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Mentiras obscenas (6)

en Dominación

Todos se fueron y todo se había calmado en pocos minutos, pero yo seguía apoyado en la mesa con un pañuelo de papel. Silvia volvió a entrar, me cogió el pañuelo y se puso a curarme ella. Era tan maternal conmigo que a veces no me daba cuenta. Solo vi que estábamos solos y ella estaba muy cerca de mi. Puse mi cara más triste y me abracé a ella.

– "Esto me pasa por ser como siempre me reprochas ¿verdad?" – era una manera de darle la razón y la confianza.

No respondió. Mi mejilla rozó la suya y mi mano recorrió su espalda lenta y suavemente hacia abajo. Oí un leve suspiro suyo en mi oreja y pude sentir su calor. De repente mis ojos se guiaron solos hacia la rejilla de la puerta y se cruzaron con los de Mónica que nos miraba a través de las líneas visibles.

Mi morbo pudo más que la curiosidad de la chica nueva y abracé más fuerte a Silvia que se dejó. Mi mano siguió bajando hasta donde empezaba la curva del culo marcado por la falda de la empresa y entonces ella se sintió incomoda. Intentó apartarse de mí pero seguí abrazandola fuerte. No pudo y volvió a hacer un esfuerzo aún más grande; Mónica ya no estaba en al rejilla de la puerta y solté a Silvia.

– "¿Pero que te pasa? Solo intentaba ser amable contigo… a mi sabes que no me vas a tener como a las demás" – casi creí que tenía razón y solo la miré.

– "Por ahora…" – creo que el día había sido demasiado agresivo para responder algo suave.

Silvia salió haciendo un gesto burlesco que yo ya conocía bien como de "no demasiado enfado", no había metido tanto la pata, sabía que en el fondo más lujurioso de su ser le halagaba lo ocurrido. La tarde terminó tranquila gracias a Dios hasta que al salir de la oficina recibí un mensaje en el movil: "A una mujer no se la deja a medias cuando está más caliente". Mierda! Noelia… la llamé dos veces y no descolgó, le envié un mensaje y tampoco respondió. Con ella si había metido la pata, aunque no por mi culpa exactamente.

Al día siguiente no fui a trabajar por la mañana, me levanté temprano igualmente, hice mis ejercicios matinales, me di mi ducha fría, mis cremitas y tomé el desayuno ligero habitual. No me iban a echar en falta en la oficina y quería solucionar algún asuntillo pendiente. Antes de pensar siquiera en salir, sonó el movil. Era mi padre. que no me había visto por la oficina, me buscaba porque quería que cenaramos juntos en su casa que ya hacía tiempo desde la última vez y como había estado fuera, tenía que contarme algo importante. Le dije que esa noche no podía y en las siguientes no lo sabía, así que quedamos para el fin de semana. Como ya no iba a salir con Sabrina, me vendría bien ocupar la noche.

Salí del apartamento y fui andando tranquilamente hasta la zona donde vivía Ángela, aún era pronto, así que tomé un café en un bar de la misma calle. Ya empezaba a pensar en llamarla porque no salía de casa a hacer la compra ni nada por el estilo, pero al fin la vi salir. Llevaba una falda ajustada y una blusa bastante formal. Una satisfacción enorme de posesión me recorrió todo el cuerpo cuando vi que llevaba el collar de perra puesto, tal como prometió. Aún me costaba creer que aquella madurita estuviera tan dispuesta a ser una perra con tal de no perderme.

La seguí de lejos mientras no dejaba de imaginar cientos de perversiones que podría aprovechar con una sumisa como ella. Entró en un supermercado cercano y yo me quedé observando desde afuera a través de los grandes cristales. Antes de que desapareciera por los pasillos decidí llamarla. Vi como se detuvo y buscó su movil en el bolso…

– "Hola" – dijo sonriente como una niña con su primer novio.

– "Hola, veo que me has obedecido" – fui al grano.

– "Te lo prometí" – contestó ella.

– "Muy bien, vas muy bien mi perrita" – le di confianza y sonrió levemente.

– "Quiero que hagas un par de cosas más" – continué.

– "Pídele a tu perrita" – era como una niña tonta de casi cuarenta.

– "Así me gusta" – realmente empezaba a adorar que me obedeciera.

– "Vas muy formal y mi perrita tiene que ser más sexy para todo el mundo" – continué de nuevo – "Quiero que te desabroches dos botones de la blusa o más, hasta que se te vea bien todo el escote"

– "Vale…" – respondió enseguida.

– "Y quiero que compres plátanos verdes ¿te gustan los plátanos duros?" – la incité un poco más para que no perdiera su papel de zorra.

– "Claro que me gustan, aún deseo mucho uno en especial" – respondió en su papel.

Colgué sin decir nada más, me gustaba dejarla con lo dicho como si no mereciera un adios hasta que cumpliera. Vi como guardaba el teléfono, miraba a la gente y se desabrochó un poco la blusa. No pude ver cuantos botones porque estaba de espaldas y enseguida se perdió por el interior de los pasillos. Me fui al otro lado de la calle a esperar que saliera con la compra.

No tardó mucho, salió con dos bolsas de la compra poco cargadas e inmediatamente se percató de que yo estaba al otro lado de la calle. Se acercó hasta mi e intentó darme un beso en la mejilla pero me aparté levemente.

– "¿Qué ocurre?" – preguntó ella con cara entre triste y sorprendida.

– "Aún no te lo has ganado" – respondí.

– "¿Por qué? He hecho todo lo que me has dicho" – fue una respuesta triste.

Abrió una de las bolsas enseñándome que había comprado platanos bastante verdes. Me quedé mirándola y efectivamente había desabrochado dos botones de su blusa, podía verse ligeramente un sujetador blanco.

– "Veo que llevas sujetador" – observé.

– "Sí, ¿no te gusta?" – respondió con cierto temor que me gustaba.

– "¿Llevas también bragas?" – pregunté.

– "Sí…" – sus ojos ahora reflejaban más temor.

– "Bien, aunque eres mi perra no podías saberlo" – hablé serio – "Si no lo pido yo, no quiero que mi perra lleve ropa interior" – dije contundente.

– "De acuerdo, vamos a casa y me quito todo lo que quieras" – acarició mi brazo intentando atenuar mi seriedad mientras la miraba.

– "Quiero que t elo quites ahora… aquí" – dije finalmente.

– "¿Qué?" – preguntó sobresaltandose y no respondí porque lo había entendido.

– "Pero aquí hay gente, me van a ver" – estaba un poco asustada y miraba a su alrededor de reojo la gente que pasaba esperando que yo me echara atrás con la decisión.

– "Mira, no hay tanta gente" – acaricié su pelo para calmarla, la verdad es que sí que había bastante gente – "Sé que puedes hacerlo, con cuidado, sé discreta, nadie se va a dar cuenta" – la miré fijamente.

Ángela tragó saliba mientras nos mirábamos, sabía que iba a tener que hacerlo y dejó las bolsas de la compra en el suelo. Cogió su bolso y sacó unas pequeñas tijeras. Aunque no lo mostré, me quedé sorprendido e iba a decirle que no las usara, pero como hubiera sido realmente complicado quitarselo todo con la ropa que llevaba, dejé que por esta vez se saliera con la suya. Cortó los tirantes del sujetador y lo sacó fácilmente; me lo entegó y lo guardé en un bolsillo.

La gente pasaba y nadie se daba cuenta excepto un señor viejo que estaba sentado en un banco de la acera de enfrene observando la gente, que parecía haberse dado cuenta de que pasaba algo. Ángela respiró hondo, me miró con ojos temblorosos y cortó los extremos de las bragas desde la cintura. Dismiuló muy bien y las sacó por su trasero entregandomelas. Cogí las dos cosas y las tiré a una papelera que teníamos allí al lado. Ella me miró de nuevo como habiendo pasado un mal trago.

– "Ves como no ha pasado nada, nadie se ha dado cuenta" – acaricié su pelo nuevamente

– "Mi perrita es muy ingeniosa, me gusta, me gusta" – le di confianza y me abrazó sin decir nada. Dejé que lo hiciera.

– "Quiero ser tu perrita siempre… esta mañana cuando me desperté, me masturbé pensando en nosotros, en esta noche" – su abrazo era más intenso.

– "¿Qué hiciste que?" – la cogí de una de las anillas del collar y la aparté de mi tirando de su cuello – "Veo que aún no sabes como funciona esto…" – me puse serio de nuevo.

– "¿Qué ocurre?" – preguntó con temor a decepcionarme de nuevo.

– "Nunca debes obtener placer sexual, sin mi permiso, cuando yo no esté" – la miré como decepcionado y puso cara de perra triste que lo hace todo mal. Realmente estaba aprendiendo a ser obediente.

– "Aún hay una cosa que quiero que hagas y si la haces bien, te perdonaré que te hayas masturbado sin mi" – mis palabras empezaban a ser escuchadas por Ángela con minuciosa atención.

– "¿Qué tengo que hacer?" – su cara se iluminó expectante.

– "Quiero que luego llames a Noelia…" – empecé a decir.

– "Pero si hace mucho que…" – me interrumpió.

– "Escúchame cuando hablo!" – la interrumpí yo de forma severa.

– "Quiero que luego llames a Noelia, inventante el pretexto que quieras pero tienes que hacer que yo salga en la conversación, descríbeme, cuentale lo que quieras, pero tiene que hacer que crea que no nos conocemos, que solo has hablado conmigo una vez pero que te parezco un tipo estupendo o lo que quieras decir… y le cuentas las ganas que tienes de follar, que te masturbaste pensando en mi y que te gustaría muchoencontrarme otro día" – expliqué con detenimiento.

– "Pero hace mucho que no hablamos y menos de esas cosas" – se sentía confundida.

– "Inventate lo que quieras, eres una perra muy ingeniosa, pero si quieres que pase la noche contigo, ya sabes que tiene que salir bien" – la advertí.

Después de eso, la dejé allí y me fui. Confiaba en que no metiera la pata o en que sirviera de algo. Comí solo en un restaurante cerca de la oficina, ya que iba a ir allí un rato. Sonó mi teléfono de nuevo. Era Lorena, ¿qué querría?...

– "Eres un cerdo hijo de puta" – dijo cuando descolgué.

– "Hola simpática" – respondí un poco fuera de emociones.

– "¿Qué le has dicho a Marcos sobre nosotros? Tienes que decirle que era mentira, que lo dijiste porque estabas rabioso. Yo no corté con él y lo nuestro fue un error" – se estaba poniendo hitérica.

– "¿Un error? No me hagas reir! Tú lo deseabas tanto como yo y cuando quieras repetimos" – me reí y colgué.

Cuando llegué a la oficina no estaba Silvia, Mónica me dijo que había tenido que salir por unos asuntos. Su pelo rojizo estaba especialmente luminoso, sus ojos claros ahora los vi más bonitos con detenimiento y su cara pecosa me sonreia como hipnotizada, parecía que quería hacerme la pelota. La hice pasar a mi despacho.

– "Siéntate, por favor" – se sentó con la delicadeza que ninguna de mis novias había tenido nunca a pesar de ser de familias finas.

– "¿Llamadas? ¿Faxes? ¿o alguna anotación que deba conocer para hoy?" – pregunté como jefe.

– "No, no ha habido nada importante para usted" – dijo con educación.

– "Puedes tutearme y llamarme Jorge si lo prefieres" – yo también lo prefería.

– "Bueno, has llegado en un momento bastante tranquilo de nuestro departamento, pero en próximos días es posible que se amontonen los papeles. ¿Tienes algún inconveniente en quedarte hasta más tarde si es necesario?" – expliqué.

– "No, ningún problema" – perfecto, pensé.

– "De acuerdo, una última cosa" – me miró expectante

– "¿Por qué nos mirabas ayer a través de la rejilla?" – pregunté de repente.

– "Lo siento, yo no…" – se acaloró y se sonrojó intentando disculparse.

– "Tranquila, no pasa nada, vuelve a tu sitio" – salió nerviosa.

Me puse a revisar unos papeles para distraerme y al rato me llegó un mensaje al teléfono movil que decía: "Siento no haber contestado antes. Me gusta ser mala. ¿No te apetece continuar otro día lo que dejamos a medias? Besos donde quieras". Era Noelia, bien! Supongo que había funcionado el plan con Ángela. Era toda una perra que se había ganado mi polla.

Poco antes de las ocho, pasé por un chino y fui a casa de Ángela para así sorprenderla y lo conseguí. Cuando me abrió la puerta efectivamente se sorprendió. Tenía el pelo mojado y llevaba un albornoz. Allí en la puerta le di un beso muy pequeño en los labios para que confundirla mientras le abría el albornoz y acariciaba lentamente su vagina aún húmeda de la ducha.

– "Me estaba duchando y me la he depilado para ti" – dijo sensual y sonriente.

– "Te dije que no te quitaras nunca el collar ¿Por qué no lo llevas?" – pregunté pellizcando sus labios vaginales. Soltó un pequeño quejido.

– "Lo siento" – agachó la cabeza – "¿puedo ir a vestirme?" – preguntó indecisa.

– "Muy bien, ya pides permiso, vas aprendiendo a ser una buena perrita… pero no, no te vistas, solo ponte el collar y vuelve a la mesa que he traido comida china" – ordené.

Entré, y preparé la comida sobre la mesa mientras ella volvía rápidamente con el collar y me ayudaba. Sacó vino que tenía en la nevera. – "Excelente" – la acaricié como la perrita que era. Nos sentamos a cenar uno enfrente del otro en una pequeña mesa cuadrada mirándonos y sin atender demasiado a la televisión. – "Quiero verte los pechos mientras ceno" – y al instante se abrió más el albornoz dejando ver unos senos bastante grandes y naturales. Sus pezones estaban más duros que cuando había salido de la ducha a abrirme la puerta. Seguí comiendo con aquella vista y hablamos muy poco pero me contó que había obedecido llamando a Noelia. Al final habíamos bebido bastante vino los dos.

– "Discúlpame, voy al baño" – dijo levantandose nada más terminar.

– "No, no, no… no lo has pedido, muy mal… ¿Qué ibas a hacer?" – insistí en su obediencia.

– "Iba a hacer pis" – su voz sonó preocupada.

– "Hazlo aquí" – ordené severo pero amable.

– "¿Aquí? Mira, creo que eso yo no…" – empezó a decir.

– "¿No querrás ganarte un azote como perra que eres?" – la interrumpí.

Se quedó en silencio mirándome como si no creyera lo que le había dicho. Me levanté y se apartó de mi con miedo, pero yo solo fui a su espalda y le quité el albornoz dejándola completamente desnuda. – "¿No querrás ensuciarlo? ¿Verdad?" – continué como si no hubiera oido un no. Ella dijo que no con la cabeza y mis manos se posaron sobre sus hombros invitandola a agacharse en medio del salón.

Sus rodillas temblaron un instante y su respiración era un poco forzosa, pero siguió agachada y yo a su espalda. Asomé mi cabeza esperando, ella me miró y luego cerró los ojos. Pasaron pocos segundos hasta que el primer intento de orín cayó sobre el suelo; luego le siguió un chorrito más abundante. Un instante después sus pies estaban mojándose por el círculo de orín que tenía debajo. Al terminar intentó levantarse, pero se lo impedí dejando que se apartara un poco y arrodillandola.

– "Mira como has puesto al amo, por hacerle caso" – hablé en tercera persona.

Se me había puesto dura solo de ver como se sometía a cualqueir cosa. Me arrodillé detrás de ella abriendole más las piernas y restregando mi pantalon en su trasero para que sintiera mi erección. Seguimos así durante unos minutos y ella me calentaba con movimientos hacia atrás también. Finalmente me desabroché el pantalón y me arrodillé delante, entre ella y el charco. Inmediatamente comprendió que si quería chuparmela, y era lo que yo quería, tendría que mojarse, pero lo hizo.

Se mojó desde las rodillas hasta los pies con su propio orín y no pudo evitar mojarse las manos también. Su boca se apoderó de mi pene, chupándolo poco a poco y cuando intentó usar sus manos la advertí de que no lo hiciera, ya que estaban sucias. Siguió chupando condificultad, se cansaba. Decidí ayudarla, así que la cogí del collar y del pelo y acompañé los movimientos de succión. Su boca me sabía a gloria en aquella situación.

– "Eres una buena perra chupapollas" – dije exictado.

– "Sí" – respondió ella con la respiración ahogada.

– "Quieres que te folle ¿verdad?" – pregunté con ganas de penetrarla.

– "Sí" – dijo entre timida y temerosa por la respuesta.

Volví detrás suya, la estiré un poco fuera del charco y sin esperar la penetré en la vagina casi sin presión. La muy zorra estaba más mojada y excitada que nunca. Soltó un gemido leve. Su coño era un pastelito increible. Después de unas pocas penetraciones, con una mano agarré una de sus tetas colgantes y con la otra agaché su cabeza hasta casi besar el orín.

No dejé de follarla en esa posición hasta que su pelo se mojó y sus labios rozaron en ocasiones aquel líquido de un amarillo casi agua. Mi excitación era tal, que no tardé en sentir el orgasmo. Saqué mi polla de su coño húmedo y me corrí dejando caer mi flujo sobre el orín que había debajo de ella. Me abroché de nuevo y me levanté. Ella no se movió y seguía con la cabeza gacha, el pelo mojado por el orín le molestaba.

– "¿No te gusta el semen de tu amo?" – le pregunté para ver hasta donde llegaba.

No tenía intención de hacerla beber ni lamer su orina, solamente quería que se sintiera humillada, pero ella sorprendentemente pasó la punta de su lengua ligeramente por encima del flujo blanquecino que se mezclaba en el charco. Me sentí satisfecho y le di un beso en la mejilla.

– "Si mi perrita se porta bien, tendrá más" – la invité a que se duchara sin quitarse el collar y cuando entró en la ducha, me fui a dormir más que contento. Tenía una perra madurita muy obediente, y ese instinto no era algo fácil de encontrar en otras chicas más jovenes e incluso más guarras.