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Cuentos inmorales

en Amor filial

La lámpara del buró iluminaba un poco el oscuro ambiente, eran las tres de la mañana, no se podía escuchar el oleaje del mar.

mírala pobrecilla, ¡cómo la has dejado!, está temblando, nunca se imagino esta noche.

Estoy bien mamá

Ha sido demasiado emoción para tus primeras veces, y aparte compartirlo con tus padresa

¿Cintia mi amor te sientes todavía inquieta?

Tal vez por pena, solo su manita buscaba acariciarse su conchita, sin decir nada mas, teníamos un rato que habíamos terminamos, pero parece que la niña todavía no le bastaba, y era lógico por su edad, yo permanecía acostada a su lado, solo mirándola, mientras Ignacio fumaba un cigarrillo, parecía no importarle que estuviéramos mirándola, con el cabello en la cara, su cadera tomo ritmo desordenado, que solo buscaba sofocar aquella hombruna, mediante pequeños calidos sonidos nos indicaban que todo estaba bien, mi marido se acerco sólo me acaricio mi nalga, se subió a la cama, todavía llevaba su camiseta blanca puesta, debajo de el nada llevaba, pero aun así me percate del balancín que llevaba entre las piernas, que a menudo era desganado por la naturalidad y que ahora por la espontaneidad de la habitación, llevaba un poco de sangre agolpada.

Ignacio con suavidad fue acariciado las piernas de Cintia, saltó un poco al sentir los dedos de su padre, la respuesta fue inmediata, separó un poco las piernas y dejo de tocarse, Cintia le confió el camino a su padre, mi marido respiraba ligeramente más rápido, sus manos iban y venían entre las piernas de Cintia, de nuestra pequeña, que se desordenaba entre la cama, pequeños espasmos le provocaba la calidez de mi esposo en su piel, mi hija levanto su culo, su redondez brillaba por la sal de su calor, fue una clara insinuación del sujeto del deseo y para ella su deseo que era el sujeto.

Ya no quería más caricias sanas en la zona despierta, sino deseaba más allá de su imaginación, mares de saliva recorriéndola entre sus tierras, un manantial lleno de un desequilibrio descomunal en su temperatura…. Fue la mirada de mi marido la que me busco, decía otra cosa distinta a la de su miembro y su respiración.

Uno chillidos entre los que escapaba las ganas y la desesperación, Cintia aún se retorcía vagabunda a su calor, una mirada sobre su hombro y bastándole extender un poco su mano para alcanzar la de su padre, y dejando salir una sola palabra en frase de orden y acato, ¡aquí! dijo, aproximándola a la zona descubierta, a la zona para compartir caricias insanas, basto sólo el contacto tímido y vacilante de mi marido para que mi pequeña nenita encajara los dientes en su hombro y desprendiera un sonido de alivio y placer, aquel sonido fue la primera palabra de sexo que pronunciaba y pronunciada correctamente, puesto me hizo despertar la realidad para unirme a la fantasía, me sentía mas húmeda que hacia mucho tiempo atrás, aparté mi dedos de mi cavidad, con un nudo en mi garganta y provocada por la situación me acerque a Ignacio, ya sin decencia miraba desde arriba lo que mi esposo hacia a la niña, yacía Cintia semi acostada boca abajo, los movimientos oscilantes de sus dedos mientras su otra mano viajaba constantemente de la espalda hacia las nalgas, su fuerte respiración era inmoral, jadeante como bestia ya en celo, cual caballo relinchando, cual hombre animado.

Me coloque encima de la pierna de Ignacio, depositando mis manos en sus hombros y acercándome más a él le susurre al oído.

sólo es una niña, cuídala.

mírala, ya no lo es, es una mujer pequeña.

haz que sea inolvidable este día, que goce más que yo cuando me entregué la primera vez a ti.

Le bese en lo labios, pero nunca sus manos dejaron de tocarla, la mano invidente de Cintia buscaba algo que no sabia donde estaba, pero que yo conocía muy bien, la estreche en mi mano, y la guié hasta el miembro de su padre, Ignacio gimió como adolescente, como si fuese la primera vez que lo tocasen, inmediatamente giro par ver si era yo o ella la que lo tocaba, sorpresa se llevo cuando vio que era mi nena, que lo acariciaba con lujuria e inexperiencia, Cintia que permanecía casi semi acostada con el culo al aire, se encontraba ya completamente a gatas, su culo estaba no mas lejos de ser alcanzado por el miembro de su padre.

restriégaselo en sus cachitas

Diciéndole esto y apartando la mano de mi pequeña se su miembro, se acoplo a ella como potro y yegua. Yo me acerque a ellos, y restregando mi seño entre los muslos lampiños de mi marido era un gusto cumplido, sin prisas, sin llevar cronometro en mano, los movimientos eran espaciados entre rítmicos gemidos, había más calor que el verano en las tierras de cultivo, un sofocante y extasiado ambiente nos hundía a los tres, entre sabana, pecado y olvido.

El abandono era casi total, tuve que sepárame de ellos, puesto no me bastaba con tan solo eso, así que me acosté a lado de ellos en la cama, haciendo de deditos corazón, fui satisfaciendo mi deseo, era una mejor vista, podía ver como la boca de Ignacio besaba el cuello de Cintia, mientras le decía cosas lindas al oído.

ya eres una mujercita, que linda eres, que culo tienes, desde tus manos tan suaves hasta tu aroma a bombón, mira como tienes a tu papi, ya no eres una niña, ya no eres una niña, ya no eres una niña…

¡así no quiero, así no!

¿Cómo lo quieres?

Ignacio se desconcertó un poco, de inmediato paro sus movientitos, se reincorporo, quedando de rodillas nuevamente, Cintia volteando y quedando frente a el con las piernas separadas, jalándolo hacia sí, quedando mas cerca que en un principio Cintia se restregaba en el miembro de su padre, de inmediato entendió lo que quería Cintia, Ignacio continuo, jamás la beso en la boca, Cintia le clavaba sus dientes en el cuello y lo chupaba con ansia, la cama no era la misma, a nunca lo fue, era un movimiento descontrolado, las piernas de mi niña se contrajeron, me di cuenta inmediatamente que todo iba a terminar bien, sólo unos pequeños y quejumbrosos sonidos salieron de la garganta de Cintia como toda una mujer exhalaba al gozo, mientras ella terminaba recibía un golpe caliente, un chorro entre su vientre y el de su padre, mezclándose en el sudor y el calor, mi marido no dejaba de hablarle al oído, y besarle el cuello y su oído.

Le primera en levantarse de la cama fui yo, los deje juntos, aun permanecían abrazados y diciendo se cosas entre murmullos y risas, parecían dos amantes, dos que se acababan de conocer. Eran lindo que su padre le enseño un mundo que era preferible que conociera hoy con nosotros, ya no veríamos de la misma forma a mi pequeña señorita, que aún inmaculada le quedan muchos rostros por recorrer y muchos amores por conocer.