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Cuentos Inmorales 4

en Amor filial

Ya era tarde y yo no me conformaba con menos, así que mi boca no dejaba de buscar con anhelo casi sin conciencia aquella flor perfumada de mujer, mi lengua fuera de mi boca casi devoraba los aromas de la piel, aquellas oleadas de perfumen de mujer, mis deseos de tocar, de comer con mi boca su sexo lo conseguí después de escuchar las negativas de esa voz tan pequeña.

-      ¡no, no está mamá!

-      ¡Déjate!  Ordene casi al instante

Yo su padre estaba entre sus piernas tratando de llegar a su sexo, ella intentaba cubrir con su mano y con la otra de retirarme, con ansia entre un golpe de suerte, se descuidó y mi boca llego a destino, mis labios comenzaron a rozarle sus labios vaginales aquella rosa tan deliciosa, entre besos lentos, subidas y bajadas lentas se arqueo mientras las manos se hacían un lado y su voz se entre cortaba, diciendo pocas palabras entre gemidos de placentero y húmedo comienzo.

Mis manos no vacilaban al ritmo de buscarla y acaríciala salvajemente, pervertidamente, había viajado mucho para encontrarla, y cuál sería la sorpresa de encontrarla seme desnuda sobre la cama  y el pendejazo de su primo desnudo sobre ella restregándole la verga entre las cachas, eso me hizo enfadar y ahora tenía que hacerla entender que solo de su madre y de mí y de nadie más, pronto sus muslos subieron entre mis cabeza dándome más aseso a la delicia de Cintia, su cadera se desordenaba buscaba hacer círculos sus chillidos era agudos y sus ganas certeras, el carbón de su primo le había dejado caliente, al principio esto le parecía un castigo.

En un momento de pronto su cadera se elevó un poco ante mí, sus piernas se abrieron más y quedando abierta, expuesta totalmente para mí, mi lengua cual animal, viajaba desde debajo de su concha sintiéndola toda, Cintia estaba más que húmeda, estaba hundida en su humedad, sus manos buscaron sus tetas que brillabas de sudor las apretaba y estrujaba con dolor placentero mientras se mordía los labios y gemía como perrita en celo, mi verga estaba al máximo, mis manos la sostenían desde las nalgas apretándolas y levantándola un poco más, Cintia se retorcía aún más la muy impura, alcance a ver su culito como muchos deseaban, mi boca se detenía entre sus labios y succionaba y ella perdía más la razón entre las chupeteadas que le daba, vi un pequeño botón que se dilataba, su pequeño orificio casi virginal, lo lamí ese anito delicioso que lo dedeaba desde pequeña, mi lengua entraba entre aquel sabor delicioso ya perdida Cintia, llevo sus manos a su conchita, mientras se vacilaba y se metía dedo, mi lengua jugaba con ella, no nos separamos ni en ese momento en que Cintia se fue girando entre su hombros para quedar a gatas, casi recostada en la cama boca abajo, con el culo al aire y sus manos violándola de placer.

Mis manos se posaron entre las nalgas abriéndolas y chupando entre aquellas redondez.

-      ¡Prometiste a mi maa que no lo harías más!

-      ¡Eres una delicia mi ja!

-      ¡Prometiste a mi maa que ya no más verga para mí!

-      Mira como tienes a papi, ¡la verga me explota!

Me despoje rápido de la camiseta que traía mis pantalones salieron tan rápido como un pensamiento mi verga salto, mi maduro cuerpo alistado, las manos de Cintia no devana de vagar entre sus labios su boca, sus tetas, fue instante solo vago para poder estar en la misma situación que ella, las ropas ya no estorbaba al igual que la moral.

Mi boca volvió a su lugar, ella como una perra y su culo para mi placer, me fui metiendo entre ella y la cama para quedar debajo de ella, su concha en mi boca, mis manos en sus nalgas, y mi verga en su boca.

-      ¡Cómetela mi jita!

Ondee al instante que sentía la tragona de Cintia que se metía la verga a su boca, un poco inexperta, empezó a mamarme la verga, yo suspire mientras apretaba su culo. Comencé a jadear de la delicia de mamaba que me estaba dando, como orden y sin espera, de inmediato buscó sentarse en mi cara, mi lengua toco de nuevo esa mojada almeja, un gran gemido se escapó de su boca

-      ¡Así, ahí, ahí!

Su culo se puso impaciente su se movía desesperadamente como queriendo ser montada, su boca y lengua se coordinaron para chuparme la verga tan ordenada y tan salvaje que sólo sonaba en la habitación la chupetazos que me daba, entre saliva se ahogaba mi pequeña, mi Cintia, mi perra.

En un momento de frenesí mis manos apretaban y nalgueaban el culo de Cintia, mi cadera buscaba copiar los movimientos de cuando me cogía a mi mujer, pero mi perversión fue más allá, mi dedo índice  busco espacio entre las nalgas de Cintia, al hacerse camino entre el agujerito dilatado de su culo, ahí no aguanto más, Cintia se incorporó por completo sentándose en mii cara con el dedo clavado en el culo.

-      ¡Ya casi ya casi! ¡Me porto mal contigo papi, soy mala soy mala mi maa no me castigará!

No paraba de repetirlo, me puso más caliente, y no paraba de moverse en mi cara, su almeja en mi cara, y mi dedo en su culito adentro

-      ¡Eres el mal! ¡ya, ya, ya!

Suspiro moviéndose más lento cada vez, temblando un poco al final recostándose en mí, con pocas fuerzas y agitada, buscaba dándole lengüetazos a mi verga aún dura, cerre los ojos pero ella se fue deslizando su cuerpo encima de mi para irse toda ella, entre mis piernas para que sus manos y su rostro quedara frente a mi poro duro.

-      ¡Dame leche tengo sed!

Me dijo entre cortada, en eso la paz se perdió una piedra entro rompiendo uno de la ventanas, asustándola a Cintia, me levanté de inmediato, asomándome por la ventana desnudo, con la verga al aire, vi irse corriendo al bueno para nada de su primo,

-      ¡Ese carbón me tiene harto, no te deja en paz, y nadien me va a robar lo que es mío!

-      ¡No papacito!, ¡no le hagas nada!, es nuestra familia.

Lloraba Cintia, la observe arrinconada a un lado de la  ventana en cuclillas, asustada y lloritando. Le grite golpeado mi pecho

-      ¡No te deja en paz, y nadien me va a robar lo que es mío!

-      ¡Lo amo, lo amo apaa!

Me ardió la sangre al oír tan tremenda pendejada, la tome fuerte de los pelos de la cabeza.

-      ¡Cállate no digas pendejas!

-      ¡Lo amo, lo amo!

Gritaba, nunca la he lastimado, la tome fuerte de la cabeza, y metí mi verga en su boca mientras ella comenzaba entre sollozos y lengüetazos, a tranquilizar la bestia que hay en mí.

-      ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate!

Fue bajando la voz de mi demanda, mientras Cintia hacía ya hincada frente a su padre.

-      Te quiero papi, te quiero apaa

Complaciente me decía, con los ojos cerrados, y su manita entre su concha y buscando su culito para picarse por detrás, al ver que se picaba y recordar que me decía que amaba al pendejo de su primo, mi perversión ardió, mi verga se endureció más de la cuenta, levantándola abruptamente del ante brazo la lleve casi sin tocar el suelo a la cama, azotó en la cama, quedando boca abajo.

-      Yo debo ser todo lo que sueñes

Me puse detrás de ella, mi verga apuntaba larga y de venas poderosas, brillosa por la saliva de mi Cintia, escupe en mi mano, unte un poco de saliva entre sus nalgas, sintiendo la pequeña corona abrirse poco a poco casi sin esfuerzo, el miedo de Cintia a lo desconocido se apodero de ella, gritándome.

-      ¡No soy niño para que me lo hagas así!…

Entre resbalando por la saliva de mi perrita sin ningún problema, mi verga fue recibida, abrazada por aquel sitio de resguardo tan hueco tan inexplorado, mi cuerpo lo deje caer sobre ella, la iba a coger con fuerza.

-      ¡No soy niño apaa!, ¡no! ¡no! ¡no! ¡Así! no me lo haga!

-      ¡Ese carbón me tiene harto, no me va a robar lo que es mío!

Envestía a placer sintiendo sus cachas entre mis muslos, le dolía, le gozaba mi verga dentro de su culo, me llevaba insertado a ella.

-      ¡No! ¡no! ¡no! ¡Así! no me lo haga!... ¡así! ¡así! ¡así más!

-      ¡Ese carbón me tiene harto, no me va a robar lo que es mío!

-      ¡Ud me hizo mujer apaa!

-      ¡No me va a robar lo que es mío! ¡no me va a robar lo que es mío!... ¡no me va a robar lo que es mío!

Explote dentro de su culo, llenándola de leche, mis manos las tomaron fuerte de la cabeza, y mis fase se la repetía al oído mientras mi cadera daba los asaltos de las ultimas envestidas con furia y deseo, con leche en lo profundo de sus entrañas…