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Homo, ¿se nace o se hace?

en Gays

HOMO ¿SE NACE O SE HACE?

La verdad que es una pregunta que puede tener variadas respuestas. Todo depende de quien sea el que responda.

En verdad todos los hombres (genérico) tenemos partes de hombre y mujer, y es a veces que una u otra parte es la que sobresale, pero de la otra en minoría quedan resabios que suelen aflorar de la manera más discrecional. Unos se vuelcan a relaciones heterosexuales, y los demás a ser mitad y mitad, en tanto algunos deciden en algún momento de sus vidas sumarse a una corriente netamente pasiva y se van convirtiendo en homosexuales.

Nunca es cierto aquello de haber nacido en un cuerpo equivocado. La suma de varios elementos convierte a un hombre en adicto a relaciones íntimas con los de su género, como así lo hacen igualmente las mujeres que se convierten en lesbianas y disfrutan del placer carnal con sus iguales.

Se asumen roles: pasivos, activos o activos-pasivos y se obra en consecuencia.

Esta introducción asume la posibilidad de hablar abiertamente de las relaciones homosexuales, tan resistidas por la sociedad, pero tan latentes en una significativa franja de la misma.

El hombre que opta por recibir el pene por la boca y por el ano, no es menos hombre que quien introduce el pene. Su valor radica en que ha asumido de manera cierta su verdadero rol.

Encuentran un verdadero placer en chupar el pene de su compañero y posteriormente recibirlo por el ano, con el consiguiente placer que ello les provoca. Cabe recordar que estoy hablando de situaciones normales, dejando de lado las aberraciones, que por pueden ser muy respetables.

Hace unos tres años me relacioné por vez primera con otro varón, en este caso pasivo, el cual me demostró en cada encuentro que podía darme tan exquisito placer como cualquier mujer calentona. La diferencia se hacía notar por el verdadero celo que ponía en sus feladas y cuando lo enculaba, era un espectáculo escucharlo gemir de gozo, y pedir que se la enterrara totalmente pues estaba como en éxtasis cuando sentía mis bolas chocar contra sus nalgas.

Cuando teníamos momentos de extremo gozo, me pedía retirara el pene, quitaba el profiláctico y chupaba la verga hasta hacerla explotar entre sus labios. En otras oportunidades me pedía bañara sus nalgas con semen o que le hiciera un facial. Disfrutábamos a pleno esos momentos, pero yo en mi interior me preguntaba ¿cómo sería sentir el pene dentro del culo?

Eso rondaba de continuo y un día le pregunté sobre el particular. Me respondió que nada podía aclararme más mi pregunta si no experimentaba. ¿Te agradaría de verdad sentirla?, me preguntó. "La verdad, es que no sé si estoy listo para ello, pero podríamos alguna vez probarlo", le respondí. ¿Y porque no hoy y aquí mismo?, me repreguntó.

Lo decidí en un periquete. Lo primero que hizo fue acomodarme en ángulo recto y abriéndome las nalgas usó su lengua para lubricarme. Me hacía unas caricias linguales en la puerta del ano que me fueron provocando unas oleadas de placer que nunca antes había sentido. Esa lengua trabajaba a la perfección y hasta hubo intentos de ingreso, obvio hasta donde le era posible.

Después siguió con su dedo y luego otro. Supuse que estaba dilatándome el hueco. Caricias y besos a las nalgas y la sumatoria de las lamidas anales, me hicieron retorcer del gusto y cuando quise acordar se estaba colocando el látex para casi de inmediato intentar la penetración.

Mi hueco cerrado se resistía a su pene, pero él con dulce palabras, besos en la nuca y caricias a mis tetillas, fue logrando un grado de excitación tal, que ahora sólo deseaba tenerlo adentro de una buena vez.

Su pene era (es) de 17 cm. por unos 3 y medio, con un glande prominente, lo cual hizo algo dificultoso el ingreso, pero naturaleza ayudó, mi culo cedió y su pene fue ingresando lentamente pero sin pausa hasta alojarse hasta la mitad.

Yo sentí algo así como un ardor interior, pero ya estaba con su pene adentro y esperé las primeras cadencias del coito que no tardaron en iniciarse.

Ese lento ir y venir por mi canal interior me aumentaron las oleadas de deseo y ayudé cuanto me fue posible a mantener el ritmo del mete y saca, que lejos de cesar se incrementaba y cada milímetro restante se fue colando paulatinamente en mi culo.

Sentía ardor, pero no dolor. Pero sobre todo estaba gozando. Sí. Estaba gozando con su pija dentro del culo y me parecía que todo era un sueño afiebrado.

Los 17 gloriosos centímetros se alojaron netamente y ahora sentía que cada topetazo del glande me hacía doler en el fondo de mi recto. Ciertamente ¡me había llenado!

Nos movíamos al unísono y llegamos a acoplarnos de tal forma que ni un centímetro de su verga estuvo afuera de allí en más. Había deseado tanto ese momento, que no estaba decidido a perder lo mejor.

Nos hamacamos durante un cuarto de hora. La temperatura reinante, nuestro propio calor, hacían correr transpiración por nuestros cuerpos que parecían aceitados. Cada empellón suyo me hacía trastabillar, pero reteniéndome fuertemente por la cintura, me atraía hacia él y me cogía con denuedo. Ahora gemíamos ambos, nuestra respiración era entrecortada y nos decíamos cuanto nos gustaba y cuanto nos deseábamos. Dos buenos y soberanos vergazos y se deslechó como un padrillo.

Extrajo su verga aún dura y nos recostamos. Yo seguía como en el limbo. Era inmensamente feliz de haber recibido lo que soñara.

No somos amantes, ni novios ni nada parecido. Somos buenos amigos que disfrutamos de nuestros cuerpos sexualmente y cuando ciertamente estamos con ganas de encontrarnos nos damos soberanos revolcones, aunque ahora tenemos la doble posibilidad de gozarnos carnalmente ambos.