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Entre las flores

en Erotismo y Amor

"Entre las flores."

Deseaba tomarme unas fotos e inmediatamente pensé en ti. Las fotos que he visto tuyas me han sorprendido y llenado de admiración; así que te pedí me tomaras unas y aceptaste gustoso; preguntaste como las quería, insinuando que fueran de estudio para así poder controlar las luces, el claroscuro y no sé cuantos detalles más. Pero... yo quería algo más acorde a mí, algo más natural, y sin mucho agrado aceptaste.

Decidimos ir a un lugar que habías plasmado en una de tus reproducciones, donde había flores multicolores y la impresión de agradables fragancias. Nos iríamos muy temprano para poder aprovechar la mejor hora de luz y yo llevaría varios cambios de ropa para tener más de donde escoger. Pasaste por mí muy temprano, a esas horas de la madrugada cuando apenas y comienza a verse movimiento en las calles, cuando la luz todavía ni siquiera hace su aparición y la gente camina encorvada por el frió. Pero tú y yo abrigados y en la comodidad del auto nos dirigimos a nuestro destino.

Cuándo llegamos, me quede ¡sorprendida! El lugar era realmente bello, la altura de las flores me llegaba a la cintura y si me sentaba me cubrían casi completamente. Cuando llegamos, el sol ya había salido y la luz era suave, la justa para iniciar nuestra sesión. Al principio me sentía algo cohibida, pero él hecho de estar solos, tus bromas y comentarios poco a poco ayudaron a desinhibirme. Una de las fotos que más me gusto fue sentada entre las flores, observando la lejanía mientras el viento suave agitaba mi cabello.

Tomaste muchas fotografías y decidimos quedarnos todo el día para aprovechar el atardecer. Por suerte había un poblado cerca que recorrimos y donde compramos algunas cosas para comer y quitarnos el hambre, que tanto ir y venir nos había provocado.

Regresamos al campo y acomodamos una manta que llevábamos para nuestro fin y nos dispusimos a comer deliciosamente. Nos la pasamos de maravilla bromeando y riendo como locos, platicando de tus proyectos y de los míos y aunque a veces el silencio llegaba por momentos, no importaba, pues los aprovechábamos para disfrutar del lugar.

El clima estaba bastante agradable, no hacia frió ni demasiado calor, realmente era un día ¡perfecto! Empezaba el atardecer y la luz era la ideal, así que me dijiste: - Es el momento justo, ¡tomemos más fotos!

El clima, la bebida y la compañía influyeron en mi estado de ánimo, me sentía muy alegre y comencé a danzar y a dar brincos como si fuera una chiquilla. Me había cambiado y traía puesto un vestido ligero que revelaba mis hombros desnudos y muy claramente mis contornos. Tu encantado tomabas fotos al por mayor. Pero de repente te detuviste, me miraste y seriamente dijiste:

- Sabes.. Me gustaría proponerte algo. Hmm... ¿Podría tomarte unos desnudos?,¡¡¡Claro!!! De buen gusto.

Me quede extrañada, pues no soy una belleza. Te observe, mientras tú veías una duda en mi rostro, provocando que tu corazón de artista se entristeciera. Aprecie algo la situación y te dije que sí.

En ese preciso instante te di la espalda y fui bajando poco a poco el cierre de mi vestido mientras oía el clic del obturador. Mi espalda se reveló ante ti y lentamente dando la media vuelta mire fijamente a la cámara como si viera directamente a tus propios ojos. Los tirantes de mi vestido fueron deslizándose por mis hombros mientras mi mano le sostenía y de manera un tanto provocativa, fui soltándolo hasta que este cayó en medio de las flores. Y entre aquellas flores, solo la naturaleza y tú fueron testigos de mi desnudez.

Fui dejándome guiar por ti, descubriendo mi talento de modelaje. Sentía una seductora emoción al saber que mi cuerpo quedaría plasmado para siempre y que tal vez hasta en una de tus exposiciones pudiera llegar a encontrarme.

Camine a través de las flores y recogí muchas de ellas, disfrutando de su roce en mi piel y del soplo del viento acariciándome. Después de un tiempo tu voz me saco de mi ensoñación diciéndome:

- Pequeña, ya no hay más película.

En ese momento me sentí algo turbada; me encontraba desnuda en medio de ese florido campo sin saber si cubrirme o reírme. Tomaste el cobertor del suelo, sacudiéndolo, y pasándolo por encima de mí, me cubriste. Allá a lo lejos, el cielo pintaba colores y entre el azul y gris alumbraba el rojizo sol y jirones de nubes cubrían el firmamento.

Tus ojos se toparon con los míos, solo se oía el rumor del viento, y tu boca suavemente llego a la mía mientras tus brazos lentamente me envolvían. Me acercabas tanto a ti, que podía sentir el palpitar de tu corazón, discretamente la manta fue cayendo sobre la tierra fresca del campo y pude sentir tus caricias sobre mi piel. Me rozabas sutilmente, sin prisas, me apretabas a ti, tratando de entibiar mi cuerpo con el tuyo, entre tanto tus besos me robaban suspiros.

Te saque la playera y tu piel se fundió a la mía, metí mis manos entre los dos y lentamente desabroche tu pantalón. Te fui desvistiendo hasta quedar desnudos los dos. Tu virilidad exhalaba calor y quemaba mi vientre a su contacto.

Acomodamos el cobertor entre las flores y su olor, que ya empezaba a mezclarse con el tuyo y el mío. El aire suave y cálido acariciaba nuestra piel convirtiéndose en nuestro cómplice y creándonos mayores sensaciones.

Enrede tu cuerpo al mío, al mismo tiempo que tus besos llenaban mi boca. Sentí tu lengua viajar por cada surco de mi piel. Tus manos tibias acariciaban lentamente mi espalda, mi cadera, mis nalgas, sobandolas, apretándolas y suavemente abriéndolas. Bajaste hasta mis pies y besaste cada uno de ellos, cada dedo, cada espacio.

Recorriste mis piernas con tu boca húmeda y anegaste mi centro con tu lengua, provocando estremecimientos en mí. Llegaste hasta mi pecho acariciándolo dulcemente y llevándolo a tu boca bebiste de ellos como un niño hambriento, mientras tu mano descendía hasta mi humedad. Te adentraste ahí, provocando que mis caderas se estremecieran al ritmo de las flores movidas por el viento. Yo acariciaba tu cabello y espalda mientras tu oculto en mi pecho te colmabas de ellos.

Tu boca fue recorriendo una línea invisible, guiándote hasta mis labios húmedos deseosos de ser besados. Tu lengua ardiente jugueteaba en mi botón, mi cuerpo se excitaba provocando que mis ojos se cerraran y disfrutaran de aquellas deliciosas sensaciones. Tu lengua iba y venia adentrándose en mi; bebías y saboreabas mis líquidos, deleitándote con mi miel.

Besaste mis muslos, mis rodillas, recorriste mis piernas completamente. Me diste la vuelta y quedando de espaldas a ti, recorriste mi cuello con tus labios. Mis oídos descubrieron sensaciones nuevas, llegando a un clímax inexplicable. Tu sexo crecía más y más al roce de mi piel. Voltee a ti y mis brazos y piernas te rodearon recibiéndote en un apasionado abrazo. Sentí la frescura de la tierra y la incandescencia de tu piel mientras tu espada lentamente fue incrustándose quedando aprisionado en mi deseo.

Nuestras caderas se movían al mismo compás y tú te adentrabas más y más fuerte haciéndome gemir de placer a cada instante. Besé tu rostro en cada golpe que dabas y mis piernas te abrazaban, te jalaban y aprisionaban para no dejarte ir.

Hábilmente nos sentamos, quedando frente a frente siendo aun uno; mis ojos se hallaron con los tuyos, perdiéndose en la inmensidad y el deseo. Mi cadera danzaba rítmicamente y tu boca matizaba completamente mi rostro. Tomaste mi cadera empujándola hacia ti, yo podía sentir la dureza y la forma perfecta en que encajábamos. Involuntariamente salían suspiros y murmurábamos palabras entrecortadas desde el profundo de nuestro ser.

Te empuje hacia atrás, quedando yo al dominio del placer. Tus manos amasaban mi pecho, los colmabas de besos. Apretabas mis nalgas, abriéndolas despacio, metiendo entre ellas tus dedos buscando por donde más penetrarme. Mi cuerpo temblaba, sucumbía de placer y junto con el tuyo, fueron cubriéndose de roció, que al contacto con nuestra piel hervía al instante.

La noche empezaba a envolvernos, la luna distante con su manto de estrellas nos envidiaba. Irradiábamos luz propia, encontrándonos al rojo vivo; mi botón al roce con tu pubis estaba listo para explotar. Mis movimientos fueron cada vez más embravecidos, transportándonos al cielo en un instante.

Caí rendida ante ti, reuniéndose dulcemente nuestros cuerpos. El momento era perfecto, las flores, ese cielo repleto de estrellas, la luna inundándonos de fosforescencias, el aire cálido y suave rodeándonos, tu cuerpo y el mío, aun entretejidos. Cerré los ojos y sin darme cuenta, me perdí en la oscuridad.

¡Desperté sobresaltada en la madrugada y tú no estabas a mi lado! Tristemente me di cuenta que solo había sido un sueño, no obstante tu estabas por llegar, así que apresuradamente me vestí, con la esperanza de que mi sueño se hiciera realidad, y quizá... ¡Yo ayudaría a que eso pasara!

Fin

Aymara

22/02/2003