TE BUSCO
Tú no sabes que te busco y, sin embargo, lo hago sin desfallecer.
En los vagones de metro, de camino al trabajo,
levanto la vista al percibir una presencia cercana.
Por un instante, me pierdo en la profundidad de unos ojos,
que resultan no ser los tuyos y vuelvo a bajar la mirada.
Momentos después, un suave roce en mi hombro hace que vuelva a la carga y,
con disimulo, trato de distinguir tu reflejo en el cristal.
Tampoco hay suerte, solo una cara más que se desdibuja antes de ser asimilada.
Cuando camino por mi ciudad, o por la que se tercie,
basta que me llame la atención la forma de unas manos,
un modo de andar o la manera de atusarse el pelo,
para que apriete el paso hasta colocarme a la altura del aludido
y eche una ojeada de reconocimiento.
Patrones que se repiten día a día, mes a mes, año a año,
mientras mi vida se va escapando como la arena en un sinuoso reloj.
Pero no pienses que te busco con desespero, con prisas o con desánimo.
Lo hago disfrutando de cada momento,
saboreando esos instantes que dura la incertidumbre,
dejando galopar libre mi corazón,
perseverando en el intento de alcanzar, algún día,
respuesta a mis deseos.
En esa cama que antaño nos cobijó,
morada eventual de algún que otro transeúnte,
conviven pasado y futuro,
recuerdos y sueños anhelados,
una historia inconclusa con otra todavía sin escribir.
Ya no me castigo buscando el porqué de mis miedos,
ni me recrimino la falta de conciencia o de coraje que me impidió tomar aquel tren.
Ahora solo permanezco dispuesta, con los ojos abiertos y las barreras bajadas,
esperando en un andén imaginario que nuestros caminos vuelvan a cruzarse.
Tú no sabes que te busco, mas no lamento que así sea;
lo contrario sin tu presencia, no sería sino la constatación de un final sin retroceso.
El círculo sigue abierto, el ánimo sin flaquear,
la esperanza tiñendo mi día a día de múltiples matices,
llevándome de la mano por un mundo aún sin saborear
pero administrando la dosis necesaria para mantenerme firme.
Aquí sigo.