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Posando para una web 3

en Gays

Con esta reacción inesperada la gente que nos estaba grabando empezaron a hacer comentarios sobre lo caliente que resultaría el video y con lo bien que nos lo estábamos pasando.  Sin embargo, nos pidieron que no fuéramos más allá, que no querían relaciones sexuales completas, así que cada uno con el rabazo del otro bien cogido, seguimos con la paja aumentando el ritmo poco a poco.  

 

Yo por mi parte estaba ya mucho más relajado al ver que Santi no había dado muestras de rechazo e incluso me reía cuando veía la cara de alucine que ponía mi amigo cuando masajeaba su duro pollón, a la vez que él me tocaba la zambomba a buen ritmo.

 

Poco a poco fui notando cómo oleadas de placer iban avanzando por mi cuerpo, señal de que el orgasmo se acercaba inexorable; mis cojones se iban poniendo más duros, se iban pegando a la base de mi tronco, mi nabo se iba endureciendo y mi capullo se había puesto de un tono morado oscuro.  Miré a los ojos de mi amigo y ví que los había puesto en blanco, y noté en mi mano la tremenda dureza de su polla.  Así, noté cómo por mi polla iba subiendo la leche, y con un tremendo orgasmo que me hizo convulsionarme, solté un gran cañonazo que se estrelló en mi mejilla, seguido de otros chorros con menos presión que se fueron esparciendo por mi barriga, por los pelos de mi pubis, por mis pelotas y por la mano de mi amigo.

 

Santi, por su parte, al notar mi corrida llegó también a su orgasmo e igualmente se corrió abundantemente, pero en este caso, y debido a la curvatura de su polla, el primer trallazo me impactó en el pecho, cerca de mi tetilla derecha, y los que vinieron después se fueron esparciendo por mis manos y por sus huevos.

 

De buena gana, ya que había descubierto mis cartas, me habría lanzado a comerle la boca a mi amigo y a habérmelo montado con él allí mismo, pero aquella gente nos indicó que nos fuéramos a la ducha, donde  también nos grabarían.  Nos duchamos juntos, nos enjabonamos el uno al otro, pero evitamos tocarnos en ninguna parte que hubiera comprometido nuestra posición, tal y como estábamos; pero lo que no evité fue recorrer la espalda de Santi, su pecho y sus brazos mientras le extendía el jabón, lo mismo que él hizo conmigo.

 

Cuando nos vestimos y nos pagaron salimos de allí como alma que lleva el diablo, y sin decir ni una sola palabra nos montamos en mi coche y fuimos a casa de Santi, ya que sus padres daba la casualidad de que no estaban.  Sin hablar nos metimos en su cuarto y allí sí dimos rienda suelta a nuestra pasión.  

 

Nos abrazamos el uno al otro, nos fuimos desnudando, y cuando nos quedamos en calzoncillos no pude evitar llevar mi mano al paquetón de Santi y sobarlo con ganas y sin ningún reparo ya.  Pude disfrutar de cómo se le endurecía el carajo, de la forma de sus cojones…

 

Él a su vez también hacía lo que podía conmigo, que era comerse mis pezones, acariciarme la espalda,  bajar sus manos hasta mi culo y meterlas dentro de mis calzoncillos para acariciar mi peludo culo y explorar dentro de mi raja.

 

En un momento dado, mi boca buscó la de Santi, que me recibió abriendo los labios y dejando a mi lengua penetrar en su boca, donde se entrelazó con la suya y jueguetearon durante un tiempo que a mí me resultó la eternidad.

 

Excitados como estábamos, con nuestras pollas duras como espadas, nos echamos en la cama, nos bajamos los calzoncillos y nos dispusimos a disfrutar cada uno con el cuerpo del otro.  Yo recorría con mis manos todo el pecho de Santi, marcado, duro, sin pelo… me detuve en sus tetillas, jugué con mis dedos en sus pezones,  fui bajando por sus abdominales hasta llegar a su peludo pubis con bastante curiosidad por tocar sus cojones y conocer su tacto ya que yo era la primera vez que tocaba un cuerpo masculino que no fuera el mío si exceptuamos la paja mutua que nos habíamos hecho un momento antes.

 

Santi también hacía lo que podía con mi cuerpo, y  mientras su boca recorría mi cuello y bajaba hasta mis pezones, sus manos recorrían los cachetes de mi culo, recorrían mi raja y  acariciaban la parte interna de mis muslos.

 

Mi polla estaba tan dura que me dolía, y nunca la había visto soltar tanta cantidad de líquido preseminal.  La de Santi también lucía enorme, majestuosa, dura, apetecible, y sus cojones, acunados por mis manos, se apretaban contra la base del pollón.

 

Me sorprendí gratamente con el tacto de sus huevos, su calidez, su suavidad, el cosquilleo que provocaba en mis manos el recio vello que los cubría, su dureza y su tamaño.  Pero más me sorprendí cuando, entretenido como estaba, noté cierta humedad en mi polla y me di cuenta entonces de que Santi había acercado su boca a la punta de mi polla  y había empezado a lamer mi capullo.