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Selene

en Erotismo y Amor

Hola a todos, este relato no lo escribí yo sino una entrañable, lejana y querida amiga, lo único que pretendo es hacer llegar y compartir con todos nuestros amigos esta pequeña gran historia de amor que tanto me emocionó.

Un gran beso para todos.

AFRODITA

Selene

Ella vive sola, pero es una soledad acompañada. La presencia de él inunda los rincones de su departamento. Sus fotos cuelgan en los lugares más visibles, y cuando quiere tener más presente su sonrisa, elige alguna de ellas. Pero la que más le gusta, es aquella donde, recostados en la cama de un anónimo hotel de Barcelona, ella aparece recostada sobre su pecho, mientras sus brazos la envuelven. Así, en esa imagen, es donde más siente que le pertenece, en donde se siente más suya.

Selene conoció a su amor en Barcelona, luego de innumerables cartas e interminables charlas telefónicas que se prolongaron durante seis largos meses, en las que ambos fueron conociéndose, descubriéndose, y empezaron, sin darse cuenta, a amarse locamente. Sí, locamente. Porque de qué otra manera podría llamarse a un amor que nació virtualmente, a través del correo electrónico, que se prolongó por medio del chat, y luego se profundizó a través de larguísimas charlas telefónicas? Pero finalmente se encontraron, en Barcelona, y vivieron los quince días más perfectos de su existencia.

Sintieron que estaban viviendo el amor más perfecto que dos amantes podían vivir, como si se hubiesen conocido de toda la vida, pero lamentando no haberse conocido mucho antes. Sin embargo, pensaban también que tal vez ése era el momento justo en que ambos debían haberse encontrado, porque estaba escrito, en alguna parte del destino de sus vidas, estaba escrito.

Cuando se separaron, felices pero a la vez sabiendo que tal vez iba a pasar mucho tiempo antes que volvieran a encontrarse, sabían que lo que ellos tenían era algo único, y que no iba a ver tiempo ni distancias que pudieran destruirlo.

Esa noche, luego de una tierna y apasionada charla telefónica, Selene sintió que sus ganas de tener a su amor cerca eran muy fuertes, y entonces decidió que iba a recordarlo con su cuerpo, que iba a permitirse ser feliz con su recuerdo, alimentado con tantas palabras hermosas, y con las imágenes que su apasionada "luna de miel" en Barcelona le habían permitido mantener vivo su calor.

Comenzó con una ducha, un placer que Selene disfrutaba gratamente, sobre todo porque podía acariciar su cuerpo con un jabón muy especial, el que su amor le había regalado a través de una amiga que había viajado a Madrid, donde él vive, y que le traía a la memoria los olores tan especialmente disfrutados en sus noches de amor, cuando se bañaban juntos y eran tan felices. Comenzó colocando un poco de esa perfumada crema en sus manos y fue esparciéndola suavemente mientras la crema se transformaba en espuma. Acariciaba su cuerpo con sus manos enjabonadas, y bajo el calor del agua, envuelta en los calientes vapores y el aroma de la crema, fue sumergiéndose lentamente en los recuerdos, hechos presente a través del despertar de las sensaciones. Y no eran sus manos las que la acariciaban, sino las de él. Lentamente recorría su cuerpo, suavemente, mientras el agua caía cálida por su cuerpo. No era joven, pero sus formas eran femeninas, delicadas, suaves, sin revelar aún el deterioro que, tal vez en otras mujeres, podría ser visible a sus años. Se sentía bella, sensual, ¿o era tal vez la mirada de él la que la hacía verse hermosa? Como fuere, sabía que ése su cuerpo, era el que él había amado, llenado de caricias, besado, lamido, y que al estímulo de esos besos, su cuerpo había respondido con inusitado ardor. Tocaba sus brazos, su cuello, su cara, sus muslos, acariciaba sus pequeños senos, tan perfectos para él, y también recorría la curva de su abdomen, ése que ella execraba por no ser chato como los cánones de la moda imponían, pero que él había acariciado con amor diciéndole que era muy sensual.

Luego de un largo rato de disfrutar bajo la ducha, secó su cuerpo suavemente. Recordaba cómo él, cuando en una ocasión llamó por teléfono justo cuando estaba secándose, le había dicho cómo le gustaría ser esa toalla, y el jabón con el que se bañaba, y cómo le había declarado sus más secretos deseos a través de una canción de Roberto Carlos, "Cama y mesa". Era tan hermosa la letra de la canción, y tan reveladora, que Selene necesitó que él corroborara que el contenido de la misma era fiel a sus deseos. Y Selene desfalleció de amor por él. En ese momento, mientras se secaba, recordaba esa bellísima y apasionada declaración.

Así, sólo cubierta con la toalla, con su cuerpo todavía húmedo luego de la ducha, perfumado por el subyugante gel, fue hasta su cuarto. Éste estaba perfumado también, pero por medio de una vela con aroma a rosas, otra costumbre que había adquirido a instancias de él, y que daba al ambiente un clima muy sensual. Se quedó desnuda, pero luego cubrió su cuerpo con un pequeño camisolín negro, transparente y con encaje en el busto, que había sido el causante de un erótico deslumbramiento en las noches de Barcelona. Su piel muy blanca se transparentaba sutilmente a través de la prenda, y así "vestida", se encaminó para contemplarse en el espejo del comedor. Antes, había calzado sus pies con unos zapatos negros de tacón alto, ya que los mismos hacían ver sus piernas más elegantes y a la vez sensuales. Selene es pequeña, pero su cuerpo es armonioso, ¿o son sus palabras diciendo que era guapísima, que era perfecta, que tenía cuerpo de "pendeja"?

Luego de verse en el espejo, volvió a su cuarto. Se puso de rodillas, sobre la cama, y comenzó a acariciarse. Se envolvió primero con sus brazos, y sus manos se acercaron al busto cubierto con el encaje del camisolín. Luego, lenta y suavemente, sus manos descubrieron los pequeños senos, de piel suave y blanca como el resto de su cuerpo. Recordaba sus manos, recorriéndola, acariciándola, mientras le decía que eran maravillosos, y sus rosados pezones comenzaron a agrandarse y ponerse rígidos. Esos pezones que él había admirado, besado y lamido, y con el solo pensamiento de esas imágenes, sintió que comenzaba a humedecerse. Entonces descendió con sus manos por su vientre, lo acarició con detenimiento, y lentamente dirigió sus manos primero hacia sus muslos, y luego, demorando el momento del placer, fue despacio hacia el monte de Venus, y luego hacia su sexo. Estaba muy húmeda, pero aún así, mojó sus dedos con su saliva, y comenzó a acariciarlo con suaves movimientos. Con la otra mano tocaba sus pechos, sintiendo que eran "sus" manos quienes la acariciaban. El placer era cada vez más intenso, y entonces, buscó en su mesa de noche el "juguete" que por primera vez en su vida se había animado a comprar, y que él mismo le había ayudado a elegir. Era rosado, suave, y se parecía al suyo. Lo tomó entre sus manos y lo acarició. Luego, comenzó a lamerlo, mientras su placer crecía. Pasó su lengua por el rosado glande, rodeándolo, y luego pasó su lengua por el cuerpo del pene de juguete. Le parecía que era el suyo el que estaba lamiendo, a pesar de que era frío y no palpitaba. Pero su imaginación y su deseo pasaban por alto estos detalles. Luego, tomando un poco de gel lubricante, untó el pene con él, mientras sus deseos iban en aumento. Cuando estuvo lubricado, comenzó a acariciar con la punta su clítoris y los alrededores de los labios vaginales, recostada en la cama y con sus piernas abiertas. Levantó su camisolín por encima de su vientre, y contempló sus piernas, y sus pies calzados con los altos tacones. Estaba muy sexi. Su placer crecía cada vez más, y ya su cuarto no era más su cuarto, era la habitación de Barcelona, en la cama donde tanto se habían amado.

Después de un rato de jugar con el pene rosado, se puso nuevamente de rodillas sobre la cama, y colocó el juguete sobre la misma. Había descubierto que el pequeño travieso podía mantenerse perfectamente en posición vertical, sin deslizarse, mientras ellas se colocaba sobre él para comenzar la parte más sustancial de todo el ritual. Con sus piernas bien abiertas, muy exitada, comenzó a presionar suavemente sobre el juguete a fin de que el mismo empezara a penetrar lentamente en su vagina. Al principio costó un poco, la cabeza del pene no se deslizaba fácilmente dentro, y su canal era algo estrecho, sobre todo porque sus relaciones sexuales no eran muy frecuentes. Pero poco a poco, y mientras acariciaba con suavidad su clítoris, el juguete fue penetrando hacia el mundo del máximo placer. Su cuerpo se acercaba al juguete con movimientos de avance y retroceso, imitando los movimientos de una relación real, y era sorprendente cómo el juguete podía permitir que sus movimientos fueran libres y flexibles, pudiendo así subir y bajar, entrar y salir, hasta llegar al final de su extensión.

Luego de disfrutar un rato de estos vaivenes, volvió a recostarse. Esta vez, eran sus manos las que introducían y sacaban el juguete de su vagina, produciendo con cada movimiento un sinfín de sensaciones placenteras. Comenzaba a marearse, señal de que el momento del clímax estaba próximo. Le daba pena que el momento llegara, porque a pesar de lo delicioso de ese instante, sabía que sería el final. Pero no podía detenerse. Su cuerpo le pedía más y más, el juguete parecía tener vida propia, moviéndose en medio de un mar lujurioso, provocando sus gemidos cada vez más intensos. Empezó a sentir breves estremecimientos, pequeñas sacudidas, su cuerpo reaccionaba con espasmos cada vez más intensos. Y entonces, como un torrente imparable, su cuerpo comenzó a estremecerse, ya no tenía conciencia de tiempo ni de lugar, cerró sus ojos porque el placer era casi insoportable, como un shock eléctrico, y finalmente, con pequeñas contracciones, su cuerpo llegó al final del recorrido.

Quedó sobre la cama como desmayada, con los ojos cerrados, la boca seca, y su cuerpo rígido. Luego del último espasmo, el pequeño juguete rosado salió suavemente, como si supiera que su misión había sido cumplida, y su dueña, satisfecha y en el limbo.

Selene se envolvió con las mantas, y se dispuso a dormir. A su lado, una pequeña foquita blanca de peluche, regalo de él, dormiría entre sus brazos, dándole la ilusión que era él quien estaba a su lado, y sabiendo que al otro día, cuando él la despertara por teléfono para que ella fuera a trabajar, sería como si la noche anterior hubiesen hecho el amor y dormido juntos, como si las distancias no existieran.

Selene.