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Un Masaje Liberador

en Voyerismo

Un Masaje Liberador

 

            Recuerdo cuando conocí a Natalia, fue en la universidad, un caluroso día gris que parecía amenazar lluvia. Me encontraba sentado en clase esperando la charla introductoria de la profesora, con la esperanza de que acabase rápido, entregar la ficha lo antes posible y no volver a pisar el aula de Introducción a la Numismática y Paleografía hasta el día del examen, y únicamente de ser necesario. Sin embargo el destino quiso que acabase asistiendo a todas las clases. El futuro siempre en movimiento está, que diría Yoda.

            Entró sonriendo, feliz, radiante. Desconozco si ella me vio mirarla embobado, pero si lo hizo, nunca me lo ha contado. Llevaba una larga y preciosa gabardina negra que pareció despojarse con inaudita sensualidad, años más tarde sigue fascinándome la facilidad que tiene para quitarse la ropa, cualquiera cosa la dota de sexualidad, y sigo convencido de que ni siquiera es capaz de darse cuenta de lo que despierta en los que la rodeamos. Debajo de aquella oscura gabardina, ¿negra?, ¿gris?, no recuerdo, lucía un agujereado jersey rosa que dejaba intuir que sólo llevaba ropa interior debajo, esta sí que era negra, lo aseguro. Se sentó en el banco, a un par de metros de dónde yo estaba y me sonrió como si nos conociéramos de toda la vida. Y desde aquel día, nos conocimos para el resto de la nuestra.

            El tiempo pasó despacio, desesperantemente lento, y las clases resultaron ser cada vez más aburridas. Hubo momentos, días en los que Natalia parecía demostrar más atención a otros compañeros, en los que me planteé qué cojones estaba haciendo yo en aquella clase. Pero aquello cambió una noche de viernes. Lo mejor que tenía ir al turno de tarde era la posibilidad de alargar la compañía de los compañeros fuera del ámbito universitario, y aunque no era el primer viernes que nos íbamos todos de cañas por la zona de Moncloa, sí que fue un viernes diferente.

            Natalia se vino con nosotros, era muy amiga de un compañero mío, aunque desconozco si nosotros éramos siquiera amigos. Sí que lo éramos, sí, como descubrí poco más tarde. Después de unos cuantos dobles y de una animada conversación, me fui dando cuenta de que Natalia cada vez me separaba más del resto del grupo, hasta que al final acabamos hablando animadamente a varios metros de distancia. Sí, lo sé, aquello tenía que haberme animado a ir más allá, pero para mí resultaba del todo punto impensable que aquella mujer estuviera mínimamente interesada en mí.

- Llevo un par de meses esperando a que me beses… ¿Me queda mucho tiempo más de espera?

            La miré con cara de bobo y seguí sin saber reaccionar. Al final ella suspiró y me besó apasionadamente, reconozco, no sin cierta vergüenza, que temí correrme en aquel preciso momento. Fue mágico, y fue ruidoso, porque nuestros compañeros rompieron en aleluyas y risas. Al parecer el único que no se había dado cuenta de que la atracción era mutua, era yo. Pero es que para mí era como si Angelina Jolie quisiera acostarse conmigo, nada viable.

            Aquel fantástico viernes empezó una relación que nos ha llevado, con más o menos felicidad, hasta este preciso momento. Y comenzó una vida sexual más activa de lo que yo era capaz de imaginar.

            Los dos éramos, somos, bastantes desinhibidos, pero en aquellos comienzos, ninguno de los dos sabía eso del otro. Cierto que había indicios, hacíamos el amor con regularidad, follábamos muchas otras veces, y los lugares y situaciones eran de lo más diversas. Dentro del coche, sobre el capó, de noche, de día, en sitios públicos, y casi siempre con el morboso riesgo de que nos pudiesen ver. Recuerdo, desnudarla por completo y cubrirla la cabeza con su camiseta, mientras la masturbaba y conducía. Gloriosa imagen que todavía me excita.

            Todo era fantástico y maravilloso, pero a mí todavía me rondaba por la cabeza el trío que había hecho años antes con María, y de eso había pasado tiempo. Tenía un recuerdo tan maravilloso que sentía la necesidad de que Natalia viviese aquella experiencia. Pero no sabía cómo decírselo. Cierto que a María se lo fui diciendo poco a poco, dejándola caer insinuaciones y que al final todo resultó. Pero con Natalia era otra cosa, con ella corría el riesgo de acabar perdiéndola, y eso era un miedo difícil de superar.

            Casi a punto de acabar la carrera y con la convicción de que nos íbamos a casar, me decidí a dar un paso intermedio. Había leído en la red, que existía balnearios de masajes eróticos, pero me los imaginaba cutres y sucios. Regentados por viejas desdentadas y asistidos por chicas cansadas de menear rítmicamente pollas ansiosas. Sin embargo navegué más hasta dar con uno, que si las fotos no engañaban, distaba mucho de mi agriado estereotipo. Las instalaciones parecían de lujo, las chicas unos bombones espectaculares y los dos chicos que tenían era unos cachas con los que difícilmente me veía capaz de competir. Aquello sí era lo que estaba buscando, un masaje con clase.

            Con la mano temblorosa marqué el número del sitio y esperé ansioso que lo cogieran rápido, temía colgar si no lo hacían. Una sensual voz me atendió y esfumó mis nervios. Hablé con ella un largo tiempo, lo suficiente para contarle lo que había pensado. Le dije que mi pareja no sabía nada, que la quería dar una sorpresa, recuerdo que la escuché reírse tímidamente, y que desconocía si íbamos a ser capaces de llegar al final con los masajistas. Que si existía algún problema porque nos dejasen solos los últimos minutos. Ella me dijo que ellos estaban allí únicamente para hacer nuestras fantasías y que los masajistas harían los que nosotros quisiésemos. Me recomendó un chico y me dio a elegir entre el catálogo que yo veía en internet, no sabía cuál escoger, es cómo soltar a un niño en el Toy´u´rus y decirle que escogiese un juguete. Se lo hice saber y me preguntó mis predilecciones, al final me recomendó una morena espectacular, y me insinuó que si queríamos había dos complementos al masaje, no me dijo nada más pero me puso cachondo. Al final fijamos la hora del siguiente sábado y colgué.

            Sudaba a mares al hacerlo, me parecía ridículo, pero estaba más nervioso de lo que nunca jamás había estado. Decirle a una mujer que te gustaría verla follar con otro, no es sencillo de decir, y mucho menos de entender. Pero qué cojones, ya me había salido bien una vez, y María era bastante más conservadora que Natalia. Llamé a mi chica y le dije que reservara la tarde del sábado para mí, que la tenía reservada una placentera sorpresa. Se rio, me llamó guarro y me dijo que tenía que seguir estudiando.

            Esa misma tarde salí a comprar el antifaz necesario para completar mi fantasía y pasé el resto del día leyendo sin leer. Por el contrario la mañana del sábado se fue con tanta rapidez que casi no la recuerdo. Me masturbé un par de veces imaginándome lo que iba a suceder y para relajar la presión, tampoco era cuestión de que el masaje acabase antes de empezar.

            Ese día no fui a por ella, no quería ni siquiera dejarla entrever lo que podía suceder, cómo si eso fuera fácil. Quedamos en el metro cerca de mi casa y cuando ella se disponía a entrar, la agarré de la mano y la llevé en otra dirección.

            - ¿Dónde vamos Fernando?

            La sonreí pícaramente y no dije nada.

            - Venga, no seas tonto, me tienes muy intrigado con todo este misterio y eso de la sorpresa placentera. No sabes cómo estoy desde ayer.

            Me llevó la mano a su coño y pude notar su calor a través del vaquero. Toda ella irradiaba sexualidad, se le notaban como los pezones pugnaban por atravesar las camiseta, ya que algo me decía que el sujetador se había quedado en el cajón del armario.

            - Anda, no seas mala, que sabes que me enciendes con solo mirarme. Es una sorpresa y te vas a tener que fiar de mí.

            No dijo nada más, aunque respiraba aceleradamente. Estaba excitada y eso era bueno para mis propósitos. Nos detuvimos delante de lo que parecía un balneario urbano, solo que con los cristales tintados. Llamé al timbre e ignoré la cara de extrañeza de mi pareja. La puerta tardó en abrirse unos segundos que a mí me parecieron horas y nos envolvió una tenue y relajante música. Entramos y nos encontramos sumergidos en un sitio de lo más lujoso. Una sonriente y despampanante chica nos sonrió cálidamente y mis miedos volvieron a esfumarse. Seguramente la única misión de aquella mujer era que los clientes se sintieran como si nada de aquello fuera extraño, y lo lograba.

            - ¿Sois Fernando y Natalia?

            Asentí sonriente. Por un momento había pensado en dar otros nombres, unos falsos, pero luego pensé que era absurdo. A aquella gente que más le daba quién éramos nosotros.

            - Me acompañáis, por favor.

            Seguimos el bamboleo imposible del culo de aquella chica, mientras yo sentía cómo se clavaban los dedos de Natalia en mi mano. Todavía no había abierto la boca y eso me daba tanto miedo que no sabía si mirarla o no. La recepcionista nos dejó en un pequeño vestuario.

            - Desnudaros y coger vuestros albornoces. Ahora viene alguien a por vosotros y os lleva a la zona termal.- sonrió y miró cómplice a Natalia.- Que os divirtáis.

            Se fue y nos dejó solos y en silencio. Esperé la retahíla de insultos e improperios de mi futura mujer, sin embargo no fue así.

            - Fernando, no he traído bañador.

            - No lo vas a necesitar.

            - Pero la chica ha dicho que….

            Se calló y sonrió, no sé si en ese momento se llegó a imaginar algo de lo que iba a suceder después, pero desde luego me dejó claro que ella estaba dispuesta a seguirme el juego. Yo no le podía pedir más.

            - Espero que el agua esté fría, porque vas a necesitarla.

            Me miré y me sorprendí por el tamaño de mi erección. Cogí el albornoz y luché por esconder aquello, no era vergüenza, bueno quizás sí, era que no quería parecer un salido. Absurdo, lo sé. Allí no se iba a recitar poesía, si no a practicar sexo. Pero había algo que me impelía a ser todo lo educado y caballeroso que pudiese. Natalia mientras se había desnudado del todo y se había puesto el albornoz justo a tiempo de que unos nudillos golpeasen tímidamente la puerta.

            Guardé lo más disimuladamente que pude el antifaz en el bolsillo del albornoz y abrí la puerta. Me quedé mudo al ver la exuberante belleza morena que había al otro lado. Iba con la ropa interior más sexi que jamás había visto. Recé por que no se me saliera nada del albornoz.

            - ¿Fernando?

            Asentí tímidamente. Ella sonrió y me dio dos besos.

            - Soy Laura.- miró detrás de mí.- ¿Y tú debes ser Natalia?

            Mi chica se acercó a nosotros y la miró de arriba abajo. No creo que hubiera mucha diferencia en el modo en la que la miramos, pero la chica ni se inmutó.

            - Si me seguís, os llevo a la zona del balneario.

            Allí les debían enseñar a mover las caderas, madre mía que espectáculo, aquel mini tanga que no dejaba nada a la imaginación, mostraba un culo perfecto. Desde luego parecía haber acertado con el sitio. Sabía que iba allí por dar placer a Natalia, por hacerla estremecer bajo otras manos. Pero no lamenté en lo más mínimo que aquella escultural belleza fuera a hacerme lo mismo a mí. Os lo aseguro.

            - ¿Queréis algo de beber?

            Habíamos llegado a la zona termal, quizás algo pretencioso al ser únicamente una piscina y un jacuzzi, pero a mí todo eso ya me daba igual, quería, ansiaba, que llegase el masaje. Carraspee sin saber que decir, ¿y que sabía si quería o no algo de beber? Como siempre, Natalia acudió al rescate.

            - Si, por favor, tráenos un par de botellas de agua, para mí y para el tarado este.- me miro sonriente.

            - Ahora mismo os las traigo, mientras podéis entrar en la piscina.

            Laura abandonó la sala con aquel espectacular culo meciéndose de un lado al otro, un auténtico desafío a las leyes de la naturaleza.

            - Será la primera vez que me desnudo ante ti y que no obtengo toda tu atención.

            Natalia me miraba pícaramente desde dentro de la piscina. Tenía toda la razón, se había metido en el agua y ni me había dado cuenta. Culpable de todos los cargos, señoría. Me disponía a darle una explicación, bueno, rezaba por encontrarla, y balbuceé un par de palabras inconexas.

            - Déjalo, yo también la miraba el culo. Desnúdate y métete aquí dentro.

            Dejé el albornoz con mucho cuidado de que no se saliese el antifaz y me metí en aquella caliente y tenue piscina. Natalia me miraba con ojos brillantes y con sus sonrosados pezones hinchados e insinuantes. Nadó hasta donde estaba y me cogió la polla con fiereza, moviéndola rítmicamente de arriba abajo. Me hizo estremecer.

            - ¿A dónde me has traído?

            Yo ni podía, ni sabía responder. Pero sobre todo es que no quería. Me dejé torturar por su mano y recé por no manchar la piscina. Apretó contra mí sus prietas tetas y me sentí morir. Su mirada era pura lujuria.

            - Siento molestaros, aquí os dejo el agua.-   La chica, mi masajista, gracias dios mío, nos guiñó el ojo y añadió.- Natalia, deja algo para mí.

            Natalia apretó con más fuerza mi dura polla y yo creí que me corría allí mismo. Luego se giró y hundió con ganas su lengua en mi boca, más exploradora que nunca. Juro que noté como el agua se caldeaba aún más. Cuando nos separamos, volvíamos a estar solos.

            - ¿Para ella? ¿Qué deje algo para ella?

            Puse mi mejor cara de póker y pensé que lo mejor era sumergirme en sus labios, si tenía la boca ocupada no podía hablar. Que leches, pensé mientras acariciaba su hinchado clítoris, quizás si también tenía el coño ocupado no pudiese pensar. Así que con toda la maldad con la que ella seguía apretando y soltando mi polla, yo hice lo mismo con su coño. Introduje un dedo y seguí moviendo lentamente otro sobre su clítoris. Podía notar su húmeda y caliente respiración en mi oreja.

            - Me vas a matar.- jadeó.

            Joder, y ella a mí. Desconozco cuanto tiempo estuvimos así, llevándonos cerca del orgasmo el uno al otro, y relajándonos cuando notábamos que el otro iba a explotar. Pero al final apareció de nuevo Laura, mientras Natalia me rogaba que la penetrase de una vez y yo sonreía pícaramente.

            - Relajaros un poco chicos.

            Los dos la miramos como si fuese un alien. Hacía tiempo que el resto del mundo se había desdibujado para nosotros y nuestros sexos.

            - Coger la toalla y os llevo a la sala.

            Salimos de la piscina bajo la atenta mirada de la masajista. Vuelvo a sonar absurdo, pero me importaba no faltar al respeto, agradar dentro de lo posible a Laura. Así que hice como si no estuviese empalmado como un poste de teléfonos y recé porque mi pubis depilado al dos y el tamaño de mi polla no fuesen del desagrado de la impresionante morena que nos esperaba fuera. Me pareció que sonreía, no sé si divertida por mi actuación, agradada por lo que iba a tener entre manos, o simplemente porque se acordaba de un chiste que le hubiesen contado esa mañana.

            Nos guio por el mismo pasillo hasta una habitación grande. En el suelo había un colchón gigante, ideal para parejas, nos dijo Laura, y al lado un jacuzzi y una ducha. Un gigantesco espejo ocupaba toda la pared contraria al baño. Al lado del repleto y burbujeante jacuzzi, había una cubitera con un par de benjamines de champan sumergidos en hielo. Un par de copas asomaban de su interior.

            - Bueno, meteros en el jacuzzi y tomaros una copa..- nos miró de arriba abajo, como habíamos hecho nosotros al verla por primera vez, y añadió.- Iba a deciros que os serviría para soltaros, pero creo que no lo necesitáis. Cuando estéis listos, os tumbáis en el tatami y nos llamáis.

            Laura desapareció y volvimos a quedarnos solos. Esta vez sí que vi extasiado cómo Natalia se quitaba el albornoz y tentado estuve de tumbarla en el tatami y acabar con todo aquello antes de que empezase. Sin embargo respiré tres veces y sonreí.

            - Habrá que hacerla caso.

            Serví las dos copas de champan y me metí en el caliente y burbujeante agua del jacuzzi. Miré a Natalia y la invité a entrar. Sin embargo, se quedó allí fuera, con la copa en la mano, desafiándome.

            - ¿Me vas a contar de qué va esto?

            - No.

            Creo que ya he contado en algún otro relato, que disfruto siendo un suave Marqués de Sade, no es por el dolor, es por la dominación. Por llevar el control, por hacer que la gente pierda tabúes y prejuicios desfasados. Y el mero hecho de saber lo que iba a pasar ahora y que Natalia no lo supiese, me ponía a mil. Muchísimo más cachondo que el bamboleante culo de la recepcionista, o las turgentes tetas de Laura, ni siquiera el húmedo y palpitante coño de Natalia lo podía igualar. Bueno, esto último quizás sí.

            - Fernando, todo esto me pone, y mucho, espero que estés seguro de lo que haces.

            La miré. Me hacía gracia que se preocupase por mí, cuando yo únicamente me preocupaba por ella.

            - ¿Te he decepcionado alguna vez?

            No respondió. Se metió en la bañera y dejó caer su espalda contra mi pecho. No hablamos, no nos tocamos, nos mantuvimos en un periodo de larga espera hasta que acabamos con las dos pequeñas botellas de champan. Dejé la copa en el suelo y la susurré, todo lo sensualmente que sé, “es la hora”.

            Salió del jacuzzi y se secó con una de las toallas que colgaban mudas al lado. Me dio por pensar la de historias que podrían contar aquellas paredes, absurdo, poético y totalmente fuera de lugar, lo sé. Pero yo hacía tiempo que no era dueño de mi mente, y si esta quería vagar, que vagase.

            - ¿Y ahora?

            Natalia había esperado a que yo terminase de secarme para hablarme. Se había paseado por toda la habitación, mirándose aprobadoramente en el espejo. ¿Habría alguna cámara al otro lado? ¿Cómo en las malas películas de espías?

            - Ahora te pones esto y te tumbas a un lado.

            Le tendí el antifaz que había sacado del bolsillo del albornoz y lo miró entre sorprendida y divertida. Lo cogió y lo acarició. Era suave y no dejaba ver nada, ya me lo había puesto en casa

            - ¿Es necesario?

            - No. Es divertido.

            Se lo puso y se tumbó en el tatami con mi ayuda.

            - Ahora déjate hacer. Disfruta.

            Me levanté y apreté un botón que había al lado de la cama. Esperaba que aquello fuese el timbre de aviso, y no la luz. Al poco tiempo, unos tímidos nudillos golpearon en la puerta y les di permiso para entrar. Natalia estaba a mi lado, bocabajo y entre la suave música se podía oír su acelerada respiración.

            Entró Laura, ahora únicamente envuelta en una toalla, y a su lado, con una toalla alrededor de la cintura, entró Fran. Me sonrió como si fuésemos amigos de toda la vida, y mi último miedo se desvaneció. Me dio confianza, me hizo sentir que él entendía lo que sucedía y que no había nada raro en lo que iba a suceder. Se acercó a mí y me dio la mano, era un apretón fuerte, acorde a su marcada musculatura. Luego me susurro.

            - ¿Hasta dónde?

            Me encogí de hombros, no tenía ni idea. No sabía ni hasta dónde iba a querer Natalia, ni hasta dónde se podía llegar con un masaje. Luego supe a qué se refería Fran, pero ya daba igual. Me seguía mirando a la espera de una respuesta.

            - No lo sé, ella no sabe nada.- susurré todo lo bajito que pude, esperando que Natalia no nos oyese.- Cuando llegue el momento, tú sabrás cuando, le preguntas a ella. Lo que ella quiera, a mí me vale.

            Sonrió y se levantó. Entonces Laura ocupó su lugar, ya no llevaba la toalla. Y debo decir que gracias dios mío por aquellos dos masajistas. Un invisible tanga de hilo ocultaba su coño. Me hizo gracia vernos a nosotros dos desnudos y ellos con ropa interior.

            - Túmbate y déjame hacer. Si quieres, gira la cabeza hacia tu chica.

            Natalia estaba entre nosotros y el espejo, así que desde allí tumbado podía ver sus dos perfiles, y a esa escasa distancia noté el respingo que dio al notar las poderosas manos de Fran en su espalda. Estábamos tan cerca que vi cómo se humedecían sus labios al gemir y al verla mordérselos supe que había acertado.

            Pugné por mantener los ojos abiertos mientras Laura me daba el principio del masaje, trabajando intensamente sobre mis hombros y mi dolorida espalda, quería ver cómo Fran hacía lo mismo sobre la de Natalia, pero era demasiado relax para mí y los cerré. Mi masajista iba poco a poco relajando mi dolorido cuerpo, moviendo a su antojo mis brazos y colocándolos allá dónde quisiese.

            Cuando los colocó sobre mi espalda y con la mano hacia arriba no entendí lo que sucedía, pero cuando deslizó sus pechos sobre mis manos, mi polla volvió a despertar, y mi mente, también. ¿Qué le estarían haciendo a Natalia? Abrí los ojos con miedo y expectación. A menos de medio metro de mí, Fran había colocado las manos de Natalia sobre su espalda, tal cual había hecho Laura conmigo, y balanceaba su cuerpo desnudo sobre ella, desde su robusto torso a su semirrígida polla, que Natalia acariciaba tímidamente. Menos mal que aquello duró poco, porque el dolor de huevos que me dio, casi me mata.

            Desde aquel momento no cerré los ojos más que en breves lapsos de tiempo. No me quería perder nada y casi desee que de verdad hubiese una cámara al otro lado del espejo.

            Laura volcó aceite caliente en mis nalgas, y cuando noté como sus manos jugueteaban por allí, me creí morir. Mientras una mano acariciaba mi perineo, otra se deslizaba debajo y jugaba con mis duros y subidos testículos, hasta rozar levemente la base de mi dura polla. Suspiré sin darme cuenta de que lo hacía y me forcé a abrir los ojos para ver como Fran tenía las dos manos entre las piernas abiertas, cada vez más, de mi novia. Lo miraba embobado consciente de que aquello era lo que deseaba y sabedor de que aquella combinación me estaba poniendo cardiaco. Laura se reclinó sobre mí, y mientras apretaba con cariño y dureza mi polla, me dijo:

            - Los dedos de Fran están dentro del coño de tu novia.

            No hubo malicia, ni recochineo, sólo complicidad. No sabía si era verdad o no, desde allí tumbado no podía verlo, pero la boca húmeda y entreabierta de Natalia, su respiración agitada, me hacían pensar que mi masajista no me mentía.

            Maldecí cuando Laura abandonó su masaje y se bajó hasta los pies. Y Natalia soltó un sonoro y fastidioso “joder”, que nos hizo reír a los demás. Si en algún momento tuve dudas de cómo iba a tomarse aquello mi novia, aquel taco me las resolvió. Lo estaba disfrutando como la que más. Bueno, para eso habíamos ido.

            Las manos de Laura se pusieron a trabajar sobre mis piernas y disimuladamente rozaron mis huevos, mi polla pugnaba por levantarme del futón, y ansiaba que alguien se acordase de ella. Sobre todo cuando Fran, considerando mi ansia por ver cómo trabajaban sus manos, me dejó ver, al alzar la pierna izquierda de Natalia, como acariciaba lentamente el clítoris de mi novia. Natalia apretaba la sábana con tanta fuerza que pensé que se estaba corriendo, pero su masajista, quizás sospechándolo, pasó a los pies en el momento justo. Mi novia sudaba de excitación a menos de medio metro y yo estaba encantado, hay que joderse las sorpresas que nos da la vida.

            Cuando Laura se tumbó en mis piernas y balanceó su duro y prieto cuerpo sobre mí, me estremecí de placer y cerré los ojos. No podía evitarlo, todo aquello me estaba superando. Fue Laura, la que me susurró, con aquel cálido aliento que me penetró en el oído, que debería abrir los ojos y ver lo que su compañero estaba haciendo. Desde luego que la obedecí.

            Fran estaba sentado sobre los pies de Natalia, mostrando su polla morcillona, ni relajada, ni empalmada del todo, y me guiñó un ojo al ver cómo le miraba. Que cabrón, pensé. Pero me sonreí. Y cuando estuvo seguro de que le estaba mirando, deslizó su cuerpo sobre mi novia hasta dejar su polla justo entre las piernas de Natalia.

            - Bufffffff….

            Aquel bufido desesperado de Natalia me hizo saber que aquello le estaba gustando, pero el pequeño gritito que soltó cuando Fran masajeó su espalda con su pecho, y supongo que su coño con la punta de su polla, fue definitivo. Por un momento pensé que la había penetrado, que en aquel momento me hubiese dado igual, como mucho me hubiese jodido no verlo, pero supuse que no había sido así. Aquel no era uno de esos sitios, ¿no?

            - Te tienes que dar la vuelta.

            Varios pensamientos absurdos se cruzaron en mi mente. ¿Se molestará por mi empalme?, ¿me dará vergüenza mirarla?, y, ¿ya llevamos media hora? Se me estaba pasando el tiempo demasiado deprisa.

            Cuando me giré mi polla miraba al cielo con toda su dureza, las venas la esculpían de una forma que jamás había visto, o por lo menos que jamás recordase. A mi lado Natalia se había girado hacia arriba con ayuda de Fran y desafiaba al techo con sus duros pezones. Verla allí tumbada, con el antifaz, las piernas ligeramente abiertas y las tetas hinchadas, me hizo desearla. Pero ver cómo sucumbía sumisamente a las manos exploradoras de Fran, me hizo amarla.

            Laura me miró y sonrió. Parecía divertida al ver que prestaba más atención a mi novia que a ella, y me lo hizo saber apretando suavemente el tronco de mi polla. Eso me hizo girarme y verla. Sus tetas prietas, operadas pero igualmente deseables, y su coño depilado me hicieron estremecer. ¿Sería capaz de aguantar hasta el final?

            Laura empezó a masajearme los pies y aquello me ayudó a relajarme, no es una de mis zonas erógenas, como le pasa a otra gente, y permitió que mi polla perdiese algo de su vigor, cosa que agradecí. Así que me permití mirar como Fran hacía lo mismo con Natalia, con la excepción de que él al masajearle los pies, le había curvado la pierna y debía de tener una magnífica panorámica del coño de mi novia, que seguramente brillaba de deseo. El cabrón colocó el pie de Natalia encima de su polla y empezó a masajearla los gemelos, con lo que al hacerlo, hacía que el pie de mi novia masturbara despacio su cada vez más dura polla. Natalia se mordió el labio.

            Mi masajista hizo lo mismo, colocó mi pie encima de su pubis y acarició suavemente mi gemelo, pasando después al muslo, y finalmente acariciando mis testículos y mi polla. Joder, aquello era la puta gloria, sabía que debía mirar a Natalia, que sus silenciosos gemidos me anunciaban una exploración más íntima por parte de Fran, pero ahora mismo era incapaz de hacerlo, aquellas expertas manos me estaban matando de placer. Cuando bajó una pierna y pasó a la otra, mi polla estaba rígida de nuevo.

            Me giré hacia Natalia, intentado olvidar el lento y exasperante avance de las manos de Laura. A mi lado, con la piernas más lejana a mí, doblada, y con la otra, más abierta de lo que hubiera sido deseable, tanto que casi rozaba la mía, Fran estaba acariciando a mi novia. Con el pie de ella sobre su ya dura polla, usaba sus dos manos, para amasar los tersos muslos de Natalia y acercar sus dedos justo hasta la entrada de su coño, para luego retirarlos. En cada avance, parecía acercarse milímetro a milímetro, en estudiado suplicio, hasta que en uno de esos, dejo que su mano izquierda acariciase con ternura el hinchado clítoris de Natalia. Lo que la hizo gemir como un animal ansioso. Sobre todo cuando uno de los curiosos dedos de Fran pareció perderse en sus entrañas.

            - ¡¡¡Joder!!!

            Natalia no era muy de tacos durante el acto, los suelta únicamente cuando la acercas al orgasmo pero no la dejas llegar, así que me supuse que aquello le estaba gustando. Me alegré. Las cosas que tiene el sexo, que uno se alegra de que su pareja goce con las manos de otro.

            Laura bajó mi pierna y se sentó encima de mi pubis. Desconozco si aquello era lo normal, pero podía notar el calor que despedía su coño. Desde allí podía ver la erección de Fran, con lo que sabía que aquello le estaba poniendo, pero desconocía si Laura gozaba de aquella situación, pero parecía que sí. Curioso. Todavía no sé si aquello era parte de su trabajo, o se le escapó de las manos, pero me gustó, me hizo sentirme sexy. Allí sentada, con su caliente coño cerca de mi palpitante polla, se puso a acariciarme al pecho y a juguetear con mis pezones. Me he cansado de oír a amigas y amigos, que los pezones de los chicos no sirven de nada, que no les excita que se los toquen, pero a mí me pasa justamente lo contrario, me pone como una moto que jueguen con ellos. Desconozco si es lo normal o si soy un bicho raro, pero la cuestión es que Laura vio el filón y lo explotó. En cada apretón mi pelvis se sacudía y apretaba mi polla contra aquella entrada caliente. Me creí morir, de nuevo.

            Abrí los ojos y vi cómo Fran manejaba con maestría las hinchadas tetas de mi pareja y como retorcía y pellizcaba sus duros pezones. Natalia jadeaba quedamente y los labios le brillaban. Me fijé que la polla de Fran horadaba con fiereza la tripa de Natalia y que ella apretaba su pelvis contra la de él, anhelando sentirla contra su cuerpo. Cuando Fran se metió los pezones de mi novia en la boca, creí morir, y ella soltó un gritito, mezcla de placer, mezcla de sorpresa. Mi mente protestaba por aquella injusticia, cuando las tetas de Laura se posaron en mi cara y me dieron de mamar como si fuera un bebé, y con la misma ansia me enganché a uno de sus pezones con toda la intención de no soltarlo.

            Mientras disfrutaba como podía de aquel manjar, Laura bajó una de sus manos y comenzó a masturbarme lentamente. Yo ya estaba a punto de caramelo, y supliqué que fuera más despacio. A mi lado podía escuchar los gemidos de Natalia, pero las tetas de Laura me impedían verlo. Supuse que si hasta ahora los dos iban haciendo las cosas más o menos a la vez, Fran debía de encontrarse ahora mismo, comiéndole los pezones y masturbándola. Sólo imaginármelo hizo brotar líquido pre seminal. Así que agarré la mano de Laura y la detuve.

            - Para, por favor, que no aguanto más.

            Laura sonrió y dejó de masturbarme, aunque no me la soltó. Se incorporó y me dejó ver que mi suposición sobre Natalia y Fran era acertada. Se había tumbado al otro lado y mientras le comía con ansia los pezones, masturbaba lentamente a Natalia, que recibía con agrado y con las piernas impunemente abiertas, sus embestidas.

            - ¿Y yo que hago mientras?

            La pregunta de Laura me pareció que no era tal, únicamente parecía esperar que la mirase. Me apretó con suavidad la base de la polla y acercó su boca a mi oído.

            - Sabes que tenemos dos extras, ¿verdad?

            Saberlo lo sabía, lo había leído en su página, pero no tenía ni idea de en qué consistían, ni cuanto costaban. Pero en aquel momento me daba igual, hubiera vendido a mi madre por seguir. Así que asentí como pude.

            - ¿Y los quieres?

            - Lo que diga Natalia.- susurré.

            Laura asintió y me dejó. Se acercó al oído de mi novia y le preguntó. Natalia apenas era capaz de hablar, pero yo me sentía incapaz de oírla. De todas formas, por el tiempo que estuvo Laura susurrándole al oído, me supuse que le estaba explicando en qué consistían los extras. De toda la conversación que tuvieron sólo fui capaz de escuchar un “que lo que tú quieras”, por parte de Laura, y un “todo” o similar por parte de Natalia.

            Mi masajista me sonrió al girarse, pero cuando parecía volver sobre mi ansiosa polla, se detuvo. Me miró pícaramente y se agachó junto a Fran para comerle la otra teta a Natalia.

            - ¡¡¡Joder, joder, joder!!! Fernando, ¿eres tú?

            Como cojones iba a ser yo, Laura carecía de perilla.

            - No, es Laura.

            Al oírme, Natalia arqueó la espalda y tuvo su primer orgasmo. Gritó de placer mientras las bocas combinadas de Laura y Fran exploraban sus tetas, y sus cuatro manos acariciaban y perforaban su palpitante coño. Me pregunté si aquello era parte del extra. Mientras Fran seguía afanándose en las tetas de mi novia, agarró una de sus manos y la colocó en su polla, dejando que Natalia le masturbase. Laura soltó el pezón de mi novia y le susurró algo a Fran. Que hizo lo propio con el otro y me miró. Me sonrió con complicidad y dejó de masturbarla.

            Laura volvió sobre mí. Estaba ansioso y expectante. ¿Qué pasaría ahora? Laura debió ver mi cara de ansia y contestó mi pregunta no formulada.

            - Te va a salir más caro.- sonrió.- Todo lo caro que te puede salir. Eres un novio muy generoso.

            Se colocó encima de mí y comenzó a comerme los pezones, y luego, se dedicó a bajar por mis abdominales hasta introducirse con extrema suavidad mi polla en su boca. Comenzó a hacerme una de las mejores mamadas que jamás me habían hecho. Era incapaz de pensar, sólo podía sentir el húmedo y caliente avance de su boca sobre mi polla. A mi lado escuché ruido y me giré para ver qué pasaba.

            Fran había girado a Natalia, para que ahora pudiese ver cómo le estaba comiendo el coño. Antes tenía a mi lado su cabeza, y ahora tenía muy cerca su pelvis. Podía ver cómo la lengua de Fran trabajaba con experiencia cada pliegue del anhelante coño de Natalia, como succionaba su clítoris, como lo movía rápida, o lentamente, de un lado a otro. Oía los gemidos incontrolados de Natalia y recé para que aquellas paredes fueran insonorizadas.

            Mientras, Laura seguía chupándome lentamente, bajando y subiendo, parando en el momento justo, como la experta que era. Desconozco cuanto tiempo estuvimos así, yo a punto de correrme más veces de las que recuerdo, y Natalia disfrutando más de lo que yo jamás la había hecho gozar. Pero cuando lo único que anhelaba era acabar de una vez, explotar y dejar salir todo lo que se estaba acumulando, todo dio un paso más.

            Vi que Fran cogía algo de entre la bandeja de los botes y que se lo ponía en la polla, supongo que mi cerebro tenía que haber procesado lo que pasaba, pero sinceramente yo no estaba para muchas intuiciones. Laura seguía mamándomela con esmero y yo sudaba para contener mi corrida.

            Fran me miró y sonrió, en su rostro vi deseo y lujuria. Estoy seguro que todo aquello era trabajo para él, pero de esos de los que no te crees que te paguen por hacer. Colocó su polla en la entrada del coño de Natalia y la introdujo un poquito.

            - ¡Si, joder, ya era hora!

            Natalia arqueó el cuerpo y lo dejó caer sobre la polla dura e hinchada de Fran, metiéndosela de un solo golpe. Su gemido se oyó en la recepción, con insonorización o sin ella. Y mientras yo veía fascinado como la polla de Fran entraba y salía rítmicamente de dentro del coño de Natalia. Laura aprovechó para ponerme un condón y sentarse encima.

            Me gustaría decir que la follé duro durante mucho tiempo, pero la verdad es que fue ella la que me folló y que no fue mucho tiempo, más bien nada. En poco tiempo descargaba toda mi leche en su interior, y hasta yo me quedé sorprendido de la cantidad de semen que había en el interior del condón.

            - Me has dejado a medias, cabrón. Todo esto que os traéis me ha puesto como una moto. Sois sin duda la pareja más morbosa que ha pasado por mis manos.

            Laura se había tumbado a mi lado y, mientras me susurraba esto, se acariciaba el clítoris con frenesí. Hice además de levantarme y sustituir su mano por la mía, o por mi boca, pero ella me paró.

            - De eso nada. Quiero comprobar lo morbosa que es tu novia.

            Desde allí tumbado me asombraba la capacidad de Fran, el aguante que tenía el tipo, su musculoso cuerpo sudado seguía empujando aquella dura barra de carne al interior de Natalia, que gemía y parecía correrse en cada embestida. Fran la había colocado a cuatro patas y se oía el chocar de sus huevos contra el culo de mi novia, eso y las tetas moviéndose libremente casi lograron que me volviese a empalmar.

            Y he de decir que lo logré al ver cómo Laura se colocaba delante de Natalia, y acercaba lentamente la cabeza de mi cegada novia hasta su coño. Me quedé quieto, casi sin respirar, pendiente de lo que iba a hacer. Nunca habíamos hablado sobre si le atraía la idea de acostarse con otra mujer, aunque alguna vez me había dado a entender que no lo vería mal. Aquella era la prueba definitiva. Y la superó con sobresaliente. Sumergió la cabeza en el coño de Laura y se lo comió como si no fuera a haber un mañana. Verla embestida por Fran, con la cabeza sumergida entre las piernas de la masajista, fue suficiente para que mi asombrada polla recuperase su vigor. Me coloqué al lado de Laura y en un momento sus quedos gemidos quedaron ahogados por mi polla.

            Fran y Laura se corrieron al poco, y me coloqué en el lugar de Fran casi antes de que saliese del interior de Natalia. Tenía demasiadas ganas de follarme a mi novia como para dejarla recuperarse.

            - ¿Más?

            La voz de mi pareja sonaba perpleja, exhausta, pero su coño me recibió agradecido, caliente, mojado.

            - Soy yo cielo.

            La besé tiernamente en los labios e hicimos el amor bajo la atenta y cómplice mirada de nuestros masajistas. No os voy a mentir, tampoco duramos mucho. Cuando acabamos y me dejé caer a su lado, me di cuenta de que tanto Laura como Fran se habían ido sin que nos diésemos cuenta. Le quité el antifaz a una Natalia radiante y la volví a besar tiernamente.

            - ¿Te ha gustado?

            Tenía cierto miedo, sé a ciencia cierta que después de una experiencia sexual diferente, trasgresora, suelen entrar los “o dios mío que hemos hecho”, pero la sonrisa enorme de Natalia los esfumó.

            - ¿Tú que crees?.- recostó su cabeza sobre mi pecho y acarició con ternura mi flácida y huidiza polla.- Hay cosas que no se pueden negar. He gozado como nunca. Gracias.

            Me relajé, nos duchamos, vinieron a por nosotros, pagamos (un huevo, por cierto, aunque creo que no nos cobraron los dos extras), y nos fuimos a cenar. Desde entonces hemos ampliado tanto nuestra vida sexual, como narro en otros relatos, y con cosas que de momento conservo para mí. Pero si alguna vez alguien me pregunta dónde empezó todo, le tendré que decir que con un masaje, un masaje liberador.