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La mujer ajena, un fruto prohibido

en Hetero: Infidelidad

LA MUJER AJENA, UN FRUTO PROHIBIDO

No se desde cuando me empezó a gustar las mujeres ajenas, pero desde la primera vez en que me cogí a una mujer casada, quede como los leones, bien cebado y cada vez que puedo lo hago. Tal vez sea una fijación mía por algo que me paso, bueno, pero no estamos aquí para descubrir mi lado oscuro, estamos para que les narre una de mis experiencias mas gratas en ese juego tan delicioso y prohibido que es conquistar y saborear la mujer ajena. He tenido muchas aventuras con mujeres casadas, pero hay una en especial que cuando la recuerdo, se me pone la carne de gallina y me recorre el cuerpo una sensación bien sabrosa.

Debido al trabajo que desempeñe cuando fui militar y mas cuando pertenecí a la seguridad de algunos presidentes de México, debido al constante roce con la gente y a la facilidad con que me interrelacionaba con los civiles, me permitió entrar en contacto con un numero indeterminado de mujeres y así, aprovechar las oportunidades que se me daban con las mujeres casadas.

Es por demás decirles, que algunos hombres y mujeres, casados y casadas, nos inquieta y nos pone bien cachondos, el tema de la infidelidad. Imaginar a otra persona que no sea nuestra esposa en nuestra cama, o estar en la cama con la mujer de otro hombre es algo que pone bien caliente a cualquiera.

Yo no era la excepción, aún recordaba que cuando era Instructor del Servicio Militar Nacional, conocí una mujer casada, madre de un conscripto, yo en esa época tenia 24 años y ella 44 años, con quien terminé cogiendo, prácticamente me sedujo, y se convertiría en mi maestra en el arte de la maroma, fue mi primera amante casada, porque a partir de entonces, me convertí en un experto en el sexo oral y en otras cositas, pero esta es otra historia que contare en otro relato.

Aun recuerdo, lo que me decía el primer comandante que tuve, quien además era bien cogelón y bueno para las mujeres (al parecer el muy cabron se cogió a su suegra), me decía con sus sabias palabras, "A una mujer se le acaricia primero, suave, sin prisas, se le maman las tetas, se besan los hombros, el cuello, el lóbulo de las orejas, deja que tus dedos recorran cada parte de su piel, cuando llegues a su vágina, aspira profundo el olor de una mujer caliente, deseosa de verga, y entonces hunde tu lengua entre sus labios vaginales, primero despacio, después haces mas firmes las arremetidas entre ellos".

Y así fue como lo puse en práctica con aquella mujer casada, que después supe que se llamada Marcela, por esa época vivía en una vecindad, que se encontraba ubicada en una colonia que se llama, "El Molinito", en el municipio de Naucalpan de Juárez, Mex. Esta colonia es famosa porque en ella viven un chingo de militares que prestan sus servicios en las unidades del Campo Militar No.1.

Una mañana iba caminando por las calles pedregosas y empinadas de la colonia, siempre alerta, en mi mente bullia la fantasía de conocer a una mujer y convencerla rápido de tener sexo así, sin planear nada De pronto la vi, no se porque me llamo la atención, Marcela estaba hablando con un abonero y vendedor de ropa, alcance a ver que ella le coqueteaba, de seguro que no tenia dinero para el abono y estaba usando su coquetería para que no le cobrara, ardid que era muy usado en estos lares, ya que esta habitado por personas que no ganaban mucho.

De lejos, no parecía tener mucho atractivo, llevaba una falda roja bastante corta sin llegar a chiquifalda, pasé de largo, cuando me voltee para volver a verla, porque la verdad tenía unas piernas bien sabrosas, ya no la vi, volví sobre mis pasos y traté de ubicar por donde se había ido o metido, ya no estaba en la calle. La encontré y apresure mi paso en pos de ella, caminaba presurosa hacia su casa, una vivienda que estaba a unos 10 metros de la calle, dos pequeños salieron a recibirla, como se dio cuenta que la seguía, se volteo y antes que dijera nada, le dije, buenos días, ella me respondió, buenos días señor que se le ofrece.

Nada le dije, solo que me perdí, ando buscando a una persona, le di un nombre que no recuerdo cual era, era ese el pretexto que yo puse para engancharla en mi conversación, por aquí no vive, me dijo. Oiga, le pregunté, ¿de donde es usted?, ella me dijo que era de Iguala, Gro., le dije, que coincidencia, mire, proseguí, yo soy de por allí cerquita, ella me sonrió, esto me alegro, porque dejarme hacerle la platica y después sonreírme, eso era una buena señal que yo esperaba para empezar mi labor de seducción.

Discretamente y sin que me viera, la observaba como perdía la vista y miraba el cielo, o a su alrededor, esta es una característica palpable en las mujeres casadas, cuando se sienten inquietas por alguien que no es su marido, yo la recorría con la mirada y podía adivinar bajo sus ropas, el cuerpo de diosa que se cargaba, se podían apreciar las carnes duras de una provinciana.

Le pregunte, en que trabaja su marido, para romper ese silencio en el que de pronto habíamos caído, es albañil, me dijo, me sentí feliz de saberlo, ya que intuía que ella seguramente carecía del dinero necesario para solventar algunos gustos personales, por eso la había visto coquetear con el vendedor de ropa, esa era la rendija que yo necesitaba para tener una aventura con ella.

Di mi siguiente paso para conseguir mis fines, le dije, puedo pasar, ya que esta haciendo mucho calor, lo dije como si nada, ella me dijo, si pásele, caray quería saltar de gusto, me contuve, al entrar, me di cuenta de las carencias que pasaba, su vivienda era de dos piezas y un pequeño baño al fondo, una pequeña cortina separaba las dos piezas, una de ellas fungía como recamara.

Le dije, me puedo sentar, ella me dijo claro, siéntese, ya sentado, lleve la conversación a donde yo quería, le dije y que tal, que me cuenta de su vida, le tiré una curva, ella me dijo, nada, respondió, limpiar la casa y atender a los niños y ya, el primer paso estaba dado, podía ver su rostro, cómo poco a poco iba ruborizándose, mis ojos se clavaron profundamente en los suyos, ella se quedaba callada, no decía nada.

Miraba a hacia la puerta, quizá tratando o rogando que alguien entrara, para salir del trance en que se había metido, aunque, si alguien hubiera entrado, el hecho que estuviera ahí dentro de su casa, pienso yo, hubiera ponido en riesgo su matrimonio, oiga, le pregunté, si algún día la invitara a comer o a tomar una cerveza o algo, que me diría, al oír esto ella se rió, diciéndome, yo no tomo, que bueno, me dije en mis adentros, porque yo tampoco tomo, con el tiempo me he dado cuenta de que las cosas se disfrutan mejor sin el alcohol de por medio.

Bueno, pues si no toma, al menos la invito a comer algo, perdón, me dijo, pero creo que usted me está proponiendo cosas que no puedo hacer, aquí todos los vecinos nos conocemos, si yo salgo, seguramente se lo dirán a mi marido, y usted no lo conoce, es bien violento. Después de que me dijo eso, le vi su carita, se le notaba un dejo de tristeza, mientras me acercaba, le iba diciendo despacito, quizá pueda ser su amigo, su confidente o su cómplice, los casados a veces tienen problemas o cosas que quisiéran contarle o compartirlas con alguien, y ese alguien, a veces no es nuestra pareja, esta de acuerdo, ella me dijo, a lo mejor, quien sabe.

Para entonces, yo ya estaba casi pegado a ella, ella me miraba fijamente a lo ojos, fue entonces que la tome en mis brazos, espere unos instantes, esperando que me rechazara, al ver que esto no sucedia, la empecé a besar, muy suavemente, con delicadeza, mientras hacia esto, mis manos recorrían su espalda hasta llegar a la curvatura de sus nalgas, ella, llena de sobresalto, me dijo y mis hijos, no quiero que me vean, que voy hacer con ellos.

Le dije, lleno de emoción, porque no colocas una sabana mas grande que tape la entrada a la recamara y dejas a tus hijos jugando en la sala, para eso, saque de mis bolsillos varias monedas que tenia y se las di a los chamacos para que jugaran con ellas. Entre al cuarto que hacia las veces de recamara, para entonces, tenía la verga completamente erecta y un hilillo de líquidos pre seminales me habían mojado el pantalón, me la saque, estaba ansioso, mi respiración ya era entrecortada, estaba a un tris de hacer realidad mi fantasía, la vi entrar al cuarto, apenas entro nos fundimos en un beso, largo, tierno y caliente, me abrazaba y restregaba su entrepierna en la mía, nos besamos por un largo rato, caí en cuenta de que no disponíamos de mucho tiempo.

Rápidamente ella se quito la ropa y yo hice lo mismo, caímos arriba de su cama, sus manos fueron a mi verga y las mías a sus nalgas, las apretujé, se sentían duras, no eran grandes, pero eran durísimas, le coloque mi mano derecha entre las dos nalgas y le empecé a sobar su pepita desde atrás, después mi dedo paso por en medio de su nalgas y le sobe muy sutilmente el chiquito, al sentir mi dedo ahí, instintivamente apretó sus nalgas.

Le bese el cuello, primero le lamí alrededor de sus pezones y después le mame sus tetitas, despacio y con fuerza al mismo tiempo, mientras eso ocurría, mis manos acariciaban sus caderas, los costados de sus piernas, baje a su vientre, metí mi lengua en su ombligo, allí me detuve, estábamos calientes los dos, podía sentir los movimientos pélvicos que ella realizaba tratando de restregar su vagina peluda en mi cara.

Cuando bajé a su entrepierna y sentí sus pelitos rozando mi boca, ella no pudo evitar moverse con más intensidad, tomó mi cabeza entre sus manos y la empujó hacia su entrepierna, así que tuve que introducir mi lengua en sus labios vaginales. Me hallaba inclinado sobre ella, ella había levantado sus piernas y me las puso en mis hombros, inicie un lento, pero exquisito movimiento de mi lengua entre su conchita, a veces me entretenía succionando su clítoris y a ratos lo alternaba con pequeños mordiscos en sus labios vaginales, eso la volvía loca, porque se movía como poseída, me restregaba frenéticamente su vagina en mi cara.

En esas estaba cuando sentí como se contraía su vagina, a esas contracciones le siguieron una cadena de espasmos y gemidos, que me indicaron que ella se estaba viniendo, lo confirmé cuando chupé sus jugos y sentí ese liquido salado de las mujeres cuando experimentan un orgasmo.

Le di la vuelta, la empine e hice lo que tanto me vuelve loco, no hay nada mas rico, que meter la cara, lengua o boca en medio de unas buenas nalgas, las que sean, sentir los cachetes del trasero de una mujer en las mejillas de uno, es algo que no tiene igual. Y así la coloque a ella, de espaldas a mi, apoyada con las manos en la cama y yo inclinado, no dudé en besar primero sus nalgas, un beso aquí, otro allá, de vez en ves mordía suavemente sus nalgas y ella las movía en forma circular, como buscando que mi lengua atrapara su culito, cosa que no hice, porque no me gusta, no se porque, pero no me gusta.

Con mis dos manos atrapé cada una de sus nalgas, las sobe, las apreté y acaricie, las abrí lentamente y deje expuesto su chiquito, hundí mi cara en sus nalgas para tocar con la punta de la lengua su conchita, estimule su conchita con mi lengua y le recorrí sus labios vaginales, moví la puntita juguetona de mi lengua en su cosita sabrosa, la moví con intensidad tratando de metérsela, de cogermela con mi lengua, no pude, ella apretaba las nalgas, tan es así, que tuve que ponerme de pie.

Después de esa mamada, ella pedía a gritos que se la metiera toda, le hice caso, yo estaba a punto, así que la tome de la cintura y la jale para que parara mas sus nalgas, puse la cabeza de mi verga en la entrada de su conchita, se la iba meter toda, cuando ella me detuvo, diciéndome, no te muevas, se le escapó un suspiro, deja que yo me la clave, dio una embestida hacia atrás y se la enterró todita, por poco me vengo, pero me aguanté y empezamos el mete y saca.

En algún momento, se detuvo, se desengancho y se dio la vuelta, nos besamos y me dijo que me acostara, me deje caer en la cama, ella se sentó sobre mi viendo hacia mis pies, agarro mi verga y se la coloco en la entrada de su vagina y de un dentón se la trago todita. Era rico como se movía, ambos empezamos a movernos, ella en movimientos circulares y yo de arriba para abajo, tratando de introducirle mi verga larga y gorda, con mis manos le abría las nalgas para ver como se la tragaba, que rico se veía como entraba y salía todita de su vagina.

La escuché gemir y ponerse flojita, se había venido de nuevo, ya no aguantaba más, así que le pedí que se siguiera moviendo, que rico me vine y que rico se siente, cuando después de venirse, todavía esta dura la verga y ellas se siguen moviéndose sobre uno, la locura verdad de dios. Ella se recupero, se levanto para ir por unos trapos para limpiarnos, ya que para variar no había agua, así que tuve que aguantarme las ganas de bañarme, le dije, te puedo venir a ver mañana, si, me contesto, a que horas le pregunte, temprano como a las siete, después de que mi marido se haya ido al trabajo.

Al día siguiente, a las siete ahí estaba cogiéndomela de nuevo, me la cogí varias veces e inclusive le compre varias cosas que ella quería, después ya no la volví a ver más, cuento esto, porque está dentro de mis experiencias favoritas y quería compartírselas, yo soy un hombre felizmente casado, pero siempre ando con unas ganas inmensas de portarme mal con alguna casada, que le guste la adrenalina y tenga una fantasía por allí que realizar. No me pongo a sus ordenes, porque a mi en lo personal no me gustan las cosas fáciles, a mi me gusta la cacería extrema, que chiste tendría contactar una casada y así, sin mas cogérmela, debe haber el peligro y el gusto de conquistarlas. Saludos.

P.D. Me preguntaba porque una mujer casada le pone los cuernos a su marido, yo digo que por los siguientes puntos:

PRIMERO: Porque se sienten olvidadas por el marido, tanto en el terreno personal como en el sexual, cuantos bueyes conocemos, que siempre nos andan contando sus aventuras extramaritales con putas y debido a esto no le cumplen a la doña, con el sagrado deber de cogérselas, sino lo hacen, por eso están ahí los sanchos listos para lo que se ofrezca.

SEGUNDO: Muchos bueyes creen que tener mujer es tener una esclava que les de hijos, a las mujeres les gusta que las traten bien y si su marido es un pinché gañan que las trata con la punta del pie y sola las utiliza para satisfacer sus deseos sexuales, dejando insatisfecha a su mujer. Pues para eso están los sanchos, para darles a ellas lo que se merecen y un trato digno de reinas.

TERCERO: Si su marido no les da el suficiente dinero para darles de comer a sus hijos, porque se los gastan con otras viejas, ellas buscaran quien se los de, así sea un bendito sancho.