miprimita.com

La abogada

en Hetero: Infidelidad

LA ABOGADA

Este relato es una fantasía que tengo desde hace tiempo. Se que nunca se cumplirá pero por lo menos alimenta mi imaginación.

Mi nombre no importa. Tengo casi 38 años, estoy casado desde hace unos meses con una mujer encantadora, tengo un físico normalito, con algún kilo de mas (las tapitas del bar), ojos marrones y mido 1’80. Vivo en una calle peatonal de un pueblecito del levante español desde que me casé, en una zona bastante tranquila y con todos los servicios necesarios a un paso. Lo que voy a contar sucedió hace unas semanas, estando de vacaciones.

Un día a la semana hay mercadillo al lado de casa. Había madrugado y, después de desayunar, decidí bajar a comprar fruta y verduras allí. Como no tenía prisa estuve un buen rato mirando los puestos y saludando a gente que normalmente no te encuentras. Paré a comprar uva en el puesto de un conocido cuando, por detrás, Mercedes me saludo.

Buenos días, dijo.

Me giré.

Muy buenas, ¿Cómo estás?, contesté.

Ella es hermana de una amiga mía. Morena de ojos verdes, sobre los 42 años, y un tipo de muñeca de porcelana. Siempre viste discreta pero elegante, es abogada y está casada con un conocido mío (buen chaval por cierto). Era nuestra musa sexual en la adolescencia y, como sabíamos que hacia top-les, siempre intentábamos sacarle a su hermana a que playa iban aunque nunca lo conseguimos.

No me quejo, contestó. Hace tiempo que no se te ve el pelo.

Ya, he tenido mucho lío y los fines de semana no solemos salir, contesté.

No frecuentamos los mismos sitios (ellos tienen bastante pasta) pero siempre nos encontramos al final de la noche en el pub de un amigo.

Ahora para navidades, no?, dijo.

Si Dios quiere si. ¿Cómo está tu hermana?, hace un siglo que no la he visto.

Seguimos conversando un rato. Nunca habíamos hablado mucho entre nosotros pero todas las conversaciones que habíamos tenido las recordaba agradables.

Vacaciones?, preguntó.

Si, contesté, ya era hora. ¿y tú?

Tengo el despacho en casa por lo que no tengo problemas salir.

Así daba gusto. Trabajo en casa, sin agobios, pasta por un tubo y encima un encanto de mujer. Que suerte que tenía su marido.

Como ha quedado vuestro piso?, preguntó.

Lo había reformado completamente para dejarlo nuevo, incluidos muebles y, la verdad, es que no me podía quejar.

De cine, contesté. Cuando quieras te lo enseño.

No se porque dije eso.

Perdón, rectifiqué, os lo enseño.

Sonrió. En eso sonó su móvil.

Tu amiga, dijo cogiendolo.

Estuvo un rato hablando con su hermana, luego me pasó el teléfono. Hablamos unos minutos para intentar quedar y se lo devolví.

Eva me ha dicho que se te ha quedado de lujo, dijo?

El qué?, pregunté distraído. Me había perdido un momento mirando a una tía.

Tu casa, contestó. Me ha dicho que estuvisteis cenando juntos.

Si, pero hace un mes por lo menos, contesté.

Eso me ha contado, dijo.

Oye, ¿nos tomamos un café?, pregunté sin saber porque.

Pensó unos minutos, miro la agenda del móvil y acepto.

Vale, así me lo enseñas ahora, contestó.

Me dejó de piedra. Yo tenía pensado invitarla en la cafetería de la esquina para evitar suspicacias (esto es un pueblo todavía) cosa que por lo visto a ella le daba igual. Igual que Eva pero en versión pija.

Vamos, pero no te asustes, dije sonriendo.

Nos dirigimos a mi casa cruzando la calle que nos separaba.

Espera voy a dejar esto, dijo.

Subió a su casa a dejar la compra y bajo enseguida. Entramos en mi portal y subimos en el ascensor. Me llegó su aroma. No pude evitar un ligero escalofrío en mi aparato.

Pasa, dije abriendo la puerta mientras ella bajaba del ascensor.

Entramos y pasamos al salón directamente.

Voy a preparar café y te enseño el piso, dije.

Vale, dijo sentándose en la chaise-longue.

Puse la cafetera en la cocina y le mostré mi casa. Nos sentamos y tomamos café contándonos cotilleos del pueblo. Saqué una botellita de mistela y dos vasitos.

Es un poco pronto para eso, no? Preguntó.

Yo suelo tomar una después del café. Te anima el cuerpo, dije.

Bueno, un día es un dic, dijo cogiendo le caliche. Salud.

Brindamos y nos lo bebimos de trago.

Esta buena, de donde es?, preguntó.

Le conté donde la había comprado. Era casera por lo que no tenía ninguna etiqueta. Cogió la botella y sirvió otra ronda.

Tráeme una cuando vuelvas a ir, dijo.

No te preocupes, contesté levantando el vaso para volver a brindar.

Por tu piso, dijo, que lo disfrutes muchos años.

Bebió pero al hacerlo parte del líquido fue a parar a su camisa blanca manchando un buen trozo.

Mierda, dijo. Ahora si que la he hecho buena.

Mujer, eso se lava, dije.

Ya pero no tengo nada más que lavar y si la dejo en la cesta olerá y se darán cuenta en casa, dijo. Y si la lavo a mano tendré que tenderla y será la misma historia. No me apetece dar explicaciones.

Eso tiene solución, dije. Si quieres te dejo una camisa de mi mujer mientras lavamos esta y con la secadora en un momento como nueva.

No está mal. Dijo. Vale.

Ven y cámbiate, dije levantándome. Vamos a la habitación.

Entramos y le enseñe lo que había. Cogió una camiseta de estar por casa.

Te espero fuera, dije.

Salió con la camisa y el sujetador que también se había manchado. Puse una lavadora rápida y volvimos al salón. La camiseta era un poco ceñida y permitía adivinar los pezones que, al contacto con la tela, se habían erizado un poco. Mi polla volvió a latir.

Tenías alguna cita ahora, pregunté.

No, hasta la tarde no tengo nada, contestó, pero es una faena.

Nada, Mercedes, problema solución, dije.

Llenó otra vez los caliches y me dio uno.

Por los problemas y las soluciones, dijo.

Y el tercero de trago.

Vamos a terminar contentos, dije.

Ella sonrió. Se la notaba ya un poco alegre. De momento se levantó y cociéndose la cintura estiró la espalda adelante y atrás.

Que te pasa?, pregunté.

No es nada, contestó. Arrastro molestias desde hace unos días. Debe ser por la postura del sillón del despacho. Esto lo cura un buen masaje.

No se si por los caliches o por la situación decidí lanzarme.

Quieres que te haga uno?, pregunté. Soy bastante bueno.

Era cierto, tengo unas manos especiales para los masajes y había hecho un par de cursos sobre el tema. Había hecho unos cuantos a algunos amigos y amigas, incluida a su hermana durante un viaje que hicimos las dos parejas un fin de semana.

Bueno, pero no me hagas daño, dijo.

Prometido, contesté. Quédate de pie donde estás, voy a hacerte uno en esa postura y si no te hace mucho efecto te hago uno acostada.

Me levanté y me situé tras ella. Puse las manos en su cuello y comencé a masajearlo lentamente, con suavidad, con delicadeza. Estaba agarrotada, sus músculos estaban tensos. Con unos hábiles movimientos de manos conseguí aliviarla un poco.

Mejor?, pregunté.

Si, bastante mejor, contestó.

Paro entonces?, dije.

No, continua un poco más porfa, contestó.

Era lo que quería oír. Aparte de aliviada se encontraba relajada y seguro que un poco excitada por mi masaje La zona de atrás de las orejas es un órgano de estimulación tremendo si se sabe manejar, y yo sabía.

Vale, dije.

Seguí con el masaje bajando por su espalda, casi acariciándola hasta llegar a la zona de los michelines, me centré ahí un rato (zona erógena también).

No lo notarás bien, no?, dije, la camiseta hace de pantalla.

Ya, contestó, metelas por dentro.

De cine. Deslicé mis manos por dentro de la camiseta tocando su piel, masajeando y acariciando cada centímetro, desde el cuello hasta la costura de sus pantalones. Después de un rato, me atreví con su barriga, no se resistió. Bingo, era mía. Jugué un rato con su ombligo para luego ir subiendo hasta el borde de sus tetas.

Ummmmmm, suspiró.

Cogí los pezones con los dedos y se estremeció.

No está bien, suspiraba, esto no está bien.

Acaricié un rato sus tetas. Mis labios fueron al cuello besándolo con delicadeza. Baje hasta el borde de los pantalones y metí un dedo recorriéndolo entero. Llegue al botón y lo desabroche. Cayeron al suelo descubriendo un tanga negro bastante normalito. La mano derecha ya acariciaba su coño por encima de la tela y la izquierda había vuelto a los pezones. Estaba completamente mojada.

Ummmmmm, suspiraba mientras la masturbaba y besaba.

Metí la mano por el tanga y cogí su coño entero. Caliente, muy caliente. Era pequeñito, con poco pelo y estrechito. Un dedo, luego dos, entraron en su intimidad consiguiendo el primer orgasmo.

Ahhhhhhhhhhhhhhhhh, Ahhhhhhhhhhhhhhhhh, se corrió entre espasmos.

Sin darle tiempo la tumbe en el sofá. Me arrodillé y chupe sus tetas, le quite el tanga y metí la cabeza comenzando una comida de coño maravillosa. Sabía a gloria.

No pares, no pares, Ahhhhhhhhhhhhhhhhh, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, gritó

Tuvo una corrida espectacular, estaba completamente encharcada. Me levanté y me quité los pantalones y bóxer, mi polla salió libre al fin. Se incorporó y se la metió entera en la boca, comenzando una mamada como no me habían hecho nunca.

Muy bien, sigue así, suspiré.

Estuvo chupando un rato. No quería correrme todavía así que la senté y abrí sus piernas. Arrodillado ante ella acerqué mi capullo a su clítoris y lo masturbé. Cuando estaba a punto de correrse se la clavé hasta el fondo mientras un dedo ocupaba el lugar del capullo y la seguía pajeando.

Ohhhhhhhhh, gemía sin parar.

Se volvió a correr con mi nabo dentro. La puse a cuatro patas y se la metí de nuevo. Bombeaba su coño de nuevo mientras un dedo hurgaba en su culito. Conseguí meterlo dentro y empecé un mete saca que, junto con la follada la convulsionó de gusto llevándola al orgasmo mas intenso de todos los que llevaba.

Ahhhhhhhhh, Ahhhhhhhhh, Ahhhhhhhhhhhhhhhhh, Siiiiiiiii, Ahhhhhhhhhhhhhhhhh, Ummmmmm, gimió.

No puede aguantar mas, me salí y le metí la polla en la boca y la mano en su coño follandolo.

Ahhhhhhhhhhhhhhhhh, gemí corriéndome en su boca.

Se atragantó dejando escapar mi leche por la comisura de los labios y pringando el sofá. Acabé de correrme en su cara y caímos rendidos.

Madre mía, dijo mirándome. Y pensar que estas al lado.

La besé en la boca.

Ahora ya lo sabes, contesté.

Así ha empezado una relación puramente sexual que ya os iré contando.