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Viaje a la sumisión (2)

en Gays

Durante el día no pude sacarme a ese tío de la cabeza. Durante mis entregas no recordaba el trayecto que acababa de realizar. Todo lo ocupaba él y su cuerpo. No dejaba de darle vueltas a la paja que me había hecho con sus calcetos. Me estaba volviendo loco porque no era capaz de saber si había sido verdad o solo fruto de mi imaginación. Había sido tan intenso y tan real, que cerrando los ojos era capaz de percibir su olor, recordar el sabor, la textura de su saliva en mi boca.

Aquella noche cené con unos amigos que no hicieron más que preguntar si me encontraba bien. La verdad es que no estaba bien. Nunca había sentido esa obsesión, esa necesidad de ver a una persona, ese deseo de arrodillarme ante él. Ser un juguete en sus manos, buscar solo su placer ¿Qué cojones había pasado? Era como si en el momento en que lo vi algo hubiera hecho "clic" en mi mente y lo hubiera cambiado todo. Todo aquello en lo que creía y deseaba. Todo había sido cambiado por una única presencia... él.

La noche fue larga. No puedo asegurar si estuve despierto o dormido, ya que solo él estaba en mi mente... el en forma de recuerdo, de fantasía, de sueño.

Aquella mañana acudí al gimnasio con la esperanza de volver a verle e intentar un acercamiento. Me asomé a la sala de entrenamiento... nada. Recorrí el pasillo que conduce a los vestuarios con el corazón a mil. Deseaba volver a verle allí, ver su torso peludo, su culo redondo y con un poco de suerte ver su polla. Ni rastro. Me dirigí a la zona donde el día anterior había conseguido ese maravilloso tesoro que eran sus calcetos. Estaba vacío. Se oían voces procedentes de las duchas. Me pareció un descaro asomarme a ver si estaba, así que empecé a cambiarme lentamente, dando tiempo para que fueran saliendo los que se duchaban. Salió primero un chico bastante joven, rubio de ojos azules, juraría que de algún país del este. De cuerpo muy marcado y delgado y cara de hijo de puta. Tras él apareció un señor que rondaría los 50, con buena tripa cervecera... pero ni rastro de él.

Realicé mi rutina de ejercicios con calma, girándome cada vez que oía un ruido, esperando verle pasar. A treinta minutos de entrar a currar y perdida la esperanza me encaminé al vestuario. Me quité la ropa con mucha pereza y algo de tristeza. Al abrir mi taquilla un papelito doblado calló al suelo. Lo recogí y lo desplegué con manos temblorosas. "Tienes algo que me pertenece. C/Tijerín 27, 3º C. Esta noche a las 22:30".

No era posible. Me giré a mi alrededor. Había un chico que ya había visto por allí, algo de ropa en uno de los bancos, se oía agua caer en la ducha,... pero sin rastro de él. ¿De quién iba a ser la nota sinó? No tenía nada de nadie, salvo sus calcetos. Pero si me cercioré y no miraba nadie cuando los mangué. ¿No se habrían equivocado de taquilla al dejar la nota? Aquello era una locura. Saqué el GPS de la mochila del curro. La dirección era de uno de los nuevos barrios que se construyen a las afueras de la ciudad.

Estuve todo el día dándole vueltas a las posibilidades. Descarté enseguida que la nota fuera para otra persona; demasiada casualidad. Tenía que decidir si ir o no ir. Si no iba me arriesgaba a dejar pasar la mejor oportunidad de conocerle. Pero ¿Y si iba y era un homófobo hijo de puta, o era la broma de algún gracioso, o alguien que me vio cogiendo los calcetos y quería aprovechar la situación? El tiempo pasaba y mi deseo y la esperanza de que fuera él, y mi mente calenturienta ganaron la partida. No me daba tiempo a pasar por casa después del curro si quería ser puntual. Por suerte los calcetos seguían en el bolsillo del plumas.

Conduje despacio hasta la dirección indicada. Según iba alejándome del centro cada vez había menos gente. Cuando me adentré en el barrio en cuestión un escalofrío recorrió mi espalda. Parecía una ciudad fantasma. Nadie en las calles, ni siquiera coches. Casi todos los edificios en construcción. En todo mi recorrido solo vi luz en un par de ventanas. Llegué a mi destino puntual. El edificio al que me dirigía parecía ser el único terminado de la calle, pero aun así estaba completamente a oscuras. Me acerqué al telefonillo y llamé; nada, ni un sonido. Volví a intentarlo, nada. Entonces me fijé que la puerta no estaba encajada. Empujé ligeramente y la puerta cedió. Me acerqué al ascensor y llamé. Nada, al igual que los telefonillos. Parecía que hubieran entregado el edificio ese día y aun o estuviera todo funcionando. Menos mal que si había luz en el portal. Subí por las escaleras y antes de salir al rellano del tercero cogí aire.

3ºC había una nota pegada en la puerta. "Si has llegado hasta aquí es por que vienes a devolverme lo que es mío, si no es así, puedes darte media vuelta. Si quieres seguir adelante olvídate de todo lo que sabes. Cruza la puerta sin miedo y sigue estas sencillas instrucciones. Encontraras una caja de cartón en el suelo. Debes desnudarte completamente y ponerte lo que encontrarás en su interior. Deja lo mío dentro de la caja junto a tu ropa. Si en algún momento quieres parar o deseas terminar, solo tienes que decir la palabra "vinagre", eso si, en ese momento todo habrá terminado, y no hay segundas oportunidades. Ahora empuja la puerta, cámbiate y espera".

Empuje la puerta y la cerré tras de mi. Me encontraba en un pequeño recibidor, vacío, a excepción de una bombilla desnuda en el techo y una caja de cartón en un esquina. Ya no había vuelta atrás. Al cerrar aquella puerta me había abandonado, no a mi suerte, si no a su suerte, mi ser a merced de sus manos; ya no había vuelta atrás.

Abrí la caja. En el fondo podían distinguirse dos objetos, uno blanco y otro negro. Uno de ellos era un suspensorio blanco, parecido al que utilizan los deportistas americanos, el otro no lo había visto en mi vida. Empecé a moverlo a darle forma con las manos y casi me da un vuelco el corazón. Tenía entre mis manos una especie de capucha negra de látex. Tenía un hueco para la boca y dos pequeños orificios para los agujeros de la nariz. Nada más. ¿Dónde coño estaban los agujeros de los ojos? Si había llegado hasta allí, tenía que dejarme de remilgos. Me desnudé completamente y metí mi ropa y mis botas en la caja, y encima de todo los calcetos que me habían llevado hasta allí. Me puse el suspensorio y no con dificultad la capucha. El simple olor del látex me puso cachondo, pero aquello era algo angustioso, ya que no conseguía abrir los ojos. Y así, privado de la vista, vestido con un suspensorio esperé de pie en medio de aquel recibidor.

Esperé lo que me pareció una eternidad, hasta que oí unos pasos que supuse venían de fuera de la vivienda. Una llave en la cerradura abrió la puerta que se cerró enseguida. –Hola- dije. Como respuesta alguien tras de mi cogió mis manos con fuerza y en un rápido movimiento sentí mis muñecas abrazadas por el frío metal. Estaba esposado. Intente mover mis manos. Para mi sorpresa tenía mas movimiento del esperado y pude separar mis manos unos 20 centímetros. Unas manos grandes y algo ásperas empezaron a recorrer mi cuerpo, empezando por mi espalda pasaron a mi abdomen, pectorales, una se deslizó hasta mi paquete que empezó a apretar con fuerza, mientras la otra apretaba con fuerza mis nalgas, mientras un dedo tanteaba la entrada de mi culo. Podía notar su respiración en la nuca, y su aroma, tenía un olor fuerte, intenso.

Sentí un tirón en las esposas no tuve mas remedio que seguir a aquella persona de espaldas hasta que se detuvo. Oí como cogía algo y apretaba, sonó como un liquido y acto seguido noté húmedo el culo y como un dedo luchaba por entrar. Estaba tan excitado que mi culo cedió y dejó que el dedo entrara. Noté como se deslizaba dentro de mi, como hurgaba, y tan pronto como entró salió, me sentía vacío. De pronto algo duro y bastante más grande que un dedo empezó a presionar mi esfínter. Estaba frío y con el diámetro que tenía me estaba haciendo daño y no pude reprimir un pequeño gemido. Como respuesta a mi gemido me dieron una fuerte cachetada en el culo que me hizo dar un pequeño brinco. Siguió presionando y otro gemido se escapó de mi garganta. Solo conseguí otra cachetada, pero esta vez más fuerte. Tenía que controlarme, la situación era muy extraña, pero por algún motivo parecía que esa noche a parte de estar privado de la vista, también iba a estarlo de los sonidos, tanto míos, como por parte de la otra persona.

De pronto el objeto que me introducía en el culo pareció absorberse hasta que hizo tope. Me había metido un plug.

La persona que estaba conmigo me ayudó a sentarme en el suelo y luego me guió con las manos para que me tumbara boca arriba. Gracias al juego que deban las esposas pude colocarme para no estar demasiado incomodo. Oí Como se movían objetos en la habitación, como iba y venía de acá para allá. Me paré a pensar quien coño era el tío con el que estaba, si es que era un tío. Si eso seguro. Unas manos como esas solo pueden ser de tío, y ese olor agrio tan característico de un tío que lleva currando todo el día. Pero ¿Sería el dueño de los calcetos? El tío por el que sería capaz de hacer cualquier cosa. ¿O sería algún capullo del gimnasio que me vio y está aprovechando la situación? No lo podía saber, pero deseando que fuera el hombre al que no podía sacar de mis pensamientos, decidí darlo todo para contentarlo.

Se encendió una tele y parecía... si... era una peli porno. Oí al tío sentarse, parecía un sofá o sillón, muy cerca de mí, y de pronto me encontré un pie pisándome la cara, aplastándome la nariz. Iba enfundado en un calceto, estaba algo húmedo y apestaba. Se restregaba por mi cara mientras otro pie recorría mi abdomen, me pisaba con fuerza el paquete. Saqué la lengua y deje que el pie se deslizara por ella. Paró de golpe y se apoyaron los dos sobre mi abdomen, escuché lo que parecía un mechero. Pocos segundos después la habitación empezó a oler. Se estaba fumando un puro. Estuvo muy quieto mientras fumaba, sólo se oía muy bajita la peli y de vez en cuando sus bocanadas de humo. Era la primera vez que me veía transformado en un reposapiés, y la verdad es que me estaba encantando, me sentía útil por primera vez en mi vida.

Acabado el puro se quitó los calcetos y me dejó disfrutar de sus pies. Me dejó lamerlos uno tras otro, recorrer la planta con mi lengua, se notaba que era un pie grande, me obligó a rebañar los restos de sudor de entre los dedos. Me metía la puntera en la boca hasta casi tocar la campanilla, parecía que estuviera comprobando hasta donde era capaz de tragar. Un par de ocasiones me pinzó la nariz con uno de sus pies, mientras con el talón del otro taponaba mi boca, no se retiraba hasta que empezando a marearme empezaba a agitarme en el suelo para liberarme y poder tomar aire. No fui capaz de calcular el tiempo que estuve sirviendo a sus pies, pero de pronto igual que habían llagado, se retiraron de mi. Me quedé expectante, esperando el siguiente movimiento. Lo oí toser, carraspear e instintivamente abrí la boca, sabía lo que venia a continuación. Un gran lapo hizo diana en mi boca, rozándome ligeramente el labio inferior. El tío me cerró la mandíbula con el pie. Me tragué el lapo y luego me relamí el labio inferior. Se recostó en el sofá y empezó una lluvia de lapos, algunos con sabor a la cerveza que supuse estaba bebiendo, intentando hacer diana en mi boca. Pasó el pie por mi cuerpo y por el suelo recogiendo restos de saliva y llevándolos a mi boca para imagino dejarlo todo más o menos limpio.

De golpe me obligó a incorporarme, de manera algo brusca. Tiró de plug de golpe que al salir hizo un sonido sordo, y antes de poder notarme vacío otro de tamaño mayor luchaba por entrar. Presionó y empujó hasta introducirlo, y esta vez me cuidé de mantenerme en silencio. Me agarró del pelo y tiró de mi sin mediar palabra. Me estaba acostumbrando a la oscuridad y el no saber que iba a venir a continuación, el no recibir ningún tipo de estímulo visual ni sonoro era muy morboso. Noté que el suelo era mas frío, habíamos dejado de pisar tarima para pisar azulejo. Me levanto una pierna para dar un paso alto y luego otro. Presiono sobre mis hombros. Me encontraba de rodillas, y por el tacto y el frío juraría que en una bañera. Imaginaba que venia a continuación, pero era algo que no había hecho nunca, y no estaba seguro de querer hacer. Una fuerte mano me cogió la mandíbula obligando a abrir la boca. La mano se retiró y abrí un poco mas la boca, si había llegado hasta allí tenía que ir hasta el final. Noté un chorro de liquido salado y caliente en mi boca. Instintivamente cerré la garganta, y una vez llena mi boca el liquido empezó a deslizarse por mi cuerpo. El chorro paró y un guatazo me hizo ladear la cabeza y perder el liquido que me quedaba. ¿Qué coño había pasado? Me volvió a abrir la mandibula y el chorro se reanudo. Igual que antes la orina empezó a rebosar y de nuevo paró el chorro una mano me tapo con fuerza la nariz y la otra me cerró la boca con la orina dentro. Hasta que no hubo aire y no me quedo más remedio que tragar su meado para poder respirar. Me soltó y me dio un guantazo que me dejó el oído izquierdo pitando, como queriendo decirme -¿Has entendido lo que tienes que hacer?- Lo había aprendido. Abrí la boca y su orina inundo mi boca, y empecé a tragar como si me fuera la vida en ello, tratando de evitar que se desperdiciara una sola gota hasta que el chorro cesó. Me agarró la cabeza con fuerza y me la condujo al fondo de la bañera, se me llenaron las fosas nasales de orina, mantenía la presión con fuerza. El mensaje era muy claro "Te permito beber mi orina y así lo agradeces, desperdiciándola. Acaba con ella". Saqué la lengua y empecé a lamer y sorber, hasta que la presión de su mano cedió, con lo que comprendí que ahora si, que había hecho mi trabajo.

Me sacó de un tirón de la bañera y me tumbó en el suelo. Oí como rasgaba lo que deduje era un condón. Me puso a cuatro patas, me retiró con brusquedad el plug y por fin noté su polla deslizándose con facilidad por mi culo. Tenía buen diámetro y bastante larga. Se movió primero lentamente, dejándome sentirla en todo su esplendor, empezando pronto una frenética cabalgada. Me agarraba con fuerza de las caderas atrayéndome hacia el. Cada envestida parecía más profunda y aunque estaba bien dilatado gracias a los plugs, empezaba sentir cierta molestia, pero el tío no perdía fuelle y cada vez las embestidas eran más brutales. Parecía fuera de si y de repente un grito rompió el silencio que me había acompañado desde que llegué aquella casa. Se corrió con una fuerza increíble y su grito dio fe de ello. Siguió follándome un minuto más hasta que se retiró. Me dio la vuelta en el suelo y me puso boca arriba. Me Abrió con fuerza la mandíbula. Creí que iba a tener el placer de limpiarle la polla. Pero un tacto extraño rozó mis labios. Era algo caliente. Se deslizo por mi lengua. Pude adivinar que estaba jugando con el condón que había estado en su polla; lleno de leche, entrando y saliendo de mi boca, rozándose en mis labios. Lo retiró y lentamente, gota a gota fue volcando su contenido en mi boca. Estaba teniendo el privilegio de disfrutar de su leche. Cuando todo el contenido estuvo en mi garganta tragué, disfrutando del sabor del tío que me había poseído, que me había reducido... a un simple juguete para su disfrute. Me metió el condón vacío en la boca. Aproveche para lamer los restos que se habían quedado.

Me incorporó de nuevo. Me arrastro del pelo de nuevo. Oí una llave girar. Las esposas liberaron mis muñecas, se oyó un interruptor de la luz. El sonido de una caja golpeando el suelo. Un tirón brusco me arrebató la máscara de látex. Y antes de que mis ojos se acostumbraran a la claridad una puerta se cerró tras de mi. 3º C pude leer. Allí estaba, desnudo, con un condón en la boca en medio de un rellano. Abrí la caja. Me empecé a vestir con mi ropa y en el fondo de la caja hallé una pequeña sorpresa. Los calcetos deportivos que había robado habían sido sustituidos por unos calcetines ejecutivos negros. Me los acerque a la nariz y aspiré. La mezcla de olor a sudor y cuero de unos zapatos me pusieron de nuevo a mil y me hicieron darme cuenta que no me había corrido. El tío no se había preocupado de si yo había disfrutado o no, le importo una mierda mi placer, y aun así tenía la sensación de haber tenido la mejor sesión de sexo de mi vida. Me detuve un momento escuchando en silencio. Nada. Metí mi nuevo tesoro en el bolsillo del plumas y bajé lentamente las escaleras, deseando que el propietario me pidiera de nuevo su devolución y esperando que fuera ÉL.

Continuará