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Sentires

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SENTIRES

Por Chichonero

Caminábamos por la acera bajo una tenue llovizna de verano. La atmósfera estaba pesada, como decimos por aquí y si bien el agua humedecía nuestras ropas, la temperatura húmeda invitaba a otras cosas que no fueran precisamente andar bajo la débil precipitación, razón por la cual decidimos con Lucho irnos a su departamento donde seguro habría buenos videos y algo más…

No bien llegados, para despojarnos de la sudorización que el paseo nos había provocado no metimos a la ducha ambos, enjabonando nuestros cuerpos hasta dejarlos limpios. Obvio que esos restregones con el jabón y la esponja fueron aperitivos de lo que vendría y que iniciábamos en el sanitario. Tomé su gruesa verga y tras enjabonarla a conciencia la lavé con el duchador, mientras mostraba ya evidentes signos de dureza, al igual que la mía, aunque por obvias razones preferí sus tiernos masajes y baño a mi cola, la que estaba verdaderamente ansiosa por otros tratamientos…

Nos secamos y envueltos en cortas toallas nos dirigimos hacia la cocinilla donde nos preparamos un apetecible café el que bebimos a cortos sorbos en su recámara.

Como no deseábamos mojar las colchas, nos quitamos las toallas húmedas y quedamos como vinimos al mundo pero con varios años de diferencia.

Las erecciones habían decrecido pero al parecer no nuestras ganas de buen sexo. Lucho acercó su boca a la mía y estampó un sonoro beso al que respondí pasando mi lengua por sobre sus labios a los que entreabrí y saboreé su lengua. Él me acariciaba deliciosamente el rostro y mis húmedos cabellos. Caí bajo él cuan largo soy sin separar tan siquiera nuestros labios que permanecían como sellados por la pasión que avanzaba a pasos acelerados. Sus manos eran dos tentáculos que escudriñaban todas las partes de mi cuerpo a su alcance. No emitíamos palabra alguna. Nuestras manos hablaban un idioma universal de sexo y lujuria. Así su enorme tronco por el medio y mientras seguíamos besándonos, lo masturbaba lentamente. Gruñía por lo bajo y para hacerle sufrir dulcemente, mis dientes mordían de manera delicada ese enorme tronco que se perdía en una profusa mata de negros rulos. Ora subía bajaba, ora bajaba por el monumental mástil que era su verga.

Él no se quedaba quieto y como mejor pudo se acomodó colocando su cara entre mis nalgas y abriendo con dos dedos el canal separador, dejó paso a su espectacular lengua para ir a posarse activamente justo en mi oscura roseta. Di un respingo al percibir ese tipo de caricia, pero no me dio tiempo a más, pues nuevas lamidas, cada vez más atrevidas y "entradoras" me pusieron a mil y le devolví atenciones chupando sus enormes huevos de a uno y cuando me fue posible, golosamente me tragué ambos mientras mi lengua acariciaba esa gran y suave bolsa. Mi devolución le debe haber provocado sensaciones muy profundas pues abrió más mis nalgas y directamente hundió la punta de la lengua en mi aro que cedió y le dejó entrar. Se escuchaba un ruido acuoso cada vez que su lengua paleteaba mi hoyo y llevado por una especie de fuerza extra humana, me tomó por la cintura y me dejó sobre él boca abajo, es decir por sobre su vientre. Abrió mis piernas de par en par y estampó esa lengua de fuego sobre mi oscuro pasadizo y prácticamente me cogía oralmente. Yo, sólo atinaba a fregar mi cola sobre su boca y prodigarle la mejor mamada de pija de su vida. De cierto que no podía tragármela entera, pero fue él quien me propuso hacer una "garganta profunda".

Nos levantamos y me condujo hacia su escritorio donde me acostó boca arriba y con mi cabeza colgando en el extremo. Acercó su picha enhiesta hasta mis labios y me instruyó cómo hacerlo sin dificultad.

Todo se reducía a que teniendo mi cabeza colgando, el conducto de la garganta más allá de la úvula, podría ser transpuesto fácil y dócilmente por su glande y lo que fuere preciso hasta llegar yo con mis labios hasta sus pelos. De todos modos me expresó que él lo haría lentamente y que yo no apurara el trámite dadas las dimensiones de su verga.

Tras indicarme que relajara todos los músculos del cuello, inició la penetración. Cuando el enorme glande tocó mi úvula supuse que me ahogaría y que tendría sendas arcadas, pero con una paciencia de santo y con extrema delicadeza colocó la exacta porción de verga con lento movimiento rotativo. Para mi entera sorpresa, el glande pasó más allá de lo supuesto y cuando quise darme cuenta su pelo pubiano cosquilleaba sobre mis labios.

Abrí los ojos desmesuradamente pues aunque me fuera difícil aceptarlo me había tragado sus potentes 18 centímetros por 4 de ancho. Así con la misma delicadeza con que ingresó, apartó esa golosina de mis fauces. Dejó que volviera a controlar la respiración y repitió la operación. Esta vez fue mucho más sencillo y una vez tragado ese hermoso ariete hasta el tronco, nada me costó lamerlo por los costados, con simples movimientos giratorios de mi lengua. Permaneció más tiempo y luego de otras reiteraciones se la tragaba con absoluta facilidad.

La quitó por completo de este "envase" y volvimos al lecho donde se tendió a lo largo boca arriba. Me dijo que ahora lo iba a realizar pero invertido. No comprendí en un primer momento, pero unos instantes después inclinaba mi torso sobre su preciosa herramienta y mi boca hambrienta buscaba ese largo manjar varonil. Acomodé mi cuerpo y cabeza. Mimosamente fui bajando mientras esa verga adorada se sumergía en mi boca. Muy pronto –antes de lo deseado- tocó mi úvula. Aspiré profundamente, relajé mis músculos de la garganta y bajando aún más mi boca dejé al grueso invasor que pasara hacia mi laringe donde desapareció en un periquete y reteniéndolo totalmente, subí y bajé mi boca casi imperceptiblemente. No sentía ninguna molestia a pesar del extremo tamaño de lo que me tragaba, pero era consciente de que debía hacerlo con mucha delicadeza, pues el menor error, podía provocarme un ahogo desastroso para ambos. Había comenzado a dominar la técnica de la garganta profunda y saboreaba eso como un brillante triunfo y paciencia de mi viril educador. Se me llenaron los ojos de lágrimas y no lloré por escaso margen.

Tras hacerlo por repetidas veces, quité la golosina de mi boca y me recogí a su lado. Saludó mi "aventura oral" con un caliente beso de lenguas que me dejo loquito. Me acariciaba tiernamente y me decía "Mi pequeño. Has sido muy hábil y has aprendido rápidamente. Voy a premiarte como te lo mereces". Y uniendo acción a palabras, me colocó boca abajo y apoyando su musculoso cuerpo sobre el mío sobó su verga sobre mis glúteos. Yo echaba chispas de la calentura y solo atinaba a resoplar por lo bajo. Con esa maestría que le daban los años me asió por la cintura y como si fuera un muñequito levantó mis caderas hasta dejar la pija justo sobre mi puerta trasera.

Percibí que la ensalivaba. Con dos dedos hizo lo propio con mi hueco y bajando con todo su peso, maniobrando con una mano posicionó el glande donde debía y empujó cuando debía. Un profundo y sonoro "Ayyy", fue señal cierta de que acababa de penetrarme. Otro empujón –que me hizo gritar de verdad- y más de media pija se adentró en mi aposento anal. Me quejaba por el ardor que semejante aparato me causaba, pero como un verdadero maestro del sexo, me aplacaba mordiendo delicadamente mi cuello hasta dejarme "chupones". Obvio, yo al sentir esos mordiscos, aflojaba el esfínter, y él lo aprovechaba para enterrar más su trozo.

Un gritó que me vino desde lo más profundo de mi ser y que me hizo levantar el culo como un golpe eléctrico, tuvo como resultado que me empalmara a totalidad. Estaba sobre mí y parecía como ido. Entraba y sacaba su gruesa estaca. La retiraba hasta la punta y se dejaba caer con violencia calculada, enculándome hasta los pelos.

Yo gemía a más no poder, pero era tanto el gozo que este macho me ocasionaba con sus pijazos que era en vano gritar y mucho menos tratar de zafar -algo que no deseaba por nada del mundo-.

Me vino como un estremecimiento desde las fibras más interiores y me dejé hacer el culo por este macho soberbio que me estaba cogiendo como nadie antes lo hubo hecho. Su poderosa garcha se había adueñado de mi culo y lo estaba destrozando, pero hete aquí que nada me indicaba oponerme. Al contrario, me sentía como violado y me gustaba horrores. Así me hubiese partido el culo en dos, se lo habría agradecido.

No se cuanto nos estuvimos en este endemoniado mete y saca. Solo recuerdo como en sueños que quitó su verga y esparció sus potentes chorros de semen por mi espalda, nalgas y los últimos goterones me los estampó directamente en mi súper abierto orificio.

Como pude me di vuelta hacia arriba y él apoyó su glande empapado en semen sobre mis labios. Como un desesperado chupé ese bello aparato quitando todo rastro seminal y luego me recosté entre sus brazos. El tórax le subía y bajaba acompasadamente y su verga colgaba inerte entre sus piernas. Miraba esa masa de músculos que acabada de poseerme y besé esos labios con fruición. Respondió a mi beso y me acurrucó entre sus potentes y largos brazos, donde como embriagado de sexo me dormité.

Cuando recobré el dominio de mi mismo, aún estaba en ese nido-macho. Los pensamientos pasaban como una película en cámara acelerada. Lo había conocido apenas unos 20 días atrás en un examen y ahora era mi macho-amante. Un potro de 55 años que acababa de cogerse a su tierno alumno de apenas 17 años.