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Como le digo a mi corazón que te deje de Amar.

en Amor filial

 Relato realizado por Vanesa Reyes......Historia real vivida por la escritora.                                           

                                                PRÓLOGO

Era una tarde de tormenta con el cielo completamente gris. Caía una lluvia intensa, tan

densa, que era imposible ver más allá de dos metros de distancia, las calles estaban

inundadas, formadas por pequeños riachuelos entre las baldosas y las aceras, las

alcantarillas quedaban a rebosar por el cúmulo de agua sin llegar a cabo a un drenaje

adecuado.

Apenas se podían ver personas en las calles, los más curiosos veían el espectáculo de la

naturaleza a través de sus ventanas comentando con sus familiares las anécdotas de la riada.

Los caminantes que habían sido sorprendidos por la tormenta se refugiaban por donde

podían, dentro de las tiendas, debajo de los balcones de las fachadas. Resignados de ver que

no cesaría pronto la tormenta e iba para rato, los más valientes analizaban el tramo de la

calle que menos profundidad contenía atreviéndose a cruzar las calles con destino a sus

hogares, a la vez que luchaban por enderezar el paraguas intentando así mojarse la cabeza

lo menos posible, resultaba realmente gracioso, entre que el agua les cubría y empapaba

hasta las rodillas, estaban empapados el ochenta por ciento del cuerpo por la ventisca

lateral, y sólo se preocupaban de no mojarse la cabeza, haciendo auténticos malabares con

el paraguas, cuando ya a esas alturas debería darles todo igual.

Melanie se hallaba dentro de su vehículo absorta en sus pensamientos con los brazos

apoyados en el volante con la mirada fija y perdida hacia el frente intentando visualizar la

entrada de un edificio en busca de una figura en particular, entraban y salían continuamente

pero ninguna reconocida.

Su visualidad le resultaba en ocasiones en vano tanto por las lágrimas que le inundaban

los ojos como por la lluvia que golpeaba y resbalaba con fuerza sobre su ventana.

Estaba estacionada justo en la diagonal con buena perspectiva y la visibilidad era buena,

tenía el motor en batería para escuchar la radio y encendía el parabrisas con la mano de vez

en cuando para poder ver con claridad.

Sin más compañía que la radio, le hacía pasar las horas más amenas, le acompañaba en

sus horas de espera como un detective o reportero a la espera y caza de una noticia. De

fondo se escuchaba los estruendos de los rayos y los relámpagos iluminaban la calle como

el flash de una fotografía instantánea de la calle se tratase, de nuevo reinaba la oscuridad,

los golpes de la lluvia contra el vehículo eran tan fuertes que en ocasiones apenas se podía

apreciar qué canción sonaba en ése momento.

Su emisora favorita era Cadena Dial que escuchaba diariamente, en ella escuchaba toda

la actualidad del Pop en español, entrando en un mar de llanto cuando sonaban las

canciones de amor.

Fuertemente apretó el volante, apoyó la espalda en el respaldo del asiento, su mirada fija

y perdida en el horizonte, cantaba con gran melancolía los estribillos de las canciones que

más se asimilaban a su estado emocional en ése momento, recordando con gran anhelo ése

gran amor..............

Todas las canciones de amor contenían alguna frase que le traían recuerdos maravillosos

y que en ése momento ya no tenía, un día lo tubo todo y al día siguiente nada, un día era la

mujer más feliz del mundo, completa, llena, tan inmensamente feliz, tenía el amor de su

vida, lo que siempre había soñado y buscado y que lo encontró por mera casualidad y en el

sol siguiente tenía un hueco tan grande que el mismo universo se quedaba pequeño ante su

vacío... ya no tenía... nada.

Desamparada, con el corazón dañado y agrietado, sentía tanto dolor que le era difícil

respirar.

Susurraba las canciones con un hilo en la voz.

En ése momento sonó la canción de Thalia, no soportaba escucharla, no podía creer que

una canción tuviera una letra que dijera las mismas cosas que sentía y que era realmente lo

que le había pasado a ella, era escucharla y entraba en un mar de lágrimas.

Sus ojos miraban con ansiedad por todas partes entre la multitud y aún estando rodeada

de gente se sentía tan sola, necesitaba a su lado a la persona que más amaba en el mundo, la

persona que lo era todo para ella en su vida, era su energía, su respirar, su motivo y

esperanza de vivir.

Buscaba y buscaba como si de un juego de escondite se tratase pero nada, él ya no estaba

allí, no se encontraba a su lado, por mucho que lo deseara no podía conseguir que volviera

con ella. Era como de una terrible pesadilla en la que no te puedes despertar.

Intentaba buscar su cara entre la gente, necesitaba verle y así calmar su ansiedad y su

dolor.

En cualquier lugar por donde pasara él estaba presente allí y el sufrimiento puede causar

tal dolor, tal vacío que no era capaz de volver a ir a ningún lugar conocido porque él

siempre iba a estar presente en cada momento, en el cine, en la playa, en el supermercado,

en cada tienda, porque él formó parte de ese día a día de su vida.

-Enamorarse perdidamente por una persona hasta tal punto crea, que cuando se marchan,

no se dan cuenta que se llevan consigo tu vida, tus sueños, tus planes de futuro y sin contar

que con su partida, se llevan consigo lo más importante… “TU CORAZÓN”.-

Con gran desesperación y amargura mezclada con tanta rabia e incomprensión sintió un

latigazo, un vuelco en el estómago como si le estuvieran estrujando el estómago con una

mano hasta provocarle el vómito. Sentía como un calor, un sudor frío se le subía a la

cabeza. Apresuradamente salió del vehículo para no manchar la tapicería en un acto rápido

e inconsciente, vomitando entre el bordillo de la acera y su coche.

Cuando terminó de vomitar todo lo que tenía en el estómago, sintió alivio y calma en su

cuerpo, percatándose al instante que estaba calada hasta los huesos. Con gran dolor y rabia

ante la desesperación de verse así, apretó los puños lanzando un grito hacia la portería que

tantas y tantas horas de espera le había robado.

— ¿Por qué?, ¿Por qué me dejaste?

— ¿Por qué me dejaste de amar?—dijo sollozando.

La lluvia caía sobre su cara mezclándose con las lágrimas, el maquillaje del rímel de sus

ojos se deslizaban sobre su mentón hasta el cuello formando un camino oscuro, negro.

Con grandes suspiros miraba fijamente la luz de las ventanas que correspondían al

comedor y a la cocina que en tantas ocasiones se asomó en ellas para contemplar a los

niños que jugaban en el parque de enfrente.

Apretó su mandíbula con tanta fuerza que su respiración se volvió acelerada y agitada

por la rabia contenida, sus pechos se movían con ritmo acelerado, transparentándose la

blusa empapada por la lluvia dejando casi al descubierto cada costura y encaje de su

sujetador.

Se limpiaba las lágrimas con los puños de la camisa tiñéndolas de negro por la máscara

de ojos, notando como el frío penetraba en sus huesos, optó por entrar otra vez en el

vehículo.

Volvía y volvía a secarse las lágrimas con los puños con poco logro, porque estaban

empapados de la lluvia y porque sus ojos no cesaban de llorar, sin entender cómo sus ojos

podían tener tanto lagrimal. Todo su esfuerzo en secarse las lágrimas resultaba en vano.

Con gimoteo se miró en el espejo de su retrovisor observando su reflejo con asombro—!

estas horrible!—exclamó para sus adentros, y lo que más horrible le resultaba, era ver como

a estas alturas, un año después de la ruptura allí estaba ella, llorando como una magdalena,

como una niña a la que le han quitado su juguete. Allí estaba como el primer día y a la

espera de poder verlo tan sólo un instante, aunque sólo fuera un segundo asomarse por la

ventana o verlo correr y entrar en su casa para refugiarse de la lluvia. Así aliviaría y

calmaría ésa ansiedad que tenía de verlo y que no la dejaba vivir.

— ¿Por qué no le olvidas? !Termina con todo esto de una vez!

—! Déjalo ya!—le decía furiosa a la imagen de espanto que había reflejada en el espejo

retrovisor.

—Odio los suspiros que te regalé, odio las cartas en las que te confesaba mi amor, odio

las noches que he estado sin dormir pensando en ti, odio…odio…!Uff! Me odio a mí

misma por no poder olvidarte…. y lo más divertido es que, nunca en la vida te podría llegar

a odiar. —exclamaba mirando a la ventana que tantas veces acechaba.

—Desearía que algún día te hicieran lo mismo que me has hecho a mí, así pudieras

comprender por lo que estoy pasando y comprender hasta qué punto te he llegado a querer.

-Cuando una persona sufre una herida de amor se vuelve más sensible.

Cuando alguien sufre una pena de amor siente que todo terminó, que ya no volverá a

querer a nadie más así y que la soledad, es su única y triste compañía... para siempre.

La falta de esperanza y confianza en uno mismo crea la desesperación.

Cuando se llega a amar tanto a una persona, su dedicación, su entrega, sus aficiones, todo

el tiempo compartido, llega a sentir que es el pilar y apoyo en su vida y no se da cuenta de

que es capaz de hacer exactamente las mismas cosas, pero sólo, sin tener a nadie a su lado.

El tener que volver a confiar, abrir su corazón de nuevo y empezar todo otra vez de cero,

crea ansiedad y un gran pavor.

Lo primero que hay que hacer es aprender y aceptar que estar “solo” no es ningún

“pecado” y no es nada malo, ni es tan horrible si aprendemos a saber estar y disfrutar de

nuestra —digamos suavemente —"soltería" Hay que aprender a estar bien con uno mismo

y que no se necesita un compañero para ser feliz, que sólo es eso, un compañero de viaje

para nuestra larga vida. Se puede hacer todo lo que uno quiera sin tener a nadie al lado,

debe ser totalmente capaz de resolver todos los problemas que se van cruzando en la vida

“solo”, y lo más importante es, que cuando uno quiere, “puede”.

Ante el vacío, entra el pánico de sentirse sólo, eso crea la desesperación y comienzan las

paranoias de querer buscar un remedio rápido y efectivo para que vuelvan a nuestro lado y

llenar ése vacío:

-Seguimientos.

- Llamadas telefónicas.

-Presentarse en los lugares donde él frecuenta.

-Hacerle regalos.

- Sexo.

*Hacer seguimientos para ver con quién va, eso sólo crea un terrible dolor al descubrir lo

bien que se divierte sólo y lo feliz que está sin ti, sin hablar del desgarro que sufre nuestro

corazón si se descubre que tiene un nuevo amor en su vida, te invaden las paranoias y

empiezas a pensar en ¿qué tiene ella que no tenga yo? Y !Yo se lo he dado todo! etc.

Los seguimientos tienen que ser invisibles, en el caso contrario, si el afectado descubre

que es espiado, lo único que se consigue, es un mayor alejamiento, rencor e incluso el

aborrecimiento del espía en particular, dando el efecto contrario y no deseado.

*Hacer llamadas telefónicas a todas horas, con excusas absurdas, sólo por el mero hecho

de oír su voz y calmar la ansiedad de oírle, si se abusan de las llamadas, perderá la

paciencia y cambiara de número de teléfono para encontrar la calma y alejarse del avasallo,

ya ni siquiera lo tendrías como amigo, lo perderías... para siempre. Hay que intentar

controlar la ansiedad. Con calma y con el tiempo siempre lo tendrías ahí, se le podría

llamar para cualquier problema grave, felicitaciones, navidades, etc. Lo tendrías como

amigo en el que en un momento dado te ayudaría con cualquier percance, es un poco

doloroso al principio tener que aceptarlo con esa condición, y hay que saber controlar muy

bien la ansiedad de no llamarlo y agobiarlo constantemente, pero al final, tendrías un gran

amigo. El odio, el rencor y el dolor, se desvanecerían con el tiempo quedando la amistad y

el cariño.

*El presentarse en los lugares donde él frecuenta o en su casa con excusas como:

—! Te devuelvo esto, lo dejaste en mi coche y pensé que lo necesitabas! Y ! Hola, que

tal etas, cuánto tiempo...!—se sentiría acosado y llegaría a aborrecerte si no cesara el acoso.

Te hablaría mal e incluso te diría que lo dejaras en paz con palabras no muy correctas, y

verías reflejado en su cara que te ha aborrecido, culpándote a ti misma de haber llegado a

ese punto, llegarían las lamentaciones y el arrepentimiento.

*Hacerle regalos para agradarle de nuevo es tiempo y dinero perdido. No se puede

comprar un amor. Si realmente aún siente algo por ti y descubre con el tiempo, que fue un

error el alejarse de ti y que te sigue amando volvería sólo. Sin premios, ni regalos, ni

recompensas porque lo que desea de verdad es estar contigo, tu compañía, nada más.

*El sexo, hay parejas que la afectada lo avasalla con sexo incondicional, haciéndole creer

que como los hombres sólo piensan en echar una canita al aire, lo convencen en que tan

sólo es amistad, "amigo con derecho" realmente, una relación incondicional y liberal que

ante la necesidad de sexo, quien si no mejor para ella que su ex, por la confianza que hubo

en su momento, sin mencionar, la ventaja de conocerse lo suficiente como para saber sus

debilidades y tener un sexo placentero. Con un extraño sí, es más divertido y menos

rutinario porque es un momento fugaz pero, no se consigue tener un buen sexo, al menos

teóricamente hablando, la mayoría de las mujeres consiguen un mejor orgasmo con una

persona ya conocida y que conozca al milímetro sus puntos de placer, que al contrario de

los hombres, siempre les alcanza mayor placer evitar la “rutina” y para ellos siempre da

mucho más morbo soltar una canita al aire con una diferente cada día.

Con el tiempo, se descubre que no lo vuelves a tener como antes, “volverlo a atrapar”,

se siente utilizada y dolida, por la falsa esperanza que “ella” sola se ha creado y que no le

puede reprochar nada porque fue idea suya, engañándose a sí misma de que lo volvería a

enamorar con sexo, mimos, atenciones, etc. Creándose el mayor daño que uno mismo

puede sentir, LA ESPERANZA.-

Allí se encontraba Melanie sollozando sin cesar, contemplando ése edificio que tantos y tan

buenos momentos compartió, dibujándose una pequeña sonrisa de medio lado al recordar

algunas de las travesuras cometidas.

Abrió su monedero, buscó en un bolsillo escondido una pequeña foto de carnet que

conservaba de él, la observó con tanta dulzura, acariciando suavemente el retrato con el

dedo índice como si así pudiera tocarlo de verdad.

Suspiró, dejó la foto de carnet en el salpicadero de su vehículo, apoyando la cabeza en

sus brazos cruzados encima del volante, con la mirada puesta en la foto, levantaba la

mirada en ocasiones hacia el edificio, hacia las luces encendidas de las ventanas,

recordando tiempos pasados, viejos momentos, recuerdos tan dulces, tan bonitos y algunos

comprometidos—sonriendo al recordarlos —Haciendo un pequeño repaso en el tiempo,

empezó a recordar el día y el momento en que lo vio por primera vez, fue tan casual, tan

gracioso, que nunca hubiera imaginado los tres años y medio tan hermosos, intensos y

fogosos que había vivido en su vida.

Retrocediendo hasta marzo del 2005.

29/9/08

COMO LE DIGO A MI CORAZÓN

QUE TE DEJE DE AMAR

CAPÍTULO 1

Melanie era una mujer de 31 años, 1.60cm de altura, 48k de peso, pelo largo, ondulado y

castaño con unos ojos tan grandes que sus pestañas parecían abanicos.

Era feliz con su nueva vida, hacía un año que se había divorciado.

El dolor y sufrimiento había apaciguado, ya todo en su vida era diferente, un bache ya

superado.

Con la experiencia pasada Melanie se prometió a sí misma que no iba a consentir que

ningún hombre le volviera hacer daño.

Tenía una hija de cinco años, rubia preciosa, era la alegría de su vida y con quien

compartía su mayor tiempo.

No tenía mucha suerte en el amor y con la pillada de su ex marido con otra mujer, tras

diez años de matrimonio, se había convertido muy desconfiada e impenetrable. Después de

tal desengaño amoroso se había vuelto más exigente.

Se envolvió en un tipo de caparazón que le hacía ser más dura, seria, impenetrable, no

dejaba a nadie entrar en su corazón y mucho menos demostraba sus sentimientos.

Decidió hacer una vida nueva con nuevos amigos, fiestas, viajes, cualquier cosa que le

mantuviera la mente ocupada.

Se divertía mucho con sus amigas, salían de fiesta, conocían a chicos nuevos, haciendo

unas que otras travesuras.

El objetivo era “divertirse”.

La verdad es que Melanie no tenía problemas a la hora de conocer a chicos, pues era una

mujer muy atractiva y tenía una sonrisa que los hipnotizaba.

Gracias a su madurez y experiencia en la vida, sabía de antemano las intenciones del

sexo opuesto, con los que jugaba y los utilizaba como marionetas, riéndose de ellos, era un

poco cruel con los hombres.

Sabía que cuando más vas detrás de un hombre menos atención te presta, y cuando más

les ignoras, más interesados están ellos de ti.

A los hombres le gustan lo prohibido, los retos, competir, ganar el trofeo y cuanto más

les cuesta ganarlo, al final la satisfacción es más grande para ellos. Cuanto más prohibido y

más les cuesta conseguirlo, más les gusta.

Hasta el momento no había conseguido que ningún hombre captara su total atención,

salía con algunos, un par de citas como mucho, pero no se enamoraba, les gustaba como

amigos y nada más.

A Melanie le encantaba hacerles sufrir, se divertía mucho con ellos, sus amigas le

decían:

—! Como te pasas !— y ella se reía aun más de ver como los hombres seguían a sus

pies, aguantando todas sus travesuras.

Pasaba el tiempo y sus amigas iban encontrando pareja, y cada vez eran menos en el

grupo, le repetían una y otra vez

—No seas tan dura, abre un poco tu caparazón y déjate amar, que no todos los hombres

son iguales.

Pero Melanie tenía miedo, mejor dicho... Terror, miedo de volverse a enamorar y que le

hicieran daño, miedo de sentirse otra vez engañada, miedo de amar locamente a alguien y

luego no ser correspondida, no quería sufrir más.

Un 28 / Marzo / 05 salieron de copas, tomaron más de la cuenta e iban muy alegres,

decidieron ir a una discoteca, pero en cuanto estuvieron en la puerta.

— ! Que horror, hay unas veinte personas esperando para entrar !—exclamó una de su

amigas.

Mientras pensaban que hacer se acurrucaba entre ellas, era una noche muy cerrada y

hacía un frío espantoso.

— ¿Qué hacemos? Aquí fuera hace mucho frío, mientras esperamos que se despeje la

entrada podíamos ir a la discoteca de aquí al lado—dijo una de ellas.

— ! Que dices, si ésa discoteca van sólo niños!—respondió otra.

Entre unas disputas y notando que el frío se iba metiendo en los huesos, llegaron a la

conclusión de ir un rato a la discoteca Light, mientras hacían tiempo para que se despejara

la entrada.

Una vez dentro miraron a un lado y al otro diciendo.

— ! Hay dios mío, parecemos sus mamás!

Se miraron entre ellas y se echaron a reír.

—Venga chicas, tomemos otra copa y que no nos rompa la noche, hemos venido a bailar

—dijo la más traviesa del grupo levantando la mano y contoneando el cuerpo a ritmo de la

música haciendo de guía hacia la barra.

Pidieron una copa y se pusieron a bailar, eran el centro de atención, las chavalas las

miraban atónitas y los chicos las miraban con ojos de lobo feroz que van a la captura del

corderillo.

Claro que para esos chavales diez años o más jóvenes que ellas, no sabían que los

corderillos eran ellos.

Se les acercaron dos chicos y con mucha valentía

—Los jóvenes también sabemos hacer cosas buenas— dijeron a una de ellas mientras

intentaba cogerla de la cintura para bailar.

Empezaron a reír a carcajada limpia.

— ! Anda! nos llaman maduritas, pero apañaicas —dijo Melanie con cara divertida.

Tras aguantar un rato con sus niñeces, más que nada por cortesía, la paciencia tuvo su

límite.

Los pobres chicos con todos sus esfuerzos intentaban ligar con ellas, era patético, sabían

de antemano que con tanta diferencia de edad, ellos sólo buscaban un buen polvo, y quien

mejor que con una madurita para enseñarles.

Melanie sólo deseaba irse de allí, pero sus amigas se lo pasaban en bomba coqueteando

con los chavales.

Intentaban animar a Melanie presentándoles a chicos pero ella les cortaba en seco.

— ¿No tienes una conversación más interesante? Ves a buscar a una niñata de tu quinta.

— ¿Qué sosa eres no? ! Antipática !—le decían con cara de asco mientras se alejaban.

Palabras que a Melanie le hacían mucha gracia porque eran ya un ritual en su vida.

Para ella era una pérdida de tiempo, y eso es lo que más odiaba, perder el tiempo.

La llamaban sosa, fría, calculadora, manipuladora, insensible…..calificativos pocos

agraciados pero que ella misma se sentía toda orgullosa de ver como los chicos no podían

hacerle daño, y ver que aún así, más insistían los hombres.

La amiga más íntima de Melanie quería animarla.

—Venga diviértete ¿No hay ningún chaval que te haga gracia?

Melanie miró atónita a su amiga y le dijo.

—Por favor, si quisiera cambiar pañales ya tengo a mi hija, además, seguro que aun me

toca enseñarle.

—Venga ya, sólo es coquetear y darle un capricho al cuerpo, que de vez en cuando

nunca está de más, además a nuestra edad es lo que todo hombre sueña con tener.

—Un chico de veinte años desea a una mujer de treinta y un hombre de cuarenta también

desea una mujer de treinta, es perfecto, y a nosotras nos satisface comprobar que aún

tenemos éxito.

—Mírales bien ¿tú sabes la energía que deben tener a esta edad?

Le dijo guiñándole el ojo con sonrisa picarona.

Mientras Melanie miraba a sus amigas como se divertían, decidió ir en busca de la barra

donde se pidió un par de copas más.

Localizó un hueco en la barra y bebió un sorbo alzando la copa se puso hablar con su

vaso.

—Cariño, tú si sabes hacerme reír.

Notó que empezaba a reírse sola, entre risitas notaba que su cabeza empezaba a darle

vueltas.

—Me parece que empiezo a encontrarme mal—se decía a sí misma.

Decidió ir al lavabo para ponerse un poco de agua en la nuca, balanceándose por el

camino.

Apenas había dos metros para llegar a los servicios y le parecieron doscientos, no

conseguía llegar, entre la multitud y el balanceo al fin llegó.

Se miró en el espejo, abrió los ojos de par en par para poder buscar su imagen en el

reflejo con auténtica dificultad, no conseguía centrar la imagen, había dos imágenes que

giraban sin cesar y que después de un instante se unieron.

— ! Ay dios! vaya careto, que ojos llevo parezco una oriental—se dijo a sí misma

haciéndose muecas en el espejo.

Orinó para rebajar el nivel de alcohol, se refrescó la cara con abundante agua fría, y

mirando hacia la puerta del lavabo se dijo

—En busca del arca perdida.

Introduciéndose entre la multitud en busca de sus amigas.

Cuando las encontró, ellas le reprochaban que en donde se hubiera metido, que

estuvieran preocupadas.

Mientras les explicaba que estaba en el baño vio a lo lejos un chico que se iba acercando,

era imposible no verlo, les sacaba la cabeza a todos.

Melanie se quedo plasmada mirándolo, no daba crédito lo que veía.

— ! Vaya morenazo!

Sin percatarse que no le quitaba el ojo de encima, tan descarada le miraba, que el chico

se dio cuenta en seguida de que lo estaba observando y le sonreía de vez en cuando.

Ella no salía de su asombro, no podía dejar de mirarlo, sabía que el chico se había

percatado de sus miradas pero le daba igual, devolviendo la sonrisa cuando él la miraba.

Era impresionante, vaya pedazo de tío, enseguida se puso a pasarle su visto bueno y a

memorizar cada centímetro de su cuerpo 1.88cm. 82k. moreno de cabello bien tupido, ojos

marrones de mirada penetrante, labios voluminosos que invitaban a besarle, con un hoyuelo

en la barbilla que le daba un toque personal, bien fibroso con cinturilla estrecha y ancha

espalda, y unas piernas bien marcadas y atléticas, apostaba que le gustaba el ciclismo.

Era perfecto, a lo que ella llamaba, un chico diez.

Se acercó a su mejor amiga y le dijo—! Madre mía, vaya pedazo de tío!— susurrándole

al oído.

Por inercia su amiga empezó a mirar a todos lados en busca de ese chico.

Melanie presa del pánico, la cogió del brazo y dijo

—No por favor, no mires así disimula un poco, mujer.

Su amiga quedó perpleja de ver que por fin a Melanie le atraía un chico.

—No me lo puedo creer, por fin te has fijado en alguien, y por lo que veo te está

entrando la timidez.

Ja, ja, ja, se reía a carcajadas mientras la observaba con ojos de malvada.

Melanie era una mujer muy abierta, directa, decía siempre lo que pensaba, muy

habladora, no tenía reparo en dar una conversación con cualquier persona, lo que en

ocasiones los chicos suelen confundir esa confianza en algo más.

Los hombres se confunden cuando una mujer les da una conversación tranquilamente,

ellos interpretan que la chica está por él y en seguida les piden una cita o les intenta besar.

Y no saben que cuando las mujeres hablan tranquilamente con un chico, es porque no

hay sentimiento hacia esa persona, sólo amistad.

La realidad es, cuando una mujer le gusta un chico le duele el estómago, no le salen las

palabras, su mente queda en blanco, tartamudea al hablar y no puede sostener la mirada con

la de ellos.

Y para el hombre cuando se presenta a una mujer y ésta apenas habla sin darle una

conversación y apenas le mira cuando está con él, interpreta que la mujer no está

interesada.

Desmoralizado a los diez minutos se va.

Muerta de curiosidad le pregunta su amiga

— ¿Qué chico es?—mirando hacia todos lados. Melanie con una vergüenza que se moría

le responde

—Escúchame, para no señalar y que nos pillen mírame, y hacia donde yo mire, luego tu

en disimulo miras.

Así hizo su amiga y observando bien al chico le susurró al oído de Melanie

—! Vaya bombón!, no eres tonta no, ¿quieres que te lo presente?

Melanie asustada abrió los ojos de par en par y respondió

—! NO! ¿Estás loca? Ni se te ocurra.

—Cuando me gusta un chico me gusta ir despacio y que él detecte que lo miro y si otra

semana lo vuelvo a ver pues lo mismo, nos miramos, poco a poco, no quiero que piense que

soy una cualquiera.

Sorprendida por lo que acababa de escuchar sabía que ese chico le gustaba realmente y

como era uno entre diez de que se volvieran a ver, no se lo pensó dos veces —Espera, que

te lo voy a presentar—girándose hacia el chico.

Melanie llena del pánico la cogió del brazo fuertemente.

—Ni se te ocurra, si vienes con él me largo y te dejo plantada.

— ¿Qué? ¿Qué me harías qué?—mirándola fijamente a los ojos.—Como vaya al chico,

con la vergüenza que me da, y en volver no estés, ya no eres mi amiga, te dejo de

hablar—dijo su amiga con tono amenazador.

Melanie presa del pánico porque le hablaba en serio y sabía que era capaz de no hablarle,

agachó la mirada al suelo y asintió con la cabeza. Iba a conocer al chico y no quería enfadar

a su amiga.

No sabía qué hacer, ni que decirle, parecía mentira que a estas alturas de su vida le

sucediera esto, no comprendía la reacción de su cuerpo, — ¿Qué me está pasando?—

exclamaba a sus adentros.

No quería ni mirar, de vez en cuando los miraba muerta de la curiosidad, su amiga le

hablaba al oído por la música tan alta y veía como el chico asentía con la cabeza.

A los minutos vuelve su amiga y le dice—A dicho que sí, que le gustaría conocerte—

muerta de alegría la cogió del brazo y a empujones llevaba a Melanie hacia el chico.

Por el camino Melanie pensaba—! Ay Dios mío qué vergüenza! !Tierra trágame! ¿Qué

le voy a decir? ¿Por qué estoy tan nerviosa? Nunca me había pasado esto, voy hacer el

ridículo.

Toda la experiencia que tanto alardeaba y presumía saber de cómo manejar a los

hombres se venía abajo y quedaba presa del pánico como si fuera una adolescente que no

supiera que hacer.

Cuando llegaron, el estaba con unos amigos, que por cierto parecían cuervos, con la risita

de lado observando que hacían ellas.

Melanie no sabía dónde esconderse de la vergüenza y no dejaba de mirar al suelo.

Cuando por fin su amiga se acerco al chico para preguntar su nombre se dirigió al oído

de Melanie, y como una verdadera anfitriona dijo—Melanie este es Anthony, y Anthony

ella es Melanie— se miraron a los ojos, se acercaron y como sigue el protocolo se dieron

dos besos.

Una vez hecho de celestina su amiga volvió con su grupo, dejándola sola con él.

Melanie se sentía observada por partida doble, de sus amigas y de los amigos de él, todos

estaban mirando haber que pasaba.

Se miraban, sonreían y dijeron ambos

—Hola

Que patética se sentía Melanie al no saber cómo reaccionar.

Por fin Anthony se atrevió a preguntar— ¿No vienes mucho por aquí verdad?

—No, yo suelo ir a la discoteca de enfrente, pero había mucha cola y como fuera hacía

frío y…— se encogió de hombros y con gestos en las manos le indicaba — aquí estoy.

Sorprendida por lo que le había preguntado le pregunta sutilmente

— ¿Cómo sabes que no suelo venir por aquí?—Mirándole con los ojos fruncidos.

Él hizo una sonrisa picarona y le susurró al oído—Suelo venir todas las semanas y

créeme si hubieras venido te habría detectado, una chica como tú no pasa desapercibida.

Melanie se sorprendió, al ver que una persona tan joven supiera flirtear sin ser grosero y

con toda amabilidad, cosa que no es normal en los chicos de su edad. Se sintió alagada.

No como los anteriores chicos que se le acercaron, tenía que aguantar toda clase de

groserías, esquivando las manos en su trasero, haciéndose los machotes, sin un tema de

conversación coherente y sin una pizca de educación.

Se quedó observándolo, era tan guapo y estaba tan bueno, con su camiseta ajustadita de

manga larga que se podía apreciar lo fibroso que estaba y a la vez podía deleitar la

fragancia que el desprendía, olía tan bien.

Con gran esfuerzo y en contra de su fuerza de voluntad, que en ése momento no le

ayudaba mucho dado su estado de embriaguez, tenía que contener su respiración para no

acariciarle el pecho y besar esos labios que tanto le gustaron.

Estaba como hipnotizada con su aroma.

Como si estuviera en un sueño del que no quería despertar.

Tras un empujón ocasionado por la multitud, despertó de su maravilloso sueño, y siendo

consciente de la realidad, suspiró —! Que lastima! es tan joven—Se decía a sí misma.

Cogió fuerzas, apretó los labios y Melanie que era una persona muy directa le dijo de

golpe

— ¿Cuántos años tienes?

Anthony como era tan alto se tenía que agachar mucho para responder en su oído.

—Tengo diecinueve años.

Melanie atónita y con los ojos de par en par no salía de su sorpresa, se quedó perpleja

mirando a Anthony observándolo de pies a cabeza, tenía el mentón tan pronunciado y

rugoso, que aún recién afeitado tenía sombra de barba, daba un aspecto más maduro, ella

había calculado unos veintiséis años.

Cuando salió del impacto ocasionado dijo

— ¿Qué?—y se echó a reír a carcajada limpia.

El pobre chico se quedó de piedra y empezaba a mirarla con su cejo tupido fruncido

sintiéndose todo ofendido.

Melanie recuperada ya de su risa le vuelve a decir:

—Perdona ¿Pero tú sabes cuantos años tengo yo? ¿Haber cuantos años calculas?—le

dijo a modo de reto con las manos en la cintura y cabeza ladeada.

Él sin pensárselo dos veces y mirándola fijamente le respondió—Veintinueve.

Perpleja y sin dejar de hacer muecas en la cara de expresión respondió

—! Vaya! eres la primera persona que se acerca tanto al decirme la edad. Tengo treinta y

uno—exclamó Melanie que le volvió a entrar la risa.

Melanie al ser tan pequeñita y delgada solía aparentar más joven, siempre le echaban

unos veintiséis años más o menos.

Anthony ya un poco mosqueado exclama

—Y ¿Qué?

Perpleja y siguiendo con sus muecas de expresión:

—Por favor, a donde voy yo con un chico de tu edad —sin dar más explicación se da

media vuelta y le deja plantado, dirigiéndose hacia sus amigas.

Anthony no se lo podía creer, le habían dejado plantado sin más, era la primera vez que

le ocurría algo así.

En ese momento se le acercaron sus amigos a curiosear y con risitas y palmaditas en la

espalda a modo de burla y cachondeo, se reían observando a Melanie marchar.

—Ja, ja, ja, ¿qué ha pasado?, te ha dejado plantado.

—No sé tío, sólo le dicho mi edad.

—Esa es gato viejo, lástima, podrías habértelo pasado muy bien, mala suerte chaval.

Perpleja Melanie contó a sus amigas su edad echándose todas a reír, se daban la vuelta,

miraban al pobre chico y volvían a reír.

En modo de reunión en círculo le acribillaban por haberse fijado en un niño.

—Eres una asalta cunas— decía una.

—Es un petit suis, pero está para comérselo—respondía otra.

—Quien sale con niños termina mojando la cama—contestaba otra.

— ¿No tienes bastante en cambiar los pañales de tu hija?—seguían con los reproches.

—No les hagas caso, el chico está buenísimo y no tienes que juzgar a nadie por su edad y

mucho menos guiarte por lo que te diga la gente. Dale una oportunidad al chico, quien

sabe, a lo mejor es el amor de tu vida y no lo sabes, y si no lo es, ¡eso que tu cuerpo se ha

ganado!—exclamó quien hizo de celestina con sonrisa traviesa.

Melanie se volvió a mirarlo y soñando con los ojos abiertos suspiraba

—No me puedo imaginar mi vida con un chico tan guapo y tan joven, ¿qué diría mi

familia?— sacudiendo la cabeza— Pero !ay dios! como está, firmaría al mismo diablo para

que fuera siempre mío.

Fuera ya de su sueño también reconoció que ese era el tipo de hombre del que se podría

enamorar fácilmente y también sabía que eran el tipo de hombres que suelen hacer daño.

Tan perfectos, que te enamoras como una niña, y luego sufres y tardas una eternidad en

olvidar.

Un chico tan joven, guapo, con un cuerpazo impresionante, tan educado para su edad,

sólo busca diversión, es lo que le toca en ese momento de su vida.

Con diecinueve años está en la flor de la vida, en busca de diversión, romances,

aventuras….vivir la vida, que es lo que toca a ésa edad y que ella sabe por experiencia, le

toca de todo, menos de compromiso.

Sabía que con esa diferencia de edad para él sería bonita la experiencia, se podía permitir

desaprovechar dos, tres, cuatro años de su vida y aún así sería lo suficientemente joven

como para empezar de nuevo.

Pero para ella dedicarle dos o más años de su vida era perder el tiempo, por muy tentador

y bonito que le resultara.

Melanie estaba preparada para formar y ampliar la familia, pero Anthony por mucho que

quisiera aparentar como un hombre, le faltaba la madurez.

No es lo mismo buscar pareja con treinta años, que aún estás dentro de lo que se puede

llamar joven, que con treinta y seis, ya te van mirando como a una cuarentona.

Para él, tanto con diecinueve que con veinticinco años, seguiría siendo lo mismo,

excesivamente joven como para poder hacer lo que quisiera.

Si dedicas un tiempo y esfuerzo en cosechar, para después disfrutar del fruto, siempre y

cuando no salga podrida la cosecha, nunca es perder el tiempo invertido.

Pero si dedicas un tiempo, esfuerzo, experiencia, sabiduría, paciencia, comprensión..….

en formar y planificar a una persona que apenas sabe de la vida, te enfrentas a rabietas,

celos por haber tenido romances anteriores y él no, incomprensión de los consejos que le

das por la experiencia propia de la vida y que aún tiene que vivirlas para entenderlas,

acomodamiento porque ante cualquier problema sabe que ella siempre va a estar allí,

porque ante su madurez y experiencia de la vida sabe que hacer sin miedo alguno.

Absorta en sus pensamientos y pasado un rato y ver que Melanie no volvía con él, tomó

la decisión de acercarse y hablar con ella.

Con cara de estar un poco molesto y picado, se agacha a decirle al oído.

—Porque tenga esta edad no significa que no podamos hablar.

Y sin más volvió con sus amigos.

Atónita por el susto que se dio al no percatarse de su presencia y al corte que acababa de

darle por sus palabras de las que no esperaba, empezó a sentirse culpable por haberse

comportado así.

Sin dejar de mirarlo inhaló una gran bocanada de aire y con la ayuda del Jack Daniel que

se había tomado cobró fuerzas suficientes para acercarse.

Una vez a su lado, al ser tan alto y estar la música tan alta, no podía hablarle al oído y

como si de una niña se tratase le cogió la manga y a golpecitos suaves le estiraba del brazo

para llamar su atención.

Anthony se volvió para mirarla y muy sutilmente con un gesto con el dedo índice, le

indicaba que se agachara.

Cuando estuvo a la altura de su oído le dijo

—Lo siento, no era mi intención ser grosera.

A la vez que le hablaba le ponía la mano en el mentón con un gesto dulce.

Tenía por costumbre hacer ése gesto inconsciente al hablar de ceca con alguien, gesto

muy dulce y a la vez comprometedor, porque era un contacto directo con el lado opuesto y

que a ellos tanto les encantaba.

El sonrió e hizo gestos con la cabeza de que no pasaba nada y empezaron a conversar.

Entre risas, la música, el alcohol, pasaron un rato muy agradable.

Melanie empezaba a relajarse y a divertirse, pusieron una canción de salsa y ella le cogió

las manos para bailar en pareja y enseñarle pasos y juegos de brazos del baile

—Mira te enseño, cuando estés con una chica y pongan salsa, se hace así.

Enseñándole los pasos del baile.

—Seguro que a la chica le va a encantar, y es un buen truco para conocer e intimar con

alguien—le dijo con mirada picarona.

El la miraba atónito porque le dejaba claro que no iba a pasar nada entre ellos y que sólo

era amistad— Me está ayudando a ligar con chicas, que chica más auténtica— se decía a sí

mismo.

Entonces en todo momento se comportó con toda cortesía, muy educado y en ningún

momento hubo ningún contacto excepto en el baile, se sentían muy cómodos.

Entre las risas y la conversación observaba sus labios, eran tan voluminosos y carnosos

que cuando se reía, se le podía apreciar que llevaba aparato corrector de dientes y aun así

estaba gracioso.

Pasaba la noche y Melanie disfrutaba mucho con él, no quería que acabase y mucho

menos quería irse sin probar esos labios.

Tomó la decisión y el valor y se decía a sí misma.

—Qué más da, ya no lo voy a ver más así que disfruta el momento y déjate llevar, que

sea lo que dios quiera.

Le miró a los ojos con una mirada penetrante, levantó el dedo hasta acariciar su ceja y

con el dedo le acarició la cara, pasó por el mentón en modo muy sensual, deslizando

lentamente trazaba un caminito desde el cuello hasta llegar a su ombligo.

Descubriendo que en ése punto su estómago se escondía a causa de las cosquillas que le

proporcionaba la caricia.

Mientras deslizaba el dedo lo miraba a los ojos con sonrisa provocadora y observaba

como Anthony dejaba de bailar, su aspecto era más serio y su mirada se hizo más intensa.

Seguía jugando con el dedo haciendo dibujos por su barriga y el pecho, notando como se

le iba acelerando la respiración, marcando más los dibujos por encima del cinturón,

haciendo círculos alrededor de su ombligo que era su zona más sensible y ver como su

vientre se escondía ante tanta delicadez.

Le miraba muy provocadora y satisfecha, sonreía al ver la cara de agrado de sus caricias,

y aún así, no conseguía que la besara.

Era tan correcto, que decidió tomar la iniciativa, se acercó lo suficiente como para

ponerse de puntillas y poder darle un beso suave y tierno en su cuello, que era lo máximo a

donde podía llegar, dada su altura.

El la miró y pudo adivinar lo que ella deseaba.

Se le entrecortó la respiración, inclinó la cabeza y la besó en los labios muy dulcemente.

Primero fue un beso tímido y dulce, luego se miraron a los ojos, sonrieron, y a

continuación un beso apasionado y prolongado que los amigos de ambas partes se quedó

perplejo.

Melanie ante tal beso no se podía creer que aquel jovencito le pudiera hacer estremecer y

sentir tanto al besarla.

No sé el tiempo que estuvieron besándose, pero los amigos de Anthony al sentirse ya un

poco incómodos por la envidia, los cubrieron a ambos con una chaqueta en la cabeza, con

exclamaciones dijeron—! Eeehhhhh! Vale ya.

Dejaron de besarse y sonriendo se quitaron la chaqueta de la cabeza mirando a su

alrededor avergonzados.

Mientras sus amigos le daban palmaditas en la espalda a modo de aprobación

–! Eehhh!, Machote.

Las amigas de ella con cara de enfado

— ¿Tía, no habías dicho que era un niño?

Muy sonriente respondió

—Que no, que no, que sólo es pasar el rato y ya está.

Como ya era tarde las amigas de Melanie decidieron irse ya a casa.

Se acercó para despedirse.

—Bueno me tengo que ir, encantada de haberte conocido y ya nos veremos, adiós.

Le dio dos besos en la mejilla y se despidió con gestos en la mano mientras se marchaba.

Anthony no se podía creer que se iba así sin más, sabía que si la dejaba marchar ya no la

volvería a ver más porque son de diferentes ámbitos sociales y sería imposible volver a

encontrarla.

Siguió tras ella, le cogió del brazo y le dijo seriamente.

— ¿No me vas a dar el número de teléfono?

Melanie sonriente y sin pensarlo dos veces se lo escribió anotándoselo en la mano.

Y sin más se fueron de la discoteca.

De camino a casa fue un mar de risas, cachondeo, anécdotas de lo bien que se lo habían

pasado, fue un fin de semana diferente, lleno de elogios de personas más jóvenes que hace

subir la autoestima a cualquiera, aunque solo buscan sexo, te hace sentir que todavía estás

activa, atractiva, dentro del mercado, de buen ver.

CAPÍTULO 2

Pasó el domingo tranquila y en familia recuperándose de la resaca.

Sonriendo miró el móvil un par de veces por curiosidad para comprobar si tenía alguna

llamada con número desconocido, pero nada.

Levantó las cejas e hizo gesto de hombros diciéndose así misma.

— ¿Qué esperabas, que te llamase?

El día transcurrió con normalidad sin caso omiso del teléfono.

Empezó la semana planificando el trabajo laboral con toda tranquilidad.

Días después, mientras estaba con las tareas de la casa recibe una llamada telefónica con

número desconocido.

Para su sorpresa, pensándose que el jovencito no se acordaría ya de ella, que tan sólo fue

una noche pasajera, la llamó para saludarla.

—Hola, ¿qué tal estás? Te prometí que te llamaba.

Dijo con voz algo temblorosa.

Aturdida ante la sorpresa y la emoción que le causó su llamada, se le dibujó una sonrisa

de oreja a oreja.

En cuestión de segundos sintió un escalofrío seco, una sensación de felicidad que nunca

había sentido antes.

— ¡Hola que tal! ¿Cómo estás?

Respondió intentando que su voz se escuchara con toda normalidad.

Tras tener una conversación como manda el protocolo, educada y cordial quedaron en

salir el fin de semana. Mirándose las manos temblorosas, no podía entender la sensación

tan extraña que le había ocasionado su llamada, manos sudorosas, le temblaba la voz,

presión en el estómago.

—No pasa nada, tan sólo es un niño—mirándose en el espejo del baño, respiró hondo—

Sabes perfectamente dominar la situación. Sólo es tomar una copa—exclamó a la imagen

de pánico que había reflejada en el espejo.

El resto del día estuvo nervioso, pensativo, radiante de felicidad y a la vez de pánico.

Imaginaba el encuentro e intentaba pensar el tipo de conversación que podían tener sin

que resultara incómoda para ninguno de los dos.

Se iba acercando el fin de semana, cada vez más exhausta miraba su armario en busca de

alguna prenda de ropa que no pareciera muy provocadora y que a la vez se viera sexy.

No quería dar mala imagen o causar una impresión equivocada.

Melanie era una mujer sencilla y más bien clásica pero elegante y hasta en ese momento

no se había percatado que toda su vestimenta era muy formal.

Intentaba elegir algo más sport pero elegante para que no se notara tanto la diferencia de

edad. Y que a la vez se sintiera cómoda e identificada con ella.

Sin darse cuenta se había convertido en presa de su teléfono móvil, era adictivo, no

dejaba ni un instante el celular y a cada segundo miraba por si había recibido algún sms.

De vez en cuando se mandaban algún mensaje que otro, se sentía como una niña al que

le regalan un juguete nuevo.

Melanie que era una persona muy reservada no solía hablar mucho de sus cosas

personales a las personas recién conocidas y mucho menos donde vivía o en donde

trabajaba. Era una mujer muy cautelosa, no le gustaba que los chicos supieran demasiada

información personal. Tras una separación trágica no confiaba mucho que digamos en el

sexo opuesto. Al menos hasta que no tuviera claro si el río iba a ir por buen cauce.

Podía tener cualquier tipo de conversación durante toda la velada sin tener que dar

demasiada información de su vida personal.

Sabía por experiencias anteriores que si luego no le gustaba el chico o la relación no

funcionaba bien no tendría que aguantar el mal trago de tener que evadir, esconderse hasta

llegar a su casa con la sencilla razón de implorar, dar lástima y conseguir el perdón, así

evitaría que merodearan por su casa en busca de una segunda oportunidad, evitando

situaciones complejas.

Como cada uno era de una ciudad diferente Melanie decidió quedar en algún lugar

neutro, en algún lugar conocido y cómodo para los dos y luego en terminar la velada cada

uno a su casa.

Sin la necesidad de que el chico tuviese que recogerla y dejarla en su casa, así resultaba

todo más informal y casual.

Cuando llegó el día esperado Melanie deslumbraba felicidad, iba preparándose para el

acontecimiento.

Se arregló bien el pelo, eligió la ropa más adecuada, preparó los complementos, etc.,

dejándolo todo encima de la cama.

Estaba todo controlado, todo preparado a falta de la ducha, que se la daría a última hora.

Como tenía una niña pequeña quedaron a las doce de la noche.

Normalmente Melanie no salía por las noches, sólo cuando su hija pasaba el fin de

semana con su padre.

El fin de semana que tenía a su hija lo pasaba exclusivamente con ella, ir al cine, cenar

con amigos que también tenían niños, atracciones, etc.

El vivir con su madre era una ventaja podía aprovechar hasta el último segundo, la

preparó para dormir, tan sólo tenía que esperar que se durmiera.

Solía dormirse sobre las diez de la noche normalmente era una niña muy buena y no

tenía problemas a la hora de dormirse y aún tendría tiempo suficiente para arreglarse.

Se iba acercando la hora de la cita y su hija seguía sin dormirse, aún tenía que arreglarse

y conducir un buen tramo.

Presa de la desesperación, no comprendía por qué su hija casualmente ese día no tenía

sueño.

Al ser tan pequeña no la podía dejar con sus padres despierta e irse así sin más, sabía de

antemano que cogería un berrinche espectacular al no estar acostumbrada a estar sin su

madre y a las dos horas cuando se va relajando la velada la abuela al borde de un ataque de

nervios la estaría llamando para que fuese a recogerla. Evitaría interrumpir el primer

encuentro, que no es muy recomendable que digamos, dar explicaciones y lo principal,

pasaría mal la velada al estar pendiente del celular mirándolo cada cinco minutos a la

espera de la llamada de su madre.

Cada cinco minutos Melanie se miraba el reloj y entre suspiros y soplos intentaba dormir

a su hija con todos los medios que sabía, pero el resultado era en vano.

Allí estaba su hija con los ojos de par en par e intentando sacar los juguetes que Melanie

ya exhausta volvía a guardar en su sitio.

—Venga cariño que ya es muy tarde, es hora de dormir.

—Ven al brazo de la mamá.

Pero cuanto más se empeñaba en dormir-la más nerviosa se ponía su hija.

Viendo que faltaban tan sólo quince minutos para las doce de la noche cogió su celular y

con gran suspiro, rabia y decepción le envió un mensaje disculpándose en que tenía un

problema familiar y no podían verse.

—Si no te importaba nos vemos otro día.

Le envió el mensaje antes de que el chico saliera de su casa y se diera el plantón en la

calle.

Quería que al menos aprovechara la noche para salir con sus amigos.

Recibió la respuesta de inmediato.

—No pasa nada, lo entiendo, primero es la familia y espero que se mejore.

—Nos vemos otro día, te llamo entonces.

Melanie miraba el celular con sonrisa irónica por el pretexto que le había puesto.

Sonaba una excusa tan poco convincente que ni a ella misma se lo creía, lo correcto

hubiera sido llamarlo por teléfono para justificar la falta, pero no se atrevía a llamarlo fue

cobarde y optó por la salida más cómoda y rápida para excusarse, enviar un sms.

En cuestión de media hora después su hija se encontraba durmiendo acostada en su

regazo en el sofá. Melanie sonreía ante tal graciosa situación, veía a su hija tan dulcemente

durmiendo acurrucada en sus brazos ausente (no se entera) de la situación y a la vez una

rabia crecía por dentro, notaba como en su interior le subía un calor por todo el cuerpo

como si de una olla de vapor al que va a explotar.

— ¡Que mala suerte tengo! Es como si el destino no quisiera que me viese con éste

chico.

No dejaba de pensar y darle vueltas a la cabeza, era absurdo llamar a Anthony y decir

que ya estaba todo solucionado, a la una de la mañana no eran horas de salir con nadie y

menos si ya habría hecho planes con sus amigos.

Lo que esperaba era que no se pensara que fue una excusa para no verlo que ya tendría

sus planes para salir con sus amigas. Fue un cambio de última hora y esperaba que no se

enfadara con ella y no la volviera a llamar.

Al día siguiente lo primero que hizo fue esperar que fuese una hora prudente para poder

llamarlo, dado que daba por sentado que se habría acostado muy tarde y no quería

despertarlo. Se armó de fuerzas para poder inventarse una mentira piadosa.

-Se dice una mentira piadosa cuando se quiere ocultar un dato, que en ése momento en

concreto, la persona afectada no está preparada para afrontar el brusco de la noticia y en un

futuro más propicio poder reparar, justificar el engaño haciéndole ver lo leve de la falta,

que fue comprensible y acertado la mentira, evitando causar daños secundarios en la

relación.

Cuando se quiere mentir a una persona, sea la circunstancia que sea, el motivo es muy

simple, no hacerla enfadar, bien porque no se tiene el valor o la confianza suficiente en

decirle la verdad por miedo a su reacción o bien porque no está preparado en ése momento,

lo que le haría actuar erróneamente, negando a la persona acusada a seguir viéndola en un

futuro.

Cuando se va a decir una mentira, hay que acercarse a la verdad lo máximo posible,

nunca se sabe cuánta capacidad de memoria puede tener, la otra persona puede archivar

cada palabra dicha.

Las mentiras creadas por uno mismo, con el tiempo se olvidan, porque realmente no

sucedió así, lo que la otra persona como no sabe si es cierta o no, almacena toda la

información en su cabeza, sólo es cuestión de tiempo en observar que ciertas cosas no son

las mismas dichas en tiempo atrás y las cosas empiezan a desencajar.

Por lo que genera desconfianza hacia la persona y cuando el acusado se quiere justificar,

bien porque le ha descubierto, o bien porque su remordimiento con el tiempo va creciendo

y necesita confesar la verdad para liberar su culpabilidad, ya es demasiado tarde.

Si la mentira es descubierta, no hay palabra humana que pueda decir para que vuelva a

confiar en ella, crea desconfianza, rencor, traición a su credibilidad, pero si uno mismo

demuestra su valor en confesar, y con el tiempo confiesa su delito, haciéndole ver que fue

por una causa noble, la mentira pasa a ser piadosa y puede ser justificada y comprendida

por la persona afectada.-

Alrededor del medio día Melanie llamó confirmando el tono de llamada activada.

Intentaba que su voz no sonara temblorosa y que su mentira piadosa resultara creíble.

Le comentó que a su madre le dio un dolor lumbar y que tuvo que llevarla a urgencias

para ponerle una inyección, que apenas se podía mover hasta que la inyección hiciese su

efecto. En cierta manera le contaba la verdad la única diferencia era que el dolor lumbar no

fue por la noche si no al medio día lo que pasaba a ser una mentira piadosa lo más cercana

a la verdad.

Su madre conservaba una salud perfecta gracias a dios a exenta de que en ocasiones por

algún movimiento brusco le solían dar dolores lumbares en los que se quedaba encajada sin

poder moverse.

Gracias a las inyecciones en cuestión de un par de horas se encontraba como si nada

hubiera pasado con apenas una molestia.

— ¿Que tal tu madre? ¿Se encuentra mejor?

—Si gracias por preguntar. Espero que te divirtieras no quería estropearte la noche.

—Si muy bien gracias, llamé a mis amigos y por suerte estaban a punto de salir y me

recogieron. Empezaron a recochinearse de mi diciéndome “si, si, te ha dado plantón ja, ja,

ja, ¿tú te crees ésa excusa un viernes por la noche? Eso es que ella tendría mejores planes

por ahí. No tenía ganas de estar contigo” —Le decían mientras le daban golpecitos de burla

en la espalda y en la cabeza viendo su cara de sofoco.

Melanie con la mano izquierda escuchando por el celular y con la otra se tapaba la cara

ante la situación. — ¡Ay dios mío!, lo siento de verdad. Espero que me creas, te garantizo

que no he salido con mis amigas, para compensarte te invito la primera ronda de copas esta

noche, si tu quieres claro, también entendería que no te apeteciera volver a verme— le

decía cruzando los dedos.

—No, no, si te creo. No necesitas compensarme en nada, lo entiendo, si quieres podemos

quedar en el mismo lugar y a la misma hora. Le respondió con voz deseosa de verla.

Melanie sonriente por la reacción del muchacho y comprobar por su voz que deseaba

verla suspiró con gran alivio para sus adentros haciendo gesto con el brazo derecho de

¡BIEN! a modo de victoria.

—Bien, pues entonces nos vemos esta noche, en el mismo lugar y a la misma hora.

—Si, en el mismo lugar y a la misma hora, hasta esta noche, nos vemos, un beso.

—Un beso.

Acto después los dos colgaron el auricular, sonrientes por haber salido todo bien,

Anthony por alegrarse de que si quería volverlo a ver y no era lo que sus amigos le decían y

Melanie alegre de que en cierta manera creyese su excusa y le diera otra ocasión de verlo.

Ahora faltaba la parte difícil, por teléfono siempre es más fácil mentir es una situación

más fría y distante, pero cara a cara es más complicado, saldría otra vez la conversación y

tendría que volver a disculparse mirándole a los ojos, tarea difícil porque habría que actuar

y esconder las reacciones expresivas de nuestra cara. Una vez superada la prueba ya no hay

peligro y todo seguiría viento en popa.

Era el tercer día que se veían, Anthony era encantador y extremadamente educado, la

trataba con un respeto que hacía mucho tiempo que Melanie no sentía. Vestía con un jersey

de punto fino de rayas horizontales blancas y rojas con una cremallera de unos dieciocho

centímetros de larga en el centro del cuello y unos vaqueros de color ge-ns un poco anchos

debido a que tenía las piernas muy desarrolladas por el deporte y una cintura muy estrecha,.

Estaban sentados en la barra de un puf en unas sillas altas con posa pies, la luz del local

era tenue, de fondo se escuchaba la música suave lo justo para que se pudiera conversar

tranquilamente, se podía apreciar el murmullo de la gente de fondo, el ambiente era cálido

y neutro.

Melanie decidió ir a ése lugar porque era neutro, había gente de todas las edades, desde

los veinte años hasta los cuarenta y pocos, solían frecuentarlo la gente medio alta, con

clase, en donde nunca se encontraban peleas, era uno de los mejores de la ciudad y donde

frecuentaba a menudo.

El local estaba dividido en dos secciones, a la derecha de la barra habían mesas y sillas

altas que estaban junto a la máquina de tabaco, la diana y las máquinas traga perras

haciendo una sección más sport, a la izquierda de la barra habían sillas y mesas normales de

madera donde se podían tomar café o cualquier otra cosa en grupo. En las paredes yacían

colgados cuadros de acuarela en los que estaban en venta, se podía ver los precios de cada

uno en las esquinas de los marcos, pintados por algún familiar o por algún conocido de la

ciudad, eran abstractos, raros, pero daban al local un aire diferente, personalizado.

El baño se encontraba al fondo del todo justo a la vuelta y en donde finalizaba la barra.

Decidieron sentarse en la barra, era algo más casual, ella se pidió brugal con coca-cola y

él lima con coca-cola, ante la elección de su bebida sonrió para sus adentros, su bebida, su

timidez en no acariciarla, su respeto de no besar-la.....dejaba muy claro que no tenía mucha

experiencia con las chicas, por su corta edad y su comportamiento hacia ella, tenía el

presentimiento que era su primera cita, con lo que se sentía alagada y a la vez preocupada,

observándole le hacía recordar su infancia, sus primeras citas, se le dibujó una media

sonrisa en los labios por sus viejos recuerdos, sabía que tenía que ir con mucho cuidado, no

quería ni asustarlo ni hacerle daño, tenía que ir con mucha delicadeza.

Tenía claro que con éste chico sólo iba a salir como mucho un mes, era excesivamente

joven para ella, tenían costumbres, aficiones, pensamientos... totalmente diferentes, con lo

cual no pretendía hacerle daño, también era consciente de que un chico doce años más

joven que ella, sólo buscaba experiencia en el sexo, era obvio que a ésa edad anduviese

pensando en una relación formal, con ése pensamiento se excusaba de su conducta, en su

atrevimiento en salir con un niño—así los dos cambiamos experiencias, nos ayudamos, nos

divertimos mutuamente— se decía en sus adentros con media sonrisa.

En la velada era Melanie quien dominaba la situación, quién llevaba la voz sonante de la

situación, quién con delicadeza le enviaba señales casuales de caricias en las que

demostraba claramente que le gustaba mucho su compañía.

Era una persona muy cariñosa solía acariciarle las manos, el pelo con gestos dulces.

—Tienes unas manos muy grandes y unos dedos muy largos, son muy bonitas—le dijo a

modo de observación.

Le observaba sus manos, su pelo, sus ojos, no entendía cual era el motivo de la atracción

tan grande que sentía hacia él, no podía dejar de mirarlo, acariciarle el rostro con el dedo

índice haciendo mayor hincapié por el hoyuelo de su barbilla que le daba un toque muy

personal.

Sentía unas ganas de besarlo a todas horas, su corazón se aceleraba con sólo mirarlo, no

entendía por qué le hacía sentir así, no pudo más con la tentación de tenerlo enfrente y no

besar ésos labios voluminosos.

Le cogió las manos, se acercó muy lentamente a pocos centímetros de sus labios

invitándole a besar-la, sólo por el acercamiento se estremecían, sentían tanta atracción el

uno por el otro, sentir la calidez de sus alientos, entrando primero en un roce de labios,

mirándose a los ojos y luego en un beso dulce y apasionado.

Finalizado el beso tuvieron que apoyar sus cabezas por la frente, sintiendo un mareo

ocasionado por el contacto, sentían que todo les daba vueltas. Como si tuvieran un imán al

que hay que separarlos con gran fuerza.

Sonrieron. Anthony no dejaba de observarla, su manera de besar, su manera de cogerle la

mano, su manera de mirarla, tan acaparador de cada movimiento que ella hiciera, como si

quisiera memorizar, aprenderse cada gesto que tuviera, Melanie tenía la manía de retorcerse

el pelo al estar nerviosa o cuando empezaba a apoderarse el sueño, era el único momento en

que ella se retorcía un mechón del pelo girándola en sentido de las agujas del reloj, sabía

que eso era un gesto muy sexy para la persona que la estuviera observando en ése

momento, dado que ya se lo habían dicho en diferentes ocasiones, cuando se percataba en

que lo hacía lo dejaba al instante sofocada, mirando avergonzada a Anthony.

—Es bonito eso que haces con el pelo—le dijo sonriendo al ver que se sofocaba e

intentaba mirar a todos lados evitando mirarle a los ojos.

—! Oh! Lo siento, es un vicio que tengo, sólo lo hago en dos ocasiones, cuando estoy

nerviosa o cuando tengo sueño, lo hago sin darme cuenta—respondió frunciendo el cejo y

desviando la mirada hacia el suelo, al sorprenderse a sí misma confesar la verdad, — podría

haberle dicho otra excusa—exclamó para sus adentros.

— ¿Tienes sueño? Si estás cansada podemos irnos a casa. —le dijo mirándole a los ojos

con cierta mirada de preocupación por si le estaba aburriendo su compañía.

—No, no, no tengo sueño—sonriendo tímidamente sin poder mirarle a los ojos, acababa

de confesar que si no era sueño, era porque estaba nerviosa, él la ponía nerviosa.

—Bueno me pones un poco nerviosa, la verdad —ya puestos a confesar la verdad, tuvo

el valor de desafiarle y mirarle a los ojos con su respuesta, a la vez que volvió a hacer el

gesto con el pelo.

Sonrieron mutuamente de aprobación.

Atreviéndose a besarlo con descaro en ésta ocasión, Anthony respondió con mucha

pasión, muy varonil, su reacción le sorprendió e hizo perder la cabeza a Melanie

respondiendo con pasión e invadiendo su cuerpo con mil caricias.

Fue un beso largo y profundo, pero para ellos, como si de dos segundos se tratara, no

podían parar, querían más, no podían contener el deseo que les invadía en ése momento.

Mirándose con fuego en los ojos por la excitación, sonreían con la respiración acelerada

sin entender qué les pasaba.

Intentaban mantener la compostura, bebían de sus copas, intentaban conversar de nuevo,

obligados a hablar sin saber muy bien de que estaban hablando, cuando sus pensamientos

se centraban en sus labios, sólo querían besarse y se esforzaban por tener una conversación

poco interesante y coherente.

Se miraban con un deseo, que ellos mismos volvían a besarse con tal desesperación que

de vez en cuando miraban a su alrededor por si eran observados, sabían que ésos besos no

eran, digamos, muy normales “inocentes” en un lugar público.

Sonriendo Melanie le dijo— ¿Nos vamos?

Nervioso Anthony afirmó con la cabeza dejando claro que había entendido claramente las

intenciones de Melanie.

Pagaron al camarero, salieron del local en busca del automóvil de Anthony, besándose en

la calle a cada paso que daban.

Tenían el coche estacionado una calle más abajo de donde estaban, entraron y

continuaron besándose con más intensidad. Esta vez Melanie dejó muy claro lo que

deseaba, le deseaba a él, le acarició el pecho con su dedo índice muy lentamente con

intención de provocarlo al máximo posible hasta llegar al ombligo donde jugueteó en

círculos para ver la reacción de Anthony. Le observaba por si en algún momento le

molestaba lo que le hacía y parar al instante, veía unos ojos de pasión y de agrado por lo

que prosiguió con su exploración. Comprobó como su estómago se hundía por la reacción a

su tacto, a sus caricias, como un caracol, al tocarle la vulva se esconde y sale de nuevo al

exterior, introdujo su mano por debajo de su jersey para tener un mayor contacto y poder

sentir la suave y cálida piel aterciopelada.

Acariciaba con suavidad su pecho mientras lo besaba en la boca, tenía la respiración

entre cortada, pudo comprobar por el tacto que sólo contenía vello en el centro del pecho y

en la comisura del ombligo, como un fino sendero que desaparecía debajo de sus vaqueros.

Anthony estaba enloquecido de pasión pero aún así y todo permanecía quieto, inmóvil,

temía acariciar sus partes prohibidas para no enfadarla, y no se daba cuenta que era eso

exactamente lo que le pedía con sus caricias.

Jugueteó con su dedo por la correa del pantalón descendiendo lentamente por la parte

exterior de sus piernas, lo miraba revoltosamente y disfrutando al ver como su respiración

se cortó cuando deslizó su dedo por la parte interior de la pierna desde la rodilla hasta llegar

a sus genitales en donde apretó con un arrebato sus partes—! Dios mío como está, esto

promete!—exclamó a sus adentros.

Se contrajo enloquecido de pasión, agarrándola fuertemente para besarla con pasión,

Melanie gimió, guiando su mano hasta su pecho indicándole claramente que quería que los

tocara, obediente complació a sus deseos. Con el pelo remolinado y la respiración jadeante.

— ¿Vamos a otro lugar más privado?!Aquí no podemos continuar con esto!—dijo

Melanie con un gesto en la cabeza para recordarle que estaban en medio de la calle.

—Sí, me gustaría, pero tengo que ser sincero contigo—dijo poniendo cara seria y

preocupada.

Melanie se incorporó en su asiento para prestarle atención a lo que por su instinto ya se

temía, dando-le a entender que su preocupación le importaba.

—Yo.... nunca.........yo nunca..........—se ponía nervioso, no sabía cómo decírselo.

—Yo no he hecho......tu sabes—le aclaraba con gestos en las manos todo avergonzado y

mirando hacia el suelo.

Melanie le acarició la cara levantando con dulzura su barbilla para encontrar su mirada y

decirle a los ojos.

—No pasa nada, siempre hay una primera vez, no voy hacer nada si tú no quieres. ¿Te

apetece hacer el amor conmigo?—le dijo suavemente.

Afirmó con un gesto de cabeza, Melanie se abalanzó sobre él para darle un beso dulce en

los labios para tranquilizarlo.

Sonriente por haber confesado su secreto se tranquilizó al ver que ella no le dio mayor

importancia.

—Sólo una cosa, hay que ir a comprar preservativos, no pensaba que iba a suceder esto y

no vengo preparada.

—Yo sí, llevo uno en la cartera—dijo Anthony sonriendo.

—Bien, tú que eres de la ciudad, ¿conoces algún sitio donde la gente suele ir a intimar?

Confirmó con la cabeza, puso el coche en marcha, encendió la radio y puso un cedé para

ir escuchando música hasta su destino.

Por el trayecto Melanie iba pensando en la sorpresa que había llevado al comprobar que

él si llevaba preservativos, iba preparado por si surgía sexo, con lo que confirmaba su

teoría, en que al salir con una mujer adulta en su primera cita le hacía ganar una medalla,

aprendería de alguien con experiencia y el disfrute de la velada estaría garantizada.

Bueno, no se lo quería tomar a mal, en cierta manera sacarían provecho los dos, él

ganaba experiencia y ella diversión.

Como ninguno de los dos podían ir a sus casas, no había otra elección, fueron a las

afuera de la ciudad, donde se podían ver efectivamente a parejas dentro de sus vehículos

parados en medio del campo, pero cada uno a su bola sin hacer caso a nadie, era evidente

que era un lugar que todos iban para lo mismo.

Anthony pasó un par de veces por el mismo lugar, buscaba el sitio ideal y que no hubiera

ningún coche cerca, era difícil, mirases por donde mirases, habían coches estacionados por

todas partes y las mejores vistas ya estaban ocupados.

Se estaba poniendo nervioso, empezó a blasfemar y maldecir en voz alta por la mala

suerte, mientras daba vueltas y vueltas para decidir el sitio perfecto.

—Podrías aparcar ahí, estaríamos bien—le decía con voz tranquilizadora.

— No, hay coches muy cerca, seguiré buscando.

Melanie le mostró con la mano dos lugares más pero él negaba con la cabeza cada vez

más enfadada. Sonreía para sus adentros y se mostraba tranquila, con gran paciencia

esperaba a que se decidiese donde poner el huevo, sabía que era su primera vez y suponía

que buscaba el sitio perfecto, los coches que habían alrededor estaban lo suficientemente

lejos como para no ver nada.

Pasaba el tiempo y Anthony estaba cada vez más enfadado y nervioso por no encontrar el

sitio adecuado, la situación se estaba enfriando y Melanie no quería que su primera vez se

estropeara y le marcara para siempre, sería algo que iba a recordar toda su vida, sea bueno o

malo, y exactamente no era lo segundo lo que deseaba que recordara de ella.

No le quedaba más opción que ser comprensible y tener paciencia con él, no quería

demostrarle que no importaban los demás coches, para que no se asustara y pensara de ella

que era una sádica, allí cada uno está ocupado con sus cosas, pero entendía su actitud, ella

también pasó una vez por eso, al recordar la importancia que uno da al desnudarse si había

alguien cerca.

Después de dar varias vueltas por el mismo lugar, al final optó por uno de los que

Melanie le recomendó al principio, aparcó, apagó el motor y las luces, salió del vehículo

para comprobar que el coche más cercano estaba lo suficientemente lejos para no ver nada.

Aun así, después de su inspección, abrió el maletero para sacar de él un parabrisas de

cartón y colocarlo en la ventana trasera, detrás del asiento del conductor que era el lado por

donde se visualizaba el otro vehículo estacionado. La situación resultaba graciosa, le

gustaba ver su inocencia.

Melanie estaba divertida al ver sus preparativos, su actitud garantizada que en efecto era

su primera vez, la dedicación que ponía para tener la mayor intimidad posible le resultaba

graciosa, mientras pensaba para sus adentros que en un futuro cuando estuviera más seguro

de sí mismo y de las cantidades de situaciones que aún le quedaban por pasar, llegaría el

día en que no le importaría si alguien le viera hacer el amor o no, al contrario, estaría

segura que incluso le daría morbo el pensar que le podrían ver.

Cuando uno es joven, primerizo, es más reprimido a las excentricidades, es más tímido,

calculador, busca la intimidad y tranquilidad en escondrijos para hacer las cosas

“prohibidas”.

Conforme vas creciendo y desarrollando tu experiencia sexual, todo se ve más normal, se

vuelve rutinario, monótono y se busca las excentricidades. Las situaciones arriesgadas

como los lugares públicos crea más morbo, sube la adrenalina, porque se sabe que puede

llegar alguien en cualquier momento y pillarlos in-fragante.

Finalizada los preparativos, Melanie salió del coche para entrar a la parte trasera, muy

caballerosamente Anthony le abrió la puerta e hizo el asiento del conductor hacia delante

para que pudiera entrar. No se estaba mal para ser de dos puertas, era más ancho de lo que

aparentaba, observó que tenía un peluche en forma de hamburguesa enorme.

— Cuanto tiempo hace que no hacía esto en el coche—se decía así misma entre risas.

Seguidamente entró él cerrando y echando el seguro de las puertas, se acomodó en el

asiento trasero enfrente de ella a la espera de su respuesta, esperaba las órdenes o

indicaciones del siguiente paso.

Melanie empezó a desnudarse en silencio mirándole fijamente, Anthony siguió su

ejemplo, quedándose sólo con la ropa interior.

Ambos observaban con aprobación sus cuerpos. Tras un buen rato deleitándose la vista

con ése cuerpo tan escultural Melanie no se sentía inferior con su cuerpo a pesar de su edad

y de haber sido madre, seguía conservando un cuerpo espléndido del que se sentía

orgullosa.

Le observó cada centímetro de su cuerpo, siendo consciente que Anthony seguía con su

mirada los de ella, curioso de ver lo fascinada que estaba de verlo, sintiendo como su

mirada le quemaba la piel en su trayectoria, como si de un láser se tratase, iniciando su

espectáculo desde los dedos de los pies. Calzaba un cuarenta y seis, que le creó un gran

impacto al ver el tamaño, la anchura de su pié y unos dedos largos y personalizados, le

encantaron, sus ojos deslizaban la mirada por sus piernas, observando que en su rodilla

derecha había una gran cicatriz de unos 20cm, debido a una operación, que en otro

momento más adecuado calmaría la curiosidad de saber lo ocurrido.

Siguió deleitándose la vista pasando por sus atributos, observó que la cosa prometía por

el volumen que había debajo de su ropa interior a causa de la excitación tan descarada que

le dedicaba, continuó con su recorrido subiendo por el ombligo hacia su pecho, pasando por

su largo cuello, por sus labios y al fin llegar hasta sus ojos, sonriendo al haberse aprendido

de memoria como un escaneo, cada centímetro de su cuerpo.

Sus respiraciones estaban agitadas por la excitación, él se hallaba inmóvil, petrificado a la

espera de sus órdenes, se incorporó hacia él para besarle suavemente, ella manejaba la

situación, llevaba las riendas con delicadeza y sin hablar, indicándole con la mano y con

dulces y suaves movimientos lo que le gustaba que le hiciera y que le acariciara.

Anthony estaba totalmente pendiente de ella, en cada cosa que le hacía observaba su

cara, por si era de aprobación y de satisfacción, para él era muy importante hacerlo todo

bien y dejarla satisfecha.

Melanie comprobó que no era como la mayoría de los hombres con los que había estado,

no eran muchos que digamos, pero sí por lo que le comentaban sus amigas también, los

hombres sólo miran su interés, auto complacerse a sí mismo sin preocuparse si ellas están

disfrutando, alcanzan al orgasmo, si les duele, si les gusta o no lo que les hacen, porque ni

siquiera preguntan si te agrada o si estás bien.

Quedaba demostrado que aunque Anthony no llegara al orgasmo se sentiría plenamente

satisfecho, porque su principal preocupación era ser capaz de satisfacerla completamente,

era lo único que le importaba, cosa que Melanie no iba a consentir, estaba garantizado que

los dos iban a enloquecer de placer, sabía de antemano la atracción que sentían el uno por

el otro, era imposible que no disfrutaran los dos.

Su aliento era tan dulce que enloquecía de placer, tenía que controlar el impulso de

besarle a todo momento, se pasaría toda la noche saboreando sus labios.

Pasaron una noche inolvidable, para ser su primera vez, todo salió muy bien.

Sabía que ésa noche Melanie quedaría inmortalizada en la memoria de Anthony el resto

de su vida, era su primera vez y eso nunca se olvida, la recordaría siempre, y por como todo

salió, con muy buenos recuerdos.

CAPÍTULO 3

Como niños se mandaban mensajes por teléfono para saludarse y saber como estaban, no

querían llamarse todos los días por precaución, no querían agobiar, molestar, tampoco

querían dar a entender la desesperación que tenían de estar un día sin tener noticias el uno

del otro, sentían miedo por ambas partes, así que cuando recibían noticias, les invadía una

alegría, una felicidad que les hacía mantener una sonrisa de oreja a oreja el resto del día.

Anthony jugaba un partido de fútbol con sus amigos, en la mitad del partido se sentaron

en el césped a descansar y beber agua en la esquina del campo.

—Joder tío, no hay quien pueda contigo hoy, con eso de que ya has mojado…estás que

te sales. —exclamó muerto de la envidia.

— ¿Dinos como fue?, ¿cómo te la tiraste? —exclamó otro lleno de curiosidad mirándolo

atentamente.

— ¡Que va tío, no voy a contar nada! Solo que es estupenda…y está que te cagas.

—Venga tío, cuéntanos un poco, ¿qué tal folla?

—Que va, que va, no pienso decir nada.

—Pero dinos al menos que lo hace bien, es madurita y tiene que tener experiencia en el

tema, ¿lo hace bien, no? Tiene que saber…

—Sí, sabe…y lo hace muy bien, os lo aseguro. —cortando a su amigo y dando por

finalizado el tema.

—Esta noche es el cumpleaños de Marc, tenemos el maletero del coche lleno de

alcohol !Fiesta, fiesta! !Botellooon!—le decía levantando el brazo con movimientos de

animación mientras con el otro brazo le rodeaba el cuello—¿Vienes no?

—Bueno, es que... tenía pensado salir con Melanie—respondió agachando la mirada.

— ¿Qué? ¿Cómo? No te la has tirado ya, entonces ¿Para qué verla más?—asombrado le

empujó para verle bien la cara —¿Tú estás loco? Pero si es una vieja.

—Me gusta mucho y me divierto mucho con ella, es una buena chica—avergonzado

responde cabizbajo.

—Pe.. per...no lo entiendo, ¿No pretenderás que sea tu novia?

Anthony seguía cabizbajo sin responder.

—Tú estás mal de la cabeza tío, pero haber...saca cuentas, cuando ella se casó con su exmarido

!Tú estabas haciendo la primera comunión! ! Joder que fuerte!—mientras se

miraba los dedos para sacar las cuentas.

—! Que fuerte, es cierto! Ja, ja, ja Tío tú estabas haciendo la primera comunión, jaaaaa—

decía otro de sus amigos señalándolo con el dedo y retorciéndose por el suelo de la risa.

—Y que, a mi no me importa, además, está que te cagas. ¿No diréis que no está buena?

—respondió Anthony en su defensa.

—Sí, la verdad es que está toda buena. Toda buena “ahora” dentro de diez años qué, ella

será un vejestorio y tú serás un chavalo te que aún podrás tirarte a todas las que quieras.

! Tú estás enfermo!

— ¿Vendrás al cumpleaños, no? —preguntó otro.

—Claro que viene. Vas a venir con nosotros pero sólo, esta noche es de amigos

solamente. —exclamó con voz autoritaria y mirándolo a los ojos—Vas a venir solo, llámala

y queda con ella otro día.

—Vale, la llamaré pero...va a salir con las amigas ¿y si liga?

Los amigos se balancearon sobre él a modo de burla. —Enamorado....

—Está bien, está bien, pero dejadme en paz.

Se apartó un poco de los amigos para poder tener mayor intimidad al llamarla.

—Hola, ¿qué tal estás?

—! Hola! Que tal...bien ¿y tú?

—Bien, estoy jugando al fútbol con los amigos. .Quería decirte que hoy es el cumpleaños

de Marc, tenía este compromiso desde semanas, tenemos botellón ¿por dónde vais a salir

hoy?

—Vamos a Barlovento, donde siempre ¿por?

—Pues que había pensado, si tu quieres, que cuando termine el cumple de vernos, si es

que salíais por Elche, claro. Vamos a hacer el botellón en el campo de fútbol ¿nos vemos

allí?—nervioso se frotaba el pelo con la mano mientras caminaba de un lado para otro.

—No, lo siento ya habíamos hecho planes, si lo hubieras avisado antes...ahora ya lo

tenemos todo planeado y llamarlas ahora a última hora para cambiarlo todo...sabes que mis

amigas con tus amigos no hacen muy buenas migas...

—Sí, lo sé...bueno, no pasa nada. Mañana nos vemos entonces, ¿vale?

—Vale, ten cuidado con la borrachera y si bebes no conduzcas, mañana nos vemos. Un

beso.

—Vale, ten cuidado tú también con los moscones de allí.

—Ja,ja,ja, se cuidarme, no te preocupes, adiós—desilusionada pensaba que iba a

disfrutar un día menos sin verlo y que por derecho le pertenecía para ella solita.

—Adiós.

Anthony colgó el teléfono no muy convencido, no le hacía gracia dejarla sola, le gustaba

su compañía y la idea de que saliera sola con las amigas...le entró el pánico.

Quería estar con ella el mayor tiempo posible, la idea de que conociera a otro chico más

adulto que él, le aterrorizaba. Empezaba a sentir celos.

Eran las dos de la mañana, Melanie y sus amigas se divertían de lo lindo en su discoteca

habitual, bebiendo, fumando, riendo con la pandilla

—Que, ¿Cómo fue…?—preguntó su amiga con curiosidad dándole golpecitos con el

brazo.

—No pienso decir nada… pero ¡ay dios! como la tiene, fue genial, y espera cuando

aprenda más, no lo quiero ni pensar. Me encantó, es muy dulce y apasionado. —

explicando de carrerilla un tanto sonrojada y exhausta por la emoción.

—Bien, me alegro por ti Melanie, hacía tiempo que no te veía así. ¡Vaya con el niño!

¿Vas a disfrutar un poquito más con él, no? —las dos se partían de las risas

—Vale, no hablemos más del tema, anda.

Cuando de repente un chico alto, moreno que sobresalía la cabeza al resto de la gente de

la sala se dirigía hacia ella, cogiéndola de la cintura para abrazarla.

—! Hola!—exclamó llena de alegría al verlo, arrojándose a su cuello para darle un beso.

—Hola.

Se abrazaron apasionadamente entrando en un beso largo y apasionado.

Anthony se puso a mirar a su alrededor por si hubiera algún moscón cerca, dejando claro

que esa chica no estaba libre, marcando su territorio.

— ¿Qué haces aquí?—le miró sorprendida y sin aliento.

—Tenía ganas de verte, te echado de menos—exclamó volviéndola a besar con frenesí.

—! Vaya! !Guau, como estás hoy.

—Creo que he bebido unas copas de más—sonriendo intentaba no perder el equilibrio.

—Ya veo que te lo has pasado muy bien y ¿tus amigos?

Señaló al otro lado de la sala a modo de respuesta. Saludó con la mano a sus amigos que no

estaban muy contentos que digamos.

—No veo que estén muy contentos de estar aquí ¿no estabais en Elche?

—Sí, pero a mitad de la noche me he puesto un poco pesado para que me trajeran, quería

verte...y como no estoy para conducir...

—Madre mía, si que te habrás puesto pesado para interrumpir el cumpleaños y venir a

verme

—No te lo puedes imaginar...to pesao—decía entre risas.

Anthony estaba fuera de sí, había bebido demasiado, cogió de la mano a Melanie

conduciéndola hasta la pared, al fondo del local para poder apoyarse en ella y entrar en un

beso tan largo, profundo y apasionado que ella perdió la cabeza también.

Melanie estaba enloquecida por la pasión, entre beso y beso bailaban de vez en cuando al

ritmo de la música sin despegarse el uno del otro, como imanes, ombligo con ombligo.

Empezaron las caricias, las miradas provocativas, susurros al oído, entraban en una fase de

extrema delicadeza por no encontrarse a solas.

Melanie jugueteaba enroscando su dedo en el flequillo de su pelo deslizando a

continuación por su mentón, bordeando suavemente sus labios, que él los entreabría para

rozarle con la lengua. Seguía por el cuello...circulaba por el contorno de su pecho...bajando

suavemente hasta notar el borde del cinturón, que con mucha suavidad levantaba la

camiseta en busca de su ombligo, jugando con él una vez encontrado.

Anthony se encogía del placer, era curiosa la reacción de su tacto sobre su vientre, cada

vez que le rozaba, su vientre se encogía hacia dentro automáticamente. Ella sonreía por el

descubrimiento y el poder que tenía sobre él.

Ausentes del resto de la multitud perdieron la noción del tiempo, entre besos y caricias les

separaron los amigos de él.

—Vale, parejita, es hora de irse.

Salieron a la calle para poder despedirse mejor y verlo como subía al coche, sacando

medio cuerpo por la ventanilla para despedirse mientras se alejaba.

—Adiós, mañana nos vemos—agitando el brazo.

—Sí, mañana la ves Romeo, vaya nochecita que nos has dado —intentando volverlo a

meter dentro del vehículo cogiéndolo por la camiseta.

Melanie se despedía con la mano entrando a continuación a la sala donde sus amigas le

esperaban atónitas.

—! Vaya con el niño! Un poco mas y te come aquí dentro.

—! Cállate!—exclamó toda ruborizada.

Pasaban las semanas y como dos adolescentes se enviaban sms constantemente, pensaba

que una vez le enseñara todo lo que necesitara saber la dejaría de llamar, pero no, seguían

saliendo cada semana.

Melanie no dejaba de pensar en cuanto tiempo iba a consentir que durase la relación,

sabía que las cosas no funcionarían entre ellos por la diferencia de edad pero, estaba feliz

con él.

Era tan dulce, la mimaba tanto, estaba continuamente pendiente de ella y hacía tanto

tiempo que nadie lo hacía, que nadie la trataba así, hacía tanto tiempo que no recibía tanto

amor, empezaba a cogerle cariño y es más estaba enganchada con su sexo, como una droga,

lo necesitaba cada día más.

Sus amigas preguntaban hasta cuando seguiría con él.

—! Vaya, vaya! Menuda cara traes, cualquiera diría que te pasas el día en la cama con

ése jovenzuelo, señorita. Estas radiante, que guapa te veo.

—Pero bueno, ¿Qué preguntas son esas?— decía entre risas.

— Sí, estoy muy feliz. No te lo dije el otro día ¿Te acuerdas que te comenté que

sospechaba...? —Haciendo gestos con las cejas.

— !No! No me lo digas !Agg! No me lo puedo creer, estás hecha una pervertida de

menores, eres una asalta cunas, ja,ja,ja.— rompiendo las dos a reír.

—Melanie lleva cuidado con éso, hacía tanto tiempo que no te veía tan feliz y disfruta

un poco más si quieres pero, no le hagas sufrir. Y lo más importante, no te enamores de él,

no te conviene es un niño y quien anda con niños… mea la cama.

—Lo sé, lo sé, es que me gusta tanto y es tan bueno conmigo, tan inocente de la vida, no

tiene maldad alguna, su inocencia de la vida es lo que más me gusta de él, pero a la vez es

lo peor que se puede tener. Se perfectamente que cuando una persona no ha vivido todo lo

que le corresponde vivir en su momento es como subir los peldaños de una escalera de dos

en dos, al final te falta por descubrir y disfrutar lo que la vida te daba en ésos peldaños y

luego, pasa factura. Con el tiempo te paras a pensar que habría en ésos peldaños, llegan los

arrepentimientos por no haberlos vivido, sean buenos o malos. Vienen los celos por haber

vivido y experimentado con otras parejas más que él y eso lo volverá loco, estoy

convencida. Las fiestas con los amigos, viajar, pasar la noche con una chica diferente cada

vez, las borracheras, la despreocupación de trabajar para ganarse la vida, pues está

estudiando y vive con los padres. Con el tiempo siempre se rompe la relación porque desea

vivir y comparar lo bueno y malo de la vida, solo ha estado con una mujer y no valora lo

que tiene porque no ha podido comparar otras citas peores, comparando se valora las

buenas personas cuando las encuentras. Sé que nunca valorará mi amor, mi dedicación

hacia él, hasta que no lo haya experimentado por él mismo y valorar a otras mujeres, para

darse cuenta al final, de que la primera era la adecuada.

—Lo sé, lo sé, esto no está bien, esta relación nunca funcionaría—dijo suspirando.

— ¿Le has dicho que tienes una niña?

—No, como no pensaba verlo más de dos veces para qué dar tantas explicaciones,

además cuando se lo cuente no estará preparado y cortaremos, ya lo verás, será como un

jarrón de agua para él.

—Un mes y lo dejamos.

—Te conozco Melanie, te quiero mucho y lo sabes, pero te tengo que decir que en esta

relación, la única que saldría perdiendo eres tú, él es joven y tiene toda la vida por delante,

tu no, para él habrás sido su primera experiencia, su musa nada mas, para ti un sufrimiento

del que ya veías venir y una pérdida de tiempo. Lleva cuidado—le decía tocándole el

hombro a modo de consuelo.

Pasaron unas semanas inolvidables, se comían a besos, se dedicaban infinidades de caricias,

sin contar todas las veces y en todos los lugares que hicieron sexo. En las siguientes citas

Anthony cuidaban meticulosamente los lugares para salir con ella.

Quería que todo saliera bien, que se sintiera a gusto, tenía que pensar los lugares porque no

podía llevarla a donde iba él con sus amigos que era más de botellón, tascas, etc. Eran más

infantiles y al mismo tiempo sufría porque los lugares elegidos las copas costaban el doble

que en donde él habituaba ir.

—No te preocupes, no necesitas invitarme, cada uno que se pague lo suyo, las copas que

me pida las pago yo. Sé que estás estudiando y no te lo puedes permitir.

—Lo siento, me gustaría de verdad...

—Shhhss, no te preocupes de verdad, lo entiendo y no hay más que hablar. —se

precipitó en decir al verlo todo sofocado y apurado.

Cada vez se veían mas, Melanie lo veía muy enamorado de ella, se había dado un mes de

plazo y el tiempo caducó, tenía que decirle que tenía una niña, no podía seguir ocultándoselo,

también era cierto que era el motivo perfecto para romper la relación y no continuar para

evitar daños mayores.

Salieron a pasear por la ciudad, hacía una noche buenísima los dos cogidos de la mano

charlando tranquilamente.

—Ven, entremos aquí, dicen que está muy bien.

Era una cafetería tipo puf, al fondo estaba la barra, a la izquierda había un billar, a la

derecha unas mesas rectangulares de cristal con sillones o sofás de dos plazas, el decorado

tenía una línea muy moderna.

—Ven, sentémonos en el sofá, estaremos más cómodos.

Anthony estaba muy hablador y le comentaba sus planes de futuro, como le iban los

estudios, la academia...

Después de un rato se percató que Melanie estaba demasiado callada, pensativa, ausente.

— ¿Qué te pasa? Estás muy callada hoy ¿estás bien?

—No, tengo algo que contarte, hacía tiempo que quería decírtelo...

Anthony se enderezó todo nervioso en el asiento poniéndose enfrente para verla mejor.

—Dime, ¿qué te preocupa?—cogiéndole las manos.

—Bueno yo...no sé como decírtelo para que no te sea tan fuerte, sabes que estoy

separada ¿no?

—Si ¿y?

—Bueno yo no pensaba que lo nuestro no iba a...yo no esperaba que saldríamos tanto

tiempo pero...llevamos un mes y veo que nos llevamos muy bien, la verdad es que

congeniamos de maravilla a pesar de la diferencia de edad. Así que te tengo que ser sincera,

no te lo he contado todo

— ¿A qué te refieres? ¿Tienes novio?

—No, no tengo novio, pero tengo una hija—esperó su reacción, sabía que era demasiado

joven para asumir ése golpe. Su cara lo reflejó todo, no hacía falta que dijese nada ya lo

decía su cara.

Al menos no salió corriendo, pensó Melanie, acababa de hacer lo que había planeado y sin

embargo su expresión de decepción la entristeció. ¿Por qué le afectaba tanto? Pensaba que

así se lo quitaba de encima y sin embargo le dolía que le molestase que tuviera una hija, ya

había durado la cosa demasiado tiempo.

No era la mejor manera de romper, pero de todas formas no le gustaba la idea de que

tuviera una carga. Para los hombres solteros es así como lo ven, ven a los hijos de los

demás como una carga, no les hace nada de gracia cuando les cuentas que tienes

hijos...huyen como si de la peste se tratase.

Estuvo un rato callado, serio sin reaccionar.

Ante su reacción Melanie intentaba suavizar la situación con optimismo al hablar.

—Bueno, no pasa nada, tenía que ser sincera contigo, me alegra haberte conocido, será

mejor que nos marchemos y lo dejemos así.

Anthony se levantó como sonámbulo, caminaron en silencio cogidos de la mano hasta

llegar al coche, se quedaron abrazados durante un buen rato.

—Me gustas mucho y me siento muy bien contigo—susurrando al oído sin dejar de

abrazarla.

—Tú también me gustas mucho, la verdad. Pero no estás preparado para esto. Sal con los

amigos diviértete mucho y ya verás como encontrarás a una chica de tu edad con la que vas

a ser muy feliz.

Molesto por sus palabras—Me gustas tú y no quiero que te vayas—abrazándola más fuerte.

Se quedaron los dos en silencio durante un gran rato abrazados haciéndose caricias,

ausentes cada uno en sus propios pensamientos.

—Bueno, será mejor que lo dejemos así, cuídate.

Se miraron a los ojos con una gran tristeza, ambos querían seguir juntos pero algo les decía

que no podía ser. Se despidieron con un largo, dulce y profundo beso.

Melanie bajó de su coche, montó en el suyo y desapareció.

Pasaron el resto de la noche en vela, pensando uno con el otro, con la mayor tristeza del

mundo, sabían que ésa relación no era normal, que era una locura, pero deseaban estar

juntos.

Pasaron dos semanas e intentaban hacer su vida habitual, estudiar, salir con los amigos,

trabajar...pero se sentían vacíos, algo les faltaba.

Anthony estaba en casa de un amigo sentado en el escritorio grabándose música en un CD

del ordenador.

—Venga tío, anímate, has hecho lo correcto. ¿Cómo que tiene una hija? Si la has visto

desnuda, ¿cómo que no te diste cuenta? Si eso se nota en seguida—exclamaba tumbado en

la cama con los brazos por detrás de la cabeza.

—Pues no tío, ¿En qué me tengo que dar cuenta? ¿Es que hay algo que identifique haber

dado a luz?

—No sé tío, una cicatriz en el vientre de cesárea, estrías. Mi hermana tiene una niña y no

veas cómo tiene de fea la barriga, está llena de estrías y se le ha quedado un barrigón todo

fofo.

—Pues no, no tiene na de na, además tiene una barriga perfecta, sin estrías, lisa y hasta la

tiene dura, se le marcan y todo un poco de tabletas de chocolate. Me encanta su ombligo —

quedándose ensimismado al recordarlo.

—Anda ya tío, tu exageras, no puede ser !tiene una hija! No puede ser que la tenga

bonita, tú eres tonto que no es igual, estarías a oscuras y centrado en otra cosa y no viste

nada de nada.

—Que no, enserio, la tiene toda bonita, tiene un cuerpazo, mejor que algunas chavalas de

nuestra edad.

—Si tú lo dices, vestida es toda bonita sí, pero las mujeres cuando se desnudan, muchas

pierden encanto y más si tienen hijos.

—Hay que no, déjalo ya, tu no la has visto y yo si... y está perfecta.

—Está bien, si tú lo dices. Venga te dejo en tu casa, dúchate, ponte guapote, que esta

noche la vamos a liar—exclamó frotándose las manos con cara de picaría—vamos a por

todas, tías hay un montón, ya verás que pronto la olvidas.

Ambos estaban de fiesta, cada uno en un pueblo diferente, Melanie estaba en el mismo

lugar que hacía unas semanas cuando Anthony fue a verla por sorpresa. El ambiente

estilaba entre los veinticinco a los cuarenta y cinco años. Sonaba la música y allí estaba ella

de pié, quieta y ensimismada mirando la pared con gran tristeza envuelta en su mundo,

recordando el momento de pasión que tuvieron en ése mismo lugar.

—! Hey! Melanie muévete ¡qué te pasa, no te diviertes?—sabía perfectamente lo que le

pasaba, aún así intentaba animarla con sus bromas levantando su copa.

—Vamos, chin, chin, brindemos, por la amistad, por nosotras y por si fo...—sonriendo

frotaron los vasos como solían hacerlo habitualmente, era su costumbre al salir de fiesta.

Con sonrisa de medio lado y forzada frotó el vaso como protocolo, no le apetecía estar allí

y no se estaba divirtiendo nada. Quería estar con él y lo echaba de menos.

—Por nosotras, por si fo...—chocando las copas e intentando devolver la sonrisa, se

bebió la copa de trago, sin respirar.

—! Eehhh! Ten cuidado, que el alcohol no te sienta muy bien, jaaaa.

— ¿Vamos a por otra?—mientras observaba su copa vacía—Me estás defraudando, aún

te queda medio vaso, venga bebe, vamos a la barra a pedir otra ronda, te invito.

—! Ésa es mi chica!—terminó su copa de un trago, se cogieron de la mano para caminar

entre la multitud y entre empujones consiguieron llegar a la barra.

—Camarero, ¿nos pones otra?—mientras llamaba la atención del camarero con la mano.

— ¿Te has fijado cuantos chicos monos hay?—sonriendo señalaba con un gesto de

cabeza a todas la direcciones.

— ¡Ay señor!, eres incorregible, hoy no estoy de humor para eso—gesticulando con las

cejas.

—Bueno, pero míralos, no me digas que no son guapos. ! Huy! nos están mirando.

—! Claro! No dejas de mirarles. ! Ay qué vergüenza! Nos han pillado que estamos

hablando de ellos—le entró la risa, dándose la vuelta para apoyar los brazos en la barra y

esconder su cara en ella—Jaaaa, jjaaaa, gracias por animarme—levantando la cabeza

levemente para mirarla, sin atreverse a mirar hacia atrás por si los chicos seguían

mirándolas.

El camarero les sirvió otras copas y les invitó a un chupinazo de pi-ruleta, la coquetería y

descaro de su amiga era incorregible, pero funcionaba.

Brindaron de nuevo y se bebieron de un trago el chupinazo junto con el camarero.

—A tu salud. Gracias, eres muy amable.

—A vosotras, guapas—haciéndoles un guiño en el ojo.

Se recostaron en la barra mirando a toda la gente a su alrededor.

—Que ¿te presento alguno?

—! Noooo! paso, no me apetece estar aguantando tonterías, hoy no, otro día ¿vale?

—Vale, otro día—la cogió de la mano para adentrarse entre la multitud y bailar en medio

de la pista— ¡Melanie, a bailar, hay que disfrutar que la vida son dos días! Los tíos dan

asco, pero no podemos vivir sin ellos, jaaaa.

Por otro lado Anthony estaba en una discoteca pero mas juvenil, el perfil del ambiente era

entre unos dieciocho a veinticinco años.

—! Eh! Taparme un poco tíos—pedía a sus amigos mientras disimuladamente sacaba

una botella de whisky escondida entre su cazadora.

—Pero...! Joder tío! ¿Qué haces? ¿Cómo has conseguido entrar la botella aquí?

— ¡Ostras! ¿Y si nos hubieran pillado en la entrada? Qué vergüenza, con la gente que

hay, nos habrían negado la entrada y nos hubieras jodido la noche—exclamó otro molesto.

—Venga, pasarme vuestros vasos !con disimulo tíos!—exclamó al ver que todos le

daban los vasos de golpe.

— ¡Joder que fuerte!...ponme, ponme mas—mientras miraba hacia tras para vigilar.

—Llénamelo hasta arriba tío—respondía otro.

— ¿Hasta arriba? ¿Solo whisky? Vas a pillar un pelotazo tío.

—Tu hecha—se quejaba.

—! Ehh! Me toca a mí, yo también quiero—respondió Anthony.

—Joder y eso que os parecía mal que haya traído la botella.

—Eres un genio tío, vaya par de cojones tienes, escóndela bien, hay que terminar la

botella ya que has conseguido entrarla aquí...ja, ja, ja.

—Vamos a pegarnos la fiesta padre y sólo tenemos que pagar la entrada !que guay!

Estuvieron bebiendo y bailando sin cesar, estaban todos borrachos, ni aún así, Anthony

conseguía divertirse.

No conseguía quitarse de la cabeza a Melanie, enfadándose él solo pensar que podía estar

de fiesta al igual que él hablando y conociendo a otros chicos. Le invadían los celos, bebía

y bebía sin cesar para no pensar más en ella, hasta caerse al suelo.

—Jaaaaa, vaya pelotazo llevas tío. Levántate y siéntate en esta silla un rato—

Ayudándolo a levantarse, le acercó un taburete.

—Echo de menos a Melanie, quiero verla—le dijo al oído con la lengua trabada.

—No empieces otra vez, ésa tía es agua pasada, olvídala.

—No puedo tío, me gusta mucho.

— ¿Y qué piensas hacer? ¿Vas a hacer de papaíto? No me jodas tío, como vas a hacer de

padre cuando tu aún eres un crío, no me seas gilipollas.

—Tienes razón tío, no sé que voy hacer, lo que sí sé, es que quiero estar con ella.

—Toma, bebe y calla, el alcohol te hará olvidar.

Terminó la noche y llevaron a Anthony a su casa, estaba cao de tanto alcohol.

Pararon el vehículo justo delante de su portería.

—Venga tío, ya hemos llegado ¿podrás abrir la puerta?

Ni respondía a sus palabras, estaba babeando en la parte trasera del coche.

—Madre mía como va, le van a pillar sus viejos. Voy a subirlo por el ascensor, le abro la

puerta de su casa y le meto la llave en el bolsillo. Anthony ¿puedes llegar hasta tu

habitación? —dándole pequeñas bofetadas para que despertase.

Afirmó con la cabeza.

—Muy bien colega, ven conmigo—cogiéndolo por la cintura para apoyarse en él, no se

sostenía en pié.

Los tres amigos restantes se quedaron dentro, viendo como el mejor amigo y graciosillo

del grupo intentaba meter la llave en la cerradura de la puerta, dado que él también iba un

poco suave por el alcohol y por el esfuerzo atribuido por el peso de Anthony hacía mayor la

complicación a una tarea tan simple, desapareciendo en el interior del edificio.

Después de un rato, volvió a entrar su amigo en el coche entre risas.

— ¿Que ha pasado? ¿Le han pillao sus viejos?—llenos de curiosidad.

—Jaaaaa, mañana tendrá que dar alguna explicación, le han pillado de pleno. —

respondió sentándose en el asiento del copiloto.

—No jodas ¿qué ha pasado? ¿Estaban despiertos, esperándolo?

—No, he abierto la puerta y le dado un pequeño empujoncito para que tomara carrerilla,

pero el más torpe se ha estampado con el recibidor de la entrada, sus viejos han encendido

la luz preguntando si era él...

— ¿Y?

Bromeando e imitando su voz trabada dijo —Si, soy yo

— ¿Y tú que has hecho?

— ¿Yo? he cerrado la puerta y me pirado, jaaaa Me ha parecido oír como llegaba a su

habitación estampándose por el pasillo. Mañana nos contará, vayámonos.

—! Vaya tela! —exclamó poniendo el coche en marcha.

CAPÍTULO 4

Pasaban los días y cada uno intentaba seguir con su vida, con su anterior vida, como si

no hubiera pasado nada, pero no, lo intentaban pero no dejaban de pensar el uno con el

otro.

Llenos de tristeza cumplían con sus quehaceres cotidianos automáticamente, sus mentes

estaban en otro lugar.

Con una ansiedad que los consumía miraban el móvil a cada momento, cabía la

posibilidad, la esperanza, de encontrar alguna señal de vida de sus respectivos amores.

Con grandes suspiros ambos miraban el teléfono, sin noticia alguna.

Por un lado, Melanie pasaba los días trabajando, con su hija yendo al cine con más

parejas con hijos en plan muy tranquilo y de fiesta con las amigas cuando estaba libre

porque su hija pasaba el fin de semana con su padre.

—Mira, ¿te acuerdas de mi amigo Javier? Sigue soltero ¿es guapo, no? —le decía

mientras llamaba con la mano a su amigo para que se acercara.

—El otro chico que está con él es un compañero de trabajo, los dos son funcionarios,

éstos son buenos partidos Melanie, ¿cuál te gusta más? ¿Javier? —sin mediar palabra

Melanie negó con la cabeza, dado que su amiga no dejaba de hablar.

— ¿El amigo?

—Qué remedio, si no me vas a presentar a toda la sala—se decía a sí misma, afirmando

con la cabeza, poniendo una sonrisa de medio lado al hacer las presentaciones.

Intentaba ser amable con el chico, haciéndole creer que le interesaba la conversación

sobre su trabajo. Con disimulo miraba la hora cada diez minutos, sólo quería que terminase

la noche de una vez e irse a casa a dormir.

Por otro lado, Anthony pasaba los días entrenando, estudiando en la universidad,

utilizaba la bicicleta como medio de transporte.

Los fines de semana era una auténtica locura, de botellón en medio de una explanada a

las afueras de la ciudad, donde estaba permitido el consumo de alcohol, invadido por la

juventud, con los maleteros abiertos a tope de bebida, y la música a todo volumen.

Los amigos bromeaban, intentaban por todos los medios que se divirtiera, le presentaban

a nuevas conquistas, sin éxito, no estaba de humor ni le apetecía conocer a nadie.

— ¡Mira que chavala, está como un tren! Y se nota que le gustas, no deja de mirarte

¡ataca, ataca! —animaba uno de sus amigos con empujoncitos en la espalda.

— Paso tío, no me apetece enrollarme con nadie.

—Tío, tienes que pasar página, no tienes que perder el tiempo, mira cuantas tías buenas

que hay con ganas de diversión—le explicaba señalando con el brazo— elige a una, tú lo

tienes fácil, eres guapetón, sólo tienes que mirar a una un rato, y al segundo la tienes a tu

lado babeando por ti.

Anthony intentando escapar de su amigo se dirigió al maletero para rellenarse el vaso—

hoy no me apetece.

—Vamos a ver, espabila, ¿tú te piensas que Melanie a estas horas no estará liándose con

otro tío? ¿O piensas que se va a quedar sola en casa sin salir? Y tú aquí, lleno de pena por

ella.

Al escuchar las crueles palabras de su amigo se bebió toda la copa de golpe, rellenándose

de nuevo el vaso, miró a las chicas de enfrente y afirmó con la cabeza.

—Está bien, vamos a por ésas.

Lleno de alegría su amigo le pasó el brazo por el hombro, irguiéndose como un pavo se

dirigieron a las muchachas que muy descaradamente esperaban su ataque.

— ¡Ése es mi chico! A por ellas machote—sonriendo por su decisión se pavoneaba

delante de las chicas sin tener la más mínima atención de ellas, haciéndose el gracioso y

sin dejar de hablar para ser el centro de atención, sabía que Anthony era el gancho para

atraer a las mujeres, puesto que el resto del grupo no eran físicamente muy agraciados.

Le necesitaba para ligar con las chicas y si él estaba sin humor de nada, sabía que no

pescaría nada ésa noche por su cuenta, ahí la insistencia de intentar alegrarle.

Los días se hacían interminables, no conseguía centrarse en los estudios y cada vez

que se aproximaba el fin de semana que Melanie no tenía a su hija y podía salir de fiesta,

Anthony sufría de los nervios.

—No puedo más, tengo que verla—se decía mientras escribía un mensaje.

“Hola, como estás, quiero hablar contigo, ¿nos vemos? Besos.”

Estuvo un buen rato en su habitación, sentado en la cama mirando fijamente el

escritorio, a la espera de escuchar el sonido de mensaje de entrada, tenía miedo de que no

quisiera verle. Desesperado por no tener noticias rápidas, se fue a la cocina a picar algo

de comer, la espera le daba hambre.

Melanie que en ése momento estaba terminando de trabajar sacó el teléfono de su

bolso para ver si tenía alguna llamada perdida, ya que en horas de trabajo no se permitía

hablar con los móviles.

Para su asombro leyó el mensaje recibido, no esperaba noticias suyas, daba por

finalizada para siempre aquella relación, le entró tal alegría ver que aún quería verla, que

no se percató de que se puso a saltar de alegría.

En aquellos mismos momentos varias compañeras de su sección salían del vestuario—

¡Vaya que alegre estas! ¿Tienes buenas noticias? —exclamaron sorprendidas.

—Pues, si. Tengo prisa chicas, nos vemos mañana, adiós. —saliendo corriendo hacia

el parking para coger su coche.

—Adiós.

Casi sin aliento llega a su vehículo y con gran nerviosismo y torpeza no localizaba las

llaves de dentro de su bolso.

— ¡Ay Dios, que torpe! Venga, vamos, cuando más prisa lleva una, más tarda en

encontrar algo—se decía así mismo enfadada.

Por fin encontró las llaves, con gran desespero abrió el coche y se sentó, arrojó su

bolso en el asiento del copiloto y como si estuviera haciendo algo malo miró a su

alrededor por si la veía alguien.

—Qué hago, que hago, respondo o no—se decía mirando el móvil—sé que me voy a

arrepentir pero, me muero por verle. ¿Pero qué digo? ¿Estoy loca? Si le vuelvo a ver,

estoy perdida, me gusta mucho y al final terminaré enamorándome de él. Esta relación sé

que no va a terminar bien, no va a funcionar, no va a funcionar. Mis amigas me van a

decir que estoy loca….!al carajo!….quien no arriesga, no gana.

Exactamente no sabía que responder.

—“O.K. donde y cuando” —se disponía a arrancar el coche cuando sonó otro

mensaje de entrada.

— ¡Uy, qué rápido!

—“Sábado, 17h en tu casa, ponte cómoda y deportivos, hay que caminar,

besos”

—“O.K. nos vemos, besos”

Sorprendida por el mensaje se abrochó el cinturón de seguridad.

— ¿Deportivos? ¿Caminar? ¿A dónde me piensa llevar?

Hizo todo el trayecto hasta su casa, ausente de la carretera prácticamente absorta de

entusiasmo porque dentro de dos días volvería a verle.

Su mensaje la desconcertaba ¿Por qué quería verla? ¿Quería más sexo? O ¿Realmente

sentía algo por ella? No, no puede ser ¿Cómo se va a enamorar de mí? ¡Es muy joven! Y

¿A dónde iban a ir? ¿De qué quería hablar? Era algo muy sospechoso. Las preguntas

invadían su mente.

La sensatez y el miedo le repetían en su cabeza constantemente que estaba

cometiendo un error, que se alejara de él, que no le volviera a ver, que al final vendrían

las ¡madres mías! Vendrían las lamentaciones, los llantos y lo peor de todo… te lo dije.

En cambio su corazón le decía todo lo contrario, que no mirase hacia atrás, que no

hiciera caso a nadie, que disfrutara el presente y el futuro ya se vería y que nunca, nunca

se arrepintiera de nada de lo que hiciera, lo que uno disfruta, nadie te lo puede arrebatar.

La decisión ya estaba tomada al aceptar su invitación, ahora sólo deseaba seguir lo que

le dictaba su corazón “Verle”.

Anthony emocionado por su respuesta volvió a la cocina todo alegre cantuseando una

canción, estaba su madre preparando la cena. Tenía por costumbre darle una palmada en

el trasero mientras miraba por encima de su hombro lo que tenía en la sartén.

— ¿Qué haces madre, me preparas algo bueno, no?

— ¡Ay! Tontucio, no me hagas eso, sabes que me molesta—reprochando intentaba

darle con la cuchara de palo pero Anthony, al ser tan alto, la acorraló entre sus brazos

apretándola suavemente pero firme para que no pudiera darse la vuelta y darle un fuerte

beso en la mejilla.

—Pero ¿a ti que te pasa hoy? —intentando escabullirse de entre sus brazos.

—Nada, que eres la mejor cocinera del mundo—exclamó mientras se alejaba de ella

para sentarse en una silla de la cocina.

—No sé, yo te veo súper raro, ¿de verdad que no te pasa nada?

—Nada mamá—poniendo el televisor entre risillas con el mando a distancia y

mirándola de reojo por si tenía que esquivar algún tortazo inesperado.