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Posando para una web (1)

en Gays

Desde pequeño me ha gustado mucho el fútbol y en cuanto pude pegarle patadas a un balón me apuntaron a clases de ese deporte, y es que no sabía hablar aún y ya jugaba al fútbol con cualquiera que se prestara. Todo esto causó que me convirtiera en un futbolista bastante bueno a decir de todos los que me veían, pero la falta de oportunidades o de alguna persona que dirigiera convenientemente mi carrera desde la pequeña ciudad de provincias donde vivo hizo que sólo pudiera jugar en un equipo de la Segunda División B española.

Por cierto, antes de seguir con mi aventura voy a presentarme: me llamo Juan Manuel, pero todo el mundo me llama Juanma; tengo 20 años, soy bastante alto, pues mido aproximadamente 1,85, delgado, bastante guapo si hago caso a la legión de seguidoras que se apostan en las gradas del campo durante los entrenamientos, fibrado, muy velludo de cintura para abajo y con un buen cuerpo por mi dedicación al Deporte Rey desde pequeñito, como decía antes.

Juego en el club de la ciudad donde vivo y, aunque de aquí para atrás no he tenido problemas económicos porque mi equipo disfrutaba de unos ingresos bastante buenos fruto de la bonanza de la época del ladrillo, en el último año la situación había cambiado drásticamente a peor y los atrasos en los cobros eran algo frecuente.

Esta situación me tenía amargado y ya no sabía lo que hacer para conseguir dinero. Muchas veces había hablado del tema con mi mejor amigo dentro del vestuario, Santi, que estaba en una situación muy parecida a la mía.

Santi es un chico de mi edad, de tez morena, pelo peinado en cresta, con unos llamativos y grandes ojos marrones, muy delgado, pero muy marcado, con una cara de niño que lo hace irresistible, y si no fuera porque a mí no me gustan los rabos yo creo que ya me hubiera liado con él, aunque tengo que reconocer que cuando estamos en las duchas alguna vez que otra se me va la vista hacia su pollón y hacia su culo que ya os contaré más tarde como son.

En fin, que estábamos sentados en uno de los bancos de nuestro lugar preferido del parque tomándonos una coca cola cuando vimos tirado en el suelo una octavilla que nos llamó la atención porque estaba escrita en un tipo de letra y unos colores muy llamativos. Me levanté del banco, la cogí y empezamos a leerla.

La octavilla no decía gran cosa, iba dirigida a chicos de entre 18 y 30 años y prometía ganar dinero fácil y rápidamente. Eso nos hizo retenerla en nuestras manos y mirándonos el uno al otro cogí mi móvil y llamé al número que aparecía en la dichosa octavilla en caracteres enormes y llamativos.

Tras colgar me sentí un poco decepcionado, lo cual Santi me lo notó en la cara porque nada más meter el móvil en mi bolsillo me espetó:

-¡Ey, tío! ¿qué te han dicho?.

-Pues en realidad no me han dicho mucho. Sólo me han adelantado que se trata de una compañía que gestiona una página web y que si queremos más detalles tienen que vernos en persona; así que me han dado una dirección y me han citado allí para dentro de una hora.

-Joder, colega, pues vamos y salimos de dudas.

-Ya, Santi, pero no sé por qué me huelo algo raro. Sí, tienes razón, lo mejor es que vayamos y veamos de qué se trata.

Una hora más tarde estábamos los dos en la dirección que nos habían dado, llamamos al telefonillo y subimos al piso que nos habían dicho.

Allí nos encontramos con un tío de unos 35 años que se presentó como el director de una web de contenidos para hombres gays y que el trabajo iba de que teníamos que desnudarnos y hacernos una paja delante de una cámara, primero individualmente y luego en pareja. A mí, conforme el tío iba hablando se me iban poniendo los ojos como platos. Mi primer impulso fue levantarme y salir corriendo y no presté mucha atención a todo lo demás que continuó diciendo. Yo no era gay, ni estaba dispuesto a que un sinnúmero de gentuzas viciosa de todo el mundo se pajearan a mi costa así que sin más explicaciones me levanté de golpe e invité a Santi a que me siguiera.

Una vez en la calle, Santi me tranquilizó. Yo no daba crédito:

-Pero tío, ¿tú te estás escuchando?¿me estás diciendo que te molaría que todo el mundo te viera en bolas tocándote la polla? Vamos, no me jodas.

-Vamos a ver, Juanma, piensa un momento –Santi había conseguido mantener la cabeza fría- Nos ofrecen 300 euros por sesión; a la mierda todo. No te va a pasar nada por sacarle partido al cuerpazo que tienes y sacarle rentabilidad al pollón que te ha dado la naturaleza.

-Santi, ¿pero que cojones dices, tío? ¿qué estás hablando de pollón? ¿Qué mierda de mariconadas estás diciendo?.

-Tranqui, tranqui… Sólo estoy diciendo la verdad. Perdona que me haya fijado en las duchas, pero es que eres de los que más buenos estáis del equipo.

-Tío, yo lo flipo… No te parto la cara porque eres mi mejor amigo, pero vamos, este tipo de mariconadas no me las esperaba de ti.

-Bueno, bueno…No soy marica, no te rayes! Pero si veo a un tío que está bien de cuerpo y es guapito pues no me duelen prendas en reconocerlo. Eso no quiere decir que quiera follármelo ni mucho menos… Pero vamos al tema y vamos a ser realistas: Somos guapos, somos jóvenes, tenemos buen cuerpo, tenemos la polla grande, y podemos solucionar el tema del dinero en un abrir y cerrar de ojos. Eso no nos va a convertir en lo que no somos. Piensa que esta gente busca tíos como nosotros, y están dispuestos a pagar por verlos meneársela.

Pues tú haz lo que quieras, que yo lo tengo claro.

-Vale, tío, vale, vale, vale. Espérate un poquillo y déjame que me haga a la idea por lo menos, joder, que todo esto es muy fuerte.

Después de unos cuantos días consultándolo con la almohada y pasándolo verdaderamente mal, porque estaba convencido de que si accedía se me tatuaría en la frente un cartel con la palabra MARICÓN o algo por el estilo, pudo más la falta de dinero que mis escrúpulos morales y me decidí a dar el paso. Así, ni corto ni perezoso, cogí el movil y diez minutos después estábamos mi amigo Santi y yo en la plaza en la que solíamos pasar las mañanas.

- Entonces, ¿qué?. ¿Te has decidido ya?

- No sé tío, no sé. Voy a probar a ver, pero tengo el estómago que me da botes.

- Vega ya, cagao. Verás cómo se te quita todo cuando salgas de allí con 300 eurazos en el bolsillo a cambio de hacerte una manola.

- Por eso lo hago, colega, pero veremos a ver si funciono.

En fin, que ya que me había puesto a ello, llamamos por teléfono al número de la otra vez y nos citaron para aquella misma mañana una hora y media después. Llegado el momento, nos llevaron a una especie de parquecillo cercano al domicilio donde estaba esa gente y con un balón, de forma individual, nos grabaron haciendo unos pases, dándole toques al balón y haciendo alguna que otra virguería de las que hacíamos en el campo con los contrarios.

Posteriormente nos llevaron al piso; primero entró Santi en una habitación donde había una cama frente a un televisor de pantalla plana bastante grande frente a una cama de matrimonio. A mi me permitieron quedarme detrás de una cámara que había también.

Santi Se sentó en la cama, se presentó, hablo un poco de sus gustos y luego, a una orden de quién iba grabando, se empezó a desvestir.

Primero se quitó la sudadera, luego la camiseta de manga corta que llevaba, dejando ver su torso con los músculos marcados y la impresionante tableta de chocolate de su abdomen, cubierto todo por una fina capa de vello.

Luego se aflojó el cinturón y empezó a desabrocharse la bragueta de los vaqueros, contoneándose un poquito y dando un poco de juego, como haciéndose de rogar antes de enseñar lo que guardaba bajo los calzoncillos, y que empezaba a abultar bastante.

Finalmente se pasó la mano por el paquetón y se sobó la polla con ganas antes de ir bajando poco a poco los boxer pegados que llevaba puestos, ir dejando asomar el abundante vello que poblaba su pubis y por fin el pollón que le colgaba y que yo ya conocía desde hacía mucho tiempo.

Me quedé bastante asombrado al ver que, aunque la polla de Santi era bastante grande, ahora estaba ante los ojos de todos los presentes bastante más grande y más gorda de lo que yo la conocía en los vestuarios, y es que el cabronazo se estaba poniendo cachondo por la sesión de streep tease que nos había proporcionado.

Yo por mi parte me sentía extraño. Por un lado estaba nervioso por lo que se me venía encima próximamente, pero por otro notaba una sensación rara por debajo de mi cintura, y es que ver a mi amigo y compañero de esa guisa, allí completamente ofrecido me estaba poniendo un poco cachondo, pero rápidamente pugné por quitarme esos pensamientos de mi cabeza: ¡Yo era un tío y a mi no me gustaba Santi!

Delante de la cámara le mandaron hacer varias cosas para exhibirse bien, como levantarse la polla para dejar los huevos a la vista, descapullarse, , darse algún meneito… mientras la cámara no paraba de enfocarlo de pies a cabeza, deteniéndose convenientemente en la parte más interesante de mi amigo.

A continuación le indicaron que se diera la vuelta, y tras otro barrido pormenorizado de la cámara en la anatomía trasera de Santi, lo mandaron inclinar la espalda para dejar el culo al aire, de manera que pudiera verse con detalle todo su ojete y sus cojonazos que colgaban entre sus nalgas.

A mi todo aquello me estaba poniendo enfermo; no se si por lo inacostumbrado de la situación o por qué, pero yo no podía evitar tener un empalme del nueve y me dolía la polla de tenerla aprisionada en mi pantalón, así que intenté pensar en otra cosa y abstraerme de lo que estaba sucediendo en aquella habitación, pero no lo conseguía.

Así se fue desarrollando la grabación, que no tenía otro fin que exhibir completamente a quien se prestara a ello. Por eso, después de grabarle el agujero del culo, lo hicieron tumbarse en la cama boca arriba, le hicieron subir las piernas y dejar su ojete aún más expuesto si ello era posible; lo hicieron tumbarse boca abajo con las piernas abiertas y los huevos asomando bajo su culito para por fin pedirle que se pusiera a cuatro patas, como si estuviera esperando que alguien le endiñara un pollazo en su virginal culo.

Yo no dejaba de experimentar sensaciones contradictorias: por un lado, mi excitación, pero por otro no podía evitar la nausea ante el comercio carnal que se estaba cometiendo delante de mis narices.

Esos pensamientos corrían por mi cabeza cuando Santi se incorporó un poco en la cama apoyando su espalda en la almohada, y uno de los encargados de la grabación puso una película porno en un ordenador portátil que estaba allí preparado para tal fin. A medida que las escenas de la película se iban desarrollando podíamos ver todos los allí presentes cómo a Santi se le iba poniendo la polla dura.

En la pantalla una de sus actrices porno españolas preferidas, Lucía Lapiedra estaba echando un polvo de campeonato con uno de los no menos famosos actores nacionales, Ramón Guevara. Yo sabía que mi amigo Santi era super fans de esa actriz, pues no en vano alguna que otra película suya habíamos visto juntos.

Santi se puso a tope. Su enorme nabo se empalmó a tope y a mí se me abrieron los ojos como platos ya que nunca lo había visto así. Tenía un capullo gordísimo, cuyos bordes sobresalían del tronco de la polla como si fuera una seta. Las venas azules que recorrían el tronco se marcaban totalmente en la morena piel, dándole al rabo de mi amigo un aspecto impresionante.

Al instante el capullo empezó a humedecerse y dejar chorrear precum de manera abundante, lo cual facilitaba en gran manera la paja que se estaba haciendo el salido de Santi allí frente a los ojos de todos nosotros. A medida que aumentaban los gemidos y las expresiones de placer de los protagonistas de la película, el trabajo manual realizado en el nabo de mi amigo iba dando sus frutos y yo veía cómo su cara se iba transformando por el placer. A pesar de la repulsión que yo sentía al estar empalmado como nunca en mi vida por la imagen de mi mejor amigo cascándosela, no podía desviar mi mirada de él, ni perder detalle de cómo sus gordas bolas botaban a medida que él se sacudía la polla, o cómo se frotaba el capullo mientras se pellizcaba los pezones.

Entre los meneos que se daba en la polla y la visión de la película mi amigo se estaba poniendo cada vez más cachondo, y yo, a mi vez, cada vez tenía los ojos más abiertos de ver el pedazo de pollón que se le estaba poniendo a Santi a medida que se la meneaba.

Yo estaba harto de verlo desnudo, pero nunca lo había visto empalmado, y ni por asomo podía imaginar que guardara semejante artillería debajo de los calzoncillos.

Ni que decir tiene que yo estaba cada vez más arrepentido de haber acudido a ese sitio; estaba viendo a mi compadre en una situación que me estaba produciendo tales sensaciones que hacía que se me cayeran los palos del sombrajo, y principalmente estaba bastante apurado porque, cuando llegara mi turno en unos pocos minutos, no sabía cómo iba a explicar la fenomenal erección que tenía sin que mi reputación de macho quedara tocada.

En fin, de momento no quise comerme más el coco y seguí mirando el discurrir de la fenomenal paja que se estaba haciendo mi amigo, el cual de vez en cuando me miraba con una expresión de morbo y de vicio en su cara que yo hasta ahora no le conocía. Mis ojos, por otra parte, no podían desviarse mucho de su pollón, cada vez más duro, más gordo y más chorreante, y del baile de sus cojones al ritmo que imponía su mano sobre la verga. De pronto, noté como Santi se contraía, como empezaba a gemir con fuerza a la vez que su mano aceleraba los meneos en la polla y cómo de pronto un cañonazo de color blanco salió disparado de la punta del capullo para caer en todo el pecho de mi amigo, seguido de otros trallazos más cortos que iban cayendo sobre los pelos del pubis y sobre su ombligo, dejando todo su torso y su vientre llenos de su blanca simiente.

Una vez que Santi se hubo relajado un poco, se levantó y se dirigió al cuarto de baño a tomarse una duchita refrescante; mientras, uno de los que se encargaban de grabar los videos se puso a cambiar las sábanas de la cama donde en breves instante me tocaría a mí repetir todo lo que le había visto hacer a Santi.

Ese intervalo de tiempo sirvió para que yo me tranquilizara un poco y mi polla volviera a su ser, por lo que di gracias a Dios. Así, a los diez minutos más o menos me dijeron que era mi turno, y que me fuera colocando como había visto hacer a mi amigo.

Dicho y hecho. Poco a poco me fui quitando la ropa: primero la camiseta, dejando mi pecho bien formado al aire; luego, el pantalón. Tuve suerte de haber elegido unos gayumbos negros porque así no se me notaba nada la gran mancha de líquido preseminal que tenía en ellos.

Tras enfocarme con la cámara de todas las maneras posibles, el que parecía llevar la voz cantante me ordenó que me bajara los calzoncillos y que me los quitara. Yo, muy obediente, le hice caso y quedé ante toda aquella peña como mi madre me trajo al mundo, aunque con un poquito más de pelo y ciertas partes considerablemente más desarrolladas. En eso estaba yo cuando Santi entró de nuevo procedente del cuarto de baño con una toalla anudada a la cintura. Me dio una vergüenza enorme que mi mejor amigo me viera así, pero pronto recordé que él había pasado por eso primero y que no tenía nada que reprocharme. Lo que no pude evitar es que mi polla se pusiera morcillona al ver a mi amigo casi desnudo, menos mal que al parecer ese detalle les pasó por alto a todos, o al menos eso creía yo.

Con los nervios de sentirme observado por la peña que había en la habitación mi polla recobró su compostura y volvió a su tamaño normal. Volví a sentir en carne propia cómo se repetían los hechos de hacía un rato: la cámara recorriendo mi cuerpo y el objetivo deteniéndose primero en mis pezones y luego en mis bajos; luego, las indicaciones del cámara, que me decía que me cogiera la polla y que dejara al aire los cojones, que me descapullara…A continuación me puse de espaldas y me abrí los cachetes de mi peludo culo, dejando a la vista mi ojete a todos los allí presentes.

Debido a mi postura inclinada, pude ver por entre mis piernas algo que me dejó atónito y hecho un verdadero lío: mi amigo Santi seguía allí con la toalla anudada en la cintura y en ella se le marcaba inconfundiblemente una enorme erección.

Preferí no comerme el tarro, seguir con lo que tenía que hacer para terminar cuanto antes y salir corriendo de allí, así que me tumbé en la cama, después de haber dejado que una cámara hubiera recorrido todos mis encantos, y es que con las posturas que me obligaron a hacer no quedó nada de mi cuerpo sin mostrar al gran público.

Cuando llegó la hora de hacerme la paja, intenté desconectar de todos para poder empalmarme a gusto y correrme sin ningún problema, y lo conseguí gracias a una película cuyas actrices eran todas de una belleza increíble, lo cual propició que se me pusiera la polla como el cerrojo de un penal, a lo cual también contribuyó, en honor a la verdad, sus escenas tan morbosas y las posturas que adoptaban los protagonistas masculinos.

En un momento dado de mi paja, cuando ya no había retorno posible y el único camino era el de un orgasmo apoteósico, me fijé en mi amigo Santi, situado a menos de dos metros de mí y con una tienda de campaña importante, que se iba sobando en plan de casi paja a mi ritmo.

Toda esa situación desembocó en un orgasmo tremendamente placentero que me hizo correrme soltando una cantidad abundantísima de leche que se repartió por todo mi pecho y aún por mi cara, lo cual me extrañó muchísimo, porque yo nunca me había corrido de manera tan abundante y más siendo la primera vez que me la meneaba con público.

Después de correrme fui invitado a que me duchara, y dentro de la ducha la cámara me volvió a grabar mientras restregaba mi cuerpo con el jabón que me habían proporcionado, y me desprendía de la abundante corrida que me había pringado por completo.

Cuando ambos estuvimos vestidos salimos a la calle tras despedirnos de la persona con la que habíamos contactado. Yo iba hecho un lío, pero con 300 eurazos en mi bolsillo, pero Santi iba como un niño con zapatos nuevos.

  • ¡Joder, colega!, ¡Qué morbazo verte meneándote la polla! Si fuera marica me habría tirado a por ti allí mismo y te hubiera follado vivo. Me he puesto to cachondo de verte ahí en bolas dale que te pego, chaval.
  • Pero Santi, ¿qué pollas dices, tío? ¿tú te estás oyendo? Córtate un poco, a ver si de ahora en adelante voy a tener que ducharme en los vestuarios con calzoncillos… Mira que empalmarte conmigo… Ya te vale, tronco.
  • Si, tío. Tronco lo que te cuelga entre las piernas. ¡Qué cabronazo estás hecho! Ni por asomo podía yo imaginar el pollón que gastabas cuando estás contento.

Yo a esas alturas estaba colorado como un tomate, mientras Santi proseguía con las bromas y las tomaduras de pelo mientras llegábamos a la cafetería que solíamos frecuentar para tomarnos un café.

Mientras esperábamos que nos sirvieran, empezamos a hablar de lo sucedido, y juramos no contarle a nadie nada de momento, hasta ver a dónde nos conducía aquella locura. Yo no paraba de darle vueltas al asunto, y si bien era verdad que ese dinero me había venido muy bien, mis escrúpulos no me dejaban en paz.

Santi, por su parte, se lo tomaba todo con más calma y me hacía ver que no hacíamos nada malo aprovechando las dotes que la Madre Naturaleza nos había proporcionado.

  • A ver, Juanma, estamos sacando partido a nuestro cuerpo de una manera limpia porque ni siquiera nos han puesto la mano encima, y mira que a alguno ya le veía yo las ganas de agarrarte el rabo.
  • Joder, Santi, tío, déjame ya en paz, que bastante mal lo estoy pasando como para que sigas metiéndote con mi rabo.
  • Bueno, mira, vamos a dejarnos ya de historias y a ver el lado positivo. Nos han dado 300 euros a cada uno por cascarnos un pajote, que es una cuarta parte de lo que deberíamos cobrar después de estar un mes de entrenamientos y de darle patadas al balón. A los dos nos hace falta –añadió- y yo, si me vuelven a llamar, repito.

A mí se me pusieron los ojos como platos y la boca se me abrió de sorpresa, pero no quise continuar con el tema, me tomé el café y me fui para mi casa a meditar todo lo que había vivido.

Ya tumbado en mi habitación empecé a recordar cada momento y para mi sorpresa me puse muy cachondo rememorando todo lo que vi hacer a Santi, hasta el punto de que, cuando quise darme cuenta me había bajado los pantalones y los calzoncillos y mi mano estaba acariciando mi polla durísima y mis peludos cojones.

Empecé a masturbarme con la imagen de mi amigo del alma quitándose la ropa, sobándose los huevos, descapullándose, enseñando el culo, tocándose los pezones, magreándose las nalgas y a medida que mi imaginación iba reviviendo todo lo que había visto, mi paja iba ganando en intensidad