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Choque y ¿fuga?

en Hetero: General

- Ella es la amiga que te conté el otro día, se llama Keyla.

Apenas la acabo de conocer y siento que ya la deseo... ¿Y por qué no desearla? Alta, de buen cuerpo, una carita que aparenta una inocencia que hace tiempo perdió y que se queda solo en apariencia, y una mirada penetrante, como si con ella dictara “Tú serás mío esta noche”.

Y por eso mismo, y por cómo me mira... ¿Tal vez ella también me esté viendo con el mismo deseo enfermizo que le tengo?

Desde que una amiga me la presenta, ya no nos separamos. Toda la noche nos la pasamos entre trago y trago, entre baile y baile, la noche es nuestra... Nada mal para tener un par de horas de conocidos, como si lo fuéramos de toda la vida, pero solo sé que apenas tiene 18 años, estudia y trabaja para solventarse algunos gastos personales. No me dice en qué, pero tampoco le presto importancia.

El alcohol hace efectos o tal vez es lo que creo yo, en la pista de baile, se me pega al cuerpo, es mi noche, pienso yo... La traigo caliente, su culo es mío, ya está hecha. Siento sus nalgas sobarse en mi ya endurecido paquete. La tela de su faldita impide que la escena que se alista en mi cabeza se haga realidad.

No sé si es la calentura, el alcohol, el ritmo de la noche o una mezcla de todo, pero me decido y extiendo los brazos para agarrar sus pechos. Ella me responde girando la cabeza y ambos nos besamos como si fuéramos pareja desde hace tiempo... Aunque no hayan pasado ni dos horas desde que nos presentaron.

- Vamos a un lugar más cómodo – me dice, adivinando lo que se viene... Miro en los rincones, pero ni es cómodo y además hay mucho mirón suelto... En las cabinas de los baños podría ser, pero eso está muy trillado, ella me lo hace saber con un gesto en su cara.

Sexo en la calle, se me ocurre. En mi mente se construye un callejón al lado del local, nadie pasa, nadie mira, nadie se entera. Salimos, pero la realidad destruye lo que tenía en la mente. No hay callejón, los postes lo alumbran todo y, unas cuadras más allá, unos borrachos se carcajean de no sé qué, pero sus risotadas hacen eco y lo que es silencio, no hay, ni lo habrá.

- Te llevo a tu casa – le digo, tal vez una mamada a escondidas en la puerta de su casa sea todo lo que consiga esta noche.

Caminamos despacio hacia un paradero del bus. No nos decimos ya nada y temo que la noche se me vaya a enfriar. Estoy jodido.

Llegamos al paradero y nos sentamos a esperar el primer bus que pase por su casa a tan altas horas de la noche. Y pasan los minutos y lo único que parece que fuera a pasar por la avenida es una puta bola de paja.

- No te preocupes, ya nos volveremos a ver otro día, yo te busco...

Apenas terminó de decírmelo, se recostó sobre mí, pero pensé que para dormirse... Antes de que me pudiera dar cuenta, su cabeza quedó entre mis piernas... ¿Será posible? Sentí cómo sus delicadas manos me bajaban el cierre del pantalón, vi su mirada hurgar en donde me lo imaginaba.

Subí la mirada al cielo oscuro, allá abajo, sus manos me empezaban a sobar mi pene lentamente, hasta que lo sentí duro. Bajé la mirada, vi cómo se lo metió en la boca una y otra vez. La imagen de sus labios rozándomela era impagable, más aún cuando abría los ojos como platos y me miraba a los ojos desde allí abajo, luego remataba con alguna lamida en la cabeza, como si fuera un helado.

A esas alturas no me importaba si alguien no veía... Tal vez algún loco al que luego, por loco, nadie le creería. Pero se nos pasaba lo del bus. Felizmente oí la bocina a la distancia y pudimos parar a tiempo, aún medio arreglados, pero sin que se note lo que nos habíamos estado haciendo.

Apenas dos o tres personas en los primeros asientos, cada quien en lo suyo, incluso alguno por allí ya está durmiendo. Nos vamos al fondo a seguir lo que dejamos, nadie nos verá ni oirá, supongo, o tal vez nadie se interese en girar la cabeza a mirar.

El vehículo avanza y allá atrás, nos besamos con pasión y ella no pierde tiempo, ya me está desabrochando los pantalones, buscando su tesoro que se le quedó a medias allí afuera. Y regresa la experta mamadora, con esa mirada que me echa desde abajo me enciende por completo.

No me quiero quedar atrás, ni me doy cuenta y ya le estoy quitando la casaca, dejo expuestos sus hombros y buena parte de su pecho... Lo quiero todo, y le desanudo las tiras de la blusa y tengo lo que quiero a la vista. ¿Pero para qué mirar, si también puedo tocar?

Sin avisarle, la tumbo en el asiento largo del fondo y con mi lengua voy chupándole los pechos, rodeo sus pezones y de rato en rato le pego un mordisco suave allí que le arranca un gemido tenue, que casi nadie lo escucha, creo yo.

Mis manos ya están ocupadas en subirle la faldita y dejarla lista para mi ataque. No puedo ver bien por dónde voy, sus manos me tienen preso entre sus pechos. Sin embargo, logro abrirla y mis dedos juegan con sus carnes, aún no le doy lo que está buscando, pero lo disfruta como si ya lo tuviera.

Con esos chillidos débiles, me sube la temperatura y ya de la creciente calentura, no le tengo más contemplaciones y la apoyo contra la ventana, está su coño listo para el ataque y no me vengo con delicadezas, le entro no sin dificultad.

Ella empieza a gemir cada vez más fuerte con cada embestida que le aplico. No sé si los cuatro o cinco que éramos en el bus lo habrán escuchado ni me importa, sus solos grititos me calientan más y pierdo la noción del tiempo, ya no sé cuánto tiempo llevamos en ello ni sabía si cada movimiento mío era para sacársela o metérsela.

No tardamos mucho en llegar al orgasmo, y para evitarnos problemas, antes de correrme se la saqué y ya cuando tenía mi pene seguro fuera de ella, me salieron varios chorros de leche, que salpicaron en el asiento y el piso del vehículo.

Nos volvimos a vestir rápido, felizmente nadie había notado nuestro pequeño espectáculo allí al fondo, el tío que estaba dormido seguía durmiendo y los otros seguían en su mundo. Le ayudé a acomodarse sus ropas como estaban en antes y la recosté contra mi cuerpo para que descanse un rato, que yo le avisaría cuando estemos cerca de su casa.

De pronto siento su aliento subir por un lado de mi cabeza, tal vez aún tenga ganas... Sus labios juguetean en mi oreja, como queriéndome decir algo, tal vez que está loca por mí y que me quiere para toda la noche...

- Son 50 dólares.

Chica bonita, estudiante joven, “buena (Demasiado buena) apariencia”... Ahora me doy cuenta de qué trabaja. Y me doy cuenta de que no me alcanza... ¿Le pido una rebajita?