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Balsamo

en Erotismo y Amor

"Bálsamo"

Camine silenciosamente por el pasillo y al final pude verte sentado en el sofá, tu cabeza se reclinada sobre el respaldo y tus lentes brillaban sobre tu frente; como acostumbras hacerlo para no perderlos u olvidarlos.

Me quede observándote sentado ahí, con los pies entrecruzados y las manos sobre tu regazo, subiendo al vaivén de tu pausada respiración, indicándome que dormitabas.

Tu camisa desabrochada me permitía ver un sembradío oscuro que invitaba a ser explorado, al igual que tu boca, que por acción de la gravedad se entreabría de manera tentadora.

La luz del carrusel daba directamente a la pantalla blanca frente a ti y junto a él, un montón de diapositivas dispuestas en pequeñas torrecillas cubrían la mesa. La claridad tenue de la luna se filtraba a través de las cortinas blancas que cubrían las puertas del balcón, donde muy a menudo me siento a escribir o a refrescarme en las noches calurosas. Una suave brisa movía lánguidamente las cortinas refrescando la habitación.

No sabía si despertarte o no, al día siguiente tenías una cita muy temprano y ya era bastante tarde. En fin, decidí acercarme y reclinándome sobre ti advertí que tus ojos se movían debajo de tus párpados mientras tu respiración pausada me confirmaba que estabas profundamente dormido. Nuevamente me sentí indecisa, mas acerque mi boca a la tuya y te di un beso. Tus ojos perezosamente se entreabrieron mientras tus labios dibujaban una leve sonrisa.

- Vamos a la cama - dije tomándote de la mano.

Me observaste adormilado, mientras yo de pie esperaba que te levantaras; pero tus ojos nuevamente se cerraron. Tu mano permaneció entre la mía y recordé como habías trabajado durante toda la semana, en un ir y venir tomando fotos para tus artículos, apenas teniendo tiempo para estar juntos, y aunque me gusta verte absorto en lo que haces y te gusta; a veces es agobiante el saber que muchas veces yo quedo en segundo termino.

Permanecí de pie, pensando que hacer, si dejarte dormir ahí o volver a insistir. Decidí acurrucarme a tu lado, no obstante, mi mano indiscreta penetró debajo de tu camisa. Entremetí mis dedos en el vello tupido de tu pecho y pude apreciar el tibio calor de tu piel. Te removiste al sentir mis caricias y lánguidamente tu rostro se tornó a mí. Me observaste largamente tratando de disipar el peso del cansancio y el sueño que sentías. Mi rostro se aproximo, permitiendo enlazar nuestras bocas en un beso que poco a poco te cautivo, hasta estrechar nuestros cuerpos que fueron deslizándose en el sofá.

Tus manos sigilosas recorrieron mi cuerpo debajo de mi camisón. Tu peso me oprimía, disminuyendo este, al ir bajando tu boca suavemente por la senda de mi piel.

Sostenías mis caderas entre tus manos, mientras apretabas tus labios en aquel encaje blanco que cubría a medias mi pubis. Tus dedos jugueteaban debajo de este, apreciando la pelusa bajo el.

Fuiste desnudando el vértice de mi entrepierna hasta dejarlo al descubierto, mientras mis piernas instintivamente fueron abriéndote espacio. Acariciaste mis muslos, rozando entre ellos con tu boca, aproximando tu rostro a mi hendidura, aspirando profundamente hasta embriagarte con mi fragancia. ¡Olfateabas! Embelesado con el aroma, colmabas esas ansias locas de llenar tus pulmones, tus venas, tu cerebro, de mi propia esencia.

Como un bálsamo afrodisíaco te reanimo íntegramente. Tu boca se acerco a mis labios, llena de una lujuria devastadora y tu lengua, cual serpiente enfurecida, recorrió cada pliegue, cada escondrijo, dejando a su paso un camino húmedo y delirante. Chupeteabas, succionabas, mamabas mi sexo erecto, mientras mis manos impacientes acariciaban mis propios senos y entre mis dedos, mis pezones endurecían.

Mi cadera danzaba, subiendo y bajando, empujándose hacia ti, volcándose en un frenesí arrebatador. Mi humedad se mezclaba con la tuya, chupabas desesperado haciendo que mi cuerpo se crispara, que mis gemidos fueran cada vez mas fuertes, mas incontenibles. Tus dedos, como falos ardientes me penetraron; entraban y salían entre el rió de lava que brotaba de mi gruta y corría entre la estrechez de mis piernas.

Gemía, si no es que ya gritaba, teniendo la sensación de que mi cuerpo explotaría. Mi cadera se levanto, sintiendo ese cosquilleo familiar, ese calor abrumador, que culmino con una explosión interna, atrapando tus dedos entre mis paredes y tu rostro entre mis piernas, embarrando tu rostro con mis líquidos, satisfaciéndote con mi olor cada vez mas penetrante, colmando tus sentidos. Lentamente fui aflojando tu prisión y pude ver tu rostro húmedo deseoso de ser besado. Te acerque a mi y placenteramente lamí tu barbilla, tus labios. Entremetiéndome en tu boca, degustando mi propio sabor dentro de ti, deliciosamente ácido y sutil.

Continuará.