miprimita.com

El grupo: reclutando miembros (1)

en Bisexuales

El metro iba bastante lleno aquella tarde.

Yo volvía con mi prima de ver una obra de teatro, y estábamos charlando, apoyados en las puertas del lado del vagón que no se abrían. En la estación de Bilbao me percaté de que subía un grupito de chicos, pero apenas les hice caso, pues ya digo que iba hablando. Pese a la compañía y la interesante tertulia, me fue imposible no fijarme en uno de ellos, que estaba casi pegado delante de mí. Ojos azules, el pelo bastante corto, de un color rubio claro y rasurado por los laterales; engominado como para salir de fiesta. No era demasiado alto, y a primera vista vi que le acompañaba otro chico de semejantes características, sólo que más espigado, y con el cabello corto y oscuro.

El que había llamado más poderosamente mi atención iba agarrado con una mano a la barra del techo, y vestía unos vaqueros sencillos con un jersey azul cielo bajo una cazadora oscura. A cualquier otro le hubiera pasado completamente desapercibido el detalle, pero es que yo le estaba mirando el culo (entretenimiento habitual en mis viajes por el suburbano), y por eso me sorprendió el sutil movimiento de su otra mano. Se desplazaba ligeramente desde el bolsillo de sus jeans hasta el del abrigo de piel de una señora, completamente ajena a la posibilidad de que le robaran dentro de aquel vagón.

Mi primera intención, he de reconocerlo, fue apartar la vista y ahorrarme un posible disgusto, por aquello de que "ojos que no ven..."; pero ya era demasiado tarde. Él se había percatado de mi mirada indiscreta, y para cuando elevé mis ojos, sentí los suyos profundamente clavados en mi rostro. Fue como un disparo de adrenalina. Él sabía que yo me había pispado de la movida, y eso hizo que retirara su mano y mirara para otro lado. Le aguanté la mirada más de lo prudente, sin duda más de lo que se la habría aguantado a alguien que no me hubiese atraído tanto como aquel chico.

En principio me había parecido el típico chaval con ínfulas de malote que sale de marcha acompañado de un colega; algo nada destacable un sábado a las diez de la noche. Para mí, no más que un simple entretenimiento visual enfundado en unos vaqueros corrientes... Pero claro, cuando vi que su mano trataba de sisarle algo a la señora, esa primera impresión se esfumó de forma radical: ahora me encontraba frente a un carterista joven y chungo, con todo lo que de excitante puede tener eso para mí.

Para darle más énfasis aún al hecho de haberle descubierto, metí una de mis manos en el bolsillo de mi propio abrigo, como si quisiera retarle a que intentara hacerme a mí lo mismo que a la mujer. No se atrevió, por sentido común, y supongo que por suerte suerte para mí. De hecho, se fue alejando de mi lado, aprovechó que bajaba gente en Sol para colocarse en el centro de la plataforma, cruzó apenas una miradita con su colega, y acabó alejándose aún más tras quitarse la cazadora.

Creí que ahí se acababa la historia, sobretodo porque el chico básicamente rehuía todas y cada una de mis miradas desafiantes. Mi prima y yo nos bajamos en Atocha Renfe, dispuestos a coger el tren, y sentí de nuevo la adrenalina al comprobar que los dos amigos abandonaban también el vagón en aquel andén de la Línea-1. Les sentí detrás nuestro mientras mi prima seguía charlando animadamente, ajena a mis cavilaciones. Pasamos los tornos, y le propuse a ella que nos detuviésemos un momento frente al escaparate del Daily Price. Quería que los dos chavales nos adelantaran, que cambiara la perspectiva de aquella aparente (ó tal vez sólo imaginada por mí) persecución.

Mientras mirábamos las series en DVD del escaparate, les vi pasar por detrás nuestro, y lo que me indicó que no estaba equivocado del todo fue que el del jersey azul se volvió un instante y me clavó de nuevo su mirada, esta vez con cierto desprecio mal disimulado... El paso de ambos chavales se ralentizó, y sólo entonces utilicé una baza que me vino de perlas. "Creo que no voy a aguantar hasta casa para mear", le dije a mi prima. "¿Me esperas aquí?".

Ella asintió con la cabeza, imbuida por el irresistible influjo de todas aquellas series de bajo coste. Mis dos objetivos habían pasado por detrás de una de las grandes columnas de piedra y hierro de la estación, pero no habían salido por el otro lado; les supuse allí de pie, tal vez preguntándose qué hacer, hacia dónde tirar después de que aquel cabrón (que era yo) les hubiera jodido el plan del hurto a la vieja. Nuevo acierto por mi parte. Pasé junto a la columna sin echarles siquiera un fugaz vistazo, continué hasta el Café&Café, y allí torcí a la derecha y me encaminé a los aseos de la estación.

No transitaba demasiada gente por aquella zona, ni me encontré con nadie en el interior del servicio de caballeros. Me metí en uno de los váteres y ajusté el pestillo tras de mí. Un disparo de adrenalina más. ¿Y si la estaba cagando? Cabía la posibilidad de que los tíos pasaran de mi culo o, lo que es peor, que no hicieran eso si no que entraran allí queriéndose cobrar con violencia y sin atender a razones la cortada de rollo del metro. Ese era mi riesgo, y mis razones las saqué de donde las llevaba y las coloqué en el bolsillo de mi abrigo. Enseguida supe que alguien había entrado, pues el murmullo del exterior se hizo más notorio. Nuevo silencio dentro del servicio de caballeros.

Decidí que era el momento oportuno para arriesgarme, así que tiré de la cadena, corrí de nuevo el pasador y abrí la portezuela.

Sólo estaba uno, pero era él, el que yo había mentalmente escogido de entre los dos. Por eso me alegré, pese a intuir que el otro aguardaba en el exterior por si las cosas se torcían dentro, o tal vez esperando el momento adecuado para unirse a su colega. El chaval del jersey y los ojos azules estaba apoyado en el lavabo, mirándome a través del espejo.

-Me has tocado los cojones, ¿sabes? -su voz era más grave de lo que había supuesto, aunque imaginé que la estaba impostando un poco para endurecerla.

No tenía un acento muy marcado y su español era más que correcto, pero por su aspecto físico se notaba a leguas que era descendiente de rumanos, ó búlgaros. Yo me mantuve un poco a la expectativa, sin aparentar ninguna prisa por acercarme hasta su posición. La verdad es que no me apetecía llevarme una ostia que tendría bien merecida por buscarme problemas. Acaricié con mis dedos las razones de mi bolsillo, y pensé en una frase con la que romper el hielo del momento.

-Sólo te observaba -fue lo que salió de mis labios-. Nada más.

-Pues yo te digo que me has tocado los cojones. Nada más.

-¿Qué querías que hiciera? -di un paso al frente-. Estaba mirando al suelo, y he visto tu mano. Mirarte ha sido un acto reflejo.

-Podías haberte hecho el tonto, como si no me hubieras visto.

-Sí, claro. Además, no creo que llevara el monedero en el bolsillo del abrigo -sin querer sonar demasiado a listillo.

-Me la suda... -se volvió al fin, y quedamos frente a frente; fue entonces cuando me percaté con cierto temor de que en su mano sostenía una pequeña navaja automática-. El caso es que me toca los cojones la gente entrometida que se mete donde no la llaman.

-Insistes mucho en eso, ¿no? -me quedé quieto, sin apartar la vista del amenazante filo metálico.

-¿En qué? -su voz era mucho menos fiera que su actitud.

-En lo de tocarte los cojones. Es cierto que el vagón estaba lleno, pero no tanto como para aprovecharme de la situación y meterte mano... Al menos, que yo recuerde -jugué a hacerme el chistoso, para ver por dónde salía él.

-¿Me estás vacilando? -levantó un poco la mano con la que sostenía la navaja-. ¿Quieres tomarme el pelo, o reírte de mí?

-Para nada -sin alterarme-. Sólo pienso que si me vas a robar, como creo que quieres hacer, lo mínimo que me debes permitir es que me lo tome con buen humor, ¿no crees?

-Pues no, no lo creo. Me has jodido la noche, y lo mínimo que tú puedes hacer para compensarlo es darme el dinero y el "peluco", sin cachondeos ni ostias. Y sin pasarte de la raya, porque no estoy de coña, ¡vale! -miró hacia la puerta, aunque seguía sin parecerme realmente amenazador-. Mi colega está fuera, y te juro que tiene menos paciencia que yo.

-Vaya, qué decepción... -negué con la cabeza, y metí disimuladamente una mano en mi abrigo-. He dejado a mi novia en el escaparate de los DVD's, me he venido hasta este rinconcito apartado, y resulta que sólo pretendes robarme...

-¿Pero tú de qué vas, tío? -ahora sí que avanzó hasta quedar muy cerca de mí, y lo hizo para empujarme; mi espalda dio contra la puerta del váter en el que había meado-. Me estás empezando a tocar los coj... A mosquearme, ¿vale?

Sonreí, sólo un poco. El chico se mantuvo impasible, e izó la navaja para evidenciar aún más su enfado. Miró hacia mi mano escondida en el bolsillo, y después dio un paso atrás.

-¿Qué coño tienes ahí? ¡Saca la mano del bolsillo!

-No te pongas nervioso -le tranquilicé-. ¿No es eso lo que quieres? ¿No estás aquí para robarme? Pues deja que te dé lo que tengo, porque no me apetece que me rajes.

Con lentitud, saqué la mano con un pequeño fajo de billetes de veinte y de cincuenta. Tal cual los vió, sus ojos se iluminaron, justo un segundo antes de que le lanzara el dinero a los pies. El chico se lo quedó mirando, pero no se movió, ni dijo nada cuando le mostré una tarjeta de visita entre mis dedos.

-Ahora estás tú en deuda conmigo -le dije, sin elevar la voz y mirando también al suelo-. Hay casi cuatrocientos euros, mucho más de lo que hubieras sacado después de una hora en el metro, rebuscando en los abrigos de las viejas.

-Joder... -se agachó, sin quitarme ojo, para hacerse con todos los billetes; como tonto no era, también observó con curiosidad la tarjeta-. Y eso, ¿qué es?

-Esto es la clave para que no tengas que volver a jugártela con un capullo que de verdad te toque los cojones cuando necesites dinero -me incliné para entregársela; era mi manera de decirle que el dinero me importaba una mierda, que me podía permitir el lujo de lanzarlo al suelo de aquel sucio lavabo, pero que la tarjeta era realmente importante que la conservara-. Es una invitación personal e intransferible. Sólo para ti, ¿me entiendes? -miré hacia la puerta cerrada de salida-. No sé cuánto sois de colegas el de fuera y tú, pero cuando salga le diré que me has mangao cien pavos. Tú verás lo que te dicta tu conciencia, chaval, pero no olvides que puedes conseguir todo el dinero que quieras si llamas algún día a ese número.

Se puso en pie, y se quedó parado mientras yo caminaba hacia la puerta.

-¿Acaso me has visto pinta de chapero, "Javier"? -leyó con incredulidad el falso nombre impreso en la tarjeta.

-Me voy, colega, que mi novia va a pensar que estoy estreñido.

-No pienso llamarte, maricón. ¡¿Me oyes?! -le oí gritar, cuando cerraba de nuevo la puerta a mis espaldas.

El otro chaval enseguida se acercó desde la pared en la que se apoyaba. Seguramente no había escuchado nada. Me miró con cierta suspicacia, y cara de mala ostia, pero no me amilané y le detuve con una mano sobre su brazo.

-Oye, tío, vigila que no te tangue tu colega. Le he dado cuatrocientos pavos, aunque él te diga lo contrario.

-¿Que le has dado, dices? -se extrañó, frunciendo el ceño.

Le guiñé un ojo como toda respuesta, dejándole sumido en el desconcierto.

Caminé hasta la vitrina donde mi prima seguía esperándome, ya pasando de los DVD's, y le pedí disculpas por la espera. "Es que he hecho algo más que mear", le dije, y sonreí. Cuando nos adentramos en la zona del vestíbulo de la estación donde supuse que los dos chicos ya nos podían observar, no dudé en pasar un brazo alrededor del cuello de mi prima. "¿Y eso?", me preguntó ella, con una sonrisa extrañada. Sin detenernos, les vi a ambos frente a la puerta de los baños. No estaban discutiendo, así que tal vez tendría que contar también con la presencia del colega con mala ostia en el Grupo. La verdad es que no me importó, pues aunque alto y delgaducho, el chico tampoco estaba nada mal.

"No te gires", le dije a mi prima, "pero ¿has visto a esos dos tíos que había junto a los baños?". "No, ¿qué tíos?", iba a hacerlo, así que le repetí:

-No, no te gires. He visto que no te han quitado ojo desde hace rato.

-Oye, ¿y qué tiene eso de malo? ¿Ahora vas de primo protector? -bromeó.

-¿De protector? Bueno, son dos rumanos de esos, ya sabes... -con cierto desprecio-. Un par de críos, vamos, que no creo que te vayan a gustar.

-Ah, dos niñatos rumanos... -su interés decayó al instante-. Pues no, la verdad. Seguro que sólo me miraban el bolso -susurró, con un desprecio menos fingido que el mío.

-Pues eso, que no es que te esté robando la posibilidad de un ligue, ¿no?

Al contrario que yo, mi prima era rematadamente racista.

..........

Apenas pasaron un par de horas antes de recibir la llamada. Por suerte, yo ya estaba en mi casa y pude hablar tranquilamente. Cuando oí el sonido de aquel móvil, que no era precisamente el personal, enseguida supe que debía ser él. Un número oculto. Me puse unos boxer blancos y respondí a la llamada.

-¿Eres Javier? -al otro lado de la línea, la voz del chaval sonaba aún más grave que al natural; de nuevo impostándola para hacerla más varonil.

-¿Y tú eres el que no pensaba llamar a este número? -miré hacia la cama.

-¡Qué cabrón! Así que le ibas a decir a mi colega que cien pavos, ¿eh?

-Tan solo te estaba poniendo a prueba -salí de la habitación y caminé hasta el salón, desviando el tema-. Oye, no esperaba que llamaras tan pronto.

-Mira, no sé de qué va toda esta mierda, pero sólo quería decirte que entramos los dos, o no entra ninguno. Nada de invitación personal, ¿lo pillas?

-¿Entrar adónde? -me senté en el sofá, con una sonrisa satisfecha-. No sé, la verdad es que no me he fijado demasiado, pero diría que tu amigo tampoco tiene pinta de chapero... ¿Qué ha cambiado desde hace dos horas, para que de repente parezcas interesado?

-No somos chaperos -aclaró-, pero antes llevabas mogollón de guita encima, ¿no? Sólo alguien con mucha pasta es capaz de tirar cuatrocientos putos euros al suelo como si fueran calderilla.

Sabía que ese gesto no le podía pasar inadvertido a quien trataba de atracar viejecitas en el metro. Me recosté en el respaldo del sofá, quedando casi tumbado, y me llevé una mano bajo los calzoncillos.

-¿Con mucha pasta, dices? Vas por buen camino -le quise tentar con la manzana que parecía ser su pecado-. Si no sois chaperos, algo que no dudo, ¿sois al menos maricones? ¿Novios, tal vez?

-No. Por supuesto que no lo somos -al hacer una pausa, deduje que no estaba solo al otro lado-. No somos novios...

-Vale, entiendo -empecé a juguetear con mi polla algo adormilada.

-¿De cuánto dinero estamos hablando, colega? ¿Y para hacer qué?

-¿De verdad que estais interesados? -quise indagar un poco más.

-Te estoy llamando, ¿no? Con el dinero que me has tirado a los pies, Sailor y yo tenemos para pasar dos fines de semana de puta madre.

-¿Sailor? Vaya, me gusta ese nombre... -solté, notando que las friegas entre mis piernas empezaban a surtir efecto- ¿Cuál es el tuyo?

Dudó un instante, puede que pensando que la había cagado. Luego lo dijo.

-Darek. Es un nombre búlgaro.

-¿Así que sois búlgaros?

-Nuestros padres lo son. En realidad, Sailor y yo somos primos -acabó confesando; algo que me gustó escuchar.

-Primos, ¿eh? -me saqué la polla fuera del calzoncillo-. Y aún así, entráis los dos, o no entra ninguno... -susurré, casi para mí- ¿Sois primos lejanos?

-No tan lejanos; nuestras madres son hermanas. ¿Es que piensas hacernos un árbol genealógico? ¿De eso se trata toda esta mierda?

-Puede. No descarto nada.

-Mientras pagues bien... -ahora fue él quien murmuró.

Incluso diría que estaba sonriendo.

-Entonces, ¿de cuánto dinero estaríamos hablando? –insistió.

-Digamos que sería dinero suficiente como para no tener que robar en el metro durante muuuchos fines de semana.

Mi respiración estaba algo agitada, aunque no creo que el chico se percatara de ello. Seguía aplicándome suaves masajes en la polla, y mi mente jugaba a inventar la escena que se desarrollaba al otro lado de la línea. Nada del otro mundo, la verdad. Tan solo les imaginé en calzoncillos, los dos sentados en la misma cama, tratando ambos de escuchar mis palabras, puede que sudando muy juntos con el calor de la calefacción. No me habían parecido dos indigentes, y estaba convencido de que procedían de una familia con dinero. Puede que simplemente les excitara el riesgo, o que la paga de sus padres se les quedara corta para el ritmo de vida que llevaban los fines de semana.

Para ser sincero, eso era lo que menos me importaba. Sus motivos podían ser los que ellos quisieran. Darek me confirmó entonces que mi sopecha de que no estaba solo al otro lado de la línea, no era producto únicamente de la fantasía que acababa de crear.

-Nos gusta el dinero, ¿verdad que sí, Sailor? -dijo.

-Nos encanta el dinero, tío -el otro debió quitarle en ese momento el aparato de las manos-. Pero sobretodo el dinero fácil. Robarle el monedero a una vieja en el metro no es demasiado complicado, ¿sabes? Corres el riesgo de que te pillen y llevarte una ostia, o tener que salir por patas, pero eso a nosotros no nos acojona. ¿A que no, primo?

-Es por la adrenalina, macho -de nuevo fue Darek el que habló, y empecé a pensar que estábamos en una especie de party line-. Que de repente un capullo se pispe de lo que estás haciendo, y tener que escapar como puedas.

-O quedarme esperando fuera de los baños -una vez más, el teléfono cambió de manos, mientras la mía subía y bajaba por el tronco de mi rabo cada vez con más ganas-, mientras mi primo le roba la cartera a un pringao. El riesgo nos pone, colega.

-Como esta llamada... -Darek se apropió del auricular-. Pensar que te la estás cascando mientras nos escuchas... ¿Es eso lo que estás haciendo?

-¿Os molestaría que así fuera? -les pregunté, sintiendo cierto candor en los mofletes.

-A mí no. ¿A ti te importaría que este tío se estuviera haciendo una paja, primo? -oí la lejana respuesta del otro-. Ya ves, a Sailor tampoco.

-Pero creo... -el primo se hizo con el aparato-. Bueno, que podríamos montar un plan bastante mejor que ese, ¿no? Creo que podrías preparar algo de dinero (lo de antes estaría bien), tal vez unas rayitas de coca, invitarnos a hacerte una visita a domicilio... ¿Qué te parece la idea?

-La oferta es más que tentadora, pero me temo que esta noche no va a ser posible -le dije a Sailor, mirando hacia la puerta del salón y dejando de cepillarme la polla-. No tengo dinero en casa, creo que ya os habéis metido suficientes rayas por una noche, y la verdad es que mañana madrugo, así que...

-Vamos, tío, ¿por qué no? ¿A qué ha venido entonces tanto cuento?

-Ya te lo he dicho, mañana madrugo... -me incorporé un poco, con una ligera sonrisa.

-¿Qué te pasa ahora, colega? -volvió a ser Darek el que hablaba-. No creo que estés ahí, cascándote una paja y hablando con nosotros con tu novia en casa, ¿no...? Eso sería demasiado raro, incluso para ti.

-Vaya, ahora hablas como si me conocieras... He de confesarte que esa chica con la que me habéis visto en la estación no es mi novia. Es mi prima.

-Sí, ya... -se mostró incrédulo.

-En serio -volví a sonreír-. Mi novia, que está ahora delante de mí, es una chica rubia, con unas tetas enormes, nada de silicona, ¿verdad, cielo? Es algo más joven que mi prima, e infinitamente más enrollada.

-Claro, claro... Pero aún así te gustan los jovencitos, ¿no? -Darek daba por hecho que le estaba tomando el pelo-. Si no es así, voy a pensar que de verdad nos hemos metido demasiadas rayas esta noche. Que estamos flipando.

-No dudes que lo estáis.

-Bueno, ¿entonces qué cojones pasa? -vuelta a Sailor, que cogió una vez más el aparato- ¿No va a haber fiestuqui esta noche, o qué?

-A ver, Sailor, ¿quién de los dos crees que está más sereno?

-Creo que Darek...

-Pues entonces ponme con tu primo.

-¿Qué? -éste no tardó ni un segundo en ponerse.

-Préstame atención, Darek, aunque tengas la adrenalina disparada, porque esto va en serio. ¿Eres capaz de atenderme?

-Sailor se ha metido por la tocha un huevo de ellas, pero yo estoy bastante bien -sonó casi a disculpa, aunque yo no se la había solicitado-. Sólo estoy un poco... disparado.

-No te preocupes -le dije-. Bueno, no sé qué edad tenéis, pero imagino que tú y tu primo aún estáis estudiando, ¿no? ¿Sois universitarios, acaso?

-Aún no. Estamos en 2º de Bachillerato -dijo enseguida.

"2º de Bachillerato...", repetí, en voz baja. Eso les otorgaba unos diecisiete o dieciocho años. Menos de los que había supuesto en un principio. Si no es que eran repetidores, claro. Con tanta coca y adrenalina disparada, no me hubiera extrañado en absoluto que llevaran algún curso de retraso.

-Está bien. ¿Hacéis algo el lunes, después de clase?

-¿Tenemos algo el lunes? -Darek se lo consultó a su primo.

"Mi madre no me deja salir entre semana por la noche, y aún menos con los exámenes finales tan cerca", le oí decir.

-Por la noche no... -le aclaró el otro-. Por la tarde, después del instituto.

"¿El lunes? Pues el martes entrenamos, pero el lunes nada".

-El lunes podemos -me habló ahora a mí.

-Ok. Pues llamadme el lunes por la tarde, y os daré una dirección. No sé si lo que os voy a proponer estará a la altura de vuestras expectativas, pero al menos tendremos ocasión de conocernos.

-¿Pero habrá dinero o no habrá dinero? -dejando claro que eso era lo único que en realidad les importaba.

-¿Me vais a cobrar por una charla? -sonreí, reclinándome de nuevo en el sofá, con la polla otra vez erguida.

-¿Seguro que sólo va a ser una charla?

-En principio sí, luego ya se verá.

-Menuda movida más rara que te traes...

"¿Qué pasa?", se interesó el primo.

-Dile a Sailor que no se preocupe.

-Que dice que no te preocupes -repitió él.

-Bueno, Darek, os voy a dejar que sigáis con la fiesta que tenéis montada.

-¿De verdad que no quieres que la traslademos a tu casa? -insistió.

-De verdad que no. Esta noche me contentaré con pensar en vosotros y dejar que mi novia me coma la polla a vuestra salud.

-Qué capullo... Bueno, tú verás...

-Pero no os olvidéis de llamarme el lunes, cuando estéis disponibles.

-No te preocupes por eso.

-Y nada de drogas ese día, por favor.

-No entre semana... -me tranquilizó-. Venga, que te vaya bien la mamada de tu rubia, y dale recuerdos de nuestra parte -se rió.

-Lo haré. Adiós, Darek.

El chico colgó, y yo hice lo mismo, cerrando la tapa de mi teléfono móvil.

-Los búlgaros me han dado recuerdos para ti, cariño -dije.

-¿Búlgaros? -Sara levantó la vista hacia mí- ¿No me has dicho antes que eran rumanos?

-¿Acaso importa mucho?

Lancé el móvil sobre el otro sofá y volví a recostar mi espalda, sonriendo.

-Darek te va a encantar, cariño. Tiene cara de ser un chico muy malo...

-A ti te ha impresionado, por lo que veo -sus labios estaban tan cerca del glande, que Sara parecía estar hablándole a mi polla.

Cuando se la metió en la boca, casi al límite de su capacidad para tragar, elevé un poco el culo para que pudiera deshacerse de mis calzoncillos con las manos. Los retiró y los lanzó junto al móvil. Acaricié su pelo dorado, mientras ella no dejaba de mirarme.

-Estás pensando en ellos, ¿verdad? -me preguntó, apartándose el pelo de la cara-. Esos chavales te han puesto súper cachondo.

-Pues no, ahora mismo no estoy pensando en ellos. Y eres tú la que me ha puesto así de caliente.

-Venga ya... -me lamió el glande con cara de zorrita satisfecha-. Les has prometido que esta mamada iba a ser en su honor.

-Eres tú, nena, la que se ha puesto súper cachonda sólo con pensar en ellos. Y eso que aún no les conoces. Además, creo que son maricones, así que...

-Serán lo que el dinero quiera que sean, guapo. ¿No es eso lo que dices tú siempre? -se la tragó con tanta gula, sin apartar sus ojos de los míos, que estuve a punto de correrme, y tuve que echar la cabeza hacia atrás-. He estado a punto de pedirte que les invitaras a venir esta noche.

-Estás tan loca...

-Me hubiera gustado tanto... -comía y comía, con una delectación casi inhumana-. Tener sus rabos pajilleros dentro...

-Estaban muy puestos de coca, cariño -suspiré por sus embestidas casi furiosas-. Seguro que ni se les hubiera levantado. Y con más razón aún si son maricas, ¿no crees?

Sara se incorporó, soltándome el nabo, y frente a mí quedó todo su cuerpo desnudo. Tenía unas enormes tetas sin silicona, y de su coño peludito surgían unos fluidos casi tan furiosos como sus acometidas contra mi sexo.

-Me vas a tener que compensar de forma adecuada por la pérdida de esas dos prometedoras pollas... -dijo.

Me moví hasta sentarme en el borde del sofá, y hundí mi cara entre aquel bosque húmedo y excitado. Jugué con mi lengua por dentro y por fuera, sorbí aquel flujo tan familiar y sabroso; Sara me agarraba del pelo...

El sonido del teléfono nos sobresaltó a ambos.

-¿Quién coño...? -empecé a decir.

-¡Seguro que son ellos! -se abalanzó sobre el teléfono, y no la pude detener cuando preguntó-: ¿Sí, quién es?

Sara activó enseguida el altavoz.

-...he equivocado -dijo la voz del búlgaro-. Lo siento mucho.

-Pues yo creo que no te has equivocado. Eres Darek, ¿verdad?

Un instante de silencio. Supe que el chico estaba dudando de que aquello fuera cierto, de que no se hubiera equivocado de número. Sara sabía el nombre del búlgaro de escucharlo durante mi conversación anterior, a la que había asistido en silencio.

-Sí. ¿Quién eres tú? -algo perplejo.

"¿Qué? Está con otro tío, ¿verdad?", la voz de Sailor también se hizo oír.

-Dile a tu primito que se equivoca. Soy Rebeca, la novia de Javi, la que le comía la polla mientras él hablaba con vosotros...

-Estás bromeando, ¿no? -el chico no salía de su asombro.

-Habla muy en serio -decidí interceder, acercándome a Sara por detrás, y elevando la voz para hacerme escuchar.

-Javi ha sido poco amable con vosotros, chicos, al no proponeros que os uniérais a nuestra pequeña fiesta de sexo -se llevó la mano libre hacia su trasero, y atrapó mi rabo con ella-. Ahora le tengo aquí, clavadito en mi espalda, y no sé si aguantará tanto como yo quisiera...

-Tienes que oír esto, tío -Darek se había alejado el teléfono de los labios.

-¿Qué pasa? -el primo entró en juego.

-Es Sailor... -le susurré a Sara al oído, clavándole la polla entre las nalgas, y cogiendo sus enormes peras con ambas manos.

-Hola, Sailor -no podía resistirme a esa voz sugerente, me encendía sin remedio, más aún cuando no iba dirigida a mí-. Parece ser que tu primo cree que está alucinando.

-Pero ¿quién coño eres tú?

-Soy el coño que, al parecer, Javi no quería compartir esta noche con vosotros. ¿Dónde estáis ahora?

-¿Eres la novia de ese tío?

-Lo es, Sailor, lo es -acerté a decir yo.

-¡Qué fuerte, colega...!

-Javi no tiene mucha fe en vosotros -Sara siguió a lo suyo, pese a que la había colocado de frente a mí y le metía ya toda la carne en el asador; jadeó- ¡Uau! Él cree que estáis demasiado puestos como para que se os ponga tiesa. ¿Es eso cierto, chicos?

-Joder, joder... No, tía, o sea, creo que... -Sailor casi tartamudeaba-. Que si se nos pone tiesa, pregunta...

"Déjame", Darek debió quitarle el teléfono a su primo, supongo que nervioso, tal vez excitado. Sara había trepado sobre mí, con sus piernas enroscadas en mi cintura, y ahora se mordía los labios. La llevé hasta el sofá, y cuando me senté, la monumental clavada nos hizo gemir a los dos.

-¿Pero de qué va todo esto, tío? -soltó el búlgaro; a mí ya empezaba a molestarme tanta pregunta inútil.

-Oye, Darek -le quité el móvil a Sara, y desconecté el altavoz antes de llevármelo a la oreja; ella aprovechó para apoyar las manos en mis rodillas, y tratar de ser perforada con mayor profundidad; jadeé-. Aaahh... Mira, tío, estoy follándome a Rebeca encima del sofá... Aaah... Pero no creo que aguante mucho, ¿vale? Si de verdad queréis follárosla y ganaros un dinero... oh, será mejor que apuntes la dirección y os pilléis un taxi para venir. Invita la casa.

-Espero que sea en serio -dijo el chico, que parecía al fin creérselo.

Le di la dirección, entre gemidos ahogados que le hicieron soltar algún que otro bufido de alborozo, lo que parecía animarle bastante.

-Una cosa más... -mis jadeos iban en aumento, pero a Sara no parecía importarle que me fuera a correr mientras hablaba por teléfono; a mí tampoco, y a Darek cada vez menos-. Si no estáis con fuerzas suficientes... Aahh... como para venir a violar a esta putita rubia como a ella le gusta... Ah, es mejor que no... ohh, que no vengáis, ¿vale?

-En diez minutos estamos allí -fue toda su respuesta.

Sara me cabalgó hasta destrozarme el rabo y exprimirlo al máximo. Tras limpiar con la lengua su coño lleno de mi semen, quedamos tendidos y exhaustos sobre el sofá. Yo más que ella, por supuesto. Se hizo un dedo junto a mi cara, y eso pareció calmarla. Pero cuando ya habían pasado algo más de los diez minutos de margen que Darek nos había dado, volvió a sentirse con ánimos de intentar reanimar mi agonizante polla.

-No puedo más, cariño. Estoy agotado -le dije.

Aquella noche, me había follado la primera vez nada más entrar por la puerta, corriéndose entre bruscos jadeos mientras le relataba mi encuentro con Darek en los servicios de Atocha. Luego yo la había enculado con algo de vaselina, mientras le narraba una escena paralela a la realmente vivida. Una escena en la que ella representó el papel del joven búlgaro, y se ganaba los cuatrocientos euros poniendo el culo, como el buen chapero que era. Después de eso, el teléfono me había salvado de una tercera partida, justo la que habíamos jugado tras colgar. Sinceramente, mi cuerpo no aguantaba más.

-¿Me estás diciendo que no se te va a poner dura cuando esos chicos me la empiecen a meter con desesperación?

-Ni siquiera creo que me vaya a quedar a verlo, cielo. Recuerda que mañana tengo que madrugar.

-Venga, hazlo por mí... -esa vocecilla me hacía perder la cordura-. Con un poco de suerte, puede que el chaval deje que le desvirgues el culo. ¿No es eso lo que has querido desde que le has visto en el metro?

-Ya habrá tiempo, Sara. Tendré ocasión de follármelos cuanto quiera si entran en el Grupo, y estoy convencido de que lo harán, gracias a ti.

-Anda... -estando en la postura del 69, sus manos manipulaban mi verga con una soltura y maestría dignas de mención- ¿No me vas a dar ese capricho?

Por suerte para mí, la pregunta flotó en el aire hasta darse de bruces con el eco que provocó el sonido del interfono.

-Yo me encargo de todo -le dije, escapando de unas garras que no pusieron mucho interés en dejarme levantar.

 

Continuará...

Mas de cachorro

Un Ser Invisible (3er Experimento)

Un ser invisible (2o Experimento).

Un ser invisible (1er experimento)

La leyenda del muchacho violinista

Cumpleaños 2.5: Desenlace Sin Armario.

Cumpleaños 2.3: ¿Saliendo del Armario?

Seguridad FeRRoviaria

Cumpleaños 2.4: Un Armario para Tres.

La noche del ciego (2/2)

Cumpleaños 2.2: Detrás del Armario.

La noche del ciego (1/2)

Cumpleaños 2.1: El Armario Móvil.

En un Internado

Oliver y Benji: ¡Menudos Campeones! (3)

Oliver y Benji: ¡Menudos Campeones! (2)

Oliver y Benji: ¡Menudos Campeones! (1)

El Jinete de Salamanca (y 2)

El Jinete de Salamanca

La Mili de mi Primo Cesc.

Rompiendo Tópicos: El Limpia Piscinas (4)

El Chico de la Moto

Rompiendo Tópicos : El Limpia Piscinas (y 5)

Rompiendo Tópicos: Religiosos (y 2)

Rompiendo Tópicos: Religiosos (1)

Rober y su Hermano Isaac

Bajos Fondos (3: Necesito tu ayuda)

Bajos Fondos (1: Busco a Eric)

Bajos Fondos (2: El Gordo Salazar)

¿Somos sólo amigos, Mateo? (y 4)

¿Somos sólo amigos, Mateo? (3)

¿Somos sólo amigos, Mateo?

¿Somos sólo amigos, Mateo? (2)

Rompiendo Tópicos: Pariente del amigo.

Rompiendo Tópicos: El Limpia Piscinas (3)

Rompiendo Tópicos: El Limpia Piscinas (2)

Rompiendo Tópicos: El Limpia Piscinas (1)

Jugando con Nando (5)

Cumpleaños (1: El Armario)

Súper Héroes (y 3: Poder Recuperado)

El Grupo: Reclutando Miembros (y 5)

Jugando con Nando (4)

Jugando con Nando (2)

Rompiendo Tópicos: Soldados/Militares

El grupo: reclutando miembros (4)

Regalo de Graduación

Jugando con Nando (3)

El grupo: reclutando miembros (3)

Jugando con Nando

SuperHéroes (2: La Voz)

El grupo: reclutando miembros (2)

SuperHéroes (1: Inseguridades y Sexo)