miprimita.com

Posando para una web (2)

en Gays

 Después de una abundante corrida que me pringó de leche todo mi vientre y mi pecho, una especie de remordimiento y de sentimiento de culpa se apoderó de mí por haberme masturbado con las imágenes de mi amigo del alma. Era la primera vez que hacía algo semejante, pero lo peor de todo es que a pesar de lo mal que me sentía no podía quitarme de la cabeza la polla de Santi y su cuerpo perfecto vibrando mientras le venía el orgasmo y escupía la lefa por la punta de su polla.

Los días iban pasando y nuestra rutina continuaba: entrenamientos, reuniones tácticas, algún rato de ocio con los amigos, pero algo había cambiado. Mi actitud en el vestuario no era la misma con respecto a mi amigo y a pesar de que intentaba que no se me notara, me alejaba de él en los vestuarios, intentaba que no coincidiéramos en las duchas, y procuraba estar con él a solas lo menos posible.

Todo esto provocó que sin más remedio, mi amigo Santi se coscara de que algo pasaba, así que un día al salir del estadio donde entrenábamos me cogió del brazo y me retuvo.

- ¡Eh!, Juanma, tío, ¿qué pasa que te noto que me rehúyes?

- Qué va, colega- mentí- lo que pasa es que no me encuentro bien. Ya sabes, tío, estoy un poco rallado por lo del otro día.

- Joder, tronco, si que te ha afectado el temita. Yo creo que deberías cambiar el chip y a otra cosa. Recuerda que por lo menos este mes no has tenido que pedirles a tus padres para pagar la letra del coche.

- Es cierto pero para mí fue muy fuerte compartir algo tan íntimo como una paja con un montón de desconocidos-me excusé-

- Bueno, todos no eran desconocidos, que también estaba yo…no lo olvides.

- Ya, tío, pero tampoco me la he cascado nunca delante de ti- repuse- mientras pensaba para mis adentros que él precisamente era el problema.

Después de esta conversación nos fuimos juntos a tomarnos una coca cola al bar de siempre y actué como si nada, a pesar de que cada vez me fijaba más en los rasgos y en el cuerpo de Santi, y que por ello, mi excitación iba en aumento hasta tal punto que tuve que disimular mi erección con mi cazadora hasta que pude ir al servicio y colocarme la polla de forma que disimulara mi estado.

Así las cosas, más o menos dos semanas después del episodio de la grabación, mi teléfono sonó con un número, desconocido. Cuando lo cogí me quedé de piedra al escuchar una voz que me resultaba muy familiar. Era la persona con la que hablamos la primera vez. Primero me felicitó porque mi video en internet había recibido récord de visitas según él y quería que mi amigo Santi y yo repitiéramos pero en esta ocasión tendría que ser los dos juntos.

Cuando escuché aquello me aterroricé. En décimas de segundo me vi tumbado en una cama con Santi dejándome llevar por mis instintos hasta tal punto que él se daba cuenta de que yo me había vuelto marica y estaba disfrutando tocándole los cojones… su reacción nada amistosa, sus insultos, la extensión de la historia a todo el vestuario… Todos mis fantasmas hicieron acto de presencia mientras oía aquella voz por el teléfono sin escuchar lo que me estaba contando.

Presa de un ataque de miedo colgué, guardé el móvil en mi bolsillo y salí como alma que lleva el diablo para casa. Cuando llegué saludé de mala gana a mis padres y a mis hermanos, me encerré en mi cuarto y apagué el móvil. Había decidido tomar la táctica del avestruz, esconder la cabeza bajo tierra y hacer como que no pasaba nada.

A eso de las ocho y media de la tarde tocaron en la puerta de mi habitación y yo abrí pensando que sería mi madre llamándome para la cena, pero cuando abrí me encontré con mi amigo Santi que había ido a visitarme.

Santi entró en mi habitación como un huracán, cerró la puerta tras de sí y se sentó en la cama, hacia los pies.

- A ver, ya me puedes estar explicando para qué cojones quieres el móvil, que llevo toda la tarde llamándote y no hay manera de pillarte operativo, ¡joder!.

- No me rayes, Santi, que no está el horno p’a bollos. ¿Qué cojones pasa con tanta urgencia?

- Pues pasa que me han vuelto a llamar esta gente de la web, que dicen que hemos gustado mucho tanto tú como yo según las entradas que llevan nuestros videos y que quieren que repitamos, pero los dos juntos.

A mí al oír aquello se me cayó mi habitación encima. Después de todos los calentamientos de cabeza y las comeduras de olla que yo estaba soportando toda la tarde desde que vi a mi amigo Santi en bolas y la reacción que ello produjo en mí, lo último que me faltaba por escuchar era precisamente eso, que tendría que ponerme a hacerme una paja con Santi a mi lado haciendo lo mismo.

Por una parte, no dejaba de reconocer que la idea me seducía un poco, pero por otra tenía muchísimo miedo a que mi amigo Santi notara algún detalle que no le sentara bien y ello diera al traste con una amistad de tantos años.

Yo en Santi tenía confianza, porque siempre ha sido muy abierto de mente pero por otro lado nunca nos habíamos visto envueltos en situaciones que podían calificarse de homoeróticas, con lo cual mi incertidumbre era mucha, y mis nervios aún más.

Todos estos pensamientos pasaron por mi cabeza en las pocas décimas de segundo que tardé en contestar y cuando lo hice, repuse:

-Pero ¿qué dices, tío? ¿los dos juntos?. Ni de coña.

-Vamos, Juanma, no empieces ya con tus cosas, tío, que pagan el doble

-Pero bueno, Santi, ¿es que tú sólo ves el dinero? No ves que lo que intentan es que nos liemos los dos? Y yo no estoy dispuesto ni por todo el oro del mundo-dije con la boca pequeña.

- Que no, tio, que no. No te rayes, tronco. Me han dicho bien claro que se trata solo de hacerlo que hicimos por separado, pero juntos. Que no tendremos que tocarnos el uno al otro ni nada, que lo he preguntado. Recuerda que yo no soy marica y aunque te quiero mogollón no me pones como para echarte un polvo. Esto último lo dijo Santi dándome un puñetazo de broma en la parte superior de mi brazo y riéndose a carcajadas.

-Yo paso, colega. Que ya lo he pasado bastante mal con lo otro como para repetir. No, no, lo tengo claro.

-¿Que lo tienes claro? Tío, que son 600 euracos por una paja, y además, yo ya te he visto hacerte una el otro día. No me voy a asustar, y si no vienes tú no hay trato. Lo han dejado bien claro, que tenemos que ir los dos.

Tenemos hasta mañana para contestar. Si no, se acabó todo. Volveremos a estar pelados y viéndonos negros para poder tomarnos un café.

-Yo no tengo nada que pensar. No estoy dispuesto a entrar en ese juego y venderme-dije yo mostrando un enfado que no sentía.

Quizás debería haber hablado claro con Santi y contarle todo lo que sentía, pero el miedo a que mi amigo me rechazara y se creyera algo que no era me superaba, así que preferí mentirle y rechazar una pasta gansa que tanto a él como a mí nos venía que ni llovida del cielo.

Santi se fue con un mosqueo del quince y yo, después de cenar un poco, pues ni siquiera la comida me entraba, me volví a mi habitación a darle vueltas al asunto.

Pasé toda la noche sin dormir. Por un lado me angustiaba la idea de tener a Santi meneándose la polla a un palmo de mí y que se me fuera la vista, la mano o las dos cosas y la liáramos, pero por otro no podía soportar que por mi culpa perdiéramos una inyección económica que tanta falta nos hacía. Así, en cuanto fue una hora prudente cogí mi móvil, lo encendí, y tras revisar el aluvión de llamadas perdidas que me llegaron de golpe, casi todas de Santi, me dispuse a llamarlo.

-Oye, Santi, que mira, que lo he pensado mejor y creo que no puedo hacerte esta jugarreta.

Tío, que vale, que voy. Pero que conste que lo hago por ti, así que me debes una.

-Claro, colega. Ya sabía yo que no me ibas a fallar. Te lo agradezco mucho porque sabes lo bien que nos viene la pasta. Voy a llamar ahora mismo para quedar con ellos. A la hora del entrenamiento te digo algo.

Después de una corta conversación por el móvil sobre alguna tía buena del barrio y sobre los planes para el día colgué y me dispuse a prepararme para darme una ducha que me aclarara las ideas.

Estuve todo el día como los zombies, en parte porque no había dormido nada en toda la noche, pero mayormente porque me estaba comiendo el coco con la papeleta que se me presentaba. Yo en mi intimidad me había quitado la careta y para mí reconocía que Santi me ponía a tono. Llevaba todo el tiempo transcurrido desde nuestro posado sin poder quitarme de mi cabeza la imagen de su cuerpo desnudo, de su sexo, de sus piernas, de sus movimientos dándose gusto, su cara de placer, el gran chorro de leche que salió de la punta de su polla y que se esparció por todo su vientre y su pecho… y cada vez que recordaba esto me empalmaba de una manera que me dolía la polla.

El hecho de pasar por la situación que habíamos pasado juntos me acabó de convencer no sólo de que me gustaban los tíos, sino que también me estaba pillando por mi amigo.  Esa constatación hacía que me pusiera muy nervioso a medida que se acercaba el día en que tuviéramos que posar juntos porque no estaba seguro de cuál sería mi reacción teniendo la polla de Santi al alcance de mi mano, y de lo que sí estaba seguro era de que no quería perder a mi amigo por nada del mundo.

En esas llegó el “gran día” y allá fuimos los dos; Santi aparentemente tranquilo y yo como un flan, hasta tal punto que tuve que tomarme una tila doble para evitar un ataque de ansiedad.

Finalmente llegamos al sitio, nos recibió el mismo personal que la otra vez, pero esta vez se saltaron lo de los jueguecitos con el balón.  Nos hicieron pasar a la habitación que ya conocíamos y esta vez se repitió el mismo protocolo, pero a dos bandas.

Santi y yo nos sentamos en la cama y empezamos a hablar de lo que nos ponía cachondos, en donde yo mentí descaradamente, y él, si me atengo a lo que ocurrió en los días siguientes, puedo imaginar que también.

Seguidamente empezamos a desnudarnos: yo me quitaba una prenda y Santi se quitaba la misma; nuestra piel fue apareciendo a medida que nuestras prendas de ropa caían al suelo.  Santi se quedó en calzoncillos un poco antes que yo porque no llevaba camiseta interior, y se bajó antes los pantalones.  Sus calzoncillos eran tipo slip, grises con cintura ancha de elástico azul marino.  Se le adaptaban al cuerpo como si los hubieran hecho con él ya dentro; le marcaban un culo de escándalo y un paquetón que invitaba a meterle mano.

No me dio mucho tiempo a pensar más en el paquete de Santi, porque tuve que acabar yo de desnudarme; me bajé mi pantalón de chándal y mostré los calzoncillos que había elegido para la ocasión.   Eran unos calzoncillos nuevos que mi madre me había comprado.  No eran de marca ni nada, pero eran de una tela que hacían un dibujo como de malla, también tipo slip de color blanco.

Me marcaban también todo mi cuerpo, la redondez de mis nalgas y la forma de mis pelotas y de mi polla inclinada hacia la izquierda y ya dando muestras de tener vida propia.

En un periquete Santi y yo simultáneamente nos bajamos los calzoncillos y de esa manera quedaron al aire nuestros atributos, ante la vista de todos los que allí se hallaban para grabarnos, y ante la vista de nosotros mismos.  Yo no podía evitar mirar de reojo los huevos y la polla en reposo de mi amigo, lo mismo que todos estos días en los vestuarios, aunque intentando que no se me notara.  Mi amigo Santi no pude fijarme a dónde miraba.

Vi la cámara enfocándonos a nuestras caras, luego a nuestros pechos, deteniéndose en los pezones  y bajando hacia el ombligo para por fin llegar a nuestros sexos.  En ese momento, uno de los redactores nos dijo que nos tocáramos las pollas para descapullárnoslas y que jugáramos un poco con los huevos.

Nosotros obedecimos con toda nuestra buena fe mientras suponíamos que la cámara no perdía detalle de nuestros toqueteos.  Hubo un momento en que perdí la noción de que había cámaras y conseguí relajarme lo suficiente (digo yo que por efecto de la tila) como para que se me pusiera morcillona.

Después de que la cámara recorriera ampliamente nuestras anatomías por la parte delantera, de que enfocaran nuestras pollas y nuestros huevos con todo detalle mientras nos retirábamos el prepucio, nos sacudiéramos nuestros badajos y nos toqueteáramos con ganas,  tras lo cual nuestros nabos estaban ya más duros que el cerrojo de un penal, nos mandaron ponernos dando la espalda a la cámara.  En ese momento sentí un contacto, y cuál no fue mi sorpresa al advertir que el contacto había sido la mano derecha de Santi posándose sobre mi nalga izquierda toqueteándola con ganas y apretándola.  No supe qué hacer ni qué decir, así que opté por hacer como si no hubiera pasado nada y seguir a lo nuestro, que era agacharnos y enseñar el agujero de nuestro culo.

En esa posición miré a Santi como pidiéndole explicaciones por lo que había hecho, pero éste se limitó a sonreirme y a guiñarme un ojo.

Entre una cosa y otra y luchando con mi nerviosismo yo no quitaba ojo al cuerpo de Santi.  Ahora veía su tranca colgando entre sus piernas y dando bandazos dando muestra de una dureza terrible, lo cual ayudaba a que la mía se pusiera más dura aún si cabe.

Por fin nos mandaron que nos tumbáramos en la cama los dos y nos pusieron en la televisión que se encontraba delante de la cama una película porno.  Nosotros dos ya estábamos superempalmados y a mí personalmente no me habría hecho falta ningún estímulo extra para correrme teniendo a Santí con su polla tiesa tan cerca.

Cuando empezó la película, toda ella llena de actrices tetonas y con coños depilados y los mejores garañones del porno hetero del momento, mi amigo Santi empezó a darse betún y yo, tímidamente, también empecé a tocarme mi tiesa polla y mis duras pelotas mientras con un ojo miraba a la pantalla y con otro no perdía detalle de la paja de mi amigo.  Yo estaba a tope solo con tener la pierna de Santi rozando la mía, de verle trajinar con su pollón e incluso de oler el aroma a macho que desprendía su entrepierna.  De buena gana hubiera alargado la mano y habría agarrado esa polla que me empezaba a volver loco y la hubiera estado manipulando hasta hacerla descargar.  No lo hice fundamentalmente porque me faltaron cojones de aceptar hasta qué punto me estaba quedando pillado por Santi  y también y sobre todo porque no sabía qué pasaría  con mi amigo si de buenas a primeras se enteraba de que su mejor amigo era un marica que quería follárselo.

Imbuido en mis pensamientos como estaba, no me di cuenta de que Santi había movido su mano izquierda hasta que no noté su contacto, esta vez en mi muslo, cerca de la ingle.  Puso su mano ahí y empezó a acariciar mi piel hasta llegar a las fronteras que marcaban los pelos de mi pubis, y esto hizo que una ráfaga de electricidad recorriera toda mi columna vertebral y se me pusiera la carne de gallina; giré mi cabeza y me encontré con la cara de mi amigo que me estaba mirando con unos ojos que no dejaban lugar a dudas sobre lo que estaba pensando.

No quise darle más vueltas al asunto y achaqué a la calentura del momento aquella expresión que yo vi y que me hizo, sin pensármelo dos veces, que agarrara la polla de Santi y empezara a pajearlo, mientras él hacía lo mismo con mi cimbel, que a esas alturas estaba ya rozando los límites de la corrida.

Era la primera vez que tocaba una polla que no fuera la mía, y me gustó muchos sentir el tacto firme y el calor del rabo de mi compañero de fatigas, notar cómo se inflamaba ante el contacto de mi mano, tocar las venas que rodeaban tan majestuoso aparato, sentir fluir entre mis dedos el precum que iba saliendo de su capullo…

Hubiera dado lo que fuera por tener tres manos y haber podido tocar sus duros colonazos y acariciar el pelo de su pubis sin moverme y perder la posición que tenía.  A todo esto, Santi había adelantado su mano izquierda y había empuñado a su vez mi cetro, que, agradecido, había crecido un poco más y se había puesto más duro.