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Basado en un hecho real (07: Secretos de los León)

en Amor filial

Basado en un hecho real: 07 Los secretos de los León.

No voy a decirte cual era el nombre de la Tía, solo que era parte de la familia León y estaba muy linda, como solo una chica de 16 años puede estar, y exageradamente caliente, como solo puede estar una adolescente confusa y pervertida.

Desde la vez que ella dio su performanse de cómo maltratar y mamar a un chamaco de 12 años, y luego de humillarlo, cinturonearlo, insultarlo y deslecharlo… ante una turba de lactantes e infantes; ¿grueso no? Desde esa gloriosa tarde me volví su "quita ganas" oficial. A la segunda o tercera tarde de mi labor de niñero, me convertí en el guardián de los secretos sexuales y prohibidos de la familia León.

Una de mis cualidades es la de escuchar más que hablar o reaccionar a lo que escucho. Lo aprendí a base de castigos y regaños constantes y más desde mi "tragedia" personal al ser el "pervertido de la familia", señalado por todos y eso que mis primos y primas también le dieron loco y constante vuelo a la hilacha.

La tía se volvió una "ama negrera" o mi "maidstress" agresiva, posesiva y humillante. Muy viciosa. En las sesiones subsecuentes ya no me quería prestar a sus sobrinitas, pero siempre comenzó a darme de cinturonzazos en el lomo y en las nalgas; me acababa con las manos lastimadas, porque yo me tapaba los huevos con ellas y varios de los golpes me alcanzaban.

Después de los cinturonzazos venía la etapa de caricias de consuelo, algo de "buen perro, buen perro", y casi por primer impulso fue cuando ella se me puso a darme dedo… ¡Yo! ¡Hombre, macho, varón del sexo masculino! ¡Del verbo "no te agaches que hay peligro"! ¡Yo! ¡¿Recibiendo dedo ahí… por donde los buenos aires son de azufre?! Pues sí, aunque no lo acepte, hasta hoy, sí. Ese fue el principio de una época ambivalente. Yo mismo le chupaba los dedos para que no me raspara tanto y le llegué a limar las uñas para evitar sus rasguños. Lo malo era que mientras ella me dejaba lamerle todo el clítoris y la vulva; si mal me iba: ella se emocionaba y me llenaba la boca de fluidos y apretones por sus contracciones a mi sufrida lengua. Mientras metía hasta el huesito tres de sus delicados dedos, hasta que se le retorcía la mano… Ya te imaginarás lo que sufrí todo ese tiempo…

Pasado el primer orgasmo, el de rigor, pasaba a ponerse encima de mí, a cabalgar hasta que llorara de emoción y placer. Por lo general –si estábamos incómodamente acostados en el suelo- terminaba orinándose sobre mí. Aun me excita mucho cuando recuerdo ese líquido caliente, espeso más que el agua, rebañar mis huevos, goteando al final mis pelitos su olorosa lluvia dorada… y con nostalgia lo recuerdo. Una exigencia constante era la de no eyacular –mi leche era solo para su mascarilla de belleza-y para este asunto, al principio me amarró una de las agujetas de mis tenis en la base del tronco de mi verga, lo hizo una vez bien dura, mi verga quedó subyugada, amarrada, presa en la agujeta y su nudo. Así que esta "técnica" propició las mejores y más largas sesiones de sexo que recuerde de esa época. Luego, ya agobiada por el cansancio y de las venidas constantes, mi Tía, se dejaba cambiar de posición y luego: ¡Desanudar las agujetas! Brindar mi leche en su cara y boca hasta que yo volvía de mi viaje a las estrellas y ella se la extendía por la cara completa a manera de mascarilla, con la consiguiente tanda de nalgadas –para mi- a manera de agradecimiento. Esa era mi cotidiana tarea y cada "¡sufre perro del mal!" se fue convirtiendo en mío más querido piropo.

Una tarde de esas, la Tía tenía la regla, y –con asco al principio y gusto al final-, luego de cogerme ella y cogerla yo, me contó la triste y enigmática historia de la vida con su familia: Los León.

Cuando la Tía llegó a la casa de los León estaba conciente de qué era ella, porque dentro de su familia, ella estaba hasta debajo de la cadena alimenticia, de la pirámide de mando, hasta la última casta. Era una paria en la familia León. Hija natural de una prima hermana del señor León, vergüenza familiar y remembranza sempiterna de la facilidad con que abría las piernas su madre, sin distinción de género o especie a los machos del rumbo. Así que el trato era: escuela y casa por trabajo sin salario. La sirvienta gratis del apellido indistinto que una parienta proveyó.

La Tía, que desde ahora llamaré Raque, se volvió más huraña y tímida de lo que era, a sus 15 años se creía fea. Claro, por la desnutrición y el maltrato no se había desarrollado, menos decir del cabello y la cara. Sin ser espectacular, tenía nariz respingona y corta, labios medianos, ojos café claros, cejas más claras que su cabello castaño. Dientes parejos y lengua delgadita y larga.

Mientras lavaba, planchaba, medio cocinaba, barría, trapeaba, limpiaba colas, desmanchaba colchones y todos los menesteres de una casa llena de desobligados adultos y lactantes; comenzó a florecer, alimentándose tres veces al día, durmiendo en la noche y en una cama. Olvidando las malas noches de dormir en el corredor mientras los vecinos violaban amablemente los orificios maternos en el cuarto de vecindad donde vivió sus primeros 15 años, antes que con los León… Raque floreció. Floreció en secreto.

Cuando estaba a punto de estar satisfecha con el cambio en su vida, descubrió que la señora León discutía mucho con su marido, en especial por las noches. Más los fines de semana, desde el jueves ya se veía venir la discusión del sábado por la noche. ¿El motivo? Las "necesidades" del señor León. Y cuando este asunto chocaba… las madrugadas se volvían un trancazo de regaños y discusiones, refunfuños matinales y recriminaciones sin final hasta el momento en que el señor se iba a su oficina llevando a la tropa a sus jardines de infantes, dejando a la señora y a Raque solas en casa. Cada quién con sus asuntos, la señora a encerrarse en su cuarto a llorar o seguir dormida y Raque a trabajar. Misma rutina. Varias veces en la semana, en especial los lunes, luego regresaba el señor con sus hijas a comer al medio día, y después a la tarde de oficina y llevando a Raque a sus clases. Al final de la jornada el señor pasaba por Raque y de ahí a la casa. Una rutina muy marcada, típica de un contador minucioso, como era el señor León. Quizá por eso –supongo- el hombrecito regordete "necesitaba2 a su esposa más que ella a él, para relajar el músculo, para bajarse el estrés de las cuentas que no encuadraban, se supone que el matrimonio para eso es…

Justo una tarde en que regresaban al hogar, el señor León llevaba a Raque en el asiento del copiloto, y en un alto, se dio cuenta que la raída blusa del uniforme estaba menos "fea" que antes: ahora dos bultitos resaltaban al frente y comenzaban a traslucir muy sexy en contraste con el blanco y azul del uniforme. El señor León sonrió para sus adentros y su pequeño trozo de hombría comenzó a latir, algo hizo conexión: tetitas adolescentes, ropa vieja, vieja remolona en la casa, latir de emoción en la glande de su pene apretada entre las piernas y que llevaba un tiempo sin "descargar"… ¡Erección! Y como buen contador reprimido, con el tiempo de no haber intentado conquistar otra vulvita… Su confusión lo llevó a algo, a una decisión determinante.

En los días subsecuentes el señor León buscó la manera de apartar dinero para su plan: justo una semana después de la primera erección y las demás subsecuentes por los viajes diarios con Raque a lado, y las demás masturbaciones mentales que se hacía… La llevó a comprar ropa. Como buen contador reprimido, no supo qué comprar, así que dieron vueltas por el centro y no se decidió a cual almacén entrar. Pero hizo algo que de verdad sirvió: se sentaron a tomar un café. Quiso platicar, y no le salía tema, no se podía parar, porque su erección ya le dolía y se dio cuenta que también estaba manchadito del pantalón, las "gotas de la ansiedad"…

Hasta esto Raque había tomado el asunto con extrañeza, pero cuando se le cayó la cucharita y la quiso alcanzar, le vio la entrepierna al señor León y notó la erección y una manchita húmeda bien marcada en la punta del bultito acusador del señor León…

Esa fue la epifanía, la prendida del foco, la "insight", el momento… la quinceañera hormonal tenía ante ella un adulto casi cuarentón confundido y avergonzado con una erección húmeda en un lugar público… ella tenía la conciencia que podía tener al Tío "por los huevos" literalmente.

Con los años de sufrimiento y privaciones a lado de su madre, Raque, que todas las veces que durmió en el pasillo, sabía lo que pasaba en el interior de su cuarto a su madre, con el rentero, con el carnicero, con el tendero, con el borrachín que tenía dinero, con el adolescente que quería estrenarse, con el maricón que se creía curado si podía con una mujer… Raque había visto el "teje maneje" del asunto, aunque con asco, eso había sido un aprendizaje. Y se dejó llevar por el burdo intento de conquista y le dijo a su Tío "que si quería comprarle ropa, sería mejor que le diera el dinero y ella lo haría, porque ya se habían pasado todo el rato y no habían hecho nada." Como todo buen contador reprimido, desconfió. Tendría que buscar a "alguien" que le acompañara a comprar a Raque y traer el cambio.

Luego en casa, la señora León se sorprendió de lo que le pedía el señor, pero le creyó que Raque ya llevaba casi seis meses de estar en casa y no había recibido nada por su trabajo y ella necesitaba ropa nueva y uniformes, y que las iba a dejar en el centro y que él vería qué hacer con sus tres leoncitas. Doña Sarita -¡ya lo dije!- se quedó gratamente sorprendida con la generosa actitud de su "puerquito caliente", que en las últimas fechas estaba menos gruñón que otras.

Raque nunca había hecho compras "masivas", doña Sarita tampoco últimamente, así que escogieron dos mudas de uniformes, tres de ropa juvenil y ropa interior para toda la semana… En esa época no había tanto problema para probarse la ropa interior, siempre y cuando no fuera blanca, más si hacías una compra grande en un mismo almacén, ni quien te molestara. Raque –inocentemente y no sin pena- se probó varios bikinis de colores hasta que se encontró uno de su talla y estilo. Todo lo miraba atentamente doña Sarita. De buenas a primeras Raque le dijo que se probara algún juego de bikini y top, que estuviera bonito y que lo metiera en la cuenta, que ella se lo "invitaba". Doña Sarita rebuscó entre los que había y encontró uno con "piel de jaguar" simulada, top y bikini, y entró al vestidor. Raque la siguió, le ayudo a desvestirse, una espalda blanca y de piel delicada y suave. Su cabellera caía hasta un poco más debajo de los hombros. Fuera falda, ¡una pantaletototota neeegra y fea! Tipo "carpa de circo" ocultó por momentos un monumental culo, con ambos hemisferios divididos por una profunda rajada: ahí, donde la espalda pierde hasta el apellido… Doña Sarita se agachó al frente para quitarse la horrible pantaleta sacándosela por los pies. Raque observaba desde atrás de doña Sarita.

La visión completa del "derrié": raja del culo, depresión oscura del ano, sonrojada abertura rodeada de negros y rizados, abundantes y gruesos pendejos… Hizo que Raque, hipnotizada por tan divino culo, de tan blancas carnes y sonrosada piel; se apresurara a pasar el conjunto de jaguar y ayudara a subir la parte del bikini casi con actitud reverente, arrodillada al frente de doña Sarita, aspirando el aroma salado y amargazo del monte de Venus de su parienta política.

Cuando estuvieron paradas frente a frente, Raque dijo:

- Tía, ¿le puedo dar un beso? – Doña Sarita asintió y Raque se arrodilló y dio un beso exactamente en el vértice del calzón de jaguar…

-¡Raquel!- ella había pensado que era en la mejilla, no en el mejillón.

-Tía, con ese conjunto Usted se ve irresistible, en serio, ¡qué bonita es Usted!- confesó Raque.

Salieron del almacén con varias bolsas de ropa y ropa interior nueva. Alegres y del brazo. Esperaron al resto de la tribu y regresaron. Al parecer la señora León había encontrado ese "algo" que se le había olvidado en la rutina diaria de su matrimonio. Esa noche, se volvió en la amante de su marido, don Pedro… ¡ya lo dije!... bueno, pues don Pedro se sorprendió con el conjuntito de jaguar y la nueva actitud de doña Sarita. Le mamó con fruición el botoncito del placer, hasta que el llanto de gusto ahogaba los ruegos de doña Sarita para que la penetrara ese pene de enano que don Pedro ostentaba: no más de doce o trece centímetros, pero del grueso de una botella desechable. Raque lo describió como "pura cabeza, pero cabeza cabeza, y el cuellito de toro"… En resumen, una verga especialmente gruesa. De la calentura doña Sarita no le hizo el feo, pero luego del segundo orgasmo, ella ya no quería nada y pedro sí. Desde la ventana, escondida, estaba Raquel, mirando al detalle como sus tíos cumplían sus deberes conyugales. En especial era divertido ver a un gordito chaparrito montarse a su mujer, igual de bajita, pero mas proporcionada y con un fenomenal y bello culo y también -¡qué caray!- unas bonitas y discretas tetas. Don Pedro alzó la mirada y la descubrió… Doña Sarita también la miró. Luego de un momento de titubeo y complicación moral entre los dos… Doña Sarita le dijo que viniera inmediatamente al cuarto con ellos. Cuando Raque entró al cuarto, temblaba. Ellos desnudos, la recibieron y la sentaron entre ellos en la cama. Doña Sarita le dijo que se desnudara, y don Pedro le arrancó el camisón raído que traía y se le fue encima a besos, doña Sarita exigió que le mamara su rajada y Raque lo hizo suave, constante y tiernamente… como sólo una mujer se lo sabe hacer a otra mujer. Mientras don Pedro también rechupaba la raja de Raque, sus manos recorrían cada milímetro de la núbil piel de la quinceañera, jugueteaba con el culito, lamía cuanto podía, al tiempo que eyaculó al aire, presa de la emoción y la ansiedad…

Doña Sarita ordenó a Raque no hablar de esto con nadie. Sobre todo porque don Pedro mantenía una imagen pública seria y pronto podría tener un ascenso de mucha influencia… y debían cuidar los detalles. Y si lo comentaba con la familia, "la harían desaparecer" al fin que nadie la volvería a ver. Don Pedro se durmió todo pringado de sus leches y doña Sarita y Raque siguieron abrazadas y felices, a pesar de las amenazas dictadas… todos durmieron muy bien.

La estancia de Raquel fue mas agradable desde ese momento, doña Sarita tenía una sirvienta contenta y que le acariciaba como a ella le gustaba. Don Pedro tenía una especia de "amante", aunque bajo las órdenes de su esposa. Además: para esas fechas él solo podía dar un palo al día. La mañana se volvió el momento romántico para las noviecitas calientes: se apuraban a dejar la casa lista y la comida. Luego a darse gusto con las rajadas una a la otra. Junto con la nueva conformación entre las hembras de la casa y el macho proveedor, llegó la variedad de juegos sexuales: mamadas a dúo (ellas a él, los esposos a ella, los amantes a la esposa, cadenita de mamadas…), un poco de juego y otro poco de venganza, y Raque comenzó a lamer el ano de sus tíos y poco a poco a acostumbrarlos a recibir su fina lengua por ahí… luego fueron sus dedos, no solo la lengua y mordiditas, lo que excitaba esa zona tan delicada… hasta que llegó el día de los masajes de dos dedos a la próstata de Don Pedro León, y de recibir con la boca abierta hasta cuatro chorros de leche a presión… luego a compartir las salivas y leche colectada entre doña Sarita y Raquel…

Hasta ese momento don Pedro se conformó con mamar la rajada de Raque y meter su verga en la vagina de doña Sarita. Y esta se conformaba con seguir su romance con Raquel y sus mamadas. Con el tiempo encima, Raquel comenzó a resentir este nuevo régimen de trabajo, mamadas y desveladas mas constantes que antes, comenzó a resentir la sobrecarga sexual y erótica diaria. Cumplió los dieciséis años y en septiembre de ese año, la conocí. Ya hermosa, con cabellos recortados a la moda y ropa juvenil nueva. Mas segura que antes y luego dominante conmigo.

Raque tuvo un novio al que quería mucho, pero nunca supe para qué… de paso no me importaba puesto que yo era el "quita ganas" oficial, cuando me tomó para dos semanas intensas de sexo, luego que después Raque me visitaba en mi casa cada vez que podía y tuve que enfrentar a mi hermanita Any por sus celos, también a las Leoncitas, pues lo que vieron por más de diez días, día a día, tarde a tarde, les hizo efecto…

NOTA: Ya se que en la anterior entrega les había prometido otros aspectos de la historia como:

¿Quieres saber cual fue la reacción de mi hermanita Any luego de ver un 69 en vivo?

¿Quieres saber más de las intrigas de la familia León?

¿Quieres descubrir qué secretos mantenían en secreto la Tía y demás compañía?

… Bueno, pues mi oferta sigue en pié, porque me parece mas fácil platicarles sobre esta familia tan especial que seguir balconeando a mi propia familia…

NO SE PIERDAN EL SIGUIENTE RELATO DE LA SERIE: "BASADO EN UN HECHO REAL" por este mismo website, no más no les digo cuando, porque estoy sumamente ocupado en mis trabajos y jolgorios… MANDA TUS COMENTARIOS…

¡ABURRR!