miprimita.com

El Grupo: Reclutando Miembros (y 5)

en Bisexuales

El gitano Rai parecía algo asustado, aparte de que la trompa aún se le marcaba notoriamente bajo el pantalón, pese a estar sentado en la cama. Mi cercanía y el autoritario tono de mi voz no creo que le ayudaran a sentirse más relajado, pero sí intuí que el chaval se acababa de dar cuenta de que había hecho trampas con la apuesta.

-Es sencillo, Rai. Han pasado sólo diez minutos desde que hemos apostado. ¿Te alegras o no te alegras de estar aquí?

-Supongo que sí, no sé... -aún algo perdido, se dejó sobar por Sara, que volvía a atacar su entrepierna con gran soltura-. Pero yo no le buscao, ¿vale?

-¿Te la quieres seguir follando en esta puta mansión, chaval, o prefieres volver al vertedero del que te he sacado esta mañana? -casi amenazante.

-Digo yo que lo primero.

-Entonces has perdido la apuesta, y lo sabes -me senté junto a él, que me observó con su mirada recelosa-. Me debes cien moneditas, gitano. Y quien me conoce, sabe bien que yo siempre cobro mis deudas.

-Y quien me conoce a mí, payo, sabe que yo siempre las pago... -las manos de Sara se habían metido ya bajo el sucio y raído pantalón corto de chándal de Rai.

-¿Recuerdas cuál era tu parte del trato? -le pregunté.

-Que si perdía, t'haría lo que fuese pa ganarme los cien euros -resignado.

-Veo que tienes buena memoria -observé cómo su polla se escurría entre los dedos de Sara, que la había expuesto sin resistencia alguna por parte del chico; era muy morena, ancha y jugosamente alargada, con toda la piel resaltando sobre su glande-. Buena memoria y muy buena polla, bastante generosa para lo joven que eres.

-¿Qué tengo q'hacer ahora? -Rai se miró a sí mismo, sobrepasado por aquella inesperada situación.

-¿Me permites, cariño? -miré a Sara, que se echó un poco hacia atrás.

"Todo tuyo, cielo", me respondió con una sensual sonrisa. Rai parecía todavía algo nervioso. Me hinqué de rodillas en el suelo, atrapé la goma de aquel sucio pantalón azul claro, y estiré con fuerza hasta que logré sacárselo por las bambas ennegrecidas que cubrían sus pies. Luego le pedí que se levantara, y él lo hizo con la respiración agitada. Observé aquel delicioso rabo moreno y me lo metí en la boca sin que Rai hiciera nada por impedirlo. Sara estaba disfrutando, acariciándose el clítoris con suavidad. Puede que mi mamada no fuera de tanto agrado como la que le había hecho ella, pero la dureza de aquel miembro no decayó en ningún momento. Yo no dejaba de preguntarme si aquella sería realmente la primera vez que un tío se la comía. Le miré con una sonrisa, y él apenas se inmutó; supongo que creía que aquella era su penitencia, y por eso se dejó felar sin poner oposición.

"¡Quítatela!", casi le exigí, tirando de la camiseta blanca del chaval, que tenía publicidad impresa de Nocilla y las mangas recortadas a la altura de los hombros. Se desprendió de ella al instante, y volví a contemplar aquel cuerpo a medio construir, el mismo que pretendía levantar pesas de sesenta quilos en el gimnasio de la mansión sólo unos minutos antes. Decidí que era el momento de ponerse en pie. Al hacerlo, nuestras miradas quedaron a escasos centímetros. Le hablé bajito, casi en susurros.

-Digamos que con esto has pagado una pequeña parte de la deuda.

-¿Y el resto? -preguntó con perspicacia, perdiendo poco a poco el pudor que aquella extraña situación le había provocado.

-De momento, cepíllate a mi novia -miramos a Sara, que me guiñó un ojo con complicidad-. Y como castigo por no confiar en mí, vas a tener que ir en bolas por la casa, como si fueras un gitano salvaje, hasta que me salga de los cojones comprarte ropa decente. ¿Te parece bien?

-¿Sólo eso pa pagar la deuda? -Rai no se amilanó ante mi chulería.

-Por ahora sí -le agarré la polla con una mano, y la nuca con la otra; me acerqué a su oreja, mientras hacía descender la mano por su espalda-. Pero en la próxima apuesta que pierdas conmigo, gitano cabrón, te follaré hasta destrozarte este culo moreno que tienes, ¿lo has entendido? -se lo palpé con brusquedad.

-Perfectamente, jefe -susurró.

-Pues ahora ya puedes follarte a esta zorra hasta cansarte -Sara se acercó al chico desde atrás, y le dejé ir cuando ella le atrapó-. Y no olvides que estás castigado sin ropa -empujé sus prendas mugrientas con mis lustrosos zapatos, hasta arrinconarlas en una esquina de la habitación.

Esperé unos segundos en la puerta, hasta que él le metió el rabo a mi chica de malas maneras, dejando claro que estaba rabioso como nunca. Sabiéndose observado por mí, Rai había decidido voltear el cuerpo de Sara y empezar a follársela por detrás. Sus deportivas sucias manchaban las sábanas blancas e impolutas de la cama, pero eso no hacía más que incrementar la excitación de aquella escena. De nuevo irremediablemente trempado, tuve que resignarme a salir de allí con la misma discrección que llevaba al entrar.

Les dejé intimidad, mirando antes en dirección al espejo. Pero a Soni le encontré instantes después, en el cuartito desde el que se controlaba la habitación de los dos pequeños. "¿Es cierto lo que está contando ese rubito?", me preguntó Chang nada más entrar. Miré hacia el espejo y les vi a los dos allí. Tano estaba sentado a los pies de la cama, y Chicho se había subido a ella, gesticulando como si tratara de imitar una escena en la que obligaba a alguien a comerle la polla.

"Y l'he empezao a dar así, ¡placa, placa! Y el payo atragantao q'estaba con toa mi minga en la boca", y de nuevo hizo aquel gesto obsceno y vulgar, que Tano contemplaba con estupor. "¿En serio q'ese hombre te l'ha comío en casa tu padre?"

"Te lo juro por mi jesusito, Tano..." , Chicho se besó la cruz con la misma inquietante devoción con que lo había hecho en la chabola de su familia. Soni parecía completamente asombrado. Sonreía con estupefacción. "¿Es cierto lo que dice, cabronazo?", me preguntó, con los ojos muy abiertos.

-¡Claro que no, Chang! -medio protesté-. Me he comido pollas demasiado grandes como para atragantarme con su ridícula picha... -le miré.

-Qué hijo de puta... -negando con la cabeza-. Chuparle la polla a un puto niño en la jodida casa de su padre... Eres increíble, colega -me palmeó la espalda, como si realmente me venerara.

-El crío tenía curiosidad, ¿qué querías que hiciera? -encogí los hombros.

-Te aseguro que si no me acabara de pajear viendo cómo se la comías al otro capullo, te pediría que entraras ahí y lo repitieras para mí.

-También podría superarme a mí mismo, y comérsela a los dos a la vez. O bajarles los pantalones y follármelos por turnos...

-¿Lo dices en serio? -arqueó las cejas, como si estuviera barruntando algún tipo de idea maquiavélica.

-¿El qué, que podría?

-No, eso no. Ya sé que podrías hacerlo -miró a la cámara enclavada en el suelo de aquel cuarto en penumbra-. Me refiero a si lo quieres hacer.

-¿Ahora mismo? La verdad es que estoy completamente agotado. Te he hablado de los búlgaros, ¿verdad? Entre la fiestecita de anoche y el niño en la chabola, no creo que me queden fuerzas para eso.

-¡Qué cabrón...! -seguía negando con la cabeza-. Anda, será mejor que bajemos a ver si ha vuelto Aitor, y preparemos algo de comer. A estos chavales se les ve hambrientos.

-No hace falta que lo jures -miré al espejo, y Chicho seguía haciendo aquellos gestos obscenos ante la atribulada presencia de Tato.

"Y además, J, seguro que a la loba de Rebeca se le abre el apetito en cuanto que cierre las jodidas piernas", se burló. Le di un pequeño puñetazo en la espalda cuando salía del cuarto. "¡Oye, tú, no te pases, que estás hablando de mi novia...!". El cabrón de Soni respondió con una gran sonrisa.

..........

Aparte de Soni y Ramón, al que habíamos encontrado haciendo su turno en la garita de entrada a la urbanización, para el Grupo de aquel verano iban a estar también Aitor, que ya había vuelto de hacer las compras necesarias para la casa, Iñaki y Marcos. Éstos dos últimos estaban ahora en su tiempo de descanso, pues habíamos establecido todo un planning de horarios meticuloso, según el cual su tiempo se repartía en seis horas de guardia, nueve horas con los chicos, y nueve horas de descanso. Hasta aquel día, en el que habían llegado los primeros chicos del Grupo, sus obligaciones en la Fundación habían sido otras. De esta forma y durante todo el verano, siempre habría de uno a tres supervisores con los chicos, que contínuamente tenían a alguien despierto y vigilándoles. No como si aquello fuera una cárcel, si no para atender a cualquiera de sus necesidades.

La idea de que los chicos eran el motor de la Fundación, la piedra angular de todo aquel proyecto, no era ficticia. Las funciones que iban a desempeñar, y de las que más adelante les pondríamos en conocimiento, eran las que reportarían los beneficios con los que enviar una paga a sus familias, concederles todos sus caprichos, y pagar las instalaciones de las que disfrutarían durante los tres meses que durara aquella experiencia. Chavales como Soni-Chang y su gemelo Thun-Soko, seguían reportando beneficios, pese a que ya no trabajaban tan activamente como tiempo atrás, y ellos habían tomado en su momento la decisión voluntaria de quedarse a vivir en la Fundación Joven Porvenir, formar parte de ella a otros niveles.

Desde luego, vivir allí se podía considerar un auténtico lujo. No faltaba absolutamente de nada, y lo que no teníamos tan al alcance, podíamos traerlo sin preocuparnos del gasto económico que supusiera. El hecho de que Sara y yo siguiéramos viviendo en Madrid capital era más una cuestión de independencia que de necesidad. Nos gustaba tener una vida al margen de la Fundación, aunque los últimos seis veranos los habíamos pasado enteramente allí.

Sara seguía haciéndose llamar por el nombre con el que la conocí, Rebeca; y lo mantenía porque para ella era un personaje, como si quisiera sentir que debajo de toda aquella necesidad inagotable de sexo, la mujer que se escondía, aquella que se había convertido en mi adorada novia, era la auténtica Sara. Los únicos en la Fundación que conocíamos su verdadero nombre éramos Jerèmie Castro (el socio fundador, mentor y dueño de casi todo aquello) y yo. Pese a eso, ambos la llamábamos siempre Rebeca en público, y nos salía con una naturalidad pasmosa.

"¿Aún no han bajado Rebeca y los chicos?", le pregunté a Aitor, entrando en la cocina por la terraza. Soni y yo habíamos ido a despertar a Marcos, pero sólo Chang se había quedado con él. "Por aquí no han aparecido", me dijo el jefe, mientras seguía preparando comida para ocho. Aitor tenía unos cuarenta y cinco años, poco más que Jerèmie. Era el auténtico veterano de Joven Porvenir, socio fundador junto a Castro de todo aquello. Era tremendamente corpulento y velludo, con un cuerpo esculpido y mantenido a base de estrictas sesiones de ejercicio y dieta de anabolizantes.

Aitor ya sólo follaba con críos; éstos eran los únicos que conseguían hacerle mantener una erección vibrante y dura. Teníamos la esperanza de que Tano satisfajera sus necesidades, pues ya le había visto en una foto de móvil que le hice al chiquillo en una ocasión anterior, y eso había logrado despertar su libido aletargada. De Chicho no había tenido ocasión de hablarle, pues había sido un "contratiempo" de última hora; pero yo confiaba secretamente en que el crío bajaría a comer con aquellos pantalones militares dos tallas más grandes, y con aquella camisetita de tirantes que daba buena cuenta de su escuálido cuerpecillo.

Esa visión, sin lugar a dudas, rompería con la racha de onanismo existencial en la que Arturo estaba sumido. "Rebeca y tú comeréis aquí, ¿verdad?", me preguntó, mientras yo miraba hacia el jardín trasero. "Sí, porque además quiero dejar a los chicos bien instalados en la casa, antes de volvernos para Madrid". En la distancia, pude contemplar a Soni y Marcos saliendo recién duchados de la caseta de la piscina, con sendas toallas enrolladas a la cintura. El cuarto del personal, situado a escasos metros de allí, era el lugar donde dormían. Había dos habitaciones insonorizadas: una la compartían Marcos y Soni, y la otra era de Iñaki y Ramón. Aitor era el único de los cinco que no dormía en la casa. Lo hacía en una de las otras siete mansiones que la Fundación Joven Porvenir tenía en aquella urbanización.

-Esos dos cabrones van cachondos todo el puto día... -dejé caer con un suspiro divertido, viendo cómo entraban ambos al cuarto del personal.

"¿Y no te recuerdan a nadie?", oí tras de mí. Aquella voz no era de Aitor, si no de Sara, que acababa de entrar en la cocina con unos pantaloncitos ceñidos que apenas le cubrían los muslos, y un top de lo más provocativo. Descalza y pizpireta, al parecer saciada durante un rato de su necesaria dosis de buen sexo, se acercó al chef y le dio un pico. "Cuánto tiempo sin verte, jefe...", tanto ella como yo le llamábamos así desde los tiempos en que nos conocimos. "Veo que sigues tan guapa como siempre, y que no has perdido tu costumbre de dar la bienvenida a los chicos nuevos...", sonrió Aitor.

"De momento le he dado un repaso al mayor", Sara se acercó a mí, que la agarré del culo esponjoso con el que siempre me hacía enloquecer, y le planté un morreo suave que me supo a lefa de gitano. "¿Qué tal te ha ido con Rai, cielo?", le pregunté con una sonrisa satisfecha. "Está claro que a ese chico nunca le habían echado un polvo como es debido. Pero se ha animado mucho gracias a tu intervención, la verdad...", dejó caer, pegándose aún más a mí.

-¿Y a los pequeños, les has visto por ahí?

-Pues no, al hermano aún no le he conocido -Sara levantó los hombros-. ¿Pero por qué hablas en plural? Creí que Rai sólo tenía un hermano.

-Eso digo yo... -advirtió también Aitor-. ¿Has dicho "pequeños", o sólo me lo ha parecido?

-Cuidado que no se te queme el sofrito, jefe -bromeé-. He dicho pequeños, sí. A la fiesta también se ha apuntado un amiguito de Tano en el último momento.

-¿Otro crío? -susurró Aitor casi para sí mismo.

-Es una larga historia, pero os la resumiré de un modo muy sencillo: un tipo de las chabolas me ha ofrecido voluntariamente a su niño a cambio de una buena compensación económica.

-Qué fuerte... ¿Y qué edad tiene ese otro chico?

"Quince añitos para dieciséis", me fijé en el movimiento sorprendido de sus cejas. A Aitor acababa de alegrarle el día, y eso que aún no quise decirle que aparentaba muchos menos y que era un chavalito muy predispuesto a pasarlo bien en la mansión (al menos, eso es lo que yo había deducido tras mi encuentro con él en la chabola). "¿Y el padre le ha dejado ir sin más?", Sara también parecía asombrada. Respondí de un modo tajante afirmando con la cabeza, y para darle más énfasis, añadí: "Y bien instruido que le tiene, al mocoso". En ese momento oímos ruidos que provenían del salón; era precisamente Chicho, preguntando a voces si había alguien por allí. "Ahí le tenemos", le susurré al jefe con una sonrisa.

El momento de las presentaciones se extendió cuando aparecieron también Marcos y Soni, procedentes de su habitación y listos para comer. Chicho había cumplido las expectativas puestas en él, y seguía llevando aquel vestuario que encendió a Aitor hasta límites insospechados. "Más te vale hacerte amigo del jefe", le dije al crío después en la terraza, mintiéndole de un modo piadoso, "porque él es quien decide quienes se quedan aquí, y quienes se vuelven para sus casas". El chavalín me miró, sin cortarse un pelo, sabiendo perfectamente lo que tenía que decir: "No te preocupe tú de ná por eso, J, que y'haré yo lo q'haga falta pa tenerle contento", como chico espabilado que era. Le acaricié la nuca y el pelo aún grasiento.

En ese momento apareció Sara con una sonrisa de oreja a oreja: "Oye, J, ¿de verdad vas a obligar a Rai a que se pase el día desnudo?", ronroneó mientras se me acercaba. "¿Q'el Rai está'n pelotas?", se entusiasmó Chicho, que enseguida entró en la casa, comido por la curiosidad. "Pues sí, nena, ese es su castigo", la atraje hacia mí cuando volvimos a estar a solas, y le planté un morreo húmedo que demandaba una nueva dosis de sexo salvaje para aquella gatita perpetuamente en celo.

-¿Su castigo, dices? Y el mío, cariño, y el mío -llevó una de mis manos al interior de sus pantaloncitos, comprobando enseguida que no llevaba bragas-. Mira cómo me ha puesto ese gitanillo sólo de verle aparecer desnudo.

-Joder, estás empapada... -sonreí-. No me digas que otra vez...

-Tío -me cortó-, me traes a una casa llena de machos y testosterona, a uno de ellos le haces ir en pelotas, ¿y pretendes que sea capaz de controlarme?

Se bajó y quitó el pantaloncito corto, dejando al descubierto su peludito coño humedecido. Me miró a los ojos, y yo sólo pude suspirar, y negar lentamente con la cabeza. "Pues alguien me va a tener que volver a follar, antes de que nos sentemos a comer", dijo, con absoluta naturalidad. Y antes de que pudiera hacer nada para remediarlo (no intenté frenarla, por supuesto), lo único que quedó de Sara en la terracita de la casa, fue aquella pequeña prenda de ropa tirada a mis pies.

Aquello era un domingo habitual en la mansión número dos del barrio de la Fundación Joven Porvenir. Un ordinario domingo cualquiera...

 

FINAL de El Grupo: Reclutando Nuevos Miembros.

Próximamente, nueva serie. El Grupo: Los Orígenes.

Mas de cachorro

Un Ser Invisible (3er Experimento)

Un ser invisible (2o Experimento).

Un ser invisible (1er experimento)

La leyenda del muchacho violinista

Cumpleaños 2.5: Desenlace Sin Armario.

Cumpleaños 2.3: ¿Saliendo del Armario?

Seguridad FeRRoviaria

Cumpleaños 2.4: Un Armario para Tres.

La noche del ciego (2/2)

Cumpleaños 2.2: Detrás del Armario.

La noche del ciego (1/2)

Cumpleaños 2.1: El Armario Móvil.

En un Internado

Oliver y Benji: ¡Menudos Campeones! (3)

Oliver y Benji: ¡Menudos Campeones! (2)

Oliver y Benji: ¡Menudos Campeones! (1)

El Jinete de Salamanca (y 2)

El Jinete de Salamanca

La Mili de mi Primo Cesc.

Rompiendo Tópicos: El Limpia Piscinas (4)

El Chico de la Moto

Rompiendo Tópicos : El Limpia Piscinas (y 5)

Rompiendo Tópicos: Religiosos (y 2)

Rompiendo Tópicos: Religiosos (1)

Rober y su Hermano Isaac

Bajos Fondos (3: Necesito tu ayuda)

Bajos Fondos (1: Busco a Eric)

Bajos Fondos (2: El Gordo Salazar)

¿Somos sólo amigos, Mateo? (y 4)

¿Somos sólo amigos, Mateo? (3)

¿Somos sólo amigos, Mateo?

¿Somos sólo amigos, Mateo? (2)

Rompiendo Tópicos: Pariente del amigo.

Rompiendo Tópicos: El Limpia Piscinas (3)

Rompiendo Tópicos: El Limpia Piscinas (2)

Rompiendo Tópicos: El Limpia Piscinas (1)

Jugando con Nando (5)

Súper Héroes (y 3: Poder Recuperado)

Cumpleaños (1: El Armario)

Rompiendo Tópicos: Soldados/Militares

Jugando con Nando (4)

Jugando con Nando (2)

Regalo de Graduación

El grupo: reclutando miembros (4)

Jugando con Nando (3)

Jugando con Nando

El grupo: reclutando miembros (3)

El grupo: reclutando miembros (1)

El grupo: reclutando miembros (2)

SuperHéroes (2: La Voz)

SuperHéroes (1: Inseguridades y Sexo)