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Cómo mejorar vuestros relatos - Ejemplo

en Entrevistas / Info

Muy buenas. Mi apodo (que no mi nombre) es Ginés Linares. Hace unos días publiqué un texto sobre cómo averiguar la calidad de un relato y tratar de mejorarlo. Por si alguno quiere leerlo antes, se encuentra aquí:

http://www.todorelatos.com/relato/73943/

El caso es que, a raíz de los comentarios de California sobre el texto, surgió la posibilidad de escribir un microrelato que contuviese los puntos que se desarrollaban en ese texto. Sería como una forma de explicarlo pero ejemplificando.

Vale. Pues está aquí. He escrito un relato de 1702 palabras que luego comento, indicando punto por punto (bueno, alguno no porque son bastante explícitos) los de aquel texto.

Esto se parece a la visualización de una película o serie que luego da paso a un sesudo intercambio de opiniones entre reconocidos cinéfilos y colaboradores de dudosa catadura (me incluyo entre estos últimos).

Bien, pasemos primero con el relato (el cuál no tiene nombre).

El calor bañaba en oleadas ardientes mi piel desnuda. A lo lejos oía el murmullo del mar y las risas de los demás domingueros que habían aprovechado aquel día soleado para pasarlo en la playa. En algún lugar de mi pierna derecha, entre el interior del muslo y la nalga una picazón se hizo presente y me obligó a descruzar la mano que tenía sobre mi frente y arrascarme la piel. El gesto atraería las moscas a la miel porque para arrascarme tuve que contorsionar el brazo y doblar algo mi espalda, dejando escapar un atisbo de pezón oscuro que antes se ocultaba en la toalla. No me equivoqué y al cabo de unos minutos, oí una voz grave encima de mí.

—Señorita, no he podido evitar fijarme en el cuerpo tan bonito que posee. Me aterraría ver como esa piel tan bonita se quema con el intenso sol.

Ni me molesté en girarme hacia él. Tampoco le contesté.

—No trato de ligar, señorita. Es solo que tiene la espalda tan roja que me asombra que pueda aguantar ese dolor.

Me giré hacia él cuidando de taparme los senos. El sol me incidía directamente y tuve que entornar los ojos para fijarme en su perfil a contraluz. Un cabello desgreñado daba paso a un recio cuello que iniciaba unos hombros caídos pero anchos. Los brazos eran gruesos como el cuello y el elástico del bañador delataba una cintura algo descuidada. Al instante noté el abrasador producto de mi modorra solar. Sentía la espalda en carne viva, pero no así las piernas. Pensar en ponerme el sujetador del bikini me produjo pavor.

—Dios mío —me lamenté—. Tiene razón, qué descuidada soy, ¿me he quemado mucho?

Se acuclilló para estar a mi altura y unos ojos extremadamente claros acompañando a una sonrisa ancha me hicieron contener la respiración. El hombre no era guapo ni tampoco bien parecido. Pero aquellos ojos impresionaban. Contuve la respiración durante unos segundos durante los cuales mi brazo izquierdo, encargado de ocultar mis oscuros pezones, dejó atisbarlos para satisfacción del hombre. Sus ojos parpadearon y la punta de su lengua asomó entre sus dientes. Me cubrí los senos de inmediato.

—No voy a engañarla, señorita. Está roja, roja. Si ahora se colocase de espaldas, pegaría tal bote que acabaría en el mar.

—¿Qué hago, por dios? No he traído protector solar, soy un desastre.

—Lo primero es calmar la piel. El agua del mar está fría y le calmará. Ya buscaremos una solución después.

No supe si me gustaría buscar juntos una solución después. Pero asentí, me levanté y cogí el sujetador de mi bikini. El hombre negó con la cabeza y me sonrió aún más. Tenía unos dientes perfectos.

—No sea tímida señorita. Soy padre de familia y mi hija se le acerca en edad. No veré nada que no haya visto antes. Además, si se pone esa prenda le aseguro que aullará de dolor.

No vi ninguna alianza en sus dedos. Tampoco parecía tener aspecto de haber tenido nunca un hijo. Me mordí el labio inferior indecisa. Pero la espalda me dolía cada vez más.

—Venga, cogeré esta toalla, así podrá taparse. Solo quiero ayudarla —dijo al verme dudar.

No pude por más que asentir y aceptar su ayuda.

Me acompañó hasta el agua mientras yo me tapaba los senos con los brazos, cuidando que la carne no temblase demasiado. Era alto, bastante más que yo. Cabizbaja, miré a los lados muerta de vergüenza. La gente me miraba, todos observaban a una inconsciente, seguro. Ahogué un gemido cuando distinguí un bulto sospechoso en la entrepierna del bañador de mi acompañante.

Había planeado darme la vuelta media hora más tarde de empezar a tomar el sol boca abajo. Quería hacer top-less y añadir un poco de color a mis pechos blanquecinos. No sé por qué ahora me los ocultaba como si fuese una mojigata.

Había pocos bañistas y estaban alejados de nosotros. El agua realmente estaba fría. Sentí como la piel de mis piernas se erizaba.

—Vamos, por favor, tiene que ser rápida, no puede esperar más —me apremió el hombre.

Miré de reojo su entrepierna y su erección era ya visible. Supuse que ese motivo también le urgía a meterse en el agua con rapidez.

Me interné más en el agua. Mis nalgas también estarían enrojecidas porque sentí de inmediato el frescor calmante. La arena de las olas lamía mis tobillos y me causaba escalofríos cuyo epicentro era mi propia entrepierna. El agua del mar alcanzó el tanga y solo entonces, cuando el agua fría calmó mi sexo húmedo, me di cuenta que yo también estaba excitada, al igual que él. El agua cubrió mis nalgas internándose por los vericuetos de la tira del tanga y suspiré aliviada.

El hombre se echó la toalla doblada al cuello y se internó aún más, delante de mí. Durante unos segundos atisbé el lametazo de una ola mojándole el bañador y, hasta la siguiente ola, su verga enhiesta despuntó orgullosa bajo la tela húmeda para perderse bajo el agua después.

—Casi no sé nadar —comenté aún más avergonzada cuando el agua me llegó al ombligo. El hombre me miró divertido y ladeó su cabeza—. Me agacharé aquí.

El hombre asintió conforme sin moverse de su posición, cuidando que el agua ocultase su excitación. Las mismas olas que le zarandeaban también a mí me empujaban haciéndome perder el equilibrio. No tuve más remedio que hundir los brazos en el agua. Luego me agaché.

—Joder —siseé cuando el agua me cubrió hasta el cuello. Pegué tal brinco que salí fuera del agua, sintiendo como todo a mi alrededor vibraba. Luego volví otra vez a agacharme y otra vez a brincar impulsada por el extremo dolor. Por fin logré alcanzar una soportable sensación de calma y dolor y me quedé acuclillada con mi cabeza fuera del agua. El hombre se había internado aún más en el agua.

—No se aleje, por favor —le pedí—. No quiero quedarme sola en el agua.

El hombre se acercó a mí impulsándose con sus brazos. Había presenciado en toda su plenitud mis senos despendolados cuando saltaba en el agua y no me sorprendió que su erección fuese aún más acusada. Acercó su miembro viril cerca de mi cara y se hundió acuclillándose frente a mí.

—Le estoy muy agradecida. Si no llega a ser por usted, ahora estaría en Urgencias.

Nuestras piernas se mezclaban bajo del agua y sentí una rodilla suya internarse entre mis muslos.

—No tiene que agradecerme nada. Como ya la dije, me aterraría que un cuerpo tan bonito se quemase. Además, creo que, de todas formas, tendrá que ir al menos a la caseta de primeros auxilios. Se ha quemado bastante.

Mis manos rozaron sus piernas y, sin saber cómo, convergieron en su vigorosa erección.

—Lo siento —musité avergonzada apartándolas de inmediato.

—No se disculpe, señorita. En tal caso, debo ser yo el que le pida disculpas, no he podido reprimir mi excitación al contemplar tanta belleza.

Dejé escapar una risilla que para nada pretendía dar a entender que aceptaba sus disculpas. Pero fue la que me salió y no pude remediarlo.

El hombre sonrió de nuevo y sus dientes perfectos me volvieron a impresionar. Sumergió su cabeza bajo el agua tapándose la nariz y emergió con el cabello lacio y pegado a su cráneo y la toalla empapada. Definitivamente aquel peinado le sentaba mucho mejor. Quizá no fuese guapo, pero su sonrisa ancha y sus ojos claros me retenían la mirada sin poder apartarla.

Mis manos volvieron a rozar su verga pero esta vez las posé sobre ella. No sé por qué lo hice pero acompañé mi gesto con una sonrisa. El dolor de mi espalda era ya solo una molestia y, pensándolo ahora, supongo que me apetecía agradecerle de alguna forma su ayuda desinteresada.

El hombre borró de su cara todo rastro de sonrisa cuando mis dedos recorrieron el tallo. Los testículos estaba ocultos y la extensión del falo era magnífica. Aun dentro del agua fría, su miembro despedía una tibieza relajante, un calor al que no podía resistirme.

No dijo nada pero al instante sentí sus manos sobre mis senos, amasando la carne y pellizcando mis pezones endurecidos por el agua fría. Se acercó más a mí y presionó con su rodilla en mi entrepierna. Noté su rodilla fría por lo que mi sexo también debía estar a una temperatura bastante más alta que el agua.

Saqué su miembro fuera del bañador y él internó una mano dentro de mi tanga. Nos mirábamos sin decir nada, quizá conteniendo la respiración, deseando que aquel momento nunca acabase. Fui yo, sin embargo, quien exhaló el primer gemido. Sus dedos recorrían mi interior con extrema meticulosidad, barriendo cualquier recoveco de mi vagina, masajeando mi clítoris con movimientos de un dedo pulgar que parecía mecerse con las olas.

Yo continuaba frotando su verga, sintiendo las venas gruesas resbalar por la palma de mi mano y su glande rozar entre mis dedos. El agua se removía entre nosotros y yo olvidé por completo mi espalda quemada, el agua que nos cubría y al resto de bañistas a lo lejos.

Quizás fui yo la primera que llegó al orgasmo. Solo emití un placentero quejido que ahogué apretando los labios y cerrando los ojos. No sé si él eyaculó porque no sentí el calor del semen alrededor de mis dedos pero tras varios meneos tras mi orgasmo, decidí que si no había llegado él al suyo, tendría que apañárselas por su cuenta.

Le cogí la toalla empapada que aún llevaba al cuello y, tras colocarme el tanga en su sitio, me cubrí con ella mientras salía fuera del agua.

—Hasta luego —me despedí de él agitando la mano que saque fuera de la toalla.

Quizá aún no se hubiese corrido y por eso quedó allí, masturbándose bajo el agua. O quizá esperaba a que su miembro se relajase para poder salir. En todo caso, y temiendo que fuese lo primero, me volví hacia él y abría la toalla solo para su vista, mostrándole mis senos y sonriéndole.

Cuando recogí mis cosas y me encaminé hasta la caseta de los socorristas, aún permanecía en el agua.

FIN

COMENTARIOS SOBRE EL RELATO

Lo primero es lo primero.

Debo indicar aquí, con toda la humildad que sea posible, que no hay reglas para escribir un buen relato (y no estoy diciendo que este sea uno bueno), sino que puedes tomarte todo lo que escriba a partir de aquí como las insensateces de un pedante engreído y amargado. Pero cada cual sabe cómo hacerse sus lentejas y si no te gustan las mías, las dejas.

—¿Cómo ideé este relato?

Hacía tiempo que me apetecía escribir un relato ambientado en una playa con sol, arena, mar y todo lo que ello evoca en un relato erótico. La verdad es que este relato empezaba así:

"Me gusta jugar. A un juego el cual yo no he reglamentado. Un juego en el que puedes ganar o perder. Un juego que me encanta jugar".

Era una frase que me gustaba como inicio, porque me inspiró los primeros párrafos y en cual yo había previsto que la mujer se hubiese quemado la espalda a propósito.

Pero, claro, ¿cómo lograba luego encajar los pensamientos de la mujer en el transcurso de la historia? Al empezar a escribir los propios personajes me fueron mostrando una historia diferente de la que yo había ideado. No me importó. En realidad, me encantó porque eso significaba que estaba desechando inconscientemente una idea que no iba a funcionar (o que sí funcionaría pero que habría tenido que meter con calzador).

Mientras iba escribiendo, solo atendía a las intenciones de ambos personajes, concentrándome en transcribir sus acciones. Solo les di un inicio que luego descarté y me luego me quedé a observar qué ocurría. Ya está.

—¿De qué partes se compone este relato?

Hay tres, claramente diferenciadas.

Inicio

"El calor bañaba en oleadas ardientes… pueda aguantar ese dolor."

Nudo

"Me giré hacia él cuidando de taparme… apañárselas por su cuenta."

Desenlace

"Le cogí la toalla empapada… aún permanecía en el agua."

Desde el principio ideé un relato corto. Era necesario porque precisaba un texto que pudiese abarcar de un vistazo para luego comentarlo.

Durante el inicio marco un lugar geográfico, unos personajes y un punto de partida.

Durante el nudo desarrollo la interacción entre los personajes. El nudo se compone de varias partes también muy diferenciadas:

1— "Me giré hacia él cuidando de taparme… asentir y aceptar su ayuda."

2— "Me acompañó hasta el agua… Luego me agaché."

3— "El hombre asintió conforme… Se ha quemado bastante."

4— "Mis manos rozaron sus piernas… alguna forma su ayuda desinteresada."

5— "El hombre borró de su cara… apañárselas por su cuenta."

Cada uno de ellos va haciendo avanzar la dirección del relato. Tengo que resaltar que el punto 4 y 5 (el único que muestra sexo explícito del relato) son los últimos de todos ellos. O sea, hay que mantener la comezón del lector hasta el final, haciéndole dudar (¿habrá sexo o no habrá sexo?)

El sentido de cada punto lo dejo para el análisis de ustedes.

En cuanto al final del relato, es un desenlace cerrado, que quizá no satisfaga a todos (en realidad no pretendo eso) pero que a mí me pareció una forma muy bonita de terminar el relato.

¿Continuación, más sexo, los personajes se reúnen de nuevo y empiezan una amistad que luego se trastoca y más tarde se vuelve a desarrollar en algo más? Porque no, pero para mi gusto hay que saber cuándo los personajes te dicen basta, que la historia ya se ha terminado y que si los das más de sí acabarán siendo una parodia de lo que pudieron ser.

Un último detalle antes de pasar al siguiente punto. Habrán comprobado que la regla del 25-50-25 aquí no se cumple. ¿La razón? No hay ninguna. Simplemente me olvidé de la regla y pasé a la acción sin más ni más. Cuando los personajes hablar por sí solos, tú déjalos, que ya saben ellos solos hacer su trabajo.

—¿Dónde están los conflictos en este relato?

Los conflictos son varios y gracias a ellos los personajes cambian el transcurso de una monótona insolación.

1—"No trato de ligar, señorita. Es solo que tiene la espalda tan roja que me asombra que pueda aguantar ese dolor."

2— "Ahogué un gemido cuando distinguí un bulto sospechoso en la entrepierna del bañador de mi acompañante."

3— "Mis manos volvieron a rozar su verga pero esta vez las posé sobre ella."

El primer conflicto es la insolación. La mujer acudió a la playa tomar el sol y resulta que se quema la espalda.

El segundo ocurre cuando la mujer descubre que el hombre está excitado con su andar hacia el agua cubriéndose los senos. La mujer se da cuenta que el hombre, aunque mentiroso y poco agraciado, está interesada en ella.

El tercero aparece cuando la mujer cambia de parecer y decide dejarse llevar por su propia excitación y la evidente del hombre. Fíjense en que la actitud de la mujer no cambia de un momento a otro. También ella está excitada y los ojos y la sonrisa la han cautivado. ¿Qué mujer sería tan atrevida como para seguir los dictados de sus sentimientos desdeñando la razón?

Esto me lleva a otro punto que luego desarrollaré en el siguiente punto: acción-reacción y los sentimientos.

Quiten cualquiera de estos conflictos y el relato hubiese tenido un desarrollo completamente diferente.

—Acción-Reacción y los sentimientos.

Noten, por favor, que hay pocas situaciones forzadas en el relato (pero las hay) y cómo se salvan mostrando una parte de los sentimientos de cada personaje.

1— La mujer se quema la espalda y el hombre le indica que bañarse la aliviará, indicándola que mejor sin sujetador porque la dolerá más y, además, llevará una toalla.

2— La mujer no se da cuenta de su propia excitación hasta que el hombre no se acerca a ella y la roza con la rodilla. Esta escena es bastante forzada, no hay duda, pero la intento solucionar con un roce casual de ella sobre el pene del hombre, "tú me das, yo te doy".

3— La mujer quiere aliviar su tensión sexual y se dice a sí misma, para intentar comprenderse, que fue un modo de agradecer el desinterés del hombre por su bienestar.

Pero tienen que fijarse más aún en los sentimientos que muestra la mujer y los que deja entrever el hombre.

1— Ella valora el celo que el hombre tiene en su cuidado.

2— Ella se permite relajarse ante las nulas pretensiones del hombre de forzarla.

3— Ella busca la satisfacción del hombre y recibe la de él.

Esto es muy importante para mostrar al lector que los personajes no son una mera putilla y un chulo chabacano o dos monos en celo buscando follar. Hay que dejar expresarse al personaje sus sentimientos y éstos serán a veces contradictorios, como deben ser los sentimientos.

—¿Qué defectos tiene los personajes?

Bueno, para empezar, los dos personajes son humanos. Él se excita al ver un fugaz pezón y ahí parece comenzar el relato, aunque a la mujer luego le queda claro que no fue por su pezón por lo que el hombre se acercó a ella, sino para ayudarla.

El hombre es humano y se empalma al ver a un mujer cubrirse los pechos con los brazos (¿y quién no?). Durante el relato, su erección va aumentando. Quizás al hombre le mueven sentimientos nobles pero su terrenal pito quiere otra cosa.

Incluso la mujer, cuando decide masturbar al hombre, muestra una faceta erótica. Quizá sea un sentimiento muy terrenal, no hay duda, pero ¿quién se atrevería a masturbar a un desconocido bajo el agua solo por el hecho de haberte avisado que te estás quemando y acompañándote al agua para aliviar la quemadura? Arrojo, excitación, riesgo, quizá sea por eso.

—¿Qué pistola hay en el relato que hay que mostrar antes?

Aquí no hay discusión posible: la toalla, ese elemento que permite a la mujer abandonar el mar cubriendo sus senos y que luego la abre delante del hombre para regalarle una última visión de sus pechos ante el remordimiento de no haberle dejado satisfecho.

¿Cuántas veces aparece? Unas pocas:

"—Venga, cogeré esta toalla, así podrá taparse. Solo quiero ayudarla —dijo al verme dudar."

"El hombre se echó la toalla doblada al cuello y se internó aún más, delante de mí."

"Sumergió su cabeza bajo el agua tapándose la nariz y emergió con el cabello lacio y pegado a su cráneo y la toalla empapada"

"Le cogí la toalla empapada que aún llevaba al cuello y, tras colocarme el tanga en su sitio, me cubrí con ella mientras salía fuera del agua."

—¿Qué muestran los diálogos?

Los diálogos muestran las intenciones del hombre, corteses, al buscar solo el bienestar de la mujer, quizá con alguna mentirijilla como la de que es padre (aunque podría estar divorciado y la mujer erró en su pesquisa mental) y luego disculpándose por su excitación.

¿Y los de ella? En los de ella se muestran retazos de su personalidad: que es una inconsciente por quemarse, que lamenta lo ocurrido, que no sabe nadar y que le da miedo quedarse sola en el agua.

—¿Se podría acortar aún más el relato?

Claro que sí. Un ejemplo es la frase inicial que me motivó a escribir el relato pero que luego eliminé por no tener sentido en él.

Otra parte más: ¿a alguien le importa que haya más bañistas alrededor de los personajes? Los he mencionado poco pero si los eliminamos, no perderíamos gran cosa: el asunto trata de dos personas y el que haya gente alrededor no cambiará nada.

Bueno, llego al final de este comentario y no quiero terminar sin llamar la atención sobre un detalle muy importante (para mí).

¿He descrito en algún momento el aspecto físico de los personajes? Muy escuetamente. A la mujer prácticamente nada. ¿Es rubia o morena, baja o alta, gruesa o delgada, guapa o fea? Cada uno es libre de ponerle la cara que desee y hacerse en su imaginación a la mujer. Solo he indicado que debe cubrirse los senos con los brazos y que el seno se despendola al brincar por lo que, por lo menos, no es plana. Si yo pongo mi cara a la mujer, elimino la que podría tener otro lector.

¿Y él? El hombre está más detallado por una simple razón de peso: el relato está escrito en primera persona (lógico que ella no se describa a sí misma) y los atributos físicos del hombre parecen compensarse unos con otros (ojos y sonrisa con lo demás).

Supongo que de todo este desaguisado surgirán críticas a mansalva, tanto del propio relato como de mis comentarios. Solo me gustaría, a ser posible, que fuesen constructivas y que, entre todos, surja algo útil. Yo me considero un simple y vulgar escritor que intenta arrojar algo de luz en la ingrata tarea de publicar un relato mínimamente interesante. Que cada cual saque sus propias conclusiones.

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Ginés Linares

gines.linares@gmail.com

http://gineslinares.blogspot.com

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