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Días de colegio

en Voyerismo

DÍAS DE COLEGIO

Para empezar les diré que no soy muy bueno escribiendo así que seré breve contándoles mi vida para no aburrirlos.

Lo que hoy les contaré ocurrió hace ya varios años cuando aún era un crío.

LUCERITO

La mamá de Lucerito era amiga de mi papá y por lo tanto nos conocíamos desde muy chicos.

Ambos asistíamos a la misma escuela y por lo tanto casi siempre andábamos juntos. Sin embargo, no se ni desde cuando ni porque, Lucerito comenzó a cogerse de mi mano cada vez que caminábamos; para nosotros eso no tuvo mayor importancia; pero, no faltó una maestra de retorcidos pensamientos y nos hizo un soberano escándalo.

La tipa esta se llamaba Zoila y cuando nos vio caminar así se lo dijo a la Directora, otra vieja loca; y esta a nuestras madres.

A ambos nos castigaron; a ella por "coqueta" y a mí por "pervertido". Ambos no lo entendimos. A ella se la llevaron a vivir a otra ciudad y a mi me metieron a un colegio evangélico.

Saben nunca volví a saber de ella.

Magaly

Cuando ingresé a la escuela evangélica conocí a Dante, que era un muchacho deschavetado, intrépido y al parecer buen amigo.

Con Dante vivimos mil y una aventuras; pero, sin temor a equivocarme la más loca y disparatada fue cuando me animó a espiar, a través de las viejas y agrietadas paredes de aquél horrible colegio, para ver que había en el baño de las niñas.

Desde nuestro escondite secreto, podíamos ver a las niñas cuando se subían la falda y se bajaban sus calzones para hacer la "pichi".

Era una experiencia extra ultra maravillosa, imagínense dos mozalbetes como nosotros viéndoles las piernitas y los culitos a nuestras amiguitas. Si tan sólo hubiésemos tenido entonces las cámaras digitales y los celulares que hoy existen; pero, eran otros tiempos. Era genial ver aquellos culitos blanquitos, pequeños y tiernos.

Todo fue bien hasta que Dante se obsesionó con Magaly, una mocosa ricachona, blanquita y presumida como no las hay por estos lares. Cada que salía la nena, él quería verla y se salía del aula, eso despertó sospechas y la cosa empeoró cuando la fulanita empezó a hacerse más amiga mía que de Dante.

Un día la maestra lo siguió y lo atrapó en plena faena de "espía", se lo llevó al Director y el resto se lo pueden imaginar. El tipo este que no sólo era Director, sino que además era Pastor Evangélico quiso hasta exorcizarlo; pero, antes le arrancó el nombre de su cómplice o sea el mío. De más está decir que yo corrí la misma suerte.

Estuve a punto de volver a ser expulsado; pero, una generosa donación de mi padre a la iglesia del Director me convirtió de un poseído por el diablo a un simple travieso hijo de Dios.

Claro está que las cosas no volvieron a ser las mismas; Dante pasó a ser un chismoso, yo fui el héroe de los muchachos, un mirón entre las chicas y un pervertido para los demás.

Nancy

Al regresar clases al año siguiente nos encontramos con tres sorpresas; la primera fue que el tacaño del Director había soltado sus monedas y las paredes de los baños estaban reparadas; la segunda que a Dante lo habían trasladado a otra escuela y ya no estudiaría mas con nosotros; y la tercera, es que una nueva niña había sido matriculada en nuestro grado.

Su nombre era Nancy y era imposible que pasase inadvertida, sobre todo para nosotros los muchachos quienes no tardamos en notar que existía una gran diferencia entre los "limoncitos" que se asomaban en los pechos de nuestras amigas y las hermosas "naranjotas" que se notaban en el pecho de Nancy. La razón era sencilla, Nancy era dos años mayor que nosotros, pues, había desaprobado dos veces.

Para las chicas fue su ídolo y para nosotros fue nuestro sueño. Todos queríamos estar con ella, pues, sentíamos que con ella todo era posible. No faltaron los que decían que la habían besado, pero nadie les creyó.

Un afortunado día sufrí un accidente en mi bicicleta y acabé con mi brazo derecho enyesada. Mi madre fue a notificar a la escuela y por la tarde algunos compañeros (entre ello Nancy), fueron a saludarme. Esa tarde estuve brillante y todos reían con mis bromas así que desde entonces mi amistad con Nancy mejoró.

Cuando me reincorporé a clases se acercaban los exámenes finales de medio año y por supuesto yo no estaba preparado para ellos así que como no queriendo la cosa le dije a Nancy si podía ir a su casa a estudiar, para mi sorpresa dijo que si.

Esa tarde llegue a su casa y me la encontré limpiando, vestía un pantalón de buzo y un polo ancho y yo estaba nervioso. Ella parecía dueña de la situación y yo era un ratoncito a su lado.

Comenzamos a estudiar y sin previo aviso me preguntó si era cierto que a un amigo y a mí nos habían encontrado mirando en el baño de las chicas. Yo sentí que el rostro me quemaba y ella no dejaba de sonreír maliciosamente. Fueron segundos largos antes de que volviese a repetirme su pregunta y cuando lo hizo sólo atiné a decir un si que más sonó a silbido que a respuesta. Ella soltó la carcajada y me preguntó si lo había vuelto a hacer. Yo, más avergonzado que cuando estuve frente al Director sólo le dije que no.

Luego se puso seria y añadió –"y… ¿te gustó lo que viste?"- yo asentí con la cabeza y ella continuó- "Sabes a mí me gusta que me miren… ven vamos para enseñarte algo".

Sospechando lo que pasaría le pregunté por sus padres y me dijo que su papá llegaba a las 08:00 de la noche, que se mamá estaba atendiendo en su tienda y que su hermanito estaba en el colegio.

Para entonces ya habíamos llegado a su cuarto; me hizo pasar, cerró la puerta y se acostó bocabajo sobre su cama; se bajó los pantalones, se subió ligeramente el polo y me enseñó su culito.

Yo tragaba saliva y traspiraba a mares. Miré quieto su culito blanco y delicioso y guardé silencio. Ella sin mirarme y notablemente nerviosa preguntó –"¿Así eran los que viste?"- y yo respondí- "No, el tuyo es mucho mejor"- y no mentí.

Ella claramente excitada me dijo –"acércate y tócamelo"-, no tardé en obedecerla y al instante mi mano reposaba en una de sus nalgas. Era la primera vez que tocaba un culito y me gustó mucho; pero, no sabía que más hacer. Fueron interminables aquellos instantes hasta que ella dijo –"¿Te gusta?"- y respondí que sí.

Llevó su mano hacia atrás, cogió la mía y empezó a moverla indicándome que se lo acariciase. Su manito estaba sudorosa y temblaba y yo seguí recorriendo con mi mano aquella piel tersa y fría, y sentía extasiado aquella masa de carne firme y excitante.

Cada vez fui ganando más confianza y de repente -al verla tan complaciente conmigo- me animé a cogerle su culito con ambas manos. Aquello fue fabuloso.

Empecé a masajeárselo en círculos igual como había visto hacerlo a mi tío con su enamorada y el efecto fue inmejorable. Nancy empezó a gemir y luego a mover su culo de arriba hacia abajo. Se quejaba; pero, se le veía feliz. Ahora se que estaba muy excitada; pero, en ese tiempo no lo tenía muy claro.

Cuando estábamos en lo mejor sonó el timbre de la puerta y ambos nos levantamos de un salto. Claro que ella con sus pantalones casi en las rodillas no pudo evitar que le viera el coñito ya con algunos pelitos; pero, en ese momento casi ni pensé en ello.

Sin decir nada ambos corrimos hacia afuera. Yo me senté en un mueble con mis cuadernos y ella corrió a abrir la puerta. Por suerte era su hermano que había salido temprano no se porque y dudo que notase nuestro nerviosismo.

Yo la miraba y ambos sonreíamos. Nunca volvió a presentársenos una oportunidad como esa; sin embargo, en algunas pocas veces me dejo meter mi mano en su buzo para cogerle sus nalguitas.

Pronto se terminaron las clases y como era el último año y por lo tierna de nuestra edad no hicimos nada más.

Al pasar a secundaria me la volví a encontrar y aunque nunca me dejó de hablarme se alejó de mí y empezó a andar con muchachos mayores que ella.

Cada vez se puso más rica y nunca dejé de envidiar a quien se la tiró por completo

Ahora vive en Lima está casada con un policía y muy de vez en cuando nos vemos y nos saludamos. ¿Creen que se acuerde de lo que hicimos?... En fin si les gustó valoren este relato y si tienen un tiempo escríbanme para conocernos

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