A sus labios alcanzaba el agua
que no corría más que de su cuerpo
salado el sudor que ella tornaba
dulce en el calor de su afecto.
Y escupía al viento las palabras
tales que sonaban a blasfemias
siseos apagados con sus besos,
temblores propiciados por caricias,
gemidos atrapados en su cuello.
Al lienzo mojado de mi lecho
pintaban un dibujo de placeres
teniendo en manos sólo su deseo
daban cuenta de belleza, ira y sexo.
Duelen mis ojos al verlo
escriben “envidia” en mi pupila
y a cruz de plata acuden,
al sonido del tálamo maltrecho,
pensamientos que no son ni palabras
que cubren mis ideas en bermejo.
Abarca mi boca en crudo fuego
cantando promesas de pecado
lo que haría con mis puños luego
si no atisbo de su piel el marco.
Cambia el motivo de mi rubor
y ahoga de mis furias el incendio
late mi corazón no de dolor,
lo hace por nuevamente por deseo.
Ni puedo evitar mi abalanzo
ni esquivo la carne ajena.
Cuatro manos para su cuerpo
dos miembros para sus cuevas.
Y ahora dos amantes tiene ella.
Siendo yo siempre el de menos
pues mejor que reinar en infierno
es seguir sirviendo en el cielo.