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¿A quien de las tres violaré primero?

en No Consentido

Eran las dos y media de la madrugada. Elisa, Sandra y Lucía, unas amigas bastante guapas, acababan de salir de una fiesta que habían celebrado unos amigos del pueblo vecino. Vivían en una aldea de Asturias cuyo nombre no viene al caso. La cuestión es que se les había hecho demasiado tarde, debían estar en sus respectivas casas a las tres, y no podían decir a sus padres que las fueran a recoger, ya que estos no sabían nada de la fiesta.

-Chicas, no os preocupéis, no nos van a castigar por llegar tarde ya que vamos a llegar a la hora. –Soltó Sandra.

-¿Y como se supone que vamos a llegar? A estas horas no pasan autobuses, y yo paso de que me lleve ninguno de los chicos de la fiesta, están borrachísimos… -Repuso Lucía.

-Si, pero podríamos usar El Camino… -Contestó Sandra en tono fantasmagórico.

El Camino, se trataba de un sendero que unía campo a través a ambos pueblos, y es el que más se utilizaba ya que podrían llegar al pueblo vecino en unos quince minutos. El problema residía en que por la noche, la falta de luz, la lejanía del sendero, y las estúpidas leyendas de maldiciones, desapariciones y muertes que a El Camino se atribuían hacía de él una escalofriante alternativa.

-Lo estarás diciendo en broma ¿no?

-No, estoy hablando muy en serio.

-Pero como vamos a pasar por ahí… A estas horas de la noche…

-Bueno, pues si lo que quieres es que te castiguen sin salir en las fiestas del pueblo, por no llegar a casa a tiempo… tu verás, pero yo no pienso pasarme la verbena en mi casa, así que voy por el camino…

No muy convencidas, Elisa y Lucía siguieron a Sandra, cuando llegaron al campo y Lucía vio el camino, se le encogió el estómago. El suntuoso sendero estaba tan solo iluminado por unas farolas, de las que tan solo la mitad funcionaba, y gran parte de esa mitad parpadeaban como si fueran a apagarse en cualquier momento. A ambos lados del camino había enormes parcelas de cepas, y de vez en cuando, entre estas parcelas había otras de olivos. Lucía sabía que cualquiera que pasara por allí podría hacerlas cualquier cosa y nadie acudiría a ayudarlas.

Los primeros cinco minutos de recorrido fueron mejor de lo que ellas esperaban, no se oían sonidos de animales, y todo estaba en demasiada calma (la calma que acontece a una gran tempestad), tan solo el hecho de que se movían demasiado despacio a causa de los tacones. Entonces ocurrió. Justo cuando pasaban por un lugar del camino, que se dividía para la entrada a una huerta, apareció una figura que corría hacia ellos gritando, y blandiendo un bastón en la mano, era un anciano, aunque las chicas no se pararon ni a comprobarlo, salieron por patas hacia delante (Elisa perdió un tacón).

Se pararon para recobrar aliento, parecía que quienquiera que fuese no había intentado seguirlas.

-¡Te lo dije! Este sitio es peligroso.

-No te preocupes, no nos ha seguido, y ya estamos a punto de llegar al pueblo…

En ese instante, las tres muchachas vieron los faros encendidos de un coche acercarse, se apartaron a la zanga del camino, cuando el coche pasó al lado de ellas, siguió hacia delante, y tras haber recorrido unos pocos metros, retrocedió hacia atrás.

Se encendió una linterna, las chicas no podían ver de quien se trataba a causa del resplandor.

-¿Qué hacéis a estas horas en este lugar? -Resonó la voy de un joven.

-Em… pues…

-Soy del pueblo de allí verdad, subíos al coche y os acercaré al pueblo, este sitio no es seguro a estas horas.

Dificultosamente, el coche giró y dio la vuelta para cambiar de sentido. Pero al poco tiempo de la marcha, el coche tomo una bifurcación del camino, que no conducía al pueblo, si no a lo alto del monte. Enseguida Sandra se dirigió al chaval:

-Oye chico, creo que este camino no lleva al pueblo, sino el otr…

El muchacho golpeó a la joven con la mano que no dirigía el volante, con tanta fuerza que la tiró al piso del coche. Las otras amigas, asustadas, se quedaron mirando al chico.

-Mala suerte amigas, la culpa es vuestra, por ingenuas, as vais a arrepentir de usar estos caminos a estas horas, y de subiros en el coche de desconocido, sucias putas.

Las tres comenzaron a llorar silenciosamente, al poco tiempo llegaron al pico del monte, donde había una casa en un huerto. Cuando llegaron las hizo bajarse. El candado de la puerta estaba muy oxidado y enseguida cedió a los martillazos que el chico le propinó, hizo pasar a las chicas y atrancó la puerta desde dentro, colocando un arca que había por allí.

El chico empezó a cachear a las chicas poniendo mucho énfasis en sus pechos mientras les restregaba su miembro, que cada vez se iba haciendo mas duro. Una vez las hubo cacheado y quitado todos los objetos personales se dirigió a ellas.

-Vais a hacer lo que yo os diga y sin ningún reparo o si no os golpearé tan fuerte y os haré tanto daño, que desearéis no haberme desobedecido. ¿A cual de las tres violaré primero?

A Lucía se le escapó una lágrima y un sollozo. El extraño la miró. Piel blanca, pelo rojo unos labios muy sensuales, pechos no muy grandes pero juguetones, pero lo que más le excitaba era su aspecto de niña buena e inocente.

-Quítate la ropa y túmbate la cama, vosotras dos haced lo mismo pero revolcaos en el suelo, como las putas cerdas que sois.

Las tres obedecieron, El muchacho se fijaba en como Lucía se quitaba la ropa, oprimida, triste, deseando que eso no fuera verdad, que no pudiera estar pasando. El muchacho, Leonardo, ya había visto ese mismo rostro en muchas chicas antes. Su cuerpo era perfecto, lo observó, tan blanco, tan jugoso, observó sus caderas y su culo, evaluando como iba a manosearlos, a estrujarlos.

Cuando hubo terminado, se dirigió hacia la cama, y empezó a recorrer su cuello y sus pechos con la lengua, ella seguía llorando (no importa, eso le excitaba a un más), él limpiaba sus saladas lágrimas en su mejilla con su lengua. La chica le evitaba. Entonces, Leonardo cogió el cuello de la chica con firmeza, por la parte de atrás y lo dirigió hacia su bragueta.

-Creo que no tengo que decirte explícitamente lo que quiero que hagas.

Lucia entendió, abrió la bragueta y saco una gruesa y larga poya. Empezó a introducirla en su boca, era la primera vez que hacía aquello. El chico empezó a dirigir su cabeza hacia delante y hacia detrás, su poya rozaba con su garganta y la entraban arcadas. Las idas y venidas cada vez se hacían más fuertes, el muchacho manoseaba sus tetas y le empezaba a dar golpes en su culo, cada vez más fuertes, a Lucía le dolía mucho pero prefirió no decir nada.

Al rato de estar así, el violador, le sacó la poya de la boca y se despojó de sus ropas. Colocó firmemente a Lucía a cuatro patas. Esta pensaba que la iba a desvirgar, pero no fue así. Leonardo la agarro en su cintura fuertemente, tan fuerte que la hizo daño y a ella se le escapó un gemido. Entonces sintió como la punta de su cipote, tocaba su ano. Cerró los ojos y se preparó para ser enculada. Tuvo que hacerlo dos veces, pero al segundo intento lo consiguió, introdujo toda su poya dentro del culo de Lucía. Después empezó a embestir contra ella, ella no podía aguantar más y enseguida se vio gritando y sollozando para que parara, esto le excitaba mucho más a Leonardo y sus embestidas se hacían cada vez más salvajes. Ella notaba como si le estuvieran introduciendo un cuchillo al rojo vivo, mientras ella gritaba, Leonardo la daba azotes con la palma mientras se reía, la saco del todo justo cuando notó que se iba, y descargó toda su leche en el malherido cuerpo de Lucía.

-¡Tú! Sucia esquinera, ven aquí. – Se dirigió a Sandra. – Y ayúdala a limpiar con la lengua todo lo que yo he disparado en ella.

Y así lo hizo, el muchacho la colocó justo encima de su compañera y ambas empezaron a lamer toda la leche, Leonardo no perdía la oportunidad de empezara manosear y a chupetear el cuerpo de Sandra. No tenía tanta pinta de inocente como su amiga (es más ni siquiera era virgen) pero aún así le excitaba demasiado.

Elisa observaba la escena llorando, eso era lo que muy pronto le esperaba a ella, pensó que si conseguía salir de la casa, podría llegar alas viñas. Allí con la oscuridad, y con lo amplio que es el terreno no lograría encontrarla, aunque se lastimara ya que estaba descalza y desnuda, luego volvería a recorrer El Camino, llegaría a casa y enviaría ayuda para sus amigas.

No se lo pensó dos veces y como un resorte salió disparada hacia la puerta. Intentó abrirla pero no cedía, observó a sus pies, el arca bloqueaba la puerta, empezó a llorar e intentó empujar el arca, pero no tenía suficiente fuerza.

Leonardo, mientras lamía el cuerpo de Sandra, reía para sus adentros, Elisa iba a arrepentirse muy pronto de lo que había hecho…

Continuará…

Comentarios, charlas e ideas para la siguiente parte en: pecam_87@hotmail.com espero que les guste y por favor, comentad ya que no os cuesta nada, Salu2