boca sobre su cuello besando con ansiedad la piel de mi amiga.

Angela se puso de rodillas y se metió de un jalón aquella cosota endurecida dentro de su boca. Yo la oía gemir y jadear con un deleite sin igual, profiriendo ahogadas palabras de amor hacia Camilo, sin duda agradecida por el momento tan placentero que éste le regalaba, y sin poder ocultar la excitación tan grande que estaba experimentando con aquella verga metida entre sus labios, pudiendo ver claramente desde donde me encontraba cómo, con movimientos sin control, ella misma se la metía y se la sacaba de la boca una y otra vez, saboreando aquel caramelo de carne ardiente entre su lengua, entre sus labios, en tanto que con una mano se tocaba con ansiedad su entrepierna, autoprodigándose las caricias que en aquel momento más necesitaba su cuerpo enardecido.

Las caricias que se prodigaban eran parte como de un ritual salvaje, ya que ambos se removían pegados uno con el otro de una manera tal que no pude evitar llevar mis manos a mi entrepierna, haciendo a un lado la telita de mi calzón, y proceder a meterme los dedos allí en medio de mis labios frotando suavemente mi hendidura humedecida por aquella frenética visión tan cautivantemente motivadora.

Para entonces Camilo, quien saboreaba con placer aquellas caricias que le proporcionaba mi calentona amiga con su ansiosa boca, comenzó de pronto a gemir furiosamente exhalando gritos de placer sin temor a ser escuchado, cegado totalmente por la calentura y el éxtasis. Debido a su inexperiencia en esas lides amorosas quizás por lo corto de su edad, Camilo no pudo contenerse más y comenzó a gritar:

-Me voy a venir... Angelaaaaaaa... me vengo... te echo la leche en la bocaaaaa...

Ella, sin hacer caso de sus palabras, continuó pegada a la verga de Camilo, succionando su pene con poderosos movimientos de sus labios, en tanto él se la empujaba con fuerza metiéndola en la boca de mi hermana hasta lo más profundo, arqueándose sobre ella, mientras emitía notorios gritos de placer y se desbordaba en chorros de leche adentro de la abierta cavidad bucal. La linda Angela le recolectaba de la mejor manera posible el espeso elixir que expelía, tragándose la mayor cantidad que pudo hasta que, momentos después, Camilo cesó en sus movimientos espasmódicos. Inmediatamente vinieron a mi cabeza, los recuerdos de mi "cariñoso tio" y de la mamada que yo inocentemente le había prodigado.

Habiéndose derramado totalmente dentro de la boca de Angela, Camilo le fue sacando con lentitud el falo aún endurecido y baboso. Una vez que se la sacó, vi a mi hermana lamerse los labios y limpiarse la barbilla con el dorso de la mano. Él se hincó frente a ella, hablándole, diciéndole lo buena mamadora que era.

Después de que la pasión cesó se separaron, para después acomodarse rápidamente sus ropas. Ese momento lo aproveché yo para retirarme lo más silenciosamente que pude de aquel secreto lugar hasta que regresé a mi posición original. Cuando ellos retornaron, ajenos totalmente a lo que yo acababa de descubrir, nos retiramos de allí con rumbo a nuestras casas, mientras en mis labios asomaba una leve sonrisa de satisfacción, pensando en las cosas que de manera inesperada me habían sucedido en los últimos dos días.

Tan pronto entré a la casa deje las cosas del colegio y me dirigí a mi habitación, tratando de calmarme me recosté pero, las imágenes unas tras otras llegaban a mi mente, los senos de ella, el pene de él entrando, saliendo de sus labios. Lentamente desabroché mi falda que me hacía presión, me puse de pie y me deshice de ella, desabroché mi blusa y la dejé caer, ahí estaba sólo con ropa interior, vi mis senos, mis pezones estaban erectos como los de ella, los acaricié y una gran descarga recorrió mi espalda.

Sentía como mi ropa interior iba llenándose de mis líquidos y ese olor a sexo me estaba volviendo loca, así que poco a poco me fui desprendiendo de mis calzones. Comencé a humedecer mis labios con mi lengua imaginando que era un pene lo que tenia en mi boca, roce mis pezones y al instante se pusieron tiesos y tomar un color rojito muy lindo. Toque mis piernas y sentía como un escalofrío recorría toda mi piel humedeciéndome aún más de lo que estaba.

Baje las manos a mi vagina, y frote mi palma en la pelusilla que tenia, y empece a rodear a mi vagina, acariciando en círculos toda mi pubis, mi vagina estaba reluciente de tanta excitación. Me frote mas intensamente los labios, moje mis dedos en los flujos, los lleve a mi nariz y olí su perfume, me gusto, y hice una locura, lo probé, al principio me pareció repugnante, pero luego le note su mejor gusto, pero en esos momentos ya había empezado a penetrar mi dedo muy tímidamente, y me sorprendí de lo bien que empezó a entrar.

Esta experiencia nueva hizo que mi placer llegara a un extremo tan fuerte, que tuve convulsiones por todo el cuerpo, y deje escapar un grito, al parecer había tenido mi primer orgasmo, pero algo me dijo que no parara, aunque ya que me había corrido y que me metiera mi dedo índice hasta el fondo.

Así lo hice, lo saque y busque mi clítoris, lo frote, y note como salía, la seguí frotando, un placer inmenso, como nunca había tenido, me recorrió todos los rincones de mi cuerpo, estremeciéndome entera, mientras que mi mano izquierda masajeaba mis pezones, mis dedos ya estaban entrando y saliendo

Nunca pense que se pudiera tener una gran placer yo sola, y cuando quisiera, mientras me regocijaba de placer baje la mano izquierda y trabaje mi clítoris, mientras mis dedos salían y se metían, imagen que me ponía muy excitada.

En ese momento vi como llegaba al cielo, el placer fue inmenso, nunca e vuelto a sentir aquello, fue (sin exagerar) la mejor experiencia sexual hasta el momento. Mi corrida fue salvaje, me salió un chorro que manche hasta mis muslos. Yo estaba asombrada de cómo había reaccionado, me sentí muy relajada, la experiencia fue lo mejor que me había pasado. Después de ese día, me masturbaba cada vez que podía, nunca era suficiente.

Jacqueline - Chile