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en Gays

VAYA TRÍO

Por Chichonero

Fue una noche del estío en que decidí darme una vuelta a la medianoche por un boliche donde suelen concurrir entre muchos otros, varios miembros de la camarilla gay de la ciudad, pues a lo mejor enganchaba alguno con ganas, al igual que yo, de pasar un buen momento.

Como el negocio ubica mesas en un gran patio a media luz, no me era sencillo distinguir a la concurrencia, que en dicho sector, era preferentemente de dicho ambiente, y salvo algunas mesas, la mayoría estaban ocupadas por gays y sus parejas formales o circunstanciales. Hacia el final del patio y casi debajo de unos añosos árboles estaban dos jovencitos quienes al verme como en busca de alguien, me sonrieron tímidamente, hasta que uno me preguntó si buscaba a alguien en particular. Le respondí que no, que sólo estaba observando el ambiente. "¡Ay!. Al ambiente lo forma uno mismo", me respondió con una pícara sonrisa en sus labios. "Vení, sentate con nosotros así dejás de estar solo".

Acepté el convite y al rato charlábamos de diversos temas. Se acercó el mozo y pedí un jugo frutal. Cuando regresó con mi pedido, uno de ellos dijo "Dejá. Te invitamos", y abonó mi consumision.

En menos de veinte minutos estábamos ingresando a terrenos conversacionales para nada convencionales y se dieron a interrogarme sobre mis gustos sexuales, a lo que respondí que me agradaba tener sexo con mujeres, pero no por ello despreciaría tenerlo con varones. Noté que se pusieron inquietos y expectantes a la vez. Es más, me dio la impresión de que lo dicho les agradó en manera suma y avanzaron hasta profundizar sobre este detalle.

Así se enteraron de que apreciaba hacerlo con varones por responder más fielmente a mis gustos al momento de estar en la cama. Se interesaron en saber si me lo proponía alguien aceptaría ser penetrado como complemento. "Eso depende del grado de excitación en que me ponga el ocasional compañero, pero primero deberá probar de lo mío". Se rieron ambos y sin más uno de ellos, delgadito pero muy lindo dijo: "Bien. Nos parece que eres de los nuestros y por eso te invitamos a seguir la charla en mi departamento. Nos caes bastante bien".

"Espero no desilusionarlos, y también espero no me salgan con cosas extrañas". "Para nada, nos gusta lo normal y cuanto nos propongan", me respondieron casi a dúo.

Dejamos el bar y enfilamos hacia el automóvil de uno de ellos –no se de cuál en definitiva- pero no importaba ese detalle. Importaba que me aprestaba a pasar un grato momento en compañía de estos nuevos "amigos".

Después de desandar por las calles de la urbe, enfilamos hacia un exquisito barrio donde la edificación hablaba por si misma de la categoría monetaria de sus moradores.

Un magnífico chalet tipo americano fue la meta del viaje. Aparcaron el automóvil en una amplia cochera. Descendimos e ingresamos a un espacioso living, donde había acogedores sillones de pana color rosa pálido, y una mullida alfombra que cubría casi toda la estancia.

Propusieron un trago, acepté y mientras uno de ellos iba en busca de lo ofrecido, iniciamos conversación con el otro. Noté que estaba algo turbado y pese a ello no dejaba de insistir con preguntas tales como si mantenía la erección por largo tiempo, aunque su pregunta fue literalmente "¿Se te para bien y por largo tiempo?". Al afirmarle que ello era factible si el otro se lo proponía y me colocaba a tono, se manifestó más que complacido. Se puso de pie y fue hasta donde estaba el otro. Cuchicheaban entre ellos, pero no logré descifrar qué se decían, aunque supuse que estaría narrándole sobre lo que le respondiera momentos antes.

Regresaron momentos después con los tragos prometidos y proseguimos compartiendo la conversación, hasta que, irremediablemente desembocamos nuevamente en sexo. Mientras esto ocurría, se quitaron los zapatos y pretextando calor, hicieron lo propio con sus camisas, dejando a la vista sus torsos desnudos y bronceados por largas exposiciones al sol seguramente o por camas solares. Quedaron con sus ajustados pantalones de algodón de color blanco uno y crema el otro, y viendo que yo seguía entero de ropas, me incitaron a quitarme los zapatos -al menos-, como ellos mismos lo expresaron. No queriendo ser menos y para no provocarles algún tipo de molestia, me quité también mi remera, dejando ante sus ojos mi pecho peludo, lo que les produjo un dúo de admiración. Se encontraban ellos sentados en un sillón triple y yo en uno single, por lo que cualquier movimiento o pose que adoptara les resultaba francamente visible, ya que estábamos frente a frente los tres.

Observé que no dejaban de mirarme la entrepierna, zona que deduje era de su predilección. Para ponerlos más excitados aún, me senté con las piernas totalmente abiertas y dejando que mi paquete estuviera expuesto, aunque debajo de las ropas.

El más zafado de los dos se levantó y aduciendo que no deseaban se arrugara mi pantalón, decididamente desabrochó el cinturón, bajó la cremallera y tiró de las piernas hasta quitarlo por completo.

El breve slip color rojo que usaba dejaba notoriamente traslucir mis "virtudes", y me lo hizo saber con un silbido de admiración. "Vaya, nene, ¡que hermoso paquete tienes!", dijo y dando vuelta su cabeza hacia el otro le espetó:" ¿Qué te parece Yoni?".

De hecho, lo que guardaba bajo el breve slip, en erección mide 18 centímetros de largo por 4 de ancho y con ello había dado cuenta de varias niñas vírgenes y de algunos nenes "hambrientos" de hombre.

Quien me había quitado los pantalones no cejó en su intento de proseguir y bajó lentamente el slip dejando ante su vista lo que para él parecía preciado tesoro. Lo retuvo desde la base con dos dedos y lo enseñó a su compañero cual fuere un trofeo de guerra. "¡Huyyyy, que cacho de trozo tiene nuestro amiguito!", manifestó el otro a la par que dejaba el sillón y caminó hacia lo que se le mostraba. Se arrodillaron ambos ante lo que admiraban y entre los dos sobaron el tronco que muy pronto estuvo en su real tamaño.

Dejaron por un rato tal faena y prestamente se quitaron sus ropas restantes quedando tan sólo en micro tangas femeninas, que debo decir les sentaban maravillosamente y se avocaron a una doble tarea de sobar, lamer y chupar mi dura verga.

Aprovechando sus posiciones, les acariciaba los culos y mis dedos anulares ejercían incipientes caricias en sus tiernos huecos, algo que les provocaba tiritamientos de gozo.

Unos minutos después lo tres estábamos totalmente desnudos y nos prodigábamos caricias de todo tipo. Para no ser menos y no herir sus sentimientos, alternadamente les chupaba las puntas de sus no menos gordas pijas, hasta que caímos sobre la mullida alfombra donde nos trenzamos en "un trencito" chupándonos las pijas al máximo de erección, cuando no incursionábamos por los anillos marrones que literalmente estaban cubiertos de saliva. Mis huevos eran chupados por el más delgado con una maestría solo comparable a las más audaces felatrices que he conocido en el cine porno. No solo se los metía a ambos en la boca, sino que hacía lugar para que su lengua los lamiera cariñosa y efizcamente. Uno de ellos se salió de su posición y cuando yo chupaba el hoyo oscuro del otro, observé como una pija avanzaba directamente hacia el hueco que yo lamía y diestramente se fue introduciendo ante mis propios ojos y en un primerísimo primer plano. Se escuchó un gemido y la gorda pija se adentró en esa oscura cavidad. Temiendo ser mojado por una inesperada acabada me salí y aprovechando la posición del misionero invertida de ambos, humedecí generosamente mi pija con saliva y arremetí contra ese bello y sedoso culo que se me obsequiaba a escasos centímetros.

Cuando mi rotundo glande ingresó, el recipiente aulló de dolor y gozo, pero no por ello se retiró sino que aceptó el embate sin dejar de coger a su compañero.

Nos estuvimos unos cuantos minutos en dicha faena y casi al unísono retiramos las garchas mojadas de ambos culos y nos tiramos agitados sobre la alfombra. Yo quedé boca abajo y quien había recibido a su compañero, se montó sobre mis espaldas. Percibí el calor de su verga parada sobre mi culo y esperé los siguientes acontecimientos.

Con sus suaves manos –casi femeninas-, abrió mis nalgas de par en par y empujando decididamente entró donde se lo había propuesto. Sentí un ardor lacerante en mi anillo pero lo aguanté y rato después estaba siendo cabalgado "sin bridas" como dice el poeta García Lorca. Se estuvo adentro cuanto le fue preciso y en medio de fuertes quejidos se derramó en un verdadero torrente de leche que me lució como un enema. Retiró su arma y su compañero queriendo calmar mis ardores, se precipitó sobre mi abierto orto y lamió hasta dejarlo calmado. Obvio que debió sorber restos de leche, pues cuando pude verlo, se estaba relamiendo los labios con la punta de su lengua.

Las horas pasaron tan velozmente que cuando quise acordar eran más de las cuatro y estábamos agotados de tanto sexo. Soy aficionado a besar y lamer pies, cosa que les hice a ambos para su especial agrado. La despedida, fue con algunos chiches de látex que introdujeron alternadamente en sus culos y me los hicieron probar, es especial uno doble de no menos 30 centímetros de largo y con dos poderosos glandes artificiales que fueron de mi particular delicia, pues no solo tenía clavada una buen porción en mi culo, sino que lo hacía participar al otro con el extremo opuesto, en tanto el tercero se satisfacía con un enorme vibrador con ventosa que había adherido al borde de una silla y lo veía subir y bajar por el tronco de plástico. Gemíamos como posesos ante este tratamiento y las leches saltaron de nuestras pijas como por arte de magia y casi en iguales tiempos. Con las bocas limpiamos los miembros agotados y uno propuso ducharnos, algo que hicimos en trío unos a otros.

Cuando me retiraba, previos hermosos besos de lengua, uno de ellos puso un rollito de papeles entre mis manos advirtiéndome "No es una paga, es un obsequio personal".

Cuando arribé a mi casa y tras desvestirme para irme al lecho, recordé tal rollito. Lo extraje del bolsillo y miré no sin profunda sorpresa que eran tres billetes flamantes de 100 pesos (unos 30 dólares más o menos). Me quedé pensando al borde de mi cama si no me había convertido en "taxi boy", pero inmediatamente toqué mi culo y al advertir la tremenda dilatación, me dije que al fin y al cabo era una forma de paga por haberme dejado romper el culo por un par de gay vribones y jodones de buena ley.