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La enfermera (2)

en Confesiones

Ha pasado un mes desde mi aventura con Ana, aunque la vi con frecuencia en el hospital no volvió a pasar nada entre nosotros, entre otras cosas porque después de la operación no estaba yo para mucho trote, estuve un total de cinco días ingresado hasta que me dieron de alta, ella me dijo que me llamaría en una o dos semanas, porque se iba de vacaciones con su marido a Lanzarote durante quince días. Pero ya habían pasado treinta sin saber nada de ella.

Una noche a punto de irme a la cama recibí una llamada de teléfono, como me llamaban con mucha frecuencia no sospechaba quien podía ser, así que cuando oí su voz cálida y sensual me sorprendió mucho, ya prácticamente no me acordaba de ella. Hablamos mucho y variado sin entrar en el tema que me interesaba a mí, por supuesto el poseerla nuevamente, de cómo le habían ido las vacaciones, que había visto, cosas sin importancia. La notaba nerviosa, indecisa, me pregunto por mi nariz, como estaba, al final nos íbamos ambos por las ramas, hasta que me canse de tanta tontería y le pregunte si me había echado de menos, si tenía ganas de que nos volviéramos a ver, me dijo que sí, que tenía ganas de verme pero que le daba miedo que nos vieran juntos y su marido se enterara de ello.

Me costó mucho convencerla de que eso no iba a pasar, accedió a quedar conmigo al día siguiente, ella seguía de vacaciones y yo tenía el día libre, así que propusimos irnos a la playa, una donde la gente no acudiera con frecuencia, en el sur de la isla quedaban playas en aquel entonces vírgenes, habían también para nudistas que no solían ser muy visitadas, ya teníamos asegurada la total privacidad que necesitábamos.

Quedamos en vernos en la plaza España de Santa Cruz de Tenerife, al día siguiente. A las diez de la mañana la vi aparecer radiante y hermosa como un ángel venido del cielo, con un traje que se le pegaba al cuerpo como si fuese una segunda piel, mancando todas sus curvas, su pelo rubio brillando al sol como una estrella en la noche, con un contoneo de caderas que quitaba el hipo, en tan solo cincuenta metros que la separaban de mi todos los hombres que se les cruzaban en el camino volvieron la cabeza para mirarla, me maravillé de tanto poderío femenino.

Llego a mi lado y le fui a dar un beso en los labios pero ella se aparto, "nos pueden ver, se más prudente por favor", me dijo, me dio un beso en la mejilla y me pidió que nos fuésemos de allí cuanto antes, así que nos subimos a mi coche y nos fuimos de la capital dirección el sur de la isla. Hasta que no salimos de allí no se relajó, no habló conmigo durante quince minutos, la notaba preocupada y muy nerviosa.

Cuando ya íbamos por las caletillas le dije que estaba preciosa y que si sonreía me haría muy feliz. Su reacción me cogió nuevamente por sorpresa, se quito el cinturón de seguridad y se abalanzo sobre mí, besándome en los labios, metiendo su lengua en busca de la mía, su mano derecha se fue directamente a mis partes íntimas, sobando mi pene por encima del pantalón. Tuve que concentrarme en no perder el control del coche, faltó poco para salirme de la autovía, no podía ver la carretera. Conseguí apartarme al arcén, apagar el motor y centrarme en sus besos cálidos y húmedos.

"Cuanto te he echado de menos me dijo, que ganas tenía de besarte, tocarte, sentirte, me he acordado mucho de tí, de lo que pasó entre nosotros, de repetir aquello", estaba asombrado por su declaración, no me imaginaba a aquella mujer tan espectacular deseando estar conmigo de esa manera. Reconozco que mi ego se llenó de golpe y se me pusieron los pelos de punta de la emoción, mi pene creció como nunca lo había hecho y todo eso lo notó ella porque acto seguido me bajo la cremallera del pantalón y lo saco fuera, contemplándolo en todo su vigor. Sus manos estaban calientes como yo, la suavidad con que me la tocaba me iba desquiciando cada vez más, mi respiración iba subiendo de intensidad, ella no dejaba de mirarme a los ojos, le dije que se la metiera en la boca y muy obediente lo hizo sin demora alguna, dios que mamada me estaba haciendo esta mujer, me iba a correr enseguida, muchas emociones para tan poco tiempo, así que en cinco minutos me hizo llegar al orgasmo más salvaje, largo y doloroso que había tenido en todo ese mes. Estaba en la gloria cuando se aparto de mí y después de limpiarme con una toallita de papel me la guardo dentro del pantalón. Me miro con una sonrisa y me beso en los labios, me soltó de sopetón "ala ya nos podemos ir a la playa". Alucinaba con ella, que pasada de tía recuerdo que pensé.

Llegamos al médano y fue entonces cuando le propuse ir a una playa de nudistas, Ana no había estado en ninguna y no se lo pensó dos veces, acepto encantada, así que llegamos al sitio y nos desnudamos en el mismo coche, dejando las ropas en el interior del mismo y con las toallas, la sombrilla y las cremas para el sol nos acercamos a la orilla, nos fuimos a un rincón apartado donde habían rocas que nos podían ocultar de las vistas de los mirones y allí nos tumbamos al sol.

Por primera vez desde que la conocí la pude ver completamente desnuda en todo su esplendor, era sencillamente perfecta, de piel blanca, no tenía ni un gramo de grasa, su abdomen era liso y prieto, sus pechos firmes, con pezones sonrosados y puntiagudos, cintura estrecha, su cadera era propietaria de un culo respingón y firme en forma de pera, el pubis bien arreglado dejaba entrever unos labios carnosos muy eróticos, con muslos y piernas bien proporcionados y pies pequeños con unos dedos que parecían de muñeca de porcelana.

Ella no dejaba de mirarme, con una sonrisa en los labios, debía de saber que pasaba por mi cabeza, porque acto seguido abrió sus piernas para dejarme ver la totalidad de su coñito, sus dedos empezaron a tocar sus puntiagudos pezones, a la vez que gemía de placer, la contemplaba extasiado, era un torbellino de erotismo desbordado, su mano derecha se fue a su clítoris y empezó a tocarse cada vez más rápido, respirando con rapidez adiviné que le venía un orgasmo y así me lo hizo saber cuándo me dijo que se corría, gritando con desesperación.

Que hermoso espectáculo fue aquello, estaba que no podía ocultar mi calentamiento, mi pene estaba que reventaba de excitación, así que me puse en medio de sus piernas y sin más la penetré hasta el fondo, estaba tan húmeda que no hizo falta demasiado esfuerzo para que se la tragara por entero. Gritó de placer cuando la tuvo toda dentro, se abrazo a mi cuello y me pidió que me moviera despacio pero profundo, quería sentirla muy dentro de ella, su músculo vaginal estrangulaba mi pene hasta el punto de no dejarlo apenas moverse, era tanto el roce de mi glande con sus paredes que el placer que ambos sentíamos era simplemente imposible de describir. Mis manos bajaron a su clítoris y empecé a tocarlo suavemente, en rotación de derecha a izquierda, sin presionar demasiado, en cuanto notó como la tocaba ya no pudo remediar el gemir con fuerza, su cuerpo temblaba en convulsiones incontroladas, besándome los labios para que evitar gritar de aquella manera, arqueaba la espalda con tanta fuerza que me levantaba a mí con ella. Sus orgasmos fueron sucediéndose uno trás otro sin parar durante más de media hora que duró esta tortura de placer inusitado.

Cuando me vino el orgasmo, ella no podía apenas ya moverse de lo agotada que estaba, agarrada a mí me decía de todo, nada bonito por cierto, tenia lagrimas en sus ojos, me miraba como ida, no paraba de tiritar, así que cuando me iba a salir me dijo que ni lo intentara, que me quedara así. Durante más de diez minutos ni lo intenté siquiera, no dejé de besarla en los ojos, boca, nariz, poco a poco se fue recuperando.

Durante media hora no dijo nada, solo me miraba, no respondía a mis preguntas, como respuesta solo había silencio. Pasaron muchos pensamientos por mi cabeza, que no le gustó la forma en que lo hice, que se sentía mal por haber engañado a su marido, que no iba a volver a verme mas, vamos que no paré de pensar como el veinteañero que era.

Se levantó y me cogió de la mano, nos fuimos a la orilla del mar, nos metimos despacio en el agua y cuando estábamos cubierto hasta el pecho, me beso en los labios, cogió mi pene y me comento que a partir de ese momento, "no dejes jamás de hacerme el amor de esta manera, que yo haré todo, todo lo que tú me pidas, esta polla me pertenece y yo a ti".

Estuvimos cerca de una hora nadando y jugando dentro del agua, había poca gente y daba gusto estar allí, el agua era cálida y el sol calentaba en exceso, me preocupaba que ella se quemara la piel así que nos fuimos a nuestro refugio, se tumbo boca arriba y la unté de crema solar, poco a poco, sin prisas conociendo cada poro de su piel, hasta que llegue a su hermoso pubis, mi cabeza bajo hasta allí y empecé a pasar mi lengua por los bordes de su coñito, rozando sus labios mayores, sin profundizar demasiado, poco a poco se fue acomodando en la arena y abrió mas sus piernas para dejarme total acceso a su coñito, estaba lubricada de la penetración anterior, la punta de mi lengua empezó a hurgar en su interior, despacio pero sin pausas, abriendo la cavidad vaginal como si fuese un ariete fue introduciéndose cada vez más en ella, estaba en silencio, respirando despacio, pero tenía pequeñas convulsiones, poco a poco iba lubricando mas y mas, iba tensando su piernas y levantando sus caderas mas pronunciadamente y de repente no pudo aguantar más y me grito "oh Juan me viene, me viene, sigue así, no pares, no pares……", me quise quitar de allí para subirme encima de ella y no me dejo, se agarro a mi cuello y me obligo a quedarme allí hasta que acabo de tener su orgasmo, ya empezaba a cansarme que fuese ella la que llevase la voz cantante en cada acto sexual del día, así que decidí darle un escarmiento y castigarla a mi manera.

Sin darle un respiro, la voltee y la puse boca abajo, ella iba a protestar pero debió de ver en mis ojos algo que la convirtió en sumisa de inmediato porque a partir de ese momento se dejo hacer sin protestar, le limpie la arena que tenía en la espalda y me fui directamente a su culito, lo unte de saliva y le introduje un dedo en el, ella me miro suplicante, pero no dijo nada, sabía que no podía hacerlo. Estuve unos minutos con el dedo dentro de ella, luego cogí crema solar y me unte todos mis dedos de la mano derecha, metí dos y espere a que estuviera dilatada, ella estaba tensa y algo dolida, pero seguía sin decir nada, tres dedos y seguía dilatando, no quería hacerle daño así que cuando estuve completamente seguro que su culito estaba lo suficiente dilatado y bien lubricado se puse encima de ella y me lleve el pene directamente a su ano, la punta estaba preparada para entrar, así que cuando se poso en su culito ella sola entro sin ningún esfuerzo. Se sorprendió que entrase sin causarle dolor, nunca había tenido sexo anal con nadie, solo era la cabeza de mi pene así que aun no estaba todo conseguido, sabía que en cuanto entrara un poco mas iba a sentir molestias, por eso me lo tomaba con calma, introduje un poco mi pene y me quede esperando unos tres minutos más o menos a que se acostumbrara a ella, me salí de su culito, me unte nuevamente de crema y volví a entrar en ella, esta vez metí hasta la mitad mi pene, ella respiraba muy nerviosa, pero se dejaba hacer, estuve otros tres o cuatro minutos quieto sintiendo el calor de su interior, poco a poco empecé a moverme de la mitad para arriba y vuelta a bajar, poco a poco iba introduciendo mi pene más profundamente en su interior hasta que mis huevos tocaron su culito, entonces le dije que ya la tenía toda metida hasta el fondo. "No te muevas por favor, no te muevas, déjame sentirla ahí un rato por favor cariño", repetía una y otra vez, por ser la primera vez lo consentí, pero sería la última, así que me espere durante cinco minutos a que se fuese adaptando a mí, mientras le besaba en el cuello, los oídos y le pase mi mano por debajo de su cuerpo para ir a su clítoris, cuando ella sintió mi dedo allí hurgando su botón empezó a mover la cadera porque era imposible estarse quieta, cosa que aproveche para empezar a moverme yo, la empecé a penetrar despacio al principio pero poco a poco iba acelerando mis movimientos profundizando mas en ella, Ana no paraba de decir que "rico la siento Juan, me estas matando, este placer es diferente a lo que siento por la vagina, me remueve todo el interior de mi cuerpo, me muero Juan, no pares".

Entre la penetración y la masturbación del clítoris estuvimos casi veinte minutos más o menos, ella no podía nada más que mover el culo de arriba abajo, estaba a mi total merced, completamente esclavizada, no dejaba de follar su culito, perforándolo todo lo profundo que podía, el placer que sentía la dejaba fuera de juego sin poder hacer nada por evitarlo, el orgasmo nos vino juntos, al sentir que le venía, ella se encogió de tal manera que me transmitió tal placer que no pude evitar que me viniera a mi también. No puedo describir la sensación que sentíamos en aquel momento, simplemente diré que fue sublime.

Éramos pocos bañistas en la playa, era un lunes y por eso no había mucha gente, por eso los gritos de Ana no habían alertado a nadie, menos mal, menudo espectáculo porno habríamos dado.

Cuando me salí de ella me tumbe a su lado y ella se dio la vuelta y se subió encima mío, apoyo su cabeza en mi pecho y se quedo así durante media hora más o menos. Le acariciaba el pelo, la espalda, estábamos agotados, sobre todo ella, acababa de descubrir algo nuevo.

"Nos tenemos que ir Juan, tengo que llegar a mi casa antes que él".

Así que nos fuimos de nuevo al mar a asearnos un poco, nos secamos y nos fuimos al coche, nos pusimos en marcha dirección santa cruz sobre las tres de la tarde. Habían transcurrido cinco horas desde que la recogí.

En el camino no dejaba de cogerme la mano y darme besos en el cuello, con ello consiguió que me volviera a excitar, cuando se dio cuenta de ello la muy atrevida saco mi pene y se lo metió en su boca con la condición que me haría una mamada si no dejaba de conducir, por supuesto acepte y así me tuvo cerca de quince minutos hasta que me llego un orgasmo largo que me vacio por completo del poco semen que me quedaba en el cuerpo, aun así estuvo otros cinco minutos comiéndomela hasta que se bajo por completo, no dejo ningún resto de semen, me dejo completamente agotado y me la guardo de nuevo.

Llegamos a nuestro destino y nos despedimos con un beso cálido, dulce y casi diría yo amoroso. "Te llamo mañana en cuanto pueda, quiero sentirte dentro de mi otra vez, Adiós".

La vi marcharse por donde vino, los hombres la miraban embobados, pero yo era su amante, era mía, solo mía.