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Burning love (Amor naciente)

en Parodias

~Master Of Puppets~

  Ese soy yo, el padre de ellos... el que los ama al principio, los usa y manipula, y al final les desecha; todos son mis hijos, mis aprendices, mis amantes... simples títeres, y yo, su supremo amo.

Años... infinidad de ellos; siglos... muchos; milenios... unos cuantos. Cuanto tiempo he vagado por el mundo, vidas completas he vivido... y es que a la bendita maldición de la eternidad estoy atado. No recuerdo ya ni dónde, ni quién, ni cuándo me convertí en lo que soy, pero heme aquí un elegante bebedor de sangre, dios de los sacrificios al puro líquido vital, egoísta siempre y asesino sin ningún tipo de condecencia.

Me encanta verlos, seguirlos... embria garme de ellos, luego hacerlos parte de mi, consumirlos y quitarles la vida. Si bien, cuando formarán parte de lo soy, soy más selectivo, después de unos años me aburren y mueren, si son afortunados po drían vivir a su suerte.

Nunca nadie se me ha negado, el mundo entero está a mis pies, a mi total dis posición: riqueza, placer, "salud" y tiem po... maldito tiempo, lo tengo de sobra.  Desesperación, maldita sea... impotencia, no tengo nada y lo tengo todo, me siento tan vacío.  Mis títeres, amados mis hijos...

Aquí y allá,  de la vida... recorre mis venas, ¡ah! Qué vivo me siento. Otro frágil cuer po... lo tomo entre mis brazos, bailar ese dulce vals con un muerto.

- ¿Puedes oírlo? - murmuro. El compás del viento que canta, y besa tus mejillas. Dulce... amor puro, puro amor. Correr ha cia el puente y dejar caer a mi pareja de baile al río.  La luna atestigua mis actos, las estrellas me acompañan, saben lo que soy, y sonríen... malditas sean, se burlan de mí... las castigaría de no ser tan bellas.

- Adieu, amore mío - acomodo mi Ar mani... estos tiempos modernos y su ex quisita elegancia.  Una joven de negros cabellos pasa a mi lado, eso es, niña, sonríele a tu Amo... otro más en una no che, puedo con más... amante de las tinieblas, ese soy yo, la hermosa imagen de miedo, la belleza de la maldad, junta toda en un cuerpo.

Milenios de experiencia me respaldan, ven a mi, querida mía... la morena se aproxima... eso, un beso a la muerte, déjate llevar niña mía... tu amo está contigo, entrégate a mis brazos...

Beber la dulzura de su sangre, ¡ah! El placer de la vida... que el matar me pro porciona. Entrégate a mis brazos y... muere con mis caricias.  ¿Quién soy yo? ¿Aún no adivinas? - dulces y burlonas notas, con tonos sensuales, pasean en el aire, cuando él, emite su risa- El dios de la belleza, el príncipe de la maldad... el amo de los títeres... soy Gabriel, la muerte en cuerpo de ángel.

*THE BEGINING*

~Wherever I May Roam~

Eran ciertos los rumores, él estaba aquí. Era más hermoso de lo que todos creían... medio mundo sabía quién era; pero no, no vislumbraban siquiera la mitad de la verdad.  Cabellos rubios, ojos azules y la tez más blanca nunca antes vista, alto y bien parecido, irresistible para cualquiera.

Nadie le detenía, como un felino ace chaba... lo peor de todo era que prác ticamente sus presas le cazaban, el tenía el poder, y sólo seleccionaba. Hombres o mujeres... chicos o chicas, daba igual, siempre se daría un banquete.  Él amaba la sangre apasionada, los excitaba hasta la locura, les consumía y mataba.

Ya había pasado tres semanas en el lugar, se había obsesionado con una chiquilla de largos rizos castaños y ojos miel. La quería para él, la haría nacer a la oscuridad, ¡ah! si... y luego la dejaría, ese sería su castigo por darle tanta batalla.  Lo amaría, y él, la abandonaría.

Pasaba por aquí, por allá... nadie se atrevía a interponérsele. La perseguía... oh, si... ahí mismo sería.  Gabriel se acercó a ella, sigiloso.

- Buenas noches, pequeña dama - le sonreía. La adulaba... mientras daba vueltas a su entorno. La estudiaba, y con la vista recorría su cuello, sus buqules cubrían parte de él.

- Buenas noches, monsieur - se inclinó. La mirada de la jovencita era de lujuria... es que veía frente a sí a un hombre único

- ¿Me acompaña? - extendió su mano, en una clara invitación a pasear. Ella aceptó, colgándose de su brazo izquierdo.

Caminaron horas por orillas del río, donde la luna resplandecía. Le regaló una rosa roja, y le explicó con paciencia el signi ficado, ella había quedado encantada; es taba al borde de la excitación... era el mo mento para Gabriel

- La vida... con todo lo que representa, pequeña mía - le susurraba mientras la acorralaba en un oscuro callejón. Los pechos de ella se agitaban con su respiración y él pasaba sus labios sua vemente por encima del cuello - Es tan frágil...

- N-no soy... frágil - tartamudeaba. La chica no soportaba más, y él lo sabía perfectamente, lo haría ahora mismo

- Oh si que lo eres - enterró de improviso sus blancos y afilados colmillos en el blando cuello, la chica gritó, pero él acalló esos labios con su mano.  Ah si, era esa... ahí estaba de nuevo, podía sentirla cada que mataba. Mmmmmm... este sabor, lo estaba embriagando, dulce inocencia... no... no era dulce... agria, ¡NO!... no era pura, no era virgen, desgraciada... maldita

Sacó sus colmillos violentamente, la chica aún débil, intentó correr, pero Gabriel no la dejó... osada mujercita. Pagaría su en gaño. La tomó por el brazo y lo retorció hasta hacerla chillar...

- Pequeña dama... ¿recuerdas el sig nificado de la rosa roja? - le preguntó, sin embargo ella no respondía, las lágrimas la ahogaban. A él no le importaba, la cuestionó, el príncipe de la maldad merecía respeto y una respuesta inme diata - ¡Te he hecho una pregunta!

- Pasión pura, entrega y el color de la vida misma - sollozó incontrolable

- Exacto dama mía...- acarició su mejilla con ternura, y le habló dulcemente - y co mo lo representa la rosa, la fragilidad de la vida... pero sabes, tu no poses nada de eso, amada mía. No tienes pasión pura, ni entrega verdadera... tu color es falso y tampoco posees...

- Fragilidad... soy frágil - dijo desesperada, y el rió, malévolamente

- Jajaja... si, eres frágil... pero lo que no posees - la tomó firmemente por el cuello - es vida... - rompió su cuello y al instante el cuerpo cayó inerte al piso, sin vida. Ese era su poder... ese era Gabriel... el amo, el príncipe... el dueño de la última palabra.

Errante por el mundo y dueño de las sombras, Gabriel vagaba con el poder de la muerte en sus vívidas manos.

*THE MEETING*

~One~

¡Ah! Ese jovencito era el único causante de sus delirios, sus ayunos y el reinante en sus actuales pensamientos desde hacía ya 4 meses. Era un chiquillo de 15 años, un pelirrojo hermoso... de rizados cabellos, delegada pero hermosa figura, sus labios rosáceos exquisitos a la vista; se volvía loco por probarlos; su piel blanca como la leche, él quería recorrer esa piel... pero su auténtica perdición fueron sus ojos... un par de amatistas, violetas silvestres llenas de salvajismo en el mirar, misterios es condidos ahí dentro.

Le había conocido en el Redans Theatre, el pequeño tocaba el violín... lo había oído y se enamoró de él desde la primera nota. Tocaba con violencia, cerraba los ojos y se entregaba a la música que creaba, de senvolvía cada nota con pasión des bordada... pasión pura. El era lo que es taba buscando.

Su nombre era Dominic Myrtvedt, Gabriel le vigilaba constantemente... todas las noches, se preparaba para el momento. No lo devoraría, no, lo quería para más, mucho más.  Dos semanas pasaron más, hasta que al terminar la función de las 10 en el teatro, le esperó por la salida de atrás.

- Dominic... - deslizó con sensualidad. El joven pelirrojo volteo hacia quien pronunciaba su nombre, batió sus amatistas pupilas en Gabriel. Ah si, eso... era una fiera, una pequeña fiera salvaje

- Ese es mi nombre - retó más con su mirada que con su voz, pues esta era dulce, pero sensual... única, exquisita

- Mi nombre es Gabriel - extendió su blanquezca mano hacia el chico

- No te pregunté - despreció el saludo con repugnancia. Dominic era en apariencia un niño dulce y sumiso, pero Gabriel sabía que se comportaba así por su inseguridad a lo desconocido

- Buena interpretación de Eternal - el chico se detuvo en seco, le miró profundamente

- La conoces...  - no terminaba de sor prenderse. Su mirada brilló con fuerza, un resplandor que casi cega a Gabriel

- Claro... y la tuya fue más sublime aún, que la del mismísimo Haakon - que si conocía la melodía... pero por supuesto que la conocía. Había hecho que el mismo compositor la tocara para él, de esa forma le había perdonado la vida a aquel tipo

- Y-yo... agradezco eso - su semblante duro de había derrumbado, dando paso a un ligero rubor sobre sus blancas mejillas

- Las verdades no se agradecen... se aceptan simplemente - encantador, ¡ah! sería suyo... total y plenamente.

Así conoció a Dominic... era único ese chiquillo. Lo volvía loco como en milenios nadie lo había logrado. Pasaría su eter nidad si era necesario para conquistarlo. Lo deseaba con tanto fervor... sentía una atracción extrema... algo muy fuerte, de masiado para ser solo, atracción o deseo físico...

*JUST OUR PASSION*

~Nothing Else Matters~

Siete largos meses habían pasado ya desde que se conocieron, pero el tiempo vuela cuando uno es feliz. Era algo que Dominic nunca había experimentado, y aunque fuese increíble, Gabriel tampoco. Todo era nuevo para ambos.  Su primer beso, meses atrás, había sido durante la intimidad de uno de los salones de la gran mansión de Gabriel. Un auténtico semi-palacio estilo Victoriano, dónde Dominic encontró a su segundo amor; un violín rojo... único en su clase, ni siquiera un Stradivaruis se le comparaba.  Gabriel le había contado que las cuerdas eran los cabellos de la diosa de la montaña de hielo, que era como designaban al monte Everest, donde habitaba la diosa... la que había cedido a Issah, el dios de la música, a darle unos de sus cabellos para aquel violín. Que había sido también hecho con las maderas del bosque sagrado situado a las faldas del monte Olimpo, vivienda de los dioses griegos; para, finalmente, ser barnizado con la sangre de los pecadores del templo del antiguo Kemet, como castigo justo, para el pago de sus pe cados.

Ahí lo encontró, para tocar de improviso Eternal... al oírlo Gabriel, le hizo compañía con el piano. Ambos entregándose a la música, que después de horas, sin saber como, había terminado en un beso de por más apasionado. Juntando sus labios tan violentamente como las notas que inter pretaba Dominic con su violín; entre lazando sus lenguas tan exquisita y perfectamente como se unían las notas de ambos instrumentos

Ahora era el día... momento perfecto. Ha bía pensado Gabriel. Hoy cumplía Dominic sus 16 primaveras y sólo tenía esta noche... sólo esta. Estaba decidido.

- Dominic... - sorprendió al muchacho, por su llegada repentina. El que él fuese un bebedor de sangre lo hacía de por sí li gero, pero los movimientos lentos y ele gantes de Gabriel hacían que difícilmente se notara su presencia cuando entraba a algún sitio.

- Gabriel... me asustaste - sonrió, mientras le extendía la mano al más alto. Cier tamente el pelirrojo nunca negaría que se sentía irresistiblemente atraído hacía aquel rubio.  El jovencito de ojos amatista sabía a la perfección qué era en verdad Gabriel, y le asustaba, pero era más fuerte el de seo, sí... más fuerte.

- Hoy es una noche especial - abrazó al pequeño por la espalda, aspirando el aroma de sus rizados cabellos, mientras besaba tierna y suavemente el cuello de este. No se había alimentado hoy, así que realmente estaba muy hambriento - amado mío

- Mmmm... lo es - Dominic se entregaba a las caricias. Él anhelaba esto, lo deseaba con cada poro de su hermoso cuerpo.

- Por supuesto... - recostó al pequeño so bre la cama lentamente, acariciando sus suaves mejillas con las sabanas de seda roja... beso primero su frente, mientras entrelazaba los dedos de su mano con los del Dominic. Luego vino un beso en la nariz... era perfecto, Gabriel pasaba su ma no libre por el abdomen del chico de ojos violetas, subiendo poco a poco la elegante camisa de satén que traía puesta.

- N-no... - trató de negarse, pero él sabía perfectamente que lo deseaba, así que Gabriel continuó. Besando sus carnosos labios, lamiéndolos con avidez, y dándoles pequeños mordiscos suaves. Dominic es taba enloqueciendo, cuando sintió como la boca del rubio bajó a su cuello, para luego sentir una mordida suave

- Entrégame sólo una pequeña parte - le miró a los ojos, profundos como el mar - te lo ruego - el pequeño le sonrió afir mándole... y Gabriel procedió. ¡Ah! Esa sangre sabía a gloria... tan pura, era tan excitante, le sabía tan dulce, tan ino cente... tan suyo.

- Ahhh... mmmm - el pelirrojo no estaba experimentando dolor, no, sentía placer... mucho placer. Saberse parte de Gabriel le excitaba.

El cielo a oscuras era fiel testigo de aquel acto... esos dos seres ahí abajo, alum brados por la luna en sus pieles desusnu das, se entregaban mutuamente el cuer po, y el corazón.

- Niño mío... - se separó el rubio del pequeño, para besar sus labios, intro duciendo su lengua en la boca del pelirrojo. Dominic podía probar su propia vida, mezclada con el ardor de la pasión de su antiguo amante- quiero hacerte mío...

- Ya soy tuyo - le abrazó por el cuello. Y Gabriel sentía que aunque fuese re chazado ahí, estaba en el paraíso... podía tocar el cielo, si estaba en brazos de su pequeña joya de ojos violetas.

Bajó lentamente por la cintura de su ama do, hasta llegar a su miembro, que se encontraba ya erecto. Acariciaba sus es trechas caderas, mientras con su manos jugaba dulcemente con los pezones del pequeño, que gemía una melodía de dio ses, a los oídos del ángel de la muerte.  Tomo con sus labios la hombría del pelirrojo, aprisionándola en una cárcel de placer incontenible. Lo acariciaba mientras trabajaba en él... subía, bajaba... lento, al compás de los gemidos de su amante inexperto. Dominic sabía que no aguan taría, y entre gemidos rogaba que se de tuviese; entre su arduo desempeño, el de ojos celestes... rondaba la entrada de su niño, hasta que sintió fuera el momento indicado; introdujo un dedo dentro, Do minic gritó... el dolor que sintió en ese momento había cegado el placer que sentía, sin embargo Gabriel hizo caso omi so a ello, e introdujo otro dedo... y otro más, tenía que prepararlo.  Entonces su bió su boca al pecho del chico, dejando por la paz su miembro, concentrándose en meter y sacar sus dedos de la entrada de su pequeño, para prepararle. Gabriel tenía ya la necesidad de hacerlo suyo.

- Basta... por favor, Gabriel - suplicaba Do minic, pero el amo de los títeres se em peñaba en seguir, y para distraerle, lo be saba con pasión

- Pronto pasará el dolor, amado mío - mordisqueaba los pequeños labios ro sáceos de él - y sentirás el placer más absoluto que jamás hayas sentido

- Gabriel, no me hagas esto... - sus pa labras y sus actos no concordaban, pues el pequeño se aferraba fieramente el cuello de su amante y besaba desespe radamente los hombros del rubio.

Gabriel opto por atender su ansiedad, y fue de esta forma como empezó a in troducir su miembro en Dominic, su pequeño de ojos amatista. La boca de él se abría tratando de tomar el aire que le robaba el bebedor de sangre mientras en traba en él.  Dos lágrimas corrieron ca prichosamente por las blancas mejillas de Dominic, y Gabriel las limpio con un dulce beso, jamás soportaría hacer sufrir a su niño.

- Quieres que me detenga? - le preguntó con algo de preocupación en el tono de su voz

- N-no... sigue... - el placer que sentía el chiquillo de rizos rojizos cegaba cualquier dolor, le pertenecería a su amante, hasta terminar

- Como ordenes, niño mío - beso sus párpados, mientras daba sus embestidas con más violencia, con más fuerza y estas cargadas de pasión. Una fina capa de su dor se posesionó sobre el cuerpo desnudo de ambos... no tenían simplemente sexo. Gabriel y Dominic hacían el amor, como una pareja de locos enamorados. Se com plementaban como lo hace el viento y el fuego, para encender una hoguera. La llama de la pasión que les encendía era eso... una hoguera.

- ¡Ahhh!  Gabriel... más, dame más - exigía. A lo que el ángel malvado res pondió tomando sus caderas y empu jándolo más hacía sí. Le daría todo, absolutamente todo.

- Mmmm... Ahhh... eso... - gemía Gabriel, y su pequeño rasguñaba su espalda con fiereza, mientras entrecerraba sus bellos ojos, dejando visualizar un par de negras y rizadas pestañas... endemoniadamente be llo, así era Dominic

El reloj de la estancia... un antiguo reloj de campanas, estaba anunciando las doce de la noche. Cada campanada era una sal vaje embestida, y nuevo aullido de placer del jovencito. Estaban a punto de con sumar su acto de entrega.

- Ahhh... Gabriel... - abrazó a su alto rubio, con fuerza... con tanta fuerza como si qui siera evitar que se le fuera de las manos, mantenerlo a su lado, por el resto de su vida... el resto de su eternidad.

- Mi pequeño... mi niño... Dominic - enterró sus colmillos en el hombro derecho del chico de blanca piel. Y el reloj anunciaba su décima campanada. Y con ella venía acompañada la esencia de Dominic... es taba acabando con un grito desesperado

- ¡Te amo! Oh... Dios.. te amo Gabriel... te amo - onceava campanada y sintió como su amante terminaba dentro de él, tam bién

- Mmmmmm... - se separó de su pequeño, con los labios ensangrentados, y como el murmullo del viento, le susurró al oído - Yo también te amo... yo también...

Doceava y última campanada del viejo re loj, y Gabriel caía pesadamente sobre el cuerpo de Dominic... ahora si le pertenecía por completo. Lo había logrado antes de que terminara el día. El joven de ojos amatista había ganado y año más en su vida, y también su primera experiencia en la cama. Y qué mejor que con Gabriel, el bebedor de sangre de infinita hermosura y elegante porte, el ángel maldito de la muerte.

La luna en su máximo esplendor les regaló ese momento, e iluminó su cama, ba ñándolos a ambos con su luz plateada.  Anunciándoles que sería siempre su cóm plice en su amor prohibido; como lo había sido en esa primera noche, y en las mu chas noches que con seguridad de se guirían.

*THE BETRAYAL*

~The Unforgiven~

Nueve meses habían pasado ya, desde la primera noche en que se habían entre gado. Eran ya una pareja... pero después de un tiempo, Dominic, empezó a guar darle rencor a Gabriel... amaba a su ángel malvado; pero odiaba que le negara ha cerlo nacer a la oscuridad, entregarlo a la eternidad; y siempre le contestaba con lo mismo

- No tienes una idea del martirio que es no tener la liberación que te da la muerte...- le decía, lo besaba y salía a cazar, dejándolo solo... a él y a sus pensamientos

- Es eso o no me quieres a tu lado – re citaba para sí mismo. Pero más equivocado no podía estar, Gabriel le amaba, pero no quería que pasara por la desesperación de ser un no-muerto... y no vivir tampoco.

Al pequeño de ojos amatista se le había enseñado que Gabriel estaba atado a vivir en muerte eternamente... que nada ni na die le podía matar, y que lo único que le haría daño es: el sol, y una hoguera que quemara hasta la última señal de vida en él.  Su sangre era como el petróleo, se en cendía con suma facilidad.

<< No sé expresar en realidad cómo es que me siento, odio que me haga esto. Di ce amarme... pero no quiere tenerme a su lado por la eternidad... eso para mi es incomprensible. No soporto la idea, ade más realmente me da la impresión de que ya no se siente atraído por mi. No es que no lo amé, pero dios... es tan... único, lo quiero para mí, sólo mío, no soporto que coquetee tan deliberadamente con sus presas  >>

Había despertado así, atado de pies y ma nos... por gruesas cadenas de pesado metal. Estaba muy asustado, nunca jamás habían osado ir en su contra, pero ahora habían llegado demasiado lejos; le tenían aprisionado, y estaba demasiado débil, de masiado hambriento como para intentar liberarse... o poder lograrlo. Y ese olor, co nocía ese olor, era gasolina, le ahogaba ese olor, y estaba por todo el lugar. ¿Qué diablos estaba ocurriendo?. Entonces so bre todo aquel sofocante olor, puedo reconocer un aroma dulce, el aroma de su pequeño, de su amado, Dominic se en contraba ahí; frente a él, mirándolo con los ojos vacíos, y con una botella del com bustible en las manos.  Las gotas sal picaban el piso... Gabriel le veía im paciente, no sacaba conclusiones, no lo haría... Dominic había encontrado a los malhechores y les había detenido, si, eso era.

<<- Lo siento... en verdad no quiero hacerlo, pero tengo que... - me acerco a Gabriel y beso suavemente sus labios, puedo ver en su rostro el dolor que lo agolpa, me sorprende mucho ver esta es cena... está llorando

- Por qué ángel... decídmelo... explica tus actos - las lágrimas sanguinolentas salen de sus ojos, y me he quedado sin habla. Me duele verlo, me está matando

- Te amo Gabriel, no tienes una idea de cuánto - le abrazo con fuerza, me arrodillo frente a el, y escondo la cara entre mis manos, me avergüenzo... lo amo, y el co razón se me está partiendo en mil pe dazos, pero no dejaré que la eternidad lo arrastré... sin mi.

- Dominic, mi pequeño... eres mi vida, entiéndelo de una buena vez - quiere acariciarme, pero las cadenas le de tienen... una lágrima mancha mi blanca camisa.

- Todo terminará aquí, amado mío... - le susurró mientras me levanto y veo sus ojos azules, apagados - fuiste un egoísta, y lo sabes... pero soy más egoísta yo, y lo lamento

- No te entiendo - me dice dudoso. Mien tras le sonrió, me acerco a él, mi ángel malvado; me descubro el cuello y se lo ofrezco.

- Bebe, amore mío... - le digo, y con esto, sus pupilas se dilatan. No es raro, ya varias veces me había tomado, pero nunca me le había ofrecido. Y creo que ahora lo empieza a comprender todo

- No lo hagas Dominic, no lo hagas - me dice, pero ya es muy tarde para las dis culpas, es hora de la verdad, y me le ofrezco como último bocado

- Disfruta de mí, mi amor, antes de que te libere... – me abrazo a él, y hunde sus colmillos en mi cuello, sé bien que estoy gimiendo, esto siempre me ha excitado, me provoca un placer indescriptible, y a pesar del dolor enorme que me embarga, no puedo evadirle. Los segundos pasan eternos, y no quiero separarme de mi de monio con cara de ángel, mi Gabriel; pero el egoísmo es más grande, no puedo permitirle vivir sin mi, no puedo. Me alejo de él, y veo que en su hermoso rostro, aún circulan dos ríos de sangre, por sus ahora sonrosadas mejillas.

- Mi niño, te ruego que no lo hagas... – me dice en un tono suplicante, no está eno jado... pero está decepcionado de mí, y eso es más de lo que podría soportar si le dejo vivo. Sé a ciencia cierta, que el dolor que se bate en su pecho, no es el acto que cometeré, sino el pensar que ya no le amo, el imaginar que todo fue una vil mentira, sé que eso le está matando.

- Gabriel... donde quiera que estés – saco de mi bolsillo en encendedor dorado – nunca olvides lo mucho que te amo, lo que pasamos juntos, nunca lo borres de tu memoria.

Retrocedo poco a poco, a la salida del lugar... no hay luna, yo sé la razón; ella siempre fue nuestra cómplice, nuestra aliada, y no quiere presenciar mi traición... a él, a ella... sobre todo, a lo que siento. Enciendo el artefacto en mi mano, y desde la puerta del lugar, aviento el encendedor hacía el charco de gasolina, cercano a él.

- ¡No!, Dominic... no... ¡por favor no! – lo oigo gritar en cólera... tapo con fuerza mis oídos con fuerza, no quiero escucharlo, porque si lo hago, saldré corriendo a su lado, a liberarle, y todo regresará al inicio... me alejo con pasos temblorosos, sin dejar de observarle. No tardará mucho para que la gente se de cuenta del incendio y hagan alboroto. Me alejo, pero antes de dar la espalda, mi corazón se encoge y se rom pe... mi alma se estruja y el mundo se me viene encima, todo lo que acabó de hacer, y tan convencido que estaba, se vino aba jo... al ver la imagen que contemplé; Ga briel... mi ángel, no se resistía, se en tregaba a las llamas, abrazándolas con el cuerpo, el alma y el corazón. Yo pude percibir lo que él me decía mentalmente (ya lo había hecho con anterioridad), las llamas le recordaban a mí... la calidez del fuego le hacía pensar en las noches cuando estuvo conmigo en la cama, ha ciendo el amor hasta que el amanecer le forzaba a retirarse.  La sonrisa que se di bujaba en sus labios, aquellos que me habían besado incontables veces, era... in descriptible; las lágrimas sanguinolentas que aún salían de sus ojos azules, se cristalizaban con el fuego.  Quise correr hacia él, cuando leí en sus labios:

- Te amo -

Mi egoísmo me había llevado a cometer la peor estupidez de mi vida, jamás me per donaría aquello. Un vampiro, un ángel de la muerte... había llegado a amarme, y yo, cegado por la idea de que la inmortalidad era lo que yo deseaba, le asesiné.  Acabé con el único ser a quién amaba, y esta es la verdad: Lo único que deseaba, y sigo deseando, no era ser inmortal, sino, estar eternamente a su lado. >>

*EPILOGUE*

~Sad but True~

Se mordía los labios, carnosos y rojos... degustando hasta el final, el sabor me tálico de aquel líquido que había con sumido.  Una figura alta y esbelta se le vantaba nuevamente en el tejado de aquel alto edificio, la luna resplandecía con fuer za, dibujando su silueta hasta lo bajo de la calle. Había estado casando como todas las noches de estos últimos 10 años; todo había ocurrido tan inesperadamente, pero había pasado de esa manera, y nada ni nadie podía cambiarlo.

Observaba atentamente a un joven alto, que caminaba por el medio de la calle empedrada, era demasiado tarde como para que hubiese tráfico por esos rumbos tan solitarios. El chico tendría 25 fá cilmente, de hecho sabía a la perfección que ésta noche le regalaría un año más, la sabía especial, su aliada la luna, se lo dictaba así.  Él caminaba lentamente, con las manos en el saco de corte largo que llevaba puesto, una bufanda en el cuello y pantalones ajustados al cuerpo, era bello sin duda... el frío que se suscitaba esa noche, lo hacía aún más encantador, dándole a sus mejillas un tono rosadito, y sus labios en un tono rojísimo, temblaban un poco, exquisito era la palabra.

- Serás mío – musitó mientras desde aquella altura, daba un salto hacía la ca lle.  El joven se alarmó un poco al oír leves pasos detrás de sí, pero al volverse, no encontraba nada... sólo lo que siempre hacía visto: una rotunda soledad.

- Hn... debo estar volviéndome loco – siguió caminando con paso tranquilo; al pasar por un callejón en penumbras (no es que la calle estuviera muy iluminada, pero ahí parecía cementerio), se sintió sujetado por un brazo fuerte, que lo atraía desde la cintura

- Callado – le susurraron sensualmente al oído, y se estremeció al sentir el suave aliento de ese alguien en su cuello, pero lo que le revolvió el alma, fue que él re conocía aquella voz. Dejó de forcejear y poco a poco se dio la vuelta.

- No es posible... – dijo suavemente, mientras levantaba la mirada, y la posaba en un par de ojos azules... – no, esto no es verdad, no puede – sonrió y con su ma no, acarició la mano del sujeto que mi nutos antes creía su agresor – Ga... Ga briel

- ¿Nos conocemos? – Se desconcertó. Ciertamente se había sentido extraña mente atraído hacia el joven desde que lo vio, pero no creía haberse cruzado con él anteriormente

- ¡Gabriel! – Se echó a sus brazos, para luego besarle desesperadamente – mi ángel, mi amor... – decía constantemente, confundiendo al rubio, que en un acto inesperado se separó de él, empujándolo con violencia.

- Cálmate... – le dijo sobresaltado; y el otro se limitó a mirarlo con dolor en la mirada

- Gabriel... ¿no me reconoces? – Preguntó con la voz en un hilo. Y el demonio de ojos azules, le miró con detenimiento, tratando de sacarse de algún lado los recuerdos de ese bello niño... pero no, nada venía a su mente, estaba en blanco. Al ver esto, el chico insistió – Gabriel, soy Dominic... ¿no me recuerdas?

- Dominic – repitió el nombre, y algo den tro de él se agitó salvajemente, pero nada. No recordaba absolutamente nada – No, ese nombre no significa nada para mí. Y se dispuso a partir; se le había quitado el apetito... de todo.

- Gabriel, no – le detuvo por el brazo, aferrándose a él, no quería dejarle – Yo, yo lo siento... – miraba para todos lados, y se le vino a la mente, ofrecérsele nue vamente, al igual que lo había hecho la última vez.

- Ey... suelta – le indicó safándose. Pero fue grande su sorpresa al ver, como el chico se descubría el cuello, y se le en tregaba de aquella forma. Le miró por varios segundos, y estaba cayendo como en un sueño cuando vio como el chico entrecerraba sus ojos, mojando sus labios, para morderlos después... imágenes, mi les de imágenes vinieron a su mente, sentimientos se agolparon en su pecho, como el peor de los castigos, recuerdos de un amor imposible venían por primera vez a su memoria.

- Lo siento mucho... mi amor – una lágrima cristalina recorría su mejilla – perdona mi falta... castiga mi error, Ga briel...

El alto rubio lo tomó por la barbilla y con suavidad secó las lágrimas, para luego besar tiernamente sus labios, un beso puramente sencillo, pero dulce. Al sepa rarse, Dominic sonrió...

- No sé con quién me confundas chico – acarició su mejilla, mientras se miraban intensamente – pero, estás evidentemente equivocándote de persona. – antes de que el chico le contestase, extendió – No me alimentaré contigo, mi hambre está sa ciada...

Lentamente le dio la espalda, decidido a marcharse y dejarle atrás, él joven corrió tras él, deteniéndole de nueva cuenta, pa ra decirle entre lágrimas:

- Te amo... – lloraba con dolor, y supli cándole – no me dejes... por favor.

- Uhm... – se detuvo y observó cui dadosamente los ojos amatista del chico. Más recuerdos... eran demasiado tormento para él, sabía quién era, sabía qué sentía, pero era demasiado. Entonces, tomó una decisión, y sonriendo burlonamente le dijo – el amor no existe, es sólo una opor tunidad de manipular

Las pupilas amatista se dilataron total mente, y Dominic cayó de rodillas a la calle empedrada, soltando a Gabriel, dejando que este se fuera de largo. Poco a poco bajó su rostro, y lo tomó entre sus manos, para descargarse, y mirar por última vez, como la silueta de su único amor, se desvanecía con la noche.

Gabriel brincaba de tejado en tejado, con una habilidad meramente sobrehumana... era verdad, ahora lo recordaba al mu chacho, de diez años atrás, el accidente... lo recordaba todo. Sin embargo no recordó a Dominic como el chico a quién amó, sino el sujeto de su error. Repasando sus pro pias palabras dichas al muchacho, antes de alejarse: "El amor no existe, es sólo una oportunidad para manipular".  Y cada vez, veía más ciertas sus palabras; un mo mento para manipular, y eso hacía, él era el Amo de las Marionetas... la belleza, que conquistaba... el amor que les encade naba, era él quién manipulaba. No había nacido hace milenios para ser manipulado, por lo tanto, tampoco había nacido para amar.

FIN

 

Notas de autor: Bien, vamos por puntos:

° Sinceramente, sé que esto fue un bodrio total, pero no me quedaba más que terminarlo... tenía que cumplir mi promesa de no dejar nada empezado, sin finalizarlo. Así que, lo siento, jeje. Igual, mándenme sus comentarios ya saben a dónde: blue_xryu_demon@hotmail.com ó shinigami_crimson_hisoka@hotmail.com

° Podrán haber notado que, a pesar de ser un original de un solo capítulo, está dividido en seis partes. Ok, esto se debe a que son las fases de la historia, además de eso... es porque, si revisan, debajo del nombre de la fase, está algo entre (~,~), esas cositas. Bueno, eso es el título de canciones del grupo Apocalyptica (música instrumental, algo acelerada... casi violenta, jeje), que es lo que realmente está basada la historia (las canciones). Si son capaces de conseguir las canciones, están am pliamente recomendadas (sirve que de paso las oyen conforme leen la hist y más sentido la agarran, jeje).

° Los respectivos saludos y la de dicatoria, no hacen falta. Bien, esta vez, está dedicado a las chicas del grupo de Vampiros_yaoi, ¡las quiero mucho!. Y sa ludos a todos mis amigos, gracias por su apoyo. Sie, a todos los del foro de Amor Yaoi, también, chicos(as), los adoro, ¡BESOS!.

 

Enviado porDULCE AMIGA