miprimita.com

Mentiras obscenas (2)

en Autosatisfacción

Bajé corriendo a la calle tan deprisa como pude, salí del portal, di la vuelta a la esquina con precaución y pude observar como en ese instante arrancaba el coche de aquella guarra que tanto deseaba yo. No tuve tiempo de pensar en que se me había escapado de nuevo, y reaccioné de forma impulsiva.

– "Perdone señora" – llamé a la mujer con la que había estado hablando ella. Se dio la vuelta y pude ver que no era tan mayor, 37, quizá 38 años; un rostro acusado por la edad, pero que se mantenía joven esperaba que yo continuara.

– "¿Usted conoce a Noemí?" – pregunté intentando ver donde podía llegar la conversación mientras recuperaba el aliento.

– "¿Noemí? Creo que te equivocas…" – respondió la mujer con una mueca de extrañeza.

– "No, me refiero a la chica que se acaba de ir" – incidí nuevamente.

– "¿Noelia? La chica que se acaba de ir en coche…" – habló indecisa de nuevo.

– "Eso! Noelia, perdón es que yo para los nombres soy… Noemí, Noelia…" – continué disimulando, casi perdiendo mi habitual frialdad por la sorpresa. Sonreí nervioso.

– "Sí, yo soy…" – continuó la mujer con menos seriedad.

– "No me lo diga. Su madre, me ha hablado de usted, pero no me había dicho que tenía una madre tan joven y guapa" – eran las primeras armas de una batalla de empatía.

– "Exacto, Noelia, su madre, y no me hables de usted por favor, no soy tan mayor" – sonrió entrando en el juego, aunque parecía también inquieta – "Tampoco me había dicho ella que tenía un ¿amigo? tan guapo" – definitivamente esta conversación llevaba a algún sitio.

– "Sí, amigo" – puse mi mejor sonrisa – "Es que quería comentarle un tema de trabajo en el que ella tenía interés, pero como nos conocemos desde hace poco y no tengo su telef…" – continué dando un aspecto de normalidad a la situación.

– "Nada, no te preocupes" – me interrumpió – "Ella no tardará en ir a casa, yo había salido a hacer unas compras pero ya me vuelvo, y como me has caído bien" – pocas mujeres ignoraban mis encantos a la primera – "Si quieres acompañarme andando hasta casa y allí hablar con ella…" – continuó con naturalidad.

Perfecto, pensé. Ahora podría como mínimo saber donde vivía, así que acepté y andamos hasta su casa que no estaba lejos. Era una mujer simpática, también de cabellos negros, ojos marrones, piel cuidada seguramente a base de cremas de revista para zorras cuarentonas, y a pesar de la edad, vestía bastante sugerente y moderna. La mujer hablaba mucho y yo hacía como la escuchaba, mientras me evadía de la conversación, pensando en que quizá debajo de esa ropa moderna de madurez, se escondía una experiencia sexual salvaje.

Llegamos enseguida a su casa, estaba realmente cerca de mi piso, cosa que me encantó. Subimos a su casa, y cuando entramos se puso a llamar a Noelia, pero no contestaba – "Parece que no está, pero no creo que tarde, ponte cómodo" – me dijo. Me senté en un sofá que había en el salón y ella fue a la cocina. Gritó desde la cocina ofreciéndome tomar café y aunque le dije que no se molestara, me lo trajo igual. Me indicó que volvía enseguida y que me pusiera la tele si quería. Encendí el televisor y ella desapareció hacia alguna de las habitaciones.

Llevaba allí poco más diez minutos pensando que le diría a Noelia cuando llegara, y de repente la oí hablarme desde algún sitio de la casa – "¿Por qué no te quedas a comer? Mi hija llegará seguro para la hora de la comida que voy a preparar en un momento" – y apareció por la puerta del salón secándose el pelo mojado y con un albornoz que dejaba ver mejor sus encantos. Estaba bastante sexy para su edad, lo cual me provocó una extraña sensación de intriga y morbo.

En la televisión estaban dando un aburrido programa de cocina, pero no podía dejar de mirar esas cuidadas piernas lisas. Tiró la toalla del pelo sobre una silla y se sentó en el otro sofá sonriéndome y cruzando sus piernas. El escote que formaba el albornoz al quedarse entreabierto era demasiado erótico para la situación. Se levantó a por un poco de café para ella y cuando volvió, hablamos un rato de cosas sin importancia y el tiempo transcurría. Esta vez sus piernas permanecían entreabiertas y parecía que todas las situaciones las provocaba intencionadamente como una zorra de digna de película.

Quizá era mi obsesión mental con el sexo, pero tenía ganas de desnudarla y azotarla hasta que me pidiera ser penetrada. Me contuve, recordé que Sabrina quería comer conmigo y se hacía tarde, así que me levante intentando despedirme de la manera más formal posible. Su mano se deslizó por mi brazo – "No te marches tan pronto, por favor" – me dijo sin soltarme la mano. La miré extrañado y sorprendido, y sus ojos brillaron nerviosos, parecía que no sabía que decir o hacer, pero no me soltaba.

– "No va a venir ¿verdad?" – le pregunté vaticinando ya lo que ocurría. Ella negó con la cabeza y bajó la mirada como una perra mentirosa.

– "Pero es tu hija ¿no?" – seguí preguntando esperando sorprenderme más.

– "No… yo soy Ángela… su tía" – dijo casi con timidez – "Por Dios! Que vergüenza no se porque he hecho esto… bueno sí lo sé" – continuó mientras se acercaba y rozaba su mejilla en mi hombro. Miré al techo y respiré indeciso.

– "Tengo que irme" – me solté de ella y me dirigí a la puerta.

– "Lo siento, hace tiempo que no he estado con ningún hombre y he sido una torpe creí que… es igual… estaba demasiado dispuesta a todo" – se avergonzó de nuevo.

– "¿A todo?" – me volví a mirarla con los ojos entornados y lleno de ideas sucias.

– "A todo" – repitió en voz baja, en un último intento de desenmascarar a la zorra que había estado jugando, mientras desataba su albornoz dejándome ver, entre las sombras de la habitación, uno de sus pechos y parte de su sexo.

Pensé en la situación. Su cuerpo decía que ya no era una jovencita, pero su piel, tersa y aparentemente suave, gritaba que aún le quedaban muchos trotes. Desde luego no era una jovencita, aunque se avergonzara como tal de su deseo, sabía muy bien como tentar al sexo opuesto y, por supuesto, ese juego me gustaba.

– "¿En que piensas?" – interrumpió ella mis vacilaciones mentales.

– "En que puedo a hacer contigo" – dije casi sin pensar y observándola de arriba a abajo de nuevo.

– "Ya te lo he dicho, puedes hacer lo que quieras, voy a ser como una perrita" – esas palabras turbaron mi mente aún más si cabe. Las ideas obscenas llegaban por docenas a mi mente cada vez más deseosa de juegos.

– "Te estás comportando como una verdadera perra en celo ¿no lo ves?" – intenté poner a prueba su límite de conciencia.

– "¿No te gusta?" – siguió ella ahora más decidida y sin dejar de mirarme.

Me estaba calentando, pero más mentalmente que físicamente, aún no había acción, pero el juego tenía que tenerla y me apetecía algo diferente. Una perrita… ¿hasta donde llegaría una perrita? Si tanto le gusta, el día de hoy será solo el principio de una larga prueba.

– "¿Y que hacías todo este tiempo sin un hombre que te saciara?" – me acerqué poco a poco hasta ella hasta quedar a escasos centímetros sin tocarnos.

– "Follarme yo sola" – mientras dijo esto, mi lengua rozó sus labios y ella intentó tocarme pero no la dejé. Enseguida entendió que debía tener las manos quietas y yo apoyé mis brazos a los lados del marco de la puerta a la altura de su cabeza.

– "¿Cuéntame cómo te lo haces?" – le pregunté mientras nuestras lenguas se rozaban ligeramente con lujuria. Yo evitaba que nos engancháramos en un beso.

– "Me pongo una película porno…" – los roces de lengua continuaban – "uso mi consolador favorito…" – su mano intentó dirigirse a mi excitada entrepierna, pero la detuve de nuevo.

– "Quiero verte, quiero ver como lo haces" – le dije entrando de nuevo al salón y sentándome en un extremo del sofá.

Le hice un gesto para que se recostara en el espacio que quedaba, pero ella se fue hacia el interior de la casa con un gesto de "espérame". Inmediatamente volvió con un consolador rugoso y de color rosa y blanco, con la forma de un pene de tamaño bastante aceptable, quizá más grande que el mío real.

Sin quitarse su albornoz, se recostó en el espacio de sofá que quedaba. Una de sus piernas se quedó apoyada en la parte de la cabeza, y la otra pierna la reposó sobre mi regazo. Completamente hacia mi, la vista de su sexo era esplendida, y sus pechos formaban una escena curva digna de una película caliente. Su vagina tenía mucho vello, pero muy corto y se percibía su excitación. Mi pene también había empezado a crecer dentro de mis pantalones.

Me indicó que le pasara el mando a distancia y con solo pulsar un botón, en la pantalla de la televisión apareció un tipo negro, grande y musculoso penetrando a una joven rubia de cabellos tintados, pechos grandes y vagina rasurada. La muy zorra tenía ya la cinta de vídeo puesta, quizá de esa mañana, quizá de la noche anterior…

– "Tócate, enséñame como te pones caliente cuando estás asolas" – le dije con voz susurrante acariciando su pie y parte de su pierna que permanecía en mi regazo.

Ángela miró la tele instantes muy breves y luego, mirándome a mí, sacó su lengua de forma lasciva, abrió sus labios y fue humedeciendo poco a poco aquel pene de plástico duro que movía entrando y saliendo de su boca; y en ocasiones de forma muy profunda. Yo abrí mi bragueta y mi pene salió ya bastante tenso. Me acaricié mientras veía como ella disfrutaba del juguete con aquella suculenta boca teñida de un rojo oscuro.

– "¿No te gustaría que te chupara la polla?" – susurró alternando su mirada entre mis ojos y el miembro erecto que asomaba por mi bragueta entre mis manos. Su mirada acompañada de la pregunta eran realmente una tentación.

– "Sigue tú sola" – le indique finalmente hablando casi de forma inaudible.

Seguí acariciándome y ella empezó a rozar la punta del falo de plástico duro, húmedo de su saliva, por sus pechos en círculos, su vientre, su ombligo y bajando hasta su pubis. Volvió a fijarse en la tele, había cambiado de postura y las penetraciones del negro eran más intensas ahora. El consolador ahora jugaba de forma vertical en la entrada de su sexo, mientras otra mano acariciaba sus propios pechos. Pude contemplar la dureza de sus pezones y la dilatación de sus labios entre la humedad de su vello vaginal.

Aquello entró hacia adentro lento, con el movimiento que ella se marcaba con las manos, con suavidad, empapándose de su sexo. Ángela gimió ahogadamente desvelando que empezaba a disfrutar de verdad. Acaricié su muslo y ella cerró los ojos. Aceleré mi propio ritmo de masturbación en el momento en que ella movía su cadera en el sofá como si la empujara un verdadero sexo masculino sobre ella. Estaba realmente mojada; se dejó el aparato dentro de su vagina, que resbalaba poco a poco hacia fuera, mientras ella jugaba con sus dedos apretando su clítoris y uno de sus pezones. Creí que me corría con aquella escena y dejé de tocarme.

Como si aquella guarra me leyera el pensamiento, se dio la vuelta y se acuclilló en el sofá mostrándome aquella excitada vagina desde su máximo esplendor trasero. También tenía un culo más que apetecible. La ayudé recogiendo el consolador y jugué con la punta en la entrada de su sexo. Ella me cogió la mano y se hundió rápidamente aquello hacia adentro con enorme facilidad. Siguió ella sola penetrándose y yo me levanté contemplándola mejor desde atrás.

– "Me gusta desde atrás" – dijo asomando la cabeza por uno de los lados.

Sus tetas colgaban deseosas de ser tocadas y ella no paraba de moverse. Creía que yo no tendría problema, pero aquella perra me estaba haciendo sudar controlando mis propios impulsos. Si conseguía esto la tendría para mi y la próxima vez sería un volcán. Volvió a gemir ahogadamente y decidí acariciar sus caderas y sus nalgas mientras yo volvía a recorrer mi erección con mi mano. Estaba empezando a excitarme pensando en una mujer adulta masturbándose delante de mí y dejándose llevar por mis instintos más superficiales.

Ángela se movió incontrolada como deseando que yo la tocara más, me miró y miró mi rabo erecto que apuntaba hacia ella, sus ojos ahora parecían los de una loba en celo. Apretó los dientes y agachó la cabeza, dejó escapar cortos suspiros de aire de su boca y no dejaba de moverse. Yo estaba excitadísimo de ver como aquella puta se excitaba sola porque yo la había conducido a ello. Volvió a acostarse boca arriba, parecía más calmada, quizá había tenido ya un orgasmo.

Me acerqué con mi pene erecto y amenazante, estaba más duro de lo que podía haberlo estado las últimas veces que había follado con alguna. Acaricié uno de sus pechos rodeando su pezón. Ella aprovechó la cercanía para palpar mi miembro y atraparlo con sus manos. Yo estaba en un momento de excitación incontrolada como para negarme. Ella me masturbó lentamente durante un momento y sentí que me iba a correr pronto. Aparté sus manos y con movimientos rápidos de las mías acerqué mi pene a ella, que me correspondió abriendo la boca a la altura de este y mostrando su lengua inquieta.

Aceleré el ritmo y apunté bien. Las manos de Ángela agarraron mis muslos y sus labios cubrieron mi pene antes de que yo lo soltara. Se quedó quieta y pude sentir como mis chorros se disparaban hacia el interior buscando llenar aquella suculenta boca; y lo consiguieron. Antes de que terminara mi orgasmo, Ángela había abierto la boca por la que chorreaba mi semen y escupió ligeramente. Levantó la cabeza, me miró y yo sonreí provocando que ella también lo hiciera.

– "Otro día más" – dije en voz baja creando ambiente de nuevo

– "Otro día me gustaría ser tuya" – contestó ella aún sugerente y algo acalorada

– "¿Mía? ¿Serás mi perrita?" – intenté provocarla; me gustaban sus reacciones

– "Seré lo que quieras" – insistió pícara de nuevo

– "Seguro…" – contesté llenándome de nuevas experiencias en ideas

Hablamos durante unos minutos más con palabras sin sentido y poco a poco ella volvía a la normalidad. Me dio su número de teléfono y me hizo prometer que la llamaría pronto, pero no lo prometí. Conseguí además, que me diera el número de teléfono y la dirección de Noelia, su sobrina, mi objetivo inicial.

– "¿La buscas para sexo también? Yo puedo darte más, y de momento no te he pedido nada más, olvídate de ella, es una cría que busca amores de su edad" – me recomendó con palabras celosas

– "Ahora mismo me atrae tu sobrina quizá, pero seguro que tú me darás más, te veo muy dispuesta y me gusta" – la incité de nuevo a reaccionar

– "Lo estoy" – respondió casi sin pensar

– "Ya lo veremos" – la provoqué de nuevo marchándome hacia la puerta. Ella no se movió del sofá, aún no se había tapado y su cuerpo desnudo me despidió de su casa con una mirada de deseo.

Salí de allí. Era tarde y aún no había comido, recordé que Sabrina me había enviado un mensaje al móvil para salir a comer juntos, así que la llamé. Su teléfono daba señal pero nadie contestaba, que extraño en ella. Como hacía buen día cogí mi moto y decidí pasarme por su casa, pero al dar la vuelta a la esquina vi a lo lejos el coche de Marcos delante de casa de Sabrina. Me detuve a una distancia prudente para poder observar. Ella estaba de pie fuera hablando con él. Me temía lo peor, lo que había estado sospechando, así que la llamé pero de nuevo no cogió el teléfono. Subió al coche de Marcos, arrancó y decidí seguirles.