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La Partida de Cartas

en Orgías

"LA PARTIDA DE CARTAS"

Desde hace un tiempo, casi seis meses, unos amigos y yo nos reunimos la noche de los viernes para jugar a las cartas. Normalmente al póquer, no tenemos ni idea pero nos jugamos unas pequeñas cantidades y nos solemos echar unas buenas risas. Además es una excusa tan buena como otra para reunirnos todos y emborracharnos. Esa noche habíamos quedado en mi casa.

Normalmente Natalia, mi mujer, aprovechaba ese día para salir con sus amigas a divertirse por ahí. Pero esa noche ninguna podía y cuando nos enteramos ya era demasiado tarde para cancelar la partida.

- Siento que no puedas quedar con nadie, de haberlo sabido antes…

- No le des más vueltas. Ya encontraré algo con lo que entretenerme.

- Espero que no te aburras mucho.- me sentía presionado por mi culpa, pero no quería aplazar la partida.- Mira en cuanto lleguen les digo que no podemos jugar y lo dejamos para otro día.

- No seas tonto Fernando, ni que fuera una niña pequeña que no supiera divertirme sin ti. Tranquilízate que algo haré para no aburrirme.

- Bueno, pero intentaré que no estemos mucho tiempo.

Ella sonrió amablemente y se dirigió a la cocina. Yo me giré para ver si faltaba algo en la mesa. Pero estaba todo, las cartas, los vasos, la cubitera y dos botellas de JB junto a un par de platos de patatas y aceitunas. Lo único que no estaba en su lugar eran las fichas, pero ya habría tiempo para eso.

- ¿Quién viene?

- Todos. Alberto, Ricardo, Jorge y David. Te acuerdas de David, ¿verdad? No hace mucho estuvo cenando con nosotros.

Fui malo, muy malo. David era un chico de color al que habíamos invitado hace unos meses a cenar a casa y con el que Natalia había acabado follando en el sillón. Hicimos un trío y desde entonces ella había querido que lo volviésemos a invitar. Pero yo no quería que aquello se convirtiese en rutina, con lo que no le había dicho que desde aquel día David era uno de los que venía periódicamente a las partidas. Supongo que lo hacía para vencer la tentación de repetir aquello.

- ¿Viene David?

Había salido de la cocina con una ensaladera en las manos. Tenía un brillo en la mirada que me confirmaba que desde luego no había olvidado a mi amigo.

- Si, ¿por?

- Nada, creía que no le habías vuelto a ver desde entonces. Eso era lo que me decías…

- Siento haberte mentido. Es que no quería que sólo pensases en él para eso, ya sabes…

Me miró fijamente y sonrió. Hubo algo raro en aquella sonrisa, pero no tuve tiempo para analizarlo ya que el telefonillo sonó insistentemente. Eran ellos. Abrí la puerta y miré a Natalia. Estaba de pie delante de mí, pero a la vez parecía estar muy lejos de allí.

- No te habrá sentado mal, ¿verdad?

- No. Tranquilo. Supongo que es normal.

De pronto golpearon la puerta con insistencia. Sonreí, eran una panda de animales, era fácil entender por que casi todos, menos Alberto, seguían solteros. Les abrí y entraron en casa como una marabunta desatada. Todos se quedaron quietos al ver a mi mujer.

- Ah, hola Natalia.

Me miraron inquisitivamente y me encogí de hombros.

- No ha podido quedar hoy con sus amigas. Pero no os preocupéis que hay partida.

- Si quieres lo dejamos para otro día.

Jorge siempre había sido el más sensato del grupo, el que tenía la cabeza en su sitio cuando los demás la perdíamos en cualquier chorrada. Iba a decir que no era necesario, pero Natalia se me adelantó.

- No seáis tontos, no pasa nada.- besó a cada uno de ellos y se acercó a David, que la miraba tímidamente.- Hola David, ¿me das un beso?

Mi amigo la besó suavemente en las mejillas y se excuso para ir al servicio. Sonreí piadosamente y observé como mi mujer me miraba pícaramente. Había disfrutado incomodándole.

- Bueno chicos, yo os dejo que voy a cenar. Luego os veo en el salón. Divertíos.

Desapareció en la cocina y yo guié a los demás hasta la mesa. Jorge volvió a hacer su noble ofrecimiento de aplazar la partida y los demás le caneamos a collejas. Natalia había dicho que no pasaba nada y no pasaba nada.

La partida transcurrió divertida para los demás, que yo no ganaba ni dos manos en toda la noche y el dinero disminuía a toda velocidad. Bebimos más prudentemente de lo normal, supongo que la presencia de Natalia en el sillón viendo una película nos cohibió ligeramente.

- Hoy no ganas ni a las chapas, chaval.

Los demás rieron a coro la socarrona ocurrencia de Ricardo y yo le hice una seña despectiva con el dedo.

- ¿Qué pasa?

Natalia se había acercado a la mesa a ver qué ocurría. Había terminado de ver la película.

- Que el idiota de tu marido no gana nada, a este paso nos va a tener que dar hasta lo pantalones…

- No le hagas caso, es que estos son unos imbéciles que para una vez que me ganas creen que tienen derecho a reírse de mí.

- Si, si, pero tú en pelotas.

Todos rieron a coro y Natalia me sonrió. A juzgar por su expresión estaba pensando en algo, algo picantón.

- Tú gánales y déjales en ridículo.- se acercó y me dio un largo beso en los labios que provocó las burlas de los demás.- Voy a ponerme algo más cómodo, prepárame un copazo mientras.

Desapareció en nuestro cuarto y volvimos a concentrarnos en la partida. No duró demasiado, ya que Natalia salió vestida con el mismo peto vaquero que se puso el día de la cena. Noté que David se había sonrojado debajo de aquella piel oscura. Miré a mi mujer que levantó las cejas y cogió el copazo. No fue necesario verlo para saber que debajo de aquel traje no había nada de ropa interior. Afortunadamente nadie más que David y yo sabía lo que significaba aquel vestido.

Natalia se sentó en el sillón y cogió un libro.

Me descentré hasta tal punto de quedarme casi sin dinero. No había más de cuatro euros en mi poder y las cartas seguían sin entrarme. Decidí no entrar en las siguientes rondas y aproveché para ir al lavabo mientras ellos se sacaban los cuartos entre sí. Cuando salí del baño me tropecé con Natalia. Había empezado la segunda copa.

- ¿Se puede saber por qué vas así vestida? Casi me matas del susto, además a David le ha faltado poco para que le diera un síncope.

Se arrulló contra mí y fui consciente de que, efectivamente, no llevaba nada debajo del mono. Me excitó sin quererlo.

- ¿Vas a ser bueno?

Le miraba sin entender bien a lo que se refería. Aunque todo aquello comenzaba a tener sentido. Me apretó la polla y me susurró al oído.

- Estoy muy mojada, por eso quiero usar hoy todas aquellas órdenes que antes no había usado. ¿Me dejarás?

Cogió mi mano y la metió por debajo del peto, dejándome tocar sus prietos pechos. Supongo que asentí, por que ella me dio un beso y volvió al salón. Yo la seguí ebrio de sexo.

- Hombre, ¡has vuelto!

Alberto me miraba con una copa en la mano y las cartas en la otra. Sobre el tapete vi que nadie había perdido mucho en mi ausencia. Tenía que centrarme lo más posible en la partida, no sabía qué era lo que tramaba Natalia y era mejor no pensarlo. Lo que tuviese que suceder, que sucediese.

- Venga juega, que quiero dejarte sin el poco dinero que te queda.

Me senté en la mesa no sin antes mirar a mi mujer. Se había vuelto a sentar en el sillón y se disponía a encender la televisión. Momentos más tarde todos supimos qué canal había puesto y qué hora era. Canal + por la noche.

- ¡Pero niña!

No quise sonar tan mojigato como soné, pero no lo pude evitar, me pilló desprevenido.

- ¡¿Qué?!

Sonó tan ingenuo que por un momento pensé que no lo había hecho a propósito. Por un momento.

- ¡Que es la peli porno del plus!

- ¿Os molesta? Es que estamos buscando un niño y quiero estar preparada para cuando acabéis.- sonrió picadamente.- Ya me entendéis.

Nadie dijo nada, todos asintieron como si aquello fuese lo más normal. Con lo que seguimos con aquella banda sonora de gemidos de fondo. Aquello fue suficiente para desconcentrarme y me jugué todo el dinero que me quedaba a una sola mano. Que perdí ante Alberto.

- ¡Te gané!

Su risa se impuso al fóllame de la tele y los demás le acompañaron en sus burlas. Yo le dije cuatro cosas mal dichas y él me agitó el dinero en la cara. Todo lo habitual en aquellos casos.

- Venga no seas idiota y déjame algo de dinero. Mañana te lo doy.

- No, no. Tienes que darme algo en prenda.

- Pero que dices, nunca hemos hecho eso.

- Esta es mi venganza por ganarnos siempre, cabronazo.

- ¿Quieres mi reloj? Por que desde luego que no pienso quitarme nada de ropa sólo para que me humilléis.

Todos rieron y se olvidaron, por un momento de las dos monumentales tías que se lo estaban haciendo en la tele.

- Venga págame.

- ¿Quieres que me desnude? Estás loco…

- Vamos Alberto no seas así, no digo que no tenga su gracia, pero si este se despelota yo voy a tener pesadillas el resto de mi vida.- Ricardo simuló vomitar.- Que no es una mujer…

- No. Pero yo si. Y por mi esposo hago lo que sea.

Natalia se acercó a nosotros y suavemente dejó caer el peto hasta mostrarse totalmente desnuda. Todos la miraban en silencio, sorprendidos por su reacción, pero incapaces de apartar la mirada de su cuerpo. Se agachó como si tal cosa y dejó el vestido en el regazo de Alberto. Luego me miró.

- No sigas perdiendo, que ya no tengo nada que quitarme.

Se alejó de la mesa y se sentó de nuevo en el sillón a ver la película. Nadie dejó de mirarla durante unos minutos. David me miró y sonrió tímidamente. A él aquello no le sorprendía del todo, supongo que nada le podría sorprender desde la cena.

- ¿Me das ahora mi dinero?

Aquellos les hizo volver a la partida, aunque a desgana. Jorge y Ricardo eran los más extrañados, con Alberto ya habíamos jugado a La Colmena alguna vez, pero ninguno dijo nada. Cogieron las cartas e hicieron como si nada de aquello hubiera pasado. Natalia me miró desde el sillón, y cuando no la miraba nadie, me mostró su húmedo coño. En sus labios leí perfectamente la palabra; pierde.

No fue difícil. Mi cabeza no se encontraba en la mesa, si no entre las piernas de mi mujer y en la rapidez con la que bajaron las dos botellas de whisky. Así que rápidamente volví a perder el dinero extra que me había dado el mono de mi mujer. Esta vez ante Ricardo, que más que feliz parecía inquieto.

- Has vuelto a perder.- lo dijo en voz baja.- Venga si quieres lo dejamos, que tienes cosas que hacer y nosotros sólo estorbamos…

- De eso nada. Quiero el desquite. ¿Quién me deja pasta?

Natalia se había acercado lentamente, moviendo esas caderas como sólo ella sabe, y se asomó a la mesa entre Jorge y David. Jorge miró al tapete, pero David miraba descaradamente las tetas de Natalia.

- ¿Has vuelto a perder?

- Si. Hoy no es mi día. ¿Tienes algún otro mono por ahí?

Negó con la cabeza y me sonrió. Sabía que mi obligación era seguirla el juego. Y lo hacía con gusto.

- ¿Y qué podemos hacer?

- Algo se nos ocurrirá. ¿Quién te ha ganado?

Le señalé a Ricardo, que se removió inquieto en la silla. Se debatía entre la vergüenza y la excitación. Natalia le cogió de la mano y lo sentó en el sillón, frente a nosotros, luego se arrodilló frente a él y le desabrochó el pantalón. Luego con una tentadora voz le dijo que si quería se podía ir. Ricardo no dijo nada, pero no se movió de dónde estaba.

Mi mujer le terminó de quitar el pantalón y luego, con maestría, sacó su polla de la prisión a la que la sometían los calzoncillos. Estaba dura, con la cabeza brillante, y con la venas a punto de estallar. Nos miró, sonrió, y se la llevó a la boca. Subía y bajaba a lo largo de aquel trozo de carne dura con ganas, con el deseo encendido por ser observada. Se la sacó sólo para que su lengua jugueteara con el capullo. Luego la volvió a engullir con energía, con la suficiente como para que Ricardo no pudiese más y estallase. Su semen se esparció por la boca y el pecho de Natalia. Que parecía feliz. Los demás mirábamos hipnotizados la escena.

- Me estaba aburriendo yo solita. ¿Me dejáis que os proponga un nuevo juego?

Se acercó a la mesa y cogió una servilleta de papel, con la que se limpió. Luego me miró y me guiñó un ojo. Los demás parecían idos, sobre todo Jorge, que parecía a disgusto con la situación. Se levantó de la silla indeciso.

- Jorge, nadie te obliga a quedarte.

La voz de Natalia sonó excitante, pero no fue suficiente para mi amigo, que cogió la cazadora y salió de casa.

- Bueno, uno más o menos…- sonrió.- Bueno el juego es sencillo. Yo soy una especie de madre, reparto las cartas y el que la saque más alta será el afortunado que gozará de mis órdenes. Los demás seguiréis sentados, mirando. ¿Os apetece?

Nadie dijo nada. Supongo que en esos casos el silencio es la mejor afirmación. Ricardo se levantó del sillón y se sentó en su sitio.

- Para empezar quiero que os desnudéis, del todo, y os sentéis en fila delante de la mesa, yo lo haré en el sillón que tan amablemente ha abandonado Ricardo.

Nos despelotamos en silencio, sin mirarnos entre nosotros, conscientes de la desnudez del de al lado, pero incómodos ante ella. Natalia nos miró satisfecha.

- Bien, me gusta ver tanta polla dispuesta.

Desconozco cómo la tenían los demás, pero la mía distaba mucho de estar flácida. Mi mujer repartió las cartas y David comprobó satisfecho que su reina ganaba a todas las demás cartas.

- Bueno, bueno, David. Ya te echaba yo de menos. Ven, acércate.

David se levantó, hipnotizado por las palabras de Natalia y se acercó despacio a ella. Su miembro parecía estar dispuesto a lo que fuese.

- Siento desperdiciar esa hermosura, pero quiero que me lo comas. Todavía lo recuerdo, y me humedezco de sólo pensarlo…

David se agachó obediente delante de Natalia y la separó las piernas para introducir su cabeza en su húmedo coño. Mi mujer se contoneaba inquieta ante el continuo movimiento de la lengua de David, cogiéndole del pelo y apretándole la cara contra su coño con fuerza. Los demás mirábamos la escena embriagados de placer. Reconozco que me empecé a masturbar sin poder evitarlo. Pero Natalia me pilló.

- Fernando, deja de hacer eso. No te he dado permiso.

Su última palabra acabó con un fuerte chillido de placer. David se separó de ella al notar cómo se le relajaba el cuerpo y se sentó de nuevo en la silla. Todos estábamos expectantes ante la siguiente mano.

Natalia repartió las cartas de nuevo y yo miré confiado mi rey de picas, estaba seguro que aquello no era fácilmente superable, y no lo fue, sin embargo Alberto tenía en su poder otro rey, el de corazones, con lo que nos miramos sin saber que hacer. Miré a Natalia.

- ¿Vuelves a dar las cartas?

Ella me miró incrédula y sonrió.

- ¿Tú estás loco? Habéis ganado los dos, no pienso renunciar a eso.

Alberto me sonrió y se encogió de hombros, observé que tenía la polla tiesa y ese extraño brillo en la mirada.

- Acercaos, os quiero para mí.

Nos levantamos y nos dirigimos hacia ella como autómatas, yo estaba plenamente dispuesto a hacer lo que dijera Natalia, era muy excitante sentirse dominado. Obedecer sus órdenes a sabiendas de que nada de aquello me iba a disgustar.

- Bueno Fernando, quiero comerte la polla mientras tu amigo me folla con ese falo tan duro. Túmbate en el sillón.

Hice lo que me ordenaba y al poco tiempo mi polla estaba dentro de la boca de mi mujer, haciendo una de las cosas que mejor sabe hacer, chupármela como una diosa. Alberto no tardó en unirse a la fiesta, y allí tumbado, pude ver como la embestía desde atrás, golpeándola con ansia en cada envite. Noté que Natalia estaba cada vez más y más cachonda cuando el ritmo de su mamada se aceleró y me hizo correrme. No hizo nada por evitarlo, se tragó todo mi semen y se dejó caer sobre mi pecho mientras Alberto la seguía follando con rapidez. Natalia era una sintonía de gemidos y espasmos que hizo que mi polla se recuperase, aunque no obtuvo ninguna recompensa por su proeza. Poco después Alberto no aguantó y sacudió su miembro sobre el culo de Natalia, mojándolo con su corrida. Natalia se incorporó y me besó en los labios, fue tierno.

En ese momento sonó el timbre de la puerta. Todos miraron sin saber qué hacer, ni quién era. Mi mujer se incorporó del sillón y caminó desnuda hasta la puerta. Mientras, Alberto y yo recuperamos nuestro sitio en la fila de sillas. Al poco tiempo apareció Natalia seguida de Jorge, cabizbajo y ruborizado. Había vuelto, pero le costaba admitirlo. Mi mujer, por el contrario, parecía feliz.

- Mirad quien ha vuelto.- le tendió una silla y cogió la baraja.- Bien, mientras yo voy a limpiarme un poco, ve desnudándote. Los demás esperad.

Nadie dijo nada mientras mi esposa estuvo fuera, pero a excepción de Jorge todos nos mirábamos, habíamos dejado atrás esa fase de timidez y ahora sólo esperábamos ansiosos la siguiente mano.

- ¿Estáis listos?

Sin esperar a que nadie la contestara, Natalia repartió de nuevo las cartas y esta vez el afortunado fue de nuevo Ricardo. Alguno soltó un vaya suerte y Ricardo se levantó de la silla, esta vez menos tímido que antes. Jorge seguía mirando al suelo, incapaz de mirarme, sonreí ante aquella postura. Comprendía su timidez, pero sin embargo había vuelto y eso significaba algo, ¿no?

- Bien, quiero que además de Ricardo, venga Jorge, no quiero que crea que le tengo en cuenta lo de haberse ido.

Jorge se levantó como un resorte y se acercó al sillón, junto a los otros dos. Tenía la vista fija en los redondos pechos de mi mujer. Levantó una mano y los acarició con ansia. Natalia no le había dicho nada, pero le dejó hacer.

- Bueno, Jorge túmbate en el sillón que pienso hacerte una mamada que hará historia. Mientras, Ricardo, quiero que me prepares para poder recibiros por detrás.- le sonrió.- Cómeme el culo, cabrón.

Durante unos minutos, no muchos pues Jorge no tardó en correrse, los dos estuvieron haciendo lo que les había indicado. Yo, sentado en primera fila, estaba observando como la lengua de Ricardo entraba y salí del culo de mi mujer, mientras ella entre gemidos mamaba con ansia el duro tronco de Jorge. Miré a los otros tres y observé que no era el único que ya estaba empalmado.

Poco más tarde volvíamos a ser cinco ansiosos esperando una carta. Natalia parecía feliz con todo el asunto, feliz y ansiosa.

- Bueno, repartamos una nueva mano. Pero esta vez con una salvedad, las dos cartas más altas son las que ganan.

Barajó y repartió las cartas. Yo sabía que con mi dos de diamantes no iba a ningún lado, pero eso no me preocupaba por ahora. Ya tendría mi oportunidad de nuevo. Sin embargo los hados del destino hicieron que la situación fuese imprevisible. David había sacado un as de picas, pero Alberto y Ricardo estaban empatados con dos nueves. A Natalia se le iluminó la cara y se le estremeció el cuerpo. Yo estaba seguro que no pensaba repetir la mano, la conocía demasiado bien.

- Uy, vaya pena, ahora sois tres.- nos sonrió y nos miró con lascivia.- Venid.

Ricardo y David estaban dispuestos para cualquier cosa, pero Alberto todavía no se había recuperado del todo. Natalia tumbó a Ricardo en el sillón y ayudándose de la mano se metió la polla de mi amigo en su coño, moviéndose lentamente arriba y abajo mientras situaba a Alberto enfrente suyo y le besaba suavemente la polla, agitándosela ligeramente con la esperanza de que recuperara su vigor natural. Estuvo así un rato, cabalgando sobre Ricardo, y chupándosela a Alberto, hasta que se volvió hacia David y le tendió un condón que había sacado de no se dónde.

- Póntelo, ya sabes lo que quiero.- cogió de nuevo la polla de Alberto y se la llevo a la boca, luego sonrió pícaramente a David, que temblaba como un chiquillo mientras abría el condón.- Quiero que me la metas por el culo. Destrózame con ese pedazo de polla.

David terminó de ponerse el preservativo como pudo y embistió a mi mujer por detrás, lo hizo con tanta fuerza que le tuvo que doler.

- ¡Joder David, que dura!

Aquello terminó de empalmarme. Natalia estaba siendo embestida por tres frentes diferentes, con tres pollas distintas, sin piedad. Se dejaba llevar por el movimiento acompasado de las dos pollas que tenía dentro, mientras mantenía como podía la de Alberto en la boca.

- ¡Seguid así, destrozadme!

Alberto, curiosamente, fue el primero que no pudo contenerse y se corrió. Su semen se esparció sobre los hombros y la espalda de Natalia, quien con la boca vacía gemía como una posesa.

- Vosotros dos, ¡olvidaros de las cartas y venid!

Nos acercamos lentamente, sin saber bien que hacer. Pero aquello quedó rápidamente solucionado. Natalia me cogió de la polla y se la llevó a la boca sin darme tiempo a reaccionar. Era una bestia suelta, hambrienta de sexo. La escena era de las más excitantes que había vivido hasta el momento. Yo dejaba que Natalia me chupara la polla, mientras Ricardo seguía aguantando su ritmo y David lo aceleraba hasta estallar. Jorge mientras, se había dedicado a toquetear las tetas de Natalia y Alberto se toqueteaba él mientras nos miraba.

David sacó la polla de golpe y quitándose el condón se corrió sobre la espalda de mi esposa. Aquello no le hizo demasiada gracia a Natalia, que se giró y miró a Jorge.

- ¿A qué esperas para ocupar su lugar?

Jorge la miraba sin saber que hacer.

- ¡Métemela!

Jorge no tardó mucho en ocupar el sitio de David. Natalia estalló en un prolongado orgasmo cuando lo hizo. En aquella curiosa postura estuvimos durante varios minutos hasta que Ricardo se corrió y Natalia detuvo sus movimientos.

- Antes de seguir, quiero comerme esa cosa de ébano.- le hizo una seña a David.- Siéntate en el sillón. Los demás, masturbaros para mi… y ni se os ocurra acabar sin mi permiso.

Arrodillada frente a David, chupando aquella enorme cosa negra, tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no acabar. Pero lo logré. Observé por segunda vez en pocos meses como mi mujer le comía la polla a David y fue algo que me excitó muchísimo. Me encantaba ver como se engullía aquel enorme falo hasta casi las pelotas, me gustaba ver como se acariciaba mientras los hacía. Los demás, a mí alrededor, seguían masturbándose con ritmo lento, aguardando la orden de Natalia.

Cuando David estaba a punto de caramelo, Natalia se la sacó de la boca y le sonrió.

- Únete a los demás, pero no te corras.

David se situó a mi lado, mientras Natalia se sentaba en el sillón y comenzaba a masturbarse frenéticamente mientras nos miraba. No nos quitaba ojo. Supongo que cinco pollas mirándola no era algo que pensase que pudiera repetirse. Le encantaba aquella situación, tener a cinco tíos cachondos mirándola con ojos lujuriosos, dispuestos a cualquier orden suya. Le encantaba aquella case de control.

- Acercaos – avanzamos hasta casi estar al pie del sillón.- Quietos ahí.

Siguió masturbándose durante un par de minutos más, acercándose a su tercer orgasmo de la noche.

- Ahora podéis acabar.

Como si aquello hubiera sido una orden, los cinco estallamos, bañándola con nuestro semen mientras ella se corría.

Así acabó la noche, no tuvimos casi partida de cartas, pero todos tendremos un secreto común que raramente comentaremos con nadie. Ni siquiera entre nosotros. Bueno, yo con Natalia lo comento a veces, cuando quiero ponerla muy cachonda